Capítulo I

Nuevos dispositivos para nuevos lectores

Uno de los grandes fenómenos del entorno digital es la fabricación continuada de nuevos dispositivos; los ordenadores de sobremesa que tenían el protagonismo absoluto hace unos años han dejado espacio a una variedad muy amplia de dispositivos que está poblando todas las parcelas de nuestra realidad. Los ordenadores portátiles abrieron la veda para que los dispositivos pudieran «salir de casa» y desde entonces el número y tipo de dispositivos no ha dejado de crecer. Las empresas desarrolladoras proyectan y fabrican nuevos modelos continuamente, cada vez con más funcionalidades y de más complejidad. La última moda son los weareables, que prometen «digitalizar» nuestra ropa, nuestros relojes y anillos y la gran mayoría de los objetos que llevamos encima. Este alud de novedades tecnológicas se ha convertido en una carrera comercial imparable marcada por la competencia salvaje entre compañías y la necesidad de ofrecer rápidamente nuevos productos que superen a los de tu rival. Las guerras de patentes entre Apple y Samsung son una clara muestra de esta rivalidad continuada, que ha acabado promoviendo un sector más preocupado por las novedades que por la durabilidad, la eficacia o la calidad de sus dispositivos.

Así, en pocos años, el mercado se ha llenado de dispositivos que permiten el consumo continuado de contenidos digitales independientemente de la ubicación del usuario, convirtiendo la lectura, la visualización de vídeos e imágenes, o el placer de escuchar música en una actividad que podemos llevar con nosotros a todas partes.

Este fenómeno no es nuevo, ni propio de lo digital. Ya con la tecnología analógica vimos la tendencia de la industria a buscar soluciones que permitieran a los consumidores llevar consigo sus dispositivos: las radios de mano, el Walkman de Sony, los primeros VHS portátiles y multitud de televisores diminutos que poblaban cocinas y baños estuvieron muy de moda durante un tiempo. Lo que ha cambiado ahora es que los dispositivos digitales permiten hacer muchas más cosas y con una interconectividad con los contenidos antes imposible.

Henry Jenkins afirmaba en Convergence Culture que, a consecuencia de la revolución digital y de la aparición de los nuevos medios, los objetos culturales convergen, se acercan mediante las redes en una destrucción de las barreras físicas. El acceso al conocimiento ya no depende de un medio físico, sino del acceso a internet. Sin embargo, a pesar de la convergencia que se da en los medios digitales, cada vez tenemos más dispositivos que nos permiten acceder a los contenidos digitales: el hardware (dispositivos) diverge, el software (software para acceder a los contenidos) converge con el diseño adaptable (responsive design).

«A teenager doing homework may juggle four or five windows, scanning the web, listening to and downloading MP3 files, chatting with friends, word-processing a paper and responding to email, shifting rapidly between tasks. And fans of a popular television series may sample dialogue, summarize episodes, debate subtexts, create original fan fiction, record their own soundtracks, make their own movies – and distribute all of this worldwide via the internet. Convergence is taking place within the same appliances, within the same franchise, within the same company, within the brain of the consumer, and within the same fandom.»

Henry Jenkins (2006). Convergence Culture (pág. 16).

Por lo tanto, aunque los protocolos digitales, las infraestructuras que posibilitan la comunicación y los lenguajes de programación que generan el software son comunes, cada vez tenemos más vías diferentes para acceder a los contenidos digitales, podemos hacer las mismas cosas desde diferentes dispositivos; compartir información entre ellos y usar las mismas herramientas en entornos distintos. Hoy en día, hemos superado la limitación de la pantalla del ordenador, que fue –durante muchos años– la única puerta de entrada al contenido digital; las interfaces ocupan el espacio público y privado, y crecen de modo exponencial los recursos digitales disponibles. Y por lo que parece, con lo que llamamos internet de las cosas basado en los chips RFID y otras variantes, esta fase es solo el principio de una sociedad en la que los dispositivos digitales serán omnipresentes y casi omnipotentes.

El contexto –los autores, las editoriales, los métodos de edición, publicación y venta de libros, etc.– en el que se desarrolla hoy la literatura (en general) ha sufrido una transformación radical que pide un cambio de igual envergadura en las estructuras que sustentan el sector.

La transición a la sociedad digital, sin embargo, no es homogénea: se desarrolla en diferentes intensidades y según diferentes procedimientos. La literatura, fuertemente marcada por el conservadurismo editorial, está teniendo grandes dificultades como sector cultural, social y económico, para realizar los cambios necesarios en sus políticas, para adaptarse al contexto actual. El modelo de negocio asociado a los ejemplares, con un coste de producción mucho más elevado (creación, edición, impresión, distribución, venta...), se presenta ineficaz a la luz de la constitución y evolución de las nuevas herramientas digitales.

«Convergence requires media companies to rethink old assumptions about what means to consume media, assumptions that shape both programming and marketing decisions. If old consumers were assumed to be passive, the new consumers are active. If old consumers were predictable and stayed where you told them to stay, then new consumers are migratory, showing a declining loyalty to networks or media. If old consumers were isolated individuals, the new consumers are more socially connected. If the work of media consumers was once silent and invisible, the new consumers are now noisy and public.»

Henry Jenkins (2006). Convergence Culture (pág 18-19).

¿El soporte físico está en peligro de extinción? Pues no hay una respuesta clara al respecto de esta pregunta, si bien es cierto que a la larga no tiene sentido que se sigan imprimiendo los libros en general; de la misma forma que ya nadie se graba la música en CD, también es verdad que, por el momento, el papel sigue siendo una parte importante del negocio de los libros. Sin embargo, es más en consecuencia de la actuación de la industria y el mareo del usuario que por una decisión libre de este; si las compañías ofrecen modelos de venta digital en los que el precio es abusivo, las tecnologías de gestión de los derechos desproporcionadas y el acceso complicado a estos contenidos, el lector se vuelve reacio a aceptarlas como entorno de lectura predeterminado. Sin embargo, poco a poco, gracias a la participación de actores no interesados y a la estandarización de los formatos, el ecosistema digital de los libros se está transformando en un entorno mucho más atractivo.

En mi opinión, es solo cuestión de tiempo que se reserve la impresión a tipologías de libros que lo requieran. Estoy pensando en aquellos libros en los que el material es importante: grandes formatos, materiales especiales, muestrarios, etc. Seguir imprimiendo los libros convencionales, basados en el texto, dejará de tener sentido cuando el ecosistema esté completo y su constitución sea realmente racional.

Ante la envergadura de esta transformación cultural, seguir aplicando las estrategias, los circuitos y los mecanismos antiguos en la cadena de producción de libros y en el acceso al conocimiento solo puede llevar al fracaso a cualquier editorial.

La única respuesta posible a este cambio de paradigma pasa por abaratar los costes de la producción y la distribución de los libros, para concentrar la inversión tanto de dinero como de recursos en la creación de contenidos aumentados, en una indexación semántica completa y en una distribución de los contenidos mucho más personalizada. Esto permite al usuario acceder a cualquier información mediante criterios de búsqueda mucho más avanzados y más cercanos al lenguaje natural y repercute favorablemente en la conservación y difusión del conocimiento.

Las nuevas herramientas informáticas permiten y demandan nuevos enfoques para afrontar las tareas asociadas al sector editorial. Sin embargo, también ofrecen nuevas y distintas alternativas sobre las que es necesario formarse un discurso, entender su contexto y tejer las redes relacionales con el objetivo de formarse un discurso fundamentado sobre qué herramientas queremos usar y cómo podemos hacerlo:

•     La creación de contenidos digitales se puede afrontar con las herramientas que nos ofrece el software libre, sin coste alguno y con la ventaja añadida del respaldo de la comunidad de desarrolladores. Para la edición del código, el trabajo sobre imágenes y la maquetación en general tenemos disponibles muchas herramientas libres que podemos usar. Más adelante hablaremos de ellas.

•     El uso de estándares libres garantiza que el producto final tendrá el mayor alcance posible, que será funcional en más dispositivos y programas de lectura, y que se beneficiará de un desarrollo continuado por parte de la comunidad. Cuando el formato depende de grandes empresas (Amazon, Apple...) los avances en este se condicionan a los intereses de la empresa y no a la mejora técnica del formato.

•     En el caso del formato EPUB, este depende del IDPF (International Digital Publishing Forum), que tiene la misión de desarrollarlo y mantenerlo para que para que se convierta en el estándar para la publicación de documentos electrónicos.

•     Las nuevas herramientas digitales nos ofrecen nuevas formas de entender los contenidos, distribuirlos y ofrecérselos al lector. Formas que muy probablemente no son solo una opción:

La venta parcial; es decir, agrupar contenidos de distintos libros en un producto en función de una temática concreta o unas palabras clave determinadas.

Las suscripciones periódicas garantizan al lector un acceso continuado a nuevos contenidos (artículos, libros, materiales, etc.), y unos ingresos fijos y continuos a las empresas y editoriales.

La personalización de los contenidos permite al lector encontrar aquello que le interesa de una manera mucho más usable y efectiva que la que puede encontrar en un buscador como Google. Esto permite, con la potenciación de la relación entre el lector y los portales de contenidos, generar una mayor fidelización, con la posibilidad de personalizar el contenido que se ofrece en función de las preferencias del usuario.

La diversificación y especialización profesional no es una opción, sino que debe vertebrar la construcción de los equipos de trabajo, una obligación necesaria para conseguir cualquier tipo de éxito en el sector. Es indispensable rodearse de un equipo multidisciplinario que incluya tanto programadores y maquetadores informáticos como expertos en la toma de decisiones en el mundo digital: conocedores del contexto, de las relaciones que se establecen entre los distintos protagonistas y capaces de adaptarse a una situación dinámica donde los paradigmas son cada vez más breves y menos fuertes, sin olvidar nunca los perfiles relacionados con la edición clásica, conocedores del mercado literario y cargados con la experiencia de tantos años dedicados al sector.

La interconexión de los usuarios mediante redes informáticas ha generado una comunidad aumentada que debe ser la base de la mayoría de las iniciativas, comerciales y culturales en el mundo actual. El sector editorial debe tejer relaciones con los lectores no solo para asegurar el éxito comercial en la publicación de un título u otro, sino para asegurar una correcta personalización de la experiencia lectora y de la compra y el consumo de contenidos. De nada sirve publicar grandes obras, de un alto valor literario, si no sabemos usar los mecanismos y vehículos pertinentes para ofrecer y hacer llegar al usuario adecuado estos contenidos.

No se trata de crear un grupo de consulta basado en la entrevista y escucha de grupos de blogueros más o menos famosos entre los lectores, o de vertebrar una línea editorial calculadora ue aprovecha la globalidad de la red para recoger el éxito de la literatura extranjera y publicarla en español, sino de acercarse al usuario, conocer sus gustos y, mediante el estudio y análisis de sus hábitos de lectura, sus temas de interés y sus tendencias personales, construir un producto a medida, personalizado y acorde con los valores del lector, para asegurar una relación comercial sana para ambas partes. Eso sí, siempre teniendo en cuenta que los datos que se obtengan del usuario deben ser explícitos y consentidos. Se acabó la tradicional dinámica de «yo impongo un precio y el usuario acata mis decisiones», «yo impongo el sistema y decido cómo tiene que ser usado»: la relación con el lector debe ser interactiva y bidireccional. Evidentemente, como en la mayoría de los temas de debate en la cultura digital, hay posiciones adversas que opinan y postulan a favor de las vías clásicas de venta y difusión de libros, manteniendo el sistema clásico y los precios antiguos, en una posición situada en algún lugar entre el movimiento anti-tech y la poca capacidad de adaptación.

La mayoría de estas posiciones, sin embargo, se basan en sentimientos y no en argumentos sólidos, se construyen sobre la asociación de lo digital con la destrucción del humanismo y de la cultura tal y como la conocíamos. En realidad, lo digital permite la reproductibilidad infinita de la obra, una mayor difusión y acceso al conocimiento, nuevos espacios de debate global, la posibilidad de potenciar las inteligencias colectivas y avanzar mucho más en la ciencia o en el desarrollo de la tecnología, todas ellas virtudes claras para el desarrollo del humanismo. El trinomio objeto digital - interacción - flujo de contenidos solo puede ser vertebrado por una industria fuerte, empática con sus lectores y con el contexto digital.

4. Dispositivos de lectura

Anteriormente solo teníamos un dispositivo de lectura: el papel. El papel de diferentes formas, tamaños y colores y con diferentes tipografías impresas; un dispositivo único con el que hemos dado forma a libros, revistas y enciclopedias durante muchos siglos.

La lectura digital, al contrario, es multidispositivo por definición. Si bien es cierto que en el origen del texto digital el ordenador era la única herramienta capaz de leerlos, hoy en día el número de dispositivos de lectura disponibles ha aumentado considerablemente y sigue explorando nuevas vías, tamaños y formas que prometen construir dispositivos digitales incorporados en muchos de los elementos físicos de nuestro entorno: la ropa, los coches, las casas, las joyas y los relojes, etc.

La multiplicación de los dispositivos digitales disponibles, capaces casi todos ellos de reproducir libros digitales, ha generado mucha confusión a la hora de analizar y valorar sus capacidades reales y su adecuación para la lectura de libros digitales, provocando muchas dudas en el usuario, que no sabe realmente qué dispositivo debe adquirir para la intención que tiene en mente; la continua aparición de novedades, versiones, revisiones, actualizaciones y variantes dificulta aún más este proceso. Cuando uno tiene claro qué dispositivo quiere adquirir, prácticamente ha quedado obsoleto.

Solo hay un dispositivo construido única y particularmente para la lectura de libros electrónicos: los lectores de tinta electrónica o ereaders.

Los otros dispositivos digitales disponibles son, en realidad, dispositivos pensados para el acceso a contenido multimedia: web, vídeo, audio y –cómo no– texto, y para la ejecución de aplicaciones. Sin embargo, los requisitos técnicos para una correcta visualización del vídeo o de la imagen (fotografía) van en detrimento de la experiencia lectora. Aumentar el contraste de los dispositivos, el tamaño de las pantallas y sus funcionalidades técnicas dificulta los objetivos principales de un buen lector de libros digitales: poco peso, poco consumo de energía y sencillez de uso. En consecuencia, cuando nos planteamos la lectura de un libro digital en cualquiera de estos dispositivos, nos encontramos con algunas dificultades.

Las pantallas retroiluminadas consumen más energía, la reproducción de audio también y la gestión y el arranque de los sistemas operativos que sirven para gestionarlos implica un consumo de memoria y capacidad de procesamiento mucho mayor que el de los ereaders.

Así, los portátiles, las tabletas, los teléfonos inteligentes o las pantallas de televisión no son dispositivos de lectura de libros digitales, aunque permitan abrir estos archivos y leer su contenido. Esto es exactamente lo mismo que sucedía cuando aparecieron los televisores portátiles: resulta evidente que un televisor de 7”, aunque permita el visionado de todo lo que reciba por su antena, no es un dispositivo óptimo para ver una película en familia ni para disfrutar la experiencia del cine.

Podemos establecer una diferencia clara entre los dispositivos diseñados para la lectura digital y aquellos que, lejos de optimizar la experiencia lectora y situarla en el centro de sus objetivos competenciales, persiguen la multifunción. Estas diferencias son especialmente significativas cuando hablamos de novelas o textos largos, y menos importantes cuando hablamos de artículos o textos más breves, donde las limitaciones de los dispositivos multifunción son menos significativas. También es verdad que en los últimos meses se han presentado nuevas tecnologías que prometen renovar este panorama y dar funcionalidades más enfocadas a la lectura a los nuevos dispositivos, el uso de pantallas inteligentes, nuevos materiales, nuevas aplicaciones de la tinta electrónica. En fin, veremos cómo se desarrolla su implantación.

En nuestro entorno digital, en el que a pesar de la convergencia en el software la aparición de nuevos dispositivos es continua (el hardware diverge...), es muy importante aislar y definir bien las funciones y capacidades de cada dispositivo en función de la/s tarea/s que deba afrontar y el uso habitual que queramos darle.

A continuación se presentan las principales características de los diferentes dispositivos digitales aptos para la lectura de libros digitales y sus ventajas e inconvenientes para la lectura, solo a modo de pequeño resumen para asentar unas bases técnicas de referencia para el tratamiento de los libros digitales.

4.1. Ereaders. Lectores de tinta electrónica

Estos lectores se caracterizan por incluir la ya consolidada tecnología e-ink (tinta electrónica), desarrollada por el MIT entre 1995 y 2000.

•     Son de pantalla flexible sin cristal externo y mucho más finos lo que aumenta la capacidad de manipulación y transporte del dispositivo, y reduce su peso.

•     No necesitan retroiluminación para mostrar el contenido, lo que reduce la fatiga visual y aumenta, mucho, la duración de la batería.

•     La ausencia de reflejos y su gran ángulo de visión facilita la lectura en entornos abiertos, a plena luz del día y en diferentes posiciones.

•     Su diseño sencillo y como remediación del libro en papel permite una gran reducción del tiempo necesario para aprender a usarlo. Es más intuitivo y sencillo, ya que solo realiza una tarea.

Es el dispositivo más adecuado para la lectura de libros electrónicos, sobre todo los de narrativa y ensayo, por la duración de su batería, la posibilidad de leer durante horas sin cansar la vista y su gran movilidad.

4.2. Tabletas táctiles

Es uno de los dispositivos de moda en los últimos tiempos, enfocado básicamente a la multifunción y a la reproducción de contenidos multimedia, para lo que se potencia especialmente el contraste, el número de colores y la capacidad de renderizado para una visualización en alta calidad de los contenidos.

•     Pantalla retroiluminada de alto contraste (regulable). Pantalla muy adecuada y de alta resolución para la reproducción de contenidos multimedia: vídeo, imagen, web, etc.

•     Aunque últimamente han mejorado bastante, este tipo de pantallas genera muchos reflejos, lo que es un problema para su uso en exteriores. Esta problemática aumenta con dispositivos de gama media-baja y con pantallas de menor calidad.

•     Las baterías de las tabletas duran mucho más que las de los portátiles: 4 o 5 horas son fáciles de conseguir, incluso 10 con baterías suplementarias. El tipo de uso que demos al dispositivo será el condicionante claro de la duración de su batería: los juegos, el vídeo, el audio, etc. consumen muchos más recursos que la lectura para ser visualizados (un ereader puede ser utilizado durante días, semanas en algún caso, sin necesidad de cargarlo).

•     Permiten el acceso a contenido multimedia complejo (vídeo, audio, videojuegos), la navegación web y la ejecución de programas informáticos para la consecución de tareas concretas. A un ereader, más allá de las funciones que lleve de serie, no se le pueden añadir nuevas funcionalidades mediante la instalación de nuevas aplicaciones, más allá de la actualización de su firmware1

•     Poco peso y buena movilidad, superior a la de un ordenador portátil.

Así pues, aunque es posible leer libros digitales con una tableta táctil (algo cada vez más habitual), si queremos hacer sesiones de lectura más o menos largas, no son los dispositivos de lectura más adecuados. Sin embargo, es cierto que muchos de los fabricantes de tabletas digitales están desarrollando sistemas de lectura para sus tabletas que mejoran la experiencia lectora con una buena gestión del contraste de los aparatos, la reducción de la velocidad del procesador para ahorrar batería y una mejor gestión de los formatos de los libros.

4.3. Portátiles y ordenadores (desktop)

En el caso de los portátiles y los ordenadores de mesa es difícil establecer unas características comunes; son dispositivos muy personalizables y en los que la elección a la hora de la compra o la personalización implicarán unas u otras capacidades y características. No es lo mismo una pantalla de 15” de un portátil que un ordenador de sobremesa conectado a una pantalla plana de 50”. Tampoco es lo mismo, hablando de duración de la batería, un ordenador conectado a la red eléctrica que uno que tiene que trabajar con batería; y lo mismo sucede con las capacidades de reproducción, el tipo de monitor elegido (que afectará a la fatiga visual, etc.)

No obstante, hay algunas características básicas que podemos enumerar de los ordenadores como dispositivos de lectura:

•     Pantallas pensadas para el consumo de contenido multimedia, pero no para la lectura de libros digitales. Algunos monitores tienen funciones especiales para la lectura, reduciendo así la fatiga visual.

•     Poca movilidad real, incluso con los portátiles, sobre todo a la hora de leer en el exterior: en un parque, la playa, el autobús, etc.

•     Aptos para la lectura de textos y el trabajo de edición sobre ellos pero poco apropiados para sesiones de lectura continuadas.

•     La mayoría no son táctiles y necesitan dispositivos periféricos de control para ser manipulados. Aumentan el tiempo de reacción y la necesidad de espacio físico.

•     Alta versatilidad y personalización, permiten la instalación de software y, por lo tanto, la ampliación de sus funcionalidades.

4.4. Smartphones

Los teléfonos inteligentes pueden ser considerados también como dispositivos de lectura. Sin embargo, más allá de la lectura de mensajes de texto, correos electrónicos o noticias breves, leer textos largos en estos dispositivos es una tarea complicada y pesada para el lector, por lo que se presentan eficaces solo para sesiones cortas de lectura o contenidos breves. El aumento del tamaño de la pantalla (4-5”) en algunos dispositivos de gama alta los hace más capaces para la lectura pero, aun así, es insuficiente como dispositivo habitual de lectura.

•     «Batería de corta duración». En muchos casos, menos de 24 horas.

•     Pantalla muy pequeña y retroiluminada (fatiga).

•     Permiten el acceso a contenido multimedia, de todo tipo.

•     Muy alta movilidad, múltiples posiciones de lectura, portabilidad total.

•     Potencialidades casi infinitas mediante la instalación de nuevo software y el acceso a sus sensores.

•     Muy adecuado para el acceso a textos cortos o correos. Ineficaz para la lectura sostenida de un libro digital.

 

1 Hay algunos modelos de ereader que permiten la instalación de pequeñas aplicaciones pero, en cualquier caso, son funcionalidades menores que no cambian el uso central del dispositivo.