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Cambiar nuestra forma de pensar respecto a la pérdida

Mientras me dirigía a San Diego en coche para mi primer encuentro de trabajo con Louise, pensaba en las preguntas que le iba a hacer. Louise es famosa por su frase «Los pensamientos crean». ¿Cómo se puede aplicar esto a la pérdida? Me puse a pensar en la ruptura de una relación. También pensé en la pérdida por fallecimiento, recordando a una amiga muy querida que estaba de duelo por la muerte repentina e inesperada de su esposo. Quería conocer la opinión de Louise sobre esta situación. Al fin y al cabo, ella es prácticamente la madre del movimiento del Nuevo Pensamiento.

Louise Hay, pionera en la sanación cuerpo-mente, fue una de las primeras personas en introducir la conexión entre las enfermedades físicas y sus correspondientes patrones mentales y conflictos emocionales. Ahora le iba a pedir que aportara sus conocimientos, experiencias y reflexiones sobre una de las etapas más difíciles en la vida de una persona. Aunque he escrito cuatro libros sobre el tema, siempre me consideraré un aprendiz. Lo digo sinceramente, ¿cómo puede alguien decir que lo sabe todo sobre la pérdida?

La propia Louise ha escrito tantos libros y meditaciones que ya estaba entusiasmado por conocer su particular perspectiva sobre este tema tan importante. Apareció a los pocos segundos de haber llamado a su puerta, me dio su habitual y entrañable abrazo y me invitó a entrar. Me enseñó la casa y pude admirar todo su entorno. Enseguida sentí que esa maravillosa casa con sus lujosos muebles y miles de recuerdos de sus múltiples viajes, a los lugares más recónditos del planeta, se correspondía con una mujer de su talla.

Estaba contemplando las increíbles vistas que se veían desde sus ventanas, cuando se dio media vuelta y me dijo: «¿Te parece que hablemos durante el almuerzo? Hay un restaurante magnífico a la vuelta de la esquina».

En cuestión de minutos, estaba caminando con Louise Hay cogida de mi brazo por las calles de San Diego. Nadie hubiera dicho que estábamos a punto de hablar, durante un almuerzo, de uno de los temas más dolorosos que existen. Cuando nos sentamos pude observar cómo se iluminaban los rostros del personal ante la presencia de Louise.

—Te va a encantar la comida que hacen aquí —me aseguró.

Después de pedir, saqué la grabadora.

—Louise, he escrito mucho sobre los aspectos médicos, psicológicos y emocionales de la pérdida y del duelo. En mis libros, también he tratado los aspectos espirituales. El otro día, fui a una librería y me di cuenta de que éste iba a ser uno de los pocos libros dedicados exclusivamente a explorar con profundidad el aspecto espiritual del final de las relaciones, del divorcio, la muerte y de otros tipos de pérdidas. Cuéntame cómo contemplas en términos generales estos aspectos espirituales.

—Nuestros pensamientos crean nuestras experiencias —empezó diciendo—. Eso no implica que la pérdida no se haya producido o que nuestro dolor no sea real. Significa que es nuestra forma de pensar la que condiciona nuestra experiencia de la pérdida. David —prosiguió—, puesto que dices que todos experimentamos el duelo de un modo distinto, veamos por qué.

Le conté lo del marido de mi amiga, que había muerto de repente a causa de un ictus. Pero Louise me sorprendió al no preguntarme por la naturaleza de la pérdida de mi amiga.

—Dime cómo piensa. Todos sentimos de un modo diferente porque todos tenemos nuestras propias ideas respecto a nuestro sufrimiento. Su forma de pensar es la clave de todo —me dijo en su lugar.

Entonces, se me ocurrió preguntarle: «¿Cómo puedo saber cómo piensa mi amiga?» Pero enseguida me di cuenta de lo que Louise quería decir.

—¡Ah! Sus palabras, acciones y sufrimiento reflejarán lo que piensa.

Louise puso su mano sobre la mía y me sonrió.

—¡Sí! —respondió—. Dime algunas de las cosas que suele decir.

—Vale. Algunas de las cosas que le he oído decir son: «No me puedo creer que me haya pasado esto», «Es lo peor que me ha pasado nunca» y «Nunca más volveré a amar a nadie».

—Bien —dijo Louise—. Nos está diciendo mucho. Veamos la afirmación de «Nunca más volveré a amar a nadie». Ya sabes la importancia que le doy a las afirmaciones. Las afirmaciones son diálogos internos personales positivos, así que piensa en lo que se está diciendo a sí misma en su duelo. Nunca más volveré a amar a nadie. Esta afirmación puede crear una realidad. Pero lo más importante es que no le aportará nada como persona, ni aliviará su sentimiento de pérdida. El dolor de la pérdida es una cosa. Luego, nuestros pensamientos suman sufrimiento. Debido a su dolor es normal que sienta que nunca volverá a amar. Pero si se abriera a otras formas de amor, a otros consejos, podría explorar las creencias subyacentes a esa afirmación. Otro tipo de pensamientos podrían ser los siguientes:

He vivido un amor muy intenso en mi vida.

El amor que siento hacia mi esposo me está indicando claramente que es un amor eterno.

Cuando recuerdo mi amor por él, mi corazón recupera la alegría.

Y yo añadí:

—Las personas que quieren profundizar más rápido o las que ya hace tiempo que han sufrido la pérdida de un ser querido, podrían decir:

Vuelvo a estar abierto al amor.

Estoy dispuesto a experimentar todas las formas de amor mientras siga con vida.

Louise se inclinó hacia delante acercándose a mí y me dijo:

—Espero que te des cuenta de que no sólo decimos estas cosas cuando ha fallecido un ser querido. También las decimos cuando rompemos una relación y nos divorciamos. Examinemos todas estas áreas.

Mientras hablaba con Louise, me di cuenta de que hay personas que siempre eligen el camino negativo, mientras que otras siempre hacen todo lo posible por terminar bien una relación y ver el aspecto positivo. Veamos el caso de Darren y Jessica. Para Darren la religión era cosa de sus padres y de su familia, no algo que hubiera elegido por voluntad propia. Hasta que un día Jessica y él descubrieron la Ciencia Religiosa (Ciencia de la Mente) y empezaron a asistir a una iglesia de su zona.

—Los sermones trataban sobre temas familiares y cotidianos —me dijo Darren—, como comprar una casa, enamorarse, casarse, administrar el dinero y muchas otras cosas, pero siempre sin juzgar. Sólo se hablaba de la aceptación y la sabiduría. Este discurso espiritual trataba sobre un tipo de amor mucho más abierto que con el que nos educaron a Jessica y a mí. Con el paso de los años, leímos libros, meditamos y fuimos a talleres. La paradoja de todo esto es que al cabo del tiempo, nos dimos cuenta de que nuestro lema, «Nada escapa al karma», se parecía mucho a la Regla de Oro de nuestros padres.

Después de veintidós años de lo que él consideraba que había sido un matrimonio feliz, sintió que en su relación algo había cambiado.

—Teníamos la impresión de que ya se nos había ido la mitad de nuestra vida y que, sin embargo, nos quedaba mucho por explorar. Yo fui la primera en sentirlo. Quería abrirme, quería más. No tenía nada que ver con el sexo o con tener otras relaciones amorosas. Era simplemente que yo me había comprometido para siempre, sin acabar de entender lo larga que era la vida y cuántas cosas se podían hacer en ella. Amaba a Darren, pero a él le encantaba estar en casa sin hacer nada, relajándose. El tipo de vida lenta que le iba a él, a mí me resultaba aburrida.

»Cuando le dije que quería poner fin al tipo de relación que manteníamos en aquel momento y que quería marcharme, se enfureció. Sentía que yo le había traicionado. Se lo tomó como algo personal, pero no era así. Me acusó de haber dejado de amarle, pero no era verdad. Todavía le amaba, pero, tenía que reconocer que nuestra relación romántica había terminado. Sabía que si seguíamos juntos, los dos acabaríamos siendo muy desgraciados. Era triste, pero tenía que irme —me contó Jessica después.

Lo cierto es que todos actuamos siempre de manera que nos induce a explorar las heridas que todavía no se han cerrado. Puede que nuestro progreso no sea evidente o suave en todos los casos, pero el amor sacará a la luz todo lo que es contrario a sí mismo para que podamos sanarlo. Mientras a Darren se le rompía el corazón con esa separación, su esposa que no sentía miedo ni sufría, la vivía con un extraordinario espíritu de aventura.

—Tú crees que me voy, pero no es así —le dijo mientras hacía las maletas y se secaba las lágrimas—. Me estoy trasladando a otra parte, pero voy a seguir estando en el mundo contigo. Crees que no te amo, pero no es cierto, y esto es lo mejor para ambos. Tengo la intuición de que si es bueno para mi futuro, también lo será para el tuyo —le dijo secándole las lágrimas con dulzura cuando las cerró.

—Sólo quiero que reconozcas que ya no me amas —le dijo él.

Darren seguía herido y furioso.

—A veces decir adiós es otra forma de decir «Te quiero» —respondió Jessica.

Historias como éstas son las que no se suelen mencionar en el mundo de las rupturas. Muchas veces reflexiono sobre lo poco que sabemos acerca de terminar con situaciones como una relación, un matrimonio o un trabajo. Sencillamente, no sabemos cómo completarlas, y es difícil admitir que mientras toda relación tiene un principio, algunas de ellas también tienen un final.

Honrar el amor

Louise y yo estábamos totalmente inmersos en una conversación sobre cómo afrontar el duelo cuando nos trajeron la comida. Sonrió, miró la comida y la olió; luego dio las gracias, y a mí me pareció más genuino y profundo que la típica bendición de mesa que repetimos por obligación o por costumbre.

—Realmente lo sentías, ¿verdad? —le pregunté cuando terminó su plegaria.

—Sí —respondió—. Porque la vida me ama y yo amo a la vida. Le estoy muy agradecida.

He de admitir que al principio esto me pareció un poco exagerado. Pero recordé con quién estaba compartiendo la mesa; nada menos que con la persona que me ha recordado una y otra vez que las afirmaciones funcionan. Sólo me había pillado un poco por sorpresa ver este instrumento en acción en su vida. Mientras saboreaba cada bocado de su comida, me explicaba que las afirmaciones no son para fingir que no estamos sufriendo.

—El sufrimiento no desaparece si fingimos que no existe. ¿Qué crees que sucede con él?

—Si no estamos preparados para sentirlo —le dije—, creo que se queda en algún lugar en espera hasta que estemos listos para afrontarlo. Si no es ahora, será más adelante. En qué momento sucederá es algo totalmente personal, y hay etapas de nuestra vida en que necesitamos dejar aparcado nuestro sufrimiento. Puede que sea demasiado pronto, demasiado doloroso; quizás estamos demasiado ocupados educando a un hijo o intentando conservar un trabajo. Sea cual sea la razón, llegará un día en que el duelo habrá estado demasiado tiempo aparcado. Se habrá puesto rancio, se habrá sentido desatendido, estará furioso y empezará a afectarnos en nuestra vida de forma negativa. Pero ése no tiene por qué ser nuestro caso.

Louise asintió.

—El poder para crear una realidad nueva y más positiva está dentro de ti. Cuando cambias tu forma de pensar sobre el duelo y la pérdida, eso no significa que no vayas a sentir el sufrimiento o que no tengas que pasar por el proceso de duelo. Significa que ningún sentimiento te va a bloquear. Cuando las personas recuerdan sus pérdidas, suelen decir que se alegran de haber sentido plenamente sus emociones. Están contentas de haberse concedido el tiempo para llorar el final de su relación. O si se trata de la muerte de un ser querido, se alegran de haber respetado su tristeza después de que se produjera. Sin embargo, también les he oído decir muchas veces, tras un período de duelo muy largo: «No tenía que haberle dedicado tanto tiempo a mi tristeza».

Entonces, nos pusimos a hablar de una mujer de veintinueve años llamada Carolina, que acababa de reincorporarse al mundo de las citas. Decía que no se arrepentía de ninguna de las relaciones que había tenido, pero que sí lamentaba haber necesitado los cinco últimos años para superar una relación que había durado tres.

—Entiendo —le dije—. A mí una mujer me comentó que casi diez años después de la muerte de su esposo en un accidente de coche, se había dado cuenta de que le echaría de menos y le amaría durante el resto de su vida. Pero que hubiera preferido haber aprendido antes a recordar su amor. Cuando casi habíamos completado nuestro trabajo, me dijo: «Lo que voy a hacer a partir de ahora es honrar el amor en vez del sufrimiento».

—Eso es lo que queremos enseñar. Queremos honrar el amor, no el dolor y el sufrimiento. —Louise me miró a los ojos y prosiguió—: En este libro hablaremos de las intenciones. El trabajo será con las afirmaciones aplicadas al duelo y a la pérdida. Aportará esperanza a la tristeza. Enseñaremos a la gente que podemos pasar del duelo a la paz y le diremos cómo hacerlo. Todos podemos sanar nuestras pérdidas y nuestros corazones. No tenemos por qué sufrir durante el resto de nuestras vidas, pero tampoco lo vamos a conseguir en un día.

—Estoy totalmente de acuerdo —respondí—. Curarse de una pérdida no es como pillar un resfriado del que te recuperas al cabo de una semana. La sanación requiere tiempo, pero podemos enseñarle a la gente a decir que está deseando encontrar la paz. La etapa del duelo antes de recuperar la paz es muy importante, porque es una forma de expresar sinceramente nuestros sentimientos, mientras construimos unos cimientos nuevos y más fuertes.

Muchas veces recuerdo las Cinco Etapas del Duelo de Elisabeth Kübler-Ross: la negación, la ira, la negociación, la depresión y la aceptación. Sanar el corazón implica lograr la aceptación final y vivir en la realidad. No estoy insinuando que usted tenga que alegrarse de su pérdida o que diga que no pasa nada. Pero ha de asumir que ésta es real, aunque lo único que desee sea el regreso de su ser querido.

Compartí con Louise la siguiente historia:

Christina era una joven a la que le habían diagnosticado un cáncer precoz de ovarios. Era muy agresivo, y cuando parecía que todos sus seres queridos estaban intentando asimilar la noticia, las cosas cambiaron y la realidad fue que se estaba muriendo. Cuando se produce una situación inesperada, a veces a los jóvenes les resulta más fácil aceptar la muerte que a los padres. En este caso fue Debra, su madre, la que más problemas tuvo para afrontar los hechos. Christina era un alma valiente e interesante, con las ideas muy claras respecto a lo que podía y no podía cambiar en su mundo. Sabía que se estaba muriendo y lo aceptaba, esta actitud le aportó paz en cierta medida.

Durante su enfermedad, ella y su madre solían discutir.

—Eres demasiado joven para morir —le decía Debra.

—Bueno, ¿y cómo explicas el hecho de que me esté muriendo? —respondía Christina.

—Tu vida está incompleta, no te puedes morir tan joven.

—Mamá, sólo hacen falta dos cosas para completar una vida: un nacimiento y una muerte. Mi vida pronto se habrá completado porque habré nacido y habré muerto. Esto es lo que hay y hemos de aceptarlo.

Si algo le quitaba el sueño por las noches era su preocupación por su madre. Tras su fallecimiento, visité a Debra esporádicamente durante algunos meses, y todavía recuerdo cuánto había deseado Christina que su madre encontrara esa paz que tanto se le resistía. Pero al cabo de unos años, me la encontré e inmediatamente percibí algo diferente que no sabía cómo explicar. Le pregunté si había cambiado algo y me dijo: «Reconocí que deseaba que Christina regresara, más que mi propia paz. Al final, me di cuenta de que quería la paz para Christina y para mí. Y, por fin, comprendí lo que significaba desear que alguien que amas descanse en paz.

—Christina y Debra siguen recordándome lo importante que es desear esa paz —le comenté a Louise.

Ella asintió.

—Nos olvidamos de sentir y de entender esas palabras que aprendimos de pequeños. Piensa en esas palabras: descansa en paz. Todos las hemos oído, pero en el caso de Debra, lo que en realidad quería era que su hija encontrara esa paz, sabiendo que el amor es eterno y que nunca muere. Asimismo, Christina habría deseado que su madre descansara en paz cada noche, reconociendo el vínculo que la muerte no puede cortar. Ahora, Debra está convencida de que algún día se volverán a encontrar.

Sea cual fuere el tipo de pérdida que ha provocado nuestra aflicción, es esencial que nos aferremos al pensamiento de que queremos encontrar la paz y sanar nuestro corazón. Es muy reconfortante y da mucha fuerza saber que sentir nuestro duelo plenamente y encontrar la paz son dos opciones que están siempre a nuestro alcance. De hecho, este libro contiene una serie de opciones que puede que usted no hubiera tenido en cuenta antes, como plantarle cara a sus pensamientos y usar afirmaciones para cambiar sus patrones mentales nocivos.

Basta con que recordemos que es posible sanar nuestra pérdida y nuestro corazón. La gente lo consigue constantemente, pero hay algo que siempre debe tener presente y es que su duelo es tan único como su huella dactilar. Para que pueda sanar completamente su corazón, primero ha de reconocer su pérdida y su duelo. Muchas veces la gente se enfada porque los demás no entienden su pérdida. Puede que no la entiendan y que nunca lleguen a entenderla, pero usted es el único que realmente puede apreciarla, porque es el único que puede sanarla.

Diferentes tipos de pérdida

La mayoría de las personas se sorprenden al enterarse de que existen muchos tipos de pérdidas. «Una pérdida es una pérdida», dicen, y en cierto modo es verdad; sin embargo, al haber tantos tipos de pérdidas específicas, vale la pena revisar los arquetipos.

En lo que queda de este capítulo, nos centraremos en la pérdida complicada, la pérdida por incertidumbre, y en la desautorización del duelo. Es importante que recordemos que el duelo es una reacción a esas pérdidas. Aunque no queremos profundizar en los entresijos de los tipos de pérdida, entender cuál es la que estamos experimentando, a veces puede facilitar que se manifieste lo «mejor de nosotros» en dicha situación.

La pérdida complicada

Dicho de un modo muy simple, la pérdida complicada es cualquier pérdida que se complica debido a otros factores. La mayoría sabemos que sentiremos una pérdida el día en que una de nuestras relaciones termine de forma natural. Cuando dos personas se separan o divorcian de mutuo acuerdo, es una pérdida no complicada. Cuando un pariente anciano fallece de una manera esperada, después de una vida larga y buena, esa pérdida no es complicada. ¿Cuántas hay de este tipo? ¿Cuántas veces está todo el mundo de acuerdo y cuántas veces termina todo bien?

Todos tenemos vidas complicadas, por consiguiente, también lo serán nuestras pérdidas. Las pérdidas se complican cuando no las esperamos. Es decir, cuando la pérdida nos pilla por sorpresa. Aunque le pongamos un nombre y la llamemos «complicada», por muy compleja que sea, siempre existe la posibilidad de sanarla. Veamos algunos ejemplos de cómo podemos cambiar nuestros pensamientos.

En una relación, cuando uno de los dos quiere separarse y el otro no, puede que le ayude incluir esta afirmación en sus pensamientos:

Aunque ahora no entiendo esta separación, la acepto como la realidad que es para que pueda empezar mi sanación.

Podemos aplicar el mismo pensamiento para el divorcio:

No creo que necesitemos divorciarnos, pero mi esposo así lo desea [o mi esposa ha iniciado los trámites]. Aunque no estoy de acuerdo, creo que todos elegimos nuestro propio destino y mi pareja ha elegido el suyo.

Todos tenemos derecho a elegir si queremos seguir casados o no.

Cuando alguien muere joven, puede que piense:

No vi venir esta muerte. Estaba convencido de que esta persona tenía que experimentar más cosas en la vida, pero me recuerdo que no puedo preverlo o saberlo todo. Aunque sienta ira y esté confundido, no puedo saber cuál es el destino de una persona.

Recuerde que a pesar de que la pérdida sea complicada, la sanación no tiene por qué serlo.

La pérdida por incertidumbre

Éstos son algunos ejemplos de la pérdida por incertidumbre: a la tercera ruptura en una relación, puede que una pareja se plantee lo siguiente: «La separación nos está matando. Nos gustaría que lo nuestro funcionase, de lo contrario lo mejor sería poner fin definitivamente a nuestra relación».

Algunas afirmaciones útiles serían:

Esta separación nos revelará información útil.

Esta relación se desarrollará o concluirá a su debido tiempo.

Las personas que padecen problemas graves de salud es posible que digan: «Los días de espera antes de que me den los resultados son insoportables» o «O me recupero del todo o prefiero morirme».

Una buena afirmación sería:

Mi salud no depende únicamente del resultado de una prueba médica.

La incertidumbre ante una posible pérdida puede ser tan nociva como la propia pérdida. A veces la vida nos obliga a vivir en el limbo, sin saber si se va a producir la pérdida. Puede que tenga que esperar unas horas para saber si la operación de su ser querido ha salido bien, o días para que salga del coma. Cuando desaparece un hijo o una hija quizá tenga que sufrir la incertidumbre horas, días, semanas o incluso más. Las familias de los soldados desaparecidos en combate, suelen vivir desoladas por estar en el limbo durante décadas. Y años después, los que se han quedado atrás, todavía no han resuelto sus pérdidas y puede que nunca lo consigan hasta que sepan la verdad. Pero puede que eso no suceda nunca. Una pérdida por incertidumbre es una pérdida en sí misma.

Pero no tiene por qué ser así. Puede encontrar un puerto para cobijarse durante la tormenta. Mientras vive una pérdida por incertidumbre, probablemente sufrirá imaginando el peor de los casos. No sabe cómo podrá superarlo si esa pérdida llega a producirse realmente. En estas situaciones, quizá se paralice y deje de ser una ayuda para los demás y para usted mismo. Una afirmación curativa para esta situación es:

Aunque no conozca el paradero de mi ser querido, confío en que él o ella estará a salvo y atendido por la amorosa mano de Dios.

En una ruptura, por ejemplo, puede que usted piense: «He de hacer que vuelva», «No estoy preparado para que esto termine». Pues bien, ¡reflexione! ¿Y si en su lugar dijera esto?:

Puede que no sepa lo que va a suceder, pero la vida me ama, y estaré bien con él/ella o sin él/ella.

Si tiene dificultades para romper con alguien, pruebe lo siguiente:

Si no soy la persona adecuada para ella, ¡seguro que otra lo será! Voy a salir de su vida para que pueda encontrar a esa persona.

Duelo desautorizado

El duelo desautorizado es cuando se produce una pérdida y las personas sienten que no tienen la aprobación de la sociedad para vivir su duelo. En el duelo desautorizado el doliente no suele estar legitimado a manifestar abiertamente su dolor. Algunos ejemplos son:

Independientemente de lo que piensen los demás sobre mi amor, honro mi amor y mi pérdida.

Aunque mi ser querido es mi ex, mis sentimientos de amor no pertenecen sólo al pasado, sino también al presente.

Me permito sentir mi duelo plenamente.

Veo y honro al hijo o hija que perdí.

Para el suicidio: Mi ser querido estaba afligido y no podía ver otra salida. Ahora veo que está completo y en paz.

Para el SIDA: Mi ser querido es hermoso y digno, a pesar de su enfermedad.

Para el alcoholismo y/o la drogadicción: Mi ser querido hizo todo lo que pudo. Le recuerdo tal como era antes de ser adicto y ahora le visualizo libre de su adicción.

La muerte de mi mascota es muy real.

Sólo la comparto con los que vayan a entender mi pérdida.

Recuerde que cuando se trata de un duelo desautorizado, no podrá cambiar la opinión que tengan los demás, pero siempre podrá cambiar la suya.

Honro mis pérdidas.

Como ha podido ver, los distintos tipos de pérdidas reciben diferentes nombres. Aunque todos tengamos una forma única de pasar nuestros duelos, la experiencia de pérdida es universal. Cabe destacar, sin embargo, que si la pérdida es universal, también lo es la sanación. A pesar de que usted no pueda controlar su ruptura, divorcio o muerte, sí tiene el control absoluto sobre los pensamientos que vendrán a continuación. Usted puede crear la experiencia de sentir plenamente su duelo y desear la curación, o bien convertirse en una víctima del dolor. Las afirmaciones son una valiosa herramienta que pueden conducir sus pensamientos hacia la sanación y alejarle del sufrimiento.

Veamos ahora con mayor detenimiento cómo es la pérdida cuando se rompe una relación y aprendamos a concentrarnos en la sanación, así como en las formas en que podemos superar las creencias negativas para que en el futuro podamos amarnos más a nosotros mismos.