Introducción

La Segunda Guerra Mundial no sólo se libró en los campos de batalla, a pesar de lo que suelen reflejar los libros de Historia. La atención de los historiadores se centra habitualmente en ese aspecto, destacando la importancia trascendental de las decisiones estratégicas, los enfrentamientos entre ejércitos, los movimientos de tropas o las grandes ofensivas. Sin embargo, esa visión tan amplia del conflicto, en la que los hombres se cuentan por cientos de miles o incluso millones, no nos permite apreciar el papel que jugaron, o que aspiraron a jugar, reducidos grupos de combatientes, o incluso personas a título individual.

Si alguien piensa que el papel que podía jugar una persona anónima en un drama de las dimensiones colosales que alcanzó la guerra de 1939-1945 debía verse reducido forzosamente al de mero actor pasivo, la lectura de estas páginas hará que se vea obligado a cambiar de opinión.

Como se verá, durante la Segunda Guerra Mundial hubo personas corrientes que, imbuidas de una confianza ciega en sus posibilidades y de una asombrosa valentía, cuando no temeridad, se atrevieron a tomar decisiones que pusieron en juego su vida, en aras de defender la causa a la que habían decidido servir. Ya fuera integrando un pequeño grupo de asalto, convirtiéndose en espías o prestándose a protagonizar una operación casi suicida tras las líneas enemigas, estas personas se pusieron al servicio de sus gobiernos voluntariamente, decididos a acometer las misiones más peligrosas para ayudar a ganar la guerra.

Los distintos servicios de inteligencia organizaron esas operaciones secretas para golpear al enemigo en su flanco más débil. Pero para llevarlas a cabo fue necesario encontrar a esos hombres valientes y audaces, dispuestos a arriesgar su vida por cumplir la misión encomendada costase lo que costase. Aunque las posibilidades de perecer en el intento eran amplias, nunca faltarían voluntarios para ello.

En estas páginas el lector podrá encontrar osados golpes de mano, asaltos, secuestros, asesinatos o arriesgadas misiones de espionaje. Todos los que participaron en estas operaciones estaban convencidos de que su acción tendría un efecto trascendental en el curso de la contienda y que su nombre sería recordado para siempre; en caso de perder la vida, no les cabía duda de que su país sabría reconocer su sacrificio.

No obstante, en la mayoría de ocasiones, esa aportación a la victoria final no se produciría. Muchos de ellos resultarían muertos, heridos o capturados por el enemigo antes de alcanzar su objetivo. Aun en los casos en los que esos héroes consiguieron cumplir con la misión que se les había encomendado, sería frecuente que los resultados de su acción no diesen el fruto previsto por los que habían impulsado el plan. Tan sólo una pequeña parte de aquellos hombres audaces lograría imprimir un nuevo giro al curso del conflicto y conseguiría que su nombre quedase inscrito con letras de oro en el gran libro de la guerra.

Por primera vez, una obra reúne esas operaciones secretas sin cuyo conocimiento no se entendería el desarrollo de la contienda. Algunas de ellas son conocidas pero, aun así, permiten disfrutar de un relato cuya emoción y suspense rivaliza con los del mejor thriller. Otras permanecen todavía hoy rodeadas de incógnitas y puntos oscuros que el paso del tiempo no ha permitido despejar.

Por último, otras misiones demuestran que la mejor planificación no es garantía de éxito; la mala suerte y los imprevistos provocaron decepcionantes fracasos, que en los episodios aquí relatados significarían en muchos casos la muerte para sus valerosos protagonistas. El sacrificio supremo que hicieron entonces quizás pudo haber resultado inútil, pero su testimonio de arrojo, valentía y coraje permanecerá vivo para siempre.