EL ORIGEN

Octavio Paz nació el 31 de marzo de 1914. Su lugar exacto de nacimiento forma parte de las incógnitas que conforman su biografía. El acta del Registro Civil refiere que, según declaración de sus padres, nació en la calle de Venecia 14. A Guillermo Sheridan —y a otros estudiosos— le extraña que se ubique su alumbramiento en la colonia Juárez: “Ignoro por qué, toda vez que sus padres residen en la casa grande del abuelo, en la calle de Cuauhtémoc de Mixcoac”, (Sheridan, 2004).

El 19 de mayo del mismo año acudieron ante el juez del estado civil del municipio a registrar al pequeño Octavio Ireneo Paz y Lozano, acto seguido lo bautizaron en la iglesia de Santo Domingo de Guzmán. La partida parroquial, a diferencia del acta, señala que el niño nació en Mixcoac. El contraste de ambos documentos arroja una conclusión abrumadora: no se sabe con exactitud dónde nació el autor de El laberinto de la soledad.

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Fe de bautizo de Octavio Paz.

Personalmente, me inclino a pensar que nació en Mixcoac por lo siguiente: la legislación señalaba que el juez competente para registrar un nacimiento, era el del domicilio de la madre. Ella residía en Cuauhtémoc 83 (la finca de Ireneo Paz). Luego, sería ilógico —e ilegal— que hubieran registrado a un niño que nació en la colonia Juárez ante un juez de otra localidad. Es más verosímil que, cerca del alumbramiento, la madre de Paz estuviera bajo los cuidados de sus allegados y alejada del ajetreo de la metrópoli.

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María de la Concepción Delgado y Valle y Emilio Lozano
Candón, abuelos maternos de Octavio Paz.

Paz creció en una familia arraigada en Mixcoac por ambas líneas de parentesco: su abuelo Ireneo, el afamado porfirista, se afincó en esa zona alrededor de 1880 y ahí vio crecer su linaje; sus abuelos maternos, españoles de nacimiento, llegaron al municipio a principios del siglo XX. En sus primeros seis años, acompañó a su madre a Estados Unidos en dos ocasiones para reunirse con su padre. El primer viaje fue en 1916 y el segundo en 1919. En el espacio intermedio, ocurrió un incidente que quedaría grabado en su memoria. Jugando una tarde en compañía de su primo Guillermo Haro –apenas dos años mayor que él–, descubrieron un cable de luz desprendido de un poste que bailaba ante ellos con una cadencia hipnótica: “El recuerdo más lejano que tengo de Octavio es de cuando yo tenía 6 años y él cuatro y medio […]. Había caído una tormenta […] y al otro día Octavio y yo fuimos a ver los destrozos: árboles caídos, ramas en el suelo, cables colgando. Yo cogí una vara que seguramente estaba húmeda y cuando todavía estábamos a una cuadra de mi casa le pegué con ella a un cable y caí fulminado. Octavio trató de jalarme pero se quemó los dedos por la electricidad y salió gritando ‘¡Guillermo se ha muerto!’” (Beltrán, 1998). Después de lo ocurrido, Paz viajó a Los Ángeles —de donde volvería hasta 1920— y Guillermo perdió el dedo pulgar de su mano derecha.

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Concepción Lozano Delgado, tía y
madrina de bautizo de Octavio Paz.

A su vuelta, se vio rodeado de primos y de tíos. Además de Amalia Paz, fue muy cercano a Concepción Lozano, hermana de Josefa y su madrina de bautizo. Tuvo además dos primos —hijos de Concepción— que lo acompañaron, Alfonso y Emilio. Con todos ellos formó un grupo de amigos que recordaría al paso de los años:

El universo habla solo

pero los hombres hablan con los hombres:

hay historia. Guillermo, Alfonso, Emilio:

el corral de los juegos era historia

y era historia jugar a morir juntos.

La polvareda, el grito, la caída:

algarabía, no discurso (Paz, 1978).

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Ireneo Paz Flores y Rosa Solórzano Preciado con su familia. Mixcoac, 1907.

El idilio que inevitablemente acompaña las zonas más profundas de la memoria, llevó al poeta a asegurar que las mayores alegrías de sus primeros años las vivió entre las paredes de la enorme finca de Ireneo, ubicada en la antigua calle de Cuauhtémoc 83. Pero a partir de 1910, la vida de la familia Paz Solórzano experimentó una caída en desgracia que incluyó el fallecimiento de varios de sus miembros y la quiebra de La Patria, empresa periodística que era su principal fuente de ingresos.

Como consecuencia, las privaciones y las deudas se incrementaron a tal grado que fueron desalojados hacia 1922, cuando la casa pasó a manos del empresario inglés Walter James Browning. A partir de entonces, la familia se mudó a una modesta casa identificada con el número 79 de la misma calle. Según la describió el propio Paz, estaba

…amueblada con los restos de residencias anteriores, había muchos y grandes estantes llenos de libros. También un jardín o, más bien, una pequeña huerta con un pozo, seis esbeltos pinos, una buganvilia y dos higueras a un tiempo pródigas y misteriosas. Las habitaciones eran espaciosas. En el comedor yo me sentía un poco desamparado: la mesa era muy grande y nosotros muy pocos. En las recámaras y en los pasillos había muchos retratos. En la sala, muebles vetustos y, colgados en los muros, espejos de marco dorado y dos o tres cuadros, académicos paisajes del Valle de México. En un ángulo un piano y, en el muro contiguo, prominente, una inmensa fotografía de Porfirio Díaz a caballo (Paz, 1997).

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Registro migratorio de Octavio Paz en Estados Unidos, 1916.

En ese periodo, la influencia que ejerció la añoranza de Amalia y de Ireneo por su pasado, marcó el imaginario que el poeta asociaría con la década de los veinte. Sumado a ello, la quinta de los Paz, símbolo de sus años de prosperidad perdidos, estaba ubicada exactamente enfrente del balcón en que el niño daba vida a sus ensoñaciones:

Casa grande,

encallada en un tiempo

azolvado. La plaza, los árboles enormes

donde anidaba el sol, la iglesia enana

-su torre les llegaba a las rodillas

pero su doble lengua de metal

a los difuntos despertaba.

Bajo la arcada, en garbas militares,

las cañas, lanzas verdes,

carabinas de azúcar;

en el portal, el tendejón magenta:

frescor de agua en penumbra,

ancestrales petates, luz trenzada,

y sobre el zinc del mostrador,

diminutos planetas desprendidos

del árbol meridiano,

los tejocotes y las mandarinas,

amarillos montones de dulzura.

Giran los años en la plaza,

rueda de Santa Catalina,

y no se mueven (Paz, 1978).

En el nuevo domicilio, aquejado por una enfermedad degenerativa, el abuelo falleció el 4 de noviembre de 1924. Octavio Paz padre vivía, entonces, su mejor momento político en el interior de la república, por lo que sus ausencias eran cada vez más prolongadas. Su ascenso fue efímero: malas decisiones lo condujeron a una crisis laboral que causó su degradación económica y moral.

Mientras la casa se desmoronaba

yo crecía. Fui (soy) yerba, maleza

entre escombros anónimos (Paz, 1978).

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Octavio Paz con sus primos Emilio y Alonso Camino Lozano.

Ante la apurada situación por la que atravesaban, pidieron ayuda a sus familiares restantes. Uno de los cuñados de Josefa, Hans Otto Krieger, les prestó fuertes cantidades. Como no pudieron pagarle, procedió legalmente y los desahució. El joven Paz Lozano asumió lo sucedido como una afrenta y dio un paso definitivo hacia la madurez:

Familias,

criaderos de alacranes:

como a los perros dan con la pitanza

vidrio molido, nos alimentan con sus odios

y la ambición dudosa de ser alguien (Paz, 1978).

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Octavio Paz niño y sus padres, Octavio Paz Solórzano y Josefa Lozano Delgado.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:

Beltrán, A., 1998. “Un niño guapo de carácter dulce” [Entrevista a Guillermo Haro y Paz]. Reforma, 21 de abril.

Paz, O., 1978. Pasado en claro. México: Fondo de Cultura Económica.

_____, 1997. “Silueta de Ireneo Paz”. Paz, I. Algunas Campañas, t. II. México: El Colegio Nacional.

Sheridan, G., 2004. Poeta con paisaje. México: ERA