Yo soy el ángel que explica la evolución…
He cruzado cielos, atravesado mundos y recorrido espacios para bendecirte hoy… porque recibí esta encomienda de nuestro padre celestial: llegar a tu vida y derramar en ti mi irradiación angelical… Ven… cierra tus ojos… aspira profundamente… aspira mi luz de amor… Estoy aquí para traerte fortaleza, perseverancia y valor… y con ternura explicar algo de nuestro desarrollo natural… Las jerarquías celestiales que conoces señalan que hay ángeles en distintos grados de evolución… Las funciones de los de arriba aún no las comprendemos los de una escala menor… y la luz de los serafines de este sistema solar todavía no abarca el universo total… Así, el humano no es posible que aún comprenda totalmente lo que hacemos los que guardamos la humanidad, pero algún día lo entenderá y hará una labor similar… y aspirará… aspirará mientras asciende por la eternidad… porque eso ha querido Dios para su creación… Cariño, a medida que creces vas entendiendo que lo que no comprendes no inquieta… Sabes que es imposible comprender la magnitud de lo que Dios pensó… Cuanto más entiendes, entiendes que hay más que entender… y te arrodillas y bendices a nuestro padre por haberte dado la capacidad de llegar a esa comprensión… Ahora… ven… vamos a saludar a los ángeles y a tratar de comprender por qué hoy te han preparado este día tan especial […]
Lucy Aspra, Agenda angelical
Dios, nuestro padre celestial, ha establecido leyes en el universo para conservar la armonía y el sincronismo que se observa en todo lo que de él ha emanado; y para la ejecución y supervisión de estos decretos celestiales ha puesto a cuatro divinas figuras que se conocen como los cuatro ángeles del destino o cuatro ángeles registradores. En realidad, son siete los grandes arcángeles, pero la literatura respectiva no da información sobre los primeros tres. Esto se debe a que, en la etapa actual de nuestra humanidad, son estos cuatro grandes quienes tienen relación directa con nosotros.
Los cuatro ángeles, supervisores
divinos, ¿quiénes son?
Los celestiales seres responsables de que las leyes de Dios se cumplan en la Tierra son ángeles, cuya elevada evolución corresponde a universos lejanos. Ellos actúan de manera independiente, cada uno es el encargado de una sección bien delineada dentro de nuestro sistema solar, incluyendo toda vida en nuestro planeta, pero a la vez todos están sincronizados. A su cargo están muchísimos ángeles de distintos grados y categorías.
Los cuatro grandes arcángeles en apariencia laboran de forma impersonal, pero su trabajo es combinado pues su finalidad es conducir a la humanidad a anhelar la paz, la armonía, la justicia, a prestar atención al equilibrio que existe en la creación y a amar profundamente a nuestro Padre Celestial. A medida que el ser humano escucha los susurros de los ángeles, empieza a darse cuenta de la perfección en la manifestación divina y de cómo ésta corresponde a ciclos que invariablemente se cumplen. Empieza a observar los ritmos en la naturaleza y en los sucesos que de forma cronológica y sin interrupción tienen lugar durante su existencia. Comprende que no hay casualidades, porque Dios no deja nada al azar, sino que todo está programado para que siempre exista la justicia, aun cuando pareciera que las leyes se cumplen de manera automática y ciega, sin favoritismos y con aparente inmisericordia. Al llegar a este conocimiento, el ser humano empieza a tener confianza y seguridad porque sabe que de él depende que exista armonía en su vida y su mundo; se despiertan sus deseos de cumplir con las leyes sagradas y empieza a sentir una íntima conexión con todo lo que de Dios ha emanado, porque surge el amor divino y el anhelo de colaborar en ese maravilloso plan de Dios, cuya magnitud ya es capaz de percibir. Entonces, comprende que, de aquí en adelante, él puede cambiar lo que le incomoda, y se da cuenta de que ya tiene una consistencia por la fuerza del abuso debe seguir un cauce natural, y él que ya conoce la ley, acepta con humildad los designios de nuestro padre celestial; es decir, acepta que se cumplan las leyes, sin tratar de oponerse a ellas.

¿Con qué nombres se designan a los cuatro
ángeles encargados de nuestro planeta?
Después de esto vi cuatro ángeles de pie en las cuatro esquinas de la tierra, que sujetaban a los cuatro vientos de la tierra para que no soplaran sobre la tierra, ni sobre el mar, ni sobre los árboles.
Apocalipsis 7, 1
En casi todas las tradiciones se hace referencia a estos excelsos seres y en los tratados antiguos se les designa con nombres diversos:
• Los cuatro maharajas[1]
• Los cuatro lipikas
• Los cuatro señores de los puntos cardinales
• Los cuatro regentes de la Tierra
• Los cuatro ángeles del karma
En el mundo cristiano, a estos cuatro grandes seres que se encargan de la distribución de las energías sobre el planeta para la evolución de la humanidad se les conoce como los Ángeles Registradores. Éstos son representados por los cuatro animales a los que se refiere Ezequiel, cuando narra la aparición de que fue testigo a orillas del Río Chebar y, de igual manera, se asienta en el Apocalipsis (4: 6-7). Estos seres se relacionan también con los cuatro evangelistas: Mateo, Marcos, Lucas y Juan, que narran la vida de Jesucristo.[2]
Las funciones de estos grandes ángeles son siempre las mismas, aunque de acuerdo con el grado de desarrollo de cada grupo de seres humanos es como será percibida la labor que realizan; por esto, sus nombres pueden variar en cada cultura. Cuando no se conocen las leyes cósmicas, pueden percibirse como seres destructores o justicieros incongruentes; pero esto no es así, porque en realidad ellos son los protectores de la humanidad que siempre supervisan su desarrollo físico, emocional, mental y espiritual con base en las leyes imparciales establecidas por Dios, nuestro Padre Celestial, quien sólo emana amor, porque él es amor.
A estos grandes ángeles se les relaciona con los cuatro puntos cardinales, incluso se dice que “gobiernan las fuerzas cósmicas de estos puntos” (Apocalipsis 7: 1). También se relacionan con la figura mística de la cruz, en la que cada brazo representa la jurisdicción de uno de estos grandes seres. Además, se dice que la cruz es el modelo que usó Dios para formar el cuerpo del hombre, su importancia también deriva de su relación con los cuatro grandes registradores que supervisan la evolución humana.
En la filosofía hindú se les relaciona con los chabur maharajás, cuyos nombres propios son:
• Dhritarashtra
• Virudaka
• Virupaksha
• Vaishravana
Los grupos de ángeles conocidos como los globos alados, o según la descripción en el libro de Ezequiel “ruedas ígneas”, trabajan para ellos y se les conoce como:
• Gandharvas, relacionados con el este y el color blanco.
• Kumvhandas, relacionados con el sur y el color azul.
• Nagas, relacionados con el oeste y el color rojo.
• Yakshas, relacionados con el norte y el color amarillo oro.
En el libro de Henoc (40: 1-10) se habla también de estos celestiales cuatro:
Y tras eso, vi miles y miles y miríadas y miríadas, innumerables y sin cómputo, que se mantienen ante el Señor de los espíritus. Después miré y vi a los cuatro lados del Señor de los espíritus, cuatro rostros diferentes de los que no duermen, y aprendí sus nombres que me dio a conocer el ángel que andaba conmigo y me hacía conocer todos los secretos.
Y oílas voces de esos cuatro rostros, mientras cantan alabanzas en presencia del Señor de gloria. Y la primera voz bendice al Señor de los espíritus por los siglos de los siglos. Y oí la segunda voz bendecir al elegido y los elegidos que dependen del Señor de los espíritus. Y oí la tercera voz pedir y rogar por los que habitan el árido; y suplicaba en nombre del Señor de los espíritus. Y oí la cuarta voz expulsar a los satanes, y no les permitía llegar cerca del Señor de los espíritus para acusar a los que habitan sobre el árido.
Después de eso, pedí al ángel de paz que andaba conmigo y me enseñaba todo lo que está oculto: “¿Qué son esos cuatro rostros que he visto, y cuya palabra he oído y escrito?” Y me dijo: “El primero es el misericordioso y pacientísimo Miguel; el segundo, que está encargadode todas las enfermedades y de todas las heridas de los hijos de los hombres, es Rafael; el tercero, que está encargado de toda fuerza, es Gabriel, y el cuarto, que preside en el arrepentimiento, para esperanza de los que heredarán en la vida eterna, su nombre es Fanuel.”
Esos son los cuatro ángeles del Señor de los espíritus y las cuatro voces que he oído estos días.[3]

El hombre parado con los pies juntos y con los brazos extendidos hacia los lados forma la cruz latina. Si en esta posición permite que el sol lo cubra en la tarde, su sombra proyecta una cruz perfecta.
¿La esencia de estos cuatro supremos ángeles actúa en todas partes?
Sus energías están presentes en todo lo creado, porque ellos dirigen sabiamente la evolución en el universo, las galaxias, los sistemas solares con sus planetas y diferentes planos, y están pendientes de cada uno de los reinos y las distintas especies que allí se desarrollan. Su esencia actúa en los elementos: fuego, tierra, aire, agua, y en el éter primordial, y su efecto moldea la esencia primordial que espera estructurarse para seguir formando el mundo y sus habitantes. Son ellos los que aplican la gran ley de causa y efecto o de acción y reacción, mediante la cual todo se acomoda en el lugar que le corresponde. Esta ley se aplica en todo el universo, de ella derivan las otras leyes que rigen y se aplican en la ejecución de todo aquello relacionado con la vida en la naturaleza.
¿Cuáles son las funciones de los cuatro ángeles que supervisan con profundo amor la evolución de la humanidad?
Nunca borraré su nombre del libro de la vida, sino que proclamaré su nombre delante de mi Padre y de sus ángeles.
Apocalipsis 3, 5
Cada uno de los cuatro celestiales seres que laboran en la dirección de la vida en nuestro sistema solar y en nuestro planeta, tienen funciones específicas relacionadas con todo lo que se desarrolla en nuestro mundo. Pero, básicamente, su trabajo se organiza para despertar la conciencia del ser humano y conducirlo a encontrar su camino de regreso a casa, porque nuestro destino es divino. Para que comprendamos esto, Dios ha puesto a sus celestiales supervisores para que nos inspiren con amor. Con ellos existen miríadas de otros ángeles que siguen fielmente sus divinas indicaciones. Las funciones de los cuatro ángeles son vastísimas, pero las resumiremos de la siguiente manera:
1. El ángel de la vida. Se encarga de auxiliar al alma o vida a separarse del cuerpo cuando ya cumplió la función para la que fue conformado. La vida o alma se establece en formas manifestadas físicamente (cuerpos), las cuales con el tiempo llegan a ser obsoletas. Es decir, el ángel de la vida se encarga de separar la vida de Dios que temporalmente se manifiesta en una forma creada (un cuerpo), en cualquiera de los reinos, mineral, vegetal, animal y humano, cuando la forma ya no tiene razón de ser, cuando ya cumplió la función para la que fue programada. Este proceso es conocido como muerte, aunque sabemos que la vida continúa su proceso evolutivo y se retira de las diferentes especies en los reinos inferiores para integrarse a otras formas superiores, y en el reino humano continúa su ascensión hacia espacios o planos intangibles. Antiguamente, cuando existía poca información respecto a la continuidad de la vida y se tenía un pavor terrible a la muerte, este momento se identificaba con un ser que respondía al nombre de muerte; pero hoy sabemos que esta transición es sólo la separación del alma con la esencia de vida eterna; al ser que asiste en ese proceso se le conoce como ángel de la vida, ángel de la celestial luminosidad, ángel de la luz divina, o ángel del resplandor divino, etcétera.
2. El ángel de los registros. Se encarga de registrar pensamientos, sentimientos, palabras, omisiones y acciones de la humanidad. La energía que produce el ejercicio del libre albedrío conforma el mundo objetivo en que vive la humanidad, por lo que todo lo que proviene del hombre es grabado en planos invisibles, distintos según la vibración, y pueden variar dentro de lo que se conoce como: bueno, regular y malo, aunque en realidad se refiere a vibraciones altas, medianas y bajas. Según la teoría de la reencarnación, a partir de la información que registra este celestial ser, actúan los otros tres ángeles encargados del destino de la humanidad: el hombre recibirá un cuerpo, oportunidades, tareas, misión y final de vida que le corresponde de acuerdo con lo que ha generado y se encuentra registrado en los archivos celestiales. De esta manera, cada ser humano se desarrolla en el país, familia y espacio que le corresponde de acuerdo con sus merecimientos. A nivel grupal, también responde a la acción de este ángel que cada familia, pueblo, país, etcétera, reciba las características positivas o no, de acuerdo con la suma de los pensamientos, sentimientos, palabras, omisiones y acciones de los habitantes de cada grupo. A este divino emisario celestial se le conoce como el ángel de los registros akáshicos, de los archivos divinos, del recuerdo, o de la memoria cósmica, etcétera.
3. El ángel de la justicia. Ser celestial que a partir de la calidad de la energía que resulta del libre albedrío de la humanidad determina las condiciones de las formas que deben albergar a los seres humanos y el mundo en que viven. Él decide la forma y las características del cuerpo, del ambiente, de los talentos, de las gracias, virtudes, particularidades y distintas situaciones en la vida del ser humano, a nivel personal y mundial. Continuamente ofrece nuevos aspectos para mantener y perfeccionar las formas o los cuerpos que el hombre llega a merecer por su desarrollo espiritual. Estos cuerpos pueden ser agradables o menos graciosos, pero todos estarán delineados por las funciones que se llevarán a cabo en ellos. A este ser de excelsa grandeza se le conoce como el ángel de la justicia.
4. El ángel del nacimiento. Supervisa la estructuración de las formas nuevas cuando llega el momento de otra expresión de vida personal o mundial, dentro de los diferentes ciclos del plan divino. Este ángel se encarga de hacer viable la sustancia para conformar los cuerpos nuevos que deben nacer a la vida de las formas. De acuerdo con la teoría de la reencarnación, revisa el registro de las vidas anteriores del ser que debe nacer nuevamente como bebé, y a partir de ello reúne la muestra de la sustancia que formará sus cuerpos: físico, etérico, astral y mental. La esencia que se dispone para cada nuevo cuerpo deberá ser atraído por el átomo permanente que le corresponde y guarda el espíritu, ya que a partir de la vibración de cada simiente se van estructurando los cuerpos. Pensamientos, sentimientos, palabras y acciones de la madre del ser por nacer influyen extraordinariamente para que los componentes inferiores que usará el alma sean de una mejor vibración. Por lo tanto, es preciso que todo lo que rodea a la madre sea armonioso, ya que a ella puede afectarle la forma de expresarse del padre del ser por nacer y de los demás miembros de la familia o grupo en que se mueve. A partir de la determinación del ángel de la justicia, quien se apoya en los registros akáshicos, el ángel del nacimiento también supervisa la justa formación de todas las especies dentro de los reinos inferiores en la naturaleza. A este gran espíritu divino se le conoce como ángel de las formas nuevas, ángel encargado de la estructuración de los cuerpos objetivos, etcétera.
En el día de nuestro cumpleaños pidamos los siete divinos regalos de Dios.

1. Don de fe
2. Don de sabiduría
3. Don de discernimiento y comprensión
4. Don de curación
5. Don de alentar
6. Don de producir
7. Don de dar y recibir amor
El nacimiento es un acontecimiento celestial. Nuestro cumpleaños es una fecha muy importante, pues ese día los ángeles, además de colmarnos de gracias y regalos, renuevan en nosotros las energías para todo el año. Hay que prepararse durante siete días: el día del cumpleaños, tres días antes y tres después. Para hacerlo, hay que visualizar las emanaciones de amor que nos bañan mientras damos gracias al cielo por ellas. Los regalos materiales sólo son un símbolo en el que fuimos poniendo nuestra atención cuando caímos en el materialismo, olvidándonos de los verdaderos dones que nos reservan los ángeles en ese día, el más santo del año.
¿En qué planos se manifiestan los cuatro ángeles que supervisan la evolución de la humanidad?
De acuerdo con los designios divinos, los ángeles están pendientes de que la evolución se realice en el mundo, por lo cual efectúan su labor en todos los planos que rodean nuestro planeta, visibles e invisibles. Todo aquello que corresponde a la armonía que Nuestro Padre decidió para la humanidad, está bajo el cuidado de estos celestiales seres. El resultado de su intervención se percibe en las formas objetivas perfectas que aparecen en la creación. Todo lo que el ser humano ve en el mundo y que con frecuencia supone se le da de manera mecánica y natural, pertenece al trabajo de estos cuatro ángeles, que van aplicando las leyes correspondientes para que las moléculas que vibran en la frecuencia de cada cosa –por minúscula que sea– se amalgamen y aparezcan de forma objetiva ante nuestros ojos. Bajo la dirección de estos cuatro excelsos seres laboran enormes huestes de ángeles que trabajan directamente en la organización de las partículas de toda forma en cada uno de los reinos: mineral, vegetal, animal y humano.
En los planos invisibles, su labor se manifiesta por medio del cuidado que prestan para que las leyes que mantienen las diferentes partículas vibrando en el espacio adecuado sean ejercitadas continuamente, evitando que los entes de los bajos planos puedan tener acceso a los planos más sutiles. Ésta es la protección que Dios envía para nuestro desarrollo; de lo contrario, se dificultaría nuestro crecimiento, si las entidades de la oscuridad tuvieran acceso a todos los espacios, tanto los de su vibración como los de frecuencia alta. Sin embargo, esto no sucede gracias al trabajo de los ángeles, porque son ellos quienes con sólo hacer funcionar las leyes de Dios limitan la acción de los entes del mal. Con esto se comprende que cuando el ser humano ha llenado su espacio de energía de baja frecuencia, es decir, cuando tiene un campo electromagnético de vibraciones densas, debido a pensamientos, sentimientos, palabras y acciones irresponsables y egoístas, propicia la entrada de fuerzas oscuras. En cambio, cuando una persona despliega un campo electromagnético de vibraciones muy altas (dadas a través de pensamientos, sentimientos, palabras y acciones de amor sin egoísmo) no pueden entrar a su espacio entidades del mal, sólo podrán acceder seres de frecuencia alta, como los ángeles de Dios.
El ángel de la vida asiste al ser humano a la hora de entregarse a Dios
El ángel liberador ha venido a mí; me ha iluminado, me ha mostrado el camino, me ha tendido la mano y me ha sentado sobre el trono que me estaba preparado en la morada de la vida.
Gloria a la vida. Amén.
El libro de Adán 20
Cuando ya se cumplió el tiempo para quien estaba programado un cuerpo, el ángel de la vida emite el sonido celestial que libera las ataduras etéricas que unen al alma con el cuerpo físico. En realidad, el trabajo de este ángel es muy consolador para el alma, pues lo lleva a cabo cuando el vehículo que contiene al alma se ha vuelto obsoleto y ha perdido la capacidad de albergar su lumínica esencia. Cuando los ángeles que laboran con este gran ser encargado de romper los lazos que aprisionan al espíritu reciben la orden de cortar los hilos que lo unen al cuerpo físico del hombre, se dedican con celestial dulzura a consolar la conciencia del moribundo y a prepararlo para que continúe el camino de ascensión que le compete.
En el pasado remoto, no existía el terror que en la actualidad se tiene a la separación de alma y cuerpo, es decir: el “miedo a morir”, porque se sabía que las formas gastadas y viejas, ya no resisten la presión de las energías vitales que se renuevan continuamente y deben ser desalojadas para que el alma pueda seguir su camino hacia otros planos, en vehículos cada vez más aptos para acercarla a Dios. Y hoy, aunque persiste el miedo a morir, cada vez irá llegando más luz a la humanidad para que comprenda que el paso al otro lado no es más que eso, una gloriosa transición. Por ello, la ayuda que presta el ángel de la vida no debe ser temida, porque su trabajo es constructivo, positivo y necesario. A través de él los seres humanos son auxiliados para cruzar las fronteras del mundo etérico hacia el plano astral.
Para auxiliar a este ángel del resplandor divino, existe una gran hueste de ángeles, que se encargan de cortar el hilo de plata que une el alma al cuerpo. Ellos son seres de gran dulzura, bondad y comprensión, que ayudan al ser que acaba de fallecer a aclarar su visión celestial y bloquean de su percepción las escenas terribles de las regiones del bajo astral; lo protegen con ternura, amor y sumo cuidado. La imagen de estas celestiales criaturas no tiene nada que ver con la crueldad y el fatalismo con que se les ha pintado. Aquí se debe aclarar que la ayuda que recibe un ser al dejar su cuerpo material será mayor o menor, según su cercanía con Dios, y según las oraciones que por la calidad de vida que llevó merece de sus deudos al fallecer.
Imagen del ángel de la vida
El ángel de la vida eterna trae el mensaje de la eternidad al hombre, pues quien con los ángeles camina aprenderá a remontarse por encima de las nubes.
Evangelio de los Esenios II
El ángel de la vida es un ser de santidad inmaculada que sólo trabaja para Dios, Nuestro Padre.[4] Nunca se le debe confundir con alguna entidad que, a cambio de logros terrenales, reclama del incauto que lo busca su vida o la de sus familiares. El verdadero ángel de la vida es un ser de belleza refulgente, pues su esencia es de resplandor. La luz que emite corresponde a su vestidura de gloria; manifiesta su espíritu porque no tiene ni una molécula que gravite hacia la tierra o las esferas que circundan el planeta. No se le puede invocar para que conceda favores en el mundo material. No existen rituales, ofrecimientos, ni trabajos mágicos que atraigan su atención; tampoco existe un solo ser humano que tenga el poder de atraerlo hacia las esferas egoístas del plano material.
Él trabaja sólo para Dios, realizando la tarea que nuestro Padre Celestial le ha encomendado en beneficio de la humanidad. Cualquier rito o ceremonia que se practique con intención de que se acerque, lo único que hace es que atrae a una entidad que corresponde a la vibración de la petición material y egoísta del que lo solicita. Esta aclaración es importante porque es necesario que no haya ninguna confusión en cuanto al trabajo de este glorioso ser, cuya estatura es tanta –en cuanto a niveles vibratorios– que es preciso saber que sólo responde a la oración dirigida a Dios, pidiendo auxilio para los que están partiendo al Más Allá. Es el ángel de la vida porque asiste al alma que deja este valle de oscuridad para celebrar en el glorioso hogar celestial. Es el ángel que permite que el alma triunfe sobre la materia, ayudándole a separarse mediante la muerte del cuerpo que lo sujeta al mundo físico.
Si quisiéramos expresar tridimensionalmente esta excelsa figura angelical en términos de imagen corpórea, es importante recordar que su símbolo responde a la vida. Así, podemos imaginarlo como una visión de fulgores tan brillantes y de belleza tan magnífica que nuestros ojos espirituales deberán estar ejercitados continuamente por medio de la entrega devocional, el fervor y el éxtasis divino de amor a Dios, para tener un pequeño vislumbre de su celestial grandeza. Podremos visualizarlo con sus manos extendidas hacia delante ofreciendo la simbólica luz de nuestra esencia espiritual, de la chispa divina, de la llama eterna que pugna por mostrar su esplendidez en el fondo de nuestro corazón.
Los que han podido percibir su majestuosa presencia en visiones conocidas como “experiencias cercanas a la muerte”, han descrito una figura etérea con forma corpórea de extraordinaria belleza que emana bondad y devoción sublimes. Estas experiencias confirman que este majestuoso ángel se acerca con celestial ternura para asistir al alma cuando ésta debe partir; o si debe retornar su conciencia al mundo material, le transmite sentimientos de fe, de confianza y de seguridad en nuestra inmortalidad, para que al regresar pueda confirmar a los que vivimos en este plano material que la muerte no existe, sólo es la entrada a un lugar glorioso, lleno de amor.
Este gran ser resplandece con tal magnitud que después de las experiencias mencionadas, quienes han sido bendecidos con su presencia tienen dificultad para transmitir el cúmulo de sentimientos que les embarga cuando reciben la expresión de paz, sosiego, arrobamiento, felicidad, dicha, que con profundo amor les proyecta.
El Ángel de la vida es un ser de radiante belleza, con luminosos rayos dorados que despide su enorme aura. A su alrededor brillan resplandores celestiales separados como pequeños soles iluminando y llenando de consuelo, paz y tranquilidad. Su color es blanco como la aurora, porque es luz de vida, de un nuevo nacimiento; él es el preludio a una etapa más gloriosa, más bella y más cercana a nuestro Padre Celestial.

¿De dónde procede la figura del esqueleto con guadaña que antiguamente representaba a la muerte?
Este mensajero de los decretos eternos no se dejará corromper ni por los regalos, ni por las caricias; nunca confundirá a un hombre con otro.
El Libro de Adán I
La imagen que antiguamente se usaba para representar a la muerte era un esqueleto con guadaña (ver página 44). Otras veces era sólo un ente desagradable con una calavera en la mano izquierda. También se llegó a personificar como una figura con una espada de fuego o simplemente como una entidad alada y vestida de negro. La figura del esqueleto con la guadaña puede significar al cobrador que viene a cortar lo que es suyo; por ejemplo, la paja que no tiene vida, para llevarla al fuego, a la muerte eterna. El trigo, que representa al alma que perdura, que se salva para la eternidad, que emite bondad y amor, es recogido por un ser de belleza singular: el Ángel de la vida. De acuerdo con los anales antiguos, en el continente hundido conocido como Atlántida existieron grandes magos negros llamados los de la senda siniestra, los de la faz oscura, que hicieron creer a nuestros antepasados que la muerte era el final de la vida. Ellos infundieron un temor tremendo a ese momento crucial del paso a los mundos inmateriales y enseñaron a venerar una imagen del mal, pero convenciéndolos de que simbolizaba a un ser que podía retrasar o interrumpir el cruzar al Más Allá y además podía proporcionarles favores relativos a placeres sensoriales y logros en el mundo material. La anterior descripción es una de las versiones que condujeron a la percepción de la muerte como algo temible; de allí proviene la veneración a una caricaturesca figura que personificó este miedo.
En efecto, la muerte no es ningún ser que puede dar dones, ni ofrecer gracias divinas al humano; tampoco es una entidad que trae bendiciones. Más bien, la muerte llegó como una maldición después de que el demonio en forma de serpiente sedujo a Eva quien, movida por el engaño junto con Adán, desobedeció el mandato y la advertencia de Dios: “Mas del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal no comas; porque en cualquier día que comieres de él, ciertamente morirás” (Génesis 2: 17). La muerte procede del primer mal cometido por el ser humano. Una vez que Adán y Eva comieron del fruto prohibido, Dios
a Adán le dijo maldita sea la tierra por tu causa; con grandes fatigas sacarás de ella el alimento en todo el curso de tu vida.
Espinas y abrojos te producirá y comerás hierbas de la tierra.
Mediante el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas a la tierra de que fuiste formado; puesto que polvo eres y a ser polvo tornarás.
Génesis 3: 17. 19
En cuanto a la serpiente, causante de la desgracia que a través de Adán cayó sobre la humanidad, dijo el Señor: “Porque has hecho esto, serás maldita… Yo pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya: ella te herirá en la cabeza; pero tú sólo herirás su talón” (Génesis 3: 14, 15), y “La envidia del diablo introdujo la muerte en el mundo, y la experimentan los que toman su partido” (Sabiduría 3: 24).
Por este temor, que a través del tiempo se nos ha inculcado al momento de dejar el mundo material, en la actualidad existe cierta desorientación. De allí la idea de querer congraciarse con alguna entidad que en teoría ofrece prolongar la estancia aquí; pero este elemental, conformado con energías oscuras de miedo, no tiene ninguna relación con el ángel de la vida.[5] Las dos figuras no tienen nada en común porque la luz se opone a la oscuridad. Los momentos que ahora vive la humanidad corresponden a un final de ciclo. Siempre, cuando esto se presenta, hay un gran desconcierto, pero no hay que temer, pues seres de elevada naturaleza celestial están próximos a nosotros para ayudarnos en esta difícil transición a la que se enfrenta nuestro planeta y todo lo que en él vive. Dios, nuestro Padre Celestial, ha puesto a nuestro lado a un ángel guardián para guiarnos, inspirarnos y conducirnos sin tropiezos hacia nuestro hogar espiritual. Ante tanta incertidumbre, es prudente tomarnos de su mano y permitir que nos ilumine el camino por donde debemos transitar. La muerte no es sino el comienzo de la vida, por esto el símbolo que representa a este divino ser es un bellísimo ángel que ofrece la llama de la vida y no la muerte.
William Bramley, en su libro The Gods of Eden (Los dioses del edén), nos narra que, al intentar encontrar el motivo por el cual la humanidad, a pesar de que desea vivir en paz parece que irremisiblemente es arrastrada hacia la guerra, encontró –para su sorpresa– que una constante en los conflictos entre seres humanos fueron los avistamientos de ovnis. Por ello deduce que algunos de estos objetos, cuya presencia ha sido documentada desde el comienzo de la historia de nuestro planeta, parecen influir negativamente en la humanidad. También toca el tema de las plagas y hace referencia a la obra de otro autor llamado Johannes Nohl, quien en 1926 escribió The black death, a chronicle of the Plague (La peste negra, una crónica de la plaga), donde concluye que las grandes plagas que han azotado a la humanidad parecen haber coincidido siempre con la aparición de cometas (véase figura en la página 43). De allí la creencia de que estos fenómenos en el cielo presagiaban desgracias, pues por lo general existe una desafortunada relación entre las plagas y los cometas, siendo estos últimos naves tripuladas por seres de avanzada tecnología, de acuerdo con sus conclusiones. Asimismo, refiere Bramley que en el pasado existieron muchos reportes sobre cometas esparciendo una espesa niebla sobre pueblos enteros; además, explica que hay una gran coincidencia entre la llegada de ciertos cuerpos celestes y la aparición de extraños hombres pálidos y cadavéricos vestidos de negro, de demonios y otras terribles figuras voladoras en los campos de trigo de las comunidades europeas.
Estas desagradables criaturas recorrían los campos portando un raro artefacto, parecido a una guadaña, que emitía un ruido silbante durante el tiempo que duraba lo que en apariencia era una siega; pero lo más extraño es que el trigo no caía mientras ejecutaban su maniobra. Dichas visitas eran siempre seguidas de un brote de plaga. Estas espantosas criaturas vestidas de negro, por lo regular eran vistas llevando largas escobas, guadañas o espadas, comúnmente usadas para barrer o tocar en las puertas de las casas. Después de esas visitas, los habitantes de ellas caían enfermas por la plaga.
A partir de estas experiencias, se relacionó a la muerte con la figura de un esqueleto o demonio vestido de negro portando una guadaña para segar a la gente. Sin embargo, de acuerdo con las deducciones de los autores mencionados, es muy probable que estas entidades regaran veneno o gases bacteriológicos con aerosoles para enfermar al pueblo, en vez de cortar la avena o el trigo, como se creía. De hecho, los médicos de esa época afirmaban que la peste negra no era transmitida de persona a persona, sino adquirida por respirar la extraña niebla que invariablemente precedía a los brotes. Una gran cantidad de estos casos era acompañada de fenómenos semejantes a los que en la Biblia se relacionan con las diez plagas de Egipto (Éxodo 7: 14 a 13: 16). Calamidades parecidas se mencionan también en Samuel (5: 6; 5: 9; 5: 11-12), por lo que se ha llegado a deducir que el Antiguo Testamento en realidad hablaba de infecciones producidas por agentes biológicos intencionalmente esparcidos en el aire.

El conocimiento que tenemos de los ángeles como seres espirituales que supervisan amorosamente a la humanidad no debe ser afectado en ningún momento por narraciones –bíblicas o históricas– que supuestamente implican la intervención de alienígenas que han interferido en la evolución del planeta. Sabemos que la palabra ángel significa “mensajero”, y éste puede ser positivo o negativo, espiritual o con cuerpo de carne y hueso. Por ello, es importante recalcar que, de acuerdo con los designios de Dios, Nuestro Padre, los seres de luz que están junto a nosotros tratando de llegar a nuestros corazones para inspirarnos y conducirnos por el camino correcto hacia nuestro hogar celestial son seres espirituales sin cuerpo de carne y hueso, son mensajeros porque llevan mensajes de paz, amor, esperanza y felicidad de parte de Dios. Nada tienen que ver con los seres llamados extraterrestres, que también podrán ser mensajeros, algunos incluso manifestarán su cuerpo material y otros algún cuerpo con moléculas de una cuarta dimensión; pero ninguno de ellos es necesariamente portador de mensajes de paz, bienaventuranza y consuelo, pues al leer los testimonios de abducidos o contactados, algunas experiencias se relacionan más bien con relatos de posesiones, narradas en crónicas antiguas.
Los ángeles de Dios jamás se posesionan de un ser. Ellos guardan un respeto profundo por nuestra integridad y nuestro libre albedrío; por ello, bajo ninguna circunstancia usurparían el cuerpo de un individuo para actuar o hablar a través de él.[6] En ¡Morir sí es vivir!, traté de establecer la diferencia entre los ángeles o mensajeros espirituales de Dios y los ángeles o mensajeros con cuerpo material:[7] “La palabra ‘malak’ que en hebreo significa ‘mensajero’ aparece en el Antiguo Testamento 213 veces. Sin embargo, en muchos pasajes la palabra se refiere a un ‘mensajero’ humano, por lo que al seleccionar a los ‘mensajeros divinos’ se reduce esa cifra.” En Morir sí es vivir, con el título “¿Son extraterrestres los ángeles?”, textualmente se dice lo siguiente: “Todo lo que no pertenece a la superficie terrestre del planeta se podría decir que es extraterrestre.” Sin embargo, como la palabra extraterrestre tiene una connotación predominantemente de seres que viajan en artefactos voladores provenientes de otros planetas, la respuesta es no. Los seres que viajan hacia la superficie terrestre o intraterrestre del planeta, o los que viven dentro de la Tierra y se transportan en vehículos materiales, son seres con una tecnología más avanzada que la de los habitantes del planeta.
Todo el que procura el bien de la humanidad, sea oriundo de nuestro planeta o no, también es guiado por los ángeles. Algunos de los “extraterrestres” son muchísimo más evolucionados en lo espiritual que los habitantes de la Tierra y asesoran amorosamente a la humanidad, aconsejando, haciendo la labor que todo habitante del universo debe hacer: ayudar y apoyar a quienes están en una escala menor. Pero también hay “extraterrestres” que interfieren negativamente en el desarrollo del planeta. Los “extraterrestres” son seres con cuerpo material, que viajan en vehículos materiales. Muchas veces desaparecen sus naves ante nuestros ojos, pero eso obedece a que suben la frecuencia: de la misma manera que desaparecen ante nuestros ojos las hélices de un avión o las aspas de un ventilador cuando se activan.
El avance espiritual es lo que ha convertido a los seres que nos guían en ángeles, no su adelanto tecnológico o científico. No trabajan con la sustancia compacta, material. Los ángeles que supervisan a la humanidad en su desarrollo son de naturaleza espiritual y en esta etapa de su evolución no usan cuerpo material. Con frecuencia, los ángeles inspiran a seres de nuestro planeta y de otros planetas para que colaboren con ellos haciendo el trabajo que se podría decir de ángeles (mensajeros), porque hay que recordar siempre que ángel es su oficio, no su naturaleza. Su naturaleza es de santidad perfecta, libre de apegos, sin mácula, de pureza espiritual. Ser ángel es un ser que por la evolución lograda en universos anteriores, ya no requiere experiencias en cuerpo físico y ya trabaja directamente para Dios. Jamás cederá ante las tentaciones mundanas. Si los seres humanos de este planeta avanzan en su tecnología y se transportan a otros mundos físicos, eso no los convertirá en ángeles.

Ilustración de 1557 que corresponde a un cometa observado en los cielos de Arabia en 1479. Según la descripción de los testigos, el cometa semejaba una viga de madera puntiaguda. Como se puede apreciar, el dibujo más bien parece referirse a un cohete espacial con numerosas ventanas. Es probable que muchos otros cometas avistados en la Antigüedad tuvieran características similares a éste.

En el siglo XIV, aparece un juego compuesto por 78 cartas, conocido como tarot, sobre cuyo origen existen diversas opiniones, y la carta marcada con el número 13, la muerte, es un esqueleto armado con una guadaña, igual al símbolo al que nos referimos antes.
En la mitología griega, Thanatos es la personificación de la muerte, hijo de la noche y hermano gemelo del sueño (hipnos), con quien vivía en una remota cueva por el río Lethe en el inframundo. Era insensible y despiadado, presto para reclamar el espíritu de los que fallecían. Cuando Escolapio restituye la vida, se queja ante Zeus. No pudo vencer a Sísifo, por lo que fue encadenado; y hasta que fuera liberado, ningún hombre encontraría la muerte.

A lo largo de la historia, la muerte ha tenido diferentes símbolos. Antiguamente, en la iconografía, la muerte era simbolizada con una tumba, o también con un personaje armado con una guadaña, o un ente que tiene a un ser humano entre sus quijadas. También se usó la imagen de dos jóvenes (uno negro y otro blanco), o un jinete (del Apocalipsis), un esqueleto, una danza macabra, una serpiente o cualquier animal, como caballo, perro, etcétera.
El trabajo del ángel de la vida
He sido separado de vosotros, pero ya he vuelto.
¡Bendito sea quien me ha liberado!…
Gloria a la vida que es pura; gloria al ángel de la vida y a su compañero. Amén.
Libro de Adán 25
En realidad, el altísimo no vive en casas fabricadas por manos de hombres…
Hechos 7, 48
El ángel que ayuda al ser próximo a morir jamás destruye ni extermina, sólo asiste al alma que se libera de la envoltura ya obsoleta para el próximo ejercicio que deberá realizar. A este celestial mensajero, se le ha llamado –por desconocimiento– ángel de la muerte, aunque en realidad es más bien el ángel de la vida, porque guía al alma hacia un camino más directo hacia la eternidad divina, hacia la verdadera vida, hacia una existencia cerca de Dios.
Él trabaja siguiendo las indicaciones de Dios, con el fin de que la creación sea continua, que no se detenga jamás el desarrollo del hombre. Cuando al alma le llega el momento de cambiar de piel, es auxiliada por este gran ser. Al separar el hilo de la vida del cuerpo, éste se desintegra.[8] Este proceso es percibido por el hombre como “destrucción”, “fatalidad” o “final”, pero lo único que sucede es que el alma, al dejar el cuerpo material, comienza a manifestar su nueva envoltura, formada de partículas brillantes que vibran en el plano celestial al que asciende. En el plano físico, las moléculas del cuerpo material se transforman para luego integrar una nueva envoltura dentro de las muchas que Dios ha dispuesto en su creación, porque la muerte de la vida no es tal, no existe; es sólo la percepción del ser humano que concibe como momento trágico y de dolor el hecho de enfocar su conciencia en otro espacio, en un estado mejor.
El ángel de la vida es uno de los cuatro ángeles del destino humano
El ángel que asiste al ser humano a la hora de la muerte, de acuerdo con las indicaciones de nuestro Padre Divino, representa la vida eterna e inmortal, porque ésta jamás se interrumpe. La muerte es sólo el momento en que la conciencia del individuo se establece en otro nivel una vez que el alma desecha un instrumento que ya no le es útil. La energía del ángel de la vida se relaciona con el sol central y se activa en el momento en que existe una forma obsoleta separándose de la vida.[9]
En los planos celestiales, los ángeles asesoran a los seres antes de nacer. Con celestial dulzura y profundo amor, proponen al ser la mejor forma para que pueda cumplir con la función que le designa Dios.

Los cuatro ángeles trabajan liberando al espíritu de las formas obsoletas en tres planos: físico, astral y mental. Es un proceso místico, donde son asistidos por otros seres de luz, conocidos como ángeles del silencio. Trabajan en orden progresivo y en etapas diferentes de la siguiente manera:
1. Se rompe el cordón de plata o hilo de vida. Función realizada por el ángel de la vida, que ayuda al ser a soltar el cuerpo físico que ya cumplió con la función para la que fue destinado, y pueda poner su conciencia en un plano más elevado.
2. Se recapitulan los hechos concernientes a la vida en el mundo físico del individuo que muere. Su vida aparece rápidamente sobre una pantalla frente a él. Aquí interviene el ángel registrador o ángel de la memoria.
3. El individuo que deja el mundo material se enfrenta a la vida que llevó. Es un examen de conciencia. Aquí está presente el ángel de la justicia.
4. El alma es conducida hacia el lugar que le corresponde de acuerdo con la vida que vivió y acaba de dejar. En este espacio deberá purificarse, purgar todas las moléculas astrales inferiores al plano de luz adonde ascenderá. De acuerdo con la teoría de la reencarnación, desde este momento comienza el trabajo del ángel del nuevo amanecer o ángel del nacimiento, quien prepara al alma para llegar a estancias cada vez de mayor pureza y elevada espiritualidad.
Los ángeles que asisten al ángel de la vida se encargan de cortar el cordón de plata cuando el alma ya ha decidido separarse del cuerpo que usó durante su existencia física. Estos celestiales mensajeros de amor realizan su labor por instrucciones divinas, y si el individuo al fallecer no tiene su conciencia en el mundo espiritual, es improbable que pueda verlos mientras ejecutan sus funciones. Es necesario que los deudos oren para que quien se ha ido pueda encontrar sin dificultad el camino por el que debe continuar su trayectoria. Cuando el ser que se va no ha dejado nada sembrado en el mundo físico para merecer la luz de las dulces emanaciones de la oración, su alma puede vagar confundida por muchísimo tiempo. Para que el alma perciba la paz, la quietud y las esencias reconfortantes que los ángeles pueden prodigarle, la oración, el recuerdo de amor y pensamientos tiernos de los deudos son indispensables.
¿El ser que fallece puede percibir la presencia de los ángeles que trabajan a la hora de su muerte?
Y aun cuando no los vea, no los oiga, ni los toque, no obstante, estará a cada momento circundado por el poder de los ángeles de Dios.
El Evangelio de los Esenios III
Hay que recordar que dejar el cuerpo material sólo es el comienzo de una trayectoria hacia las moradas angelicales. Es necesario recorrer mucho camino antes de tener la pureza para ascender hasta los planos lumínicos donde, por semejanza de vibración, podemos percibir a los ángeles. De la misma manera que ahora no podemos ver a nuestro ángel guardián junto a nosotros, o a los ángeles llevando a cabo su trabajo en la construcción y mantenimiento de las formas positivas visibles que aparecen y existen en el universo y en nuestro mundo objetivo, tampoco podremos percibirlos en el momento de pasar al más allá, a menos que mantengamos suficiente pureza para entrar a su frecuencia.
Pero existen excepciones. A veces, sin explicación razonable, por una gracia especial que corresponde a algún mérito anterior, del que podremos estar conscientes o no, los seres de luz se manifiestan ante nosotros, como en las experiencias cercanas a la muerte. Hay personas que después de una experiencia de esta naturaleza relatan haber visto presencias angelicales que llegan para asistirles o darles un mensaje.
Pero es importante saber que todos nosotros, voluntariamente, también podemos entrar a la frecuencia de amor donde ellos pueden descender para proyectarnos su angelical figura. Esto puede lograrse por medio de la oración y el fervor. Así, los ángeles estarán cerca de nosotros y podremos percibirlos al dejar este mundo material.
Los ángeles trabajan para Dios, ejecutando las funciones que les ha encomendado, creamos o no en ellos, podamos percibirlos o no. Recordemos que en el universo, en el proceso evolutivo, todo, absolutamente todo, se lleva a cabo por medio de los grandes seres de amor que Dios ha designado para servir perpetuando y manteniendo activa su creación. Nada en el universo ocurre de manera mecánica o automática; la forma natural en que se dan las grandes obras dentro del plan de Dios es porque él tiene a sus divinos servidores realizando cada función, por minuciosa que sea, absurda que parezca o incomprensible que nos resulte. Nuestro divino creador, que nos ama profundamente, nada deja al azar, todo lo que sucede responde a una ley que él instituyó.
No es facil traspasar las fronteras del mundo etérico al mundo astral, porque existen innumerables entes de la oscuridad que acechan por doquier, intentando detener al ser que se va. Ésta es la razón por la que, desde épocas remotas, han existido manuales de oración y libros con instrucciones para guiar al ser querido que emprende este arduo y trascendental viaje. También es el motivo por el que es de suma importancia tener una vida espiritual y estar preparados para este solemne y silencioso momento, porque el alma en este trance sólo está a merced del resultado de las obras que realizó mientras tuvo cuerpo material.
Las personas que se esfuerzan por ser buenas, que corrigen sus pensamientos, que establecen la nobleza en su corazón, en sus palabras y en sus actos, iluminan el puente de cruce al más allá y tienen asegurada la asistencia de los ángeles. En cambio, quienes nunca se interesan por tender la mano al prójimo y tienen pensamientos egoístas, critican, juzgan y condenan, de expresiones burdas y groseras, de sentimientos vergonzosos, necesitarán mucha ayuda de los que aún están en la tierra. ¿Y si no han hecho nada para merecerla? Es probable que durante muchísimo tiempo vaguen angustiados, solos, desamparados y sintiéndose lejos de Dios.
El ángel de la vida, junto con los ángeles que laboran con él, asiste al alma mientras deja el cuerpo que usó en la existencia física que concluye. Estos ángeles están junto a las almas cuando abandonan el cuerpo físico, y con dulzura van separando el hilo de la vida. Son momentos cruciales para el alma; es cuando más necesita de sus parientes y amigos que aún permanecen en la tierra. Son necesarios la oración y los pensamientos de amor, sentimientos dulces y palabras cariñosas dirigidas al que se va. Los reclamos egoístas y los pensamientos angustiosos atormentan profundamente al alma que requiere de la quietud para despegar bien de las esferas terrenales. Cuando el ser que se marcha ha llevado una vida buena, emana suficiente luz para ser determinada por los ángeles y, de esta manera, ellos, con extraordinaria suavidad, asesoran, preparan, guían y conducen el alma a su nuevo destino.
El ángel de los archivos celestiales registra cada instante de la vida de los seres humanos.


“En cambio, las almas de los justos están en las manos de Dios y no les alcanzará tormento alguno”, Sabiduría 3,1.
[…] el cual dará a cada cual según sus obras.
Romanos 2, 6
Llamado también de la memoria celestial, el ángel registrador se encarga de llevar un registro exacto de todos los pensamientos, sentimientos, palabras, omisiones y acciones de la humanidad, con los cuales, en nuestra vida, manifestamos la energía que Dios nos da. Y precisamente las vibraciones de esta energía que transformamos son recogidas por el ángel registrador y grabadas en planos invisibles.
Estas vibraciones son cambiantes, pues cada momento emitimos frecuencias distintas, pero todas están dentro de la gama de lo que se conoce como: bueno, regular y malo, en realidad oscilaciones altas, medianas y bajas. Según la teoría de la reencarnación, de acuerdo con el registro de cada individuo será su futuro, pues tendrá cuerpo, oportunidades, tareas, misión y final de vida, correspondientes a lo generado en la existencia que concluye. A partir de esta información, se selecciona país, familia, espacio, ventajas y desventajas, apoyos y obstáculos con los que viene al mundo cada ser humano. De la misma manera, existe un registro de las vibraciones emitidas por el planeta, en general, y por cada nación, ciudad, pueblo, etcétera, que son la suma de la forma en que piensa, siente, habla y actúa la población de cada grupo.

Los archivos celestiales o registros akáshicos
La palabra akasha o akasa proviene del sánscrito y significa “espacio, éter, cielo luminoso”, etcétera. Cuando se habla de registros o anales akáshicos, significa el espacio donde se archivan permanentemente impresiones o recuerdos de cada uno de los pensamientos, sentimientos, palabras y obras de toda la humanidad. Todo lo que sucedió, sucede y sucederá en el tiempo en el mundo físico. El ser humano manifiesta la vida con pensamientos, sentimientos, palabras y acciones; cada uno de estos factores produce una vibración que afecta a la materia; es decir, durante la vida se emiten energías (de pensamientos, sentimientos, palabras y acciones) que forman una impresión en la materia o sustancia conocida como akasha que, una vez grabada, semeja una cinta cinematográfica, pero mucho más real, precisa e impresionante; lo que explica el hecho de que así perciben estos registros las personas que han tenido una experiencia cercana a la muerte. Los seres que supervisan estos archivos son conocidos como los ángeles registradores. Al frente de todos está el ángel director, conocido como ángel de los registros.
Los ángeles registradores también se conocen como lipikas, palabra también derivada del sánscrito que significa “escribientes divinos”. Ellos son los registradores celestes, “que anotan cada palabra proferida y cada acción ejecutada por el hombre mientras vive en esta tierra”. Son los registradores o cronistas que impresionan en las invisibles tablas de la luz astral, “la gran galería de pinturas de la eternidad”; un registro fiel de cada acción y aun de cada pensamiento del hombre, de todo cuanto fue, es o será en el universo fenomenal. Estos ángeles lo registran todo en un lienzo divino, conocido como el libro de la vida del ser. Hoy se está llegando a la conclusión que es en el agua que contiene nuestras células donde se guardan las vivencias del ser humano (ver capítulo 4 de este libro).
Estos ángeles pesan los actos de cada personalidad en el momento en que se efectúa la separación definitiva de sus principios en el plano astral y, de acuerdo con la teoría de la reencarnación, “suministran al hombre el molde de su cuerpo etéreo futuro, molde ajustado a las condiciones kármicas que han de formar el campo de su próxima vida”. Los ángeles registradores, desde la pasiva mente universal proyectan en la objetividad el plan ideal del universo, sobre el cual los constructores reconstruyen el cosmos después de cada pralaya.[10]
La majestuosa presencia del ángel de la memoria o de los registros cósmicos está más allá de nuestra percepción. Con la finalidad de tener un pequeño vislumbre de su grandeza, podremos imaginarlo como un esplendoroso ser vestido con túnica blanca y un suave manto amarillo, confundido con su brillantísima y celestial aura color dorado que se extiende por todo el espacio donde realiza su función.
En sus manos lleva un libro que representa la vida del individuo, donde están anotados todos sus pensamientos, sentimientos, palabras y acciones. Nada escapa a su minuciosa supervisión, pues registra cada idea, suspiro, deseo, anhelo, así como el esfuerzo destinado a desarrollar los talentos con que hemos nacido, para hacer realidad los sueños de crecimiento positivo que llegaron a partir de corazonadas, percepciones, revelaciones, etcétera. El ángel escribe sin discriminación cada logro y hecho, cada una de las actividades que llevamos a cabo para desarrollarnos y renunciar a un apego, a una adicción, a fin de compartir los momentos felices y tristes.
Todo se registra, por pequeña que haya sido la ayuda que dimos a otros, la moneda que con indiferencia soltamos en las sucias manos del limosnero, las palabras dichas sin sentimiento, pero que produjeron consuelo, las acciones que realizamos porque nos sentimos obligados, en fin, todo aquello que otro percibió como amor de nuestra parte. De la misma manera, también con profunda minuciosidad registra cada pensamiento afectuoso dirigido a otros, cada oración que fervorosamente elevamos hacia los cielos pidiendo por los demás, cada sentimiento de compasión, amor y solidaridad hacia terceros, cada acción realizada para procurar consuelo, paz, apoyo, sustento y protección a los necesitados. Allí tiene guardado todas las veces que ejercitamos la tolerancia, la paciencia, la humildad, la honradez, la justicia, la imparcialidad, la ternura, la nobleza, etcétera.
En esa lista está anotada nuestra noble entrega a una causa justa, nuestros sacrificios, nuestra búsqueda espiritual y abnegación a Dios, Nuestro Padre. Sin embargo, con la misma aparente frialdad, el ángel lleva un control exacto de todas las veces que se alteró el orden de Dios, cada pensamiento turbio y sentimiento egoísta, de intolerancia, crítica, rencor, juicio erróneo, odio, codicia, lujuria, incomprensión; cada acción que contravino la armonía divina, cada ingratitud y momento en que explotamos sin tratar de controlar nuestro temperamento, nuestras impaciencias, beligerancias, prepotencias, resentimientos, etcétera. Cada vez que se dejó de ayudar a otros por negligencia, indiferencia o egoísmo; las veces, inclusive, que estando en nuestras manos solucionar situaciones que traerían bienestar a otros y desaprovechamos la oportunidad por descuido, flojera, desinterés o irresponsabilidad.
El registro correspondiente a la vida de cada ser humano que guarda el ángel de la memoria es el mismo que se conserva en el átomo simiente que llevamos en el corazón y fielmente registra todas nuestras actividades mentales y sentimentales, y cada vez que ejercitamos nuestra voluntad para llevar a cabo una acción. Todo está fielmente retratado en esta cápsula de nuestra vida personal. En condiciones normales en el mundo físico no tenemos acceso a esta información de manera tan precisa y detallada, porque esta información no se registra en el cerebro. Pero cuando dejemos este mundo y nos enfrentemos al examen de conciencia, no existirá ninguna presión porque, de antemano, nos habremos preparado mediante la asistencia de los seres de luz y tendremos una visión muy clara de todo aquello que corresponde a la energía que transformamos con nuestra existencia.
En el mundo tridimensional, la parte de la memoria que registra el cerebro y a la que tenemos acceso puede no corresponder a la realidad; pero en ese momento conocido como el de la verdad –precisamente porque todo lo que presenciamos es veraz– no nos engañaremos con circunstancias externas y veremos las cosas como en realidad las llevamos a cabo. En ese momento, todo se percibe con una claridad desconocida para el ser humano, mientras experimenta la vida en el mundo físico.
Según la teoría de la reencarnación, cada ser está conformado por lo que se guarda en estos recuerdos cósmicos. Nadie puede escapar a lo que está registrado. Todo aquello que posee hoy el individuo responde a lo que guardó en una vida previa. Estos recuerdos forman su conciencia y en cada vida se le proyectan para que continuamente busque perfeccionarse. Se dice que pasajes de este registro pueden interpretarse astrológicamente a partir de la lectura de la luna y sus aspectos en el momento de nacer cada individuo.

Los ángeles conducen al alma hacia los planos de luz. Hay que orar por los difuntos a fin de que reciban más asistencia angelical.

A nivel grupal, este ángel registra con exactitud todo lo que forma la conciencia de una familia, un pueblo, una ciudad, un país, un continente, un mundo. A partir del resumen de sus actividades se estructuran costumbres, tendencias, cultura y espíritu de cada grupo en cuestión. Lo que vive un grupo corresponde a la historia de su pasado. De esta forma, si en el presente goza de condiciones propicias, éstas se deben a merecimientos anteriores; pero si por tener un lugar especial en la historia actual abusa del poder, el futuro de ese grupo corresponderá a lo que violenta en la actualidad.
En los reinos inferiores –mineral, vegetal y animal–, también actúa el ángel de los registros, pues la evolución de cada uno responde a las experiencias del mismo ser humano, quien entre sus funciones está la de compartir amorosamente todo con los otros reinos. Si una especie dentro de ellos no armoniza con el crecimiento del ser humano, deberá ser transformada; así, su aspecto actual desaparecerá, como se ha visto con algunas especies en el pasado.
Cuando llega el momento de la muerte de un individuo, las experiencias relacionadas con la existencia que termina son percibidas en el instante conocido como recapitulación de los hechos (la cual se explicará más adelante). Estas vivencias quedan registradas simbólicamente en un libro que el ángel de la memoria presenta al ángel de la justicia.[11] Este ángel pesa su corazón, es decir, el átomo guardado allí, y da la orden para que el ser sea encaminado hacia el lugar de purificación que le corresponde.
Recapitulación de los hechos, visión panorámica de la vida y examen de conciencia
Os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres darán cuenta en el día del juicio.
Mateo 12, 36
Cuando el ser abandona el cuerpo físico, entra a la experiencia conocida como recapitulación de los hechos: la historia de su vida aparece como si corriera una veloz película proyectada sobre una especie de pantalla mental, donde cada uno de sus pensamientos, sentimientos, palabras y actos son presentados con increíble precisión. Todo, hasta lo más pequeño, aparece con asombrosa exactitud. Se dice que éste es un proceso único, donde contamos con el auxilio de nuestro ángel guardián, quien desde el quinto cielo o plano causal asiste al ser para que éste perciba lo que hizo con la oportunidad que acaba de concluir.
Cuando concluye esta visión panorámica, el alma se separa de los planos material y etérico, y su conciencia se fija en un subplano del plano astral, donde comienza el proceso conocido como examen de conciencia. Ahí se siente juzgado, aunque en realidad su propia alma está frente a él, y parece escuchar de su propio yo las temibles preguntas: “¿Qué has hecho con tu vida? ¿Cómo aprovechaste la oportunidad que se te dio? ¿Hiciste algo por los demás?” En este trascendental momento, nadie escapa a lo que realmente es. Es el momento de la verdad, cuando el individuo sabe con claridad que sólo él es responsable de su vida, sus actos y sus desórdenes sensoriales, de lo que disfrutó o padeció. En este momento, llamado lúcido por la claridad que aniquila temporalmente la ignorancia, los apegos, los enojos y demás, son asumidos por el ser que no puede buscar pretextos o excusas para su indolencia o actos irresponsables.
En el Libro tibetano de la muerte, esta experiencia es llamada “el amanecer de la luminosidad o claridad”, o la “luz clara”. Este momento, contrario a lo que se puede pensar, no es la luz definitiva a la que llegará el alma. Sólo es un instante en que el cuerpo mental superior muestra su gloriosa belleza, no opacada por nada para que tengamos una percepción infalible. Es el resplandor de sabiduría de nuestro espíritu que majestuoso se manifiesta ante nosotros y nos permite comprender la razón de nuestra existencia. Cuando se percibe todo con esta celestial claridad, se entiende el remordimiento: cuando se lleva una existencia inútil, se malgasta una vida, no se ha ayudado al prójimo y, al contrario, se ha hecho daño a otros.
Al morir, todas las personas pasan por la experiencia del resplandor celestial, pero no todas están preparadas para su intensidad: por lo general su reacción es de temor. Así que de manera instintiva a veces se apartan de su brillo. Por esta razón es tan necesaria la oración por los difuntos; existen novenas y rezos especiales para asistir al alma que se va y se acerque a la luz; para que no tenga miedo y se sumerja en esa excelsa claridad que está ante ella.
En el Libro tibetano de la muerte y en el Libro egipcio de la muerte, se dan instrucciones al ser para que no pierda el camino y no desaproveche la oportunidad de entrar en la grandeza celestial, que le espera dentro de la luz. De hecho, las vendas con que se envolvían a los muertos en Egipto simbolizaban el ropaje de luz o cuerpo espiritual, que manifestaba el ser una vez en el mundo espiritual. Representaban un deseo fervoroso de que el ser estuviera ya listo, con el ropaje adecuado, para sumergirse en la luz.
Una vez que el ser pasa por el instante de la luz clara y ante el ángel de la justicia, es atraído magnéticamente hacia el plano astral, llamado también mundo emocional, mundo de los deseos o purgatorio. Ahí es donde deberá deshacerse de las moléculas astrales que forman el nuevo cuerpo que alberga su conciencia. La estancia en este lugar sirve para purgarlo de apegos, debilidades, bajos deseos, anhelos egoístas, vicios, adicciones, odios y todo aquello que produjo dolor en otros. Según la vida que llevó, será el subplano del astral al que llegará, donde sufrirá lo que sufrieron a quienes afectó con sus acciones.
Todo este proceso de purificación forma un estado propicio para que el ser haga un análisis de lo realizado para perjudicar a otros, de las injusticias que cometió; entonces, deberá sufrir de manera idéntica. También comprenderá que aquellos pensamientos, sentimientos y actos que dañaron a otros, pero que en vida logró rectificar a través del perdón y el servicio por medio de oraciones, acciones caritativas, apoyo emocional, fueron purificados antes de morir, por la que no sufrirá por ellos.
Aunque en ¡Morir sí es vivir!, en el capítulo titulado “Nuestros cuerpos y las diferentes dimensiones”, se hace una relación de cómo reunimos las capas de partículas astrales, a manera de recordatorio, subrayo que todos los seres humanos estamos rodeados de las partículas que cada quien colorea con su forma de ser. Estas partículas tienen nuestra marca por la forma en que expresamos la vida a través de nuestros pensamientos, sentimientos, palabras y acciones. Si los pensamientos son de angustia, depresión, odio, rencor, crítica, intolerancia, ira, las partículas tendrán vibración densa; si son pensamientos de amor hacia los demás, de comprensión, tolerancia, generosidad, compasión, las partículas tendrán una vibración alta. Estos elementos permanecen alrededor de cada persona y su cuerpo astral los recoge. Los cuerpos de vibración densa forman manchas en el cuerpo astral, que pueden purificarse cuando se emiten partículas de vibración alta.[12]
Cuando se practica el bien continuamente, se producen tantos elementos purificadores que el cuerpo espiritual brilla más; es decir, el cuerpo astral se va purificando en vida cuando el individuo emite la luz que aniquila las moléculas densas. Pero si muere sin eliminarlas, deberán ser desalojadas en los espacios intangibles conocidos como plano astral o purgatorio. Después de la recapitulación y antes de ser atraído hacia el lugar que le corresponde, la acción del ángel de la justicia se manifiesta, porque él determina, de acuerdo con los registros, hacia qué subplano gravitará el ser. La duración en los diferentes subplanos del purgatorio o del plano astral es determinada por el ángel de la justicia, con base en el resultado de lo que vivió el individuo.[13]
Como vimos anteriormente, el alma deberá pasar por los espacios de los que tiene partículas encima, que debió soltar en la existencia que acaba de abandonar. Primero dejará la capa molecular del subplano más denso, correspondiente a los actos brutales, sentimientos turbios, ansias egoístas, deseos pasionales –si los tuvo–. O bien, irá al subplano que sigue, según lo que deba purgar. De esta forma, cada vez irá pasando por uno menos denso que el anterior.
Mientras se está dando la purificación en cada subplano, el ser sufre lo que sufrieron las víctimas de sus actos y sentimientos egoístas; y en tanto vive esto, estará haciendo un examen de conciencia, analizando minuciosamente lo que aprovechó o desaprovechó mientras duró su estadía en el mundo material, los actos que causaron efectos negativos en otros, todo aquello que hizo incorrectamente y omitió por flojera, negligencia o irresponsabilidad. En cada subplano deberá permanecer hasta drenar las impurezas, deshacerse de las películas o capas astrales que le correspondía purificar y no hizo en vida; sustancias todas que se fueron formando con apegos, deseos y ansias incorrectas, experimentados durante su existencia física.
De esta manera, su alma comenzará a manifestar su pureza, al liberarse de la basura astral que nubla su verdadera esencia. Para llegar al mundo celestial o plano causal, ya no podrá tener elementos correspondientes a los planos inferiores. Según la teoría de la reencarnación, las almas que lleguen a este plano habrán soltado las partículas inferiores que sólo corresponden a la vida que acaba de concluir. Sin embargo, cuando comience su preparación para un nuevo nacimiento, se le dará una porción de karma negativo acumulado para purgar en la próxima encarnación, y otra porción de karma positivo para servirle de apoyo. Esto sólo ocurre en los casos de seres muy evolucionados, ya que los menos desarrollados no llegan al quinto cielo y vuelven a encarnar con el karma que les corresponde, pero trayendo además muchas moléculas densas de la vida que terminó. Esto explica por qué tantos niños y jóvenes manifiestan tendencias criminales en sus primeros años, pues traen átomos astrales que debían agotar en los planos de purificación. No obstante, no hay suficiente tiempo para ellos porque el planeta ya está vibrando de manera más acelerada, por lo que se ven impulsados a volver pronto para saldar las cuentas que tienen pendientes en el mundo físico.
En cuanto a vosotros, ¡oh justos!, os juro que en el cielo los ángeles recuerdan ante el trono del Todopoderoso vuestra justicia, y vuestros nombres están escritos ante el Altísimo.
Libro de Enoc CIII, 1
Esperad pues y no os dejéis abatir, pues vosotros gozaréis de una dicha igual a la de los ángeles, y en el día del juicio no tendréis que temer ninguna condenación.
Libro de Enoc CIII, 3
Para ilustrar los dramáticos momentos que experimenta el ser cuando abandona su cuerpo físico y los instantes cruciales al realizar el examen de la existencia que deja, recomendamos el libro La vida más allá de la sepultura de Hercilio Maes. Sin embargo, para quienes no tengan la oportunidad de obtenerlo, aquí transcribimos el relato que hace Atanagildo a la hora de su muerte, que consideramos describe con claridad algunos aspectos relacionados con el tema de este título:
Atanagildo se encuentra lleno de angustia cuando oye al doctor decirle a su madre: “Ha dejado de existir.” Intenta hablar con el médico para aclararle que aún está vivo, pero a pesar de todos los esfuerzos no puede ni mover los ojos ya que los párpados le pesan como plomo; se siente imposibilitado y con los sentidos aguzados se da cuenta de todo lo que está sucediendo junto a su lecho: la agitación de los presentes, los comentarios, llantos, reclamos y hasta el roce más suave lo escucha multiplicado. Cuando su madre se acerca sollozando y le dice que él no podía irse porque aún era muy joven, se inquieta sobremanera y trata de hablarle, pero los intentos son vanos:
“Sentí el dolor inmenso y atroz que le corría por el alma, pero yo me encontraba ligado a la materia rígida, sin poder transmitirle la más débil señal para aliviarla con la sedativa comunicación de que aún me encontraba vivo. En seguida llegaron vecinos, amigos y tal vez algún curioso, pues lo presentía y les captaba el diálogo, aunque todo me ocurría bajo extrañas condiciones comunes del cuerpo físico. Me sentía a veces suspendido entre las márgenes limítrofes de dos mundos misteriosamente conocidos, pero terriblemente ausentes. En ocasiones, como si el olfato se me agudizase nuevamente, presentía el vaho del alcohol que se usaba para la jeringa hipodérmica… Todo esto sucedía en el silencio grave de mi alma, porque identificaba los cuadros exteriores, así como no conseguía comprender con exactitud lo que me estaba sucediendo; permanecía oscilando continuamente, como si estuviera padeciendo una mórbida pesadilla. De vez en cuando, por fuerza de esa agudeza psíquica, el fenómeno se invertía. Entonces me veía centuplicado en todas las reflexiones espirituales, y paradójicamente me reconocía mucho más vivo de lo que era antes de la enfermedad de que fuera víctima.
“Durante mi existencia terrena […] había desarrollado bastante mis poderes mentales a través de los ejercicios […] por eso en aquella hora […] conseguía mantenerme en actitud positiva, sin dejarme esclavizar completamente por el fenómeno de la muerte física […] Apostado entre dos mundos tan antagónicos, sintiéndome en el límite de la vida y de la muerte, guardaba un vago recuerdo de todo aquello que me había ocurrido […] De pronto, otro sentimiento angustioso se me presentó y logró dominarme con inesperado temor y violencia; fue algo apocalíptico que, a pesar de mi experiencia mental positiva y control emotivo, me hizo estremecer ante su fuerte evidencia. Me reconocía vivo, con la plenitud de mis facultades psíquicas. En consecuencia, no estaba muerto ni vivo o libre del cuerpo material. Sin duda alguna, me hallaba sujeto al organismo carnal, pues esas sensaciones tan nítidas sólo podían ser transmitidas a través de mi sistema nervioso. Mientras que el sistema nervioso estuviera cumpliendo su admirable función de relacionarme con el ambiente exterior, yo me consideraba vivo en el mundo físico, aunque sin poder actuar, por haber sido víctima de algún acontecimiento grave. No tuve más ilusiones; supuse que había sido víctima de un violento ataque cataléptico, y si no me despertaba a tiempo sería enterrado vivo. Ya imaginaba el horror del túmulo helado, los movimientos de las ratas, la filtración de la humedad de la tierra en mi cuerpo y el olor repugnante de los cadáveres en descomposición. Pegado a aquel fardo inerte, que ya no atendía a los llamados aflictivos de mi dirección mental y que amenazaba no despertarse a tiempo, preveía la tétrica posibilidad de asistir impasible a mi propio entierro.
“En seguida, una nueva y extraña impresión comenzó a inundarme el alma; primeramente se manifestaba como un aflojamiento inesperado […]; después, un reflujo coordinado hacia dentro de mí mismo, que me dejó más inquieto y me señalaba como culpable de algo. Sí, no exagero al considerar el fenómeno que me ocurría, tenía la impresión de estar volviendo a la inversa […] todos los pasos de mi existencia. Los acontecimientos se desenvolvían en mi mente como una vivísima proyección cinematográfica. Se trataba de un increíble fenómeno, donde eran proyectados todos los movimientos más intensos de mi vida mental, los cuadros se superponían, retrocediendo, para después esfumarse, como en las películas, cuando determinadas escenas son sustituidas por otras más nítidas. Yo decrecía en edad, rejuvenecía, y mis sueños fluían hacia atrás, alcanzando los orígenes y los primeros bullicios de la mente inquieta. Me perdía en aquel ondular de cuadros continuos y gozaba de euforia espiritual, cuando veía actitudes y hechos dignos, cuando actuaba con ánimo heroico e inspirado por sentimientos altruistas. Sólo entonces pude avalar la grandeza del bien; me espantaba que una sublime sonrisa de agradecimiento […] o la minúscula dádiva que había hecho en fraternal descuido, pudiesen despertar en mi espíritu esas alegrías tan infantiles […] Identificaba la moneda donada con ternura, la palabra dicha con amor, la preocupación sincera para resolver el problema del prójimo o del esfuerzo realizado para suavizar la maledicencia dirigida hacia el hermano descarriado. Aun pude ver con cierto éxtasis algunos actos que practiqué con renuncia, porque sabía humillarme a favor del adversario necesitado de comprensión espiritual. Si en aquel instante me hubiera sido dado retornar el cuerpo físico y llevarlo nuevamente al tráfico del mundo terreno, aquellas emociones y estímulos divinos habrían ejercido tal influencia sobre mi alma, que mis actos futuros justificarían mi canonización después de la muerte física. Pero en contraposición, no faltaron tampoco los actos poco delicados y las estupideces […] Sentí de pronto que las escenas se me tornaban acusadoras, refiriéndose a las actitudes egocéntricas […] por los bienes materiales […] por la figura ridícula de la superioridad humana. También sufrí por mi descuido espiritual […] No era propiamente una acusación dirigida […] La proyección cinematográfica continuaba fluyendo en mi tela mental […] En tan corto espacio de tiempo pude revivir los principales acontecimientos de mi última existencia […] Al poco tiempo se reconfortó mi ánimo y me volví algo indiferente con respecto a la situación grave en que me encontraba, pues había comprobado en mí mismo la inmortalidad o la sobrevivencia indiscutible del espíritu, lo que disipó un tanto el temor de sucumbir, aun frente a la horrorosa probabilidad de ser enterrado vivo […].”
Cuando nos encontremos ante la sala del juicio o el salón del examen de conciencia, la asistencia que recibiremos siempre será silenciosa, pues son momentos tan importantes que se nos prepara dulcemente para que toda nuestra atención esté compenetrada con la experiencia que debemos vivir. Realmente en ese momento no habrá jueces ni nadie que nos condene, pues de una manera misteriosa adquirimos una extraordinaria coherencia y nos responsabilizamos por la forma en que condujimos nuestra vida. Comprendemos cuál debe ser el lugar al que nos acercaremos y no hay forma de oponerse ni quejarse, pero con un conocimiento pleno somos atraídos al espacio que tiene la vibración de las partículas que nos rodean. En el caso de un individuo que ha llevado de forma irresponsable su vida, esto no significa que no sentirá un gran dolor al ser atraído hacia un espacio de vibración baja, sino que la vorágine es tan fuerte que no podrá oponérsele. Pero hay algo que debemos tomar en cuenta durante toda la vida: no es necesario angustiarse por “el qué pasará”, sino llevar una vida correcta y cuidar nuestros pensamientos, sentimientos, palabras y acciones y, sobre todo, recordar que existen ángeles de Dios que están junto a nosotros, listos para conducirnos con amor por la vida y enseñarnos a crecer en compasión, tolerancia, paciencia y servicio a los demás. Nunca es tarde, hoy podemos empezar a recibir esta asistencia celestial. Respira profundamente y eleva un pensamiento al mundo espiritual, piensa en tu propio ángel guardián y pídele su asistencia.
En esos días los ángeles descenderán a los lugares escondidos, y todos los que hayan contribuido a los crímenes serán reunidos en el mismo lugar
Libro de Enoc XCIX, 1
No temáis nada, almas de los justos; antes bien, esperad con calma y seguridad el día de vuestra muerte, como un día de justicia. No lloréis en absoluto por el hecho de que vuestras almas desciendan con tristeza y amargura a la morada de la muerte, ni por el hecho de que en esta vida vuestros cuerpos no hayan recibido la recompensa que merecían vuestras buenas obras, mientras que, en cambio, los pecadores triunfaban durante los días de vuestra vida, pues he aquí que se acerca para ellos el día de la execración y de los suplicios.
Libro de Enoc CI, 6
El ángel de la justicia es delicado y vergonzoso y manso y tranquilo. Así pues, cuando quiera que éste entrare en tu corazón, al punto habla contigo sobre la justicia, sobre la castidad, sobre la modestia, sobre la templanza y sobre toda obra justa y sobre toda virtud gloriosa.
Cuando quiera que todas estas cosas vinieren a tu mente, conoce que el ángel de la justicia está contigo. He aquí pues, las obras del ángel de la justicia.
Cree, por tanto, a éste y a sus obras.
El pastor de Hermas
Como vimos anteriormente, después del examen de conciencia, el ser es conducido ante el ángel de la justicia, quien con celestial serenidad, sin ofrecer recompensas ni castigos, permite que cada uno por sí mismo comprenda cuál debe ser su destino siguiente. Este ángel de inconmensurable belleza, con profundo amor y comprensión, permite que en ese momento cada ser perciba la magnitud de la verdadera ley de justicia y reconozca la calidad vibratoria de las partículas que le rodean (correspondientes a pensamientos, sentimientos, palabras y acciones que formaron el patrón habitual de su vida) y deben conducirle de manera directa hacia el lugar que le corresponde para purificarse.

El que obre la injusticia recibirá conforme a esa injusticia:sin excepción de personas.
Colosenses 3, 25
Ángel de la justicia divina
Porque es necesario que todos seamos puestos al descubierto ante el tribunal de Cristo, para que cada cual reciba conforme a lo que hizo durante su vida mortal, el bien o el mal.
II Corintios 5, 10
Podremos visualizar al ángel de la justicia como un ser de luz de proporciones celestiales, con una espada en alto que empuña su mano derecha y una balanza en la mano izquierda, si intentamos captar su esplendorosa imagen. Este ángel representa la verdad y la justicia; su imponente imagen semeja la de san Miguel Arcángel. Esta celestial figura continuamente nos envía pensamientos de crecimiento espiritual, de necesidad de cumplir amorosamente con las leyes de Dios para merecer virtudes, gracias, talentos y situaciones favorables en nuestra vida personal, familiar y grupal.
Si prestamos atención a estos susurros angelicales, adquirimos conocimiento, sentimos la necesidad de transmitir y compartir la comprensión a la que llegamos: que las Leyes divinas siempre han estado a nuestra disposición. Cuando tomamos responsablemente las riendas de nuestra vida, sin buscar culpables por el resultado de nuestras flaquezas, comprendemos que Dios es amor y sólo amor envía a todos los seres humanos y al planeta, en general. De esta forma, puede penetrar en nuestro ser la necesidad de ayudar a los demás. Nada nos ha ocultado nuestro Padre Celestial, nos ama profundamente y ha mantenido a nuestro alcance la oportunidad de conocer las razones supuestamente misteriosas de las cosas que suceden en el mundo.
Al conocer las leyes, comprendemos que no hay ninguna situación caótica en nuestra vida ni en el mundo, debido a acciones indescifrables ejecutadas sólo porque Dios así lo desea, porque no existe tal injusticia divina. La voluntad de Dios es que conozcamos la verdad para estar más cerca de él, sin pensar que es un Dios incoherente que a unos les da a manos llenas y a otros los limita en todo. Es un Dios de amor, pero también es un Dios de justicia, porque sus leyes están hechas para que el ser humano, al respetarlas de manera continua, reciba gracias, dones y milagros; pero cuando se contravienen, de forma aparentemente mecánica, reaccionan produciendo lo que se percibe como obstáculos y desgracias.
Para representar al ángel de la justicia, podremos imaginar a un ser glorioso, como un guerrero con una espada de fuego en la mano derecha y una balanza en la izquierda. Este ángel con dulzura infinita acompaña al ser en el momento crucial de enfrentarse al resultado de pensamientos, sentimientos, palabras y acciones que realizó en la vida que acaba de concluir y por la que se encuentra ante el tribunal de su propia conciencia. Este celestial ser no premia ni castiga, sólo conduce al ser a analizar lo que ha derivado de la vida que acaba de experimentar.
Esta gran ley de amor, conocida como la ley cósmica de acción y reacción, es de comprensión y justicia celestial. No es una ley de castigo ni de odio que deba aceptarse con ignorancia. Es la ley que compensa nuestros actos. Una vez que aprendemos cómo funciona, conoceremos la verdad: que Dios no castiga, sólo da amor. Aprenderemos a conocer la importancia de respetar las leyes celestiales y lograremos una vida feliz, sin reclamos ni sentimientos de impotencia ante la inexistente injusticia divina. Sabremos que Dios, nuestro amantísimo padre, jamás ha enviado a un tentador, un espíritu inmundo para probar nuestra fortaleza. Sino que Satanás y sus entes diabólicos son seres que alguna vez tuvieron espíritu, pero por soberbia y desobediencia continua a Dios perdieron su eternidad y ahora vagan y se sustentan artificialmente cerca de las esferas terrenales, porque el ser humano lo permite.[14]
Aprenderemos a amar total y completamente a nuestro padre y sabremos por qué es importante amar al prójimo y desear para él lo mismo que deseemos para nosotros. Entenderemos que no podemos andar por capricho cometiendo barbaridades que transgreden la ley, porque nada hecho al ejercer nuestro libre albedrío queda impune. A todo, de manera automática, se aplica la ley. Nada es ajeno a Dios, quien por medio de sus celestiales mensajeros tiene al planeta con la humanidad desarrollándose de acuerdo con sus santos designios.
La función del ángel de la justicia no se limita al ser humano, sus ángeles laboran en todo el universo. De ellos depende que cada especie en nuestro planeta sea conformada por las moléculas que vibren en la frecuencia correspondiente. Ellos supervisan que todo en el mundo esté en armonía con lo que la persona o grupo ha generado. Vemos su acción desde el instante en que se inicia el proceso de fecundación para formar los cuerpos, las familias, el ambiente y las circunstancias de cada individuo, a nivel personal y a nivel planetario en los distintos reinos, continentes, naciones, grupos, según la energía que para tal fin procura la humanidad. En todos los casos, las situaciones se arreglarán de acuerdo con la calidad de los factores que mencionamos continuamente: pensamientos, sentimientos, palabras y acciones.
La función del ángel de la justicia está ligada a la forma en que la humanidad utiliza la energía de vida que Dios le da. Con imparcialidad, con aparente inmisericordia, hace que a cada quien llegue que lo que le corresponde.
En efecto, todos hemos de comparecer ante el tribunal de Dios
(Romanos 14:10).
Y Miguel, uno de los arcángeles, me tomó de la mano, me levantó y me condujo al santuario misterioso de la clemencia y de la justicia.
Libro de Enoc LXX, 4
Porque el hijo del hombre ha de venir en la gloria de su padre, con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta.
Mateo 16, 27
En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de lo alto no puede ver el reino de Dios.
Juan 3, 3
Todo lo que Dios, Nuestro Padre, nos envía son emanaciones de amor, salud, tolerancia, armonía. El que camina emanando lo mismo, es decir, el que manifiesta amor, serenidad, armonía, bondad, compasión, tolerancia, de manera directa disfrutará una vida de felicidad, amor, armonía, y más, porque las partículas que conforman su campo electromagnético no se contrapondrán con las que manda Dios. Él no nos envía castigos ni sufrimientos; éstos resultan del choque que produce el campo electromagnético de una persona que emite rencor, intolerancia, crueldad, maldad, contra las celestiales emanaciones de amor que provienen de Dios para bendecirnos.
El pecado (de peccarum, que significa “peca en la piel, mancha”) significa las partículas densas, negras que se incrustan en el cuerpo astral de las personas que se oponen a las bendiciones de Dios. Estas manchas del cuerpo astral con sus emisiones vibratorias salpican al aura.
Los ángeles están junto a nosotros siempre, conocen las energías que brotan de nuestra alma, saben lo que continuamente estamos produciendo, aun cuando la oscuridad de nuestros errores estorba la luz que necesitan para acercarse más; cada vez que pensamos en ellos, invocando su celestial asistencia, responden de inmediato. Si alguna vez no percibimos su respuesta inmediata, es porque a veces es necesario que pasemos por cierta pesadumbre para soportarla con valor y descargar mucha energía condensada negativamente a nuestro alrededor, a causa de vivencias pasadas como ira, impaciencia, depresión, coraje, envidia, chismes.
Los ángeles siguen las instrucciones divinas, jamás se imponen, jamás nos demandan ni reclaman; nunca tratan de coartar nuestra voluntad, nos inspiran con absoluta entrega fraternal y amor a Dios, para que día a día encontremos el camino hacia nuestro hogar. Ellos nos infunden sabiduría para que sólo la voluntad de Dios obre en nosotros y logremos una evolución más ágil y perfecta. De esa manera, comenzaremos a ser verdaderos instrumentos de Dios y podremos dar apoyo y fortaleza a los demás cuando esta etapa cíclica se vuelve tan necesaria.

Un individuo que emana odio, rencor, crítica, autocompasión, tiene un campo electromagnético opuesto a la esencia de Dios, que es amor, paz, tranquilidad. Ese individuo recibirá descargas que se interpretan como desgracias, porque las vibraciones egoístas no pueden mezclarse con el amor.

El individuo que camina por la vida sembrando amor, tolerancia, armonía, compasión –virtudes que comparten la misma esencia que conforma las bendiciones de Dios–, disfrutará armonía y tranquilidad, porque está fluyendo con la energía que le envía Dios.

El ángel de la vida

La muerte no existe. Si es preciso una imagen con forma corpórea para representar tridimensionalmente a esta excelsa figura angelical, debemos recordar que su símbolo responde a la vida. Podemos imaginarlo como una visión de fulgores tan brillantes y belleza tan magnífica que nuestros ojos espirituales deberán estar ejercitados por medio de la entrega devocional, el fervor y el éxtasis divino de amor a Dios, para tener un pequeño vislumbre de su celestial inconmensurabilidad. Podremos visualizarlo con sus manos extendidas hacia delante ofreciendo la simbólica luz de nuestra esencia espiritual, de la chispa divina, de la llama eterna que pugna por mostrar su esplendidez en el fondo de nuestro corazón.
Los ángeles de los registros

Los ángeles de los registros acompañan al ser para que tenga una visión íntegra de la existencia que acaba de completar. Cuando se ha llevado una vida noble, éste es un instante de suprema dicha.
El ángel registrador
El ángel registrador es conocido también como el ángel de la memoria, de los archivos akáshicos, de los recuerdos, etcétera. Su divina presencia puede representarse como un celestial ser de extraordinaria belleza y majestuosidad, que despliega una grandiosa aura que abarca todo el espacio donde desarrolla su actividad. Este ángel guarda fielmente todos los sucesos, las experiencias y las circunstancias que conciernen a cada ser humano. El libro que porta representa la historia de la vida de cada individuo, y es allí donde se registra cada pensamiento, sentimiento, anhelo, deseo, emoción y cada palabra y acción que realiza.
El ángel de la justicia

Para representar al ángel de la justicia podemos imaginar un ser glorioso, como un guerrero con una espada de fuego en la mano derecha y una balanza en la izquierda. Es el ángel que con dulzura infinita acompaña al ser en el momento crucial de enfrentarse al resultado de pensamientos, sentimientos, palabras y acciones realizadas en la vida que acaba de concluir y por la que se encuentra ante el tribunal de su propia conciencia. Este celestial ser no premia ni castiga, sólo conduce al ser para analizar lo que ha obtenido de la vida que acaba de experimentar.
El ángel del nacimiento

La imagen del ángel del nacimiento puede describirse como la gloriosa figura del arcángel san Gabriel, quien con celestial dulzura conduce todo el proceso de la formación del cuerpo del bebé en el vientre materno. Es asistido por los ángeles que trabajan con él. Nuestra madre celestial rige sobre este acontecimiento.
En el momento de la muerte, el individuo que en vida se acercó a Dios y se preparó para el mundo espiritual recibe la asistencia de los ángeles que lo conducen a presenciar lo que ha generado en la vida que acaba de terminar.

El ángel de la justicia da a cada persona lo que merece de acuerdo con la forma en que usa la energía de vida que Dios le dio. Con imparcialidad, con inmisericordia, hace que llegue a cada quien lo que le corresponde.

Las obras del ser humano se pesan a la hora de la muerte
Y si llamáis Padre a quien, sin distinción de personas, juzga a cada cual según sus obras, conducíos con temor durante el tiempo de vuestro destierro.
I Pedro 1, 17
A partir de la grabación de la vida del individuo, que como relámpago pasa ante su visión etérica en el momento de morir, el ángel de la justicia, auxiliado por la información del ángel de la memoria o de los registros, conduce al ser hacia la región que le corresponde. Después del examen de conciencia, el ser será atraído hacia un espacio compuesto por partículas iguales a las que trae encima.[15] Mientras vive el individuo, todas sus vivencias son fotografiadas y registradas en el átomo permanente localizado en el corazón; a partir del resultado de este archivo, procede el ángel de la justicia. Todo este proceso es percibido por el individuo como si se hallara sumido en una mística y serena estupefacción, en un extraño estado de aceptación, donde lo que observa es claro y comprensivo para él, que está al descubierto y nada puede ser debatido. Ve su vida a través de una pantalla que semeja los cuadros que forman los rollos de una película.
Hay quienes, debido a experiencias cercanas a la muerte o a revelaciones místicas, describen estos cuadros con ranuras semicontinuas arriba y abajo, como si correspondieran al engranaje de los negativos en las cámaras fotográficas. Sobre estos espacios van apareciendo las escenas que muestran todas las experiencias del individuo. Desde el momento de su muerte hasta la infancia, pasan imágenes ante él como un relámpago, aunque el indiviuo las percibe hasta en el más mínimo detalle.
Esta experiencia sucede cuando el cuerpo etérico aún está junto al físico, con su conciencia en el plano etérico, donde por lo general permanece cerca de tres y medio días de nuestro tiempo terrenal, hasta que es roto el cordón de plata que une a los cuerpos etérico y astral. Después, el ángel recoge el resultado de las vivencias y de acuerdo con la calidad de su vibración, el individuo es atraído hacia una región cuya frecuencia es igual.
La labor del ángel de la justicia se simboliza con la balanza que sostiene en su mano, donde en uno de sus platillos tiene un ser que vibra claridad y en el otro uno que se cubre el rostro avergonzado ante el panorama de la existencia que acaba de dejar. Ambos representan al mismo ser: el primero indica que el alma no tiene partículas que la opaquen, representa las obras buenas que recoge el alma; el otro se asocia a las capas de partículas astrales que por ser más pesadas hacen que ese platillo de la balanza descienda.

Yo, Dios, exploro el corazón […] para dar a cada cual según su camino, según el fruto de sus obras.
Jeremías 17, 10
El ángel del nacimiento
A través de la historia, a este celestial emisario de Dios, cuya función es crear formas nuevas para cada ciclo de vida, se le ha representado como un glorioso ángel venciendo a un dragón. Lejos de la realidad histórica de los ángeles y de san Miguel Arcángel, a quien se asocia con esta imagen,[16] en una simbología el ángel representa al espíritu del hombre, y el dragón figura el cuerpo material con todas sus limitaciones, que deben ser vencidas y sublimadas, porque sólo así el individuo podrá elevar su conciencia para llenar el grial del alma (cuerpo causal). La columna vertebral es representada por la lanza hundida en las entrañas del dragón, de las que brotan sangre y fuego. La columna vertebral indica la voluntad y la fuerza que se deberá emplear para vencer el apego a la materia. Dominar al dragón significa destruir las limitaciones que la materia impone al alma, para nacer a la verdadera vida.
Los ángeles del nacimiento también trabajan en los distintos reinos de la naturaleza, porque supervisan la elaboración de todas las formas en que se manifiesta vida. En la actualidad, cuando la conciencia del ser humano se ha elevado y comprende la importancia del cuerpo para realizar las funciones del alma, la imagen del ángel del nacimiento corresponde a la del arcángel san Gabriel, que se presenta con las blancas flores de las virtudes para señalarnos que deberán adornar nuestra alma. San Gabriel anuncia los nacimientos, es el ángel encargado de la estructuración del cuerpo del bebé en el vientre materno.
Nacimiento: ¿cómo se forma el cuerpo
del bebé en el vientre materno?
El Señor me engendró al principio de sus obras, desde el principio, antes que crease cosa alguna. Desde la eternidad tengo yo el principado, desde antes de los siglos, primero que fuese
hecha la tierra. Todavía no existían los abismos, y yo había nacido; aún no habían brotado las fuentes de las aguas. No estaba sentada la grandiosa mole de los montes, ni aún había collados, cuando yo había nacido. Antes que hubiera creado la Tierra, los ríos y los ejes del mundo. Cuando extendía él los cielos, estaba yo presente; cuando puso una bóveda sobre la faz del abismo. Cuando establecía allí en lo alto las regiones etéreas y fijaba los manantiales de las aguas […].
Proverbios 8, 22, 28
El ángel del nacimiento inspira a los padres para que tengan los más elevados ideales al desear un hijo, pues para el cumplimiento del plan de Dios deberán nacer seres cada día más evolucionados, almas más adelantadas que puedan guiar a la humanidad hacia el fin insigne y glorioso que le espera.
Hoy los padres deberán estar conscientes de que los hijos que traen al mundo conducirán a la humanidad al cumplimiento de su destino divino: crecer en amor noble y libre de maldad y egoísmo. En la literatura mística, se asientan ciertas descripciones sobre lo que transcurre durante la formación del cuerpo del bebé en el vientre materno. Aquí he recopilado datos al respecto, incluyendo la cronología descrita por un gran vidente y un ser de extraordinarios méritos espirituales, quien nos narra ese maravilloso proceso de la gestación, haciendo referencia a la presencia de los ángeles durante la construcción de los cuerpos del bebé y la manifestación de nuestra Madre Santísima en los últimos meses antes del alumbramiento.
Se investigó un embarazo, donde los futuros padres se prepararon continuamente a través de meditaciones, oraciones, visualizaciones, pensamientos y actitudes elevadas para recibir amorosamente a su hijo.[17]
Cuando se está formando el cuerpo del bebé, durante los primeros tres meses, los ángeles trabajan en la construcción de las formas, transportando las partículas para que se organicen cada uno de los cuerpos. De acuerdo con la teoría de la reencarnación, el ángel que dirige el proceso de la encarnación conoce a la perfección la totalidad de las vidas pasadas del bebé por nacer, conoce su karma y está relacionado con su alma. Desde el plano causal suministra al ángel encargado del cuerpo mental concreto, la información de las energías que le corresponden de acuerdo con el karma que debe agotar en la vida en la que pronto encarnará.
Este ángel supervisa que el cuerpo sea construido con la sustancia exacta a la vibración de lo que logró desarrollar mentalmente el ser en encarnaciones anteriores. Lo mismo sucede con el ángel del cuerpo astral y del físico. Cada ángel tiene otros ángeles que le asisten. El espíritu que encarnará está al tanto de la elaboración de los cuerpos conformados alrededor suyo, porque desde el primer instante está presente y en niveles espirituales aparece como un pequeño anillo de fuego que emite rayos, y a cuyo alrededor se construyen los cuerpos necesarios para que él pueda manifestarse en la materia. El espíritu trino vive en el centro de los cuerpos inferiores y les envía su energía. Vive en su cuerpo dentro del seno materno; si por circunstancias kármicas no se completa la gestación, o en caso de que se produzca un aborto inducido y es expulsado, deberá esperar una nueva oportunidad para manifestarse.
En el momento de la concepción, un destello de luz proveniente del mundo espiritual desciende hasta el espermatozoide y lo provee de la fuerza creadora.[18] De esta manera, el óvulo es fertilizado y el cigoto –la célula formada por la fusión del espermatozoide y el óvulo– recibe en el área que corresponderá al corazón una sutil conexión con la energía de vida que proviene del alma. Durante los primeros meses, este conducto es de color plata azulada con diámetro de aproximadamente 4 cm; a los cinco meses es de 6.50 cm, y se percibe con claridad cómo penetra el cuerpo de la madre por el costado izquierdo, ligeramente hacia atrás, entre las vértebras torácicas y lumbares; luego toca el chakra esplénico y desde allí se une a la cabeza del feto. A los seis meses y medio, este canal de vida mide unos 15 cm de ancho en la zona que une el cuerpo mental con el astral, y diez entre el etérico y el físico. A los ocho meses mide como 35 cm de diámetro, y el alma ya puede influir en el cuerpo mental, el astral y sobre el etérico, pero el físico aún no puede ser usado como vehículo separado.
Los ángeles realizan un trabajo científico con gran amor, profunda entrega y devoción. Cuando el ángel encargado de la construcción del cuerpo astral inicia su labor, reúne las energías necesarias para formarlo y al mismo tiempo deposita sus emanaciones de amor y ternura. Vela continuamente por el desarrollo de este cuerpo, con esmero y protección maternal, cubriéndolo con su propia luz y acunándolo con dulzura dentro de su celestial aura. Cuando la futura madre se entrega a meditaciones nobles, asiste a ceremonias religiosas, habla amorosamente con su bebé, pide la asistencia de nuestra Santísima Madre y la del arcángel San Gabriel, realiza acciones bondadosas ofreciéndolas para el bien del bebé, o se comunica mentalmente con su ángel y con el ángel del bebé, el espacio se llena de sutiles energías que aparecen como místicas luces que se compactan para que el ángel constructor defina con más armonía y belleza el cuerpo que está formando dentro del vientre materno.
Cuanta más energía proporciona la madre a través de pensamientos, sentimientos, palabras y acciones nobles, el ángel cubre más tiempo con su aura al futuro bebé. De esta manera, éste puede recibir más energías purificadas para fortalecer su cuerpo astral. De modo que a medida que se armoniza con el cuerpo físico, será más puro y tendrá menos partículas densas, porque de la madre depende en gran medida el cuerpo del bebé.
En planos más elevados, al mismo tiempo, el ángel del cuerpo mental lo construye con igual esmero, amor y atención. El cuerpo mental aparece como un ovoide opalescente con una abertura en la coronilla hacia donde desciende energía a través del luminoso conducto de vida que procede del cuerpo causal o alma. Dentro de este ovoide se ve la silueta del cuerpo humano, al que también desciende la energía de vida por su coronilla. Este cuerpo mental se halla dentro del cuerpo causal, coincidiendo en la zona de la coronilla donde se percibe al alma, que aparece como un conjunto de luminosas emanaciones de belleza indescriptible fluyendo continuamente en el cuerpo mental, unido de la misma forma con el astral, éste con el etérico y, al final, todos se perciben espiritualmente interconectados con el físico.
El ovoide en el que se encuentran los cuerpos no es hueco sino sólido, con partículas correspondientes a su plano, aunque a primera vista se ve como materia transparente con sus átomos moviéndose vertiginosamente. El ángel del cuerpo mental recibe la energía desde el plano causal y la transforma en átomos mentales con la adecuada vibración, en un proceso místico, para formar el cuerpo mental del bebé en gestación. Cuando la madre se dedica a la lectura de libros de superación en torno a conceptos espirituales o a la práctica del amor noble, altruista y libre de fanatismo, provee más luminosidad a la contraparte mental que cada vez define más su forma. En los casos en que tanto el padre como la madre oran y hacen meditaciones espirituales, las partículas que reúne el ángel son de tan extraordinario brillo que de inmediato se ve el cuerpo del bebé emanando refulgentes colores que se traducen en más atributos y en virtudes de mayor relevancia. De la misma manera, cada emisión lumínica de conciencia elevada que sale de la madre y del padre son transformadas por el ángel en grupos de partículas correspondientes a facultades intelectuales específicas que reunirá el ser. Esto se percibe también mediante colores más luminosos en el cuerpo mental en formación.
Para mantener estas partículas organizadas es esencial el pensamiento de la madre para la conexión sublime entre el feto y ella. Cuantos más fulgores mentales provienen de ella, más estabilidad y brillo se percibe en el aura mental del bebé, quien a la vez parece enviar un resplandor particular hacia el aura de la madre, que es seguramente esa luz especial que emanan las futuras madres conscientes, felices y agradecidas por el ser que crece en su vientre.
El ángel encargado de la construcción del cuerpo físico tiene el molde adecuado para cada una de las características resultantes de las actividades que realizó el ser en vidas anteriores, las cuales se acoplan a las que deberá manifestar en su próxima experiencia de vida. Algunas partículas que reúne el ángel tienen la vibración semejante a los átomos que conforman los cuerpos de los padres y antecesores biológicos; por lo que en el cuerpo del bebé aparecerán rasgos que reflejan este parentesco físico, aunque a veces predominen más características de uno de los dos, debido a las funciones que debe realizar el individuo y responden a su propio karma. Por ejemplo, un ser que en vidas anteriores llevó a cabo tareas físicas o practicó algún deporte o ejercicio, en esta vida tendrá un cuerpo que refleje esas condiciones y la capacidad de dedicarse a las tareas propias de un cuerpo que con esos atributos se desarrolla. Lo mismo se percibe en una persona que lleva a cabo trabajos relacionados con la mente, con el arte, etcétera. Con base en su estructura física se deduce la capacidad del individuo, de allí que se practique la lectura de rostro y cuerpo para definir al individuo (estudio conocido como frenología o morfología).
Estas mismas tendencias y muchas otras del individuo quedan marcadas en las distintas partes de su cuerpo. Para un experto es relativamente fácil advertirlas, mediante las líneas de la palma de la mano, en la oreja, el iris del ojo, y demás. Todo ello influye en la construcción del cuerpo del bebé, también el ciclo en que el alma decide llegar al mundo, por lo que tendrá las características predominantes de los astros que rigen en el instante de su concepción, en especial el momento en que recibe el primer aliento del mundo físico. Ya que en ese preciso instante se imprimen los aspectos planetarios en el átomo correspondiente y el ser recibirá esas influencias durante toda su vida y las procesará a partir de su estado de conciencia. Esto explica también por qué cada individuo refleja básicamente las características morfológicas del signo que asciende (conocido como ascendente) en el momento de su nacimiento.[19] Todo el proceso de la formación del cuerpo del bebé es llevado a cabo por los ángeles constructores, sobre los cuales se percibe una celestial figura que supervisa amorosamente su trabajo. A este divino ser se le relaciona con san Gabriel Arcángel, quien a la vez es dirigido por nuestra Madre Celestial.
A medida que se desarrolla el cuerpo del bebé en el vientre materno, el alma va abarcando más espacio y aumenta el tamaño del vientre de la madre y los niveles intangibles crecen asimismo en los cuerpos sutiles, que reciben una cantidad mayor de energía. A pesar de ello, no se puede explicar tridimensionalmente la manera en que están unidos los cuerpos, porque parece como si existiera cierta superposición del más elevado respecto al siguiente hacia abajo. Pero con el fin de poder transmitir una idea de su composición, podría decirse que son como cuerpos encimados. El cuerpo mental ya mide a los ocho meses alrededor de un metro cuarenta centímetros, apareciéndose cada mes con más fulgor y luminosidad. En esta fase, los átomos de los cuerpos mental y astral vibran más velozmente, y sobresale el cuerpo astral del bebé desde los hombros de la madre hasta la mitad de sus piernas. El ángel encargado del cuerpo astral del bebé se ve detrás de la madre, procurando cuidado y amor al bebé, mientras se concentra en la formación de su cuerpo.
Durante este proceso se observa al ángel cubriendo a la madre con sus dulces emanaciones. En este ciclo se percibe una celestial presencia que tiene las características de una bella doncella que emite suaves fulgores de color blanco, azul, rosado, amarillo y verde. Ella es una amorosa Virgen, Nuestra Madre celestial, que vela por la madre y el niño; a medida que se acerca más el momento del parto, atrae a más ángeles que le sirven y acompañan en esta etapa. Ella está pendiente de los cambios emocionales y mentales de la madre, y procura mitigar sus temores y dudas; constantemente la cubre con sus bendiciones, y cuando la madre emite pensamientos de amor, ella las incrementa con su propia emanación.
Cuando falta aproximadamente una hora y media para el nacimiento del bebé, los ángeles constructores ya no son percibidos, ahora los encargados del proceso del parto se manifiestan. Y, al mismo tiempo, la gloriosa presencia de Nuestra Madre se distingue con mayor claridad de lado izquierdo, inclinada sobre la madre en actitud de profunda ternura y protección. En estos momentos, se percibe toda la habitación cubierta con una esfera protectora dentro de un ambiente de paz y amor, mientras la madre y el niño reciben las bendiciones y la asistencia del cielo. En el momento del alumbramiento, la presencia de la Virgen es más notable; una vez nacido el bebé, su imagen va volviéndose translúcida conforme pasa el tiempo y luego se retira.
Recordemos que el espíritu está presente desde el momento de la concepción, cuando se une al área que será el corazón en el cigoto. A los tres meses, mediante el hilo de vida, ya está completamente unido al cerebro, irrigándolo con la energía necesaria para mantener organizado su cuerpo mental.[20] A los cuatro meses, se percibe una emanación que semeja una raíz muy sutil, la cual al quinto mes llega a la garganta y se ramifica. Luego, a medida que su luz es recogida por el ángel, él la compacta en moléculas físicas que despliega sobre el cuerpo físico. En esta etapa, el cuerpo astral ya se relaciona con el físico y el etérico.
Parte de la sustancia que va conformando al embrión sigue fluyendo a través del plexo solar de la madre, aunque también recibe la energía pránica con la adecuada vibración[21] –de acuerdo con el molde ya delineado con precisión. Los ángeles colocan esta energía en la zona adecuada para definir el cuerpecito. Todo este trabajo se realiza en niveles invisibles, porque las partículas que maneja el ángel vibran a una frecuencia que no puede percibir el ojo humano: sólo se ve su efecto a medida que va creciendo el embrión, pareciéndose cada vez más al molde que se encuentra situado en la matriz de la madre. Hay una constante actividad en todos los niveles –físico, etérico y astral–, pues existen centenares ángeles asistiendo. Mientras transportan la energía –rayitos de luz fosforescente–, como luminosas partículas que se acomodan en su lugar, a veces en el interior y a veces en la parte externa del cuerpecito que parece un bebé translúcido visto sobre luz blanca.
Las corrientes de fuerza accionadas por ciertos sonidos vibratorios son atraídas hacia esta forma fetal. Mientras se conforma el cuerpecito del bebé, la mayor parte de su energía se observa en la zona correspondiente al plexo solar del etérico, de donde se distribuye para el desarrollo del cuerpo físico. A medida que se completa el cuerpo del bebé, se distinguen diferentes series de vibraciones unidas a las anteriores, así como distintos ángeles que se acercan para conformar los variados órganos y apéndices en el cuerpo. En el sexto y séptimo meses hay mayor actividad en todos los planos, pues ya se percibe la actividad de los chakras en el cuerpo del bebé. El astral puede recibir de forma más objetiva los impactos externos, lo que explica la desarrollada conciencia que manifiestan algunos seres cuando en vida son conducidos hacia momentos para referir sus sentimientos, en terapias conocidas como regresiones, renacimiento o rebirthing.
Todo este proceso mágico se lleva a cabo mientras se escucha espiritualmente una suave nota que, como delicado murmullo, procede del átomo permanente. Este sonido se une a la vibración que produce el constante movimiento de los espíritus de la naturaleza que vibran al unísono, porque es ésta la frecuencia que, de acuerdo con las indicaciones del ángel de la justicia, deberá aplicarse para construir los cuerpos. Esta vibración conforma una especie de esfera de protección para que la formación del bebé llegue a buen término. Esta maravillosa sincronización puede ser interrumpida por situaciones relacionadas con el karma o por factores externos, como los señalados en el párrafo siguiente.
Mientras están en construcción, todos los cuerpos del bebé pueden ser alterados, lo cual dependerá de la influencia que ejerce la madre; si lleva una vida conflictiva, la energía que emite influirá en alguno o en todos los cuerpos. Sin embargo, si se esmera por mantener moderación en todos los aspectos, se alimenta sanamente, no ingiere alcohol ni fármacos perniciosos, se aparta de vicios y adicciones, busca asistencia celestial y procura rodearse de armonía, ello repercutirá favorablemente en el bebé.
En los lugares densamente contaminados, en especial si existen energías que provienen de la brujería, rituales negros o cualquier cosa que produzca mala vibra, como música heavy metal, rock pesado o canciones donde de forma subliminal o abierta se invoca a las fuerzas del mal, esto afectará de modo negativo al bebé, ya que los ángeles que construyen sus cuerpos no pueden envolverlos con su luz de protección y quedan durante mucho tiempo a merced de las influencias de entidades nefastas, que después podrán afectar su vida, conduciendo al niño hacia situaciones que alterarán la armonía en su entorno y en su existencia. En caso de vivir en un ambiente medio, sin mayor contaminación y sin espiritualidad, el resultado son niños con indiferencia al mundo espiritual y tendencias materialistas, etcétera, porque los que construyen sus cuerpecitos son seres que vibran en la frecuencia del material que se emplee, tanto a nivel mental como sentimental y físico. Naturalmente, todo esto es parte de su karma, ya que en el momento de seleccionar a los padres, ellos tendrán una conciencia, elevada o no, de acuerdo con los merecimientos del esfuerzo realizado en vidas anteriores del ser que nacerá.
Cada oportunidad de vida es un reto que debemos superar, sin importar si hemos sido asistidos armoniosamente o no por nuestros padres biológicos. Hay ocasiones en que el alma elige padres que no le apoyarán, o lo harán de manera limitada, precisamente porque su karma le señala que existe la necesidad de independizarse de la influencia externa para desenvolverse. Por eso, a veces, se ven personas que después de un nacimiento no deseado y de una infancia terrible, con limitaciones y sin muestras de cariño, sin quejarse ni regodearse en el sufrimiento, han logrado realizarse como seres dedicados a sembrar amor y semillas de superación para los demás. Si el karma es propicio, muchas emociones y sobresaltos de la madre serán amortiguados por el ángel constructor para que no influyan en el cuerpo del bebé. De acuerdo con lo anterior, podemos resumir que en la formación de los cuerpos del bebé influyen: las emanaciones provenientes de la madre y las partículas pránicas con frecuencia vibratoria apropiada que, cuando son reunidas por los ángeles constructores de los cuerpos, reciben luz de amor y eternidad del alma, lo que permite que cada célula física lleve implícita la chispa eterna.
Importancia de los pensamientos, los sentimientos y las acciones de la madre del bebé por nacer
Todo lo que pensamos, lo que sentimos y lo que nos sucede afecta el código genético de nuestro ADN, que transmitimos a nuestros hijos en su cuerpo físico. Todas las emociones traumáticas o accidentes físicos que afectaron a nuestros ancestros pueden repercutir en nuestro cuerpo. Lo ideal sería que llegaran al mundo sólo seres cuyos padres tuvieran pensamientos, sentimientos y acciones nobles, pero como vivimos en una era de materialidad, conflictos, separación del conocimiento esencial y alejamiento de la espiritualidad, es bastante improbable que esto pudiera suceder. No obstante, hay que esforzarse para lograr la superación espiritual, y compartir con otros la preparación previa al encargar el bebé. Es muy importante que los padres purifiquen sus pensamientos antes de procrear; pero en especial la madre, porque el bebé está unido a ella mediante el cordón umbilical, y a medida que va creciendo en su vientre percibe y se alimenta de sus pensamientos y emociones.
Como vimos anteriormente, los ángeles que amalgaman las partículas que formarán el cuerpo del bebé toman el material etérico del cuerpo de la madre, y si tiene condensados elementos correspondientes a pensamientos depresivos, de angustia, temor, rencor, etcétera, el resultado se verá en el cuerpo que se está construyendo dentro del vientre materno. Por ello, es tan necesario que la futura madre esté en buenas condiciones de salud y que sus pensamientos sean puros y elevados, por lo que debe permanecer lejos de cualquier tipo de turbulencias que pudieran alterarla. Se comprende también la necesidad de rodearse de colores y formas armoniosas y que se relacione con sucesos agradables. Cuando hay discusiones, conflictos, pleitos, donde participa la madre, la energía que procede de estas circunstancias, invariablemente afecta al pequeño.
En la antigua Grecia, había lugares especiales para rendir culto a la belleza física, para que la madre en espera pudiera contemplar las maravillosas esculturas, con el fin de que el hijo tuviera las mismas características físicas. En la actualidad, cuando se ha llegado a la comprensión de la importancia del mundo espiritual, la petición debe ser –aparte de que el bebé tenga un cuerpo sano, agradable y completo– que sus dones espirituales sean tan elevados que su presencia en el mundo material sirva para engrandecer la obra de Dios ayudando al prójimo.
¿El cuerpo físico de cada persona es casualidad?
Ya de niño era yo de buen ingenio, y me cupo por suerte una buena alma.
O mejor, siendo bueno, tuve también un cuerpo sin mancha.
Sabiduría 8, 19-20
A partir de la teoría de la reencarnación, antes de que llegue el momento en que el espíritu tome un cuerpo para manifestarse en el mundo material, una vez que el individuo termina su paso por el astral donde habría llegado para soltar las partículas kármicas que no desalojó en la vida recientemente abandonada, se le presenta el molde del cuerpo etérico que le corresponde, según el karma nuevo, para su próxima vida terrestre.
Los cuatro grandes seres disponen la proporción de los elementos que se requieren para la función que debe cumplir esa alma en una próxima vida, tomando en cuenta los merecimientos del individuo. Este molde es únicamente del individuo, no puede ser ocupado por ninguna otra alma, pues cada una tendrá la cantidad y calidad de elementos en el cuerpo, conforme a lo generado por su personalidad en las vidas anteriores.
No existen casualidades, no cabe la idea de que si se hubiera nacido antes o después se tendría un cuerpo mejor o peor. La manera en que se seleccionan las condiciones en que el ser deberá nacer a una nueva experiencia son cuidadosamente cronometradas como sigue: el ángel de los registros, quien vigila la evolución de cada alma, presenta al ángel de la justicia el libro del alma, que contiene la recopilación de las vidas previas. El ángel de la justicia determina la forma, condiciones y características para un nuevo nacimiento, según la información que contienen las tres simientes que el ángel extrajo del corazón del ser a la hora de terminar su existencia previa.
Para decirlo de otra manera: cuando el ser fallece, se pesa su corazón (simbolizado en los misterios de Osiris), y a partir de esta información grabada en los archivos akáshicos, procede el ángel del nacimiento, quien desde esta etapa preside el ciclo que comprende: desde la concepción hasta el alumbramiento del bebé.
La concepción es un proceso místico tan extraordinario que, de acuerdo con los anales antiguos, es necesario que sea del conocimiento de toda la humanidad, para que comprenda que nada se deja al azar, sino que todo se lleva a cabo siguiendo directrices espirituales determinadas por nuestro Padre Celestial. De esta forma se explica que cada ser humano llega en el momento preciso, y no por casualidad. Antes de la concepción hay cinco pasos que se deben llevar a cabo:
1. Se le muestran al ser las condiciones que corresponden a las experiencias que le tocarán vivir. Recibe la asistencia de su ángel guardián.
2. El alma, en preparación para su próxima encarnación, recibe los tres sonidos o vibraciones que, una vez pronunciadas, harán que las partículas apropiadas comiencen a reunirse para formar los cuerpos mental, astral y físico. En el momento en que el alma emita estos sonidos, se harán presentes tres ángeles que, de acuerdo con las tradiciones místicas, trabajan directamente para nuestra madre santísima y con el arcángel san Gabriel. Estos ángeles dirigirán el proceso de reunir las moléculas que conformarán cada uno de los cuerpos, según los datos proporcionados por el ángel de la justicia.
3. El ángel del nacimiento emite una nota vibratoria que llega al cuerpo causal o el alma, indicándole que el momento de encarnar está próximo. En ese instante se lleva a cabo la inseminación, cuando el espermatozoide del hombre se une al óvulo de la mujer.
4. Cuando el alma escucha esta nota, acepta el mandato divino y pronuncia otro sonido celestial, cuya vibración produce, al unísono, el movimiento de tres corrientes etéricas (ver rubro núm. 2) de frecuencias semejantes a cada uno de los tres átomos simientes, los que de inmediato se convierten en el centro alrededor del cual se arremolinan las substancias para conformar cada cuerpo temporal. Desde este instante, el alma está unida al cuerpo que se procrea, pero está sumergida en un silencio misterioso mientras permite que los tres ángeles con sus colaboradores se encarguen de organizar las moléculas de sus cuerpos. En el instante en que el alma emite los sonidos místicos, el ángel que conforma el cuerpo físico del bebé entra directamente al vientre de la mujer, madre física del alma que encarnará, y comienza a atraer alrededor del átomo simiente, que corresponde al cuerpo físico, las partículas adecuadas al molde que por merecimientos anteriores, le ha presentado el ángel de la justicia. El ángel que construye el cuerpo astral utiliza la sustancia a que se hizo acreedor el ser según sus deseos y emociones que aparecen en el libro de su vida. Este cuerpo no se fabrica completamente sino que en el transcurso de la vida, el individuo lo va completando. Aquí cobra importancia la educación que recibe el niño, el énfasis que sus padres –o quienes representan la imagen materna o paterna– le ponen a la necesidad de desarrollar virtudes, talentos, etcétera, y de controlar las bajas pasiones y las emociones desmedidas. De esta manera, si trae gérmenes de amor puede aprender a desarrollarlas más y a anular los que pudiera traer negativos. El cuerpo físico es el más importante para descargar karma, por lo que se comprende la importancia de seleccionar adecuadamente los padres para que puedan transmitir las características físicas que requiere el individuo para cumplir con la función que le toca en la vida a la que llega.
5. Instantes antes del minuto exacto del alumbramiento, el ángel guardián, al servicio del alma que pronto llegará al mundo físico, pronuncia otro sonido divino para establecer su unión en el momento en que la madre da a luz. Aunque en ese instante no se percibe la magnitud de dicho acontecimiento, porque el alma se reviste de materia densa y su belleza queda oscurecida, el momento del parto es glorioso, pues una chispa divina llega al mundo con una función específica: traer luz a la humanidad.
En ese instante, la madre se convierte en la deidad que ha traído al mundo a un hijo de Dios, a un nuevo ser que lleva la chispa divina, la esencia de la divinidad que deberá desarrollarse bajo sus maternales cuidados. La fecundación, la gestación, la sustanciación y el parto, convierten a la mujer en co-creadora directa con nuestro Padre Celestial, porque a semejanza del macrocosmos que continuamente crea Dios, ella da a luz a un universo microcósmico, a un ser que deberá cumplir con su misión divina: crecer en amor, traer esperanzas al mundo mientras sirve con nobleza y desinterés a sus semejantes, “Dios dijo: haya la luz, y hubo luz” (Génesis 1: 3), y este milagro de la creación, la repite cada madre cuando da a luz.
¿En qué momento entra el espíritu en el cuerpo del embrión?
Antes de que yo te formara en el seno materno te conocí; y antes de que tú nacieras te santifiqué, y te destiné para profeta entre las naciones.
Jeremías 1: 4
El espíritu entra en el embrión desde el momento que se vivifica, desde el instante en que queda embarazada la madre. Él es quien da la vida al embrión, quien le da su calor y se mantiene unido al cuerpo del bebé, mientras éste crece en el vientre materno. En el primer momento, se conecta a la zona que corresponderá al corazón, y a medida que se estructura más la porción que corresponde al cerebro, allí se ancla el extremo del hilo de vida asociado con la mente. El espíritu está totalmente incorporado al feto a través de la corriente dual, desde el momento en que tiene forma, aunque antes está conectado a las contrapartes sutiles.
Según la sabiduría antigua, mientras un ángel o elemental está formando el cuerpo en el vientre materno, el espíritu está siempre con el embrión. Desde el momento del embarazo, durante la sustanciación del feto, en el nacimiento y durante la existencia física en la Tierra, el espíritu permanece con el cuerpo. Por eso es que el cuerpo tiene vida, porque la vida es el fuego interno y eterno que le habita. Cuando el espíritu, fuego eterno o chispa divina se retira, se enfría el cuerpo –a esto lo llamamos muerte– y el cuerpo se convierte en cadáver.
Esta chispa divina o llama vive en el centro de cada ser humano, de ahí que se diga que el cuerpo es el altar del espíritu. Sin embargo, aunque la chispa viva en el centro y use la sangre como su vehículo, está con su conciencia en el inconmensurable plano de nuestro padre celestial. Cuando el feto muere en el vientre materno, el alma se separa; pero mientras tiene vida, es habitado por el espíritu. Cuando se piensa que el feto no tiene espíritu, es porque se mantiene la idea errónea de que el espíritu sólo ocupa una porción del cuerpo. En realidad cuando tratamos de conocer la composición de las partículas animadas de los cuerpos del hombre, se comprende que el espíritu de cada ser humano está en cada una de sus células; si se extrae una célula de un feto, ya tiene incorporado cada una de las siete contrapartes, incluyendo, por supuesto, el espíritu. El espíritu de cada ser se incorpora a sus células de una manera mística y oculta desde el instante de la concepción.
Comprender la forma en que se lleva a cabo este proceso va más allá de nuestros sentidos físicos. Vivimos momentos muy críticos donde es fácil convencerse de que lo incorrecto es correcto, si se adapta a nuestras expectativas; pero con todo, algo se ha logrado si consideramos que en 1545 se cuestionaba si la mujer tenía o no alma.
El alma en los cuerpos del hombre
El espíritu con el alma se conectan con el futuro bebé desde el momento de la fecundación, de otra forma no tendría vida el producto que se conforma. Así como nos queda muy claro que un niño pequeño tiene alma, de la misma manera la tiene el bebé en el vientre de la madre, desde el instante de la concepción, aunque no puede manifestarse por completo en su cuerpo físico, sino hasta que el niño tenga entre cuatro y siete años. A partir de esa edad, el alma está interconectada con el cuerpo denso. Sólo cuando el feto deja de tener vida, es cuando no está allí su alma. Cuando nace el bebé, las partículas de sus cuerpos no están perfectamente armonizadas entre sí, por eso vemos que un bebé no coordina sus movimientos cuando es muy pequeño.[22]
Cuando ha nacido el bebé, la cortina etérica que separa la visión de los planos intangibles aún no está conformada por completo; por esto vemos que los bebés parecen reírse con figuras invisibles cuando enfocan su vista espiritual y distinguen figuras celestiales ya conocidas y amadas. En algunas ocasiones, perciben seres desagradables, por eso a veces parece que lloran por algo que quienes los rodean físicamente no pueden distinguir.
La estructuración del velo etérico, aunque se completa alrededor del año y medio hasta casi los siete años, puede considerarse completamente tejido, por lo que hasta esa edad más o menos muchos niños perciben planos superiores con compañeros de juego invisibles. Es común que cuando esos niños les cuentan a los adultos de ellos, son juzgados como fantasiosos y se les prohíbe referirse a tales temas, y así poco a poco van perdiendo los dones de clarividencia que manifestaban. Además, se ven obligados a guardar sus experiencias, y con el tiempo ellos mismos creen que todo se lo imaginaron, cuando en realidad, en efecto, algunos niños tienen la capacidad de percibir otros planos bloqueados para buena parte de los adultos. Estos espacios son visibles para casi todos los niños, aunque son los primogénitos quienes hablan más de ellos, porque como en general no conviven con compañeros de su edad, prestan más atención que sus hermanitos al mundo sutil donde se manifiestan los amigos invisibles.
Alrededor de los 14 años, el alma atrae la atención del cuerpo astral. Se dice que en esos años es cuando toma posesión, aunque en realidad allí está desde que se estructuró el cuerpo astral. Esta manifestación produce una conmoción en el individuo percibida por quienes lo rodean y traducida como rebeldía o dificultad para ajustarse bien a las normas de la sociedad. Muchas veces los psicólogos detectan dichos efectos en el individuo de esa edad, pero no suelen relacionar la causa con esta manifestación del alma en el cuerpo astral.
Entre los 21 y 25 años, el alma envía más emanaciones de conciencia al cuerpo mental. A esta edad, el individuo ya debe responder a los requerimientos del alma; saber la diferencia entre lo correcto y lo incorrecto, y optar por lo primero. Por lo general, a esta edad, el individuo evolucionado espiritualmente responde a la voz de su alma, y lo manifiesta con interés por las cosas espirituales.
Se vive otra conmoción entre los 35 y los 42 años, cuando la conciencia se comunica con la personalidad –formada por la unión de los cuerpos inferiores–, y ésta ya puede responder a los impulsos del alma.
Durante los años siguientes debe existir una gran relación entre el alma y la personalidad, la cual debe continuar en armonía hasta alrededor de los 56 o 63 años, cuando sobreviene otra conmoción o crisis. Al llegar a esta edad, se conocerá si el alma decide continuar usando el vehículo de expresión hasta la vejez o si comenzará a sustraerse. Los signos de vejez o achaques que se presentan en todos los cuerpos son indicativos del proceso de retirada que inicia el alma.
El aborto
Aléjate de causas mentirosas, no quites la vida al inocente.
Éxodo 23, 7
Cuando se practica un aborto voluntario, aparte del dolor físico que produce, se arroja al alma de la envoltura que había dispuesto para su uso en una vida. Y este acto, en las conciencias más desarrolladas, invariablemente producirá angustia, cargo de conciencia y depresión, porque las madres que abortan siempre intuyen la gravedad del acto, aunque hayan actuado por impulso, presión externa o necesidad.
La práctica del aborto ha sido condenada desde el principio de la historia de la humanidad, ya que se considera un asesinato no permitido bajo ninguna forma. Aunque la decisión humana indique que es conveniente privar de la vida a un ser porque así lo deciden los que ejercen ese poder, esto no los exime de las consecuencias del uso indebido de su libre albedrío.
Naturalmente, si se analizan algunos casos con detenimiento, puede comprenderse el deseo de interrumpir una vida. Sin embargo, incluso en las situaciones donde en apariencia se podría considerar válido arrebatar su vehículo a un alma, de todas maneras, en menor o mayor grado, según las circunstancias involucradas, habrá que responder por ello. Los seres humanos estamos aquí para crecer en armonía, y si algo interrumpe ese equilibrio en nuestra vida, es necesario analizar por qué ha sucedido. Lo que es importante tomar en cuenta es que ningún ser humano es dueño de nada, todo es de Dios, tanto lo material como lo espiritual. Nadie es dueño de su cuerpo, éste es sólo un instrumento del alma; y si se priva de su vehículo material a un alma que tiene la oportunidad de llegar a la Tierra para desarrollarse, es una responsabilidad a la que nadie querrá enfrentarse cuando llegue el momento de pasar el umbral de la muerte.
En la actualidad se arguye que la mujer es dueña de su cuerpo y puede decidir abortar si cree que el ser que se desarrolla en su vientre puede estorbarle en su vida. Esta forma de pensar no corresponde a la realidad porque sólo Dios es dueño de todo lo que anima el universo. Tan obvio es que no tenemos poder sobre la vida que cuando llega el momento de la muerte, aunque insistamos en permanecer con nuestro cuerpo material, cuando el alma ha decidido partir, no hay poder humano que pueda retenerla. De la misma manera, el cuerpo que crece dentro de la madre tampoco es de ella, es un don que Dios le da al alma para que pueda encontrar la oportunidad de desarrollarse en la Tierra, ya que esto es requisito para dominar los planos inferiores. Así, la mujer ha sido bendecida por nuestro padre con la gracia de portar los cuerpos nuevos que se forman. Cuando se aborta, se rechaza este encargo de Dios y además se priva al alma de la oportunidad de llegar al mundo a crecer y pasar por las pruebas que necesita vivir.
Desde antes de la concepción, el alma que debe llegar al mundo sabe que el cuerpo que usará comenzará a formarse en el vientre de la mujer que, junto con los seres que nos guían, ha seleccionado para ser su madre. Como expresamos en ¡Morir sí es vivir!, en el capítulo “Nuestros cuerpos y las diferentes dimensiones”, la simiente raíz es colocada en la cabeza triangular del espermatozoide del que será el padre biológico del ser que nacerá. Cuando éste se une al óvulo de la madre, se produce la fertilización, momento desde el cual el alma entra al feto que se estructura. A partir de entonces el ser depende de la madre para que se conforme el cuerpo con las características necesarias para cumplir con la función que le corresponde de acuerdo con los designios de Dios.
Antes de los tres meses de formado el infante, el alma ya está arraigada en el vehículo donde se expresará en el mundo material. Si por decisión del alma no se concluye la formación del infante en el vientre materno y es interrumpido por causas naturales o espontáneas, por diversas situaciones particulares –pueden encontrar respuestas dentro de la teoría de la reencarnación–, este tipo de aborto indica que la madre no tiene ningún poder sobre el ser que se forma en su vientre, ya que si así fuera, podría prolongarle la vida por su voluntad.[23] También puede ser que se trata de un ser separado de la madre, por lo que atentar contra su vida es asesinato, y aunque lo puede hacer la madre, no debe hacerlo, porque interrumpe una vida y falta al orden divino. Asesinato –en todos los casos– es privar a alguien de un cuerpo, porque la vida sólo es de Dios. Cuando se asesina un cuerpo mediante el aborto, la vida continúa, lo único que sucede es que ya aparece en los registros eternos, con nombre y señas particulares: otro asesino.
Aun cuando las causas del embarazo fueran terribles y el aborto provocado fuera necesario –como en el caso de una violación–, es difícil encontrar una autoridad espiritual que apruebe el aborto, porque se sabe que es un asesinato; cualquier ser humano que esté dispuesto a invertir unos minutos al pensamiento, llegará a la misma conclusión. Existen testimonios de madres que reconocen que, gracias a no haber abortado cuando fueron violadas salvajemente, ahora gozan de un hijo (o hija) que llena todas sus expectativas y tienen a su lado a un ser agradecido porque no se atentó contra su vida.
De acuerdo con la teoría de la reencarnación, cuando el resultado de una violación sexual es un embarazo, el alma que se alberga en el cuerpo que se forma en el vientre materno, tiene lazos particulares con la madre, y, en algunos casos, lazos muy débiles con el padre. Naturalmente sí existen situaciones kármicas con ambos, las cuales deberán saldarse en esa vida que se inicia.
Parte del karma negativo del infante será arrastrar toda su existencia el hecho de que su cuerpo es producto de una agresión de su padre hacia su madre. El ser que se está formando no es responsable del acto del padre, sólo fue seleccionado para portar la simiente, tal vez a causa de ciertas cadenas kármicas y determinadas características físicas que se necesitaban para el cuerpo que debía usar en el mundo.
La afinidad o antipatía que existe entre algunos padres e hijos responde a vínculos en vidas anteriores. Aun cuando no se trata del resultado de una violación sexual, existen casos en los que el infante es repudiado brutalmente por la madre o por el padre, o en ciertos casos, por ambos. Esto, según la misma teoría, podría responder a vínculos en vidas anteriores. La madre que elige el nacimiento de su hijo triunfa sobre la agresión de la violación, es la prueba que vino a superar. Naturalmente que en un caso semejante triunfa el bien sobre el mal. En este caso, se trata de un alma evolucionada que decide manifestar amor en vez de violencia.
Cuando una mujer debe cargar con un infante enfermo o que padece ciertas deficiencias, es necesario que ella comprenda que –incluso en ese caso– se trata de un ser vivo, y que eliminarlo equivaldría a eliminar cualquier individuo enfermo o con deficiencias porque le es molesto. Sería una persona que no quiere cargar con alguien que le estorba. No es permisible andar por allí eliminando a quienes nos incomodan en la vida. Con todo ello, mi intención es señalar los hechos para que cada persona al proceder comprenda que nada justifica atentar contra una vida.
Un gran porcentaje de mujeres que recurrió al aborto ha manifestado después los mismos sentimientos incrementados que se tienen con la violación. El aborto acentúa la sensación de impotencia que vive con la violación y duplica el sentimiento de culpa por proceder en venganza contra la vida de un hijo. En la víctima de violación, el aborto conduce a un estado depresivo, pues es difícil para la madre reponerse del hecho de haber cometido filicidio. El recuerdo de este acto la atormentará siempre y, aunque conscientemente crea que se siente bien porque el antecedente lo justificaba, las consecuencias de tan ominoso acto se manifestarán de muchas maneras, tanto psicológicas como físicas.
Todos los seres humanos cometemos y seguimos cometiendo actos que alteran la emisión divina de las bendiciones de Dios, pero en el momento en que nuestra conciencia se eleva, es decir, cuando se dificulta vivir cargando algo negativo del pasado, en ese momento mentalmente podemos hablar con Dios y pedirle apoyo para buscar su perdón y a la vez perdonar.
En caso de haber participado directa o indirectamente en un aborto, se sugiere orar continuamente por el ser al que se le obstaculizó la oportunidad de venir al mundo físico, y buscar la ocasión de ayudar a niños discapacitados, a bebés abandonados, etcétera, o bien, participar en grupos que lleven este conocimiento a mujeres que, confundidas, buscan deshacerse del ser que crece en su vientre.
Acerquémonos a los ángeles y hablemos mentalmente con nuestro guardián celestial, él nos conducirá a encontrar la paz y la tranquilidad que sólo Dios puede darnos, pues no somos nada sin Dios. Nunca es tarde para comenzar, nuestro ángel nos espera con los brazos abiertos en el momento que nosotros lo decidamos.
La mujer no ha sido creada estéril, sin embargo, se ha privado de hijos con sus propias manos […] Todas estas malas obras serán manifiestas y ninguna de ellas podrá
sustraerse a la luz del día. No penséis ni digáis: mi crimen está escondido […] pues en el cielo se anota exactamente ante el altísimo todo lo que se hace en la tierra y todos los pensamientos de los hombres.
Libro de Henoc 96: 13, 16
Maldito aquel que acepta soborno para quitar la vida a un inocente. Y todo el pueblo dirá: Amén.
Deuteronomio 27, 25
Arcángel san Gabriel, patrono de los bebés por nacer y de recién nacidos
De acuerdo con los designios de nuestro padre celestial, hoy toda vida deberá ascender a un nivel más elevado, el arcángel Gabriel, junto con todos los ángeles de su hueste celestial, está laborando más activamente para traer seres de elevada conciencia que deberán ayudar en los momentos de transición.
El arcángel san Gabriel es el ángel de la anunciación, de la resurrección, de la misericordia, de la promesa, de la revelación; es el heraldo de las buenas nuevas. Rige sobre los nacimientos. Sus ángeles son atraídos hacia el ser desde el momento de su concepción, y guiados por él, estructuran el cuerpo del bebé en el seno materno. Él instruye al ser por nacer durante los nueve meses mientras se forma el fruto en el vientre de la madre. Durante el parto, su labor se acrecienta dando más apoyo al espíritu del que nacerá.
Las mujeres, que con pureza de ánimo desean un hijo, deberán acercarse al arcángel san Gabriel y pedir su asistencia, y durante todo el tiempo que dure el embarazo deberán visualizar a los ángeles de la pureza celestial, iluminados en dorado, estructurando el cuerpo en su vientre. Deberán unirse mentalmente con el arcángel Gabriel y pedirle que sea un espíritu evolucionado el que albergue en el cuerpo que él estructurará con los pensamientos de amor, sentimientos de ternura y actos de bondad que la madre del bebé por nacer proporcionará para tal fin.
Oración al arcángel san Gabriel
Tú que anunciaste a Nuestra Madre el nacimiento de Jesucristo, y la llenaste con la bendición divina, te ruego de acuerdo con la voluntad de Dios y en nombre de nuestro señor Jesucristo, la bendición para todas las mujeres que con pureza de alma desean un hijo para que llegue a hacer el bien al mundo. Te pido una bendición especial para: _____________ (decir el nombre) y para el ser que crece (o crecerá) en su seno. Te ruego tu asistencia directa y el apoyo de tus ángeles mientras forman su cuerpo, para que sea sano y lleno de todas las cualidades requeridas para sembrar el amor y evitar el dolor con una vida activa en este mundo físico.
Llénanos con tu luz de pureza sin igual, para que con tu iluminación divina se eleve nuestra conciencia y manifestemos sólo amor hacia toda la humanidad, para que tus ángeles puedan estructurar un mundo armonioso y lleno de felicidad.
Gracias por favorecer estas peticiones. Así sea.
Oración de la mujer que espera a un bebé
Señor mío, por medio de la fecundidad, me concedes la gracia de colaborar contigo en el misterio sagrado de esta nueva vida que se forma en mi seno. Aquí estoy para agradecerte y para implorar. Un día quisiste que tu hijo, Jesús, se hiciera hombre en la carne y en la sangre de María, virgen purísima. Por este acontecimiento santo, yo te ruego: protégeme en este embarazo, para que mi hijo nazca perfecto y sano, que sea también tu hijo por las aguas del bautismo y crezca bendito y feliz. ¡Yo lo consagro desde ahora a ti y a la virgen María! Yo acepto generosamente las incomodidades y los sufrimientos de esta espera y del momento en que mi hijo venga a luz. Te pido apenas que me reconfortes y me des fuerzas para soportar todo, y que yo tenga vida y salud para cuidar a esta criatura en todo lo que ella necesite de mí.
Santa madre de Dios, alcanza de Jesús, tu hijo, lo que pido ahora por la vida que traigo en mi seno. Así sea.
Oración para pedir perdón por haber abortado y para que sea bautizado el bebé abortado
Señor Jesucristo, yo _____________ (decir el nombre), te pido perdón por provocar la pérdida de este bebé. Te ruego que me sanes de toda herida que me indujo a llevar a cabo este acto. Te entrego la culpa, la soledad, el dolor, la rabia, el enojo que siento en mi interior por haberle quitado la oportunidad a mi hijo (a) que no nació. Asimismo, te ruego que quites todos estos sentimientos también de él (ella).
(Ahora deberás escoger un nombre para el bebé que se abortó.) Señor Jesucristo, deseo bautizar a mi bebé, te pido que esté presente también nuestra madre, la virgen María.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, yo te bautizo a ti, hijo mío (o hija mía), con el nombre de _____________ (decir el nombre que escogiste para el bebé y hacer la señal de la cruz con la mano derecha).
Ahora deberás dirigirte a tu hijo y decir:
Gracias por ser mi hijo (a), te pido que aceptes el amor de Dios y el que hoy yo quiero darte. Te bendigo y te deposito en los brazos de Jesús y de la virgen María.
Te ruego, Padre mío, que concedas a mi bebé la resurrección en el cielo. Gracias Señor. Así sea.
El ser humano no tiene ningún poder sobre los ángeles
¿Qué es el hombre?…
Le has hecho inferior a los ángeles…
Hebreos 2: 6-7
Los hombres no tienen poder sobre los ángeles. Ellos sólo son servidores de Dios. Cuando se les invoca, responderán únicamente a los designios de Él. En toda la información que he recopilado y está en mis libros se hace énfasis en esto. Las ceremonias y rituales mueven energías para un fin determinado; y si la intención es egoísta o se trata de atraer a una entidad para que realice funciones incorrectas, no importa que se invoque a un ángel de Dios, éste no responderá, porque no existe un solo ser humano que sea capaz de atraer a los ángeles por medios diferentes a la oración, el sacrificio, la penitencia, los actos de caridad y la práctica religiosa.
Con ritos, ceremonias o evocaciones egoístas, de seguro se atrae un ente, pero muy posiblemente será uno que corresponde a la vibración del deseo egoísta. Es probable que de forma engañosa, como es su naturaleza, se presente con algún disfraz que confunda al invocador, incluso puede que afirme ser un ángel, pero de la oscuridad. Los ángeles de luz no pueden ser impulsados hacia la negatividad que proviene de un pensamiento que emite prepotencia, soberbia, maldad, venganza, deseos de placeres materiales y sensoriales.
Aunque los ángeles no son nuestros servidores, la humanidad se beneficia con el servicio que le prestan a nuestro Creador, porque ellos llevan a cabo todas las labores que contribuyen a que las formas se mantengan estructuradas. Ellos desempeñan funciones de ministros, mensajeros, guardianes, conductores de los astros, ejecutores de las leyes, protectores, etcétera. Ellos son los constructores del universo. Hay ingenieros siderales que planean las órbitas y analizan todas las atracciones y repulsiones planetarias, ellos estudian las influencias astronómicas y astrológicas. También están los colaboradores siderales que trabajan en lo concerniente a otros sistemas solares, a mundos mucho más adelantados que el nuestro. Ellos forman el ejército y corte de Dios; transmiten órdenes y velan por el planeta, son los guardianes de la humanidad.
Cada ser humano tiene uno de estos divinos seres que lo acompaña desde el momento que sale como alma del seno de Dios, Nuestro Padre. Cada ser humano tiene un ángel guardián junto a él, guiándolo, inspirándolo y tratando de llegar a su corazón. No se requieren cosas extrañas para atraerlos, porque entre sus funciones está: atender al ser humano que ilumina su espacio con el pensamiento recto, los sentimientos, las palabras y las acciones que producen el bien en la humanidad.
Para comunicarnos con nuestro ángel sólo es necesario elevar nuestro pensamiento hacia él, y platicarle con palabras sencillas tanto las cosas cotidianas como las que nos tienen intranquilos. Si requerimos de ayuda especial, la resolución de una situación conflictiva en nuestra vida, o necesitamos una salida para la urgencia material que nos inquieta, con nuestras propias palabras debemos expresarlo, el ángel sabrá comprendernos; y si lo hacemos con nobleza, de manera sorpresiva hallaremos respuesta a todo.
¿El ser humano puede hacer un trabajo como el de los ángeles?
Como expresé en mi libro Manual de Ángeles, es preciso recordar que la palabra ángel denota el oficio de ser mensajero de nuestro Padre Celestial, pues la naturaleza de los seres de luz es puramente espiritual, ya que han trascendido la etapa evolutiva en que necesitan un cuerpo material.
El oficio de ángel es una labor que deberán desempeñar todos los seres que han salido del seno de Dios. A medida que el humano manifiesta más su lado espiritual, se va acercando al camino que Nuestro Padre tiene para él, y poco a poco se convertirá en un ser que exprese la voluntad de Dios: sin dejar su cuerpo físico desempeñará el trabajo de mensajero celestial.
Sin embargo, cuando el ser humano ha alcanzado un grado de perfección en el que ya no requiere un cuerpo material para su evolución, trabaja con su espíritu y, desde los planos invisibles, cumple con la voluntad de Nuestro Padre. Al llegar a esta etapa de santidad, puede elegir cualquiera de los siete senderos para continuar su proceso evolutivo.
¿Cuáles son los siete senderos entre los que podrá decidir un ser para ayudar en el plan divino, una vez que haya dejado su cuerpo material?
Al que venciere, yo le haré columna en el templo de mi Dios, de donde no saldrá jamás; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios la nueva Jerusalén, que desciende del cielo y viene de mi Dios, y el nombre mío nuevo.
Apocalipsis 3: 12
Según información milenaria, cuando el individuo ha llegado al estado de gracia en que su alma, revestida de blancas virtudes, manifieste su cuerpo inmaculado tal como cuando salió de su creador –pero con las experiencias del mundo material– y su esencia sea purísima, es decir, cuando su alma ya sea un reflejo fiel de su espíritu, su gemelo divino, estado celestial al que ha llegado a fuerza de renunciación, devoción y entrega de amor a Dios, ya no necesitará más experiencias en un cuerpo material, ya no será necesario que regrese al mundo físico con un instrumento de dolor.
Sin embargo, al llegar a este grado de evolución, no se contentará con retirarse a gozar de las delicias celestiales, sino que probablemente escogerá asistir a la humanidad a la que ha llegado a amar más que a sí mismo y permanecerá en esferas cercanas al mundo material. De acuerdo con la sabiduría antigua, las almas que han logrado este grado de espiritualidad en la Tierra pueden continuar su camino evolutivo a través de siete senderos:
1. Podrán permanecer un periodo en el glorioso estado de plenitud celestial, revistiéndose de una vestidura más luminosa, para realizar posteriormente trabajos más elevados dentro del plan de Dios. Continuarán su evolución en planos invisibles con su cuerpo glorioso o de bienaventuranza. En sánscrito, este sendero se conoce como dharmakaya, que significa “cuerpo espiritual glorificado”.
2. Podrán trabajar desde los planos espirituales inspirando a la humanidad. Esto se refiere a la ayuda de los grandes santos que emiten su sabiduría desde las esferas celestiales. Su estado es de conocimiento pleno, respecto de las cosas de la Tierra. Su luminosidad esplende igual que su sacrificio, pues aun cuando pudieran permanecer en el paraíso divino, deciden apoyar en lo espiritual a sus hermanos en el mundo material. A este sendero en sánscrito se le conoce como sambhogakaya, que significa “uno de los tres gloriosos ropajes celestiales”.
3. Podrán renunciar a las dichas de las moradas celestiales y continuar cerca de la humanidad. Son seres de extraordinaria santidad que, al fallecer, permanecen próximos a las esferas terrenales, con el fin de proteger y guiar a la humanidad desde los planos invisibles. Se les conoce como nirmanakaya, que en sánscrito significa “los que protegen a la humanidad o protectores invisibles”.
4. Con un cuerpo luminoso pueden dedicarse a realizar funciones en otros lugares del sistema solar, aunque no necesariamente con la misma humanidad que evoluciona en la Tierra y que acaban de dejar.
5. Realizan funciones relacionadas con las formas (cuerpos) que se estructuran en niveles sutiles y que corresponderán a la próxima cadena de evolución.
6. A niveles etéricos, pueden trabajar con los seres humanos que buscan el camino espiritual. Son seres que no vibran en la perfección de quienes escogen los senderos anteriores. Sin embargo, siempre están inspirando y transmitiendo enseñanzas, son maestros que trabajan a nivel astral.
7. Pueden continuar su evolución en planos invisibles con el fin de entrar a los coros de los ángeles. Este sendero es muy largo, se comenzará haciendo tareas menores dentro del reino angélico.
Los siete senderos corresponden a seres que se han elevado sobre las cosas terrenales, todos ellos son santos, ninguno es mejor que el otro. Existen porque cada ser desarrolla características particulares y tiene opciones para servir y seguir creciendo. De igual forma, cada uno de nosotros, seres humanos, una vez que logremos dejar todos los apegos que nos encadenan al mundo material, tendremos la oportunidad de hacer nuestra selección, porque la vida es eterna, y cada ser que haya trascendido hacia la inmortalidad no estará ocioso, sentado en el vacío existencial, sino que continuará perfeccionándose en otros espacios, a medida que asciende en el camino hacia nuestro Padre Celestial.