Atravesamos las puertas pintadas de negro de The Widow y entramos de lleno en el bullicio del pub. Las risas sonaban por encima del murmullo constante de los clientes amontonados en los pequeños reservados que se alineaban a lo largo de las paredes. Tiré de la mano de Blake y le conduje al interior de la estancia que rodeaba la vieja barra cuadrada, la pieza central de aquel lugar levantado para el alcohol y la diversión.
Al doblar una esquina, un rostro se iluminó con un gesto de reconocimiento, y apareció una sonrisa que era un reflejo de la mía.
—¡Profesor!
Solté la mano de Blake y me dirigí hacia el hombre que había conocido como el profesor Brendan Quinlan a lo largo de mis años en Harvard. Se levantó y me recibió con un fuerte abrazo. Noté en las manos la textura áspera de su suéter verde, y su cabello entrecano me cosquilleó en la mejilla.
—¡Erica! Es maravilloso volver a verte. ¿Cómo estás?
Su acento irlandés se había vuelto más pronunciado durante los meses que no nos habíamos visto.
¿Cómo podía resumirle todo lo que me había ocurrido en la vida en los meses que habían pasado desde la graduación? Aun así, en aquel mismo momento, yo me sentía…
—Estoy genial.
Sonreí de oreja a oreja y noté el calor de Blake detrás de mí, y luego su mano, que se posó suavemente en la parte baja de mi espalda.
Levanté la vista hacia el hombre que me había robado el corazón por completo desde la última vez que había visto a Brendan. Tenía el cabello castaño oscuro recortado cuidadosamente, en ocasión de nuestra reciente boda. Su torso delgado y musculoso estaba oculto bajo un suéter fino, pero los vaqueros que llevaba puestos se tensaban de un modo muy correcto en los contornos de los muslos. Tal vez era una recién casada todavía embelesada por su marido, pero no era la única que le admiraba. Blake había hecho que muchas cabezas se giraran incluso en los pocos minutos que habían pasado desde que entramos en el pub. Y puesto que era mío de todas las maneras que importaban, ya me daba igual quien mirara.
El profesor le tendió la mano.
—Usted debe ser el afortunado.
Él le estrechó la mano, y sus profundos ojos de color avellana se arrugaron en los bordes con una sonrisa.
—Ciertamente lo soy. Es un placer conocerle. Erica habla muy bien de usted.
—Y ella de usted. Sois toda una pareja. —Paseó la mirada entre los dos—. La experta y el magnate.
Me eché a reír y me incliné sobre Blake.
—¿Experta? No estoy segura de haber llegado a ese nivel todavía.
El profesor hizo un gesto hacia la mesa de madera desgastada, donde tomamos asiento.
—¡No lo dudes! Podría ser un buen título para un libro en cualquier caso. Voy a tener que robarlo.
Me guiñó un ojo, y el gesto me reconfortó. Había echado de menos su amistad y orientación. Antes había sido una guía en mi vida, y de repente desapareció, en cuanto me marché para tomarme un año sabático y me aventuré en el mundo laboral por primera vez. Sonreí en mi fuero interno al recordar las horas que había dedicado a repasar mi plan de negocio y a darle vueltas a las diferentes ideas, a la vez que trataba de encontrar la manera de aprobar el curso mientras me dedicaba de lleno a desarrollar mi negocio. Jamás olvidaría lo que su apoyo había significado para mí en aquel momento y la forma en que me había hecho comenzar un viaje que me supondría un desafío muy superior a lo que aspirara mi imaginación más desbocada.
Se había marchado a Irlanda casi tan pronto como Blake llegó a mi vida. Tenía sus razones, por supuesto. A pesar de estar muy centrado en los estudios de negocios en la universidad, no había dejado de perseguir un tipo muy diferente de sueño, uno del que estaba ansiosa por saber más.
—¿Cómo va la novela?
—Va de maravilla. Por aquí hay un montón de personajes en los que inspirarme. ¿No es verdad, Mary?
La camarera, una mujer de cabello rizado y negro recogido en un moño, llegó a nuestra mesa. Llevaba consigo una pinta de líquido oscuro llena hasta el borde cubierto de espuma. La dejó en la mesa y se irguió a la vez que se ponía en jarras, con las manos sobre las tiras de su pequeño delantal negro.
—¿Les está molestando? Porque puedo echarlo. No sería la primera vez, ¿verdad, Bren? —dijo a la vez que le guiñaba un ojo.
Él meneó la cabeza con una sonrisa.
—No será necesario, querida. Voy a portarme mejor que nunca.
Pedimos un par de pintas, y horas más tarde, me sentía bien por la cerveza y las risas tras escuchar las anécdotas de Brendan sobre sus amigos y sus aventuras locales. También hablamos de Harvard y revivimos la mejor parte de mis recuerdos de la universidad. Tuve buen cuidado de evitar los demás. El profesor jamás sabría nada de esas sombras, y la verdad era que esperaba que nunca supiera lo cerca que Max había estado de repetir la historia. Tal vez cuando estuviera de vuelta en Boston se enteraría de la denuncia por intento de violación que habían presentado contra su antiguo alumno, pero al menos de momento, estaba lo suficientemente lejos como para que lo más probable fuera que acabara por no enterarse de nada de nada.
Blake y Brendan estaban hablando acerca de una de las inversiones de negocio de Blake cuando Mary volvió para llevarse los vasos vacíos.
—Aquí está. Mi futura novia —murmuró Brendan, con un acento algo más pastoso de lo que lo tenía cuando llegamos.
—Oh, mira que eres…
Mary le propinó un leve golpe en el brazo, pero apenas ocultó que la había hecho sonreír.
A él se le iluminó la cara con otra sonrisa y se volvió de nuevo hacia nosotros.
—¿Queréis otra?
Eché un vistazo a la bandeja de vasos vacíos. Podríamos tomar mucho más y luego arrepentirnos. Negué con la cabeza.
—Yo no. Vosotros dos podéis seguir si queréis.
Blake se echó hacia atrás y deslizó un brazo sobre mis hombros.
—No, tenemos que volver. Se está haciendo tarde.
Brendan asintió.
—Por supuesto. Venga, id saliendo.
—Yo me encargo de la cuenta. Salid; ahora voy yo —dijo Blake.
Brendan protestó, pero Mary no hizo caso de su insistencia para pagar. Cuando por fin se dio por vencido, los dos salimos del ajetreo del pub y nos adentramos en el repiqueteo mucho más tranquilo de la calle. La gente pasaba caminando en pequeños grupos por delante de nosotros entrando y saliendo de los establecimientos de los alrededores. Una media luna brillaba sobre la calle. Los adoquines relucían como prueba de una breve llovizna que nos habíamos perdido mientras estábamos dentro.
Me metí las manos en los bolsillos y me fijé en todos los detalles de aquel nuevo lugar.
—Una noche preciosa, ¿verdad?
Brendan inspiró una profunda bocanada de aire nocturno.
—Sí que lo es. Estoy tan contenta de que nos hayamos puesto al día, profesor.
Se echó a reír entre dientes.
—¡Brendan! Te lo pido por favor, llámame Brendan. Al menos hasta que vuelvas a la universidad, y luego ya veremos cómo lo solucionamos.
Me reí.
—No es probable, pero me parece justo.
—Supongo que todo por lo que has pasado ha sido tu verdadera formación. —Su sonrisa se desvaneció un poco y su mirada vagó más allá de mí—. Siento lo de tu Max. No tenía ni idea de que sería una decepción para la causa, Erica. Había visto un rayo de esperanza en el chico… Estaba convencido de que había dejado atrás sus errores de juventud.
Bajé la mirada porque no quería que supiera qué tremenda decepción había terminado siendo realmente al final.
—No importa. Es el pasado —dije en voz baja mientras recordaba el correo electrónico que le había enviado al profesor después de enterarme de que Max y mi antigua empleada, Risa, habían robado información de la empresa y la habían utilizado para lanzar su propio negocio en la competencia. No había querido que él se sintiera culpable, sólo evitar que le mandara a Max cualquier otro estudiante desprevenido en busca de ayuda o apoyo.
Max había demostrado ser mucho más peligroso de lo que yo había creído en un principio. Tal vez si no me hubiera llegado a involucrar tanto con Blake, no habría tenido tanto interés en arruinarme de todas las maneras posibles. Pero no iba a excusar de ningún modo su comportamiento, y no quería que nadie más tuviera que pasar por lo que yo había pasado.
—Quizá te fue bien en cierto modo, por lo de conocer a Blake. Ya sabes, no hay mal que por bien no venga, como se suele decir.
—Muy cierto. Estos últimos meses han sido duros, y no habría podido superarlos sin él.
Siempre me había enorgullecido de mi independencia. Me habían dejado, herido y abandonado. Me habían subestimado y me habían echado a un lado. Nunca había creído que me entregaría tanto a otro ser humano, pero no era capaz de imaginarme superando los últimos meses del mismo modo sin Blake a mi lado. Y no podía imaginarme no pasar ningún día más sin su amor y su apoyo. Decir «sí, quiero», compartir los votos y darle mi confianza había sido más fácil después de todo lo que habíamos pasado juntos.
—¿Listos?
Blake cruzó la puerta del pub y se puso a mi lado, lo que eliminó por completo aquellos pensamientos y el resto de la conversación.
No me importó lo más mínimo. Me había encantado reunirme con mi viejo amigo, pero ya tenía ganas de estar de nuevo en los brazos de Blake, en un lugar tranquilo, los dos solos, sin nadie más. Después de todo, estábamos en nuestra luna de miel.
Me mordí el labio y sonreí. Mi luna de miel, con mi marido.
Me volví hacia el profesor para darle un último abrazo, y nos despedimos antes de separarnos.
Blake y yo comenzamos a pasear por el camino ya familiar de regreso a nuestro hotel a través de las calles oscuras e irregulares del centro de Dublín. Un leve aroma a lluvia y el olor persistente de las flores frescas que habían vendido en las calles pocas horas antes llenaban el aire.
Le tomé de la mano mientras admiraba los detalles de la arquitectura de los edificios que enmarcaban las viejas calles a la vez que saludábamos a los rostros de ojos brillantes con los que nos cruzábamos en la acera. Era casi medianoche, pero nuestro horario era un desastre, y yo no tenía ninguna prisa por estar en ningún lugar concreto siempre y cuando estuviéramos juntos.
Ver a mi viejo profesor otra vez había sido un regreso a una época más sencilla en mi vida. Habían sucedido tantas cosas desde aquella primera reunión en la sala de juntas de Angelcom, reunión que organizó el profesor Quinlan con el apoyo inicial de Max. Jamás me hubiera imaginado entonces que me entregaría por completo al inversor engreído que tenía sentado frente a mí… que me convertiría en su esposa. Pero allí estábamos, todo lo unidos que dos personas podían estar.
Blake tiró de mí para acercarme a su lado y me dio un suave beso en la mejilla.
—Me cae bien Brendan. Entiendo por qué se ha convertido en un amigo.
Sonreí.
—Me parece extraño llamarle amigo cuando ha sido mucho más, pero es cierto. Me animó a montar el negocio cuando tenía tantas dudas. Él es la razón por la que empecé el camino que tomé.
—Un camino que te condujo directamente a mí. —Me apretó la mano—. Qué suerte la mía.
Levanté la mirada y le besé en la mejilla mientras caminábamos. Yo también había tenido mucha suerte. No podía negarlo.
Sin embargo, a pesar de todos aquellos primeros sueños sobre hasta dónde me llevaría mi empeño empresarial, jamás me hubiera llegado a imaginar que recorrería el camino que había hecho. Con la ayuda de Alli y de Sid, había creado un negocio que había crecido y había atraído a inversores externos que se comprometieron a llevarlo al siguiente nivel. Pocos días después de firmar la venta de mi participación en la empresa, me había enterado de que Isaac Perry y la ex de Blake controlarían el negocio. Aquel devastador cambio de rumbo me había lanzado a un desplome emocional, del que todavía no me había recuperado del todo.
Pensé en el último día que había estado en la oficina de Clozpin, sin enterarme de lo que había hecho, de lo que realmente había firmado. Me tuve que recordar que ya no importaba lo que había pasado, si el negocio florecía, se hundía o se estrellaba: ya nunca podría volver atrás.
—Estás muy callada. ¿En qué estás pensando? —me preguntó Blake.
Dejé escapar un suspiro y meneé la cabeza.
—En mi empresa, supongo. A veces todavía me cuesta creer que ya no formaré parte de ella nunca más.
—No puedes dejar que eso te reconcoma —me dijo en voz baja—. Es el pasado, y tú tienes un futuro muy brillante por delante.
—La mayoría de las veces trato de no pensar en ello.
Se quedó callado un momento antes de hablar.
—Sé que todavía te duele. Y no me gusta nada que tuvieras que abandonar algo en lo que pusiste tanto de ti misma. Pero ahora eres libre. Tienes el mundo en tus manos. A pesar de todo lo que ha ocurrido, no es nada malo.
Tal vez tenía razón, pero todavía había tantos elementos desconocidos en lo que se refería a mi futuro profesional…
—Clozpin me dio un propósito en la vida. Sólo espero que los nuevos proyectos de Geoff me hagan sentir de la misma manera. Por lo menos, la mayor parte del equipo sigue ahí, así que no nos resultará tan extraño.
Gracias a que Blake me había incluido en la junta de Angelcom, había tenido la oportunidad de invertir en nuevos proyectos que podrían llenar ese vacío. Geoff Wells era programador y poseía la misma chispa empresarial que yo había tenido. Me bastaba con que, una vez las cosas quedaron claras en Clozpin, Sid, Alli y yo le viéramos el potencial suficiente como para unirnos alrededor de su idea como parte de nuestra siguiente aventura empresarial.
—Llevo invirtiendo el tiempo suficiente como para reconocer la pasión cuando la veo. La veo en Geoff, y siempre la he visto en ti. Lo vas a dar todo para lograr que esta empresa tenga éxito. Es tu carácter. Créeme. Una oportunidad que no salió de acuerdo con el plan no va a cambiar eso.
El recuerdo de esa decepción, de ese fracaso capaz de hundir un alma, me recorrió el fuero interno. Cuanto más tiempo pasaba, más podía distanciarme emocionalmente de lo que me habían hecho Isaac y Sophia. Cada vez era más capaz de ver la experiencia como lo que era, un capítulo en mi vida… una experiencia de aprendizaje que jamás olvidaría. Aunque el dolor de ser arrancada de la empresa que había significado tanto para mí ya no era tan insoportable como lo había sido en un primer momento, la herida todavía estaba sensible.
—Tal vez. No puedo evitar sentirme como si, de algún modo… hubiera fallado.
La culpa me reconcomía como un sueño desagradable que no lograra olvidar.
Blake inclinó la cabeza y me miró fijamente.
—No has fallado. Aprendiste.
Rocé la suela de las botas contra las piedras mientras paseábamos evitando su mirada.
—Yo ya he pasado por esa situación unas cuantas veces, y lo sabes. Deberías confiar en mí.
Sonreí con un gesto torcido.
—Por eso me casé contigo, por supuesto. Por tu visión para los negocios y la riqueza de tu conocimiento.
Blake enarcó una ceja.
—Y tus montañas de dinero —añadí rápidamente.
—¿Intentas decirme que no te casaste conmigo por mi asombroso atractivo? Quizá me sienta ofendido.
Apreté los labios tratando de parecer seria.
—Si tuviera que elegir lo que inclinó la balanza, diría que fueron tus excepcionales habilidades en la cama. Creo que es donde realmente sobresales.
—Pues entonces… —dijo antes de echarse a reír con una mirada chispeante—. Al menos tengo clara cuál es mi función.
Me apretó el culo con fuerza. Lo aparté entre risas mientras nos acercábamos a un artista callejero que estaba canturreando para un escaso público. Un pequeño grupo de turistas franceses se encontraba cerca, y un hombre mayor, un sintecho sucio, estaba sentado contemplándolo desde el otro lado de la calle con una leve sonrisa.
Paramos para escucharle mientras los turistas se dispersaban. La canción era triste, pero estaba cargada de amor, y cada estrofa sonaba de forma intensa y emotiva. Blake me volvió hacia él y quedamos frente a frente. Entrelazó nuestros dedos, y con su cálido aliento contra mi cabello nos llevó a un sencillo baile sin nombre. Me incliné sobre él y cerré los ojos antes de aferrarme a su cuerpo de la misma forma que me aferraba a cada momento mágico que había entre nosotros.
Tuve que esforzarme para entender la letra debido al fuerte acento del cantante, pero lo logré.
Cuando llega la desgracia, ningún hombre puede huir de ella.
Estaba cegado, nunca lo negaré.
Ahora, por las noches, cuando me voy a la cama a descansar,
los recuerdos de mi verdadero amor me recorren el pensamiento.
Otro momento pasó mientras la voz del joven se desvanecía en la noche. La canción era sombría, iluminada tan sólo por su entrega apasionada. Como gran parte de la vida, el dolor dependía de ti. Había convertido algo triste en algo hermoso.
Suspiré y me acomodé en el pecho de Blake. De su cuerpo emanaba un calor reconfortante. Los latidos de su corazón eran un recordatorio constante de su apoyo, de su amor, una fuerza que me había salvado, que me había cambiado y que me había curado de una manera que nunca hubiera creído posible. Me levantó la barbilla, y el brillo en sus ojos hizo juego con la pasión que sentía en mi corazón. Separó sus voluptuosos labios, pero dudó, y un instante sin palabras se cruzó entre nosotros.
—Voy a mostrarte a todo el mundo, Erica.
—No me puedo imaginar disfrutar un minuto de vida sin ti —le susurré.
Blake detuvo nuestra lenta danza y me pasó la punta de un dedo sobre los labios, con un rostro serio de repente que amenazó con quitarme el siguiente aliento.
—Y voy a hacer que te enamores de mí una y otra vez. Cada mañana y cada noche. En todas las ciudades y en la orilla de todos los océanos. Voy a recordarte por qué eres mía y por qué siempre he sido tuyo.
Inspiré de forma entrecortada y sentí su promesa hasta el fondo de mi alma. Tragué saliva y logré recuperar la voz.
—Creo que vas por el camino correcto.
Me incliné hacia él hasta que nuestros labios se unieron. Al principio, el beso fue suave y lento, pero ganó profundidad y me arrancó cualquier pensamiento que no tuviera que ver con su sabor y su tacto.
Nos separamos un poco cuando una voz ronca nos interrumpió.
—Vete a hacerle el amor, muchacho, antes de que cambie totalmente de idea.
Detrás de nosotros, el hombre que se había montado su alojamiento para pasar la noche en la entrada de una tienda de lujo nos ofreció una sonrisa imperfecta, y acompañó sus palabras llenas de sabiduría con un amistoso trago a su pequeña botella de licor.
Sonreí, y Blake, por la mirada intensa de sus ojos, pareció que aceptaba de inmediato el comentario del desconocido.
—Eso pienso hacer —murmuró, y su tono de voz mostró a la vez suavidad y una deliciosa amenaza.
Sentí un cosquilleo por toda la piel y él me tomó la boca de nuevo con un beso que prometía mucho más.