cap5.jpg

Nuestra mente es una eficiente máquina de matar entrenada desde tiempos inmemoriales para destruir cuanto no se ajuste a nuestro concepto del mundo.

Según estudios recientes, solo se ha descubierto hasta la fecha un 28 por ciento de las posibles ideas innovadoras universales (un tratamiento para el Alzheimer, la rueda, el menú económico de McDonal´s). De ser cierto, se debe casi con seguridad a nuestro modo de pensar analítico y reduccionista.

Considéralo un segundo.

¿Qué pasa por tu mente? ¿Te preguntas cuán distintas que serían hoy las cosas si todas esas ideas extraordinarias hubieran sido pensadas, y te planteas qué podemos hacer al respecto?

¿O te preguntas quién es el autor del estudio? ¿En qué está basado? ¿Cuál es el requisito definitorio de una idea innovadora?

Si te encuentras entre los primeros, creo que tienes posibilidades de cambiar muchas cosas en este mundo, y, por supuesto, en los negocios. Muchísimas personas viven la vida dentro del segundo grupo, porque nos han educado muy eficazmente para ello desde hace mucho tiempo.

Es decir, que las mentes lógicas y analíticas dominan nuestra vida laboral. Si un colega nos plantea una nueva perspectiva, reflexión o idea, en nuestra mente se dispara el «pensamiento de combate» sin apenas darnos cuenta. Si la nueva idea tiene defensas débiles, nuestra mente hallará el medio de destruirla.

Jo, una creativa de talento con quien trabajé unos años, fue directora de medios en Saatchi de Australia. Con otros directores de la firma, participó en un curso de negociación impartido por dos ex militares británicos especializados en recursos en la negociación en situaciones de secuestro y rehenes. La jornada prometía ser divertida.

Hubo un ejercicio en que le pidieron formar pareja con el director financiero (para mayor tensión), y los situaron en el frente del salón, con todo el mundo expectante. Colocaron ante ellos dos una naranja y les entregaron una hoja de instrucciones, diciéndoles que las leyeran y negociaran la posesión de la naranja.

Naturalmente, hicieron lo que todos tendemos a hacer: recurrir a la simpatía, a la astucia, al soborno, a amenazas veladas, a un desinterés fingido y a comentarios jocosos para intentar que el oponente cediera el botín. A continuación, cuando todo fue inútil, ya agotados los recursos, callaron y leyeron las instrucciones: las de Jo decían que ella necesitaba la naranja para hacer zumo, y las de Mike, para hacer mermelada.

Ambos habrían podido obtener lo que querían de esa misma naranja y habrían llegado a esa conclusión más rápido de no haber saltado precipitadamente a la conclusión de que el único modo de lograr su propósito era vencer al oponente.

Nuestro cerebro lógico y analítico nos hace asumir sin cuestionarlo que lo que hemos visto suceder volverá a suceder de nuevo, y nos hace vivir la vida como autómatas. El pensamiento prolífico rompe ese ciclo y nos ayuda a considerar futuros no basados en experiencias anteriores. En este caso, su pensamiento combativo les llevó a las características acciones belicosas que a menudo se cargan nuestra energía y las de nuestros socios en potencia. Pensando prolíficamente, habrían resuelto el ejercicio en pocos segundos.

Las nuevas perspectivas son verdaderos estímulos.

No deben darnos miedo.

Y no pueden hacernos daño porque nosotros decidimos qué hacer con ellas. Porque nos hayan planteado una perspectiva distinta no hay necesidad de reaccionar según la pauta de «matar o morir».

En la próxima ocasión en que tu mente reaccione al estilo Rambo, presta atención. Retrocede y reflexiona sobre qué provoca tu reacción violenta y sobre la facilidad con que pasas de un pensamiento exterminador a otro. Respira, sonríe, siéntate erguido y verás como el asesino se transforma en un cachorrillo juguetón, atento e interesado por todo cuanto te rodea.

Si adoptas el pensamiento prolífico, descubrirás enseguida que la gente quiere estar a tu lado.

Brilla con mayor fuerza y difunde posibilidades en ámbitos en que pueden aparecer sorprendentes resultados.

Ese modesto cambio mental convierte una relación, una reunión de trabajo o un equipo en una fuerza positiva ante cualquier situación.