A MANERA DE PRÓLOGO
SAQUE INICIAL
Un país habrá llegado al máximo de su
civismo cuando en él se puedan
celebrar los partidos de futbol sin árbitros.
José Luis Coll, comediante español
El negocio del cine es macabro,
grotesco: es una mezcla de
partido de futbol y burdel.
Federico Fellini, cineasta italiano
Qué raro que nunca se le haya echado en cara a
Inglaterra haber llenado el mundo de juegos estúpidos,
deportes puramente físicos como el futbol. El futbol es
uno de los mayores crímenes de Inglaterra.
Jorge Luis Borges, escritor argentino

La verdad, yo no entiendo el futbol, pero me parece algo maravilloso (lo mismo que le pasa a cualquier hombre con las mujeres). Y aunque en general soy bastante ecuánime frente a este deporte, sí me ocurre ese raro trastorno mental de sentirme mejor, más feliz e incluso hasta optimista cuando gana mi equipo (los Pumas de la UNAM), o la selección nacional (que al momento de escribir estas líneas son las Águilas del América, más algunos nacionalizados). Esa misteriosa sensación me parece de una anormalidad perturbadora, pues cuando triunfan, objetivamente hablando, mi vida no cambia en nada: mis deudas y mis deudores continúan allí; sigo padeciendo los efectos de la reforma fiscal, los plantones de la CNTE, la contaminación de la ciudad, la violencia, la inseguridad, la corrupción y la ineptitud de nuestros gobiernos y todos los hándicaps que ya por default te da el hecho de ser mexicano. Y a todo eso debo sumarle las broncas acumuladas que yo me genero y las que le causo al país. Sin embargo, aunque en mi vida todo sigue igual, me siento mucho mejor. (Tal vez esto se debe a que como, de cualquier manera, estos equipos ganan tan pocas veces no puede desdeñarse ninguna oportunidad para celebrarlo.).
Por el contrario, cuando el equipo de mi corazón pierde, me llega eso que se conoce como la depresión pos partido, que es como la depresión posparto, pero para los hombres. Objetivamente, mi vida sigue igual. Todas las cosas buenas, positivas y motivadoras que me pasan siguen allí y no se han deteriorado en nada. Me siento mal y paso de la decepción a la ira, dando vuelta a la izquierda por la desolación, cruzando la indignación por la vía de la tristeza, para llegar finalmente al encabronamiento, en donde hace esquina con la melancolía. Y todo esto de a gratis porque, la verdad, ganen o pierdan es algo que a mí no me afecta en nada.
¿Por qué no me ocurre esto cuando me entero que la selección mexicana de gimnasia rítmica fue descalificada del campeonato mundial de esta especialidad? Oye, ese equipo también es mexicano, también nos representa en el extranjero y también le suben la bandera y le tocan el himno cuando triunfa. Sin embargo, lo que pase o les deje de pasar me deja en la más absoluta indiferencia, y cuando no, francamente me vale. Esa sana distancia emocional es algo que jamás he logrado conseguir con el futbol. Luego entonces, me pregunto: ¿Estoy pendejo? ¡Por supuesto que sí!, digo, ya lo sabía. El futbol me exacerba tanto esta condición que hasta yo me puedo dar cuenta de ello. Y esto no es algo que únicamente me ocurra a mí. Según estudios de la Universidad de la Ciudad de México, esto mismo le sucede a nueve de cada dos personas en el mundo. (Sí, a nueve de cada dos. No es que esté mal hecha la estadística, es que así son las cosas con el futbol —y también así cuentan en la UDC—). Es por eso que, al potenciar en tal magnitud esta característica en los seres humanos, el futbol es una materia fundamental de mis investigaciones sobre el tema.
Además, quiero aprovechar que el futbol es una materia absolutamente democrática en este sentido, pues todo el mundo puede decir impunemente todo tipo de pendejadas sobre este apasionante asunto, y no quiero dejar pasar la oportunidad de dar constancia de que yo también puedo ejercer mi derecho a hacerlo.

El presente libro contiene una compilación de anécdotas de futbol y pendejez, que aunque ustedes no lo crean NO es una redundancia. Aquí, el amable lector que tenga la bondad de leerme podrá encontrar los más desconcertantes momentos en que este deporte se ha cruzado con el absurdo, como cuando nuestro perro faldero en celo se cruzó con la tortuga japonesa del vecino y de ahí nació esa camada de tortugas chihuahueñas que costó tanto trabajo regalar, incluso entre los de la Sociedad Protectora de Animales. Sin embargo, debo advertir que, por más insensato y desconcertante que parezca, todo lo que aquí se cuenta es verídico, o como diría el gran Cuauhtémoc Blanco: es “verifico”.
Asimismo, deseo avisar al generoso lector que me haya dispensado con su clemencia para llegar hasta este punto que encontrará en cada capítulo abundantes reflexiones y opiniones sobre el futbol, tanto mías como de destacadas personalidades de este deporte, todas ellas absolutamente pendejas. Con ello se cumple el estándar de calidad internacional necesario para poder hacer un comentario sobre el futbol.
Por último, solo quisiera señalar dos cosas:
1. Este es un libro de humor. Por lo tanto, todo lo que aquí se menciona es incorrecto, pero porque el humor es necesariamente una incorrección. Sin embargo, todos los datos de esta obra son correctos en el sentido de que son reales. Si el gentil lector quiere tomarse la molestia de verificarlo, podrá comprobar que lo puesto es correcto, aunque como está puesto sea incorrecto. Como decía, este libro es de humor y tiene la única intención de hacer reír. Así pues, si alguien, leyendo estas líneas, llega a aprender o a enterarse de algo relevante acerca del futbol o de cualquier otro asunto, le pido por favor mil disculpas, ya que esa nunca fue mi intención.
2. Como muchos mexicanos, tengo la preocupación de morirme sin ver a la selección nacional ganar un mundial de futbol (la selección mayor, se entiende, porque las demás selecciones están bien y nos dejan contentos, pero en el fondo de nuestro corazón nos valen madre). En verdad, me angustia pensar que llegaré al final de mi vida sin conocer el auténtico significado de la frase: “Nos trajimos la copa a casa” (el que conozco es de cuando traía a mis amigotes a seguir chupando en donde vivo; pero desde que me casé, ya eso es imposible). No quiero irme llevándome ese pendiente. Así pues, como todo buen mexicano, aquí propongo mi alineación perfecta para lograr ganar un mundial de futbol, o por lo menos para lograr pasar del fatídico “cuarto partido”. En nuestras circunstancias, bajar las expectativas a un escenario más realista puede evitarnos caer en una frustración que no se arregla ni con diez años de terapia.
Alineación ideal para la selección mexicana de futbol
1. Portero: Andrés Manuel López Obrador. Si le meten gol, siempre va a alegar un fraude o a impugnar o a desconocer el marcador oficial y a culpar al árbitro o a algún algoritmo perverso que inventaron solo para perjudicarlo.
2. Defensas: Puros maestros de la CNTE. No dejan pasar a nadie.
3. Medio lateral izquierdo: Marcelo Ebrard, ex jefe de gobierno del DF. Él se va por la izquierda y es medio natural... es medio... medio menso.
4. Medio central: Kalimba. Él siempre se queda en la media. Según sus abogados, jamás ha intentado ir más allá con cualquiera de las fans con quienes se va después de sus presentaciones.
5. Medio derecho: Podemos poner a cualquier delegado del DF. Todos son medio derechos... o medio transas, según se vea.
6. Delantero izquierdo: Luis Videgaray, secretario de Hacienda. Su puesto le da la capacidad de meterla siempre y a cualquiera que le pongan en frente. Además ahora, con las nuevas reformas, puede hacer que a cualquier gol que anote le tengan que agregar 32 %.
7. Delantero derecho: Enrique Peña Nieto. Él puede ser nuestro David Beckham. No alcanza balones, no mete goles, no da pases, no hace nada, pero todo el mundo dice que es el mejor porque está guapo, y a diferencia del jugador inglés, Peña Nieto jamás se despeina.
8. Centro delantero: Felipe Calderón. Expresidente de México. Es ofensivo (incluso muy ofensivo), es táctico (cuando bebe, esa es la manera en que dice la palabra “exacto”), es un gran rematador (100 000 muertos en su sexenio) y es un estupendo cobrador (a pesar de sus resultados, cobra 46 000 dólares por dar clases en Harvard sobre cómo fue su gobierno; a lo mejor les enseña a los gringos qué no hay que hacer). Además, tiene facilidad para los penales (aunque luego debían dejar salir a quienes metía, por arbitrariedades en el proceso), y lo más importante, está dispuesto a usar al Ejército y la Marina si necesita meter gol, y con eso tenemos una ventaja decisiva sobre cualquier otro equipo de futbol que se nos ponga enfrente.
9. Portero: El del equipo contrario. De esa forma, si no garantizamos que se le anoten goles por su lealtad para con su verdadero equipo, esto le pasará de cualquier manera por maleta.
10. Árbitro: Convendría que fuera mexicano. Pero como esto no es posible, con conseguir uno que esté casado con una mexicana es suficiente para lograr presionarlo, a fin favorecer al equipo marcando goles a nuestro favor, incluso en el descanso del medio tiempo.
11. El DT. Debe ser el Santo, Blue Demon, Místico, Tinieblas o cualquier otro de esos luchadores, básicamente para intimidar al entrenador del equipo contrario, y por que como están enmascarados, en el remoto caso de que lleguemos a perder con esta alineación, luego pueden volver a rehacer su vida sin temor a que en la calle los reconozcan y deban cargar toda la existencia con la vergüenza de ese resultado. De hecho, todos los directores técnicos del mundo deberían estar enmascarados como los luchadores. Eso es un elemento de seguridad que debería ser obligatorio para ejercer esa profesión, como lo son los cascos para los constructores, los lentes oscuros especiales para los soldadores o los preservativos y el enjuague bucal para las becarias de la Casa Blanca durante el gobierno de Bill Clinton.
Con esta alineación yo les garantizo que ganamos.
Alineación ideal de la selección mexicana

