Capítulo 2

LOS INICIOS DE LA GUERRA CON ARMAS DE FUEGO

Hoy, equipados con las herramientas que nos otorgan dos siglos y medio de química, comprendemos por qué al mezclar nitratos, sulfuro y carbón vegetal en las proporciones correctas y aplicar energía de activación en forma de calor obtenemos un gran fuego, pero nuestros antecesores no conocían los elementos, los átomos ni las moléculas. Hasta finales del siglo XVIII, los humanos no descubrieron la existencia del oxígeno y el nitrógeno, que generan nitratos, y hasta la centuria posterior no dilucidaron el funcionamiento de la reacción, esto es, que el abundante oxígeno que contienen los nitratos permite que el carbón combustione rápidamente y que el sulfuro potencia el fenómeno porque facilita la reacción del oxígeno con el carbón.

Cuando pensamos en las infinitas combinaciones posibles de las sustancias y en que los ingredientes de los alquimistas eran impuros, podemos entender que una sustancia como la pólvora difícilmente podía ser hallada por casualidad. Eso no significa que los alquimistas que la descubrieron estuvieran intentando crear un polvo volátil. De hecho, su objetivo era producir medicamentos.

El término «experimento» no es una exageración, puesto que eran investigaciones deliberadas. Tal como escribía el gran historiador de la ciencia Joseph Needham: «La estructura teórica de la alquimia china medieval era compleja y sofisticada. Durante [la dinastía] Tang había nacido una elaborada doctrina de categorías que presagiaron el estudio de la afinidad química, que recordaban en algunos aspectos a las simpatías y antipatías de los protoquímicos de Alejandría, aunque eran más desarrolladas y menos animistas. [El dominio de la pólvora] se produjo durante un siglo de exploración sistemática de las propiedades químicas y farmacéuticas de gran variedad de sustancias».1

Al parecer, el descubrimiento de la pólvora tuvo lugar cuando los alquimistas trataban de aislar compuestos estables y puros: por ejemplo, precipitar arsénico, un elemento usado en numerosos compuestos medicinales, o «atenuar sulfuro» para convertirlo en un producto más estable, como el sulfato de potasio.2 En ocasiones, los alquimistas se encontraban con una reacción especialmente volátil, como cuando, aparentemente, un fuego de color púrpura destruyó la casa de un maestro.3 Lo interesante de estas primeras recetas de pólvora era la rareza de las llamas.

Es bastante difícil combinar los ingredientes activos —nitrato, sulfuro y carbón— en las proporciones correctas, mezclarlos adecuadamente y convertirlos en gránulos del tamaño y humedad indicados para crear un compuesto con suficiente reactividad para que sea considerado pólvora. Cuando los alquimistas desarrollaron las primeras fórmulas efectivas, probablemente a lo largo del siglo IX, bautizaron el descubrimiento como «medicina de fuego» (火藥). El término sigue siendo utilizado en el chino moderno para hacer referencia a la pólvora, como recordatorio de su legado: un resultado secundario de la búsqueda de fármacos.

Se registraron varias fórmulas, pero las primeras recetas para uso bélico las encontramos en el famoso clásico militar Wu jing zong yao, de 1044.4 Cada una de ellas contenía proporciones distintas de los principales reactivos y una variedad de ingredientes, como albayalde, cera amarilla, resina de pino y arsénico.5

¿Qué tal funcionaban esas recetas? Recientemente, un equipo de estudiosos chinos las reprodujo y, si bien es extraordinariamente difícil reconstruir prácticas antiguas a partir de crónicas escritas, lo que aprendieron resulta interesante. En primer lugar, descubrieron que las mezclas funcionaban bien y producían explosiones de pólvora reconocibles (y peligrosas). A partir de esto concluyeron que, como apuntaban estudios previos, aunque esas fórmulas de 1044 figuran entre las primeras recetas de pólvora para usos militares, estaban en lo cierto al afirmar que constituyen el fruto de una considerable experimentación previa.6

En segundo lugar —más interesante aún—, el equipo de científicos chinos constató que estas primitivas mezclas de pólvora eran sorprendentemente difíciles de encender. A diferencia de lo que ocurre cuando se prende fuego a un petardo moderno, que normalmente contiene pólvora, los investigadores descubrieron que la mecha no resultaba útil, pues la llama no inflamaba la mezcla. Para prender fuego a la pólvora debían utilizar una barra de hierro al rojo vivo.

Lo tercero y más significativo es que aquellas mezclas solo funcionaban correctamente al aire libre. Cuando se colocaban en recipientes o tubos cerrados, se quemaban de forma lenta e incompleta. La pólvora es muy volátil porque sus nitratos proporcionan oxígeno, lo cual permite una combustión rápida, pero aquellas primeras recetas presentaban bajas concentraciones de nitratos si las comparamos con fórmulas posteriores. El hecho de que aquellos primitivos compuestos de pólvora requirieran el suministro externo de oxígeno para prender eficazmente es un hallazgo importante.

Puesto que las primeras fórmulas de pólvora eran poco reactivas y difíciles de prender, no debían de considerarse adecuadas para cañones, lanzallamas o bombas. Este hecho, y no la supuesta renuencia de los estudiosos confucianos a aprovechar las nuevas tecnologías, explica por qué los chinos no empezaron a fabricar cañones y bombas de inmediato. Al principio, la pólvora resultaba útil sobre todo como sustancia incendiaria. Ello explica también por qué muchos de los ingredientes de aquellas primeras fórmulas eran otras sustancias inflamables como el aceite, el alquitrán y la resina. Según los autores del estudio, «la pólvora creada al principio de la dinastía Song era rudimentaria y primitiva [...] No es posible que en aquella época o antes se fabricaran armas explosivas o armas de fuego de forma tubular».7 hubo de transcurrir otro siglo de experimentación para que aumentaran las proporciones de nitrato, se redujeran los elementos superfluos y la pólvora empezara a considerarse una posibilidad también para bombas y cañones. Entre tanto, apareció una enorme profusión de armas de fuego.

LA DINASTÍA SONG DEL NORTE Y EL NACIMIENTO DE LAS ARMAS DE FUEGO

Es posible que la primera constatación del uso de un arma de fuego en un conflicto bélico sea anterior al período Song. En efecto, en 904, hacia el final de la dinastía Tang, un famoso comandante llamado Yang Xingmi estaba atacando una ciudad y uno de sus altos mandos ordenó a las tropas que «dispararan una máquina que hacía volar fuego y que quemaran la puerta de Longsha».8 Algunos expertos afirman que este pasaje podría hacer referencia al uso de saetas con pólvora y, de hecho, una fuente posterior lo corrobora, argumentando que «“hacer volar fuego” (飛火) se refiere a bombas incendiarias y flechas de fuego», es decir, armamento que utilizaba pólvora.9 Las pruebas no son concluyentes, pero sí plausibles, y no cabe duda de que las flechas de fuego figuran entre las primeras armas con pólvora. Ello no debería sorprender, puesto que las saetas incendiarias tenían una dilatada historia en China.10 Si es cierto que la pólvora al principio solo producía una llama eficaz cuando se hallaba expuesta al aire, las flechas eran una aplicación perfecta, dado que su desplazamiento aéreo aportaba oxígeno a la reacción.

Es posible que se utilizara pólvora en la guerra durante la dinastía Tang, pero fue en el período Song de Reinos Combatientes cuando se generalizó el uso de armas de fuego. Durante la era Song del Norte (960-1127), el desarrollo y fabricación de este tipo de armamento se convirtió en una política gubernamental deliberada, en una cuestión de investigación y desarrollo.

Por ejemplo, el gobierno Song alentaba la experimentación con flechas que utilizaran pólvora y recompensaba a los innovadores. En 970 —una fecha muy temprana en la historia de la pólvora—, el director de una fábrica de armas envió a la corte a un tal Feng Jisheng (馮繼升) para mostrar al emperador un nuevo tipo de flecha de fuego. El experimento salió bien y el inventor recibió una cuantiosa gratificación.11 Treinta años después, otro militar, Tang Fu (唐福), se personó en palacio e hizo una demostración de flechas de fuego, botes con pólvora (una especie de protobomba que escupía llamas) y abrojos de fuego de su invención. Él también recibió una generosa recompensa.12 En el año 1002 EC, se produjo un caso especialmente interesante cuando un hombre llamado Shi Pu (石普), que estaba afiliado a una milicia local, mostró audazmente su invento a los altos mandos imperiales: bolas y flechas de fuego. Los mandatarios quedaron anonadados, y Shi Pu fue conminado a hacer una demostración de sus diseños en la corte imperial. Impresionado, el emperador emitió un decreto para que sus inventos se expandieran por sus territorios. De hecho, la corte incluso organizó un grupo para que imprimiera los planos e instrucciones y los difundiera por todo el reino.13 Este tipo de divulgación de la tecnología militar no se limitó a Shi Pu. El manual militar Wu jing zong yao, cuyas recetas ya hemos comentado, fue creado por decreto directo de la corte Song.14 Tal como señalaba la Historia Song oficial, la política cortesana de recompensar a los inventores militares «dio lugar a numerosos casos donde la gente presentaba tecnología y técnicas (器械法式)».15

La dinastía Song convirtió la fabricación de armas de fuego en un elemento de su política oficial de armamento. En Kaifeng, la capital de Song del Norte, existía un complejo de producción militar con miles de empleados y una fuente cita todos los tipos de artesanos que trabajaban allí hacia 1023.16 Además de carpinteros a gran y pequeña escala y curtidores, había fabricantes de pólvora (huo yao zuo 火藥作). Conocemos poco acerca de estos artesanos, pero el hecho de que trabajaran en aquellas enormes instalaciones denota que la producción ya estaba centralizada en fechas tan tempranas y había alcanzado, según el historiador, «una fase de producción en cadena a gran escala capaz de fabricar grandes lotes».17 Al parecer, gran parte de la pólvora se utilizaba para las flechas de fuego. Fuentes de la dinastía Song señalan que, en 1083, por ejemplo, la corte imperial envió 100.000 unidades de este tipo a una guarnición y 250.000 a otra.18

Sin embargo, los Song no eran los únicos que utilizaban pólvora. Las crónicas sobre las dinastías Liao y Xi Xia son mucho más escasas, pero es interesante que, en 1076, la corte Song decretara que a partir de entonces se prohibiría a los súbditos particulares vender nitrato de potasio y sulfuro a los habitantes del estado Liao, situado al otro lado de la frontera. Esto indica la existencia de un comercio transfronterizo de ingredientes para pólvora que era lo bastante relevante como para concitar el interés de la corte imperial.19

Los experimentos y adaptaciones del siglo XI fueron importantes, pero la edad de la pólvora empezó de verdad durante el siglo posterior. La Fase II del período Song de Reinos Combatientes fue testigo de una serie de guerras entre los Song y los Jin, cuya fuerza militar era mayor que la de las dinastías Liao o Xi Xia. Los Jin se tomaban muy en serio la experimentación con armamento de fuego (y de todo tipo). Durante el enfrentamiento Song-Jin, aparecieron las primeras armas explosivas, al igual que un protocañón conocido como lanza de fuego.

LAS GUERRAS SONG-JIN: COMIENZA DE VERDAD LA EDAD DE LA PÓLVORA

El auge del estado Jin hacia 1115 fue tan repentino que asombró a sus coetáneos y sigue dejando perplejos a los historiadores de la actualidad.20 Durante los 150 años previos a su ascenso, Asia oriental había estado equilibrada entre las dinastías Liao, Song y Xi Xia, pero a principios del siglo XII, un grupo de tribus yurchen de los bosques del norte de Manchuria se alzó contra los Liao. Un líder llamado Aguda los unificó, forjó un poderoso ejército y se declaró emperador de la dinastía Jin en 1115.

Lo sucedido después pareció sorprender a todo el mundo, incluidos los propios líderes Jin. Estos derrotaban a los Liao en sucesivos enfrentamientos, y sus victorias llegaban «tan rápido que no podían planificar nada».21 Conquistaron la capital oriental de la dinastía Liao en 1116, la suprema en 1120 y la central en 1122 (a los Liao les gustaban las capitales y tenían cinco, de acuerdo con su legado nómada). Los líderes Song decidieron rubricar una alianza con los Jin, ya que vieron una oportunidad para asestar un golpe a los Liao y reclamar territorios perdidos en guerras anteriores, pero no pudieron cumplir con su parte del trato. Supuestamente, los ejércitos Song debían conquistar la capital del sur (cerca de la actual Pekín), pero fueron derrotados por las fuerzas Liao. Los Jin se impacientaron y conquistaron ellos mismos la capital meridional.22 Poco después tomaron también la occidental y, con eso, los Liao fueron expulsados.23

Los gobernantes Jin no veían motivo para dejar de expandirse y dirigieron sus caballos hacia el sur, adentrándose en territorios Song.24 Habida cuenta del pobre rendimiento de los ejércitos Song contra los moribundos Liao, los líderes Jin esperaban que la conquista procediera con rapidez, pero se equivocaban. Cuando las fuerzas Jin atacaron Kaifeng, la capital Song, en 1126, se toparon con una resistencia férrea. Las defensas habían sido reforzadas y la ciudad contaba con unos muros inmensos, un foso profundo y ancho y avanzadas fortificaciones, entre ellas bastiones y barbacanas.25 Los defensores Song también disponían de potentes armas de fuego. Al margen de su arsenal estándar, compuesto de flechas de fuego y bombas incendiarias de pólvora, también poseían una aterradora novedad conocida como bomba de trueno (霹靂炮). Tal como escribía un testigo ocular: «Por la noche se utilizaban bombas de trueno, que alcanzaban bien las líneas del enemigo y lo sumían en una gran confusión. Asustados, muchos huían gritando».26

Los Jin decidieron retirarse de Kaifeng, no por las atronadoras bombas, sino porque era conveniente y porque los Song estaban dispuestos a pagar un tributo en forma de seda y tesoros.27 Sin embargo, las bombas de la dinastía Song habían causado impresión y los Jin estudiaron las armas de fuego requisadas a soldados y artesanos enemigos. Según el historiador Wang Zhaochun, cuando regresaron meses después para sitiar de nuevo la capital, «las capacidades [Jin] eran ya muy superiores».28

En esta batalla en Kaifeng (1126-1127), ambos bandos utilizaron numerosas bombas de pólvora.29 Las fuentes sobre esta contienda son especialmente detalladas. Según Wang Zhaochun, estas batallas y otra librada entre los Song y los Jin ese mismo año, «son, en las fuentes de la antigua China, las primeras descripciones verdaderamente minuciosas del uso de pólvora en la guerra».30 Las crónicas demuestran que los Jin utilizaron flechas de fuego y enormes catapultas que lanzaban bombas de pólvora. Los Song contraatacaron con flechas de fuego, bombas de pólvora y bombas de trueno, además de un arma conocida como «bomba de metal fundido» (金汁炮).31 Finalmente se impusieron los Jin. Cuando atacaron la puerta Xuanhua de la ciudad, sus «bombas incendiarias parecían lluvia y sus flechas eran tan numerosas que resultaba imposible contabilizarlas».32 Los defensores Song recurrieron a un artista marcial místico que prometió contener el asalto Jin si abrían la puerta y lo dejaban salir. Pero este guerrero fracasó y los Jin tomaron la ciudad, donde se hicieron con enormes botines, incluidas 20.000 flechas de fuego.33

Los Song huyeron entonces hacia el sur y a la postre establecieron una nueva capital en la actual Hangzhou. Los Jin los persiguieron y, en los intensos combates posteriores, hizo su aparición definitiva una nueva arma: la lanza de fuego, un antepasado del cañón. Como su nombre indica, era una vara larga a cuyo extremo se adosaba un tubo lleno de pólvora y que, una vez prendida, y en circunstancias idóneas escupía fuego. Como veremos, al principio no era un artilugio especialmente potente o versátil, pero, con el paso de las décadas y el aumento de la potencia de la pólvora, los tubos de las lanzas de fuego se volvieron más largos y fuertes e incorporaron perdigones, hasta que acabó convirtiéndose en un cañón.

Algunos especialistas afirman que esta arma apareció por primera vez antes del período Song, y basan su argumento en una famosa pintura en seda que data del año 950 aproximadamente. En la tela, un demonio apunta a Buda con lo que parece una lanza de fuego para tratar de interrumpir su meditación.34 Teniendo en cuenta lo que sabemos acerca de la efectividad de las fórmulas de pólvora del siglo XI, una fecha tan temprana resulta inverosímil y la mayoría de los estudiosos chinos la desestiman, si bien hay menciones sucintas a las lanzas de fuego en un texto Song del año 1000 y en el Wu jing zong yao de 1044.35 En cualquier caso, las primeras descripciones detalladas del uso de esta arma provienen de una crónica de una batalla, por lo demás irrelevante, de 1132: el asedio de la ciudad Song de De’an (la actual Anlu 安陸市, en la provincia de Hubei) por parte de la dinastía Jin.

Lo fascinante del asedio de De’an es que las fuentes contemporáneas mencionan a un innovador por su nombre: un ingenioso líder llamado Chen Gui (陳規, 1072-1141) que ejercía de prefecto de la ciudad cuando fue atacada por un contingente de 10.000 soldados. Una crónica del asedio ofrece suculentas descripciones de tácticas medievales: cómo el enemigo rodeó sistemáticamente las murallas de la ciudad y montó unas setenta empalizadas con torres altas desde las cuales los vigías controlaban la ciudad y comunicaban cada movimiento por medio de hogueras durante la noche y banderas de colores llamativos durante el día.36 También explica que los asediadores reclutaron a carpinteros, herreros y curtidores para que construyeran unas torres de asalto móviles conocidas como «puentes del cielo». Gracias a sus ruedas, podían acercarlas a los muros y eran tan altas que los soldados saltaban de manera directa sobre las murallas desde la parte frontal. ¿Cómo podía defenderse Chen Gui cuando el enemigo tenía la ciudad «tan sumamente rodeada que el aire y el agua no podían salir al exterior?».37

Preparándose de forma exhaustiva. Ordenó la construcción de estructuras defensivas en lo alto de las murallas para ocultar las actividades de sus tropas y protegerlas de las flechas y las rocas de las catapultas.38 Dispuso con cuidado sus catapultas de modo que llegaran a las líneas enemigas situadas extramuros, y sus hombres le informaban de la efectividad de cada disparo a fin de reorientarlas. Les facilitó munición —bolas de piedra de entre veinticinco y treinta kilos— y utilizó estructuras de madera para proteger a sus artilleros. Eligió a los soldados más valerosos y los dividió en catorce secciones de veinticinco hombres, que envió a las murallas y barbacanas. Asimismo, creó equipos de ayuda mutua que servían de refuerzo e inspeccionaban fortificaciones y defensas.

De’an estaba rodeada de fosos, que el rival tenía que rellenar para situar los puentes del cielo en posición. Eso significaba que debían impedir que los arqueros y artilleros de Chen Gui mataran a sus trabajadores. Así pues, acribillaron las estructuras defensivas con las catapultas, pero, «mientras destruían defensas poco a poco [los hombres de Chen Gui] las iban reparando, y [el oponente] nunca logró alcanzar a una sola persona, ya fuera en las murallas o dentro de la ciudad».39 Entre tanto, las catapultas de Chen Gui cumplían su cometido. «Por suerte —afirma la crónica— cuando el enemigo avanzaba y colocaba máquinas de asedio, lo hacía de tal manera que quedaban alineadas una a una exactamente como [habíamos] previsto.»40 Los vigías apostados en los muros ayudaban a orientar mejor las catapultas y hacían saltar en pedazos a artilleros, trabajadores y soldados.

Esos reveses inquietaban al rival, que ya había vaciado los almacenes de víveres y empezaba a estar hambriento. Muchos iban vestidos con harapos. Obligaban a mujeres, niños y ancianos a recoger madera, paja, piedras y viejos ladrillos para llenar los fosos y, cuando esos desventurados morían bajo las flechas de fuego o las piedras lanzadas por las catapultas, sus cadáveres también eran arrojados allí, aunque, a veces, el hambre empujaba a los soldados enemigos a «cortar [primero] la carne y comérsela».41 Los arqueros de Chen Gui también dispararon flechas con pólvora a los fosos para intentar prender fuego a la paja y la madera, una táctica que superó todas las expectativas: las llamas ardieron tres días y tres noches.

El enemigo se vio obligado a empezar de nuevo. En esta ocasión, protegieron el material para rellenar los fosos con una capa de ladrillos y barro. Cuando llegaron a la conclusión de que las zanjas estaban suficientemente llenas, los puentes del cielo empezaron a rodar hacia las murallas, acompañados de soldados con lanzas y protegidos por arqueros y artilleros. Los defensores de Chen Gui utilizaron travesaños largos para impedir que se acercaran a más de tres metros de las murallas. Era una distancia demasiado grande para que los atacantes cruzaran hasta la muralla, pero no para que Chen Gui desplegara su arma secreta: las lanzas de fuego.

Chen Gui las había preparado con antelación: «Utilizando polvo para bombas incendiarias [literalmente, medicina para bombas incendiarias], construyeron largas lanzas de fuego hechas de bambú, más de veinte en total, amén de numerosas lanzas de ataque y bastones con cuchillas en forma de gancho (鉤鎌) sostenidos por dos personas. Las armas fueron preparadas de tal modo que, cuando los puentes del cielo se aproximaran a la muralla, [los defensores pudieran] salir por encima y por debajo de su estructura y utilizarlas».42 Tal como estaba planeado, cuando se acercaron los puentes del cielo, los lanceros salieron de las arquitecturas defensivas de madera y atacaron, acompañados por otros soldados especialmente preparados.

¿Qué papel desempeñaron las lanzas de fuego —esos protocañones— en el enfrentamiento? Algunos historiadores señalan que fueron utilizadas para quemar las torres de asedio.43 Sin duda, eso es lo que deja entrever la Historia Song, que, como de costumbre, es concisa hasta la saciedad: «Aprovechando que los puentes del cielo quedaron atorados en el foso, Chen Gui y sesenta hombres armados con lanzas de fuego salieron por la puerta oeste y los quemaron ayudándose de bueyes de fuego, y en un instante todo había terminado. Heng [el comandante enemigo] levantó su campamento y se fue».44

Sin embargo, una lectura atenta de una crónica más detallada invita a otra interpretación. Tras utilizar los travesaños de madera para mantener a raya los puentes del cielo, Chen Gui ordenó a sus lanceros que atacaran al personal enemigo, que intentaba desviarlos hacia posiciones más convenientes: «Cuando los puentes del cielo quedaron inmovilizados a más de tres metros de las murallas y sin posibilidad de acercarse más, [los defensores] estaban preparados. Salieron por encima y por debajo de las estructuras defensivas y atacaron de uno en uno con lanzas de fuego, lanzas de ataque y hoces. Los hombres situados en la base de los puentes del cielo fueron repelidos. Tirando de las cuerdas de bambú, [los porteadores] acabaron haciendo retroceder el puente del cielo en un ansioso repliegue, dando unos cincuenta pasos antes de detenerse».45 El enemigo intentó ubicar de nuevo estas estructuras, pero, en ese momento, los lugares más favorables estaban obstruidos por los travesaños, así que se vieron obligados a llevarlas a lugares menos propicios. Al hacerlo, quedaron atorados en el foso, que estaba lleno. Las cuerdas se rompieron y los puentes quedaron totalmente inmóviles. En ese momento, los soldados Song salieron de las murallas y atacaron a sus contrincantes, mientras los defensores arrojaban ladrillos y disparaban flechas y las catapultas lanzaban bombas y piedras. El enemigo se vio obligado a retroceder y perdió muchos efectivos. A la sazón, los defensores de Chen Gui utilizaron bueyes de fuego, manojos de hierba y madera, que arrojaron a la base de los puentes del cielo (en ocasiones, estas armas también contenían pólvora, pero no está claro que la hubiera en este caso). Las estructuras de madera ardieron violentamente, lo que provocó la huida del personal enemigo que quedaba.

Así pues, en contraste con las afirmaciones de los historiadores, las lanzas de fuego no fueron utilizadas para quemar los puentes del cielo, sino como armas de infantería para expulsar a los porteadores que los empujaban y a las tropas que iban dentro. El incendio de estas piezas de madera se logró más tarde, amontonando bombas incendiarias en sus bases.

Esto es importante porque indica que el armamento estaba realizando una transición. Tal como señala Peter Lorge, la descripción de la fabricación de lanzas de fuego por parte de Chen Gui utiliza un término atípico para la pólvora: «medicina para bombas incendiarias» (火炮藥) en lugar de simplemente «medicina de fuego» (火藥). Esto implica que se estaban utilizando nuevas formulaciones que, posiblemente, contuvieran más nitrato y menos ingredientes superfluos. Al parecer, la «medicina para bombas incendiarias» era más volátil que las recetas anteriores.

También es notable que la descripción del ataque de Chen Gui recoja una secuencia de despliegue: las lanzas de fuego iban a la vanguardia, seguidas de lanzas de ataque y espadas de hoja curva. Esto significa que las primeras eran las armas de mayor alcance, porque las siguientes se usaban para distancias cortas. A su vez, ello indica que las lanzas de fuego escupían llamas. Es imposible determinar su alcance y duración, pero parece claro que la pólvora era cada vez más potente y que la humanidad iba camino de fabricar el primer cañón propiamente dicho.

El hecho de que las primeras lanzas de fuego se utilizaran como armas antipersonas y no solo como elementos incendiarios contra estructuras se ve respaldado por pruebas de otros enfrentamientos de la época. Por ejemplo, en las batallas en tierra firme se montaban sobre afustes para uso antipersonas. En 1163, un comandante Song llamado Wei Sheng preparó varios centenares de «cañones de guerra a medida» (如意戰車), cada uno de los cuales contenía lanzas de fuego que sobresalían a través de unas cubiertas protectoras situadas a los lados. Los armazones se utilizaban para defender las catapultas móviles que lanzaban bombas incendiarias. La corte Song quedó impresionada con esa innovación y ordenó que los afustes fueran copiados por otras divisiones del ejército.46 Los historiadores han abundado en el uso de plataformas móviles acorazadas con armas de fuego por parte los husitas a principios del siglo XV y los moscovitas a finales del mismo siglo, y por parte de los chinos a mediados del siglo XVI.47 Los afustes acorazados con lanzas de fuego del período Song fueron sus antecesores.48

Los conflictos entre las dinastías Song y Jin también alentaron la innovación naval. En 1129, un decreto estipulaba que todos los barcos de guerra Song debían estar equipados con trabuquetes para lanzar bombas de pólvora, y contamos con crónicas de batallas marítimas posteriores en las que las armas de fuego fueron decisivas. Por ejemplo, en 1159, una flota Song integrada por 120 naves se topó con unos barcos Jin anclados cerca de un lugar llamado isla Shijiu (石臼島, que se hallaba frente a las costas de la península de Shandong). El comandante Song «ordenó que dispararan flechas de fuego desde todos los flancos y, allá donde impactaban, se elevaban llamas y columnas de humo que prendieron fuego a varios centenares de navíos».49 Según la historia oficial de la dinastía Jin, su comandante, al darse cuenta de que su situación era desesperada, saltó por la borda y se ahogó.50 Los Song requisaron armas, suministros, documentos clasificados y sellos oficiales, y luego quemaron lo que no podían llevarse: «Las llamas y el humo pervivieron más de cuatro días con sus noches».51

Otra batalla naval no tuvo lugar en el mar, sino en el río Yangtsé. En 1161, alcanzaron sus orillas numerosas tropas Jin con banderas y la intención de llegar al corazón del territorio Song. La flota Song se ocultó detrás de una isla alta mientras sus exploradores observaban desde el pico. Sun Zi, el gran maestro clásico de estrategia, escribe, que cuando un enemigo está vadeando un río hay que esperar a que haya llegado a la mitad para atacar. Cuando las tropas Jin hubieron avanzado hasta ese punto, los exploradores Song izaron una bandera, tras lo cual, la flota que permanecía oculta zarpó. Pero no se trataba de barcos fluviales corrientes: muchos eran naves de ruedas movidas por hombres que corrían sobre una cinta, una especialidad Song.52 Entonces, lanzaron bombas de trueno. Según un comandante Song, «todos los hombres y los caballos [Jin] se ahogaron y sufrieron una derrota aplastante».53

A principios del siglo XIII se alcanzó un nuevo umbral: la maduración de las bombas explosivas. Como hemos visto, existen pruebas de la existencia de armas explosivas a mediados del siglo XII, y otros indicios dejan entrever que se utilizaban petardos de pólvora en la tercera década de esa misma centuria.54 Pero, en el siglo XIII, las bombas fabricadas con pólvora se convirtieron en armas verdaderamente devastadoras.

Pongamos por caso el asedio de los Jin a la ciudad Song de Xiangyang en 1206 y 1207, detallado en una crónica de un militar de bajo rango llamado Zhao Wannian 趙萬年 (n. 1168).55 La mayoría de las armas de fuego mencionadas en ese testimonio son incendiarias, y contiene las habituales entradas sobre ataques con flechas de fuego (火箭) y bombas incendiarias (火炮).56 Los defensores Song utilizaron ese armamento para quemar los trabuquetes enemigos, mientras las tropas Jin lanzaban flechas de fuego para destruir los barcos fondeados en la ciudad.57 Pero Zhao Wannian también deja claro que las bombas desempeñaron un papel clave en la protección de los Song.

La primera vez que los defensores Song lanzaron «bombas de trueno», lograron que las tropas Jin huyeran aterrorizadas.58 La segunda, esas armas repelieron un gran ataque de la caballería Jin: «Aporreamos los tambores y gritamos desde lo alto de la muralla de la ciudad, y simultáneamente disparamos nuestros cohetes de trueno desde los muros. La caballería enemiga estaba aterrorizada y salió corriendo».59 Pero la tercera ofensiva fue la más determinante. Los Jin se habían retirado a un campamento situado junto al río y, en una oscura y lluviosa noche, unos barcos Song se cargaron con flechas de fuego, bombas de trueno y militares: mil arqueros para disparar las flechas, quinientos soldados de infantería y, curiosamente, cien tamborileros. Un testigo describió así los hechos: «Cuando las [...] tropas estaban durmiendo en su campamento fortificado, se oyeron de repente unos tambores y las ballestas empezaron a disparar. Arrojaron bombas de trueno al interior y [el enemigo] se sumió en el pánico. No pudieron ensillar sus caballos ni recoger sus cosas. Apresurados como estaban, se pisoteaban unos a otros y dos o tres mil soldados y ochocientos o novecientos caballos resultaron muertos o heridos».60 Los Jin abandonaron su campamento.

Esas bombas de trueno tuvieron un papel clave en la victoria Song, pero, ¿eran verdaderos explosivos? El término «bomba de trueno» había aparecido con anterioridad, sobre todo en el famoso Wu jing zong yao de 1044, pero en ese texto hace referencia a un pseudoexplosivo: una gran sección de bambú rodeada de pólvora incendiaria cuya explosión no era causada por los gases de la pólvora, sino por la expansión del aire caliente dentro de la caña. Algunos historiadores afirman que las bombas de trueno utilizadas en Xiangyang en 1206 y 1207 eran verdaderas bombas de pólvora, lo cual parece probable.61 De hecho, poco después aparecería un arma de pólvora incuestionablemente explosiva: la devastadora bomba de hierro.

Cuenta la leyenda que la idea la tuvo un cazador llamado Iron Li.62 Hacia 1189 —o eso dice la historia—, desarrolló un nuevo método para atrapar zorros mediante la introducción de pólvora en una robusta botella de cerámica con cuello pequeño en el que colocaba una mecha. Buscaba un abrevadero o algún otro lugar frecuentado por sus presas, colocaba redes en puntos estratégicos de salida y escondía la botella. Luego esperaba a que se acercaran los zorros y encendía la mecha. La bomba estallaba con un gran estruendo y los atemorizados animales caían directamente en las trampas, donde los despachaba tranquilamente con un hacha. Aunque es imposible asegurar que esta historia sea cierta, la tradición sostiene que la bomba de cerámica de Iron Li inspiró a los Jin para desarrollar una versión de hierro.

La primera prueba que tenemos del uso de la bomba de hierro en una batalla llega catorce años después del asedio de Xiangyang, cuando en 1221 los Jin sitiaron la ciudad Song de Qizhou (en la actual provincia de Hubei). Este podría ser el primer sitio de la historia en el que las bombas resultaron decisivas. El comandante Zhao Yurong (趙與褣), del bando Song, escribió un triste y erudito relato del asedio, que abunda en detalles sobre la guerra con armas de fuego: bombas de hierro, lanzas de fuego mejoradas, bombas de cuero, bombas de papel, pájaros de fuego en acción y, por supuesto, flechas de fuego.63

Qizhou era una imponente ciudad amurallada situada en las proximidades del río Yangtsé y, cuando llegó la noticia de que avanzaba hacia ella un contingente Jin integrado por 25.000 hombres, Zhao Yurong y los otros comandantes decidieron resistir aunque sus fuerzas se veían superadas en una proporción de casi ocho a uno. Como en todo asedio, los detalles son importantes —la crónica de Yurong incluye descripciones de las trincheras excavadas, de las fortificaciones levantadas y destruidas, de incursiones y contraincursiones—, pero lo que destaca repetidamente es el uso mortífero que hacen los atacantes de la bomba de hierro.

Los defensores Song tenían sus propios artefactos. Yurong enumera en el inventario de la ciudad unas 3.000 bombas de trueno y 20.000 «bombas grandes de cuero» (皮大炮), además de miles de flechas y virotes de fuego. Las de trueno y las grandes de cuero eran casi con total seguridad bombas explosivas de pólvora, pero no resultaban ni mucho menos tan potentes como las de hierro Jin. «El enemigo bárbaro —escribía Yurong— atacó la torre norte con una lluvia incesante de proyectiles lanzados con trece catapultas. Cada disparo venía seguido de una bomba de hierro incendiaria [disparo de catapulta], que sonaba como un trueno. Ese día, los soldados de la ciudad demostraron un gran valor al hacer frente a los ataques manejando sus propias catapultas, entorpecidos por las heridas causadas por las bombas incendiarias de hierro. Les quedaron hechos trizas la cabeza, los ojos y las mejillas y solo tenían una mitad [de la cara]».64

Los artilleros Jin eran extraordinariamente precisos y parecían capaces de alcanzar el acuartelamiento de los líderes rivales: «El enemigo lanzaba piedras con las catapultas [...] sin parar, día y noche, y el cuartel general del magistrado [], situado en la puerta este, así como el mío propio [...], fueron alcanzados por un sinnúmero de bombas incendiarias de hierro, ¡a tal extremo que impactaron incluso encima de [mis] aposentos y estuve a punto de morir! Algunos decían que había un traidor. Si no, ¿cómo iban a conocer la manera de atacar directamente esos dos lugares?».65 Yurong pudo examinar las bombas y escribió: «Tienen forma de calabaza, pero con una boca pequeña. Están hechas de arrabio, con unos cinco centímetros de grosor, y hacen temblar las murallas de la ciudad».66

Las bombas de hierro destruyeron viviendas, derribaron torres, hicieron saltar por los aires a los defensores de las murallas y, tras casi cuatro semanas de asedio, empezaron a martillear las cuatro entradas de la urbe. El ataque fue implacable. Y triunfó. Los Jin escalaron las murallas y dieron caza a soldados, altos mandos y autoridades de todos los niveles. La mayoría murieron, pero Zhao Yurong consiguió trepar una almena y huir cruzando el río, aunque su familia pereció. Más tarde regresó al lugar de los hechos y buscó entre las ruinas, pero «los huesos y esqueletos estaban tan mezclados que no había forma de saber quién era quién».67

El comandante Jin, que había perpetrado la masacre, no corrió mejor suerte. Poco después de regresar a casa, fue juzgado por traición y fue ejecutado junto con dos de sus hijos. Mientras esperaba su ajusticiamiento, supuestamente reflexionó acerca del mal karma que él, su padre y su abuelo —todos ellos militares— habían acumulado: «Los sabios tienen razón. En una familia no debería haber tres generaciones consecutivas de generales».68

Puede que, finalmente, el karma pasara factura a toda la dinastía Jin, porque pronto fue destruida por los mongoles.