El 28 de diciembre de 1993, día en que intervienen BANESTO, estoy pasando la Navidad en Nueva York con mi mujer y mis hijos. Me entero de la noticia por el periódico The New York Times que, la mañana del día siguiente, introducen por debajo de la puerta de la habitación del Hotel Plaza donde nos hospedábamos. Ese día fui con mi familia a almorzar a Greenwich, Connecticut, a casa del presidente de una gran empresa de comunicación neoyorquina, pues las familias nos hicimos amigas siendo vecinos durante nuestra estancia de dos años en EEUU, cuando yo trabajaba en IBM World Trade. Después de intercambiarnos regalos navideños, Vincent Sottosanti me preguntó, refiriéndose al banco intervenido: «¿Pero, no te parece raro que un banco privado, con una ampliación de capital aprobada, sea intervenido y el gobierno —no los accionistas— nombre un nuevo presidente que viene de un banco de la competencia? (refiriéndose a Alfredo Sáez y al BBV). Eso aquí, en EEUU, no se haría así, a los presidentes los ponen y los quitan los accionistas».
El tiempo y la crisis financiera iniciada en el 2009 han demostrado en multitud de casos y países, la razón que tenía Vincent al considerar raro el procedimiento aplicado en el caso BANESTO.
Fui citado como testigo el 5 de diciembre de 1994.
Al llegar a declarar a la Audiencia Nacional, solo, sin abogado, bajo secreto sumarial, me reciben el juez García-Castellón, el fiscal Florentino Orti y una secretaria llamada Mercedes, esposa del fiscal.
El juez me preguntó, entre otras cosas, por la operación ISOLUX y le dije:
a) Me la propusieron su consejero delegado, D. José Manuel Losada y su presidente D. Victoriano López Pinto (como ambos confirmaron posteriormente en sus declaraciones como testigos en el juicio oral).
b) Puse mi dinero, prestado por La Caixa de Vigo y el Banco de Progreso, que nada tenían que ver con BANESTO, tomando el 40 % de la sociedad y contribuyendo al saneamiento de ella. Después de varios años de expandir la compañía y de obtener más de 2 700 millones de pesetas de beneficio, de los cuales no retiré ningún dividendo por mi participación y de ayudar a capitalizar y a hacer grande la empresa (beneficiándose con ello también la participación que tenía el propio BANESTO en ISOLUX), vendí primero el 10 % a Portland Iberia y el resto a la empresa IBISER y esta posteriormente al grupo alemán Metallgesellschaft, que es más grande que el INI español.
c) La había vendido a plazos y a día de hoy aún hay varios pagarés sin vencer y, por tanto, sin cobrar.
d) Que no tenía nada que ver con Mario Conde.
«Florentino, ¿has oído y visto esto?» Le dijo García-Castellón al fiscal y este respondió: «Otra pregunta, señoría».
«Puede irse usted tranquilo», me dijo el juez al final, «firme su declaración y cuando se levante el secreto sumarial podrá recoger una copia».
Iluso de mí al pensar que mis explicaciones y las diversas documentaciones aportadas eran suficientes y que contra mí no iba la película.
El 22 de diciembre de 1994, el juez del Juzgado de Instrucción número 3 de la Audiencia Nacional, D. Manuel García-Castellón, firma el auto de prisión de Mario Conde y, aunque está aún declarado el secreto sumarial, al día siguiente día 24, fiesta de Navidad, al ir a comprar la prensa en el kiosco del Soto de la Moraleja, urbanización donde vivía, lo veo publicado en el diario El País y por curiosidad lo compro y leo dicho auto.
Siguiendo el camino marcado por el informe de los peritos-inspectores del Banco de España, dice cosas como:
«Que el 24 de julio de 1990, VALYSER compró a Corporación BANESTO por 600 millones de pesetas el 40 % del capital social de ISOLUX».
«Previamente a esta fecha, BANESTO había procedido a sanear ISOLUX en la cantidad de 2 023 500 000 pesetas».
«En enero de 1992 VALYSER vende el 10 % de ISOLUX a Portland y en enero de 1993 el 30 % restante a IBISER, esta lo vende a la Metallgesellschaft que a su vez lo vendió a la Corporación BANESTO».
«Las relaciones del Grupo EUMAN VALYSER con Mario Conde son de naturaleza personal, patrimonial y profesional».
«EUMAN, empresa de Eugenio Martínez Jiménez, adquirió en 1989 del administrador real de Mario Conde la sociedad VALYSER».
«Asebur, que es la sociedad patrimonial de Mario Conde, emitió al menos dos confort letters, garantizando ante el Banco de Progreso préstamos solicitados por VALYSER».
«Que VALYSER compró, junto con otros socios, Promociones Hoteleras cuyo único activo era un edificio que posteriormente es comprado por La Unión y El Fénix».
«De esta manera ingresó en el patrimonio del querellado (Mario Conde) y personas de su entorno los lucros obtenidos de la forma ya descrita».
Veremos como al final del juicio oral, la sentencia desmiente y aclara absolutamente las frases y hechos que describía el referido auto de prisión.
Me sorprendió que el juez García-Castellón dijera esas cosas unos veinte días después de que yo declarara como testigo ante él y le respondiera con detalle a las preguntas que me hizo e incluso le enseñara los pagarés pendientes aún por cobrar. ¿Cómo podía decir que el beneficio había incrementado el patrimonio de Mario Conde si yo aún ni había cobrado?
Unos días antes, el 12 de diciembre de 1994, recibí un escrito del magistrado juez del Juzgado Central de Instrucción número 3 de la Audiencia Nacional, pidiéndome que como administrador de VALYSER remitiera a la mayor brevedad posible todas las operaciones realizadas por dicha sociedad y el resultado de cada una de ellas. El día 4 de enero de 1995 aporté al referido Juzgado un dosier de sesenta y tres páginas y quince anexos completos con copia de escrituras, cuentas anuales, balances, impuestos, etc.
En dicha información, entre otras cosas, quedaba claro que no era verdad lo que se decía en el auto de prisión de Mario Conde, firmado por el mismo magistrado, cuando afirmaba que compré la sociedad VALYSER al administrador real de Mario Conde.
Demostré que Andrés Muñoz Suárez, amigo desde los tiempos del Colegio Mayor San Pablo, constituyó dicha sociedad, junto con dos de sus hermanos y un cuñado suyo, el 18 de junio de 1983 ante el notario de Benavente (Zamora), don José Rodríguez Nestar y el 16 de septiembre de 1988 mi sociedad, EUMAN, les compró el 100 % de VALYSER a dicha familia, como confirmó además Andrés Muñoz en el juicio. Y hoy día sigue siendo propiedad 100 % de EUMAN y esta, a su vez, es 100 % mía.
¿Quién se inventó la historia?: los peritos-inspectores del Banco de España en el informe que dirigen al juez y que está en el tomo 117 de la documental, cuando dicen, sin ningún fundamento ni prueba, que el Grupo EUMAN VALYSER es el grupo oculto de Mario Conde.
El 13 de enero de 1995 recibí dos nuevos escritos del magistrado juez del Juzgado de Instrucción número 3, fechados el 2 de enero, dirigidos a mí como presidente de VALYSER en los que se pedía que, a través de los funcionarios de policía pertenecientes a la Comisaría General de la Policía Judicial, remitiera al referido Juzgado la información y antecedentes de la operación de compraventa en el mes de julio de 1990, por 600 millones de pesetas, del 40 % del capital de ISOLUX WAT a Corporación BANESTO, así como la contabilidad desde el año 1987 hasta ese momento, incluyendo los libros oficiales, balances, cuentas de resultados, etc., todo ello de mi sociedad VALYSER S. A. Asimismo, que informara al juzgado del destino dado por VALYSER de los pagarés recibidos de IBISER como pago de la operación de venta del 30 % de las acciones de ISOLUX el 22 de enero de 1993 a dicha sociedad mercantil.
Entregué el 2 de febrero de 1995 dos informes detallados adjuntando toda la documentación requerida, donde hacía hincapié en que el 40 % de acciones que VALYSER adquirió en julio de 1990 fueron de ISOLUX y no de ISOLUX WAT y que el 28 % (no el 30 %) que VALYSER vende a IBISER el 22 de enero de 1993 fueron acciones de ISOLUX WAT y no de ISOLUX.
Expliqué con todo lujo de detalle el destino de cada uno de los pagarés facilitando copia de los documentos bancarios. No tenía absolutamente nada que ocultar.
Todo ello formó el 4 de enero de 1995 las piezas separadas de los tomos 21 y 22 del procedimiento 234/94-12, junto con la información facilitada por la Agencia Tributaria, Caixa Vigo, Banco Urquijo y por AGF La Unión y El Fénix relativas a VALYSER y a las operaciones ISOLUX y Promociones Hoteleras. Todo esto está en el tomo 75 de la documental.
¿De qué sirvieron tales informaciones? ¿Quiénes las analizaron?
Todavía hoy día me sigo preguntado si alguien se molestó en leer esta detallada información requerida por el magistrado y aportada por mí y que era exhaustivamente clarificadora. ¿La leyó el juez? ¿Y las acusaciones? ¿Y los peritos-inspectores del Banco de España? ¿Algún diputado del Congreso? ¿Y alguno de los periodistas dedicados al sector económico financiero?
Años más tarde todos seguían, ya en el juicio oral, ignorando escrituras, pólizas, contratos, informes, cuentas, etc.
La sentencia demostró en el año 2000 que todo lo que dije desde el año 1994, tanto en mis comparecencias como por escrito, era verdad y en el juicio oral se puso de manifiesto que ninguna de las acusaciones las había considerado válidas ni siquiera tenido en cuenta.
En mayo 1994, el periodista argentino Ernesto Ekaizer escribe «una obra maestra del periodismo de investigación», editada por Plaza & Janes y titulada Banqueros de rapiña, crónica secreta de Mario Conde. En su anteprólogo dice «La verdad, la dura verdad. Danton».En las páginas 351 y 352 habla de mi empresa EUMAN y de mí diciendo mentiras como que la empresa estaba vinculada a Mariano Gómez de Liaño, que yo tenía una gran proximidad personal con Mario Conde y que la participación del 28 % que mi empresa VALYSER tenía en ISOLUX WAT aumentó al 30 % con una ampliación de capital por lo que «las sospechas del Banco de España apuntaban a la posibilidad de que dada su estrecha relación, BANESTO y EUMAN hubieran actuado conjuntamente en una recapitalización que supuso importantes desembolsos por parte de la Corporación Industrial y que VALYSER actuase, en realidad, como una instrumental al servicio del Grupo BANESTO».
La sentencia del caso BANESTO también confirmó al final del juicio oral que todo lo que años antes, intencionadamente, escribió Ernesto Ekaizer era absolutamente falso.
EUMAN no estaba vinculada a Mariano Gómez de Liaño ni a nadie, pues siempre fue mía excepto un corto periodo de tiempo en el que Carlos Díaz fue accionista minoritario, después volvió a ser y sigue hoy siendo 100 % mía, ni yo he tenido nunca una gran proximidad personal con Mario Conde, ni la historia de ISOLUX es como Ernesto Ekaizer la cuenta en su libro.
La Sociedad VALYSER, de mi propiedad 100 %, adquirió por 600 millones de pesetas, el 40 % de la sociedad ISOLUX, ayudando a sanearla. El dinero me lo prestaron la Caixa de Vigo con mi garantía y la posterior pignoración de las acciones y el Banco del Progreso y devolví hasta la última peseta de dichos préstamos a su debido plazo.
CARTINMOSA, empresa formada por un grupo de directivos de ISOLUX, se quedó con el 9 % y el 51 % permaneció en poder de la Corporación BANESTO.
La ampliación de capital posterior de ISOLUX a la que se refiere Ernesto Ekaizer no supuso tampoco ningún importante desembolso para la Corporación BANESTO, pues el aumento desde 750 millones a 4 500 millones de pesetas se hizo capitalizando los beneficios de tres años obtenidos por ISOLUX y los dividendos a los que yo renuncié siempre, beneficiando con mi postura a BANESTO y a la propia ISOLUX, como demostré en el juicio. Y la Corporación BANESTO además capitalizó, como ampliación de capital, un préstamo que tenía ISOLUX por la compra de WAT.
Cuando en el periodo de instrucción del caso BANESTO por el juez García-Castellón, cierta prensa me nombraba constantemente y El País empezó a decir, siempre firmado por Ernesto Ekaizer, que yo era el fiduciario de Mario Conde en algunas operaciones, fui a ver al abogado Horacio Oliva a su despacho que tenía entonces en la calle José Abascal de Madrid.
Horacio y yo, malagueños los dos, veraneábamos a las afueras de Málaga desde muy pequeños en dos casas contiguas que nuestras familias, muy amigas, alquilaban todos los veranos. Éramos también de la misma cofradía de Semana Santa y, aunque íbamos a diferentes colegios, podemos decir que éramos de la misma pandilla y que nos habíamos criado juntos, a pesar de que, por edad, quizás yo era más amigo de su hermano Andrés, un par de años mayor que él.
Horacio, catedrático en la Universidad Complutense, tenía un importante despacho y entre sus clientes famosos ha figurado Jesús Polanco. Le conté que estaba preocupado, que declaré en secreto sumarial ante García-Castellón y que le había explicado las dos operaciones, que en el Congreso de los Diputados y El País no hacían más que referirse a mis empresas, que yo no tenía nada que ver ni con Mario Conde ni con nadie y que, sin embargo, veía un trasfondo de caldo de cultivo que me preocupaba. Me dijo que su despacho estaba preparando la defensa de Fernando Garro y que, aunque creía que no me imputarían, no me podía defender. Le contesté que ya había hablado con nuestro común amigo el abogado Juan García Alarcón, también malagueño, del que Horacio me dijo tener el mejor de los conceptos, ofreciéndonos su ayuda, si es que llegaba el caso.
Al salir llamé a Juan, le conté la conversación con Horacio y mi impresión de que el tema era un tema político contra Mario Conde y que cuantas más operaciones le inculparan a él, mejor, aunque ello nos arrastrara a algunos que no teníamos nada que ver ni con él ni con BANESTO.
A Fernando Garro le conocí en mis tiempos del Colegio Mayor Universitario de San Pablo. Yo residía en el Colegio Mayor e iba a la Facultad de Físicas de la Universidad Complutense a cursar mi carrera. El obispo de Málaga, D. Ángel Herrera Oria, fundador como periodista de El Debate y miembro de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas, conocía a mis padres, pues su palacio episcopal estaba frente a nuestra casa de la calle Molina Larios y todos los domingos, después de oír su homilía en la misa de una, cruzábamos juntos el trayecto de la catedral al palacio. Él recomendó a mis padres que me llevaran al Colegio Mayor San Pablo y mi buen expediente en el bachillerato, realizado en el Colegio de los Hermanos Maristas, me permitió acceder a una media beca universitaria.
Éramos seis hermanos, mi padre tenía una tienda de tejidos y de no ser por la beca y por las clases particulares que di en Madrid para sufragar mis gastos, no hubiera podido ser colegial del, para mí, mejor colegio mayor universitario de España, de donde salí, al final de mis estudios, vestido de novio para casarme con Pilar, a la que conocí en la facultad. En el San Pablo hice mis mejores amigos y es para mí como mi segunda casa. El director del Colegio Mayor San Pablo que me admitió como colegial para iniciar mi carrera universitaria en Madrid fue José María Sánchez Ventura aunque cuando yo me incorporo al colegio en septiembre, ya está nombrado como nuevo director Jacobo Cano.
Sánchez Ventura fue nombrado presidente del Canal de Isabel II y más tarde ministro de Justicia. En su condición de ministro y notario mayor del Reino dio fe de dos hechos históricos trascendentales: el juramento en las Cortes del príncipe Juan Carlos y del fallecimiento de Franco.
Más tarde, ya trabajando en IBM, fui presidente de la Asociación de Antiguos Colegiales del San Pablo durante los años 1986 y 1987 y Jacobo Cano, a quien acompañé como colegial mayor en la dirección del Colegio mis dos últimos años de carrera, terminó siendo mi amigo íntimo, testigo de mi boda y padrino de mi hija Pilar.
Jacobo, que fue jefe del gabinete del ministro de Obras Públicas Federico Silva, trabajó en la secretaría del príncipe Juan Carlos y en mi casa, cenando con Paco Lavilla, escribió el discurso que el príncipe leyó íntegramente en el Congreso de los Diputados el 22 de julio de 1969, cuando Franco le nombró sucesor a título de rey, acto al que asistí invitado por él. Falleció en un accidente de coche, dentro de la finca de la Zarzuela, el 2 de agosto de 1971, al estrellarse contra el autobús de la Guardia Civil que recogía la guardia nocturna. Era lunes, temprano, Jacobo iba a trabajar por la vía de servicio, pues ese día iniciaron unas obras en la de acceso principal y el autobús tomó la misma vía. Jacobo no esperaba toparse a nadie de frente y allí encontró, demasiado joven, con solo treinta y ocho años, la muerte. Fue mi director, tutor, amigo y ejemplo. Estaba soltero, pues como él decía, su dedicación al príncipe no le dejaba tiempo libre para atender a sus posibles novias.
Igual que me alegré de que mis padres no me vieran sentado en el banquillo, lo mismo me ocurrió con Jacobo Cano, una persona extraordinaria que influyó mucho en mi formación y al que quería como a un segundo padre por la confianza que siempre depositó en mí hasta su muerte.
Jacobo, muchas noches al salir de su trabajo, yo ya casado con Pilar, venía a nuestra casa a cenar y a charlar junto con nuestro común amigo Paco Lavilla, todavía soltero, también excolegial del San Pablo y una persona enormemente inteligente.
Al poco tiempo de su fallecimiento, el entonces príncipe Juan Carlos, nos convoco en el Palacio de la Zarzuela a los amigos más cercanos a Jacobo Cano y con él recordamos anécdotas y su dedicación a la monarquía. Acudimos Pepe Cosmen, Paco Lavilla, Pepe Gómez Figueroa, José Luis Ramallal, Andrés Muñoz, Camilo Mira, Miguel García Poveda y yo.

Durante el juicio, Paco Lavilla, hermano de Landelino y que trabajaba en RENFE, puso algo de tierra por medio conmigo y ello me produjo una gran pena. Pero al publicarse la sentencia, me llamó, comimos juntos en el restaurante Laray de la calle Hermanos Bécquer en Madrid y, llorando, me pidió perdón. Ese verano Paco murió de un infarto y me quedé sin dos de mis mejores amigos.
Jacobo, durante mi estancia en el Colegio Mayor, me encargó del equipo de fútbol y uno de nuestros rivales en la liga universitaria era el Centro de Estudios Universitarios CEU, que tenía su edificio en la próxima calle Julián Romea, perpendicular a la de Isaac Peral, donde está el Colegio Mayor San Pablo.
Otra liga en la que participábamos era la del fútbol pista, hoy fútbol sala, que jugábamos en el campo de jockey sobre patines que tenía el Colegio. Allí conocí a Fernando Garro, que estudiaba en el CEU y formaba parte de su equipo. Era un figurín, regateaba bien, algo chupón, individualista, fácil de marcar y, para su frustración, nunca consiguió ganarme ningún partido. Volví a encontrármelo, después de muchos años, en el juicio BANESTO y vi que no había cambiado mucho.
Antes de ser imputado en el caso BANESTO ya conocía también a varios de los posteriormente involucrados en el juicio:
A Mariano Gómez de Liaño me lo presentó, como confirmó en su declaración como testigo en el juicio, nuestro común amigo Andrés Muñoz con quien coincidí también en mis años de estancia en el Colegio Mayor San Pablo y fue testigo en mi boda. El despacho Asesores en Derecho de Mariano dio servicios legales, mercantiles y fiscales a varias de mis sociedades y el propio Mariano fue socio conmigo en Promociones Hoteleras, en Carnes Estellés y a través de Inversiones del Condado en TALGO.
Conocí a Enrique Lasarte el verano de 1986 en San Sebastián, donde yo pasaba unos días con mi familia en el Hotel Londres. Nos presentó el dueño del hotel, Javier Unceta, el día de las regatas en la bahía y nos volvimos de nuevo a ver en un restaurante en Madrid. Los tres juntos tuvimos un pequeño negocio de letreros luminosos en Turquía con un cuñado de Javier, negocio que dejamos al poco tiempo al ver que no era rentable. Le volví a ver ya en el juicio. A Javier Unceta me lo había presentado hacía tiempo José Manuel Elosegui, compañero mío en el Colegio Mayor San Pablo e hijo del que fue alcalde de San Sebastián y dueño de Jabones Lagarto.
A Hilario Hernández Marqués le conocía hacía años pues teníamos amigos comunes como José Ylla y Ramiro Subirá ambos antiguos colegiales del San Pablo. Ramiro trabajó con Hilario en TVE y me lo presentó estando yo aún en IBM. Fue abogado defensor de Ramiro Núñez en el juicio.
Francisco Sitges era conocido desde hacía años, al vivir ambos en la urbanización de La Moraleja, cuando trabajaba yo en IBM. Conocía a toda su familia, hermanos e hijos. Un gran empresario con el que coincidí como socio en MEFASA y en Patentes TALGO. Nunca entendí por qué estuvo imputado.
Conocí a Arturo Romaní en 1977 siendo yo director del Sector Público de IBM España. A él le había nombrado el ministro de Hacienda Francisco Fernández Ordóñez, director general del Patrimonio del Estado. A Fernández Ordóñez le sustituyó como ministro Jaime García Añoveros, concuñado de Álvaro Polo, mi director general en IBM España. De Arturo dependía el Departamento de Compras Informáticas de la Administración y el Catálogo de Homologaciones, departamento que dirigía el también malagueño Calixto Gómez Altable. Volví a encontrarme con Arturo el día en que ISOLUX inauguró una fábrica en A Coruña y él asistió como consejero delegado de la Corporación BANESTO. No volví a verlo hasta el inicio del juicio oral.
A Juan García Alarcón, mi abogado, le conocía desde nuestra juventud en Málaga y fue durante sus estudios de Derecho en Granada —pues por aquél entonces no había universidad en Málaga— alumno del profesor D. José María Stampa, del que se hizo además muy amigo, aunque siempre le llamaba profesor.
Conocí al profesor Stampa en el juicio, pues llevó la defensa de Rafael Pérez Escolar y algunos días durante el juicio, comí con él y con Juan. Me pareció un hombre muy inteligente, culto y con una gran sentido del humor. Siempre me decía que me estaba defendiendo muy bien y que, además, tenía al mejor abogado del juicio, cosa que también me repetía Rafael Pérez Escolar, abogado y exjuez.
A Rafael también le conocí al iniciarse el juicio oral, aunque años antes, había leído sus artículos de la tercera página del ABC y siempre estaba de acuerdo con sus opiniones. Me encantó conocerle y ver su fortaleza, constancia, agudeza, cultura y gran personalidad. Él fue el que interrogó a algunos de los testigos propuestos por su defensa, entre otros a Alfredo Sáenz. Y fue el que puso de manifiesto que Sáenz no declaró a Hacienda las acciones que Emilio Botín le regaló cuando BANESTO fue adjudicado y Sáenz nombrado presidente. Asimismo, él puso de manifiesto que cuando se abrieron los sobres de la subasta de BANESTO, la propuesta del Santander NO estaba firmada y el gobernador del Banco de España, Luis Ángel Rojo, mandó un motorista a subsanar la falta. El Sr. Rojo ha vivido, desde que dejó el Banco de España hasta su fallecimiento, su retiro dorado como consejero del Banco Santander. Rafael murió años después sin dejar de luchar ni un solo día contra las injusticias e inmundicias que veía. Algunos procesos por él iniciados continúan todavía hoy su curso.
El profesor Stampa se erigió en el juicio oral como una especie de decano de los abogados defensores y un día, en pleno verano de uno los dos años que duró el juicio, se dirigió al Magistrado Siro García, presidente del Tribunal, pidiendo, si era posible, que los abogados dispusieran de botellines de agua y vasos como tenían los fiscales y el propio Tribunal. Al día siguiente, todos los letrados tenían un botellín y un vaso blanco de plástico y Stampa pidió la palabra al abrirse la sesión y dijo: «Señoría, en nombre de mis compañeros y en el mío propio, quiero agradecerle su gentileza, aunque en mi caso elevo una humilde queja, pues mi vaso tiene marcados unos labios de carmín y la excitación que a mi edad eso me produce, me va a impedir actuar hoy con toda lucidez». El vaso le fue cambiado entre las risas de toda la sala.
A Mario Conde le conocí personalmente cuando su abogado y también mío, Mariano Gómez de Liaño, me propuso ser consejero de la empresa italiana Zenith 88 S. R. L. en representación de sus acciones. Estuve cinco minutos en su despacho y acepté el nombramiento en abril de 1989.
Conocí a Daniel Movilla cuando era abogado de la familia Muñoz Suárez, de Valladolid, a la que le compré la Sociedad VALYSER S. A. Daniel Movilla fue luego abogado y secretario de una sociedad que compré también en Valladolid, llamada NUTRIDIST, dedicada a la fabricación de huevo líquido pasteurizado y que terminé vendiendo a un empresario avícola de Castilla y León, llamado Carlos Melero. Cuando el juez García-Castellón me llamó a declarar, en secreto sumarial, el 5 de diciembre de 1994, lo comenté con Daniel y me dijo que en noviembre había estado en Madrid, reunido con él, que le conocía de Valladolid, y que le había dicho, cuando todavía no era público, que se iba a encargar del caso BANESTO y que él, Daniel, se lo iba a hacer llegar a Mario Conde.
Durante todo el proceso de instrucción mis relaciones con los bancos del intervenido Grupo BANESTO fueron totalmente normales, a pesar de lo que se escribía y decía públicamente y en los informes de los peritos-inspectores del Banco de España, en el Congreso de los Diputados, en medios de comunicación, etc. Conocía, por mi trabajo en IBM España, a muchos otros importantes banqueros dada la penetración que conseguimos en ese sector: José María Amusátegui (Banco Central Hispano), Juan Corominas (Banco Sabadell), José Luis Méndez (Caixa Galicia), Julio Fernández Galloso (Caixa Vigo), Pedro Toledo (Banco Vizcaya), Alfredo Sáenz (Banca Catalana), Javier Valls (Banco Popular), Juan Manuel Urgoiti (Banco Vizcaya), Ignacio Garnica (Bandesco), Vicente Arias (Banco Pastor), Francisco de la Rosa (Caja de Ronda) y Mateo Ruiz Oriol (Caja Madrid).
Las cifras que manejaron los escritos de las acusaciones, los peritos-inspectores del Banco de España, los diputados del Congreso durante la Comisión BANESTO, la prensa subvencionada y, posteriormente, ya en el juicio oral, las repetidas preguntas que a lo largo de las muchas declaraciones hicieron los letrados de las acusaciones, dieron una imagen totalmente errónea de los resultados de mis sociedades. Ese era, indudablemente, el objetivo que perseguían, pero, realmente todo el mundo sabe que una sociedad no solo hace dos operaciones a lo largo de los años y las mías no fueron una excepción.
Como informé detalladamente a la Audiencia Nacional en la fase de instrucción en enero de 1995, a requerimiento del juez instructor y de la Policía Judicial, mi grupo de sociedades había invertido no solo en ISOLUX y en Promociones Hoteleras, sino también en los sectores de la construcción, de seguridad y vigilancia, de limpieza, de alimentación, en una consultora tecnológica, en un bróker de seguros, en una sociedad de tasaciones inmobiliarias, en una empresa de blindaje de vehículos, en una fábrica de bienes de equipos y astillero de barcos, en Patentes Talgo, en el sector multimedia, en el sector químico, etc. y en unas gané y en otras perdí. En el dosier completo que envié a la Audiencia, además de incluir los balances y cuentas anuales depositadas en el Registro Mercantil, desglosé todos los pagos realizados, todos los ingresos, todos los gastos, los beneficios, las pérdidas, que también hubo en algunas operaciones, los préstamos con sus intereses, las deudas, los impuestos pagados, los gastos de personal, etc. Pero solo les interesaba fijar en concreto las plusvalías de esas dos operaciones, considerando simplemente la diferencia del precio de compra y el precio de venta, sin decir si se habían comprado con financiación ajena u otros gastos que cualquier operación conlleva. Así, el auto de prisión de Mario Conde, dictado por el juez García-Castellón, tranquilamente dice que el beneficio de las operaciones ISOLUX y Promociones Hoteleras fue al patrimonio de Mario Conde, independientemente de que al final se demostrara, y así lo ratificó la sentencia, que eso era falso. Me sigo aún hoy preguntando qué es lo que entendía este juez por beneficio de una operación, pero más grave aún es lo que entiendan los peritos-inspectores del Banco de España por tan simple concepto.