PRÓLOGO
Pensar las infancias hoy: una cuestión de compromisos
Infancias y compromisos. Plurales en un mundo singular. Dos palabras, dos conceptos
que vienen a atravesar algo más que un manual al uso. Avanzar algo del texto que sostiene
en sus manos es una tarea compleja y, posiblemente, innecesaria. El propósito, entonces,
se sitúa más bien en torno a promover alguna pequeña obertura que corrobore la elección
de su lectura.
El trayecto que se inició con la modernidad incorporó la consideración de la infancia
con un estatuto propio, si bien este definía la infancia de manera vaga y sucinta,
limitando su papel al de preparación para la vida adulta. Sin apartar este supuesto,
ha lugar para dirigir la mirada hacia otras cuestiones relacionadas con la infancia.
Así, el siglo
XX ha ido inscribiendo particularidades en relación con los lugares y los tiempos de
la infancia. Sin embargo, sigue existiendo una infancia invisible: aquella que forma
parte de las estadísticas, aquella que pone en evidencia los malestares sociales y
que, pocas veces, se asocia a la educación. Más bien se incorporan a los
«planes de gestión de perfiles poblacionales»[], eufemismo para definir la segregación de las infancias que no están incorporadas
a lo social. Son estas infancias el núcleo central de este libro: su educación y su
futuro.
El lector podrá comprobar que Encarna Medel decide apostar, desde el compromiso, por
el trabajo educativo de todas las infancias. Y lo hace desde un lugar actualmente
complejo: el de educadora de servicios sociales de base de un municipio barcelonés.
Apostar supone también desafiar y, por supuesto, arriesgar. En cuestiones educativas,
invoca el hecho de poder asumir los riesgos que conlleva esa ardua tarea. En tiempos
de inmediatez, de fracciones de segundo, Encarna invita al reposo que supone la relectura
de los aportes pedagógicos, a construir el andamio que permita, al menos, la posibilidad
de prepararnos ante los futuros inciertos: lo viejo nos es necesario para construir
algo del orden de lo nuevo. Las lógicas del consumo inmediato han llegado a la educación;
las respuestas inmediatas, sin pensar, se valoran como cualidades de los educadores,
los contenidos desechables, vanos y fútiles (para las mayorías) cotizan en un mercado
educativo cada vez más en alza (para las minorías). Por todo esto, y por el compromiso
contraído con la pedagogía, su interés está en conseguir un texto que huya de ello.
Y lo consigue. Y con ello, ambos creemos humildemente que la educación gana.
Como decía, las promesas de la modernidad incluían en un lugar destacado a la educación.
Esta, como apuesta social, necesita un constante ir y venir que le otorgue lugar en
la vida social. Después de una larga «ida», llega el momento de una suerte de «vuelta»,
de retorno de la consideración pedagógica de la educación. Por ello, «esta pre-ocupación
por una pedagogía, o por pedagogías en plural, que no se presentan como lo ya escrito,
sino como “lo dándose” y construido colectivamente, es una invitación a retomar un
concepto portador de sentidos y prácticas. El trabajo de la educación, que es el trabajo
de las culturas, el trabajo de transmisión, el trabajo de descubrimiento, el trabajo
psíquico de elaboración de conflictos sociocognitivos y rupturas epistemológicas,
requiere una pedagogía que no se resigne, que no ignore sus pasados y
ofrezca futuros»[].
Hasta aquí, la parte correspondiente al interés por suscitar. Sin embargo, me gustaría
detenerme también en señalar el recorrido previo de este libro. Desde hace ya muchos
años me honro en compartir inquietudes, trabajo, colaboración y amistad con Encarna
Medel. Todo ello en el marco de una pre-ocupación constante por la educación de las
infancias. Nos unen recorridos personales, profesionales e intelectuales. Hemos compartido
y seguimos compartiendo lugares de producción, lugares de resistencia ante las lógicas
hegemónicas de protección a las infancias. La idea de posibilitar un libro de estas
características en una colección como la de «Laboratorio de Educación Social» proviene,
precisamente, de ese largo compartir. Los tiempos para detenerse y escribir, en esta
profesión, son escasos. Aun así, Encarna los ha construido, los ha permitido. No sin
dificultades, no sin posposiciones, aunque siempre con la convicción de que, más tarde
o más temprano, el texto vería la luz. Sin duda, además, se trata de un texto necesario
para hacer emerger un debate excesivamente difuminado en la actualidad. Hablar de
educación y de infancias parece tema habitual y recurrente, y pese a ello, la superficialidad,
la banalidad y la poca rigurosidad en su tratamiento requiere de la introducción de
otras perspectivas de acción y pensamiento. Así, el compromiso pedagógico, ético y
político de la autora, en términos de protección a las infancias, está presente en
cada uno de los capítulos. A partir de este momento, la lectura atenta les va a introducir
en la necesidad de continuar replanteando el trabajo educativo con niños en diferentes
instituciones, territorios y prácticas.
Segundo Moyano
Julio de 2015