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Un paseo por uno mismo

¿Quién no ha sentido alguna vez deseos de poner por escrito su vida, o un episodio particularmente decisivo de ella? Casi todas las personas que escriben o desean escribir algún día se han planteado utilizar su propia vida como material narrativo.

Escribir sobre uno mismo no es sólo una forma de conservar los recuerdos, sino que resulta sumamente útil para enriquecer el campo literario y perfilar el estilo. Ahora bien, hay diversas maneras de enfocar este proyecto. A lo largo de este volumen, pasaremos revista a todas ellas y analizaremos sus características. Pretendemos, además, dar algunas directrices para que la elaboración de tus experiencias resulte más fácil y literariamente productiva. A grandes rasgos, existen dos vías para poner por escrito el material biográfico. En el primer caso, se trata del género autobiográfico, del cual los escritos de Montaigne y Rousseau son las matrices, y que consiste en el relato de la propia vida hecha por el protagonista; en el segundo, se trata de la novela, el relato, la poesía, géneros alimentados por la experiencia vivida directa o indirectamente, padecida o gozada, en los que podemos incorporar elementos autobiográficos y, además, otorgarles el sentido que prefiramos, agregando, metamorfoseando, exagerando, inventando a gusto.

 

 

Transformar la experiencia en ficción

 

Una de las funciones de nuestra experiencia es, pues, servir de cantera de ideas, tanto para la autobiografía como para la ficción. Saber deslindar lo estrictamente autobiográfico de la ficción es la tarea primordial del escritor. A la vez, cuando se convoca la propia historia para darle forma literaria, el proceso a seguir no es intentar escribirlo todo, ni otorgarle una única dirección, sino jugar con lo vivido y escribir lo que se conoce a fondo, aunque no se cuente la autobiografía directamente. Más adelante veremos cómo seleccionar el material y qué diferentes enfoques podemos darles a nuestros recuerdos.

Pero también el escritor debe saber transformar sus experiencias en literatura: éstas pueden ser especulativas como las de Paul Valéry, mágicas como las de Isabel Allende, oníricas como las de André Breton, fantásticas como las de Gabriel García Márquez o intrauterinas como las de Rosa Chacel.

Son las propias experiencias, sus raíces, su forma de ser y de vivir las que hacen que un escritor decida emplear ciertos referentes y no otros, una clase de comida, un sitio que tal vez es intrascendente para otra persona, que haga reaccionar de determinada manera a un personaje de la novela, que cargue la ira sobre una cuestión que a él le ha afectado y la emplee como disparador de un poema.

Jean Paul Sartre dice refiriéndose a la literatura: «Todo viene del trabajo subversivo de la biografía». Danilo Kis habla de sus novelas como «una transposición lírica de una experiencia vivida». Thomas Mann vivió la experiencia del hospital de tuberculosos que relata en La montaña mágica; Ernest Hemingway, la guerra, que despliega en forma novelesca en obras como ¿Por quién doblan las campanas?, y Boris Pasternak describió en Doctor Zivago sus celos enfermizos de las aventuras muy antiguas de Zinaïda, su segunda esposa. Un texto literario es más rico cuanto mayor número de experiencias amalgame.

Simultáneamente, la experiencia originaria de un texto literario puede provenir de un hecho no vivido directamente, sino tangencialmente, visto al pasar, o que le sucede a un conocido del escritor, que le provoca una inquietud, una iluminación (una epifanía, diría James Joyce), un movimiento interno tan fuerte que no puede dejar de escribirlo.

 

 

La estrella soy yo

 

Escribir la propia vida es abrir una compuerta que puede dar a un túnel oscuro, a un prado en su esplendor, a una montaña difícil de escalar, a una casa lejana, a un país extraño, a un espacio vacío, a un cruce de caminos. Incluye «lo que soy» y «lo que fui». A la vez, reflexionar sobre «lo que podría ser» te permitirá conectar mejor con lo que viviste y lo que vives.

Tus objetivos pueden ser los siguientes:

 

1. Registrar la propia vida para «mirarse» en un libro

 

Puedes decidir escribir para asentar los momentos emblemáticos vividos, los más entrañables o, sencillamente, la consecución cronológica de tu paso por el mundo (lugares, sucesos, relaciones, etc.) porque consideras que tienes algo que comunicar a tus parientes o al mundo, porque te permitirá ver más allá de la obvia realidad o porque te apetece.

 

2. Partir de la propia experiencia para encontrar un buen material literario

 

Recuperar el material biográfico y trabajar sobre él como camino hacia la escritura de ficción. La experiencia personal facilita la elaboración de la historia o de los personajes y resulta fundamental en la creación literaria. Ninguna otra fuente ayudará mejor a encontrar el tono justo, a obtener un ser creíble, real y consistente en un texto. La vivencia interior del autor supera a todas las llamadas procedentes del exterior. Todos los escritores coinciden en que la experiencia personal es el centro del proceso creativo.

 

3. Tomarse como personaje

 

Puede servir para descubrir nuevos aspectos en uno mismo, para investigar una temática o una situación conflictiva o difícil de aceptar. Por ejemplo, Gonzalo Suárez creó el señor Ditirambo, protagonista de varias de sus obras y alter ego del autor, que sigue sus variaciones anímicas a través de los años.

En Rain Man, el personaje de Raymond ama las mismas cosas que el guionista, Barry Morrow, que afirma: «Una historia narrada debe tocar los aspectos que a uno le interesa; de lo contrario, no hay ningún interés en su escritura. Raymond ama, como yo, los crêpes y el baseball. Y Charlie (el hermano) ama lo que yo amo: el dinero, los cochazos y las mujeres».

Julio Cortázar, en El libro de Manuel, se constituye en dos personajes (el narrador, que se nombra como personaje en un juego especular: «el que te dije» y Andrés), cada uno de los cuales «carga» con aspectos biográficos del autor, también los sociales; así, dice el autor refiriéndose al «confuso y atormentado itinerario de algún personaje»: «Ese hombre sueña algo que yo soñé tal cual en los días en que empezaba a escribir y, como tantas veces en mi incomprensible oficio de escritor, sólo mucho después me di cuenta de que el sueño era también parte del libro y que contenía la clave de esa convergencia de actividades hasta entonces disímiles. Por cosas así no sorprenderá la frecuente incorporación de noticias de la prensa, leídas a medida que el libro se iba haciendo: coincidencias y analogías estimulantes me llevaron desde el principio a aceptar una regla del juego harto simple, la de hacer participar a los personajes en esa lectura cotidiana de diarios latinoamericanos y franceses».

 

 

Si escribes una novela, diseñas el mundo narrativo a partir de un modelo que no es otro que tú mismo.

 

 

 

De ser escrito a ser escritor

 

La mente asiste a la aparición intermitente de imágenes evocadas, a la irrupción intempestiva de observaciones y vivencias que alimentan el texto. Así, la propia experiencia es una fuente inagotable para el escritor de ficción. Dice Antonio Skármeta: «La infancia y la adolescencia son los momentos más absolutos en la vida. Y más en la de un escritor. En esa época la diferencia entre la intimidad y el afuera es mínima. Uno siente la emoción de estar confundido con el universo, entramado con él y esa sensación de plenitud es el campo privilegiado de la literatura. No hay escritor que no anhele en su obra capturar y regalar a los lectores esa magia».

Para la ficción escrita (novela, cuento), el material puede ser tomado de la realidad, una parte puede ser tomada de la realidad y otra ser inventada, o todo puede ser inventado. Pero incluso aquello que creemos que es totalmente inventado puede estar vinculado a una experiencia personal, que aparece en forma simbólica, fragmentada, etcétera.

Así, el personaje principal en casi toda la obra de Jean Rhys es una mujer que parece seguir paso a paso el camino de su creadora: desde una niñez en las Indias Occidentales, a través de la penosa vida en el escenario de provincias en la Inglaterra anterior a la Primera Guerra, hasta una vejez solitaria en la campiña inglesa. En Viaje a la oscuridad, la heroína también ha nacido en las Antillas. Se convierte en corista y viaja por las sombrías ciudades de las provincias inglesas, es desflorada por un rico inglés que la quiere y luego la abandona. «Hay poca invención en mis libros. Lo que primero apareció, en casi todos ellos, fue el deseo de liberarme de esa horrible tristeza que me tiraba abajo. Cuando era niña descubrí que si podía ponerla en palabras, desaparecía. Creo que escribo sobre mí misma porque eso es lo único que verdaderamente conozco», dice.

Hay escritores que provocan las experiencias, que viajan para que les sucedan cosas.

Mario Vargas Llosa dice: «Lo que me maravilla de la literatura es que la experiencia vivida en un momento dado, sin quererlo y sin saberlo, le impone a uno ciertos temas de un modo muy misterioso. Todo lo que yo he escrito ha nacido de una forma involuntaria y ha partido siempre de una experiencia vivida, con la que he comenzado a fantasear. Un escritor tiene la ventaja de que, por más dolorosa que sea una experiencia, tiene esa defensa secreta del dolor, porque piensa que ése es un material, un barro que le sirve para crear una ficción. Me acuerdo de una carta de Flaubert a un amigo cuya madre se había muerto; le da el pésame y le dice: “Por otra parte, te envidio porque esa experiencia que estás viviendo, de dolor, qué rico material para escribir”».

Como señala Antonio Muñoz Molina: «En uno de sus poemas en prosa, Borges habla de una pantera que ha sido capturada en África, que ha viajado angustiosamente en un barco y da vueltas en el interior de una jaula, en un país frío donde no hay árboles, rugiendo hacia los rostros que la miran desde el otro lado de las rejas. La pantera, dice Borges, no sabe que la justificación de su vida es que uno de los hombres que la ha visto, un joven, Dante Alighieri, la recordará más tarde y la mencionará en un verso de la Comedia. A diferencia de Borges, yo no creo que servir de motivo para un verso o incluso para un libro entero justifique la existencia de nadie, ni de una pantera, pero si les llamo la atención sobre este poema es porque explica muy bien el modo azaroso en que el recuerdo de una imagen o de una cara puede tener una importancia decisiva en la construcción de un personaje, y también el origen con frecuencia oblicuo y no siempre explicable de algunos datos secundarios de la narración».

 

 

La meta

 

El acto de escribir –solitario, que remite a la privacidad– aparece como un hecho necesario para la persona que se propone dejar un testimonio sobre sí mismo en forma directa, o retrabajada en el campo de la ficción. Profundizar en los propios recuerdos y experiencias puede aportar además otras ventajas:

 

. El autoconocimiento.

Cuando se lee lo escrito durante un tiempo –así sean notas sueltas, apuntes de un diario íntimo, cartas–, solemos descubrir algo propio que no habíamos detectado antes.

 

. Reconsiderar lo vivido.

Permite distanciarse para verlo con cierta objetividad.

 

. Perdurar.

Contar la vida por escrito es una forma de perdurar, ofrece un acceso a la inmortalidad que no puede conseguirse de muchas otras maneras.

 

. Dejar huellas en el mundo, dejar un legado de vida.

Lo escrito será una importante aportación para las generaciones venideras y para la familia.

 

. Recuperar momentos perdidos.

Puede tratarse de una aparición reiterada, alternativa o intermitente, única o combinada con otras. Por lo tanto, uno de los objetivos es recuperar las apariciones espontáneas y encontrar apariciones inesperadas.

 

. Reconocerse.

Encontrar aspectos propios que intuíamos. Según Ángel González: «Escribir sobre mí mismo es una forma de explicarme, de poner en orden mi mundo, de reconocerme (de reconocerme, en cierto modo, también como los médicos reconocen a los enfermos). Si no estuviesen dictados por la intención predominante de hacer literatura, podría decirse que esos textos tan directamente basados en situaciones reales, en datos biográficos verdaderos, son el resultado de insólitas sesiones terapéuticas, en las que soy el paciente y el médico en una sola pieza. Y ciertamente, en ocasiones, la escritura ha resultado ser un eficaz alivio para alguno de mis males».

 

. Comunicarse.

Contar lo que uno ha experimentado es una forma de comunicarse con el prójimo, transmitirle los resultados de esas experiencias, advertirle sobre los peligros.

 

. Servir como ejercicio de la memoria.

Recordar lo que deseamos recordar y dejar en la sombra lo que nos resulta molesto.

 

. Reflejar los cambios sociales y políticos de tu país en un período determinado, como crónica de los sueños y las derrotas de una generación.

 

. Obtener éxito.

Publicar una autobiografía, una novela, una serie de relatos independientes, un poemario, en los que el autor se vea reconocido como ser en el mundo, aceptado, querido, valorado.

 

 

Conocer tus razones

 

Una vez que has decidido escribir tu vida en forma parcial o completa (aunque la totalidad en una autobiografía siempre es ilusoria), te será útil conocer las razones que te impulsan a hacerlo.

Te ayudará responder a las siguientes preguntas, concernientes a tus anhelos y tus hábitos:

 

¿Qué pretendes de esta aventura?

¿Disfrutas comunicando tu historia personal?

¿Estás dispuesto a hurgar en todos tus recuerdos, buenos y malos, sabiendo que algunos de ellos te pueden herir?

¿Sabes qué aspectos de dicha historia son los que prefieres destacar?

¿Sueles escribir cartas a amigos?

¿Qué abunda en tus cartas?

¿Necesitas recurrir al diario personal, al de viajes, al de sueños, para fijar las vivencias de esos momentos?

¿Quieres reservarte alguna de tus vivencias o de los episodios vividos y no incluirlo en tu libro y, al mismo tiempo, transmitir otros dando a conocer ciertas convicciones?

¿Deseas que esas convicciones y otros aspectos íntimos de tu espíritu queden fijados en la escritura para cuando tú ya no estés?

¿Escribes sobre ti mismo como una forma de recuperar el pasado, de rendir cuentas, de explorar lo que no entiendes del todo?

¿Te ilusiona la idea de compartir tus experiencias con tu familia y amigos?

¿O prefieres dirigir tu escritura al gran público?

Con las respuestas desarrolladas, ya puedes meterte de lleno en tu propia historia. Comienza por tomar notas, en forma cronológica o al azar, efectuando un amplio barrido de ideas generales o centrándote en un aspecto particular.

 

 

Si exploras los motivos que te conducen al texto, y que son parte de tu personalidad, llegarás a él mejor equipado.

 

 

 

Asignaturas pendientes

 

La escritura puede ser también un acto curativo, catártico.

Puedes hacer revivir especialmente a una persona querida o a otra que te ha maltratado, y utilizar la escritura de tu vida como paliativo de un dolor o como medio para investigar aquello que te hizo daño. Así lo hace Soledad Puértolas en Con mi madre, la autobiografía le permite combatir el dolor tras sufrir la muerte de su madre, se adentra en los recuerdos y memorias que abarcan desde la infancia hasta el presente: «Desde ese día, por necesidad, para no sentirme desbordada por el dolor, he ido escribiendo sobre ella, sobre lo que ha significado su vida y su muerte».

O dedicarle un apartado a todo aquello que hubieras querido hacer y no has hecho, tal vez todavía puedes hacerlo, o ya nunca lo harás, pero también forma parte de la historia personal. Octavio Paz, por ejemplo, dijo al final de su vida que le habría gustado escribir una novela y crear personajes, pero se quedó en la poesía.