Infancia, juventud y familia

Ramón Mercader del Río nació en Barcelona, el 7 de febrero de 1913.3 Era hijo de Pau Mercader Marina y de Caridad del Río Hernández, domiciliados en la calle Illas i Vidal, número 24. Nació a las ocho de la mañana en la villa familiar y fue inscrito el día 10 en los juzgados de su barrio, San Gervasio. Como era costumbre en la época, le pusieron tres nombres: Ramon, Berenguer y Ròmul. Era el segundo de cinco hermanos: Jorge, nacido en 1911; Montserrat, en 1914; Pau, en 1915 y posteriormente Luis, en 1923.

La familia podía vivir con cierta tranquilidad. El abuelo de Ramón, Narcís Mercader i Sacanella, había fundado una empresa familiar sólida, con varias fábricas en la zona de Barcelona. A su muerte, acaecida el 25 de agosto de 1894, había nombrado heredero a su hijo mayor, Joan, pero Pau, el padre de Ramón, también trabajaba para ellos. La madre, Caridad, nacida en Cuba, procedía de una familia aristocrática de Cantabria, y su padre había sido gobernador de la provincia de Santiago de Cuba poco antes de la pérdida de las colonias. De tradición burguesa y conservadora, el padre de la familia Mercader era además muy religioso, por lo que en su casa imperaba una moral recta y ordenada.

Ramón había nacido raquítico, pero sobrevivió gracias a los cuidados recibidos.4 Era un niño dócil y agradable. Estudió en el instituto inglés y más tarde en los Escolapios de la calle Córcega.5 Su madre hablaba perfectamente inglés y francés y los niños, por obligación, también.6 Les esperaba un futuro próspero.

 

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2 La familia Mercader-del Río, a principios de los años veinte. Todavía faltaba Luis, nacido en 1923. Ramón está a la derecha, apoyado sobre su madre.

 

Hasta 1921 llevaron una vida familiar plácida y tranquila. Incluso iban de vacaciones, a Sant Feliu de Guíxols. Sin embargo, un hecho trastocará la situación económica y social de los padres de Ramón y, de rebote, también la suya propia. El abuelo, como hemos dicho, había cedido las propiedades a su hijo Joan, que realizó una gestión pésima y se arruinó.7 Marchó a Buenos Aires con toda su familia (excepto una hija que se fue a París) y dejó a su hermano en la estacada, sin trabajo ni ingresos. La familia tuvo que trasladarse a un piso de la calle Ample, junto a la basílica de la Merced (barrio de Ciudad Vieja), y mientras el padre hacía de contable para pequeñas editoriales y de tenedor de libros, Caridad empezó a dar lecciones particulares de matemáticas, a disgusto de su marido. Fue durante aquellos años, fruto tal vez de la proximidad a las Ramblas y el Raval, así como de no poder tener una vida tan disipada como anteriormente, cuando la madre comenzó a tener relación con grupos más marginales y a sentirse atraída, sobre todo, por los anarquistas. Y fue también entonces cuando las relaciones entre la pareja empeoraron y acabaron de la peor manera posible. Pero no nos adelantemos a los acontecimientos.

Pau Mercader —nacido en Barcelona el 27 de agosto de 1884— y Caridad del Río —Santiago de Cuba, 23 de marzo de 1892— se habían conocido en la capital catalana hacia el año 1908.8 Él era hijo, como comentábamos, del fabricante textil Narcís Mercader Sacanella y de Rita Marina Bruigas, pero no sabemos mucho más, salvo que se trataba de una familia muy influyente. De Caridad, seguramente por su proyección posterior, conocemos muchos más detalles. Era hija de Ramón del Río Pacheco y Natalia Hernández del Castillo. El padre, oriundo de San Miguel de Aras (Cantabria), donde la familia tenía un castillo, había sido uno de los últimos gobernadores de la provincia de Santiago de Cuba, aún bajo dominio español.9 Era muy conocido por haber promovido la liberación de esclavos negros, pero también por las simpatías de su esposa, cubana de nacimiento, hacia los mambises, grupos armados que luchaban contra España. Este factor lo llevó a dimitir y abandonar la isla poco antes de que se iniciara un nuevo movimiento que la llevaría, con la intervención decisiva de Estados Unidos, a la independencia. Fue entonces cuando, según Luis Mercader, fue nombrado embajador en Tokio, mientras que el resto de la familia se establecería en Barcelona.

ImagenCaridad había tenido muy buena formación: internada en las escuelas del Sagrado Corazón de Jesús de Barcelona, París y Brighton, a una edad temprana dominaba a la perfección el catalán, castellano, inglés y francés. Según Levine, se estableció definitivamente en Barcelona el 23 de octubre de 1910, cuando tenía dieciocho años, después de haber ingresado, por poco tiempo, de novicia en las carmelitas descalzas. Iba al Liceo, se relacionaba con la aristocracia y la alta burguesía y era amante de los caballos10 por encima de todo, por lo cual frecuentaba el hipódromo. Era culta, pero al mismo tiempo rebelde y atrevida. Incluso en 1912, ya casada, fue amenazada de excomunión por haber volado sobre el Prat de Llobregat con su padrino.11 Volar no era cosa de mujeres.

De modo que en el momento del enlace, que se celebró el 6 de enero de 1911 en la parroquia de Santa Ana, contaban veintiséis y dieciocho años respectivamente.12 No habían tenido mucho tiempo de conocerse. Primero vivieron en la carretera de Sarrià, 8, 4.º, para después mudarse a la villa de calle Illas i Vidal en 1912. Entretanto, habían tenido a su primer hijo, Pau. Él se dedicaba a los negocios familiares y el comercio; ella hacía de ama de casa. Levine indica que alrededor de 1925 incluso comenzó a pintar bajo la tutela de Borràs i Abella.13 Según Gregorio Luri,14 Pau era cabo del somatén de Sant Gervasi y tenía la Cruz al Mérito Militar que le había impuesto el mallorquín Valerià Weyler, capitán general de Cataluña en tres ocasiones y gobernador represivo de Cuba durante la última guerra. De vez en cuando iban a Argentona (el Maresme) a visitar a la abuela Mercader, que veraneaba allí. Pero tal vez aquella era una vida demasiado aburrida para una personalidad impulsiva y nerviosa como la de Caridad.

Luis Mercader explica en su libro, aunque también más detalladamente en el documental Asaltar los cielos, que su madre estaba enfadada con su marido, entre otras cosas, porque la llevaba a burdeles a ver cómo otras mujeres mantenían relaciones con clientes, para despertarle el apetito sexual. Con todo, parece que tanto él como Ramón coincidían en decir que su padre era muy buena persona, un trozo de pan, que tenía que aguantar las excentricidades de su mujer, que lo acusaba de todos sus males.

Cuando nació Luis, el hijo pequeño, se habían trasladado a otra villa en la calle Calaf, pero poco después marcharon al domicilio de calle Ample mencionado anteriormente.15 Las relaciones entre la pareja comenzaron a cambiar drásticamente. Caridad, cansada de su mundo, empieza a frecuentar el barrio bohemio del Paralelo; un Paralelo que había sufrido una importante transformación durante los años precedentes.16 Se puso en contacto sobre todo con grupos anarquistas, muy poderosos durante los primeros años veinte, que mantuvieron un duro pulso con la patronal que acababa frecuentemente en atentados a las fábricas y muertes de ambos bandos en las calles, en el fenómeno que conocemos como el pistolerismo. Y el Paralelo era para ellos una de las zonas naturales de relación, podríamos decir, un espacio donde se podían permitir ciertas licencias y podían contactar de manera más discreta.17 Llegados a este punto conviene hacer otra aclaración: Luis Mercader, en el libro en el que habla sobre su hermano y esboza su vida, indica que su madre incluso ayudaba a los nuevos compañeros a poner bombas en las fábricas de su marido, al tiempo que a través de un hermano suyo, José del Río, juez municipal de Barcelona, accedía a informaciones privilegiadas de los juicios en curso y sobre los magistrados que los llevaban a cabo. Así, podría informar a los libertarios, que se encargarían de amenazar a los jueces en cuestión o plantear mejor las sesiones. Autores como Javier Juárez han dado por válidas también estas informaciones y las consideran ciertas.18

Sin embargo, creo que la cosa no va por ahí. Tal vez sí se dejara seducir, más por rebeldía que por convicción, por las personas que conoció en los bajos fondos de la denominada Barcelona canalla. Quizá fuera también entonces cuando asoció la figura de su marido a la del pérfido burgués. Pero no creo que atentara contra unas empresas familiares ya en caída libre, o incluso perdidas recientemente y que, por lo tanto, ya no eran de la familia. Leonardo Padura, en su novela sobre Ramón Mercader, especula también con que ayudara a los anarquistas a preparar huelgas o incluso que participara en ellas.19 Creo que caemos en el mismo error. Sabemos que tenía un hermano llamado José del Río, pero podemos afirmar que, a pesar de que viviera en Barcelona, no se dedicaba a la judicatura. No hay ningún documento en el Archivo de la Audiencia Territorial de Barcelona donde aparezca juez o fiscal alguno con este nombre; una rápida ojeada a las guías judiciales de Cataluña de los años veinte también nos lo confirma.20 ¿Fue entonces todo ello una invención de Luis Mercader o de la propia Caridad?

Los hijos fueron quienes más sufrirían esta situación, como suele decirse, aunque es bien cierto. Iban al colegio, hacían deporte, aprendían idiomas…, pero veían poco a su padre y a su madre. Uno intentando salvar los negocios o haciendo trabajillos para sacar adelante a la familia y su alto ritmo de vida; y la madre, que disfrutaba de la vida nocturna y se enganchó a las drogas, no se encargaba demasiado. Aquí sí que es esencial el testimonio de Luis para aclarárnoslo: «Ramón, que me llevaba diez años, me contó que Caridad había sido drogadicta y se inyectaba heroína».21 Ella misma le había comentado que le ocasionaba una dependencia horrible.

 

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4 Pau Mercader, con sus cuatro hijos, en la terraza de la casa de calle Illas i Vidal, a principios de los años veinte. Luis todavía no había nacido.

 

En un intento de salvar su matrimonio, Pau Mercader, seguramente con el visto bueno de los hermanos de su mujer (como parece ser que explicava Caridad, según su hijo), la interna en un manicomio. Parece obvio que el motivo era más una cura de desintoxicación que evitar el contacto con los anarquistas o que cometiera atentados. Estamos hablando de 1924 o principios de 1925. Permaneció tres meses encerrada en el hospital de la Nova Betlem,22 de San Gervasio,23 sufriendo duchas de agua fría y teniendo poca comunicación con el exterior. A partir de ese momento su vida dio un vuelco y odiaría para siempre a los Mercader y a su clase social.

Creo que eso que se cuenta de que fue liberada por los anarquistas, o bien que las presiones de estos obligaron a la familia a sacarla del manicomio, es también una leyenda urbana. Seguramente, el tratamiento debía de durar unos tres meses, o tal vez la familia no pudiera pagarlo durante más tiempo. Y sabemos que en aquellos momentos no disponían de mucho dinero, y suponemos que los padres de ella tampoco: su padre hacía años que había muerto y su madre, jubilada, vivía en Madrid.24

Caridad era enérgica y quería cambios. No podía perdonar a su marido y a su familia. Así que en cuanto tuvo ocasión, a mediados del año 1925, cogió a los niños y huyó a Francia. Suponemos que se llevó las joyas de la familia para poder salir adelante al principio, y que contaba con la ayuda de algunos conocidos; cuando menos de su padrino, el Croix de Feu, ya que Luis, como hemos visto antes, comenta que la había llevado en avión. De sus encuentros con él, seguramente, procede el rumor de que Caridad tenía un amante aviador y que este fue el responsable de que se interesara por el comunismo.25 Ya en 1948, Julián Gorkín exponía esta supuesta relación y de ahí que se haya ido repitiendo constantemente desde entonces.26

Primero se establecieron en Dax, población a unos cincuenta kilómetros de Bayona, destacada ciudad del País Vasco francés. Alquilaron una granja en la que tenían cerdos para recoger trufas, gallinas, ocas para obtener foie gras y una yegua, la Conchita. Los hijos ayudaban a su madre e iban a la escuela. Pronto abandonan ese municipio y se instalan en Toulouse, donde Caridad regentó un pequeño restaurante.

 

Allí ella intentó suicidarse, aunque desconozco las causas. La tuvieron que trasladar urgentemente a un hospital porque se estaba muriendo. Nos quedamos los niños solos, y yo sobreviví —según me contaron más tarde— gracias a mi hermana Montserrat, que me llevaba ocho años y me estuvo alimentando con crema, que era lo único que una niña sabía hacer.27

 

Posiblemente, la desesperación, el cansancio de tener que ganarse la vida para ella y su familia, o tal vez la adicción no superada a las drogas, empujaron a Caridad a buscar soluciones más drásticas.28 Era a finales de 1928.

El personal del hospital localizó a Pau Mercader, que fue a buscar a los hijos a Francia. Caridad había ingerido una cantidad de veneno muy elevada y tardaría un tiempo en recuperarse; tal vez no fuera el primer intento que sufría. Aquel fue el momento de ruptura definitiva entre Pau y Caridad: no nos consta que se vieran más desde entonces. De hecho, sabemos que a partir de aquí constan a efectos oficiales como separados.29 Isaac Don Levine contaba que el padre había intentado seguir a su familia hasta Francia y que habría convivido con ellos de septiembre de 1925 a marzo de 1926, mientras buscaba empleo en Air France; sin embargo, Luis no hace referencia alguna en sus memorias, por lo cual, junto a la mala relación de pareja que habría hecho inviable una convivencia común, me atrevo a afirmar que es otro de los rumores que circulan sobre la familia.30

Sin embargo, el padre no pudo llevarse a los cinco hijos: Montserrat, Pau y Luis se quedaron; Ramón (que entonces tenía quince años) y Jorge (diecisiete) fueron internados en la escuela de Hostelería de Toulouse.31

 

Jorge se hizo chef de cuisine y Ramón maitre d’hôtel. Más tarde Jorge trabajó en esta especialidad en el paquebote Atlantique, que hacía la ruta Burdeos-Buenos Aires. Ramón volvió a Barcelona y se colocó en el Hotel Ritz.32

 

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5 Luis Mercader, en la visita que su madre y su hermano Ramón le hicieron en la escuela en 1933. Esta fue la única vez que fueron a verlo durante los seis años que estuvo internado.

 

Pau Mercader ganaba unas trescientas pesetas al mes, que invertía en los internados y en el mantenimiento de tres de sus hijos. Los visitaba los domingos y se los llevaba unos días de vacaciones. Caridad permaneció en Francia. Fue a vivir a París, donde se afilió al SFIO (la Sección Francesa de la Internacional Obrera, de corriente socialista) y tuvo los primeros contactos con el Partido Comunista Francés (PCF), donde al parecer ingresó más tarde. Su hija Montserrat escapó con dieciséis años del convento en el que estudiaba, fue a vivir con ella y se afilió al PCF. Más tarde, tal vez por presiones políticas, se trasladó a Burdeos. No regresó definitivamente a Cataluña hasta el año 1935, pero sabemos que como mínimo realizó una estancia en 1933, ya que Luis publicó una foto de aquel año con su madre y Ramón.

Creo que no hay que hacer demasiado caso a la rumorología que indica que en París trabajaba de enlace de grupos comunistas belgas y franceses,33 dependiendo de la Komintern —la Internacional Comunista— o que tuviera varias relaciones con personajes de primer nivel como Maurice Thorez (secretario general del PCF), Jacques Duclos (representante en la asamblea por parte también del PCF) y con «una figura de primer orden en el Partido Comunista Español, cuya reputación y fiabilidad es reconocida tanto por sus compañeros políticos como por sus enemigos».34 Ya hemos visto anteriormente cómo se la relacionaba también con los anarquistas del Paralelo o, en Francia mismo, con Leonid Eitingon o con un aviador. Pero lo cierto es que esta fama de promiscuidad de Caridad tal vez haya sido instigada más bien por parte de sus enemigos. Luis Mercader explicaba, como hemos visto, que su padre incluso la llevaba a casas de prostitución para intentar despertarle el instinto.35

Entretanto, Ramón había vuelto a Barcelona, donde primero trabajó como mensajero para la exhibición por el centenario de la muerte de Goya,36 y más tarde ingresó en el Hotel Ritz como ayudante del chef o chico de los recados.37 Por su educación, modales e idiomas, se incorporó sin problemas a un hotel de tal distinción. Vivió con su padre, al menos durante un tiempo.

ImagenRamón era fuerte físicamente: deportista, hacía también anillas y barras y dicen que era capaz de doblar una moneda de cobre con tres dedos. Tenía buena planta, era elegante, incluso algo presumido. Pero contrariamente a lo que podría pensarse por la imagen proyectada, no era un chico mujeriego. Luis lo describe muy bien cuando indica que «él era un hombre muy estricto también en lo sexual. Nunca le he conocido amigas frívolas, aventuras o cosas así. No creo, por ejemplo, que haya estado nunca en un prostíbulo. Era una persona de un puritanismo comunista exacerbado».38 Un fanatismo político que lo llevará también, por ejemplo, a desconsiderar la sardana por parecerle un baile burgués, aunque también el mero hecho de ir a bailar.39

Era, además, un apasionado militarista. Aunque pertenecía a la leva de 1934, todo parece indicar que ingresó en el ejército como voluntario en 1932 o 1933, y fue destinado al Regimiento de Infantería de Jaén.40 Pasó también algún tiempo en Reus, donde conoció a Teresa Palau, activa militante comunista. «Ramón había hecho el servicio militar como cabo de gastadores pero no lo aceptaron por ser comunista. Eso le dolió toda la vida».41 Y es que Ramón tal vez ya estuviera influenciado por las ideas revolucionarias desde su regreso de Francia. Había adquirido conciencia de clase, aunque procedía justamente de la contraria. Se había dejado cautivar, como su madre, por la idea de un mundo mejor, por lo que se decía de la Unión Soviética, la patria de los obreros. Así que a principios de los años treinta podía declararse ya comunista, en un momento en que estos se situaban claramente en la marginalidad política.42 Debió de ser seguramente durante aquellos años cuando entró a formar parte del Partido Comunista de Cataluña o de sus juventudes.

 

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7 Ramón Mercader y la abuela paterna en 1933, con el uniforme militar. En opinión del catedrático Joan Villarroya, la gorra que llevaba podría ser indicativo de algún tipo de graduación militar.

 

Así, en 1934, a su regreso del servicio militar, Ramón Mercader estaba presente en las reuniones que pretendían la unificación de las Juventudes Socialistas y las Juventudes Comunistas;43 unas reuniones que no llegarían a buen puerto por divergencias internas y por el estallido de los denominados Hechos de Octubre, que romperían los diferentes procesos abiertos de alianzas obreras y las esperanzas de las izquierdas, hasta que se proclamara la victoria de estas en las elecciones de febrero de 1936.

El alzamiento de los mineros asturianos y los duros enfrentamientos con el ejército; la proclamación del Estado Catalán por parte del presidente de la Generalitat, Lluís Companys, y los enfrentamientos en Barcelona; o el papel del Partido Socialista Obrero Español y los sindicatos obreros en la preparación de una huelga general que no tuvo éxito y en el tráfico de armas, desencadenaron una brutal represión que dejó su poso para la futura Guerra Civil. Así, el abuso de los militares comandados por Francisco Franco en Asturias; el encarcelamiento del propio Lluís Companys y de su gobierno en el Penal de Santa María (Cádiz); y la destitución generalizada de ayuntamientos de izquierdas, con no pocos regidores encerrados en prisión y/o depurados, crearon un clima de enfrentamiento y polarización entre derechas e izquierdas que se materializó en febrero de 1936 con la creación de una coalición de republicanos de izquierda y partidos obreros, el Frente Popular (Front d’Esquerres en Cataluña), pero que no consiguió la unión de las derechas en un mismo grupo, excepto en Cataluña (Front Català d’Ordre).

Aunque las fuerzas del general Batet no encontraron apenas oposición en Barcelona, hubo pequeños grupos que protagonizaron algunos enfrentamientos con el ejército, entre los cuales destacan las muertes de Jaume Compte y Manuel González Alba, dirigentes del Partido Catalán Proletario, que se hicieron fuertes en los locales del Centro Autonomista de Dependientes del Comercio y la Industria (el famoso CADCI) en las Ramblas.44 Hubo otros grupos pequeños que salieron a la calle, pero la rápida solución por parte de Batet, la falta de una reacción unitaria en los militares y la poca planificación de esta hicieron que muchos dieran media vuelta y se marcharan a casa. Ramón Mercader, por lo que parece, participó en alguna acción promovida por las Juventudes Comunistas, pero no tomó parte activa, ya que no fue detenido ni se conocen más detalles.45

Son años en los que el personaje se desvincula de las familias Mercader y Del Río. En una carta que recoge su hermano, fechada el 24 de marzo de 1977, donde respondía a Luis sobre sus parientes con relación a que este último quería volver a establecerse en Barcelona, le escribió:

 

[…] yo ignoro si aún tenemos parientes a quien podamos dirigirnos. Más aún, no sé si tenemos (que los debemos de tener casi seguro) aún parientes vivos. Ten en cuenta que yo desde 1931 había cortado todos los lazos del parentesco Mercader, y solo muy de vez en cuando iba a casa de tío Pepe […]. De estos, solo me llevaba bien con mi primo Cheché, médico, José Luis del Río Mercader, de mi edad.46

 

Los parientes observaron, pues, un cambio en el joven Ramón: ya no los visitaba, parecía estar metido en algún tipo de secta o grupo extraño.

No sabemos exactamente dónde vivía, pero no era en calle Ample con Luis y su padre. Continuaba, posiblemente, con su trabajo en el Ritz, pero había iniciado ya la actividad clandestina que, a partir de 1937, no abandonaría prácticamente durante el resto de su vida. Y es que era uno de los encargados de propiciar las reuniones de una célula clandestina de las Juventudes Comunistas en Barcelona. Bajo el nombre de Peña Artística y Recreativa Miguel de Cervantes se encontraban en el bar Joaquín Costa de la calle Guifré, número 11, donde trabajaba la secretaria del grupo. Fueron detenidos junto a diecisiete jóvenes más en una redada capitaneada por el comisario Pedro Polo Borreguero, el 12 de junio de 1935.

La ficha policial que le hicieron y que fue conservada por la Dirección General de la Policía en Madrid,47 fue sumamente importante posteriormente, ya que las autoridades mexicanas, una vez encarcelado en aquel país no tuvieron certeza realmente de quién era aquel reo hasta que no consiguieron contrastar su fotografía y sus huellas dactilares con las conservadas en esta ficha. Así, se dice que efectivamente fue detenido en Barcelona el 12 de junio de 1935. Medía un metro ochenta y consta como domiciliado en casa de su padre, calle Ample, número 7, y de profesión escribiente.48 Se indica claramente que se le detiene por ser comunista. No podemos indicar los nombres de los otros compañeros, ya que en la copia que me ha sido facilitada estos están tachados, pero se especula con que estuvieran, entre otros, Jaume Graells (joven dirigente comunista muerto el 19 de julio en Barcelona) o Joan Brufau.49

Encerrado en la prisión de San Miguel de los Reyes (Comunidad Valenciana) fue retenido hasta que inmediatamente después de la victoria electoral de las izquierdas se declaró una amnistía generalizada y pudo salir para establecerse de nuevo en Barcelona. De hecho, podemos encontrarlo ya en la manifestación de bienvenida al presidente Companys, que llegó a la Ciudad Condal el 1 de marzo de 1936 y fue recibido de forma apoteósica por miles de catalanes.

ImagenMientras tanto, Caridad del Río había regresado de Francia en torno a 1935. Expulsada de París, parece ser que últimamente había vivido en una granja cerca de Burdeos.50 Ingresó enseguida en el Partido Comunista de Cataluña y en la Unión de Mujeres Antifascistas. Sin embargo, no tardaría mucho en probar la política represiva del Bienio Negro: detenida por la policía, la apalearon de tal forma que, según Luis Mercader, perdió la visión durante quince días.

Ramón se ocupaba de otros temas. Su hermano indica que ejercía de profesor de catalán; Don Levine que organizaba huelgas de maestros. Pero fue sobre todo la Olimpiada Popular de Barcelona la que lo tendrá más ocupado. Esta tenía que celebrarse a partir del 22 de julio, como reacción a los Juegos Olímpicos de Berlín de aquel año. El mensaje que envió el Comité Catalán Pro Deporte Popular, impulsor de la Olimpiada, al presidente republicano Manuel Azaña, en abril de 1936 es bien claro:

 

El régimen nacionalsocialista utiliza el movimiento deportivo para sus fines reaccionarios, para la militarización de la juventud y para la preparación de la guerra. Con su sistema terrorista, suprimir cualquier expresión de libertad deportiva, excluye del ejercicio de sus derechos deportivos a los pertenecientes a las «razas inferiores» y reprime el movimiento deportivo popular con medidas bárbaras.51

 

Por lo tanto, era necesario organizar un campeonato no solo de ámbito catalán, sino internacional, que uniera a las clases populares contrarias al totalitarismo nazi y a cualquier forma del fascismo, que se servía del deporte para sus fines. El deporte fue muy importante en el movimiento obrero de entreguerras, sobre todo en zonas de fuerte implantación marxista, donde se entendía como una forma de proselitismo; en Cataluña, no obstante, por el claro dominio anarquista, el deporte que podríamos llamar proletario, o bien obrero, fue sustituido por un deporte popular de carácter catalanista.

Rafael Abella me puso sobre la pista de que lo que decían Luis Mercader y José Ramón Garmabella acerca de la implicación de Mercader en la organización de la Olimpiada era cierto.52 Fue escogido miembro del Comité Ejecutivo del Comité Organizador, que contaba con el apoyo de entidades y asociaciones deportivas de todo el país, muchas de ellas vinculadas a partidos, sindicatos, ateneos de carácter político y grupos cercanos al Front d’Esquerres. Así, pronto pasó a llamarse Comité Organizador de la Olimpiada Popular (COOP), que recibió el apoyo de los periódicos y personajes destacados de todo el ámbito español. En la carta de agradecimiento que dirigieron al presidente de la Generalitat por haber aceptado la presidencia honorífica de un acto de tal importancia aparece, pues, la firma de Ramón Mercador junto a la de otros personajes importantes como Jaume Miravitlles o Francesc Parramon.53 A lo largo de aquellos meses van apareciendo otras noticias en la prensa que dan cuenta del trabajo del Comité y en las cuales siempre aparece el nombre de R. Mercader, como secretario de Organización.54

No obstante, hemos de desmentir otro de los tópicos que hemos visto repetidos en muchas ocasiones: a pesar de que Ramón Mercader era un excelente deportista, como hemos visto anteriormente, no tenía previsto participar directamente en la Olimpiada, al menos que quede constancia. Garmabella dice que era el capitán del equipo de equitación.55 Tanto su padre como su madre habían sido buenos jinetes y podría ser que Ramón tuviera nociones. Pero es que la equitación era más bien un deporte elitista, fuera del alcance de la mayoría de la población; y si echamos una rápida ojeada al programa de la Olimpiada nos percataremos de que nunca fue incluido.56

Caridad también tuvo un papel activo en la preparación de la Olimpiada. Ejercía de colaboradora del Servicio de Propaganda Internacional, realizando tareas de secretaria en las oficinas de la organización, situadas en el local del CADCI, en la rambla de Santa Mónica de Barcelona.

Sin embargo, antes de la inauguración de los eventos, los medios dieron la noticia de una revuelta de una parte del ejército español destinado en África. Era el 17 de julio y, entre el 18 y el 19, el movimiento se extendió por la mayoría de provincias y capitales españolas. Aquello marcó un antes y un después en la vida de Ramón Mercader. La Guerra Civil fue, como veremos a lo largo del trabajo, mucho más importante de lo que en un principio pudiera parecer. Tanto por la trayectoria posterior de Mercader como por la del propio asesinado, León Trotsky.

 

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9 Caridad Mercader, en la sede de la Olimpiada Popular. El hombre que dicta, a la derecha, es Francesc Parramon, secretario.

 

Pero antes de avanzar en la historia, me gustaría hacer unas reflexiones, a propósito de unas afirmaciones que realiza Luis Mercader en su libro. No creo que su madre fuera responsable de cómo salieron los hijos, porque vivió poco con ellos, tuvieron que espabilarse solos en muchos casos.

 

Ella misma me lo reconoció una vez, llorando, en Moscú, en 1943. Me dijo entonces que se consideraba la culpable de todas las desgracias de nuestra familia, de que todos los hermanos viviéramos separados en distintos rincones del mundo y de que apenas nos conociéramos […]. De todo esto es fácil deducir que mi madre influyó en nosotros más por ausencia que por su presencia activa.57

 

Yo creo, no obstante, que tuvo más influencia de la que quiere admitir; es más, creo que fue decisiva en la educación y formación de sus descendientes. El propio sentimiento de culpa de la madre por la trayectoria de sus hijos lo muestra claramente. ¿Qué impedía a los Mercader-Del Río tener una vida tranquila, propia de la gente de su categoría? ¿Qué habría pasado si Caridad no se hubiera rebelado contra su condición social? ¿Fue realmente la actitud del marido la que la empujó a cambiar su vida (y no solo la suya, sino también la de sus hijos)?

Obviamente todo influye. Ortega y Gasset acuñó aquella célebre frase de «Yo soy yo y mis circunstancias». Caridad del Río tenía una personalidad nerviosa, impulsiva, impredecible. Su inquietud se mostró de joven, ya fuera con la hípica, las ganas de probar cosas nuevas o el hecho de que saliera del convento porque aquel no era su sitio. Se casó muy pronto, con dieciocho años, por un pacto entre familias, o por su propia impulsividad, y todavía no había cumplido los veinte cuando tuvo el primer hijo. Aquel mundo tan abierto del que disfrutaba (recordemos las excursiones a Mallorca, seguramente conocía la casa familiar en Cantabria, había vivido en internados en el extranjero, había nacido en Cuba…) se cerró precipitadamente por las obligaciones que la moral de la época imponía a una mujer casada de la alta sociedad. A partir de ahí, el cuidado de la casa, del marido y de los críos se la comió. Ella, una mujer todavía joven, rebelde, se sentía incómoda y encorsetada en una vida que no era para ella. De modo que no es extraño que cuando las circunstancias propiciaron que conociera otro mundo, el más bohemio y transgresor de la zona del Raval y el Paralelo, se sintiera seducida y cuestionara su ascendencia y clase social. El contacto con grupos anarquistas, las drogas y la reacción familiar harían el resto.

Decididamente, los hijos vivieron marcados por este cambio de rumbo en la vida de su madre. Ellos también marcharon a Francia; ellos también sufrieron las estrecheces de la nueva situación; ellos también se sintieron, poco o mucho, atraídos por las ideas que profesaba entonces su madre. Tal vez sí se dejara ir bastante a partir de aquel momento (y Luis podía sentirlo más que ninguno, dado que la vio una sola vez en seis años), pero la aureola del personaje, la influencia que ejercía sobre su descendencia, continuó siendo fuerte. Si no, como veremos más adelante, no se entiende que mantuviera el contacto con sus hijos y que hasta el momento de su muerte viviera con unos y otros. Tal vez sí influyera más en ellos por ausencia que por presencia, pero a veces la figura ausente es también determinante en la configuración de la idiosincrasia de los hijos.

Pau Mercader se nos aparece como una figura impotente; mientras los negocios iban bien la familia mantenía los cánones clásicos de los de su clase. No sabemos mucho, lo que nos hace pensar que tenía una vida discreta y plácida, solo enturbiada por el desfalco de su hermano Joan, que propició la caída de las empresas familiares y le obligó a cambiar de modus vivendi. El deterioro de la relación con Caridad se debe más bien a la excentricidad de esta y al cambio de visión del mundo que supusieron el traslado de domicilio y los sacrificios sufridos al reducirse los ingresos familiares. Intentó cuidar de sus hijos y arreglar su matrimonio, algo que Caridad no le permitió. Y no debió de hacerlo tan mal, ya que Ramón y Luis reconocieron, muchos años más tarde, que les habría gustado mantener el contacto.

 

Él me decía [Ramón] que nuestro padre era una persona demasiado buena, un pedazo de pan y que todo lo que había pasado en nuestra familia era por culpa de nuestra madre, que era «una mandona caprichosa y una dictadora».58

 

De modo que Ramón Mercader creció en una familia burguesa en decadencia, con conflictos entre los progenitores y dificultades económicas. No obstante, recibió una educación y formación que le resultó útil para el resto de su vida. Aprendió galantería y formalidad, aprendió idiomas y cuando su madre se los llevó a Francia, aprendió también a espabilarse por sí solo. Su personalidad se forjó durante la infancia y juventud; una juventud marcada también por la Guerra Civil, que estalló cuando tenía veintitrés años.

Los estudios de Toulouse le permitieron posteriormente obtener un buen trabajo en el Ritz, que le sirvió de tapadera para las actividades clandestinas en las que pronto empezó a participar. Su gran error de aquella época fue, seguramente, que lo encarcelaran en 1935: las fotografías y huellas dactilares adjuntas a la ficha policial lo desenmascararían quince años más tarde. Pero los años de la Segunda República española le valieron también como escuela de formación política y social. La conciencia comunista la adquirió bregando en las calles con las Juventudes Comunistas, durante los Hechos de Octubre de 1934, en la prisión, en la organización de la Olimpiada Popular. Para cuando llega 1936 Ramón tiene las ideas claras, sabe de qué lado está. Ha roto lazos con la familia, tiene una participación decidida en la vida política del país. Sus amistades están en la órbita del partido y de los grupos comunistas, algo que lo hará también más fanático, e incluso diríamos que sectario. «En estas cosas, los militantes de origen burgués se comportan con celo, como si quisieran borrar “el estigma de clase”», diría Teresa Pàmies.59

La Guerra Civil fue, y nunca mejor dicho, la prueba de fuego de su militancia y su bautizo de acción. Llegó en un momento de maduración personal. Las decisiones tomadas en ese período fueron consecuencia directa de la formación adquirida durante los años precedentes. Ramón Mercader era, en 1936, un comunista de los pies a la cabeza, que confiaba ciegamente en la dirección del partido y las directrices que llegaban desde la Unión Soviética. Pero no solo él, su madre y el resto de sus hermanos también sufrieron las consecuencias de una militancia ideológica que marcaría sus vidas para siempre.

La infancia y juventud, que a priori podrían parecer solo una parte superflua de la vida de Ramón Mercader, son sumamente importantes, porque nos ayudarán a entender parte de su trayectoria posterior y de los hechos que a continuación explicaremos.

 

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10 Fotografías y huella dactilar incluidas en el expediente policial de Ramón Mercader.

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