EL ORIGEN DE LA ESCRITURA CUNEIFORME

El origen de lo que posteriormente conocemos como sistema de escritura cuneiforme es estrictamente contable. La sociedad de la baja Mesopotamia, durante el cuarto milenio aC, adquirió tal complejidad que generó la necesidad de contabilizar bienes y registrar transacciones. Es posible que el sistema de escritura cuneiforme tenga su precedente más remoto en un sistema contable bastante complejo que se ha podido atestiguar en cantidad suficiente en todo el Próximo Oriente desde el sexto mileni aC. Este sistema contable consiste en el uso de las llamadas fichas (conocidas como tokens por los expertos) combinadas con un tipo de bolas de barro (llamadas bullae). Se han encontrado centenares de estas fichas, cada una de las cuales representa algún tipo de bien o una cifra. Hay, pues, fichas que representan «cosas» y fichas que representan «cantidades». Las formas de estas fichas son muy variadas: algunas reproducen claramente un objeto determinado, como por ejemplo una jarra o una res, pero la mayoría son simplemente una forma abstracta que simboliza un determinado objeto o bien. Las hay esféricas, discoidales, rectangulares, triangulares, cilíndricas, y muy a menudo presentan algún tipo de incisión hecha sobre la arcilla. Estas fichas se han encontrado distribuidas en todo el Próximo Oriente, por toda la Mesopotamia, Siria, Irán y la costa del Mediterráneo oriental.

El uso de estas fichas se ha podido documentar arqueológicamente gracias a los hallazgos de las bolas de barro que las contenían. El sistema era muy simple e ingenioso. Cuando se quería registrar una cantidad determinada de un bien, pongamos por caso ganado menor, cogía el número de fichas correspondiente a la cantidad deseada y la ficha que representaba el ganado. Para asegurarse que esta cantidad quedaba fijada se introducían las fichas de los numerales y la ficha del ganado dentro de una bola de barro, que posteriormente era sellada para garantizar que nadie podría modificar la cantidad introduciendo o sustrayendo fichas, de forma que el contenido quedaba registrado y era inviolable. El uso de este sistema contable comportaba el establecimiento de un código por parte de la sociedad que lo utilizaba. Todo el mundo tenía que saber que una determinada ficha representaba «cordero» o «toro» y que otra determinada ficha representaba la cifra 1, 10 o 60. Este establecimiento de un código fue un paso de gigante dado que obligó a las personas a aprender unas reglas determinadas con una «morfologia» y una «sintaxis» comunes para todos. Solo así el invento resultaba útil.

El siguiente paso se dio cuando, al ver que la proliferación de bolas dificultaba la identificación de la cifra y los bienes a que correspondían, los «protoescribas» decidieron hacer una impresión de las fichas en la parte exterior de la bola de barro para indicar el contenido. Así, hemos encontrado bolas con la impresión de una cantidad y un bien en el exterior de la bola y en el interior las fichas tridimensionales con las cuales se hizo la impresión. Una vez registrado el «mensaje» en el exterior de la bola, el contenido que hay dentro ya deviene superfluo, no hay que romper la bola para comprobar qué contiene dado que ya está «escrito» en la superficie de la bola. Evidentemente, el último paso es «imprimir» el «mensaje» en la superficie de una bola sin introducir ninguna ficha en el interior de la arcilla. De hecho, no es necesario que la superficie sobre la que hacemos las impresiones sea esférica, un trozo de barro plano será más práctico y eficaz. De este modo ya tenemos las primeras tablillas.

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Figura 1: Bola de barro sellada con varias incisiones en el exterior.
Procedencia: Susa (Nissen - Damerow Englung, 1990: 49).

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Figura 2: Tablilla con impresiones numéricas y sellada.
Procedencia: Susa, 3500-3000 aC (Schmandt-Besserat 1992: I 136).