PREÁMBULO NECESARIO

Encontré la caja por pura casualidad.

Rebuscando papeles para hacer uno de esos trámites ridículos que piden los gobiernos.

Estaba en la bodega del antiguo departamento, bajo un montón de escombros y de periódicos viejos; oculta por un patín del diablo, una licuadora, una tienda de campaña ajada, unos incomprensibles esquís para nieve en un país donde no hay forma de esquiar, y muy poca nieve; un viejo proyector de 8 mm, ropa, una maqueta de un zoológico y otros trebejos que fueron trayéndome a la memoria buenos recuerdos, atisbos de un pasado que no volverá y que, sin embargo, permanecen intactos dentro de mi cabeza, sacándome de tanto en tanto una sonrisa satisfecha.

En esa bodega estaba parte de mi historia y de la historia de mi mundo.

La caja era pequeña, de zapatos. Estaba firmemente atada con un cordel azul. Con marcador negro, en la tapa, impreso el nombre del propietario: Paco.

Así, sin apellidos, sin ninguna advertencia de no tocar o frágil o material peligroso. O nada que indicara claramente qué diablos contenía.

Conociéndolo como lo conocí, yo podría jurar que dentro de la caja podría haber cualquier cosa, desde mariposas disecadas hasta un huevo de dinosaurio; el mapa de una isla misteriosa o una pluma de pájaro dodo; un manifiesto libertario o la lista del mercado.

Me la llevé, junto con los papeles que buscaba, debajo del brazo, para descubrir en casa, con calma, su contenido.

Mis hijos tuvieron el privilegio de abrirla, ceremoniosamente, en la mesa de la cocina. Y al hacerlo, lanzaron al unísono un largo suspiro.

Dentro había cuadernos. Verdes. Delgados. De esos que se podían comprar antes en cualquier papelería y que hoy ya no existen. De cuadrícula. Estaban perfectamente alineados.

Había también dentro de la caja dos piedras.

Una blanca y una negra. Piedras marinas, lisas y perfectas. Él y yo. Nosotros.

Los cuadernos están llenos de palabras. De una letra abigarrada y azul.

Son instrucciones, pistas, consejos, memorias, cuentos y sueños.

Encima de todo, había una tarjeta firmada.

«Viernes: Haz con ellos lo que quieras».

Y eso hago ahora mismo. Comparto con ustedes uno de ellos.

Se llama Corazonadas.

Está escrito por mi tío Paco, mi brújula, mi faro, el hombre que de muchas maneras me salvó la vida y logró convertir lo ordinario en extraordinario.

Espero que lo disfruten tanto como yo. Les dejo un abrazo.

Sebastián