Indefinición de la lingüística

EN SU Sémiotique (1986), para mi sorpresa, Algirdas Julien Greimas y Joseph Courtés, lingüistas, es decir, maestros de la lengua, descalifican la utilidad misma de la palabra símbolo: “La noción de símbolo da pie, en los contextos teóricos en los que aparece, a definiciones tan fuertemente divergentes, que este diccionario sugiere, con legítima prudencia, evitar el empleo de este término sincrético y ambiguo […] Dentro de su Cours de linguistique générale, Saussure no menciona sino marginalmente al símbolo. Lo opone al signo en cuanto a que las relaciones entre las dos caras del símbolo implican ‘por lo menos un rudimento de vínculo natural’. Así, fugitivamente mencionado, el símbolo es eliminado de inmediato: por el hecho mismo de la existencia de una relación entre sus dos caras, los símbolos son inadecuados para la construcción de sistemas…”1

A los símbolos prefieren al parecer los semiólogos el signo, en cuanto objeto de estudio, por ser tal vez fruto de su propia invención. El signo es un objeto racional, capaz de ser integrado en sistemas. Esta distinción es, como lo demuestra la mención a Ferdinand de Saussure, la mejor manera de descalificar la utilidad del símbolo. El símbolo es asistemático, irreductible.

Jean Baudrillard: “La verdadera arbitrariedad, o la verdadera motivación del signo, lo que constituye su racionalidad, es esta positivización que no es otra cosa […] que la reducción radical de toda ambivalencia. La motivación del signo es, pues, pura y simplemente su estrategia: cristalización estructural, liquidación de la ambivalencia por ‘solidificación’ del valor”.2

El símbolo tendría una definición particular, ocasional, para su interpretación correcta, mientras que el signo tendría un significado convencional totalmente fijo: “Las relaciones de signo son contiguas y así principalmente metonímicas, mientras que las relaciones simbólicas son afirmaciones arbitrarias de semejanza, y, por lo tanto, principalmente metafóricas”, al decir del antropólogo Edmund Leach, quien sigue la definición de Jakobson. Para Leach es también de extraordinaria importancia el “entorno” de cada signo: contrariamente que el símbolo, el signo sólo posee significado en conjunción con otros símbolos o signos. “Todos los signos, y la mayor parte de los símbolos y señales se agrupan como conjuntos.”3

Murray Edelman retoma esta diferencia, dividiendo los símbolos en referenciales, que son “un modo económico de referirse a elementos objetivos en situaciones objetivas”, y condensatorios, que “evocan las emociones asociadas con cierta situación”.4

“Husserl ha acentuado agudamente esta diferencia, entre el signo genuinamente simbólico, el signo realmente significativo y el signo meramente designativo. [Pero…] no puede trazarse —escribe Wilbur Marshall Urban— una línea de buenas a primeras entre el signo y el símbolo en el discurso ordinario; de otro modo no tendríamos la confusión que reina en el presente. Los signos pueden pasar a ser símbolos y los símbolos pueden, por así decirlo, degenerar en signos. Pero debe hacerse una distinción, pues de no ser así toda la noción de simbolismo se convierte en un sinsentido. Podemos decir que todos los símbolos son signos, pero no todos los signos son símbolos. […] La doctrina de la naturaleza del símbolo auténtico y su distinción del ‘signo’ puede llamarse tradicional y está uniformemente presente en todas las teorías poskantianas del simbolismo. Hegel lo establece bien […] ‘el signo es diferente del símbolo porque en el símbolo los caracteres originales (en la esencia y en la concepción) del objeto más o menos visible son idénticos con el alcance que tiene como símbolo; en tanto que en el signo estrictamente llamado así, los atributos naturales de la intuición y connotación de lo que es signo no tienen nada que hacer el uno con el otro’ […] Me parece que en este pasaje —prosigue Urban—, el sentido primario del símbolo, como distinto del signo, se ha destacado claramente…”5

Para José Ortega y Gasset, los símbolos van “… tomando el vario cariz de las almas humanas que en ellas se proyectan, como las lagunas toman su color de los cielos peregrinos que pasan sobre ellas resbalando o bajan a beber de sus aguas”.6

El símbolo tiene que ver con la intuición: eso, me parece, fue lo que no le gustó a De Saussure.


1 Algirdas Julien Greimas y Joseph Courtés, Sémiotique. Dictionnaire raisonné de la théorie du langage, Hachette, París, 1986, s. v. “Symbole”.

2 Jean Baudrillard, Crítica de la economía política del signo, trad. de Aurelio Garzón del Camino, Siglo XXI Editores, México, 1974, p. 192.

3 Edmund Leach, Cultura y comunicación. La lógica de la conexión de los símbolos, trad. de Juan Oliver Sánchez, Siglo XXI Editores, Madrid, 1978, pp. 21 y ss.

4 JacobMurray Edelman, The Symbolic Uses of Politics, University of Ilinois Press, Urbana, 1964, p. 6.

5 Wilbur Marshall Urban, Lenguaje y realidad. La filosofía del lenguaje y los principios del simbolismo, trad. de Carlos Villegas y Jorge Portilla, FCE, México, 1952, p. 335.

6 José Ortega y Gasset, Obras completas, Revista de Occidente, Madrid, 1952, vol. VI, pp. 122 y ss.