Si los ejecutivos de DecisionTech tenían dudas acerca de Kathryn cuando se anunció su contratación, sus preocupaciones aumentaron al cabo de las dos primeras semanas de trabajo de la nueva directora general.
Y no porque Kathryn hiciera nada discutible o fuera de lugar. El problema era que casi no hacía nada.
Aparte de una breve recepción el primer día y de las consiguientes entrevistas con sus subordinados directos, Kathryn pasaba el tiempo caminando por los pasillos y los vestíbulos, conversando con los miembros del personal directivo y observando en silencio cuantas reuniones tuvo oportunidad y tiempo para asistir. Y lo más controvertido: solicitó a Jeff Shanley que continuara dirigiendo las reuniones semanales del cuerpo directivo; ella, mientras, sólo escuchaba y tomaba notas.
La única acción concreta que emprendió Kathryn en esas primeras semanas fue anunciar una serie de jornadas de dos días para los ejecutivos que se efectuarían en Napa Valley durante los próximos meses. Como si necesitara darles más argumentos en su contra, ninguno de sus subordinados directos podía creer que tuviera las agallas para llevarles fuera de la oficina tantos días con todo el trabajo pendiente acumulado.
Y para empeorar las cosas, cuando alguien propuso un tema específico para comentar en la primera jornada, Kathryn no lo aceptó. Ya había establecido su propio programa.
El mismo presidente estaba sorprendido, y un poco nervioso, con los primeros informes sobre el desempeño inicial de Kathryn. Llegó a la conclusión de que si ella no enderezaba la situación, probablemente debería marcharse junto con ella. Esto empezaba a parecer el final más probable.