CAPÍTULO 1

Rebeldías y desacatos de la realeza

Soy la diosa Ninmah, hija de Anu, rey de la región norte del planeta Sirio Negro. La nuestra es una de las cuatro familias de dioses reinantes de este pequeño planeta, oculto por la inmensa mole de la estrella Sirio. Habitamos aquí desde tiempos perdidos en la memoria cósmica. Sirio forma parte de la constelación de Canis-Mayor, uno de los dos perros acompañantes de la gran constelación del gigante Orión.

Todo este conjunto de luminarias y nosotros, sus pobladores, constituimos una pequeñísima partícula de la vida y la energía existentes en la galaxia Camino Blanco,1 a su vez minúsculo punto del cosmos conocido.

Pues bien, el Consejo de Consejeros de nuestro sistema gubernamental Canis-Mayor ha decidido crear estaciones siderales de defensa en las orillas galácticas con el objeto de formar ahí cosmonautas de primer nivel, a fin de convertirlos en constructores tanto de naves espaciales de alcance intergaláctico como de armas productoras de rayos cósmicos de potencia hasta ahora desconocida.

Los resultados positivos del proyecto permitirán establecer un frente de seguridad preventivo de posibles ataques de Andrómeda, la galaxia vecina.

A nuestra familia se le acusa de haber cometido varias acciones lesivas en contra de la estabilidad del planeta. Ignoro cuáles y por qué.

 

De resultar culpables, se nos enviará a los confines de Camino Blanco en calidad de creadores y formadores de la nueva especie de cosmo capaces de vencer al enemigo y conquistar no sólo a Andrómeda sino también otras galaxias lejanas.

Si logramos probar nuestra inocencia ante los siete juzgadores designados por la asamblea del Consejo de Consejeros, quienes en juicio sumario pronunciarán su veredicto, permaneceremos aquí en arraigo y desprovistos de privilegios.

Con todos estos pensamientos en mi mente se acrecienta mi soledad, me siento nada, como si no existiera, totalmente perdida ante la inmensidad de este cosmos que contemplado diariamente me resulta igual de desconocido.

Me pregunto cómo los propios dioses llevamos dentro pasiones capaces de destruirnos y destruir todo lo encontrado al alcance de nuestra mirada y nuestra voz.

Tal fue lo ocurrido en ocasión de la lucha entre los clanes de dos de los reyes de Sirio Negro, nuestro padre Anu, rey de la región norte, y Alalu, su enemigo eterno, rey de la región sur.

Peleamos y con las armas destruimos el equilibrio de los reinos y con la voz pronunciamos frases destructoras de vidas y honores. Estuvimos cerca de aniquilarnos y envolvernos en una guerra terminal.

De hecho, acabamos con la posibilidad de construir dos ciudades-estado todo poderosas, apoyadas en la unidad de un ejercicio político consolidado.

¿Serán éstos los hechos imputados a nosotros por resultar lesivos en contra del sistema Sirio Negro? ¿Será ésta la causa de nuestra presentación ante la justicia?

* * *

Hoy por la mañana, día inicial de nuestra desventura, me encontraba aquí mismo mirando absorta cómo atrás del ventanal y a la distancia cruzaba un cometa cuyo polvo sideral pareció envolverme y llevarme arrastrando por el espacio. Estaba yo prácticamente en éxtasis.

En ese momento fui interrumpida por la lejana voz de mi hermanastro transmitida a través de la pantalla de comunicación, quien me llamó imperativo, como lo hacía usualmente.

—Ninmah, necesito visitarte, es urgente discutir contigo lo ocurrido a consecuencia de la nueva lucha entre mi padre Anu y Alalu, padre de mi esposa Damkina. Está herido de gravedad, lo curé y sanará. Alalu huyó en su poderosa nave de guerra; va herido y posiblemente envenenado. Antes de partir robó las cartas de vuelo hacia las regiones prohibidas. Temo por su vida.

—Ven, te espero.

—Pero no es todo —contestó Enki—, la asamblea de gobierno está enterada y acordó sentenciar a muerte a nuestro padre y la persecución de Alalu por todos los espacios siderales.

—Enki, estoy enterada de algo y considero terrible la situación. Ven de inmediato.

Lo dije sin miedo porque para él no era hora adecuada para atacarme y hacer el amor, no obstante su insistencia y mi constante rechazo hacia su sexualidad enfermiza.

* * *

Tomé asiento frente a la consola de trabajo y dirigí la mirada hacia el infinito. Es para mí la mejor forma de escapar de las circunstancias adversas.

Dentro de la estirpe real con derechos hereditarios se encuentran también mi hermano Enlil y mi hermanastro Enki. A Enlil lo amo, a Enki, también llamado Ea, lo odio sin importar su personalidad divina; el odio empezó cuando siendo yo una niña me forzó a entregarle mi virginidad.

No me quería como persona: quería seguir la costumbre de preñarme, a mí, su hermanastra, a fin de procrear al hijo primero y principal de nuestra estirpe. Si Enki, en su situación de primogénito de Anu, hubiera logrado hacerlo, habría eliminado los derechos de Ninurta, el hijo procreado entre Enlil y yo, su hermanastra.

Enlil es hijo principal de Anu porque, aunque no fue el primogénito, nació del rey del cielo y de la diosa de la tierra, componentes ambos del binomio sagrado cielo-tierra, la más alta jerarquía en el panteón de los dioses; a su vez, Ninurta es hijo principal con derechos hereditarios directos porque lo procreamos enamorados Enlil y yo, su hermanastra, hija también del cielo y la tierra.

Debido a su posición, Enlil es el guardián de las tarjetas del destino y de los Mu, conjunto de pequeñísimas partículas donde se almacena toda la sabiduría de los dioses de Sirio; tales son las dos funciones principales de un gobernante por medio de las cuales se ejerce el control total de todos los habitantes del reino.

Enki es dios formador, conductor de naves espaciales, guerrero indómito y gran médico sanador. Su hijo Ningishzidda, nacido de la diosa serpiente llamada Naga, habitante de las aguas subterráneas abismales, carece de derechos hereditarios.

A partir de mi adolescencia, mi relación con Ea, que es también llamado Enki, es principalmente de trabajo y parentesco. Debo confesar que en ocasiones he tenido deseos de matarlo, pero mi vida vale más. Él lo sabe y se cuida. Nuestras personalidades son similares, los dos somos fuertes, tenemos autorización para transformar seres inferiores en dioses y semidioses o bien para dar vida a criaturas semejantes a nosotros hechas de cualquier material moldeable, por ello nos nombran dioses formadores y creadores. Enlil es el servidor más fiel de Anu, nuestro padre.

* * *

Cuando Enki entró a mi laboratorio, revisó el espacio con su mirada inquisitiva y me revisó de arriba abajo, tratando de saber si yo ocultaba un arma de ataque, o bien algún objeto peligroso. Convencido de su seguridad iniciamos un diálogo.

—Ninmah, vengo a prevenirte, debes estar consciente de la difícil situación de nuestra familia. Estamos en peligro de ser expulsados del planeta, o quedar confinados a las oscuridades del inframundo o de los abismos subacuáticos. Damkina, mi esposa, nos acusó ante la asamblea de gobierno del sistema Canis-Mayor de haber causado la muerte de su padre el rey Alalu, el rival odiado. Para ella la huida de su padre equivale a su asesinato.

—Enki, eso es terrible, pero pienso además lo terrible que es tenerte a la vista minuto a minuto por el resto de los tiempos. Ello sí sería un castigo.

—Ninmah, haz a un lado tu ironía y preparemos la defensa de nuestro padre.

—¿Cuándo inicia la función?

—¡Cuál función! Estoy hablando seriamente. Esta tarde seremos convocados y en unas horas los enviados de los siete juzgadores vendrán a buscarnos para trasladarnos en su propio vehículo a la Cúpula Sin Tiempo del Palacio de la Justicia.

—¿Y cuál es la actitud de nuestro hermano Enlil?

—Tú conoces bien su debilidad de carácter. Seguramente cuando oiga las acusaciones querrá disculparse y encontrará algún motivo para rehusar su participación en el crimen imputado a nuestro padre. Siempre ha sido enemigo de nuestra labor de médicos y sanadores. Sin embargo, tú lo amas y a mí me odias.

—Cierto, pero a veces te amo, y no olvides que él es el padre de mi querido hijo Ninurta, quien ha ganado su fama de guerrero por su valentía y pericia para manejar el arco y la flecha.

—¡Cómo lo voy a olvidar, hubiera querido preñarte! Mi hijo Ningishzidda, médico como nosotros, debió nacer de tus entrañas reales y no de las de la diosa madre, la serpiente acuática a la cual seduje en una de mis visitas al inframundo.

—No sigas con tus historias de seductor empedernido, di cuál es tu propuesta.

—Ninmah, somos uno, debemos llegar unidos ante los juzgadores.

—¿Haciendo el amor forzado al cual me has obligado con tanta frecuencia?

—Por favor, deja a un lado tu negro sentido del humor y atiéndeme.

—De acuerdo, pero antes prométeme defender al rey y señor Anu aunque nos cueste la vida.

—Lo prometo. No cabe duda de que eres una mujer dura. Con toda razón te llaman la diosa guerrera.

—Y tú no eres menos terrible, recuerda que te llaman el dios del Abzadu, de los abismos acuáticos, o bien con lo más descriptivo de tu recia personalidad: dios del semen, no de las semillas.

—Calla, me voy. Nos veremos en unas horas más.

Enki no fue capaz de reprimir su pasión y al momento de salir me tomó de los hombros e intentó arrojarme al piso. Yo, guerrera indomable, le respondí con un tremendo golpe en las partes nobles.

* * *

El Consejo de Consejeros del sistema Canis-Mayor se reúne, durante sus visitas a Sirio Negro, bajo la enorme cúpula del duro material transparente usado en la mayor parte de las edificaciones del planeta y también en el Palacio de la Justicia.

Al sitio se le llama la Cúpula sin Tiempo dada su falta de permeabilidad a los cambios de la noche y el día, así como a las condiciones climáticas. Lámparas de extraña luminosidad alumbran tanto los diversos recintos gubernamentales como el Palacio de la Justicia, cuya estructura se caracteriza por su sobriedad.

El edificio se distingue además por estar rodeado de una muralla de construcción recia. Es prácticamente imposible entrar y salir de ahí sin cumplir con las medidas de seguridad reclamadas; ocurre lo mismo con el recinto llamado “del enjuiciamiento”, donde reyes y dioses fuimos conducidos en calidad de delincuentes.

Al entrar me quedé sorprendida por lo adusto del espacio. Al fondo del salón se encuentra un estrado con siete sillones de construcción cómoda situados bajo un palio adornado con flecos de hilos de oro. Es el sitio dedicado a los siete juzgadores, el cual recibe un rayo de luz dorada, similar a la luz emanada de la gran estrella de Sirio; este rayo permite destacar cada una de las personalidades judiciales y a todas en conjunto.

A los acusados nos dejaron de pie frente al estrado y bajo una luz azulada que, según se dice, tiene el propósito de causar desconcierto e inseguridad y evitar mentiras y falsedades sobre los hechos cuestionados.

Como estaba previsto, mi padre Anu, rey y señor de la región norte de Sirio Negro, se presentó ante la asamblea acompañado únicamente por su esposa y madre mía, la reina Antu, por mí, su primogénita, por mi hermano Enlil y por mi medio hermano Ea.

Sin darnos cuenta, nos siguieron el discreto y sabio Ningishzidda, hijo de Enki, nieto de Anu. Sin ser esperados tampoco, llegaron después mis hijos Ninurta y Nisaba, también hijos de Enlil.

Tuvimos momentos de tensión. Los juzgadores, después de encontrar acomodo en la sillería especial, hicieron, uno a uno, alarde de su investidura y poder; nosotros permanecimos colocados de pie frente a ellos.

El juzgador número uno dio lectura al encabezado del documento acusatorio. Con voz un tanto fingida, adecuada al caso, dijo:

—En nombre del supremo gobierno del sistema Canis-Mayor vengo a exigir que se aplique la ley, con todo su rigor, contra quien o quienes resulten responsables de haber cometido los delitos enumerados a continuación. Debo advertir que, se trate del rey Anu o de sus familiares aquí presentes, el juicio terminará con la sentencia de desagravio tanto al desaparecido Alalu, rey de la región sur de Sirio Negro, como a su hija Damkina, víctima y denunciante de esta nefasta acción.

El juzgador número dos exclamó:

—Se acusa a Anu de haber despojado a Alalu de sus derechos hereditarios sobre el territorio de Sirio Negro norte.

El juzgador número tres acusó a mi padre Anu del decomiso de las armas de terror, propiedad de Alalu, y empleo de las mismas en agravio de la seguridad del planeta.

El juzgador número cuatro denunció la desaparición de Alalu y su asesinato.

El juzgador número cinco señaló la complicidad de la familia del acusado.

El juzgador número seis dictó sentencia y pidió la muerte de mi padre y el exilio de todos nosotros a la oscuridad de los límites del considerado nuestro universo, la galaxia “Vía Láctea”.

Mi padre, derrotado como se encontraba, no pudo articular palabra. El famoso guerrero, descendiente de dioses y un dios en sí mismo, estaba pagando su falta de interés por el mundo a su alrededor. Bajó la cabeza e intentó desaparecer detrás de Enlil, quien lo consolaba. Enki de inmediato lo obligó a continuar de cara a los siete juzgadores.

Por mi parte, me acerqué a su oído y le dije:

—Padre, Alalu y Enlil son los culpables de su situación. Alalu por traicionarlo y Enlil por solapar su docilidad. Usted se ha limitado a dejarse llevar por las circunstancias, no ha matado a nadie, no es culpable de nada. Dígalo así.

—Ninmah, no puedo, no tengo valor.

Enki, enfurecido ante la actitud de un rey acabado, gritó:

—Exijo la absolución inmediata de mi padre, quien probó ante el Consejo de Consejeros su descendencia directa de la estirpe del dios de dioses, su bisabuelo Anu el primero, y su esposa, la primera diosa Antu.

Enki, yerno de Alalu al estar casado con su única hija, Damkina, afirmó categóricamente:

—Alalu nunca tuvo derechos hereditarios sobre Sirio Negro. Alalu es descendencia del viejo dios Anu con concubina. No tiene estirpe de dios. Juzgadores, aquí presento los pergaminos de linaje de Anu y Alalu, firmados en su momento por los siete principales miembros del Consejo de Consejeros. Los someto a su cotejo inmediato.

”Juzgadores, insisto, aquí todo está trastocado, Alalu robó las armas de terror de nuestro arsenal y las lleva en su huida para defensa personal. Mi padre no lo robó, no lo mató, ambos se hirieron casi a muerte en la lucha sostenida recientemente con el ritual correspondiente a su rango de reyes. Mi padre no es un ladrón ni un asesino, es víctima de una conjura.”

En ese momento arrebaté a Enki la palabra y llena de ira grité también con todas mis fuerzas:

—Enki tiene razón. Ésta es una conjura para hacernos salir de Sirio Negro. La descubriré y se sabrá la verdad.

”A las acusaciones de Enki debo agregar la más terrible y sanguinaria acción nunca antes escuchada:

”Sepan los juzgadores, sepa la asamblea, sepan todos los habitantes del planeta, ¡sépalo todo el universo!: mi padre Anu y su socio y amigo Alalu sostuvieron desnudos la lucha ritual de los reyes. Al final, al sentirse Alalu derrotado, de una feroz mordida arrancó los testículos a mi padre y como bestia salvaje se los tragó. Tal puede ser en estos momentos la causa de su muerte, y si no es así es porque seguramente lo protegen los demonios abismales. Enki calló el trágico final por respeto a su esposa Damkina, pero yo no tengo por qué callar semejante oprobio.”

* * *

Mis palabras causaron fuerte impresión en el auditorio. Las miradas de nuestros enemigos, y en especial la de Damkina, sentada frente a nosotros, trataron de matarme. Sin embargo, por el asombro de los siete juzgadores y los gritos opacados de la concurrencia adiviné el perdón a mi padre y a la familia. Enki y yo habíamos vencido sobre odios y venganzas.

En ese momento, de manera inesperada Damkina, llorando desesperada, corrió hacia el sitio donde se encontraba Enki y de frente a la asamblea lanzó el tercer grito de la tarde:

—Enki, esposo mío, amor mío, perdóname, dioses supremos, perdónenme. ¡Asamblea y juzgadores, escúchenme!

”El rey Alalu, mi padre, vive circulando en el cosmos. Dando vueltas como partícula de polvo. Se comunicó conmigo desde la estación sideral nombrada Juego de Pelota, localizada atrás de una estrella binaria de nuestra madre, la estrella Sirio. De acuerdo con su plática a esta binaria se le conoce ahí con el nombre de Sol, el astro rey. Mi padre, a fin de salir de Sirio Negro, le pidió a Ulmash, comandante de confianza de mi esposo Enki, que lo llevara ‘al fin de cosmos’. Ulmash obedeció órdenes reales y salió con él a su destino.

”Espero por todos los hados celestes que regrese pronto.”

Después de la confesión de Damkina el silencio cubrió la sala. La concurrencia atónita junto con nosotros, atónitos también, esperamos la decisión.

Los juzgadores, puestos de pie, se congregaron para deliberar. Tardaron escasos minutos y de inmediato el juez primero, el acusador implacable, pronunció la sentencia:

—Nosotros, los siete juzgadores, damos por ciertas las declaraciones de los defensores. Si bien no hay constancia de muertes culposas, sí la hay de delitos de escándalo y rompimiento del orden público; en consecuencia, la totalidad de la familia en línea directa de Anu, hasta hoy rey de la región norte de Sirio Negro, hijo del viejo dios del cielo, Anu, debe salir del sistema Canis-Mayor para dirigirse hacia la estrella binaria de Sirio, localizada en la orilla del Camino Blanco, donde cumplirán una misión-exilio. Damkina, hija de Alalu, los acompañará.

”Una vez localizado el infausto rey Alalu, se estudiará su caso y se le sancionará con el debido rigor de la ley. Para finalizar con el doloroso suceso entrego las instrucciones respectivas a la temeraria comandante del Enlace Cielo-Tierra, la princesa Ninmah, dama de gallardía y entereza. Su forma de declarar los hechos lo amerita.”

Sorprendida, llegué hacia el alto juzgador y tomé en mis manos el documento declaratorio del exilio de nuestra familia real.

Mi padre no dejó de llorar entre otros motivos por la forma decidida en la cual dos de sus hijos lo salvamos de la muerte. Durante la dura experiencia, detecté otras situaciones familiares dignas de analizar.

* * *

Salimos del Palacio de la Justicia hacia la estación de aterrizaje de las naves reales. El rey Anu, la reina Antu y Enlil ocuparon la nave principal y viajaron con destino al palacio real. Me sentí terriblemente sola en tanto ninguno de los tres se dirigió a mí. Enlil, de quien vivo enamorada, me esquivó, no fue capaz de invitarme a viajar con él y su esposa Ninil. Enki tampoco fue solicitado, así que él yo decidimos abordar la nave piloteada por él mismo y regresar a la zona de laboratorios. En la soledad hablaríamos de lo sucedido.

Todos los adultos junto con Ningishzidda, hijo de Enki, y Ninurta y Nisaba, hijos míos y de Enlil, habíamos aprendido lecciones de moral y de corrupción tanto por parte los acusadores como de los acusados. Nuestros padres se despidieron de nosotros no sin antes mostrar su disgusto por la perversa sentencia de los juzgadores, pronunciada con fines aviesos.

Durante el regreso a los laboratorios, Enki me pidió leer de nueva cuenta, y después de un profundo análisis de lo ocurrido, el documento condenatorio. Al finalizar comenté con cierta ironía:

—Enki, nos confían la misión temida por los demás reinos del sistema por considerarla absurda y remota. Aquella conocida, por rumores y leyendas, como el viaje a las orillas de nuestro universo, rechazada por científicos y guerreros. Y para no declararnos héroes en caso de aceptarla, nos declaran delincuentes a fin de obligarnos a realizarla. Ésta es la verdadera causa de sentencia tan perversa.

”Debemos trasladarnos al llamado ‘Sol’, la estrellita binaria del magnífico Sirio, para establecer en alguno de sus ‘planetitas’ un sistema de defensa intergaláctico capaz de defender la Vía Láctea. Es una misión no sólo peligrosa sino francamente risible. Nadie ha ido a sus orillas pobladas de dragones y serpientes celestes de furiosos apetitos.”

—Así es, opino lo mismo —contestó Enki—. Detrás de esto hay algo oculto porque además he sabido que viajarán con nosotros seres poco deseables por sus intereses bélicos. Hasta ahora es toda la información que poseo, aunque mis comandantes de vuelo han percibido en los radares maniobras extrañas en las estaciones de defensa de las orillas galácticas de Andrómeda.

—¿Te imaginas, Enki, lo difícil que es construir naves espaciales adecuadas, encontrar nuevos materiales energéticos para operarlas, fabricar armas de terror cuyo detonante proceda de algún metal local y, lo más importante para mí, formar un cuerpo de cosmonautas preparados para pelear en planetas desconocidos?

—¡Es terrible! Pero además, Ninmah, tú y yo, en carácter de médicos genetistas, deberemos crear todos los seres capaces de cumplir tales tareas, y además crear y formar semidioses capaces de salir con los implementos de guerra nuclear improvisados a la conquista de Andrómeda.

—Sí, de eso se trata, es un acto de dominio imperial ajeno al espíritu de paz privativo del sistema Canis-Mayor. Es otra maldad de nuestros enemigos, es una misión de locos. Hasta ahora nada se sabe del sistema solar y sus planetas, al cual nos han confinado, y tampoco sabemos si Andrómeda realmente nos amenaza.

—Cierto, todos son rumores. Nadie está informado sobre los afanes bélicos de nuestro sistema y menos aún de lo existente en el pequeño sistema solar a donde nos envían. El nuestro es un destierro simulado. Quieren hacernos desaparecer junto con cientos de vidas más.

* * *

Esa noche dormí un buen rato. En medio de la oscuridad utilicé mi clave secreta para llamar a Abgal, primer comandante de las naves celestes destinadas al uso del rey y de la familia real y mi amante secreto. En mi criterio él es el único capaz de conducirnos sanos y salvos hacia las orillas del fin de nuestro universo. Aunque, ¿nos será leal?

Tenemos años de ser discretos, es decir, cada quien hace su propia vida, y para disfrutar él de mí y yo de él nos encontramos en los sitios más inesperados o bien durante las horas en que todos duermen. De esta manera hemos podido mantener los sentimientos alejados del materialismo y la promiscuidad de la vida planetaria, cuyo desenfreno ya ha pasado a la historia. Los dioses y los reyes son conocidos en sus páginas por sus devaneos.

—Abgal, espero que estés enterado de la sentencia pronunciada por los siete juzgadores. Necesito comentarte lo ocurrido. Amor mío —le dije—, tú entiendes mis estados de ánimo.

—Ven, Ninmah, te espero. Conduce, como siempre, el más pequeño de tus carros celestes. Ven a la estación privada de tu padre Anu. Así nadie se enterará de nuestra entrevista.

Durante el encuentro en su sitio de trabajo, anexo al lugar de aterrizaje de las naves reales, nos ocupamos primero de amarnos y después, ya tranquilos, de hablar de los trágicos acontecimientos.

—Querido mío, autoricé a mis llamados “gemelos” Ninurta y Ningishzidda para salir de manera secreta en persecución de Alalu. Me han estado informando de todo lo que saben y han visto sobre el tema. Conociéndolos como los conozco, seguramente volverán con información sobre el destino del rey enemigo o bien darán noticias de su desaparición. Lo vieron enfermo a consecuencia de la lucha a muerte sostenida con mi padre. Debemos prevenirnos ante el futuro y te pido que me ayudes. Necesitamos volar en naves comandadas por ti. Y quizá también llevemos a mi sobrino Nergal, quien se caracteriza por su gran valor y conduce a los muchachos en búsqueda de Alalu; a su regreso será un piloto extremadamente experimentado y ellos unos guías para el futuro.

—Lo entiendo, me parece bien y así lo haremos.

—Además, amor mío, tú conoces el sistema Canis-Mayor y las constelaciones vecinas; si nos desaparecieran nadie lo notaría.

—Así es, y por ello después de utilizar la gran nave intergaláctica de tu padre, única que nos puede sacar de aquí, debemos viajar en naves compactas, lo más pequeñas posibles, para no presentar amplio frente de ataque, y además utilizar armas potentes de larguísimo alcance.

—Abgal, he sabido de un nuevo descubrimiento guardado en secreto por el Consejo de Consejeros. Se trata de unas armas llamadas de propulsión instantánea, operan por medio de reacciones nucleares y sólo se necesita una pequeña porción de un metal de energía altamente concentrada para fabricar balas de enorme alcance.

—Lo sé también, Ninurta y Ningishzidda me lo han informado, me parece que los metales posibles de usar son el radio y el uranio, ambos de terrible concentración energética, desafortunadamente aquí en Sirio Negro no podemos disponer de ellos.

—Lo sé, pero ¿no hay algún sustituto?

—Así es, para operar las naves compactas requerimos mercurio líquido, imposible de obtener en las regiones donde habitamos.

—¿Tienes ya algo experimentado?

—Experimentado no, pero según sé la fórmula se basa en el uso de agua combinada con mercurio, el metal cuyo componente se conoce aquí solamente en el espectro de descomposición física de la luz. Ignoramos en qué sitios del cosmos se encuentra en forma líquida como se necesitaría para ser utilizado como combustible de las pequeñas naves, las cuales deben ser redondas para presentar menor rozamiento con la atmósfera.

—Abgal, una nave así permitiría llegar a otros planetas de manera más práctica y económica y evitar guerras desastrosas. ¿Cómo te has enterado de tantos secretos?

—Por medio de información científica enviada por Ulmash, el capitán de las naves intergalácticas, desde donde acompaña a Alalu. ¿Pero cómo se evitarían las guerras?

—Considero que el poder del rey o dios fabricante de las naves circulares y mediante el poder de las armas de reacción nuclear crearía un imperio enorme.

—Pero Ninmah, piensa lo contrario, si dos reyes son los fabricantes de tales armas, la destrucción de los sistemas sería total y no sólo de sus vecinos cercanos y distantes.

—¿Por qué ocurriría tal catástrofe?

—Porque el viento contaminado por la energía nuclear desprendida de las armas formaría una nube mortal que al expandirse por los territorios belicosos llegaría a cubrir la totalidad de los planetas combatientes y pasaría después a destruir todos los demás sistemas.

—Abgal, me sorprendes. Te has enterado de lo mismo sabido por los gemelos desde aquel sitio a donde han llegado dentro del sistema solar al cual nos envían, y por lo que veo sólo tú y ellos conocen en Sirio Negro de armas nucleares impulsadas por este tipo de gases, de naves voladoras compactas y nubes transportadoras de energía mercurial y muerte. ¡Bueno, ahora yo también lo sé!

—Alalu le informó a Nergal y él me comunicó con el rey —respondió Abgal con voz temblorosa; en ese momento un rictus extraño apareció en su rostro usualmente tranquilo.

—¿Alalu se comunicó contigo? —pregunté con ironía.

—Sí, momentos antes de tu llegada recibí su lejana comunicación, el comandante de la estación sideral lo invitó a hospedarse y le relató la existencia de varios planetas satélites de la pequeña estrella binaria llamada Sol, de la cual depende el funcionamiento de toda la estación. Dos de estos planetas localizados más allá de una extraña zona de asteroides alojan diferentes tipos de habitantes. En uno llamado Lahamu los habitantes son el resultado del apareamiento entre seres como nosotros y fieras salvajes; en el otro, llamado Ki, se nos semejan porque, de acuerdo con los informes, otros dioses de Sirio Negro ya lo poblaron desde los tiempos de antaño.

—Abgal, ¿te pasa algo?, te noto extraño.

—Es cierto, no me siento bien, todo esto es muy importante. Alalu llegó a Ki después de su visita y entrevista con el rey DuUtu de un planeta llamado Lahamu, cercano a Ki, habitado por seres ignorantes de sus riquezas en metales de alta concentración de energía nuclear. Los habitantes de La-hu, su planeta vecino, desarrollaron altos conocimientos constructivos de naves y armas de función nuclear, su uso provocó la desolación total de Ki. En cierta forma Ki es una colonia de La-hu.

—Abgal, ¿es Ki a donde se nos destina?, ¿encontraremos uranio y mercurio en sus minas?, ¿los podremos trabajar?

—Exacto, pero por favor, Ninmah, ya no me cuestiones. Estoy muy presionado.

—Bien, me despido. Como sabes, les pedí a mis queridos Ninurta y Ningishzidda que viajaran hacia allá en busca de Alalu ahora que sabemos que vive. Seguramente a su regreso los gemelos podrán darnos más información. Me despido de ti, mi fiel Abgal; en cuanto tenga noticias te las haré saber.

* * *

Abandoné llena de dudas el espacio-puerto de las naves reales. Decidí contestarme a mí misma algunas preguntas inquietantes. ¿Fue directamente Alalu quien informó a Abgal? ¿Fue Damkina? ¿Fue Ulmash el acompañante de Alalu? Estaba convencida, detrás de las respuestas de mi amado Abgal se ocultaba otra situación.

Con el objetivo de conocer la verdad me dirigí al edificio-laboratorio del Control de Misiones de nuestro reino, mi hija Nisaba podría informarme cómo había obtenido Abgal esa información en tanto ella tiene a su cargo el sistema de intercomunicación de Sirio Negro con la estación sideral llamada comúnmente Juego de Pelota. Llegué a su lado y percibí su nerviosismo, estaba sorprendida por mi visita; de inmediato me comentó:

—Madre, nunca vienes a visitarme, me sorprende tu presencia; me da gusto verte, llegaste con toda oportunidad; el sistema captó noticias del maldito Alalu.

—¿Te has comunicado con él?

—No directamente, hablé con Anzu por medio del Enlace Cielo-Tierra. Utilicé el sistema de comunicaciones con la estación sideral llamada Juego de Pelota, situada detrás de la estrella binaria llamada Sol.

—¿Con Anzu, tu antiguo prometido? ¿Pudiste comunicarte a tan remota distancia?

—Así es. Como debes estar enterada, es el comandante del alto mando de la gran estación sideral, creación máxima del sistema Canis-Mayor.

—Estoy enterada de la existencia de tal estación y de su sistema planetario al que hemos sido destinados, pero ¿por qué hablaste con él?, lo tienes prohibido.

—Lo amo y por lo mismo hablé con él desobedeciendo tus crueles instrucciones. No estoy de acuerdo con nuestra separación y menos aún con la forma en que lo has maltratado.

—Nisaba, no es momento de hablar de ello, necesito saber cómo se han enterado Abgal y Damkina de tantas cosas existentes en las regiones prohibidas de ese pequeño sistema.

—Se han enterado debido a las conversaciones logradas por Damkina y Abgal con el rey Alalu. Vienen aquí porque son mis amigos. Con ellos hemos formado un grupo de jóvenes dioses rebeldes en contra de la forma en que los mayores, por tradiciones absurdas, intervienen en el control de nuestras vidas privadas.

—Escucho tus palabras y no las puedo creer, ¿cómo te atreves a hablar así?, ¿cómo puedes ser amiga de nuestros enemigos?

—Madre, también tú eres víctima de las normas de sucesión de los linajes absolutamente falsas y antinaturales. Si no fuera así estarías casada con Enlil, a quien siempre has amado.

—¡Calla, Nisaba!, no discutamos ahora situaciones familiares. Tu información me aclara algo dicho por Abgal. Espero que me aclares tu relación con Anzu.

—Madre, rectifica tu conducta absurda. Amo a Anzu y me casaré con él o con nadie. Y no deseo agregar nada más.

Salí indignada y sin entender cómo Abgal se había enterado de todo. Estaba convencida de la existencia de un mundo de relaciones interpersonales ignoradas por mis hermanos y por mí. Definitivamente nuestra forma de vida es inoperante, o gobernamos siguiendo un linaje o amamos rompiendo las normas del mismo. Damkina no ama a Enki, Enki no ama a Damkina. Yo amo a Abgal, Abgal ama a Damkina; Damkina ama a Abgal y mi hija no ama a Ningishzidda, mi sobrino, cuyo matrimonio con ella está ya decidido. Mi hija ama a Anzu, a quien por esos motivos solicité que se le enviara al destierro. ¿Será capaz Anzu de preparar un golpe real de rebeldía contra el sistema? Todo parece indicarlo.

* * *

Los días pasan y yo sin noticias de los gemelos, una muestra de la independencia planteada por Nisaba. No cabe duda, la juventud reclama sus derechos y lo entiendo; ciertamente he sido una víctima de prejuicios y tradiciones absurdas, debido a lo cual no me permitieron casarme con Enlil, por haber procreado a Ninurta fuera del matrimonio en un acto de amor. ¡Vaya razón! Por un lado es obligatorio el matrimonio entre hermanos a fin de mantener la limpieza del linaje real y por el otro se castiga cuando la relación amorosa se lleva a cabo por amor. Reflexionaba en ello cuando recibí la sorpresa más agradable del día.

—¡Madre, abre la puerta! Estamos aquí en la entrada a tus habitaciones. ¡Soy Ninurta, hemos regresado Ningishzidda y yo del viaje más maravilloso! No puedes imaginar todo lo extraño y fascinante de ese mundo intergaláctico. ¡Será fabuloso ir a vivir allá!

—¡Ninurta!, ¡Ningishzidda!, hijos, pasen. Tranquilízate, Ninurta, no me explico tu excitación. Tú, querido Ningishzidda, ¿cómo te encuentras?

—Excelentemente, querida tía. Enorme oportunidad nos dio usted de ir a vivir fantasía tal.

De inmediato empezaron su relato.

—Madre, todo el viaje Nergal condujo la nave como experto. No tuvimos ningún incidente en el vuelo, conectó el sistema automático de radares y seguimos el camino señalado por las corrientes de atracción magnética emanadas desde la estación sideral. Conoce perfectamente el sistema.

—Tía Ninmah, Anzu se ocupó de cuidar y vigilar la llegada de tu nave de guerra operada por Nergal, quien se mantuvo en comunicación permanente con él. La oscuridad del cosmos nos aterró en un principio pero poco a poco comenzamos a ver el inenarrable espectáculo. Después de entrar en la estación de aterrizaje de la estación sideral Juego de Pelota, Anzu nos llevó a nuestros dominios y nos alojó en sus cómodas instalaciones. Días después, nos condujo en su nave compacta hacia los planetas llamados Lahamu y Ki habitados por seres nativos y visitamos también la estación de paso ubicada en el planeta La-hu.

—Madre —intervino Ninurta—, ahí encontramos a Alalu y a Ulmash, quien lo acompañó en su recorrido a la zona considerada como la más cercana al Sol. El veneno corrompió su alma y su cuerpo. Lo encontramos en medio de una terrible agonía.

—Si lo pensamos bien, tía, los tejidos y el semen de Anu ingerido por él lo mataron. Todo parece como si fuera una venganza indirecta de nuestro abuelo.

—¿Pudieron hablar con Alalu?

—No, pero Ulmash nos relató el último tiempo vivido por los dos. Además nos comentó sobre la vida de los habitantes de Lahamu y su asombroso rey DuUtu, tanto por su físico como por su sabiduría. En otra ocasión te hablaré más de él.

—¿Encontraron ustedes alguna situación delatora de actividad bélica por parte de Andrómeda y del rey de Lahamu?

—Ninguna, tía, no hay evidencias de intenciones de ataques o de invasión por parte de la galaxia vecina. ¿Tienes otros informes?

—Escuché algo sobre naves compactas extrañas, impulsadas por un combustibe hecho a base de mercurio, ¿existe?

—Sí, son las naves fabricadas por DuUtu en Lahamu; son de tamaño pequeño comparadas con las nuestras. Reúnen dentro de su circunferencia diversas naves de los tipos más variados, por lo menos de cuatro de ellos. A pesar de su tamaño tienen gran potencia.

—Queridos gemelos, estoy feliz con su retorno. Mañana continuaremos nuestra plática. ¡Me felicito y los felicito! Por favor denle las gracias a Nergal de mi parte.

* * *

Al día siguiente, los gemelos volvieron a visitarme y Ninurta me relató cómo habiendo llegado conducidos por Nergal, quien con su sabiduría encantó al rey DuUtu, éste los invitó a los laboratorios reales de construcción y prueba de su equipo de operación aérea y de las armas de operación a base de energía nuclear.

—Madre, las naves las operan con una base de mercurio y agua, elementos metales cuyo uso nosotros no conocemos. En Ki se abastecen del mercurio porque abunda en forma líquida, no es necesario extraerlo, gotea en los muros de las grandes minas localizadas en sitios muy bien cuidados y sólo conocidos por el rey DuUtu y sus pilotos.

—Ninurta, explícame un poco más sobre tal procedimiento.

—Madre, la reacción de los gases del mercurio con el agua es potentísima y produce la energía suficiente para hacer funcionar la parte central de las naves compactas llamada “Corazón del Cielo”.

—Sí, tía, le explicaré con todo detalle cómo las naves compactas se transforman en cinco o más tipos diversos de naves y otros implementos mecánicos —dijo Ningishzidda.

”Le muestro el esquema elaborado por nosotros en la planta de producción: el centro de la nave o círculo principal se desprende y es un aparato de forma conoidal. En la punta o extremo lleva la carga de mercurio adecuada para ser puesta en ebullición por el agua absorbida por el propio extremo del cono. Los gases desprendidos instantáneamente ponen en movimiento los reactores compuestos por piezas circulares colocadas a lo largo de un tubo soporte; la segunda parte de la nave compacta es un círculo o aro grueso con un instrumental de vuelo independiente cuya corriente de energía conduce un sistema de abastecimiento servidor de naves individuales preparadas para ser utilizadas por un solo piloto. Son las naves de los pilotos de guerra o de los ingenieros y comandantes especializados en la explotación del mercurio y el uranio.

”El tercer círculo de la nave es una especie de estación custodia de dos grandes naves en forma de serpiente o de troncos de grandes árboles. Están compuestos por siete secciones mecánicas independientes manejadas a control remoto desde la cabina frontal. En ese sitio se instala el comandante, quien puede ser sustituido, en caso necesario, por un robot. Una ‘serpiente’ tiene como robot la figura de un gran pájaro y la segunda un gran jaguar, animal dios del planeta Lahamu. Las ‘serpientes’ llevan en sus costados dos grandes grúas, las cuales son operadas por los robots, en caso de la ausencia del piloto.

”Cuando el comandante se aleja de la nave para realizar actividades consecuentes a los trabajos de exploración y colonización, el robot actúa y opera la separación de las secciones y la realización de los trabajos individuales y de las grúas de la manera requerida por y para las funciones indicadas en el programa de operaciones.

”Cuando los comandantes de estas dos ‘serpientes’ se encuentran en vuelo pueden cerrarlas uniendo la cabina de control con el extremo donde se alojan los reactores de carga de energía y propulsión del vuelo hasta formar un aro compacto. En posición tal se opera la salida de una estructura metálica interna formada por numerosas aletas, las cuales unidas entre sí constituyen la cúpula central de una nave diversa. ¡Ah, tía!, cuando salen las aletas de la estructura parecen las plumas de un ave gigantesca, por esta razón las hemos llamado ‘serpientes emplumadas’.”

—Madre, Ningishzidda ha explicado perfectamente el mecanismo de operación de estas maravillas, mismas que al cerrarse vienen a ser las más pequeñas de las naves compactas pero además tienen un mecanismo que les permite lanzar llamaradas de fuego hasta hacerlas parecer verdaderas “bolas rojas” en su sistema de ataque y defensa.

—Tía, le confío mi secreto —dijo Ningishzidda mostrando unas pequeñas tablas—. En estas tablillas capturé toda la información al respecto, inclusive las fórmulas de fusión de los metales, haré una copia para usted, nos pueden servir en el futuro inmediato. Ninurta y yo, con calma, reproduciremos los planos de construcción de las naves compactas, ¡son de un valor incalculable! También capturamos secretamente la localización de las minas de mercurio y uranio en Ki, se encuentran en territorio del continente situado entre los dos océanos mayores.

—Ningishzidda, Ninurta, ustedes son los verdaderos héroes de nuestra vida futura. Guardaremos los conocimientos en absoluto secreto. Gemelos, según entiendo, las naves compactas han causado en ustedes gran admiración.

—Sí, madre, por lo fácil que resulta manejarlas, por su rapidez y por lo económico del combustible las consideramos valiosísimas.

—¿Cómo obtiene Lahamu el mercurio?

—Para ello —intervino Ningishzidda— el rey DuUtu ha colonizado Ki con pequeños grupos de ingenieros y trabajadores de minas. Ki es un planeta similar al llamado La-hu, lugar donde quedó desterrado Alalu y cuyas civilizaciones han sido destruidas en diversas ocasiones hasta quedar permanentemente deshabitado.

—Nuestra presencia en Ki es necesaria y útil —comentó Ninurta—, podremos establecernos y enseñarles a sus habitantes todos nuestros conocimientos.

—Por mi parte, querida tía —comentó Ningishzidda—, llevaré un buen número de tabletas para enseñarles las ciencias y las artes. Usted y Ninurta podrán establecer nuevos poblamientos con mejores formas de gobierno.

—Tía, el rey DuUtu también narró la forma en que los dioses supremos han castigado a los nativos. La falta de una vida ordenada y la frecuencia con la que se emplearían en tiempos lejanos armas de fusión nuclear en guerras entre los reinos. Su castigo ha sido duro además por la consecuencia del mal uso del uranio, del cual poseen cantidades considerables. Las civilizaciones casi desaparecieron y sus habitantes ocuparon pequeñas extensiones a fin de reconstruir lo poco existente en la actualidad. Nuestra llegada abrirá una nueva era en Ki.

—Ninurta —exclamó Ninmah—, no seas jactancioso. Tenemos muchísimos conocimientos para compartir pero también nuestros defectos son enormes. En caso de llegar a Ki seremos civilizadores y formadores y con toda paciencia reconstruiremos la civilización.

* * *

—Nergal platicó a fondo con el rey DuUtu —intervino decidido Ningishzidda—, y para él es muy importante mantener la seguridad de su planeta, sobre todo al presentarse el hecho de una posible colonización de Ki por parte de nosotros los dioses de Sirio Negro.

”Actualmente ya tiene problemas con sus habitantes trabajadores de las explotaciones mineras. ¿No sería conveniente buscar una alianza con DuUtu? En tal sentido, estoy seguro de que Anzu nos apoyaría, y con él de aliado se nos unirán los guerreros y comandantes de la estación sideral.

—Sobrino querido, te encuentro cambiado, muy decidido y abierto a opinar de gobierno y política. Acepto tus consejos; debo comunicarme con Anzu. Entre dioses y semidioses debe existir una alianza fortalecida por diversos lazos, sean éstos políticos, sociales o familiares. De resultar conveniente a la causa común, como puede ser la creación de uno o varios reinos, deberemos buscar también alianzas ocasionales pero afines a nuestros intereses.

—Madre, de acuerdo con la opinión del rey DuUtu, la vida en Ki resulta incierta. Es correcto anticipar acontecimientos, estoy de acuerdo con ustedes. Celebremos toda clase de alianzas para lograr nuestros propósitos, entre los cuales, si bien entiendo, está el de establecer nuestro propio reino.

—Cierto, querido hijo, merecemos nuestro propio reino, y tú, Ningishzidda, a quien tanto quiero, perteneces a esta familia reinante junto con Nisaba y Nergal. Sabes que estás comprometido con mi hija y espero que pronto se realice su boda.