Osho,
¿Cómo se puede distinguir la resistencia terca de la rebelión saludable, la rendición a la existencia de la resignación? Los escollos de mi habitual y terca inconciencia me hacen sospechar de la imperceptibilidad y la falsedad de mi «sí» y mi «no». ¿Existe alguna prueba sencilla? ¿Es auténtico cuando te hace sentir bien?
Cuando sientes algo auténtico, puedes enfrentarte al mundo entero. Pero autenticidad no debería ser otro nombre de tu ego. Nadie te lo puede aclarar, y tú lo sabes.
Cuando se trata de ego, sabes perfectamente que el deseo que te impulsa es ser alguien especial. Y cuando se trata de auténtica verdad, también sabes que no tiene nada que ver con tu personalidad, con tu ego. No pretendes sacar nada de ello excepto una gran dicha.
Deja que la dicha sea el baremo.
En lo que a mí respecta, ni tu «sí» ni tu «no» significan nada para mí. Como estás dormido, en tu sueño, da igual que digas sí o no. Digas lo que digas, te echaré un cubo de agua fría por la cabeza.
Tu «sí» y tu «no» son irrelevantes.
Lo importante es tu despertar.
Todo lo que ocurre desde tu despertar está bien. Desde el momento que estás alerta, despierto, consciente, tu rebelión y tu rendición no son dos cosas diferentes.
Es la mente inconsciente la que o bien quiere rendirse para evitarse los problemas que conlleva la rebelión —rendición pobre— o bien desea rebelarse porque no quiere perder su ego. En ese caso, son subproductos. A mí no me interesan los subproductos.
A mí solo me interesa una cosa. Yo lo llamo presenciar. Estate consciente, y si tu conciencia te conduce a la rendición, perfecto, maravilloso. Y si tu conciencia te conduce a la rebelión, que así sea. Puede que te resulte difícil comprender que la rendición es la mayor rebelión. Rebelión contra el ego, rebelión contra tus condicionamientos. Pero la rendición no te debe ser impuesta.
Aquí, nadie tiene interés en tu rendición. ¿Qué íbamos a hacer con tu rendición? No le veo ninguna utilidad. Nadie tiene interés en tu rebelión. Pero, si realmente quieres rebelarte, vete al centro comercial; ¿qué diablos estás haciendo aquí? Aquí hay un conjunto de personas que están buscando la vida real, que están intentando despertarse. Ni la rebelión ni la rendición tienen la más mínima importancia.
Lo único que realmente importa es estar totalmente alerta y consciente, entonces todo lo que hagas estará bien.
Todas las religiones han puesto etiquetas a las cosas: esto está bien, esto está mal; esto es bueno, esto es malo; esto es virtud, esto es pecado… Todo está clasificado. En mi opinión, las cosas están cambiando constantemente, nada es fijo. Por lo tanto, no puedo decirte que una determinada cosa esté bien y que otra determinada cosa esté mal. En un contexto diferente, las cosas serán diferentes. Así que es mejor darte una conciencia que decida, espontáneamente, momento a momento, lo que está bien y lo que está mal.
No deberías depender de unas antiguas escrituras muertas, no deberías depender de los santos; ¡estén muertos o vivos! Deberías ser simplemente libre en tu conciencia y dejar que ella responda a la realidad según vaya viniendo; porque la realidad está cambiando continuamente.
Algunas veces, lo más correcto puede ser la rendición: si te encuentras con un buda, ¿cómo te vas a rebelar? Tus carreras y tus saltos le harán mucha gracia, pero qué rebelión… No es su problema, es tu problema. ¿Tu rebelión te está trayendo más paz y más silencio o, por el contrario, te está trayendo más ansiedad, más angustia, más tensión y más problemas?
En cambio, si te encuentras con Ronald Reagan, rendirse no es lo acertado. Uno debería tener cierta dignidad, cierto respeto por sí mismo. Rendirse a criminales —aunque sean poderosos— no puede ser lo correcto porque eso es sumisión. Solo es correcto rendirse a una fuente de humildad, de luz, de libertad; una rendición que te hará más libre de lo que hayas sido jamás; una rendición que no te arrebatará el placer de volar por el cielo cortándote las alas. La rendición a un hombre que está alerta, consciente y que posee un profundo respeto es algo hermoso.
He contado esta anécdota muchas veces…
Gautam Buda, en su vida anterior, oyó hablar de otro hombre que se había iluminado. No estaba muy interesado, pero sentía curiosidad por ver qué era ese fenómeno de la iluminación y cuáles habían sido sus efectos sobre el hombre. Partió, y cuando se acercaba al hombre, algo en su corazón empezó a fundirse; la dureza y la arrogancia empezaron a desaparecer.
Cuando se acercó a él, se vio a sí mismo tocando los pies del hombre. No se lo había propuesto, ni siquiera había pensado tocar los pies al hombre, pero se vio haciéndolo. En el hombre había tal belleza y tal gracia que incluso tocarle los pies era un placer.
Pero lo más sorprendente fue que el hombre se levantó y tocó los pies de Gautam Buda. Este le preguntó: «¿Qué está haciendo? Usted está iluminado. Puedo sentir la paz que le rodea, puedo sentir la luz y la fragancia en que se ha convertido. Que yo me postre ante usted y le toque los pies es absolutamente lógico, pero ¿por qué lo hace usted? Yo soy un hombre ignorante, muy testarudo, muy egoísta, ¿por qué toca usted mis pies».
El hombre iluminado dijo a Gautam Buda: «Hoy estás dormido; mañana estarás despierto. Hoy no estás iluminado, pero la iluminación forma parte de tu naturaleza. A mí no me importan tu arrogancia, tu ego ni tu testarudez; no forman parte de tu naturaleza. Te toco los pies para recordarte que no eres lo que piensas, y también para recordarte que, en tu próxima vida, cuando te ilumines, seas respetuoso con aquellos que aún vayan a tientas en la oscuridad».
Pues bien, tocar los pies de un hombre así es una maravilla, una gracia, una bendición.
Si puedes distinguir la rebelión sana de la rebelión insana, si estás iluminado hasta ese punto, creo que no tendrás problemas en discernir si te estás resistiendo o si te estás rebelando. Necesitas aguzar un poco tu inteligencia.
La resistencia no siempre es mala. Si te enfrentas a un régimen fascista, resiste. Pero aquí no hay ningún régimen fascista, ninguna jerarquía. Nadie te tortura, no hay cámaras de gas; ¡no matamos ni a los judíos! Estás completamente seguro.
Osho,
Como tú nos inundas con tanto amor cada día, mis sentimientos sexuales hacia mi novio se han desvanecido. Al parecer, debe de haber alguna relación entre tu asistencia a los discursos y la desaparición de mi sexualidad. ¡Por favor, sigue asistiendo para que pueda seguir saboreando la iluminación!
Nandan, el amor tiene muchos niveles: el biológico, el social, el espiritual. No tienen por qué estar en conflicto, pero entiendo tu problema. Durante siglos se ha pensado que o amas al mundo o amas al más allá, que no se puede amar ambas cosas a la vez.
Esa ha sido una de las estúpidas enseñanzas que han eliminado cualquier posibilidad de felicidad para el hombre. Este mundo y el más allá no son dos; las raíces del más allá están en este mundo. Tu amor por tu novio y tu amor por mí no son antagonistas. Al contrario, cuanto más me ames a mí, más amarás a tu novio. El amor es una profundización, una purificación, un florecimiento. Puede que tu novio solo sea un pequeño rosal, lo cual no significa que ese rosal no pueda formar parte de un gran jardín.
No hay por qué separarlos. Si amas a tu novio, amarás al jardín. Quizá tu novio es el jardín de infancia donde estás aprendiendo a amar, pero el amor no debe ser limitado, debe extenderse. Debería llegar a extenderse a todo el universo. Tu amor por mí no debería ser un obstáculo. Por ese motivo, Gautam Buda solía decir a sus discípulos: «Si al ir hacia dentro en el camino de la meditación os encontráis conmigo, matadme inmediatamente».
Yo no debo ser un obstáculo. Estoy aquí para ayudarte, no para dificultarte. Y me gustaría que tu amor se hiciera tan grande que en él cupiese el canto de los pájaros y el silencio de los árboles disfrutando al sol.
Tu amor debería ser tu cielo.
Pero hemos sido educados de una forma tan equivocada que el amor ha acabado siendo un sinónimo de los celos. Ha acabado siendo un sinónimo de competición, de dominación. Esa condición debe ser eliminada; puede ser eliminada. Esa es la tarea de la meditación: eliminar todas las condiciones para que seas tan inmenso como el todo.
La primera vez que leí la declaración de P. D. Ouspenski… Fue uno de los más grandes matemáticos de esta era y escribió uno de los libros más hermosos que se hayan escrito jamás. El libro se titula Tertium Organum. Y, justo al principio, relata que el primero lo escribió Aristóteles; su título era Organum. «Organum» significa principio de conocimiento.
El segundo, Novum Organum, fue escrito por Bacon. En la misma línea, pero va mucho más allá que Aristóteles. «Novum Organum» significa nuevos principios de conocimiento. Con gran humildad y modestia, Ouspenski dijo: «Titularé mi libro Tertium Organum, tercer canon de pensamiento, tercer principio de conocimiento».
Hasta ahí, todo va bien. Sin duda, tenía mucho más que ofrecer que Bacon. Pero prosigue diciendo: «Quiero dejar claro que el tercer canon de pensamiento es anterior incluso al primer canon de pensamiento de Aristóteles, solo que no se había descubierto».
Los tres libros están relacionados con las matemáticas. En Tertium Organum se puede leer: «Este libro no es de matemáticas sino de supermatemáticas». En matemáticas, la parte nunca puede ser igual al todo; eso es obvio. Pero en supermatemáticas, según Ouspenski, «la parte puede ser tan grande como el todo».
La parte puede convertirse en el todo. Cuando una gota de rocío desaparece en el mar, deslizándose por la hoja del loto, ¿acaso crees que sigue siendo una gota de rocío o que es más pequeña que el mar?
En cuanto se desliza al mar, se convierte en mar. Entonces, la parte y todo son uno.
El amor es el arte de ser uno con el todo.
Encontrarás muchos amantes por el camino. No los conviertas en barreras, no los consideres obstáculos. Eso es lo que siempre han enseñado todas las religiones del mundo: que amar cosas mundanas retrasa tu crecimiento espiritual. Nunca llegarás al más allá, tus alas nunca surcarán el cielo, como un águila volando con el sol de fondo. Te estancarás en alguna parte.
Tu novio solo es la primera cata, una pequeña cata del amor. Él no es un obstáculo. Si amándome a mí desaparece el amor por tu novio, entonces no era verdadero amor. Además, no puedes estar segura de tu amor por mí, porque existen realidades mayores. Si te cruzas con ellas, tu amor por mí desaparecerá. No, estás pensando de forma muy equivocada.
Mi amor debería hacer que tu amor por tu novio fuese más puro, más meditativo, más musical, más auténtico. Yo no debo ser un contendiente, debo ser un alimento para tu amor. Tienes que aprender este nuevo lenguaje que la sociedad ha impedido. Hay diferentes motivos para que todas las sociedades del mundo lo hayan impedido: toda clase celos, de competitividades, de miedos… incluso si amas un periódico, tu mujer lo tirará a la basura: «¡Cómo te atreves, estando yo aquí…!». Y es verdad que te estabas escondiendo tras el periódico para no ver a tu mujer. Estabas sosteniendo el periódico al revés, no lo estabas leyendo. Solo lo hacías para mantener una coexistencia con tu mujer, a quien dices: «Te amo».
El filósofo estadounidense Dale Carnegie, el más estúpido de los filósofos que he conocido, en un libro, sugiere cómo influir en la gente y ganar amigos; pero, como sabes, en Estados Unidos, todo es superficial, hipocresía. Lo que propone es una hipocresía; dice: «Tienes que decidirle a tu mujer: “Cariño, te amo”, al menos tres veces al día». No importa si la amas o no. Es una cuestión de coexistencia; de lo contrario, te dará problemas. Regálale rosas, helados y Coca-Cola como muestra de tu amor.
Pero en Estados Unidos se han hecho estudios que demuestran que todo suele durar tres años: los matrimonios solo duran una media de tres años; los empleos solo duran tres años; las personas se trasladan de ciudad cada tres años… Todas las modas desaparecen al cabo de los tres años. ¡Extraño! El tres parece ser un número muy cristiano: Dios, el Espiritu Santo y el Hijo. Estados Unidos parece realmente cristiana; se ajusta a la ideología. Pero esa es la media. En el nombre del amor, ocurren muchas otras cosas.
He oído…
En un juzgado matrimonial, una pareja estaba firmando los formularios. Primero la mujer y luego el hombre. La mujer dijo: «Esto es demasiado, quiero el divorcio». El magistrado, que no daba crédito a lo que estaba oyendo ya que no había ocurrido nada, le preguntó: «¿Por qué quiere el divorcio?».
La mujer contestó: «Fíjese en el tamaño de su firma, es enorme comparada con la mía… Habrá conflicto de egos. Es mejor que lo dejemos al principio. ¿Por qué atormentarnos innecesariamente? Ni siquiera ha tenido la consideración de firmar como yo. Ha firmado como si estuviera escribiendo en la pizarra de una clase para niños… con letras enormes. ¿Qué necesidad hay? Ocupa todo el formulario con su firma. Es una declaración abierta de cómo será nuestra relación: “Serás un cero a la izquierda”. Y yo no quiero ser un cero a la izquierda».
En el nombre del amor, la gente puede fingir o incluso creer que ama, pero es pura biología, hormonas. Una simple inyección de otra hormona puede hacer que desaparezca el amor y que os odiéis el uno al otro. Eso no es amor, es fisiología, biología, química. ¿Has observado alguna vez a una pareja de casados que estén felices juntos? La luna de miel dura una semana, dos como mucho. Todas las historias dicen lo mismo: «Se casaron y vivieron felices el resto de sus días». Nadie describe lo que realmente ocurre después de la luna de miel. La luna de miel es una ficción creada por tu biología; un «romance». Tú no eres quien lleva la batuta.
Una vez que esas hormonas han sido satisfechas —ya has conocido a la mujer, la mujer ya te ha conocido a ti, y estáis perfectamente familiarizados con vuestras respectivas geografías—, es cuando surge la cuestión de cómo deshacerse de esa persona. Todas las sociedades te animan a casarte y te dificultan el divorcio. Detrás de eso, hay una psicología muy interesante: si el divorcio fuese tan fácil como el matrimonio, habría desorden, caos. ¡La gente, nada más volver de su luna de miel, se dirigiría directamente al juzgado a pedir el divorcio! Están hartos; no pueden soportar la presencia del otro. Eso no es amor.
Así que, antes, tienes que entender claramente lo que significa el amor. He observado a las parejas de casados. Cuando están juntos, su aspecto es muy triste. Si ves a un hombre feliz yendo con una mujer, seguro que es la mujer de otro. La felicidad es imposible, porque estar juntos las veinticuatro horas se convierte en un tormento. El mismo conflicto: «¿Por qué llegas tarde? ¿Dónde has estado?». Todos los maridos, de camino a casa, van inventándose coartadas para esas preguntas; dónde ha estado, qué ha estado haciendo…
Pero, aunque el marido invente la mejor excusa, su mujer ya sabe que todo lo que le diga será una sarta de mentiras. Aunque le dijera la verdad, la mujer no le creería. Y el hombre tampoco cree a la mujer. Maridos y esposas acaban siendo detectives, vigilándose con el rabillo del ojo: ¿qué está haciendo…?
Era una mujer hipocondríaca. Cada día padecía alguna nueva enfermedad que veía en los anuncios televisivos de medicamentos. Le encantaba porque se encontraba en una posición muy dominante: estás enferma, débil; tu marido no puede tratarte mal, tiene que ser agradable. Tiene que decir: «Cariño, te llevaré al médico».
Pero el médico le decía que no padecía ninguna enfermedad. «¿Qué voy a tratar?». Entonces, ella obligaba al marido a que la llevara a otro médico para tener una segunda opinión…
Afortunadamente, murió. Pero, antes de morir, dejó las siguientes instrucciones: «En mi tumba solo debe figurar este epitafio: “¿Y ahora, qué?, ¿todavía piensas que soy una hipocondríaca?”».
Uno solo ama cuando encuentra una comunión de espíritu. No va en contra de la biología ni de nada; esas son estrategias de la naturaleza para la continuación de las especies. Para saber que uno ama en comunión de espíritu, la indicación, la absoluta certeza es que no habrá celos. Porque si un día tu mujer se siente feliz con alguien, y tú la amas, deberías estar contento de que sea feliz. El amor quiere que todos los que amas sean felices. Si hay una comunión de espíritu, no habrá secretismo. La mujer podrá decir: «Fíjate qué hombre más guapo», y el marido no se sentirá ofendido. Apreciará el sentido de la estética de su mujer. Eso es lo único que está diciendo, nada más.
En la naturaleza, ningún animal es feliz mientras hace el amor. Normalmente, no solemos ver a otros animales, solo algún que otro perro callejero… pero ¿te has fijado alguna vez en sus caras mientras están haciendo el amor? Están muy tristes, y si hay gente, se entristecen incluso más. La gente les tira piedras. La gente es extraña… ¿Qué quieres, ser tú el único que ama? Los perros no hacen ningún mal a nadie; sin embargo, la gente los persigue y se arrastran agónicamente el uno al otro.
Por eso, en el mundo animal, solo hay un tiempo de celo en el que los animales hacen el amor. El resto del año, se olvidan de ello por completo; ese tiempo es suficiente. Necesitan, al menos, nueve meses para olvidarse de lo ocurrido.
Pero el hombre es más estúpido. Lo detesta; cada noche, piensa: «¡Se acabó! A partir de mañana…». Pero, por la tarde, empieza a pensar otra vez: «¿Por qué no hacerlo una vez más? ¿Qué tiene de malo? Puedo dejarlo después…».
Pero nunca lo dejas, y lo extraño es que tu amor, tu práctica del amor no está haciendo que tu vida sea más dichosa, más musical, más poética, más danzarina. Todo lo contrario, está volviéndola árida, desértica. En cierto sentido, es una pesada carga para ti. Es más un problema que un placer. Es cierto que al principio parece una gran bendición, pero solo al principio. Cuanto más inteligente seas, antes dejarás de considerarlo una bendición.
Si tu amor es de este tipo inferior, del tipo más inferior, el biológico, entonces es normal que cuando me ames a mí, desaparezca el amor por tu novio. Para que lo superior pueda ser, antes debe desaparecer lo inferior. Deberías tomar esto como una indicación de que tienes que elevar tu amor para que no desaparezca, sino que se fortalezca más.
Mi amor no solo te está llegando a ti, también le está llegando a tu novio. Vosotros dos deberíais bailar, deberíais sentiros nutridos; en vosotros dos deberían brotar nuevas flores.
Yo no soy antivida como lo son otras religiones. Yo estoy absolutamente a favor de la vida, porque vida, en esencia, significa amor.
No quiero que tu amor esté confinado a mí; hay ámbitos más elevados. Yo solo soy una puerta que puede guiarte a ámbitos de amor más elevados, donde el amor ha dejado de ser un diálogo entre dos personas y se ha transformado en una actitud amorosa, donde no necesitas un amante. Eres amor y a dondequiera que vayas estarás rodeado por un aura de amor. Irradiarás tu amor sobre los árboles, sin esfuerzo alguno, irradiarás amor aunque no haya nadie, en el vacío.
El amor supremo es la actitud amorosa; cuando su destinatario ya no es el otro; cuando todo el mundo, toda la existencia, se convierte en tu amado. El maestro solo es la puerta al infinito, a la eternidad, a la liberación de la dualidad.
El más importante filósofo francés, Jean-Paul Sartre, insistió una y otra vez en que el otro es el infierno; y, en cierto sentido, llevaba razón. Estando con otro, es muy difícil no generar desdicha para ti y para el otro. No hay nadie que haya sido hecho para ti. Tú tienes tus gustos y el otro tiene los suyos. No sois uno; el ritmo de vuestro corazón no es el mismo. Vivís juntos, tenéis que convivir porque sois incapaces de vivir solos. Para vosotros, estar solos implica soledad, desesperación; como si os hubiesen abandonado.
No sabéis que la soledad no es desoladora. La soledad es la cumbre más elevada de la conciencia. Y cuando el amor a solas, cuando no tiene un destinatario concreto sino que es irradiado en todas las direcciones, se convierte en un paraíso.
Pero tenemos que ir aprendiendo paso a paso, debemos caer y levantarnos. Si tu amor por tu novio depende de que si yo vengo o no a hablar, no vendré. ¿Cómo voy a cometer tan horrible pecado?; destruir el pobre amor de Nandan. Cuando vengo, ella se ilumina; y las mujeres iluminadas no tienen novios. Eso es una tontería. ¿Por qué no? ¡Las mujeres iluminadas deberían tener novios iluminados! En vez de dejar al pobre muchacho, ayúdale a iluminarse y así podré venir y estar con vosotros. Porque si no vengo… fíjate en toda esta gente, os matarían ¡a ti y a tu novio!
Así que cambia tu estrategia. Yo no estoy en contra de vuestro amor, estoy totalmente a favor. Amad profundamente, amad sin celos, amad felizmente y ayudaos el uno al otro a ser más meditativos. Porque ¿qué otra cosa podemos hacer, qué otra cosa podemos compartir? El hombre nace desnudo, sin nada. El amor debe ser el comienzo de un compartir; y no toda esa basura que Dale Carnegie sugiere.
El único compartir es de silencio, de dicha, de celebración. Poco a poco, vuestros corazones irán empezando a fundirse y a fusionarse el uno con el otro. Vuestro amor se irá convirtiendo en un fenómeno espiritual. Además, vuestro amor os irá ayudando a acercaros más a vuestro maestro, porque el maestro no separa, sino que une.
Es horrible que incluso personas como Gautam Buda o Mahavira abogaran por la renuncia a la mujer, al marido, a los hijos. Nadie habla de la cantidad de seres —que, en veinticinco siglos, deben contarse por millones— que han sido abandonadas por personas que se han hecho sannyasins por motivos inadecuados. Era la forma de divorcio más fácil, y muy respetable: no había que ir al juzgado, y no eras criticado por la sociedad. Al contrario, si renunciabas a tu mujer y a tus hijos en nombre de la religión…
¿Te das cuenta de las consecuencias? Millones de mujeres condenadas a la miseria, cuya única salida es la prostitución. Millones de niños condenados a ser mendigos, ladrones, delincuentes. Y ¿quién es responsable de todo esto? Vuestros llamados grandes líderes.
Hace algún tiempo leí la biografía de un monje jainista…
Era un hombre muy respetado, por la sencilla razón de que no procedía de una familia jainista. Había nacido en una familia hindú que se dedicaba a la orfebrería. Cuando alguien se convierte a otra religión, es muy respetado entre sus nuevos correligionarios porque refuerza su confianza de que su religión es mejor, más elevada, más verdadera que las demás. Se convierten en argumentos a favor de su filosofía.
Había otros monjes jainistas pero este era más respetado que ningún otro. Leí su biografía. Renunció a su mujer y, veintiséis años después, la mujer murió, pobre; hacía pequeños trabajos domésticos para otros, limpiaba, fregaba los platos, lavaba la ropa. El condicionamiento religioso era tal que, a pesar de todo, a ella le hacía feliz que su marido se hubiese convertido en un gran santo.
El día que el santo recibió la noticia de que su mujer había muerto —su frase me quedó grabada; no puedo olvidarla porque no puedo perdonarla—, dijo: «Mi última ansiedad ha desaparecido». Veintiséis años después… Abandonó a su mujer en la absoluta miseria. ¿De qué ansiedad hablaba? Renunciar a una mujer es fácil, pero renunciar al sexo no. A pesar de que había renunciado —lo cual le aportó un gran respeto y honor— en el fondo, el sexo debe de haberle traicionado. Su declaración: «Mi última ansiedad…» delata que, en esos veintiséis años, había estado llevando la carga de esa ansiedad; en realidad, no había renunciado. Pero en todas las partes del mundo ha estado ocurriendo lo mismo.
Yo solo quiero transformar la calidad de tu amor. No quiero que renuncies a nada. La renuncia es para los retrasados; la transformación es para los inteligentes.
Yo no puedo tener millones de personas en torno a mí por la sencilla razón de que no existen millones de personas inteligentes. La mayoría son retrasadas.
Después de la Segunda Guerra Mundial, se desarrollaron los tests para calcular la edad mental de una persona. Hasta entonces, nunca se había pensado que existiesen dos edades: la edad del cuerpo y la edad de la mente. Y el descubrimiento de que la edad media de la mente era muy retrasada —la edad media de los hombres era de catorce años— causó una gran conmoción. Aunque el cuerpo del hombre tuviera setenta años, su edad mental, psicológica, no superaba los catorce.
Mi tarea es igualar tu edad mental a tu edad física. De hecho, si la edad mental de un hombre de setenta puede ser de catorce años, lo opuesto también es posible.
Alguien preguntó a Emerson: «¿Cuántos años tiene usted?».
Él contestó: «Trescientos sesenta años». Emerson era un hombre sincero; el interlocutor no podía creer que mintiera de esa forma.
¿Trescientos sesenta…? Fingió no haberle oído bien. Le dijo: «Estoy un poco sordo. ¿Puede repetir, por favor? ¿Cuántos años ha dicho?».
Emerson dijo: «Ha oído perfectamente, pero se lo repetiré, trescientos sesenta».
El hombre le dijo. «No lo puedo creer. No aparenta más de sesenta».
Emerson respondió: «Es verdad. Esa es la edad de mi cuerpo. Yo me refiero a mi verdadera edad, a la edad de mi psicología, que es, por lo menos, seis veces superior a mi edad física».
Primero, tengo que limpiar toda la basura que las generaciones anteriores han vertido en tu mente. Tu inteligencia necesita una limpieza, tu amor necesita una limpieza. Hay que darte madurez, centro, individualidad, entonces no habrá dos mundos, como dicen todas las religiones.
Yo niego rotundamente que existan dos mundos. El «otro mundo» es, simplemente, una ficción, un consuelo para dar esperanza a los retrasados, a los pobres, a los desgraciados; es un opio para que, como sea, consigan arrastrarse hasta sus tumbas.
Este es el único mundo. Lo cual no significa que se acabe cuando tú mueras. Tu muerte simplemente significa que pasas a una vida de mejor calidad. Todo depende de ti. Si en esta vida consigues deshacerte de los celos, de las atracciones biológicas y fisiológicas… Si puedes alcanzar la armonía, el amor; si esta vida puede convertirse en una celebración, tu conciencia más íntima continuará celebrando en planos más elevados. Pero no existen dos mundos. Existe un mundo, una eternidad.
Los que hicieron esa división fueron muy astutos porque eso les dio pie para decir: «Si eres pobre aquí, no te preocupes. Rézale a Dios y, en tu próxima vida, irás al paraíso, allí tendrás todos los placeres que aquí te han sido negados». Ese paraíso de todas las religiones no es más que un consuelo para los pobres, para los que sufren, para los desdichados. No te hace crecer, no te proporciona más conciencia. Al contrario, lo único que hace es darte una esperanza que no se cumplirá.
Nadie ha escrito desde el otro mundo. Al menos, podrían haber mandado una tarjeta de navidad diciendo: «Somos felices aquí». No existe ninguna evidencia de él, ninguna prueba ni argumento. Dios, el paraíso y todos sus placeres son la mayor de las ficciones.
Jesús dice: «Bienaventurados los pobres», ¡pero todo el mundo sabe quiénes son los bienaventurados! Si estos son los pobres, entonces deberíamos destruir todas las riquezas que hay en el mundo. Convirtiendo a todo el mundo en mendigo, estarás haciendo que sean bienaventurados; ¡porque solo los bienaventurados, los pobres, entrarán en el reino de Dios! Y existe una religión para cada clima, para cada geografía, para cada problemática. Todas ellas te ofrecen, prometen ofrecerte en el «otro mundo» lo que no has tenido en este. Allí encontrarás a mujeres hermosas; aquí tienes que renunciar a la pobre mujer, sin embargo, allí encontrarás a hermosas mujeres que nunca envejecen. Permanecen siempre jóvenes, para siempre… en los dieciséis años.
Deben de estar hechas de plástico; no pueden ser reales. Esas mujeres han sido ofrecidas a millones de santos que han entrado en el paraíso. No encontrarás a una prostituta en la Tierra que pueda compararse a las prostitutas que hay en el paraíso. Y, como verás, es extraño: todas las religiones ofrecen hermosas mujeres porque son obra del hombre. No se ofrecen muchachos hermosos porque ¿a quién le importan las mujeres?
En realidad, sí hay una religión que ofrece hermosos muchachos, pero solo por la homosexualidad; también son para los hombres, no para las mujeres. Ríos de vino… Aquí, el vino está prohibido pero en el paraíso puedes nadar en vino, beber, ahogarte. Puedes hacer todo lo que quieras. Ideas tan insensatas como esa han prevalecido durante siglos en todo el mundo.
He oído que…
Swami Muktananda murió; en realidad, nunca estuvo vivo pero, en teoría, murió. Uno de sus principales discípulos no soportaba separarse del maestro. Se suicidó, se dio toda la prisa que pudo en entrar al paraíso. El pobre Muktananda estaba tumbado bajo un hermoso árbol completamente florido, y, sobre él, estaba la actriz estadounidense, Marilyn Monroe.
El discípulo dijo: «¡Dios mío, esto no está bien! Muktananda siempre ha predicado el celibato… ¿Qué está ocurriendo?». Entonces se dio cuenta de que los valores habían cambiado: esto era el paraíso. Se postró a los pies de la pareja, que estaba haciendo el amor, y dijo: «Perdón. Por un momento, al no darme cuenta de que los valores habían cambiado, surgió una duda en mí. Esto no es la Tierra; es el paraíso. Has recibido un buen premio; es una mujer bellísima».
Antes de que Muktananda pudiera decir algo, Marilyn Monroe dijo: «Idiota, no entiendes nada. Yo no soy el premio de este viejo, él es mi castigo. No se les ocurrió una penitencia más horrible».
No existe otro mundo, pero la conciencia es eterna. La existencia siempre ha estado aquí y siempre lo estará. Depende de ti —únicamente de ti— sacar lo mejor de esta gran oportunidad.
Si purificas tu amor, se convierte en oración.
Si purificas tu inteligencia, se convierte en tu sabiduría.
Si te purificas totalmente a ti mismo, te conviertes en uno con el todo. Y ser uno con el todo es la suprema bendición, la felicidad, la experiencia que miles de personas han buscado por caminos equivocados a lo largo de milenios.
Este mundo tiene que ser amado, tiene que ser respetado, este mundo tiene que ser tu templo, tu mezquita, tu iglesia. Este mundo tiene que ser tu agradecimiento, tu gratitud.
Nandan, la iluminación no es algo de otro mundo. La iluminación sucede aquí y ahora. La iluminación no es otra cosa que lo que eres en estado puro. No es renuncia, es regocijo.
Yo estoy cambiando la definición de sannyas. Hasta ahora, la definición de sannyas ha sido renuncia al mundo. Lo cual ha resultado ser una catástrofe. Millones de personas, que podían haber creado un mundo mejor, más hermoso, han renunciado a él. Yo quiero cambiar la definición de sannyas. Para mí, no es renuncia, es regociijo.
Regocíjate en tu amor, regocíjate en tus canciones.
Regocíjate en tu música, regocíjate en tu danza.
Regocíjate en estos hermosos árboles; en este inocente canto de los pájaros.
Tenemos el mundo más perfecto y no existe ningún otro; tenemos que armonizarnos con él. Tenemos que hacernos uno con él.
La iluminación no es algo especial, es simplemente una conciencia purificada en la que miles de flores de amor, inteligencia, verdad, paz y silencio crecen por sí mismas.
Nandan, tu pregunta ha producido un silencio muy serio; a los árboles no les gusta. Esperan vuestra risa; los nutre. Cuando reís, los pájaros entienden perfectamente el idioma de la risa. Ellos no entienden ni árabe ni sánscrito ni hebreo, pero entienden la risa.
Algo para los árboles y los pájaros…
Un hombre está contando a un amigo lo que sucedió mientras estaba en un restaurante de autoservicio.
«Tomé mi taza de café —le dice—, y la puse sobre la mesa. Luego, fui a por un trozo de tarta y, cuando regresé con la tarta, el café había desaparecido. Así que dejé la tarta y volví a por otra taza de café… la tarta había desaparecido. Así que escribí una nota que decía lo siguiente: “He metido mi dedo en el café”. Pero cuando regresé, la taza estaba vacía y alguien había dejado una nota que decía: “Me he bebido tu café pero no he encontrado el dedo”.»
Un joven campesino se dirige a su padre para decirle: «Papá, quiero casarme con Susana».
«No te cases con ella, hijo mío —le dice el padre—. Cuando era joven, era bastante alocado, para ser franco, ella es medio hermana tuya.»
Un tiempo después, el campesino vuelve a decir a su padre: «Papá, estoy enamorado de Isabel y quiero casarme con ella».
«No puedes —le dice el padre—, es medio hermana tuya.»
«¿Y Marisa?», volvió a preguntarle unas semanas después.
«Lo siento —le dice el padre—, también es medio hermana tuya.»
El joven, que estaba determinado a casarse, fue a la madre lamentándose.
«Papá dice que no puedo casarme con Susana ni con Isabel ni con Marisa porque todas ellas son medio hermanas mías. ¿Qué puedo…?»
«No te preocupes —le dice la madre—, puedes casarte con la que quieras; ¡él no es tu padre!»
Osho,
Nunca he sido amada por un hombre. O bien hay una conexión sexual pero sin cariño ni atención, o bien hay cariño y comprensión, pero no hay sexo. Deseo tanto conectar con un hombre con quien compartir ambas cosas que siempre estoy buscando. Tengo la sensación de que me falta por aprender una lección en receptividad, y puede que también en humildad. Por favor, comenta.
Este es uno de los problemas más antiguos que los seres humanos han tenido que afrontar. Su fantasía es el amor puro, el cariño, la atención, el querer, pero su biología tiene un programa distinto. A la biología no le interesa el amor puro o el cariño, lo que le interesa es la reproducción de las especies. La biología es puramente sexual.
Si buscas un amor no biológico, fracasarás en el intento. Y el problema se complica aún más. Quizá la mujer puede esperar porque su sexualidad es pasiva, se extiende por todo su cuerpo. Para ella, que la abracen, que la amen, que la cuiden es un inmenso placer. A ella, el sexo le parece algo bajo, animal.
Pero también hay que tener en cuenta al hombre. Su sexualidad es localizada. Primero: no está por todo su cuerpo. Y segundo: tiene que ser agresivo. El óvulo de la mujer espera dentro —puede esperar una eternidad— pero el esperma del hombre no puede esperar tanto tiempo. Desea correr la maratón lo antes posible. Por eso finge romance y todas esas zalamerías, pero su verdadera intención es ¡que a las nueve y cuarto…! Está constantemente mirando al reloj. Todo lo demás está bien, pero la verdadera meta son las nueve y cuarto.
Y la situación se resuelve muy rápidamente… Ese millón de espermatozoides que serán liberados en un acto sexual nunca volverán a correr una maratón como esa; es una cuestión de vida o muerte. Solo uno entre un millón alcanzará el óvulo de la mujer, que está esperando ahí, tan tranquilo.
En cuanto un espermatozoide llega al óvulo, este se cierra. Algunas veces ocurre que varios amigos llegan juntos; entonces tienes gemelos. Pero eso es muy improbable y, de todos modos, no pueden llegar un millón de personas; matarían a la mujer si llegasen al mismo tiempo… ¡a las nueve y cuarto! Los listos se hacen a un lado y observan toda la escena, y los idiotas van como locos, directos como una flecha; no hay mucho tiempo. El tiempo de vida de un espermatozoide fuera del cuerpo del hombre es, a lo sumo, de dos horas.
En cuanto el esperma es liberado, al hombre le entran ganas de dormir. Está cansado y ya es suficiente. Ya no piensa en romances, no está programado para un pequeño juego posterior… Antes, tiene que hacerlo. Así que, en dos o tres minutos —alrededor de las nueve y diecisiete— ya está pensando: «¿Cuándo acabará esta insensatez?». Para él, sin duda, es agotador; es su energía la que sale afuera.
La mujer no está perdiendo energía, la está ganando. Y puede que ni siquiera llegue al orgasmo, porque el orgasmo requiere cierto tiempo. El hombre debe jugar con su cuerpo, provocar cada fibra y célula de su cuerpo para que se encienda. Pero a ningún hombre le importa, le parece una tontería, «¿Qué estás haciendo? Haz lo importante y luego a dormir».
Es muy difícil encontrar a un hombre que no te ame solo como un objeto en el que liberar su sexualidad. Lo cual no significa que no vaya a haber sexo en absoluto. Puede ser solo una pequeña parte en una gran atmósfera de romance, amor y cariño. Te resultará muy difícil encontrar a un hombre así, mientras tanto irás envejeciendo. Mi sugerencia es: si ese hombre nunca llega a tu vida; qué le vas a hacer. No pidas lo imposible. ¡Inténtalo! Lo imposible también puede ocurrir, pero requiere una gran dosis de inteligencia, comprensión y buen humor.
Lo único que puedes hacer es tener tus relaciones sexuales con personas que no sean nada románticas, y tu amistad con personas que hayan trascendido el sexo. O lo solucionas de algún modo o cambias al hombre. La responsabilidad de amarte, de darte atención, comprensión y sexo no recae solo en el hombre, también es responsabilidad tuya. Se trata de un diálogo muy sutil.
Si eres atenta y cariñosa, se dará una especie de sincronía en el hombre. Ese es el secreto del arte de amar. La naturaleza lo lió, o no se preocupó de ello, porque su interés era otro. Pero tu poético corazón, tu individualidad es mucho más grande que tu biología.
Recuerda, no te dediques a buscar a ese hombre. Crea la situación por tu parte también.
He oído que…
Un hombre comentaba que había dado la vuelta al mundo buscando a la mujer perfecta. Alguien le preguntó: «¿La encontraste?».
Él contestó: «Sí, pero ella estaba buscando al hombre perfecto».
El amor tiene que ser una forma de creatividad.
Solo entonces el papel que desempeñe el sexo será menor. Estoy convencido de que la mujer tiene una mayor capacidad de generar una atmósfera de cariño porque está programada por la naturaleza para ser madre. Toda mujer debería ser también una madre para su amante.
Cuida de él, de su ropa, de su comida, de su higiene y, poco a poco, el hombre y su rudeza —que, para él, es natural— empezará a ablandarse. Él también empezará a pensar: «Esta pobre mujer está haciendo tanto por mí; yo también debería hacer algo». Entonces seguro que te trae helado. Sin helado ningún amor es completo. ¡No sé por qué, pero es así!
Desafortunadamente, el mundo ha dado por garantizado que todos sabemos amar, así que ningún sistema educativo, ninguna universidad ofrece cursos en el arte de amar. Es muy extraño que lo más importante sea desatendido.
Un día, yo estaba con el rector en su despacho, cuando se presentó una muchacha con lágrimas en los ojos, pero me di cuenta de que sus lágrimas ocultaban un sutil placer. Dijo que cierto muchacho la estaba acosando. Le sacaba el aire a las ruedas de su bicicleta, le tiraba piedrecitas, le escribía una carta tras otra…
«Incluso mi familia ha empezado a preocuparse porque nunca las firma. Ellos también me acosan: “¿Quién es ese hombre y por qué no deja de escribirte cartas?”. Sé quién es, pero no puedo decírselo porque, si lo hiciese, originaría un sinfín de discusiones y peleas innecesarias. He venido a pedirle que haga algo para impedir este acoso.»
El rector le dijo: «No se preocupe, llamaré a ese muchacho ahora mismo y no volverá a suceder».
Yo dije: «Espere».
Me preguntó: «¿Por qué?».
Le dije: «Espere. Antes de llamar al muchacho, quiero preguntarle algo en presencia de esta muchacha».
Se quedó un tanto sorprendido; yo era profesor en su universidad. Me dijo: «Usted siempre se comporta de un modo extraño. No es asunto suyo».
Le dije: «Es asunto mío, nos concierne a todos. Respóndame sinceramente. ¿Acaso nunca ha hecho algo parecido con alguna muchacha cuando tenía su edad y estudiaba en la universidad?».
Exclamó: «¡Dios mío!».
Le dije: «Recuerde, no puede engañarme, si lo hiciese, para mí, perdería todo su honor. Sea sincero».
Dijo: «Sí, hice algo parecido».
Le dije: «Una parte del asunto aclarada».
La muchacha estaba sorprendida. Las lágrimas habían desaparecido, estaba casi sonriendo. Le dije: «Ahora pregúntese a usted misma, ¿realmente tiene interés en que nadie la acose, nadie le tire piedrecitas, nadie le saque el aire a las ruedas de su bicicleta, nadie le escriba cartas de amor…? Sea sincera como lo ha sido el señor rector. ¿Sería feliz entonces?».
Vaciló por un momento y luego dijo: «No, en realidad, me gusta todo lo que hace».
«Entonces ¿por qué ha venido a quejarse?»
Ella contestó: «Hablar de él hace que me sienta muy feliz. Escribe unas carta tan bonitas...».
El rector dijo: «Esta es una extraña situación. Ahora, ¿qué se supone que debo hacer?».
Le dije: «Simplemente, no haga nada. Si hace algo, iré a su casa y contaré a su mujer lo que hacía en sus tiempos de universitario».
Él me dijo: «No, no lo haga. Eso convertiría mi vida en un infierno. Ya es un infierno. ¡Apiádese de mí! Ya soy un anciano y esos son ecos muy lejanos de cuando era estudiante en la universidad. Es cierto que, de vez en cuando, recuerdo aquellas hermosas caras que se han ajado… y yo he acabado con una bruja».
Le dije a la muchacha: «A partir de mañana, al menos en mi clase, se sentará con el muchacho».
Ella preguntó: «¿Con el muchacho?».
Le contesté: «Sí, con el muchacho. Dele la lata a él. Empiece por lo que acabará sucediendo. Lo mejor es acabar con ello cuanto antes. Pellízquele; le aseguro que a él le gustara».
Ella me dijo: «Esta es una extraña solución, nunca he oído… ¿Qué dirán los demás?».
Le contesté: «No se preocupe por los demás. Si alguien dice algo, envíemelo y yo me ocuparé de él».
Ese tipo de situaciones se dan porque a nadie se le enseña el sencillo arte de amar. El muchacho no puede tocar a la muchacha, así que le tira una piedrecita. Al menos, la piedra que él ha tocado tocará a la muchacha.
Las personas que no comprenden la mente humana no ven con claridad que, si toca a la muchacha a distancia, es porque la cercanía no está permitida, si saca el aire de su bicicleta… En realidad, lo que quiere es que ella sea su bicicleta, pero ni él ni ella lo comprenden.
«...Dígale a ese muchacho que venga a verme, yo le enseñaré cómo debe comportarse.»
Ella dijo: «Vengo aquí para que le castiguen y lo que parece es que usted nos está castigando al señor rector y a mí. Y al muchacho que me está acosando se le está premiando».
Le dije: «Merece ser premiado, tiene el suficiente coraje para escribir cartas de amor. ¿Dónde están todas esas cartas?».
Me contestó: «Las he guardado».
Le dije: «Si odia a ese muchacho, ¿por qué ha guardado sus cartas de amor? Debería haberlas quemado, pero le gustan. ¿Y las lee una y otra vez?».
Ella dijo: «¡Cómo lo sabe! Es verdad. Cada noche, cuando todos duermen, las leo una y otra vez. Escribe unas cosas tan bonitas, tan hermosas; y es tan guapo».
Le pregunté: «Entonces ¿Cuál es el problema?».
El problema es que la sociedad no facilita la instrucción adecuada acerca de lo que se debe hacer, y es una de las cuestiones más fundamentales en la vida del hombre: su sexualidad, su amor. De algún modo, tiene que aprender a elevarse por encima de la biología. La biología sigue siendo una parte —yo no estoy en contra de la biología, pero la biología es algo extremadamente mediocre y ordinario—. Un poco de poesía, un poco de música, un poco de danza; y, finalmente, un poco de helado. Son absolutamente necesarios.
Lo que el mundo ha enseñado a las chicas es: Tenéis que huir pero permitid que los chicos os alcancen. Pero no huyáis tan rápido que pierdan la esperanza. Huid y esperad. Dejad que se acerquen y luego huid y esperad… pero que finalmente os atrapen… Solo para daros la sensación de que sois responsables de todo lo que sucede después. Porque la chica huía, tú ibas detrás de ella, la atrapaste. Aunque, en realidad, es ella quien lo urde todo para que puedas atraparla, ella se mantendrá por encima y te recordará una y otra vez: «No era yo quien iba detrás de ti, eras tú quien iba detrás de mí».
Pero no hay necesidad de perseguir y ser perseguido. La gente debería ser más comprensiva y abordar al otro diciendo: «Cuando me acerco a ti, hay algo en mi corazón que empieza a danzar. Si tú sientes algo parecido, quizá podríamos pasar unos días…». ¡Y la vida no es tan larga!
Un famoso poema urdu dice así:
La vida son cuatro días.
Dos para prepararse y dos para esperar.
¿Esperar qué? ¿Prepararse para qué? En una vida tan corta no malgastes el tiempo con innecesarias moralidades, ideologías puritanas, predicadores y sus predicamentos… Todos ellos son unos hipócritas.
Sé auténtico y dile al hombre o a la mujer: «Te amo. Me gustan tus ojos, me gusta tu cara… Lo cual no significa que me tenga que gustar todo en ti, pero intentaré pasar por alto esas cosas. Si tú sientes algo por mí, estoy abierto. No te pido tu totalidad, tampoco tú debes pedírmela».
Eso es lo que tú estás pidiendo: totalidad. Los pobres seres humanos no pueden ser totales; además, las cosas van cambiando. Lo que hoy parece un gran amor, mañana no parecerá tan grande. Y pasado mañana, será una repetición habitual, entonces empezarás de nuevo a buscar aquí y allá, intentando encontrar esa gran totalidad.
En la vida no existe la totalidad, solo existe la ilusión de totalidad. Un hombre inteligente comprende que la vida no es perfecta ni tiene por qué serlo. Es imperfecta. Todos somos seres imperfectos. Aunque no te gusten ciertos detalles en una persona, puede que te gusten otras cosas de ella… No esperes a la chica soñada. Sé más realista e intenta comprender que todo el mundo tiene defectos, y que amar a alguien no significa que tengas que acabar con su libertad.
Amar significa, simplemente, que sientes que entre los dos hay una chispa. Mientras esa danza se mantenga en tu corazón, perfecto. Siempre he considerado que las parejas deberían disponer de un fin de semana libre, un cambio. No veo ninguna inmoralidad en ello, sino pura inteligencia. ¿Por qué obligar a las personas a vivir en el aburrimiento? Una vida tan corta… cuatro días, y los malgastamos en aburrimiento. Y después del fin de semana, tu propia mujer será de nuevo… «¡Dios mío, qué guapa está!»
Todas las mujeres son casi iguales y los hombres también. No hay grandes diferencias: algunos tienen barba y otros no… Toda la humanidad debería vivir en una atmósfera de cariño en la que haya libertad para que el aburrimiento no se asiente.
Un hombre sale de un bar con una muchacha y se la lleva a dar una vuelta en su viejo Ford. Se detiene en una parte solitaria de una carretera rural, se vuelve hacia la muchacha e inicia unos acercamientos bastante predecibles.
«Un momento —aclara la muchacha, quitándoselo de encima—. En realidad, soy prostituta, y mi tarifa son cincuenta euros.»
El hombre le paga de mala gana y hacen el amor. Más tarde, el hombre se sienta al volante y espera.
«¿Qué sucede? —pregunta la muchacha—. ¿No nos vamos?»
«Todavía no —le dice el hombre—. En realidad, soy taxista y el precio de la carrera son cincuenta euros.»
La gente es tan apañada…
Osho,
la primera vez que me senté ante ti, me dijiste: «Lleva luz al inconsciente».
Desde entonces, han pasado ocho años y me siento más silencioso y amoroso que nunca y, no obstante, siento que hay mucho más. La luz que entra en el inconsciente ¿lo hace por medio del esfuerzo y la determinación, o es un regalo esencial que requiere paciencia, apertura y receptividad?
¿Podrías hablar acerca de lo que significa llevar luz al inconsciente? Cada paso del camino le recuerda a uno la total inoperancia del lenguaje. Puede que te haya dicho: «Lleva luz a tu inconsciente», porque en ese momento no habrías entendido lo que puedes entender ahora.
Tú solo puedes preparar el terreno.
La luz viene por sí sola.
Y eso es lo que ha estado sucediendo, durante estos ocho años, según ibas volviéndote más silencioso y amoroso. Pero tienes la sensación de hay algo más; hay mucho más. Ahora, puedo decirte: Relájate en tu silencio para que pueda hacerse más profundo. Relájate en tu amor para que deje de ser tan sólido y se vuelva más líquido, más fluido en todas las direcciones.
En pocas palabras, aprende el arte de dejarte ir. La venida de la luz no guarda relación con tus expectativas o esfuerzos. Cada esfuerzo será un gran obstáculo y cada expectativa generará más distancia entre la luz y tú.
De hecho, olvídate por completo de la luz… simplemente escucha el sonido de la lluvia, el sonido del viento, y disfruta con tal intensidad que desaparezcas en cada disfrute. Con el tiempo, un día, descubrirás que no eres. Ese es el momento más importante de la vida, porque en el mismo momento en que descubres que no eres, la luz entra en ti. Ella espera hasta que vacías tu ser íntimo. Cuando estás demasiado lleno de ti mismo, no hay espacio para que la gran luz descienda en ti.
En cierto sentido, tienes que morir para renacer, tienes que dejar de ser para ser auténticamente tú mismo. Biológicamente, este lenguaje es muy contradictorio, pero yo no tengo la culpa. Toda la culpa es de la inoperancia del lenguaje. No se hizo para expresar las más valiosas y elevadas experiencias de la conciencia.
El descender de la luz es lo supremo, entonces desaparecerá la sensación de que falta algo. Eso no significa que no haya mucho más —lo hay— pero lo que has recibido es demasiado incluso para que puedas creértelo. No lo mereces, no eres digno de ello, y es tan inmenso que resulta inconcebible que, tras ello, pueda haber mucho más. Pero no hay por qué preocuparse por ello. Igual que ha llegado la luz, llega como un rayo que entra en tu oscuridad inconsciente; y enseguida se convierte en miles de soles, una explosión de luz en todas las dimensiones. Por eso, la experiencia ha recibido el nombre de iluminación.
Estás en el camino correcto. Si te hubiese dicho estas mismas cosas hace ocho años, no habrías entendido. Antes de poder decirte cosas que son indecibles, tenía que prepararte. Y hay muchas cosas que transmitirte, pero tendrán que esperar a que estés preparado. Cuando estés preparado, házmelo saber; dime: «Estoy preparado».
Entonces, puedo olvidarme de la lógica, del lenguaje. Entonces, puedo hablar directamente de la experiencia esencial; ¿qué más da que sea gramátical o no? Una cosa es segura: es existencial.
De ahora en adelante, recuerda: deja de traer luz al inconsciente, ¡por favor! De ahora en adelante, espera a que la luz llegue. Aparece súbitamente, sin previo aviso, así que tienes que estar despierto todo el tiempo, esperando en la puerta, manteniéndola abierta; porque el anfitrión puede aparecer en cualquier momento.
Es, realmente, una relación entre el huésped y el anfitrión. Tú tienes que desaparecer y convertirte en una espera, total, pura y silenciosa, no esperando algo, simplemente esperando. En el momento en que puedes simplemente esperar, sin pedir nada a la existencia, sin desear… Porque cada deseo de cada expectativa, de cada demanda, esconde una queja: «¿Por qué sigo todavía en la oscuridad? ¿Por qué no has venido todavía?». Puede que no lo digas abiertamente pero, en el fondo, tú sabes… Tu corazón no puede ser agradecido en tal situación.
Olvídate por completo de la luz, porque no viene por recordarla, así que ¿qué sentido tiene recordarla? Viene por tu profunda relajación, silencio, paz, amor, meditación y un total dejarte ir. Y, un día, de repente, encontrarás todo tu ser lleno de luz, transformado de mortalidad a inmortalidad, transformado de desdicha a felicidad, en una felicidad que no conoce fin.
Osho,
Tú siempre dices que uno se hace sannyasin porque está buscando la verdad. Cuando lo dices, yo siempre me siento muy culpable, porque sé que no me hice sannyasin por esa razón. Me hice sannyasin porque quería ser feliz, quería deshacerme de la angustia y vivir toda la dicha que mi corazón pudiera contener. Por favor, comenta algo acerca de esto.
¡Eres culpable!, porque lo que tú llamas felicidad no es otra cosa que un subproducto de la experiencia de la verdad. Puede que estés buscando la felicidad, puede que estés buscando lo supremo, puede que te estés buscando a ti mismo… eso da igual, estás buscando lo mismo. Estás buscando deshacerte de tu ignorancia, de tu desdicha, de tu angustia, pero eso solo sucede cuando te has encontrado cara a cara con la verdad de tu ser.
Eres culpable de malinterpretar. Ahora, deja de sentirte culpable. La energía que estás poniendo en sentirte culpable ponla en buscar la felicidad, y verás que tu búsqueda de felicidad es otro nombre para lo que yo he llamado la verdad.
Jaimito entra en una tienda a toda prisa y grita: «¡Rápido, mi padre se ha quedado colgado boca abajo por la pernera de los pantalones en una valla con alambre de espino!».
«¿Qué necesitas? —le pregunta el tendero—. ¿Ayuda o artículos de primeros auxilios?»
«Nada de eso —contesta Jaimito sin aliento—. ¡Quiero otro carrete para mi cámara!»
La mala interpretación no es motivo para la culpa…
Dos ancianas solteronas negras están a punto de hacerse una foto. Cuando el fotógrafo se cubre la cabeza con la tela y empieza a ajustar los lentes, una de ellas le pregunta a la otra: «¿Qué está haciendo?».
La otra responde: «¡Nos está enfocando!».
La primera, anonadada, mira a su amiga y le pregunta: «¿A las dos?».