LÁZARO DICE QUIÉ NES FUERON SUS PADRES

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Pues sepa usted que a mí me llaman Lázaro de Tormes. Soy hijo de Tomé González y de Antona Pérez, que eran de Tejares, una aldea de Salamanca.

Nací dentro del río Tormes, y por eso me llaman ahora Lázaro de Tormes. Mi padre era molinero, trabajaba en un molino que estaba a orillas del río. Mi madre sintió los dolores del parto una noche que estaba en el molino, y allí mismo nací yo, en el Tormes.

…en la batalla de Gelves,
murió mi padre

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Tenía yo ocho años cuando acusaron a mi padre de robar trigo de los sacos que llevaban al molino. Lo cogieron preso y lo azotaron. Después, como se preparó una expedición a África contra los moros, un señor que iba a la guerra lo contrató para que cuidara de su caballo. Y allí, en la batalla de Gelves, murió mi padre con su señor, como criado fiel.

Al quedarse sola, mi madre se fue a la ciudad y alquiló una casita. Hacía la comida a los estudiantes y lavaba la ropa a los mozos de caballos del comendador de la Magdalena. Así conoció a uno de ellos, al negro Zaide, que, por cierto, nos visitaba a menudo.

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…nos traía pan, trozos
de carne y leña en invierno

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Primero yo le tenía un poco de miedo, pero luego empecé a quererle, porque nos traía pan, trozos de carne y leña en invierno.

Le apuntaba
con el dedo

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Con el tiempo, mi madre me dio un hermanito. Era un negrito muy bonito, con el que yo jugaba.

Una tarde que estaba con nosotros Zaide, como el niño nos veía a mi madre y a mí tan blancos y a él tan negro, de miedo no quería ir con él. Le apuntaba con el dedo y decía:

—¡Mamá, coco!

Yo, aunque era un niño todavía, me di cuenta de lo que decía mi hermanito y pensé: «¡Cuántos debe de haber en el mundo que huyen de otros porque no se ven a sí mismos!»

Un día, en casa del comendador descubrieron que Zaide robaba cebada, leña, las mantas de los caballos y que incluso les quitaba las herraduras. Todo lo hacía para dárselo a mi madre, para que pudiera criar a mi hermanito. Yo mismo vendía las herraduras a un herrero, porque ella me lo mandaba. Y, como niño que era, lo conté todo cuando me lo preguntaron.

En castigo azotaron a mi madre y a Zaide. Desde entonces a ella no le dejaron entrar más en casa del comendador, ni tampoco al pobre negro que entrara en la nuestra.

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Para poder darnos de comer a los dos,
mi madre se fue a servir

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Para poder darnos de comer a los dos, mi madre se fue a servir al mesón de la Solana. Y allí, pasando mil penalidades, se acabó de criar mi hermanito hasta que supo andar, y yo me hice mayor.