BASTA

Después de veinte años, Jeff Shanley ya estaba de Silicon Valley hasta la coronilla. Las largas jornadas de trabajo, el tráfico, la ostentación… Era el momento de realizar un cambio.

Para ser justos, no había sido realmente del trabajo de lo que se había hartado. De hecho, había gozado de una trayectoria profesional interesante y satisfactoria. Después de algunos empleos en el ámbito del marketing de las tecnologías punta, a los treinta y cinco años había cofundado una start-up tecnológica (una empresa de nuevo cuño). Al cabo de dos años, tuvo la suficiente suerte de ser degradado cuando el consejo de administración contrató lo que denominaron una directora general forjada en el oficio. Durante los siguientes cuatro años, aquella directora general, Kathryn Petersen, le enseñó más sobre liderazgo, trabajo en equipo y mundo empresarial de lo que él podría haber aprendido en diez años de escuela de empresariales.

Cuando Kathryn se jubiló, Jeff abandonó la empresa y dedicó los siguientes años a trabajar en una pequeña empresa de consultoría de Half Moon Bay, en lo alto de las colinas de Silicon Valley. Allí hizo carrera y estuvo a punto de convertirse en socio. Pero durante aquella época, él y su esposa empezaron a cansarse de intentar estar a la altura de los Jones, que era como se llamaba la familia que vivía en la carísima vivienda contigua.

Sin lugar a dudas, Jeff estaba listo para realizar un cambio. Adónde iría y a qué se dedicaría a continuación era un misterio para él. Y, desde luego, no esperaba que la respuesta le llegara por medio de una llamada telefónica de su tío Bob.