
El tipo estaba completamente ebrio. Mi esposa y yo estábamos de viaje y nos encontrábamos nadando en la piscina de un hotel. Él no dejaba de mirarme. Al principio, no podía escuchar lo que decía porque arrastraba las palabras, pero sabía que era algo malo.
A medida que se acercó, mis miedos se confirmaron. Señaló mi pequeño pie mientras yo estaba sentado en la orilla de la piscina. Dijo cosas crueles sobre mi pie y sobre mi cuerpo. Luego me acosó con preguntas ofensivas que buscaban avergonzarme y denigrarme.
Más que nada, hizo el ridículo. No necesitaba mi ayuda para ello, así es que me quedé callado y lo dejé explayarse. Después de unos minutos, se metió al hotel trastabillando. Recé por él. De verdad. ¡Recé para que entrara a toda velocidad y chocara con una puerta de vidrio! (Estoy bromeando. Tal vez.)
En lo que respecta a lidiar con bullies, intento ser como Jesús. Él es el ejemplo supremo de alguien acosado por sus creencias religiosas. No obstante, Jesús era tan cool, tan fiel a sí mismo que nunca usó su poder para devolverles las ofensas. Estoy seguro de que Jesús hubiera podido golpear con un rayo a sus torturadores, si hubiera querido. En cambio, trató a los agresores de la misma forma en que trató a todas las demás personas… con compasión, desde la base del amor y la redención.
No siempre fui tan fuerte. Mis experiencias con los bullies a menudo me dejaban sintiéndome intimidado y enojado; por no mencionar deprimido, ansioso, estresado y con ganas de vomitar.
Ahora que soy adulto, estoy mejor equipado para salir airoso del bullying, pero admito que la persona que me agredió en la piscina del hotel me molestó. Me hizo sentir incómodo e hizo que todas las demás personas que estaban alrededor de la alberca se sintieran incómodas con su diatriba de borracho.
¿Que si me hizo sentir avergonzado o inseguro o deprimido? ¡Para nada! ¿Ves? Ahora tengo la mejor defensa que alguien puede tener en lo que respecta a los bullies y la voy a compartir contigo en este libro. Nuestro primer paso para que construyas tu propio sistema de defensa contra el bullying es ayudarte a definir quién eres para que ningún agresor ni ninguna otra persona pueda decirte otra cosa.
UN SENTIDO DEL YO
Es una lección que aprendí de la manera difícil. Cuando era niño, dejé que las burlas de los bullies se me enterraran como espinas. Solía fingir que estaba enfermo para no ir a la escuela y evitarlos.
Cuando iba a la escuela, me escondía entre los arbustos para que no pudieran encontrarme. Era muy vulnerable y los agresores se aprovechaban de eso. Había muchas preguntas que no podía responder, incluyendo una muy importante: Si Dios ama a todos sus hijos, ¿por qué me creó con tantas imperfecciones?
La mayoría de los niños de mi edad se preocupaban por el tamaño de su nariz o por el tiempo que tardaría en desaparecer un grano. Por la noche, yo me quedaba despierto, torturado por pensamientos sobre lo que me faltaba: ¿Acaso Dios no podía haberme dado por lo menos brazos, o por lo menos piernas, o por lo menos un brazo o una pierna? ¿Por qué me dejó sin una sola extremidad? ¿Eso de qué sirve? ¿De qué sirvo yo? ¿Cómo puedo funcionar en un mundo diseñado para personas con extremidades?
Mis inquietantes dudas sobre mi valía y mi futuro sólo empeoraron a causa de los agresores que me decían cosas crueles, hacían bromas sobre mí o me evitaban como si yo no fuera una persona de verdad. Todo esto pesaba tanto en mi mente que tuve pensamientos suicidas. Unas cuantas veces sentí la necesidad de arrojarme de una repisa o de una cornisa.
Finalmente, más o menos a los diez años, intenté ahogarme en la bañera. Metí la cabeza bajo el agua y contuve la respiración durante mucho tiempo, pero no pude hacerlo. Imaginé a mis padres, a mi hermano y a mi hermana llorando en mi funeral. No pude soportar la idea de que ellos sufrieran o se sintieran lastimados o culpables. No era su culpa, ¿cómo podía causarles un dolor así?
Ese día, decidí que el suicidio no era una opción. Los sentimientos autodestructivos seguían llegando, pero con el tiempo disminuyeron. Aun así, sé de primera mano que los bullies te pueden llevar a la desesperación. Entiendo esos sentimientos.
Si te has sentido deprimido y has pensado en lastimarte o suicidarte, por favor, no dejes que los bullies te arrebaten tu alegría y tu voluntad de vivir. ¿Por qué darle a alguien ese poder? No dejes que te alejen de la maravillosa vida que Dios tiene reservada para ti.
TE ESPERA UNA MEJOR VIDA
Si hubiera dejado que el bullying me llevara al suicidio, me habría perdido una vida que ha estado llena de alegría y de amor en cantidades que nunca hubiera podido imaginar. Me habría perdido el haberme casado con el amor de mi vida, ¡sin mencionar el nacimiento de nuestro hijo! Nunca habría tenido la oportunidad de conocer y animar a personas de todo el mundo.
Ni tú ni yo sabemos qué cosas maravillosas son posibles para nuestra vida. Sólo nuestro Creador sabe lo que nos tiene reservado. Quizá en este momento tu ánimo esté por los suelos. Tal vez un agresor te está haciendo la vida miserable. Es un sentimiento horrible, lo sé. Pero puedo ayudarte. Puedes superarlo. Te esperan días mejores y no querrás perdértelos, ¿o sí?
Todos enfrentamos retos. Los tuyos pueden ser mucho más duros que los míos. Nací sin brazos ni piernas, pero fui bendecido de muchas otras formas. Creo que todos tenemos el poder de sobreponernos a las situaciones difíciles mediante la determinación y la ayuda de Dios. Recuerda, puede que sientas que no tienes la fuerza para manejar una situación difícil, pero Él sí la tiene.
No tengo extremidades, pero me he aferrado y he salido airoso de grandes tormentas. He lidiado con bullies toda mi vida. De hecho, sigo lidiando con ellos… y soy un hombre casado con un hijo. He aprendido a lidiar con los agresores, principalmente controlando cómo respondo ante ellos y creando cimientos sólidos desde los cuales repeler sus ataques.
Puedes aprender a hacer lo mismo. Al compartir mis experiencias, me gustaría darte una mano con eso (¡un poco de humor también ayuda!). Cuando era adolescente, durante un tiempo, pensé que nunca podría ir a la universidad, ganarme la vida ni hacer una contribución a este mundo. Pensé que ninguna mujer me querría como esposo y nunca pensé que podría ser padre y sostener a mi hijo junto a mi pecho.
¡Estaba muy, muy equivocado! Los bullies que me decían cosas desagradables estaban equivocados y yo también. Mi vida –la misma vida que se veía tan negra durante un tiempo debido al bullying y a las inseguridades– ¡ha sido absoluta y rotundamente maravillosa!
Nunca hubiera imaginado lo que Dios le tenía reservado a un chico que nació sin brazos ni piernas. No te imaginas tampoco cuál es el plan que el Creador tiene para ti. Te sugiero que ambos nos quedemos a ver lo bueno que la vida nos tiene reservado.
CONVERTIR ALGO NEGATIVO EN POSITIVO
Tal vez un bully te ha molestado por ser bajito, alto, delgado o diferente de alguna manera. He aprendido que las cosas que nos hacen sentir diferentes pueden ser nuestras mayores ventajas. Sé que es doloroso que te critiquen y se burlen de ti. No obstante, haber experimentado ese dolor también te puede convertir en una persona más compasiva, empática, comprensiva y agradecida.
Probablemente hayas escuchado el dicho, o incluso la canción de Kelly Clarkson, que dice: “Lo que no te mata, te hace más fuerte”. En mis días malos, pensaba: Claro, ¡pero no deja de dolerme en este momento! Eso también es cierto. Pero puedes usar las bromas de los bullies como motivación para volverte más sabio, más fuerte, más listo y más seguro que nunca.
“Lo que no te mata, te hace más fuerte”
Si alguien te lastimó, entonces conviértete en el tipo de persona que tiende la mano a los que están sufriendo. Si no te trataron con compasión, entonces cambia ese patrón y ofrece compasión a los demás. Si nadie te defendió, entonces defiende a alguien más. Mi mensaje es simple: si un hombre sin brazos ni piernas puede superar situaciones difíciles como el bullying, cualquiera puede. Le di a mi ser imperfecto con todas mis piezas rotas una oportunidad ¡y mira lo que sucedió!
Verás, lo que sucede en nuestra vida no es cuestión de suerte. Es cuestión de decisiones. Puede que ni tú ni yo podamos impedir que los agresores y las personas desconsideradas digan y hagan cosas crueles, pero tenemos el poder más importante: el poder de elegir cómo respondemos y cómo vivimos.
ERES MÁS FUERTE DE LO QUE CREES
Los bullies buscan personas a quienes puedan dominar con palabras, con los puños, o aislándolas y manipulándolas en persona o por Internet. Buscan debilidades, puntos sensibles o inseguridades que puedan explotar. Probablemente tienes todas las anteriores, ¿verdad? ¿Quién no?
Todo el mundo tiene algo que lo hace sentir inseguro o sensible. Eso no nos hace débiles. Nos hace humanos, pero también un poco vulnerables, lo cual, insisto, no es nada fuera de lo normal. Ser vulnerable nos puede volver más compasivos y considerados en nuestro trato con los demás. Puedes ser vulnerable sin dejar de ser fuerte.
Los agresores también acosan a personas que pueden aislar, como el niño nuevo de la escuela o del vecindario, o un adolescente en casa conectado a Internet. Hablaré más sobre esto más adelante en el libro, pero ten en mente que aislarte de otras personas por períodos largos no es bueno. Yo he pasado por eso.
Cuando no tienes alguien con quien hablar, los pensamientos negativos se cuelan en tus pensamientos. Incluso las cosas pequeñas que normalmente no te molestarían te pueden afectar. A los bullies les encanta eso. Son como huracanes: descienden y acaban con todo aquello que no sea sólido, esté bien cimentado y atado a un soporte fuerte. Pero nosotros te vamos a convertir en una persona a prueba de bullies creando cimientos sólidos que nunca se agrieten.
No se trata de ser presumido. Se trata de tener tal seguridad y fortaleza que ningún bully pueda ser capaz de hacerte sentir débil, inútil o que no vales nada. Sabrás exactamente quién eres y qué valor le ofreces al mundo.
Esto no significa que los bullies no te molestarán. A algunos les gustan los retos. Pero si tratan de agredirte será como golpearse la cabeza contra una pared. Tu confianza en ti los volverá locos y, eventualmente, irán a buscar a un blanco más débil; o, aún mejor, ¡decidirán que el bullying no rinde frutos y lo abandonarán!
FINGIR PARA LOGRARLO
Lo que estamos viendo aquí no es algo nuevo para los adolescentes. Creo que la mayor parte de los psicólogos y psiquiatras están de acuerdo en que, durante la adolescencia, la mayoría de nosotros empezamos a forjar nuestras identidades, a descubrir quiénes somos, en dónde encajamos y en torno a qué podemos construir nuestras vidas. Cuando estaba entrando en la adolescencia, deseaba profundamente encajar con los demás chicos. No quería que nadie me percibiera como débil ni inseguro, así es que adivina qué hice. Fingí ser alguien más. ¡Mala estrategia, Nick!
Intenté encajar actuando como un tipo duro y diciendo groserías como los chicos a los que quería impresionar. Era un comportamiento muy extraño para mí. Ni siquiera recuerdo haber escuchado una mala palabra antes de secundaria. En mi casa no se decían groserías.
Mis padres nos educaron para amar a Dios y honrarlo en todo momento. Nuestra vida estaba construida alrededor de nuestra fe. A mi hermano, mi hermana y a mí nos protegieron del mundo de muchas maneras; ni siquiera nos dejaban escuchar estaciones de radio, a menos que fueran cristianas.
Dios debió haberse sentido muy decepcionado cuando me escuchó decir groserías, pero estoy seguro de que entendió que estaba un poco perdido. Mis primeras semanas en la secundaria me abrieron los ojos. ¡Todo el mundo decía malas palabras! Por lo menos, así parecía. Escuchaba tantas groserías por todos lados que comencé a preguntarme si yo estaba equivocado y tal vez las palabras que yo consideraba malas palabras en realidad no lo eran. Era como si hubiera descubierto un lenguaje totalmente nuevo.
En serio, me convencí de que decir groserías era la forma normal de hablar de los adolescentes. Estaba desesperado por parecer normal, cool y como un tipo duro, así es que abandoné al verdadero Nick y me convertí en Nick, El Malhablado.
Comencé a decir groserías porque tenía miedo de no encajar. No tiene nada de malo querer encajar y ser aceptado, pero lo que sí es malo es abandonar tus valores y creencias para conseguirlo.
Siéntete tan cómodo contigo mismo que las demás personas se sientan cómodas contigo también.
Me estaba rechazando a mí mismo con la esperanza de que nadie más me rechazara. Qué locura, ¿verdad? Todos hacemos ajustes para llevarnos bien con otras personas. Hasta cierto punto, todos tenemos que adaptarnos a lo que las personas que nos rodean quieren y necesitan. Todo eso es parte de vivir en un mundo más grande: formando parte de una familia, una comunidad, un país y el mundo.
Pero nunca deberías hacer cosas que sientes que están mal porque quieres encajar. No necesitas fingir que eres alguien más para eso: tú ya tienes un lugar en esta tierra.
Mejor prueba esto: Siéntete tan cómodo contigo mismo que las demás personas se sientan cómodas contigo también. Crea una vida que te haga tan feliz que quieran compartir tu felicidad.
USAR UNA MÁSCARA
Por un tiempo, jugué un juego tonto e intenté actuar como los “chicos cool”. No tengo idea de por qué decir groserías se consideraba algo cool, pero me acostumbré rápidamente. Era como si tuviéramos nuestro propio lenguaje, y eso tal vez nos hacía sentir independientes y adultos.
También me sentía culpable, porque cada vez que decía una grosería, estaba desafiando los estándares que habían puesto mis padres. No tenía ninguna razón para desafiar a mis padres. Me querían y sólo deseaban lo mejor para mí. Eso lo supe siempre.
Tal vez, inconscientemente, estaba declarando mi independencia de ellos. Esas pequeñas rebeliones también forman parte de crecer, aunque probablemente no sean la parte que más disfrutan la mayoría de los padres.
De niños nos dicen qué hacer y cuándo hacerlo, así es que los años de adolescencia parecen ser el momento en el que declaramos nuestra independencia, un poco, o un mucho. De hecho, y hasta cierto punto, se espera que los adolescentes lo hagan. El problema es que todavía no somos independientes. Seguimos viviendo con nuestros padres. Seguimos dependiendo de ellos para que paguen nuestra comida, ropa y vivienda, por lo que sienten que deberíamos vivir conforme a sus reglas.
Es una batalla antigua, pero puede ser más parecida a una lucha suave que a una guerra nuclear si mantienes las cosas en perspectiva e intentas entender al otro en vez de simplemente reaccionar visceralmente. Tuve la suerte de tener padres que siempre quisieron lo mejor para mí, incluso cuando no estábamos de acuerdo. Mis padres también eran muy sobreprotectores. No podía culparlos por eso, pero me sentía mucho más cómodo corriendo riesgos.
Cuando empecé a decir groserías para parecerme más a mis amigos, me sentí incómodo. Sabía que ése no era yo. La mitad del tiempo me la pasaba preguntándome: ¿Por qué estás hablando así? ¿Cuál es tu problema? Entonces, la otra mitad –el lado del Nick malo– decía: Sólo estoy siendo cool como todos los demás. Es sólo teatro. Estoy actuando un papel para encajar.
Me estaba dando una retroalimentación positiva por acciones negativas. Estaba creando una cara falsa, una máscara. Ignoraba a la voz del Nick bueno que me decía que no estaba siendo auténtico. La ignoraba porque lo único que quería era que el día transcurriera sin ser víctima del bullying o sin sentirme como un chico “discapacitado” o como cualquier otra cosa que no fuera simplemente un chico normal.
HUMO Y ESPEJOS
Cuanto más tiempo finjas ser alguien que no eres, más difícil será regresar a tu verdadero yo. Cuando dejé de ser fiel a mí mismo, creé todo tipo de problemas en mis relaciones, mi desempeño en la escuela y mi autoestima.
Puedes simular ser alguien más por por un rato, pero a la larga es imposible.
Al final, tuve que enfrentar algunas preguntas difíciles. Por ejemplo, ¿Cómo puedo ser honesto conmigo mismo cuando les miento a todos los demás? Después de un tiempo, ya no quería seguir fingiendo. Volví los ojos hacia mi interior y me pregunté: ¿Qué tan lejos estoy dispuesto a llegar? ¿Por cuánto tiempo puedo seguir con esto? ¿Qué pensarían mis padres de que esté actuando así? ¿Realmente a quién quiero agradar… a los que me quieren o a los que nada más quieren controlarme para sus propios fines?
Al decir groserías, creé una imagen falsa. En mi corazón, todavía sentía que era un buen niño cristiano, pero mis acciones no eran congruentes con ser un buen niño cristiano… y las personas no me juzgaban por lo que había en mi interior, sino por mi forma de actuar.
NUNCA SE ES DEMASIADO COOL PARA CRISTO
Por un tiempo, mis acciones no fueron congruentes con mi fe… ni con mis creencias. Decir groserías no fue el único fraude que cometí. Durante un tiempo, les di la espalda a mis correligionarios. Los niños cristianos comprometidos de la escuela tenían un grupo de oración que se reunía los viernes a la hora del almuerzo. Participaban pocos niños y tenían que soportar que los molestaran al respecto. Algunos los llamaban “santurrones” o “fanáticos de Jesús”.
Yo pensaba que eran muy agradables, verdaderas personas de fe, pero no me uní a su grupo de oración. Cuando alguien me preguntaba por qué no iba con ellos, decía que prefería estar con mis amigos que no eran cristianos. Me sentía incómodo diciendo eso y me molestó por mucho tiempo. Había una razón para esa sensación de incomodidad. Una vez más, no estaba siendo fiel a mis valores, ni a mis creencias ni a mi verdadero yo. Parte de eso se debía a que estaba tratando de encajar y a que todavía no me sentía cómodo actuando como cristiano. No quería que me llamaran “santurrón” ni “fanático de Jesús”. Tenía miedo de que me encasillara y de que los chicos que no eran cristianos ya no quisieran ser mis amigos.
Puedes simular ser alguien más por un rato, pero a la larga es imposible. Tarde o temprano, vivir una mentira te pasará la factura. Tendrás que pagar el precio. En mi caso, una de esas horas de la verdad llegó cuando, por accidente, llevé a casa a Nick, El Malhablado.
Dejé que se me escapara una grosería y mi mamá la escuchó.
–¿Qué fue lo que dijiste, Nick?
–Ay, perdón. Perdón. ¡No sé de dónde salió eso!
Decir groserías era algo tan poco usual en mí que creo que mi mamá no estaba segura de qué hacer al respecto. Estaba asombrada. Creo que me hizo prometer que no lo volvería a hacer y después de unos cuantos regaños más, lo dejó pasar. Sin embargo, ese lapsus me hizo darme cuenta una vez más de que no estaba viviendo mi fe.
LAPSUS
Me consideraba un buen cristiano que le había entregado su vida a Cristo, pero la parte de mi cerebro que regulaba el habla parecía no haber recibido el mensaje.
Por más que intentaba eliminar las groserías de mi vocabulario, se me seguían escapando. Logré controlarme en casa la mayor parte del tiempo, pero cuando estaba en la escuela, rodeado de adolescentes que dejaban caer una grosería tras otra, me costaba mucho trabajo mantener limpias mis conversaciones. Lentamente, logré resolverlo. Mis amigos Scott y Reese notaron el cambio en mi vocabulario y me preguntaron al respecto:
–Ya no quiero decir groserías –dije.
–¿Por qué no? ¿Qué tiene de malo?
–Me educaron para vivir como cristiano. Decir groserías no forma parte de una vida piadosa –expliqué–. A Dios no le gustan las groserías.
Scott y Reese eran buenos amigos. Tal vez no entendieron ni estuvieron de acuerdo, pero de inmediato intentaron encontrar formas de ayudarme a dejar de decir groserías.
–Tengo una idea –dijo Scott–. En vez de decir la palabra que empieza con “p…”, ¡puedes decir “pastel”!
Al principio, parecía una idea descabellada, pero las investigaciones han demostrado que gritar palabras que terminan en consonante detona químicos en el cerebro que proporcionan una liberación emocional y física. Así que, por tonto que parecía, intenté usar la palabra “pastel” como sustituto de la grosería.
No me funcionó. Sólo me hacía pensar en los postres de los cumpleaños. Cuando la decía, algo se perdía. Entonces, Scott sugirió que probara con la palabra “pincel”, pero yo decidí soportar el síndrome de abstinencia y no decir groserías.
Sin embargo, dejar de decir groserías resultó más difícil de lo que imaginé. Se había convertido en un hábito. Seguía teniendo deslices y dejando que se me escaparan palabras profanas, pero, poco a poco aprendí a cerrar mi sucia boca. Alrededor de los dieciséis años, logré sumar once meses y tres semanas sin decir groserías. Sí, contaba los días. Estaba desesperado por romper el molde del Nick desagradable, pero un día tuve una recaída especialmente grave cuando algo me sacó de mis casillas.
Juré en nombre de Dios en vano, lo cual sorprendió a todos los que pudieron escucharme, incluyéndome a mí. No puedo recordar qué fue lo que me hizo tener ese desliz después de haberme aguantado por tanto tiempo, pero me sentí terrible, realmente terrible. Así es que le pedí a Dios su ayuda. Me puse en sus manos y recé para que terminara mi hábito de decir groserías.
Si alguna vez te preguntas si Dios es un Dios que perdona, lee lo que dice Juan 1 1:9 (“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad”) y recuerda esto: después de que confesé y pedí su misericordia, Dios limpió mi vocabulario. Yo estaba muy agradecido e hice todo lo posible por alejarme de quienes decían groserías.
Decidí que los “chicos cool” no eran tan cool para mí y regresé a mi círculo de amigos cristianos. Me perdonaron mis atropellos y me dieron de nuevo la bienvenida al grupo. En su compañía ya no me sentía como un impostor. Me sentía natural y, de ahí en adelante, no me ofendía si alguien me llamaba “santurrón”.
Una vez más, como dice la canción de los Doobie Brothers, Jesús quedó bien conmigo. (¡Sólo espero que yo haya quedado bien con Él!)
Algo extraño y maravilloso sucedió cuando entré en un lugar en donde me sentía cómodo y aceptado. ¡De repente, parecía que todo el mundo quería ser mi amigo! Incluso, la mayoría de los bullies se alejaron. Cuando por fin dejé de tratar de esconder quien era en realidad y simplemente asumí que era un chico cristiano, la gente en general me aceptó mejor, se portó más amable conmigo e incluso estuvo más dispuesta a conocerme. Estoy agradecido por los amigos buenos y verdaderos que me dieron su cariño y siempre estuvieron ahí para apoyarme. Podía ser yo mismo estando con ellos y, como me veían madurar, nos hicimos más cercanos, lo cual me ayudó a lidiar con los bullies.
SER QUIEN ERES EN REALIDAD
Entonces me di cuenta de que una de las mayores bendiciones en la vida es ser honesto sobre ti y contigo. Cuando encontré un grupo de chicos que me querían tal y como era (amante de la Biblia, sin brazos ni piernas), mi seguridad aumentó y eso pareció funcionar como un imán para atraer a los demás.
Fue un error pensar que tenía que transformarme para ser cool. Los adolescentes son duros consigo mismos y también pueden ser duros con los demás. De adolescentes, tendemos a ponerle etiquetas a la gente en vez de simplemente dejar que nos muestren quiénes son. Todos tenemos muchos intereses, características y estados de ánimo. No deberías ponerle una etiqueta a nadie y menos aún a ti mismo.
Una vez que decidí que agradar a Dios era más importante que ser el chico popular, me sentí en paz. También fui menos prejuicioso y acepté mejor a los demás después de que me di cuenta de que no tenía que fingir para estar bien. Sentirte seguro y cómodo con tu identidad, confiar en lo que vales y tener un fuerte sentido de propósito son cuestiones importantes en todos los aspectos de la vida. Esas cualidades también te ayudan a ser menos vulnerable al bullying.
¿Cómo construyes una identidad fuerte y segura, autoestima y un sentido de propósito? Casi todos los adolescentes llegan a un punto en el que tienen alguna especie de crisis de identidad y se preguntan cuál es su papel en la vida, en dónde encajan y qué es lo que pueden aportar. Si lo has experimentado, no te preocupes. Es una de esas experiencias humanas universales. Si no te has sentido así todavía, tarde o temprano lo harás. Todos somos diferentes y todos tenemos nuestros tiempos.
LAS RESPUESTAS ESTÁN DENTRO DE TI
Puede que te estés haciendo las preguntas que todos nos hacemos cuando intentamos definir cuál es nuestro lugar en el mundo. Eso es muy bueno: demuestra que estás creciendo y que te estás preparando para las siguientes etapas de la vida. Pero, ¿dónde se pueden encontrar las respuestas?
Permíteme asegurarte que cada respuesta que necesitas se encuentra en algún lugar dentro de ti. No entres en pánico si no puedes encontrar todas y cada una de ellas de inmediato. Algunas están hechas para desarrollarse y surgir con el tiempo. Lo principal en este momento es saber que no tienes que depender de alguien más para que te diga quién eres o cuánto vales. Dios te puso aquí por una razón. Te dio un paquete de características único que incluye tu apariencia física, tus talentos, tu inteligencia y otros componentes que te hacen hermoso y especial.
Permíteme asegurarte que cada respuesta que necesitas se encuentra en algún lugar dentro de ti.
Obviamente todos tenemos fortalezas y debilidades. A algunos incluso nos hacen falta unos cuantos pedacitos y partes aquí y allá. Mi consejo es desarrollar tus fortalezas. De ese modo, cuando un agresor se meta con tus debilidades, ¡no importará!
Si crees en lo que vales, ningún bully te lo podrá arrebatar. Si en el fondo de tu corazón sabes que Dios te ama y que fuiste creado para sus propósitos, ningún bully podrá decirte algo diferente.
Todos tenemos momentos en los que nos sentimos deprimidos. Todos metemos la pata. Todos nos caemos de bruces de vez en cuando. Las inseguridades pueden acosarte. Cuando era adolescente, a veces me salían unos horribles barros rojos en la nariz. Ahí estaba yo, sin brazos ni piernas, ¡pero con barros! Algunos de los granos de mi nariz eran tan grandes que parecían obstruir mi visión. En momentos como ése, me miraba al espejo y me costaba trabajo no desplomarme. Algo que me ayudaba era obligarme a mencionar uno de mis rasgos físicos buenos y luego concentrarme en él.
“Tengo bonitos ojos”, decía. “La gente siempre me dice que tengo bonitos ojos, así es que me voy a enfocar en eso”.
¿Por qué no podemos hacer eso por nosotros? Si dejamos que los bullies nos depriman con su crueldad y su maldad, ¿por qué no podemos volver a levantarnos siendo amigos de nosotros mismos y aumentando nuestra seguridad y nuestro ánimo cuando necesitamos un empujón? (Mi gran temor era que al día siguiente alguien me dijera que tenía bolsas debajo de los ojos… ¡arruinando lo único bueno que según yo tenía!)
Los adolescentes a menudo son muy críticos consigo mismos. En esos años, siempre nos estamos comparando con nuestros compañeros de la escuela o nuestros amigos y nos preguntamos por qué no podemos ser altos como él o bonitas como ella o más populares o más atléticos o más listos. Si podemos ser críticos con nosotros mismos, ¿por qué no podemos también motivarnos?
Cuando estaba en secundaria, había veces en las que parecía que aguantaba un golpe, un desprecio, un comentario cruel tras otro. Iba cabizbajo por ahí, sintiendo lástima por el pobre de Nick, y, de pronto, uno de mis compañeros del salón pasaba y me decía: “Nick, ¡te ves muy bien hoy!” o “¡Nick, el discurso que diste en clase fue maravilloso!”.
¡Una sola palabra amable o un poco de aliento cambiaban por completo mi actitud! Durante semanas, me aferraba a esas palabras positivas y las usaba para mantenerme alejado de la depresión. Es un poco loco que permitamos que un comentario cruel o malintencionado nos ocasione desesperación o de presión. ¿Por qué mejor no nos enfocamos en lo bueno, en las palabras amables y en los dones que hemos recibido?
Así es que ésta es mi sugerencia para dar el primer paso en la creación de un sistema propio operativo contra bullies versión 1.0, simple, fácil de aplicar y sin complicación alguna: Sé tu propio amigo. Perdona tus errores, tus defectos y tus fracasos. Sé amable contigo. Concéntrate en lo bueno.
Si crees en lo que vales ningún bully te lo podrá arrebatar.
¿Qué puedes perder? Hay mucho que ganar con esta actitud de aceptación y amor hacia ti mismo. Serás más valiente, más resistente, más difícil de lastimar, más feliz, más positivo y más agradable. Para comenzar este proceso, en una hoja de papel, escribe algunas de tus fortalezas y éxitos. Haz una lista de las cosas que haces bien o de las razones por las que las personas te han hecho algún cumplido. Incluye cosas que has logrado, problemas que has resuelto por ti mismo, trabajos de reparación que has hecho, buenas decisiones que has tomado, cosas cool que has creado, metas que has cumplido, riesgos que han resultado bien y personas o incluso animales a los que has ayudado.
SÉ EL MILAGRO
Una de mis filosofías principales es que, si no puedes obtener un milagro para ti, seas un milagro para alguien más. De adolescente, cuando me sentía por los suelos, realmente me ayudaba a levantar el ánimo si me alejaba un rato de mis problemas y me ofrecía a ayudar a los demás con los suyos. Me he beneficiado mucho al tratar de ser un beneficio para los demás. Me ha hecho muy fuerte… lo suficientemente fuerte como para manejar cualquier cosa negativa o dolorosa que se presente en mi camino.
Michael, un adolescente de California, escribió a mi sitio de Internet, Life Without Limbs, para compartir su propia historia sobre las bendiciones que surgen cuando eres una bendición para los demás. Aquí está lo que escribió:
Fui prematuro y nací con un pies [sic] chueco y un pulmón enfermo, así es que no podía respirar bien, me lo operaron y también me operaron el ojo derecho 10 veces, pero gracias a Dios sigo aquí… Intento ser lo mejor que puedo. Voy a ir a la Los Medanos College; quiero ser asistente de educación especial para ayudar a niños con necesidades especiales. Eso es lo que realmente me encantaría hacer. De niño, la gente se burlaba mucho de mí. Solía hacer todo tipo de cosas malas e intentaba obtener mi seguridad de la gente para huir de mis problemas. He aprendido a perdonar a las personas y a no dejar que me depriman y también a controlar las cosas que antes me esclavizaban. Estudié la Biblia con mis amigos de la iglesia y aprendí mucho sobre Dios, sobre mí y sobre la vida. El 4 de abril de 2010, durante la Pascua, sentí la inspiración de que me bautizaran y de vivir una vida nueva para Dios.
Si estás teniendo dificultades para lidiar con un bully o con alguien que te hace sentir mal –o si tienes dificultades para entender y apreciar lo que vales– intenta ofrecerte como voluntario para ayudar en alguna obra de caridad, un lugar para discapacitados, un hospital de veteranos o un refugio para personas sin hogar. Pregunta a los adultos que conoces, como un maestro, el director de la escuela o el ministro de tu iglesia, si conocen algún lugar donde podrías hacer una diferencia. Te prometo que estarás agradecido por la experiencia. Es pro bable que al final te sientas mejor contigo mismo y eso también te fortalecerá emocionalmente.
Si sientes que no has hecho suficiente con tu vida hasta el momento, establece algunas metas razonables y ve tras ellas paso a paso hasta que las logres cumplir. Luego, celebra ese logro. Recompénsate. Siéntete bien respecto a lo que has hecho, pon el parámetro un poco más alto y ve tras otra meta.
Una vez que hayas incrementado tu seguridad y tu experiencia, no temas fijar parámetros cada vez más altos. Yo lo he hecho la mayor parte de mi vida. A veces, me he caído de boca, literalmente. Tú tampoco tendrás éxito siempre, pero, mientras sigas estirándote para llegar más alto, crearás oportunidades de tener éxito. La meta inmediata es hacerte a prueba de bullies, pero tu habilidad para lidiar con los obstáculos y las dificultades de cualquier tipo mejorará a medida que aumente tu confianza y tu amor por ti.
Notas de Nick para el capítulo dos
■ Cuando sepas quién eres y te sientas seguro respecto de ti mismo, ningún bully podrá hacerte sentir inseguro ni robarte tu alegría.
■ Fuiste creado por una razón y eso significa que vales y que tienes un futuro de potencial ilimitado que no querrás perderte.
■ Te vuelves más fuerte y más a prueba de bullies cuando te aceptas y te amas a ti mismo y sigues trabajando día con día para ser la mejor persona posible.