Capítulo 10

«A-54»: El agente de los mil nombres

A principios de febrero de 1936, una misteriosa carta llegó a la sede del Ministerio de la Guerra en Praga. En esos momentos, la presión de la Alemania nazi sobre Checoslovaquia comenzaba a ser asfixiante. Hitler ambicionaba anexionarse la región checa de los Sudetes, de mayoría alemana, por lo que desde Berlín se promovían incidentes y alborotos en esta región con el fin de que la situación llegase a ser insostenible, para justificar así una intervención. El temor a una guerra con Alemania flotaba entre los checos.

La llegada de esa carta causaría una gran sorpresa pues, en ella, un alemán que presumiblemente pertenecía al aparato del régimen nazi se ofrecía a colaborar con los que, quizás en poco tiempo, podían convertirse en sus enemigos.

En la misiva, el remitente se ofrecía al servicio secreto checo, asegurando que estaba dispuesto a revelarles los métodos empleados para transmitir información de Checoslovaquia a Alemania, los detalles de organización del espionaje alemán en su país, así como los planes subversivos del Partido Sudete Alemán.

El misterioso comunicante advirtió de que nunca llegarían a conocer su nombre, y que jamás se entrevistaría con oficiales del servicio secreto checo. En pago a sus servicios exigía la considerable suma de quince mil marcos alemanes, cantidad equivalente a unos ciento cincuenta mil euros. La primera entrega sería de cuatro mil marcos. También les requería la entrega de una cámara fotográfica y otros instrumentos para realizar su tarea. Para concluir anunciaba que, una vez efectuada la entrega del material prometido, interrumpiría el trabajo durante un año. Aduciendo motivos de seguridad, exigía disponer de períodos de inactividad.

En la carta aseguraba que esperaría la contestación hasta el 14 de febrero; si no recibía ninguna respuesta, tenía pensado ofrecer ese material al servicio secreto francés. Como dirección de respuesta indicó: «F.M. 137, Lista de Correos Annaberg/Erzgebirge».

El teniente coronel Frantisek Moravec, jefe de la sección encargada de gestionar el asunto, reunió de inmediato a sus más allegados colaboradores. Les pareció sospechoso que su autor cometiera faltas de ortografía, incomprensibles en un alemán; aunque el contenido no podía resultar más atractivo, temían que se tratara de una trampa. Por otra parte, la carta estaba sellada en una localidad fronteriza checa, lo que llevaba a pensar que, en efecto, el remitente era alemán y que había entrado en territorio checo para evitar que la carta hubiera sido interceptada de haber sido enviada desde Alemania.

Después de muchas discusiones, el teniente Moravec y sus hombres decidieron contestar la carta. Al parecer, el hombre necesitaba dinero, y los checos la valiosa información que él decía ser capaz de facilitarles. Así, le escribieron el mismo día, manifestándole que les interesaba su ofrecimiento, y procedieron a enviarle el dinero que pedía, aun sin disponer de ninguna garantía.

Como es obvio, la carta de respuesta no podía tener como remitente al Ministerio de la Guerra checo. Por tanto, la misiva iba escrita en primera persona, figurando como remitente un tal Karl Schimek, siendo su domicilio Dostalgasse 19, Praga. Esta era una de las direcciones apócrifas con las que contaba el servicio secreto checo.

Al poco tiempo, llegó la escueta respuesta del alemán, en la que nombraba a varios agentes germanos que operaban en Checoslovaquia, y a otros que en Alemania trabajaban en contra de los intereses del Gobierno de Praga; con esa información demostraba que conocía la sala de máquinas del régimen y que podía aportar datos de incalculable utilidad para los servicios secretos checos.

PRIMERA ENTREVISTA

Esas revelaciones causaron entusiasmo entre Moravec y sus hombres, pero no podían confiarse, por si se trataba de una trampa. Le escribieron dos cartas más, acompañándolas en el sobre con varios billetes de cien marcos para recompensar sus informaciones. A pesar de que el enigmático alemán les había manifestado que nunca se reuniría con agentes del servicio secreto checo, le pidieron mantener una entrevista, a la que accedió de manera inesperada. El encuentro habría de tener lugar el lunes 6 de abril de 1936 en la pequeña localidad checa de Vejprty, perteneciente a la región de los Sudetes —por lo que también era conocida por su nombre germano, Weipert—, y a escasa distancia de la frontera con Alemania. El punto de reunión sería un cruce de dos caminos a las afueras del pueblo, a las ocho y media de la tarde.

Los checos se trasladaron al lugar acordado y esperaron. De pronto, el alemán apareció, lenta y cautelosamente. Se saludaron con el santo y seña convenido: Altvater. Se acomodaron en el coche y fueron a la localidad de Komotau, donde conversaron durante unas tres horas. El alemán aseguró que su nombre auténtico era Jochen Breitner, y que para mayor seguridad no llevaba encima ningún documento de identidad. Al parecer trabajaba como dibujante y fotógrafo en la oficina del Abwehr en Dresde y, gracias a su novia, encargada del archivo, tenía acceso al material secreto. Explicó que ofrecía sus servicios por tener que saldar deudas, además de que tenían pensado casarse en breve.

Breitner llevaba consigo material de interés, como por ejemplo los planes organizativos del Abwehr y de la Gestapo en Dresde, un esquema de las redes de agentes en la zona fronteriza y otro de las que operaban en Checoslovaquia. Sometido a un hábil interrogatorio por los checos, no se contradijo y mantuvo la calma en todo momento. Los agentes checos coincidieron en que se trataba de un hombre interesado en colaborar con ellos, descartando que se tratase de una trampa. Así, concertaron una próxima entrevista y lo dejaron de nuevo en Vejprty. Aquel mismo día se le dio una denominación, «A-54», por la que sería conocido por los checos en lo sucesivo.

La siguiente entrevista tendría lugar en la localidad de Nové Zvolání (para los sudetes alemanes, Neugeschrei), en la que el agente germano les suministró nueva información. Los checos no volverían a ver a A-54 hasta principios de junio de 1937, en Karlsbad. En esa reunión les entregó documentación sobre la reorganización de la Gestapo y del espionaje militar para un eventual conflicto, además de un resumen de las directrices secretas de Hitler sobre Checoslovaquia.

Los informes proporcionados por A-54 a lo largo de 1937 y la primera mitad de 1938 se fueron revelando de extraordinaria importancia para los miembros del servicio secreto, que esperaban los sucesivos encuentros con auténtica inquietud. En julio de 1938, Moravec y sus hombres se alegraron al saber que pensaba trasladarse a Praga hacia mediados de agosto.

El coronel Frantisek Fryc, que también trabajaba en el servicio secreto checo, sería el encargado de atender a A-54 a su llegada a Praga. El alemán les indicó que a partir de entonces se refirieran a él con el seudónimo «Voral». Convinieron con él en abrirle una cuenta en Suiza, adonde le enviarían los fondos en lo sucesivo, para el caso de que tuviera que abandonar Alemania.

Mientras Voral estuvo en Praga en agosto de 1938, se vería frecuentemente con los checos en cafés y restaurantes. Según aseguró uno de sus interlocutores, el alemán les dijo en una ocasión: «¿Qué quiere saber de Alemania? Aquello es un feudo de los uniformes negros, y los odio a muerte». Aunque los checos trataron de que les explicase los motivos de ese intenso odio que sentía hacia los nazis, no se lo quiso explicar.

UN VIAJE ARRIESGADO

Voral compareció de nuevo en Praga a principios de septiembre de 1938. Esta vez se reunió con los checos en un hotel. Traía muestras del más reciente explosivo germano, que sus interlocutores remitirían a los laboratorios de las fuerzas aéreas checas para su investigación. Pero lo más importante era la información de que no pasaría mucho tiempo antes de que Alemania se apoderase de Checoslovaquia, tal como había sucedido en marzo del año anterior con Austria, anexionada por el Reich alemán.

Ante la previsión de que los agentes checos tuvieran que abandonar tarde o temprano el país, A-54 les dijo que deseaba aprender a manejar un transmisor, a fin de poder enviarles los mensajes allá a donde tuvieran que huir. Aunque los checos ayudaron al alemán a familiarizarse con el transmisor, este nunca llegaría a utilizarlo personalmente, puesto que le resultaría mucho más sencillo enviar los mensajes por medio de los aparatos que quedarían en manos de la resistencia checa.

Tras permanecer unos días en Praga, Voral pidió a los checos que lo llevasen hasta Vejprty, desde donde podría pasar durante la noche a territorio germano. Así, en la tarde del 12 de septiembre, los agentes checos emprendieron con él el camino a la frontera germana. Pero la tensión en la región de los Sudetes, teledirigida desde Berlín, acababa de estallar. Hitler había empleado la misma táctica el año anterior en Austria; antes de que sus tropas entrasen en su país natal, los nazis habían llevado a cabo una intensa campaña de desestabilización, incluyendo el asesinato de su canciller en 1934. Con Checoslovaquia emplearía la misma estratagema. Las denuncias de supuestos excesos cometidos por la población checa de los Sudetes contra la población de origen germano estarían a la orden del día, creando el caldo de cultivo necesario para la intervención.

Así, el discurso que había pronunciado el führer unos días antes en Núremberg con motivo del congreso anual del partido, en el que reclamó la inmediata anexión para el Reich de ese territorio checo amparándose en el origen alemán de sus habitantes, no tardaría en dar sus frutos. Aquella misma tarde, los partidarios más radicales de pasar a formar parte de Alemania lanzaron una campaña de terror en toda la región contra la población de origen checo, lo que llevó al Gobierno de Praga a proclamar urgentemente la ley marcial en el territorio de los Sudetes.

El viaje estaba siendo tan arriesgado como hacía prever la gravedad de la situación. Al atravesar el territorio de los Sudetes, contemplaban cómo las calles de los pueblos por los que iban pasando estaban atestadas de fanáticos seguidores de Konrad Heinlein, el líder nazi en esta región. De pronto, y ya en plena noche, los checos se vieron rodeados por una quincena de hombres empuñando fusiles; uno de ellos efectuó varios disparos al aire. Los checos quitaron el seguro de las pistolas en sus fundas y esperaron, con el ánimo tenso, a ver lo que ocurría.

Afortunadamente para los miembros del servicio secreto checo, Voral se decidió a resolver la tensa situación; el alemán se apeó del vehículo y gritó algo a los exaltados en un enérgico alemán. Habló con uno del grupo, en voz baja y durante varios minutos, y regresó al vehículo diciendo a los checos que podían seguir adelante. Cuando pasaron, la patrulla les saludó militarmente.

Llegaron a Vejprty sin más contratiempos. Allí se despidieron de A-54, quien les proporcionó el santo y seña que les debía permitir volver a Praga sin dificultad: Langer Max. Los agentes checos tuvieron que recurrir a esta contraseña en varias ocasiones; el conductor, de lejos para evitar alguna incómoda comprobación, gritaba Langer Max, e inmediatamente les dejaban el paso libre, siendo saludados con vivas muestras de júbilo.

LA TRAICIÓN DE MÚNICH

A partir de entonces, los acontecimientos se precipitarían para Checoslovaquia, en el sentido que había anunciado A-54. Temiendo que los graves incidentes producidos en la región de los Sudetes, atizados indisimuladamente por Alemania, fueran el preludio de una invasión militar, el pequeño país centroeuropeo acudió a Francia y Gran Bretaña para pedir auxilio ante las amenazas germanas. Sin embargo, en lugar de garantizar su independencia, franceses y británicos intentaron convencer a los checos para que realizasen concesiones a Hitler, a fin de evitar una escalada de tensión en Europa que pudiera desembocar en una nueva conflagración; pero el Gobierno de Praga no estaba dispuesto a claudicar. Las potencias occidentales comprendieron que Hitler estaba decidido a llegar a la guerra para obtener su propósito, por lo que finalmente convinieron en reunirse con el dictador alemán.

En la noche del 29 al 30 de septiembre de 1938, en Múnich, las potencias democráticas cedieron entregar a Hitler la región de los Sudetes, mientras que al presidente checo, Edvard Benes, se le impedía estar presente en la sala de negociaciones. El 1 de octubre, las tropas alemanas irrumpirían en ese territorio, incorporándolo al Reich. Benes dimitió y emprendió el camino del exilio.

Checoslovaquia había sido traicionada por las potencias occidentales. Pero la ignominia no había terminado. Voral había pronosticado a sus interlocutores checos que su país caería en manos de Alemania en poco tiempo. En esos momentos, sólo la región de los Sudetes había sido anexionada, pero el resto del país estaba condenado a caer en manos de Hitler como una fruta madura.

Edvard Benes, presidente checoslovaco entre los años 1935 y 1948, salvo entre 1938 y 1945, que permaneció en el exilio debido a la ocupación alemana.

Voral solicitó una entrevista para finales de febrero de 1939, que tendría lugar en la localidad de Turnov. Allí, y sin demasiados preámbulos, el alemán les espetó: «En Berlín se ha tomado la decisión final. El 15 de marzo, a más tardar, Checoslovaquia habrá dejado de existir».

Ante esta contundente revelación, los agentes checos se quedaron atónitos. Coincidiendo con franceses y británicos, los checos creían que las reclamaciones territoriales de Hitler en Checoslovaquia se habían visto satisfechas con la anexión de los Sudetes. No existía ninguna razón para que Alemania se apoderase del resto del país. Aunque estaban seguros de que el alemán decía la verdad, se resistían a creer esa terrible predicción. Pero, conforme Voral les fue proporcionando detalles de los preparativos que se estaban llevando a cabo en Alemania para la ocupación militar del territorio checo, no les quedó ninguna duda sobre el terrible e inevitable futuro que le esperaba a su país.

El coronel Moravec se apresuró a informar a su Gobierno de las alarmantes revelaciones que habían obtenido. El paso de los días no hizo más que confirmar las informaciones proporcionadas por A-54. Las presiones del Gobierno de Berlín sobre el de Praga irían en aumento, mientras que franceses y británicos parecían dar a Checoslovaquia por desahuciada. Mientras tanto, los agentes checos procedían a salvar los documentos más importantes, a fin de que todo estuviese listo antes del 15 de marzo. El coronel Moravec visitó al embajador británico para tratar con él la cuestión del traslado de sus documentos secretos, que sería efectuado por un agente del servicio secreto inglés. El material se reuniría en una villa de Praga, para ser recogido por un camión de la embajada británica. También se dispuso lo necesario para el viaje de Moravec y sus hombres a Londres por vía aérea.

El 14 de marzo de 1939, los dirigentes del servicio secreto checo se dirigieron al aeropuerto de Praga. Allí tomaron un vuelo especial de la compañía holandesa KLM rumbo a la capital británica. Además del equipaje personal llevaban varios paquetes sellados que contenían los documentos más importantes, entre los que se encontraban los facilitados por A-54. Algunos de los agentes huidos recalaron en Holanda, donde los checos tenían organizada una pequeña red de informantes, y otros en París.

Los cuatro representantes de Gran Bretaña, Francia, Alemania e Italia —Chamberlain, Daladier, Hitler y Mussolini, con Ciano a su izquierda— decidieron en Múnich el futuro de Checoslovaquia sin contar con ella. Los checos pagarían las consecuencias de esa traición.

El 15 de marzo de 1939, a las seis de la madrugada, las tropas alemanas invadieron Checoslovaquia, ante la pasividad de las potencias occidentales. La madrugada anterior, el entonces presidente checo Emil Hácha había estado negociando con Hitler en Berlín; ante la amenaza del führer de bombardear Praga si este no se rendía, el líder checo acabó claudicando. Los acuerdos alcanzados en Múnich ya no eran más que papel mojado. A las siete de la tarde del día siguiente a la invasión, Hitler hacía su entrada triunfal en Praga, bajo una fuerte nevada, y tomaba posesión del castillo que domina la capital. El general Blaskowitz, comandante de las fuerzas de ocupación, estableció el toque de queda a partir de las ocho de la tarde y ordenó el cierre de todos los cines, teatros, cafés y restaurantes.

El país fue desmembrado. Un día antes de la invasión alemana, Eslovaquia se había declarado independiente bajo la presidencia de Josef Tiso, quien mantenía plena sintonía con Berlín. Además, para borrar cualquier rastro de personalidad propia, Checoslovaquia perdió su nombre para pasar a convertirse oficialmente en el Protectorado de Bohemia y Moravia, tal como quedó referido en el capítulo dedicado al asesinato de Reinhard Heydrich. El ominoso pronóstico lanzado por Voral seis meses antes se había cumplido al pie de la letra; Checoslovaquia había dejado de existir.

CHECOSLOVAQUIA, OCUPADA

El Protectorado de Bohemia y Moravia sería colocado bajo la supervisión de un Reichsprotektor, cargo desempeñado por Konstantin von Neurath. Los ocupantes comenzaron a sentar las bases de la nueva organización del país. Emil Hácha permanecería nominalmente con el cargo de jefe de Estado, bajo el nombre de presidente de Estado. Pero el funcionamiento del país quedaría bajo control germano; al frente de los ministerios se colocaría a alemanes del Reich y los cargos administrativos serían confiados a checos de origen alemán, mientras que la policía quedaría en manos de la Gestapo.

El pequeño país centroeuropeo se adentraba así en una negra etapa de la que tardaría seis años en salir. Mientras las calles de Praga veían proliferar las esvásticas y sus habitantes se disponían a adaptarse a la nueva situación, un alemán, el doctor Paul Steinberg, se hospedaba en un céntrico hotel de la capital. A pesar de que en sus documentos figuraba como Steinberg, se hacía llamar doctor Holm y tenía su residencia oficial en la llamada «casa de cristal», la sede del Abwehr en la capital checa. Pero este misterioso personaje era conocido por otros sobrenombres, como A-54 o Voral... En efecto, el doctor Holm o Steinberg no era otro que el enigmático alemán que había proporcionado información tan valiosa a los checos antes de ser invadidos por las tropas de Hitler.

En el mes de mayo de 1939, el doctor Holm se dispuso a buscar vivienda. La encontró al norte de la ciudad, en una tranquila zona residencial. El dueño de la planta baja que alquiló lo recordaría más tarde como un hombre «muy agradable, obsequioso y cortés», aunque nunca logró averiguar quién era en realidad ni en qué se ocupaba. Su casero recordaba también que utilizaba dos coches oficiales, uno de ellos con chófer, y que a menudo tenía visitas, en especial señoras. A pesar de que era alemán, consideraba que era «un verdadero amigo de los checos».

Mientras tanto, un grupo de agentes checos se había establecido en La Haya. Allí actuarían bajo la tapadera de una firma de exportación de carbones. Las actividades de los agentes checos exiliados se coordinaban en una tienda de antigüedades situada en el centro de la ciudad. A esa dirección, que había sido comunicada a A-54 para estar así en contacto permanente, llegó una postal de su contacto alemán; en ella les decía que había obtenido una representación comercial en Praga. Los checos se alegraron al conocer la noticia, ya que, además de las noticias de carácter militar, les podría transmitir informes de las condiciones de vida en el interior del país.

En una nueva postal enviada desde Praga, A-54 les anunció su próxima llegada a La Haya. La entrevista, que discurriría por los cauces cordiales de las reuniones anteriores, tendría lugar en la tienda de antigüedades el 3 de junio; en ella, el agente germano no les comunicó ninguna noticia de alcance. En cambio, en una nueva entrevista que tendría lugar a primeros de agosto, A-54 sí que pudo revelarles una información de importancia trascendental: Alemania se estaba preparando para invadir Polonia en breve.

Edificio que albergó el cuartel general de la Gestapo en Praga. Los sabuesos de Himmler seguían de cerca la pista de «A-54».

ESTALLA LA GUERRA

Tras engullir Checoslovaquia, Polonia se había convertido en el siguiente objetivo de la voracidad de Hitler. La nueva reclamación germana era el pasillo de Danzig, que había pasado a manos polacas tras la Primera Guerra Mundial para permitirles la salida al mar, pero que rompía la continuidad del territorio alemán. Sin embargo en este caso los polacos no estaban dispuestos a ceder ante la presión germana como habían hecho los checos y además habían obtenido una garantía de ayuda de las potencias occidentales.

Durante el verano de 1939, pese a que soplaban vientos de guerra en Europa, eran pocos los que pensaban que Hitler fuera a lanzar a su país a una guerra contra Francia y Gran Bretaña. Pero las predicciones de A-54 se cumplieron de nuevo; ignorando las garantías dadas a Polonia, Hitler ordenó la invasión. La guerra había comenzado.

Los agentes del servicio secreto checo en Londres continuaron recibiendo las informaciones de A-54, aunque por seguridad este decidió cambiar nuevamente de seudónimo; dejó de utilizar el de Voral para pasar a ser Franta. Para recibir comunicaciones de los checos, en las que los párrafos importantes estaban escritos con una tinta invisible especial, Franta les proporcionó la dirección de una amiga de confianza que tenía en Praga.

A finales de abril de 1940, los checos destinados en La Haya recibieron de Franta un telegrama urgente, en el que les informaba que Holanda iba a ser invadida el 10 de mayo de 1940, a la vez que Bélgica y Francia. Ante el inmaculado historial de aciertos del alemán, los checos no dudaron un momento en comenzar a hacer los preparativos para trasladarse a Londres.

Mientras, los agentes que se habían refugiado en París recibieron de Franta un mensaje radiado, transmitido por un hombre de confianza en Suiza, en el que les indicaba con todo detalle la ofensiva que los alemanes pensaban llevar a cabo contra el país galo. Los agentes checos dieron cuenta inmediatamente a los representantes en París del Gobierno checo en el exilio. Estos se pusieron muy nerviosos ante la trascendencia extraordinaria que tenían esas informaciones, pero al final decidieron comunicarlas al Estado Mayor francés. Sin embargo, los franceses se mostraron muy escépticos sobre la autenticidad del informe, creyéndolo falso.

En cuanto las informaciones que anunciaban el comienzo de la ofensiva occidental llegaron a Londres, los checos, en lugar de ser felicitados por haber obtenido esa valiosísima información, fueron en cambio objeto de una severa reprimenda; los británicos se molestaron con ellos por haber advertido en primer lugar a los franceses.

Incomprensiblemente, ni británicos ni franceses tomaron en serio las advertencias transmitidas por A-54 a través de los agentes checos. Pero todo ocurriría tal como había anunciado el alemán. El 10 de mayo de 1940 la Wehrmacht atacó simultáneamente en Holanda, Bélgica y Luxemburgo. Franceses y británicos acudieron a defender Bélgica, pero nada pudieron hacer ante la arrolladora Blitzkrieg desplegada por las tropas germanas. El 22 de junio, Francia firmó el armisticio.

Tan sólo Gran Bretaña continuaba desafiando el poder omnímodo de la Alemania nazi. Hitler lanzó contra los británicos una ofensiva aérea que debía ser el preludio de una invasión, la Operación León Marino. Gracias a las comunicaciones enviadas por Franta, los checos pudieron conocer la cancelación de los planes de desembarco. A pesar de las evidencias de que A-54 era una fuente fiable, los británicos siguieron sin confiar en sus informaciones.

El 19 de diciembre de 1940 llegaría a manos de los servicios secretos checos en Londres una nueva revelación de gran calado; Franta les comunicaba que Alemania invadiría la Unión Soviética en la segunda quincena de mayo de 1941. Esa noticia la recibieron al día siguiente de que Hitler firmase la Instrucción número 21, por la que se establecían los términos en los que se llevaría a cabo esa invasión, que había recibido el nombre de Operación Barbarroja, y que señalaba el 15 de mayo como la fecha en la que debían estar listos los preparativos. Así, los agentes checos pudieron leer el contenido de esa instrucción, en cuyo encabezamiento figuraba clasificada como «máximo secreto», antes que muchos generales alemanes.

Transcurridos algunos días después de esa trascendental información, los checos recomendaron a A-54 que cambiara nuevamente su seudónimo por motivos de seguridad; a partir de entonces, dejó de ser Franta para pasar a llamarse René.

Como venía siendo habitual, las previsiones adelantadas por el «garganta profunda» alemán se acabarían cumpliendo. Alemania se lanzaría a la invasión de la Unión Soviética, aunque los plazos apuntados en la Instrucción número 21 se verían alargados debido a la imprevista campaña que Hitler debió acometer en los Balcanes destinada a asegurar el frente mediterráneo tras la inoportuna invasión italiana de Grecia lanzada por su aliado Mussolini.

Al final, Barbarroja se puso en marcha el 22 de junio, asumiendo Hitler el riesgo de que las tropas germanas se vieran atrapadas en el crudo invierno ruso antes de llegar a Moscú. Durante el verano de 1941, los panzer avanzarían imparables a través de las estepas rusas, mientras centenares de miles de soldados soviéticos eran capturados en gigantescas maniobras envolventes. La posibilidad de que la resistencia del Ejército Rojo se desplomase como un castillo de naipes era cada día más plausible.

LOS TRES REYES

Mientras la colosal invasión de la Unión Soviética estaba desatada con la vista puesta en Moscú, y los victoriosos partes de guerra no dejaban de llegar al cuartel general de Hitler, la Gestapo no permanecía inactiva en el «patio trasero» de Alemania. Los hombres de Himmler seguían la pista de cerca a un grupo de resistentes checos que actuaban bajo el liderazgo de Vaclav Moravek10. Este grupo era conocido como Tri Kalove (Los Tres Reyes), ya que al principio había estado dirigido por tres hombres: Josef Masin, Josef Balaban y el propio Moravek.

Vaclav Moravek, perteneciente a la resistencia antinazi checa y líder de Los Tres Reyes.

Las acciones de Los Tres Reyes no se habían limitado al territorio checo, lo que les hacía especialmente peligrosos para el régimen; en enero de 1941 habían conseguido hacer estallar dos pequeños artefactos explosivos en Berlín, uno en el Ministerio del Aire y otro en un cuartel de la policía. Al mes siguiente, también en la capital germana, los resistentes checos habían intentado eliminar a Reinhard Heydrich, entonces jefe del Servicio de Seguridad del Reich, mediante un atentado con bomba en la estación de ferrocarril de Anhalt, pero el tren en el que viajaba Heydrich llegó con retraso, desbaratando la operación. La Gestapo se empleó a fondo para desarticular el grupo; en abril detuvieron a Balaban y en mayo a Masin. Moravek quedaba así al frente de Los Tres Reyes.

René, que a través de un amigo que trabajaba en la sede de la Gestapo en Praga estaba al corriente de las pesquisas, advirtió a los agentes checos de que la Gestapo ya conocía la casa en donde estos tenían instalada la emisora. A partir de entonces, los resistentes transmitirían los mensajes desde un lugar diferente cada vez. Hasta que el 3 de octubre sucedió lo inevitable: la emisora fue descubierta y capturada, junto con los agentes que se encontraban allí en ese momento, aunque no lograron detener a Moravek. En esa operación los alemanes se apoderaron de los informes aportados por René.

Una vez descifrado el material, la Gestapo tuvo la seguridad de algo que había venido suponiendo desde mucho tiempo atrás: que un alto funcionario alemán trabajaba para la resistencia checa, facilitándole informes secretos de gran valor. Heydrich, el nuevo Reichsprotektor, se ocupó personalmente del caso, ordenando que se formara una comisión especial para que tratara de desenmascarar al traidor. El caso fue declarado «secreto oficial».

A-54, DESCUBIERTO

Unos días más tarde de la desarticulación del grupo de Los Tres Reyes se supo, gracias a la confesión de dos agentes detenidos en la operación, que A-54 era un alto funcionario germano residente el algún lugar del norte de Praga. Revisados los archivos, se descubrió que el doctor Holm vivía en esa zona. Pero, tal como ha sido referido, aunque en su documentación figuraba como Paul Steinberg, no era ese tampoco su auténtico nombre. Se trataba en realidad de Paul Thümmel.

Paul Thümmel tenía entonces treinta y nueve años. Había nacido en Neuhausen. De oficio panadero, fue cofundador en 1927 del grupo local del Partido Nazi. Con motivo de la fundación de ese grupo comenzó su actuación política el futuro jefe de las SS, Heinrich Himmler, entonces un simple avicultor, quien durante su estancia en Neuhausen se alojó en casa de Thümmel.

Tras el ascenso de los nazis al poder, Himmler, en su calidad de Reichsführer de las SS, demostró a Thümmel su gratitud por los servicios prestados y su inquebrantable adhesión proporcionándole un puesto en el Abwehr del almirante Canaris en Dresde. Thümmel no tardó en convertirse en el hombre de confianza del Abwehr en «La Florencia del Elba». El hecho de estar en posesión de un número de afiliación al Partido Nazi tan bajo como el 61.574, así como de la Medalla de Oro del Partido, y sobre todo la recomendación personal de Himmler le hacían inmune a cualquier sospecha que pudiera recaer sobre él.

Aunque es de imaginar que Thümmel se vio decepcionado por sus correligionarios al constatar el brutal régimen totalitario bajo el que Alemania había quedado sometida, se supone que fueron dificultades monetarias las que, a principios de febrero de 1936, le obligaron a tomar un tren nocturno, cruzar la frontera checa y echar en el primer buzón aquella carta dirigida al Ministerio de la Guerra checo.

Thümmel fue detenido por la Gestapo el 13 de octubre de 1941. Para intentar salvar el pellejo, durante el interrogatorio dijo estar actuando como agente doble; justificó sus actividades en el seno de la resistencia checa y los contactos con el servicio secreto del país, asegurando que obedecían a que preparaba el golpe definitivo contra ella, pero que aún precisaba de algún tiempo más para concluir su tarea.

Finalmente, aparentando haber quedado convencidos de su doble juego, los agentes de la Gestapo pusieron a Thümmel en libertad el 2 de marzo de 1942 bajo «palabra de honor», aunque a partir de ese momento sería sometido a una estrecha vigilancia. La Gestapo no dudaba de que intentaría concertar una nueva entrevista con los agentes checos y optaron por esperar a que cayesen en la trampa.

Sin embargo, A-54 conocía de sobra el proceder de la Gestapo, así que no se reunió abiertamente con los checos. La estrecha vigilancia incluía el que un agente de la Gestapo durmiese todas las noches en el salón de su casa. Pero Thümmel se retiraba a dormir siempre muy tarde; el guardián, fatigado, se quedaba dormido, y no se percataba de que Thümmel salía a la calle por la ventana de su habitación para reunirse regularmente con Vaclav Moravek, el líder de Los Tres Reyes. De este modo, los agentes checos pudieron seguir enviando a Londres la información suministrada por A-54. En una de sus comunicaciones por radio, los agentes propusieron a sus compatriotas en Londres que se intentase salvar a A-54, rescatándolo mediante un avión.

Pero la paciencia de la Gestapo se acabó a finales de ese mes de marzo al ver que Thümmel no caía en la trampa y que, por tanto, no podían capturar al escurridizo Moravek. Así, le dieron un ultimátum; debía conseguir que el jefe de los Tri Kalove acudiese a su domicilio, en donde sería detenido. Thümmel salió en busca de Moravek mientras en su casa esperaban varios agentes de la Gestapo; pero regresó sin el checo, lo que provocó que fuera definitivamente arrestado.

Tras un duro interrogatorio, Thümmel confesó que se había citado con Moravek para el día siguiente. Al lugar de reunión acudieron, a la hora convenida, los esbirros de Heydrich. Moravek se presentó, pero no fue capturado vivo; abrió fuego contra los hombres de la Gestapo y por último se quitó la vida. El checo llevaba consigo las fotografías de varios paracaidistas, que seguramente iba a entregar a A-54 para que les proporcionase documentación falsa.

SU ÚLTIMO NOMBRE

El 16 de mayo de 1942, Heydrich escribió al jefe de la Cancillería del Partido Nazi, Martin Bormann, una carta en la que le daba cuenta de la detención de Thümmel por traidor, señalando su bajo número de afiliado, así como la Medalla de Honor del partido que poseía. Heydrich explicaba a Bormann en la misiva que el detenido había confesado que desde 1934 había venido trabajando para los servicios secretos checo y británico, y que había percibido unos cuarenta mil marcos por sus informaciones.

Bormann le respondería en estos términos:

Apreciado camarada Heydrich: A su carta del 16 de mayo contesto que Thümmel ha sido expulsado del partido. No es necesario que se informe de ello al interesado ni a la jefatura de Sajonia. ¡Heil Hitler!

La madre de Thümmel, que era panadera en Neuhasen, escribió al jefe de las SS, Heinrich Himmler, pidiendo clemencia para su vástago, quien permanecía encerrado en una celda del cuartel general de la Gestapo en Praga. Himmler le contestó el 12 de septiembre de 1944:

Estimada señora Thümmel: He recibido su carta del 25 de agosto de 1944 relativa a su hijo Paul, y lamento no poder corresponder a sus deseos. Su hijo deberá comparecer ante un tribunal militar, acusado de alta traición, tan pronto como se concluyan las oportunas averiguaciones. ¡Heil Hitler!

Paul Thümmel no sería llevado ante ningún tribunal, ni las pesquisas continuarían hasta el final. Se supone que las SS organizaban un proceso contra Canaris y su servicio secreto militar: Thümmel se ofreció para declarar en calidad de testigo, con objeto de salvar su vida. Mas, para evitar que el Abwehr interviniera en su defensa, las SS lo harían «desaparecer» bajo otro nombre falso, aunque en este caso impuesto y no escogido por él: Toman. Ese sería su último nombre; hasta entonces, además de los que aquí se han referido, había utilizado los de Jochen, Raab, Wedel, Frantisek, «Oso» e incluso Eva.

Así, Thümmel fue trasladado desde la sede de la Gestapo a la pequeña fortaleza de Terezin, en donde ingresó como el «comandante holandés Peter Toman, ex agregado militar en Praga». Ninguno de sus compañeros de prisión le oyó hablar holandés, sino en alemán con acento sajón. Por otra parte, las autoridades holandesas confirmaron que nunca había existido un agregado militar llamado Toman.

Paul Thümmel fue ejecutado el 20 de abril de 1945, coincidiendo con el último cumpleaños de Hitler, y a punto de acabar ya la Segunda Guerra Mundial. El destino había sido especialmente cruel con este hombre que, haciendo gala de un valor extraordinario, intentó poner fin a los atropellos nazis en Europa, sin conseguirlo. Si los aliados hubieran confiado en sus valiosos y detallados informes, a buen seguro el Tercer Reich hubiera sido derrotado mucho antes y, sin duda, hubiera recibido el reconocimiento que mereció por su valentía para rebelarse ante el despótico régimen de Hitler.

10No confundir con el anteriormente citado Frantisek Moravec, quien se encontraba en Londres como jefe de los servicios secretos del Gobierno checo en el exilio.