PRIMERA PARTE:
ANA MARÍA MATUTE Y LOS ABEL
EN LA NOVELA ESPAÑOLA
DE INMEDIATA POSGUERRA

CAPÍTULO PRIMERO:
INOLVIDABLE REINA MATUTE

A nivel cultural, la inmediata posguerra va de 1939 a 1952, cuando la UNESCO acepta a España como uno de sus miembros. A nivel nacional, el final de dicho periodo coincide con el final del racionamiento del pan. Siendo la literatura un elemento de la cultura, evidentemente, las fechas que determinan la inmediata posguerra de manera general son las mismas para la literatura de manera particular. Es una época que revela a muchos escritores que van a animar y materializar la llamada literatura de posguerra. La principal característica es que no es una literatura esencialmente masculina, a pesar de nombres de mayor relieve como Camilo José Cela, Miguel Delibes y Luis Romero, entre otros. Existe una literatura femenina de gran vitalidad con mujeres como Carmen Laforet, galardona de la primera edición del premio Nadal en 1944, entre otras. Ana María Matute forma parte de estas mujeres. Tras surgir en la novela al publicar sus primeros relatos a los diecinueve años, en 1944, se vuelve una de las voces más importantes de la literatura en el mundo hispánico. Lo reconoce Mario Vargas Llosa al afirmar que su obra

no solamente ha sido reconocida en España sino que ha trascendido hacia todo el mundo de habla española, donde se la considera una de las novelistas más importantes del siglo XX[10].

La meta es intentar enterarse de la vida de la escritora de la infancia al fallecimiento, echando, pues, una mirada hagiográfica sobre la escritora. Así es cómo será necesario indagar la infancia creadora de Matute y sus primeros pasos en la literatura entre 1944 y 1952 antes de interesarse por la continuación de esta carrera de escritora hasta su muerte.

1. De la infancia creadora a la juventud reveladora

La experiencia en la publicación la tiene Ana María Matute desde los diecinueve años cuando publica su primer relato “El chico de al lado” en la revista Destino en 1944. Pero no empieza a escribir a esta edad. La pasión de la escritura la tiene muy temprana, antes de ir al colegio, cuando decide escribir cuentos, inspirándose de los cuentos de las tatas cuando no tenía sólo unos cinco años:

Cuando era una chica de cinco años, lo que de verdad me entusiasmaban eran los cuentos que nos contaban o leían las tatas, unos cuentos que estimulaban mi imaginación y me dejaban prendida de un mundo maravilloso. Después de escuchar a las tatas, decía: “Yo también quiero contar esas historias”. Y empecé a escribir cuentos, cuando aún no había empezado a ir al colegio[11].

Esta determinación es la que anima a Matute a lo largo de su carrera de escritora. Se refuerza dicha determinación a los once años, al estallar la Guerra Civil. Los tres años de esta contienda le permiten interesarse por los niños y los adolescentes hasta que éstos se vuelven principales protagonistas de sus obras. La propia Matute justifica la elección de estos personajes por el trauma que tiene durante la guerra:

Recuerdo que, al comienzo de la guerra […] Comenzó entonces una etapa nueva de mi vida completamente diferente […] Y luego estaba el terror que reinaba en casa […] porque había pacos que disparaban desde los tejados y cualquiera que se asomaba a un balcón podía resultar herido. Por la noche, escuchábamos el eco de las ametralladoras[12].

Pero Matute no es el único joven que padece este trauma de la guerra, son numerosos. Por consiguiente, es toda una generación de jóvenes escritores a pie de guerra que va a orientar su pluma hacia la pintura anamórfica de esta contienda fratricida. Esta anamorfosis[13] es la que se llama Tremendismo en general y Cainismo en particular en la novela española de inmediata posguerra.

Si la inmediata posguerra literaria se fecha entre 1939 y 1952, la verdadera inmediata posguerra novelesca se fecha entre 1942 y 1952. La fecha de 1952 se mantiene por la misma razón que la que se ha evocado ya arriba. Al revés, la fecha de 1942, en lugar de 1939, se justifica por la publicación de La familia de Pascual Duarte por Camilo José Cela en este año. Dicha obra se considera como la verdadera primera novela de posguerra. Pues es un periodo de revelación de generaciones de escritores como la de juventud con experiencia de guerra y la de los niños de la guerra.

La generación de la juventud con experiencia de la guerra es la primera. Forman parte de ésta los escritores a quienes la contienda nacional forjó la personalidad porque, de una manera u otra, fueron actores de ésta. Son miembros de esta generación Camilo José Cela, José María Gironella, Carmen Laforet, Miguel Delibes y Luis Romero entre otros. Su adolescencia en momento del desarrollo de la guerra se justifica por su fecha de nacimiento. Así es cómo Camilo José Cela y Luis Romero son mayores de edad que sus demás contemporáneos, ya que nacieron en 1916. Cela publica su primera novela en 1942, La familia de Pascual Duarte, a los veinte y seis años. Por lo que es de Luis Romero, su primera novela, La noria, la publica nueve años después de la primera de Cela, en 1951 y es galardón del premio Nadal el mismo año con esta obra. Una novela del realismo sociológico español que pinta fielmente el ambiente tumultuoso y ruidoso de la Barcelona de posguerra. Miguel Delibes, cuatro años menor que Cela, aun que, nacido en 1920, afirma en 2004 tener cinco años menos que éste diciendo: “Camilo José Cela, cinco años mayor que yo[14]”, es premio Nadal en 1947 con su primera novela titulada La sombra del ciprés es alargada. Publica dicha novela en 1948 a los veinte y ocho años. Además de Cela y Romero, Delibes es también menor de edad que José María Gironella, pero sólo de tres años, ya que éste nació en 1917. Gironella hace irrupción en el mundo novelesco español a los veinte y nueve años, cuando es galardón del Nadal con su novela Un hombre en 1946. Éste es, por su parte, mayor de cuatro años de edad que Carmen Laforet que es la más precoz de esta generación por nacer en 1921 y publicar su primera novela, Nada, en 1944. Según especialistas de los movimientos literarios españoles, esta obra simboliza la incursión de la novela española en el realismo existencial ambiente en Europa y constituye la puerta por la que Carmen Laforet entra triunfalmente en el mundo novelesco español al ser galardona del Nadal.

Es una generación de nuevos escritores que, al desafiar el contexto de creación literaria, intenta con muchas dificultades salir la novela española de su “coma” en la inmediata posguerra. Pero no es la única generación de nuevos escritores de esta época.

Otra generación es la los “jóvenes asombrados”, según la propia expresión de Matute para caracterizar a los niños de la guerra. Se trata de novelistas que vivieron la Guerra Civil durante su infancia. Forman parte de esta generación Rafael Sánchez Ferlosio, Ignacio Aldecoa, Jesús Fernández Santos, Ana María Matute, Juan y Luis Goytisolo, etc. Su fecha de nacimiento se sitúa en las décadas 1920 y 1930. Ana María Matute es mayora de edad que los demás miembros de esta generación. La mayoría de las biografías fijan su nacimiento en 1926, lo que irrita seriamente a la escritora quien lo reafirma vigorosamente a Rosa Mora en 2010: “Estoy cansada de repetirlo: tengo 85 años, nací en 1925 y no en 1926 como se emperran en decir[15]”. En efecto, nacida el 26 de julio de 1925, esta novelista integra las letras españolas al publicar Los Abel en 1948, a los veinte y tres años. En esta novela, aborda la cuestión del niño en su vertiente más oscura que es el enfrentamiento entre hermanos. Es el cainismo, uno de los rasgos característicos novelescos de la época y que domina Ana María Matute. Pero no es la única defensora del cainismo, hay también Carmen Laforet. En efecto, Nada y Los Abel son las primeras verdaderas novelas cainitas de la inmediata posguerra. Entre ambas, la que nos interesa en este estudio es la de Matute. Pero sería necesario interesarse primero por la autora antes de la propia novela.

Es difícil evocar la vida literaria de Ana María Matute en sólo unas líneas, confundiéndose esa con la suya propia. Eso, Matute lo repite siempre, como, por ejemplo, en 2008: “La literatura es mi mundo, mi vida, mi forma de pisar el suelo[16]”. Escribir desde los cinco años de edad y morir a casi los noventa años de edad significa que alguien lleva ochentaicinco años de escritura. Nunca se puede decir que es un transcurso fácil. Este desafío lo consigue la escritora merced a su obstinación y su pasión por la escritura, ya que pasa la mayoría de su tiempo enferma, como lo recuerda la escritora, académica española y amiga suya Soledad Puértolas:

Ana María fue cobrando una apariencia cada vez más frágil, más delicada. Se cayó innumerables veces, hubo de familiarizarse con la escayola, el bastón, la silla de ruedas. Seguía viajando, seguía acudiendo a actos públicos, seguía escribiendo[17].

Pues la tentación es enorme limitarse en su producción de la inmediata posguerra. Eso está claro que es lo más lógico que pueda ser. Pero un breve repaso de toda su obra no sería inútil en este análisis.

Ya se ha dicho que Matute ha “escrito desde los cinco años[18]” de edad. Es decir que empieza su carrera desde 1930 con sus primeros textos, cuentos que la propia Matute considera como balbuceos infantiles cuando fieramente revela la universidad que los conserva: “esos balbuceos infantiles se conservan en la Universidad de Boston[19]”. Tras haber publicado su primera novela en 1948, Ana María Matute se da a conocer al público y entra en una asombrosa vida literaria prolífica y llena sucesos y reconocimientos. Es de notar que en esta producción literaria, los balbuceos que la propia autora califica de infantiles llegan hasta sus primeras publicaciones. La problemática de la anterioridad de Los Abel y Pequeño teatro lo justifica. La diferencia es que son balbuceos pura y únicamente editoriales. Los Abel es su primera novela publicada, ahora bien Pequeño teatro es su primera novela escrita. En efecto, en 1942, a los 17 años escribe esta novela por la que Ignacio Agustí, director de la editorial Destino en aquellos años, le ofrece un contrato de 3.000 pesetas que ella acepta. Sin embargo, la obra no se publica hasta ocho años después. El propio Agustí justifica su preferencia por Los Abel diciendo que “la veía más madura que Pequeño teatro[20]”. Así es cómo la adolescente Matute no surge en la literatura española en mismo tiempo que Cela. Hubiera sido maravilloso publicar Pequeño teatro el mismo año que La familia de Pascual Duarte, pero su (D)destino editorial no lo favoreció. Pero son balbuceos que no quitan nada a su genio literario, ni siquiera su precocidad, ya que publica sus primeros relatos a los 19 años. A finales de mayo de 1944, por ejemplo, “la revista Destino publicó el primer relato de Ana María Matute, titulado El chico de al lado, escrito dos años antes”, recuerda José María Plaza[21]. La propia autora le afirma en 2010 cuando recuerda su encuentro con Ignacio Agustí:

me encontré en la calle con Ignacio Agustí. Me llamó «señorita Matute» y me dijo que estaban asombrados. «¿Cuántos años tienes?», me preguntó. «Diecinueve», dije[22].

Pues, la publicación de sus primeros relatos queda vinculada con el depósito del manuscrito de Pequeño teatro en la editorial Destino, ya que Agustí le pide enseguida que le lleve algún cuento para darle a conocer literariamente en la revista Destino. Por supuesto, la joven Matute lo hace. Así es cómo, según Matute, “el primero que apareció fue El chico de al lado[23]”.

Así, al encuadrar la vida de publicaciones de Matute que se inicia y se concluye en la editorial Destino, diremos que va desde finales de mayo de 1944 con el cuento El chico de al lado hasta septiembre de 2014 con la novela póstuma Demonios familiares. Es la historia de una escritora de setenta años de publicación, revelada al público en la segunda mitad de la década de los 40, dentro de otros escritores importantes.

2. “La gran dama de la literatura española[24]”entre sus contemporáneos

1942-1952 es la década de los primeros pasos de Matute en la publicación. Muestra ya los inicios de una escritora prolífica. Publica sus primeros relatos en 1942, Los Abel es finalista del Nadal en 1947 para ser publicada en 1948 y Fiesta al noroeste es galardona del premio Café Gijón en 1952 para ser publicada en 1953. Después, es una larga serie de publicaciones de novelas, relatos cortos, cuentos infantiles y, esencialmente para la revista Destino, artículos periodísticos. Pero la revelación de Matute en esta década no se hace a solas. Surge en la literatura española de inmediata posguerra dentro de una variedad de generaciones de novelistas. Los sobrevivientes de los empiezos de siglo están vaciando sus últimas plumas. Los de la Generación de 98 como Baroja y Azorín, por ejemplo, siguen escribiendo. Mientras Azorín publica La isla sin aurora en 1944, Pío Baroja, por su parte, publica Laura o la soledad sin remedio en 1939, El puente de las Ánimas en 1945, El Hotel del Cisne en 1946 y El cantor vagabundo en 1950. Concha Espina, por lo que es de la literatura femenina, sigue publicando. Entre 1939 y 1952, es particularmente prolífica publicando unas catorce obras, entre las cuales siete novelas, dos obras teatrales, una obra poética, una obra de cuentos, etc. Por lo que es de la posguerra, los trabajos de Manuel García Viñó y Miguel Delibes, entre otros, dejan aparecer generaciones diferentes. El primero habla de tres generaciones de 1942 a 1960. García Viñó[25] destaca la “primera generación de posguerra” que abarca, a partir de 1942, a Camilo José Cela, Torrente Ballester, Ignacio Agustí, Carmen Laforet y otros autores tales como Miguel Delibes y José María Gironella. Luego, hay “una generación intermedia” compuesta por Ignacio Aldecoa, Rafael Sánchez Ferlosio, Jesús Fernández Santos y Ana María Matute, etc. Por fin, la última es la “generación de 1960”. Miguel Delibes[26], por su parte, piensa que la generación de escritores de posguerra se constituye sólo de los que inician sus primeros pasos literarios después de la Guerra Civil. Esta generación se compone de dos grupos que son el de los niños de la guerra —Camilo José Cela, José María Gironella, José Súarez Carreño, Carmen Laforet, Miguel Delibes, Tomás Salvador, Luis Romero, Ángel María de Lera y José Luis Castillo-Puche, entre otros—y el de los niños de inmediata posguerra — Rafael Sánchez Ferlosio, Ignacio Aldecoa, Jesús Fernández Santos, Ana María Matute, Juan Goytisolo y Luis Goytisolo, etc.

Verdad es que Matute forma parte de los escritores de inmediata posguerra. Pero es uno de los elementos femeninos de esta generación. Eso significa que el panorama literario de la inmediata posguerra no se compone sólo de varones.

Al publicar Los Abel en 1948, existe ya una literatura femenina de posguerra. Si Concha Espina que es una vieja pluma; sigue escribiendo en la década de la inmediata posguerra, sólo por lo que es de las novelas, publica Cazadoras de sueños en 1939, Luna roja en 1939, El hombre y el mastín en 1940, Princesas del martirio en 1940, Victoria en América en 1944, El más fuerte en 1945 y Alma silvestre en 1946, la verdadera primera mujer que se destaca en este periodo es Carmen Laforet en 1944 con Nada, su primera novela. La misma Laforet publica La isla y los demonios y una novela corta titulada La muerta, ambas en 1952. Otra mujer de la posguerra es Carmen Martín Gaite, sólo que no publica entre 1942 y 1952. Pero publica su primera novela, Entre visillos, cinco años después, en 1957.

La particularidad de estas tres mujeres es que son galardonas del premio Nadal que, según piensa la propia Matute, “fue una bomba para lanzar autores y se lo inventó Ignacio Agustí[27]”. Así Matute rinde homenaje al padre del premio Nadal que le hace conocer, incluso sus dos camaradas. Efectivamente, Carmen Laforet obtiene el Nadal en 1944 con Nada, Carmen Martín Gaite en 1957 con Entre visillos y la propia matute Ana María Matute en 1959 con Primera memoria. Por supuesto, la actividad de Matute no se limita a la única posguerra. Escribe y publica hasta su muerte en 2014. Pues es una escritora prolífica y reconocida por premios literarios y otras distinciones tanto académicas como honoríficas.

3. Producción literaria: entre novelas, relatos cortos y cuentos

La fuerza creadora de Matute es una herencia de su niñez lectora. La joven Ana María lee cuentos de hadas desde muy temprano y eso despierta su ánimo de ser escritora. Eso lo recuerda en su diálogo con Cela:

Era muy niña cuando leía los cuentos de hadas, veía el nombre del autor y, en lugar de Hans Christian Andersen, yo pensaba: Ana María Matute[28].

Pues, Matute imagina desde su niñez la fama que tenga en su vida de adulta con sus escritos. La continuidad de su vida no le contradice. Porque es autora de muchas obras, galardona de muchos premios y objeto de muchas distinciones.

Empieza la aventura novelesca con la publicación de Los Abel en 1948, dos años antes de Fiesta al Noroeste que se publica en 1952. Tales son las publicaciones de Ana María Matute en la inmediata posguerra. Pero no deja de publicar después de este periodo. Sigue escribiendo y publicando novelas. En 1954, por ejemplo, da luz a Pequeño teatro, un año antes de la publicación de En esta tierra en 1955. Tres años más tarde publica Los hijos muertos en 1958, un año antes de Primera memoria en 1959 (primer título de la trilogía “Los Mercaderes”). Así, en la década de los 50, Matute publica cinco novelas, mucho más que en la década de los 60 en la que publica tres novelas que son Los soldados lloran de noche en 1963 (segundo título de la trilogía “Los Mercaderes”), Algunos muchachos en 1964 y La trampa en 1969 (último título de la trilogía “Los Mercaderes”). La producción novelesca matuteana disminuye considerablemente en los años 70 con La torre vigía en 1971 (primer título trilogía medieval) y El río 1973, antes de observar un largo silencio hasta los años 90 con la reedición de Esta tierra bajo título de Luciérnagas en 1993 y la publicación de Olvidado rey Gudú en 1996 (segundo título trilogía medieval). Por fin, abre los años 2000 con Aranmanoth en 2000 (último título trilogía medieval), Paraíso inhabitado (2008) y, al final, Demonios familiares, su novela póstuma que escribió estando enferma y que se publica casi tres meses después de su muerte, el 23 de septiembre de 2014. Dice J. M. Plaza a propósito de esta novela que “supone un retorno a sus orígenes familiares[29]”.

Si Los Abel es la primera novela publicada por Ana María Matute, no es su primer texto publicado. Inicia su producción literaria por la publicación del cuento El chico de al lado en la revista Destino en 1944. Después sigue una serie de cuentos y relatos cortos como La pequeña vida en 1953, Los niños tontos en 1956, Vida nueva en 1956, El país de la pizarra en 1957, El tiempo en 1957, Paulina, el mundo y las estrellas en 1960, El saltamontes y El aprendiz en 1960, A la mitad del camino en 1961, El libro de juegos para los niños de otros en 1961, Historias de la Artámila en 1961, El arrepentido en 1961, Tres y un sueño en 1961, La rama seca en 1961, Caballito loco y Carnavalito en 1962, El río en 1963, El polizón del «Ulises» en 1965, El aprendiz en 1972, Sólo un pie descalzo en 1983, El saltamontes verde en 1986, La Virgen de Antioquía y otros relatos en 1990, De ninguna parte en 1993, La oveja negra en 1994, El verdadero final de la Bella Durmiente en 1995, El árbol de oro en 1995, Casa de juegos prohibidos en 1996, Los de la Tienda; El maestro y La brutalidad del mundo en 1998, Todos mis cuentos en 2000, Cuentos de infancia en 2002, Tolín en 2003, La puerta de la luna. Cuentos completos en 2010 que incluye, además, relatos cortos y artículos periodísticos y, por fin, Al niño que se le murió el amigo en 2011.

La pluma de Ana María Matute no se limita a estas diecisiete novelas y treintaiséis cuentos y relatos cortos. Se extiende también a Suiza y la migración: una mirada desde España, un ensayo que publica en 2004.

¿Cómo una carrera como tal no puede ser reconocida y premiada?

4. Reconocimientos y distinciones

Lo que sí está claro reconocer es que Matute inicia su obra con los premios. Si Los Abel, primera novela publicada, no logra galardonarse con el Nadal en 1947, tiene una mención especial de este premio por ser finalista con La sombra del ciprés es alargada que, finalmente, se galardona. Pero eso no desanima a la autora quien considera que “Quedar finalista detrás de Delibes fue todo un honor[30]. A continuación, por Luciérnagas, es semifinalista del Nadal en 1949. Pues, en la década de los 40, Matute no logra premiarse. Sigue después una larga cosecha de premios. El primer premio con que inicia la década de los 50 es el Café Gijón en 1952 por Fiesta al Noroeste. Luego, dos años más tarde, en 1954, obtiene el Premio Planeta por Pequeño teatro. En 1958 es Premio de la Crítica de narrativa castellana por Los hijos muertos. El año 1959 es particularmente asombroso para Matute que es a la vez Premio Nacional de Literatura Miguel de Cervantes por Los hijos muertos y Premio Nadal por Primera memoria. Terminada la década con cinco premios, entra en la de los 60, en 1962, obteniendo el Premio Fastenrath de la Real Academia Española por Los soldados lloran de noche y, en 1965, es Premio Nacional de Literatura Infantil Lazarillo por El polizón del «Ulises». En la década de los 70, además de obtener el Premio del Libro de interés juvenil otorgado por el Ministerio de la cultura en 1976, por publicar Paulina, es propuesta el mismo año para el Premio Nobel de Literatura que obtiene finalmente el Estadounidense Saul Bellow. En la década de los 80, es galardona del Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil en 1984 por Sólo un pie descalzo. Por lo que es de la década de los 90, obtiene el Premio del Concurso Antonio Machado de Narraciones Breves por De ninguna parte en 1993, el Premio Ciudad de Barcelona de Literatura en lengua castellana en 1996 por El verdadero final de la Bella Durmiente y el Premio Ojo Crítico Especial en 1997 por Olvidado Rey Gudú. El mismo año es galardona del Premio de la Hispanidad. Llega, por fin, los años 2000 cuando obtiene el Premio Ciudad de Alcalá de las Artes y las Letras en 2001, el Premio Internacional Terenci Moix en 2006 por su trayectoria literaria, el Premio Nacional de las Letras Españolas en 2007 al conjunto de su obra, el Quijote de las letras en 2008 y el Premio Creu de Sant Jordi en 2009. En 2010, mientras es finalista del Premio Príncipe de Asturias de las Letras, en noviembre se le otorga el más prestigioso premio de la lengua castellana, el Miguel de Cervantes en 2010que se le entregó en Alcalá de Henares el 27 de abril de 2011. Según piensa Juan Ángel Juristo, “la concesión del Premio Cervantes 2010 a Ana María Matute es un reconocimiento añadido a la de su excelencia como escritora[31]”, el Premio de la Crítica de la Feria del Libro de Bilbao en 2011. Este premio consagra toda la vida literaria de la escritora catalana que “no concibe la vida separada de la literatura[32]”, según piensa Kepa Torrealdai, presidente de su asociación en Vizcaya. Los Premios Ondas Mediterráneas, también forman parte de la herencia de Matute, con una Mención Especial RIET en 2012. Además de estos veintiuno premios, es miembro del jurado del Premio Miguel de Cervantes en 2012 y un premio literario lleva su nombre: Premio Ana María Matute de Narrativa de Mujeres cuya XXVII edición se falló el 20 de abril de 2015 y se lo galardonó Patricia Amigot Leache por su relato tituladoLa última noche, la primera palabra[33].

Los reconocimientos, a través de los premios, se acompañan de varias distinciones. Ana María Matute es elegida académica de la Real Academia Española el 27 de junio de 1996 donde ocupa el asiento “K” desde el 18 de enero de 1998 tras un discurso titulado En el bosque. Se vuelve así la tercera mujer en formar parte de esta institución. Luego, es profesora invitada en las universidades norteamericanas de Oklahoma, Indiana y Virginia, miembro honorario de la Sociedad Hispánica de América y de la American Association of Teachers of Spanish and Portuguese, doctora honoris causa por la Universidad de León. Por eso viaja a muchas ciudades para dar conferencias, particularmente en Estados Unidos.

Al fin y al cabo, posee Medalla de oro al Mérito de las Bellas Artes otorgada en 1996, la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo otorgada en 2000, la Medalla de Honor de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo otorgada en 2001, la Medalla de Oro al Mérito Artístico del Ayuntamiento de Barcelona en 2001 y la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid otorgada en 2005. Pues es una carrera de cuatro medallas de oro y una medalla de honor a las que se añaden una Pluma de Plata del Club de la Escritura en 1997, una Pluma de Oro del mismo club en 2000 y un Homenaje en la Feria del Libro de Madrid en 1997.

Además de todos estos premios y distinciones, el reconocimiento de Matute se confirma por la adaptación de su obra al cine y la traducción de sus libros a varios idiomas.

5. Adaptaciones y traducciones

La obra de Matute ha sido adaptada al cine por José Antonio Pangua, Javier Aguirre y Francisco Solanes. La primera es la de Pecado de omisión que José Antonio Pangua realizó en 1974 y la segunda es la de El polizón del Ulises realizada por Javier Aguirre y Francisco Solannes en 1986. Pues, se trata de dos adaptaciones al cine, mucho menos que las traducciones. En efecto, se ha traducido Matute en Alemán, en Bable, en Checo, en Danés, en Esloveno, en Esperanto, en Estonio, en Finlandés, en Francés, en Holandés, en Inglés, en Italiano, en Japonés, en Letón, en Noruego, en Polaco, en Portugués, en Rumano, en Ruso, en Sueco y en Vasco.

En Alemán, se tradujo Los niños tontos por Seltsame Kinder en 1961 Primera memoria por Erste Erinnerung en 1965, Los soldados lloran de noche por Nachts weinen die Soldaten también en 1965, Historias de la guerra civil por Geschichten aus dem Bürgerkrieg en 1968, El saltamontes verde por Yungo. Ein Junge sucht seine Stimme und findet das Schöne Land en 1970, La trampa por Die Zeit verlieren en 1971, El polizón de “Ulises” por Juju und die fernen Inseln en 1972, El Salvamento por Die Rettung: Erzählungen en 1977, y Olvidado rey Gudú por Der Vergessene König Gudú en 2003.

En Checo, la primera traducción intervino en 1964 con Los hijos muertos que se tradujo por Mrtve deti. Intervinieron, luego, las de la trilogía Los Mercaderes, Trilogie: Kniha o Trilogie: Kramári cuya primera es Primera memoria que se vuelve První vzpomínkyLos soldados lloran de noche, Vojáci plácou v noci La trampa que se tradujo por Past en 1973. La última traducción es la de El polizón de “Ulises” por Cerny pasazér z Odyssea en 1976.

Unos idiomas se destacan por una sola traducción, tal como el Danés con la traducción de Fiesta al noroeste por Fiesta i Nordvest en 1965, el Esloveno con la de Los soldados lloran de noche por Vojaki jokajo ponoci en 1984, el Esperanto por traducir Los niños tontos por La stultaj infanoj en 1988, el Estonio se ilustra por la traducción de Los soldados lloran de noche por Sodurid nutavad öösel en 1971. En cuanto al Japonés, tradujo El saltamontes verde en 1969. Por su parte,El Letón tradujo Los soldados lloran de noche por Kareiviai verkia nakti en 1967, el Rumano tradujo Primera memoria por Primele amintiri en 1968 y el Ruso tradujo Los hijos muertos por Mertvye synov’ja en 1964.

En España se nota el interés por la novela de Matute por parte de dos idiomas: el Bable hablado en Asturias y el Vasco hablado en País Vasco. En 1998, el Bable tradujo El saltamontes verde por El Saltapraos verde mientras el Vasco lo hizo tres años antes, en 1995 al traducir Los niños tontos por Ume ergelak.

Además de España, otros países tradujeron dos obras de Matute. Se trata de Finlandia, Noruega y Portugal. Así, el Finlandés tradujo Primera memoria por Ensimmäiset muistot en 1966 y Los soldados lloran de noche por Sotilaat itkevät öisin en 1967. Por su parte, el Noruego tradujo Fiesta al noroeste por Morkt Karneval en 1963 y Los niños tontos por Svart solskinn en 1966. En lo que atañe al Portugués, tradujo Primera memoria por Primeira memória en 1961 y El saltamontes verde por O Gafanhoto de ouro en 1970.

El Holandés, el Polaco y el Sueco son los dos idiomas que tradujeron tres veces a Matute. El Holandés tradujo Primera memoria por Eerste Herinnering en 1966, Los soldados lloran de noche por Nachts huilen de soldaten en 1972 y Paola, el mundo y las estrellas por Paola en Nin, de zoon van de pachter en 1974. Por lo que es del Polaco, tradujo El polizón del “Ulises” por Pasajer na gape z poktadu «Ulissesa» en 1969,por Pasazar na gape z pokldu «Ulissesa» en 1973 y La torre vigía por Wieza straznicza en 1976. En cuanto al Sueco, tradujo sucesivamente Fiesta al noroeste por Fiesta i nordväst en 1964, Primera memoria por Tidiga minnen en 1965 y Los soldados lloran de noche por Soldaterna grater om natten en 1966.

El Italiano también forma parte de los idiomas metas de Ana María Matute con cinco traducciones. La primera obra es Los Abel, traducida por Infedele alla terra en 1951. La segunda es Fiesta al noroeste, traducida por Festa al Nordovest en 1961. La tercera obra es Primera memoria, traducida por Prima memoria en 1972. La cuarta es La torre vigía, traducida por Cavaliere senza ritorno en 1999 y la quinta es Olvidado rey Gudú, traducida por Dimenticato re Gudú en 2000.

El Inglés y el Francés son los idiomas a los que se tradujeron más las obras de Matute. Primero, el Inglés, con nueve traducciones y, luego, el Francés, con once traducciones. Las primeras traducciones inglesas intervienen en 1963: Primera memoria por Awakening y Primera memoria por School of the sun. Siguieron las de Los niños tontos por The Lost children en 1965, Historias de la Artámila por Stories about the Artámila en 1970, Algunos muchachos por The heliotrope wall and other stories en 1989, Los soldados lloran de noche por Soldiers cry by night. en 1995, La trampa por The Trap en 1996, Fiesta al noroeste por Celebration in the northwest en 1997 y Luciérnagas por Fireflies en 1998.

Incontestablemente, el Francés es el idioma que tradujo mucho más a Matute. Ya desde 1960, hay dos traducciones: El tiempo por Le temps y Primera memoria por Les brulures du matin. En 1961, se tradujo Fiesta al noroeste por Fête au nord ouest. Pequeño teatro se tradujo por Marionnettes en1962. 1963 es otro año de traducción de dos obras además de 1960. El saltamontes verde por Le criquet d’or y Los hijos muertos por Plaignez les loups! Por su parte, Los soldados lloran de noche se tradujo por Les Soldats pleurent la nuit en 1964. Es la última traducción de los años 60 antes de los años 70 que se abren por la de La trampa por La trappe en 1970. En 1971, Paulina, el mundo y las estrellas se tradujo por Nin, Paulina et les lumières dans la montagne, El polizón del «Ulises» por Le Passager clandestin en 1973 y La torre vigía por Tour de guet en 1974.

Lo que se nota en estas traducciones es que Los soldados lloran de noche es la obra de mayor alcance por ser traducida a ocho idiomas. Al revés, lo más asombroso es que Los Abel, por lo tanto primera obra publicada, nunca ha sido traducida. Pero eso no quita nada al reconocimiento internacional de Ana María Matute quien, por su parte, traduce nueve obras al español. En 1979, publica las traducciones de La vendedora de cerillas de Hans Christian Andersen, La gallina ha encontrado un cornetín de Daniel Boulanger, El zorro que perdió la cola de Esopo, A pillo, pillo y medio de Jacob Grimm, Por qué la mar es salada de Paul Yves Sébillot y Historia del pequeño Esteban Girard de Mark Twain. Sus últimas traducciones las realiza en 1988. Se trata de dos obras de Leo Lionni: Frederick y Swimmy. Asimismo prologa a obras de unos de sus contemporáneos. Así, en 1983, prologa a La tierra de nadie y otros relatos de Ignacio Aldecoa y El bebé y el niño de José María Torrescasana. En 1984, prologa a La sombra y otros cuentos de Hans Christian Andersen. En 1985, prologa a La isla a mediodía y otros relatos de Julio Cortázar. Luego prologa a El corazón tardío de Antonio Gala en 1998, Allí y entonces de José María Alcañiz Folch en 2000 y Andanzas de don Quijote y Sancho de Concha López Narváez en 2005.

Ana María Matute es sin lugar a dudas una de las figuras que de ningún modo se borrarán de los anales de la literatura española del siglo XX y, seguramente, de los empiezos del XXI. La poética de sus textos conduce al escritor y académico español Pere Gimferrer decir que

La literatura eran aquellas palabras de Ana María Matute que surgían donde menos se las esperaba, los faros de aquel auto de línea que avanzaba por la carretera solitaria en un relato aparecido en un semanario femenino y quedaba grabado en la mente y aun diríamos que en la retina, con tanta intensidad como, muchísimos años más tarde, un coche parecido en alguna película de Víctor Erice, de Gutiérrez Aragón o de cierto Carlos Saura[34].

Dicho de otra manera, los textos de Matute llevan palabras tanto inolvidables como fantásticas. La propia autora “reivindicó como muy pocos la fantasía en sus novelas[35]”, así lo recuerda Soledad Puértolas. Todo eso resulta inolvidable. Evidentemente, publicar desde los diecinueve años y morir a los ochentaiocho años publicando es muestra de una carrera literaria monumentalmente inolvidable. En totalidad, son más de cuarenta obras publicadas y siete obras prologadas por la escritora catalana. Esta pasión creadora nace en su infancia pasada a menudo entre sábanas y cuentos de tatas. Así escribe desde los cinco años y lleva setentaicuatro años publicando no sólo sus propios textos, sino también traducciones de unos de sus contemporáneos. El alcance internacional de sus obras se demuestra por su traducción a unos veintitrés idiomas y dos adaptaciones al cine. Tal carrera se corona por supuesto por reconocimientos y distinciones. Sus múltiples premios, sus medallas y sobre todo su elección a la Real Academia Española como tercera mujer en la historia de la institución lo confirman.

CAPÍTULO SEGUNDO: LOS ABEL: ARQUITECTURA DE LA OBRA

La publicación de Los Abel en 1948 es el resultado de un enorme concurso de circunstancias. La obra es la primera publicación de Ana María Matute sin ser su primera novela escrita.

1. Titrología de la novela

La Titrología es la disciplina que se interesa por el estudio de los títulos de obras artísticas o periodísticas, notablemente. En 1981, Léo Huib Hoek —el inventor del concepto– sin darle una definición, podía proponer ya una bibliografía de once páginas sobre la cuestión. Para Michel Bernard[36], la Titrología es “una disciplina que reduce su campo al estudio de títulos de obras”[37] Como toda disciplina, la Titrología ofrece varias herramientas que puedan facilitar un estudio de títulos de obras. Por lo que es de la escritura del título de la novela española de la primera década de posguerra, quiere fundarse en herramientas tales como las “formas” de las que habla Michel Bernard y la clasificación de los títulos propuesta por Luc Vaillancourt.

1.1. Las formas en el título

Las “formas” son las “palabras-herramientas” con las que un autor elabora un título a priori adaptado a su texto. Se trata de artículos, pronombres, conjunciones, interjecciones y verbos, conjugados o no. Michel Bernard las destaca trece en francés, esencialmente artículos, conjunciones y pronombres tales como de, la, le, les, l’, et, du, des, d’, ou, un, en, à. En español, podrían ser sólo once que son: de, la, el, los, y, del, de los, o, un, en, a. Por lo que es del título sometido a nuestro estudio, se trata del artículo los.

1.2. El artículo “Los”, única forma en Los Abel

Los” es un artículo definido masculino plural que desempeña el mismo papel como los artículos “El” y “La”. Aquí lo más importante es el plural expresado por este artículo definido en el título. Lo que es notable es que define a seres animados. Si no se limitaba sino a la semántica del título, se podría constatar que “Los” identifica a personajes: los Abel. En este título, “Los” define a lo espantoso. Al leer la novela Los Abel, el lector se da cuenta de que en esta obra, de ningún modo se trata de los Abel, sino de los Caín. Los Abel es, pues, una especie de antífrasis que mascara lo espantoso.

La forma «Los» no sólo marca el plural en este título, sino y sobre todo expresa un plural vinculado a un universo tremendo. En suma, la presencia del artículo Los es la expresión de una voluntad de orientar al lector hacia el sujeto abordado por el texto de la novela. Hoek[38] lo confirma cuando dice que el artículo definido “incita al lector recuperar el conocimiento de lo particular o de lo general sugestionado en el título por la lectura del contexto”[39].

1.3. Clasificaciones del título

La Titrología ofrece dos tipos de clasificaciones non incompatibles para un solo título. Existen una clasificación micro-gramatical y una clasificación retórica. Léo Huib Hoek es quien elabora la clasificación micro-gramatical de los títulos mientras Luc Vaillancourt libra la clasificación retórica. En La marque du titre, Léo Huib Hoek distingue cinco tipos de títulos: nominales, adverbiales, adjetivos, frásticos o interjectivos. Si se considera la definición que Hoek[40] da a los títulos de tipos nominales, intentaríamos clasificar Los Abel en este tipo de títulos. En efecto, “El tipo nominal, aislado o eventualmente acompañado de epítetos y/o precedido de determinantes y/o seguido de una extensión preposicional es la forma más frecuente”[41] de los títulos de novelas. Así, el título de Matute aparece, según su micro-gramaticalidad, como un título de tipo nominal aislado. En cuanto a su clasificación retórica, puede considerarse como un título pantalla.

La teoría de la retórica de los títulos permite ir más allá de las formas micro-gramaticales para impregnarse mejor de la quintaesencia de los enunciados de novelas. Al estudiar la retórica de los títulos en la obra de Montaigne, Luc Vaillancourt ofrece una variedad de pistas que permitan comprender mejor la relación entre el título y el resto del texto.

Al apoyarse en los trabajos de Pierre Villey, Claudie Balavoine y Hugo Friedrich, Luc Vaillancourt clasifica los títulos de novelas según sus orientaciones discursivas. Esta clasificación revela seis formas que son los títulos «fourre-tout», «sentencia», «refractario», «perifrástico», «escudo» et «pantalla», recordando que las nociones de “título perifrástico” y “título escudo” son suyas.

Si, según Vaillancourt[42], “el título pantalla es el intitulado incongruo por excelencia, el que parece mal elegido y que rompe de este hecho el contrato titular”[43], Los Abel de Ana María Matute puede ser considerado como un título pantalla. Este título parece mal elegido en la medida en que evoca una anécdota bíblica que escenifica a dos hijos de Adán y Eva: Abel y Caín[44]. Entre estos dos protagonistas, Caín es el criminal, ya que mata a Abel. Pues hubiera sido mejor para Matute dar como título a su novela: Los Caín por ejemplo. Con este título, el lector hubiera podido toparse con una lucha fratricida en el seno de una familia cuyos protagonistas habían de ser los Caín. No hay que menospreciar el papel de la censura en esta elección del título, porque hubiera sido un suicidio dar tal título a una obra en aquel entonces. Los Abel es, pues, a causa de la censura, una edulcoración del texto por su enunciado. Pero, además de esta edulcoración, el procedimiento de Matute puede desorientar al lector por su ambivalencia. Por una parte, antes de la lectura, el lector piensa leer la historia de víctimas de agresiones. Ahora bien, al terminar la lectura, es la historia de autores de agresiones: físicas y morales. Todos los miembros de esta familia son agresores, tanto las víctimas como los culpables. Por otra parte, Matute afirma que no escribe para los niños, sino sobre los niños y visto que éstos son muy a menudo víctimas de agresiones de un mundo que es hostil para ellos, puede ser evidente que los Abel representan aquellos niños. El lector, también puede ser desorientado por la historia narrada si espera leer de antemano la de los descendientes de Abel. Evidentemente, no es el caso y así es cómo se verifica la importancia del título pantalla.

2. Resumen y estructura de la obra

Los Abel es una novela de veintinueve capítulos no repartidos en partes. Se caracteriza por la presencia sucesiva de dos narradores homodiegéticos diferentes. El primero, anónimo, actúa en los capítulos I-IV. Es un hombre joven que vuelve a un pueblo que visitó con su madre cuando era niño. En estos capítulos recuerda su primer encuentro con la familia Abel y después describe el pueblo y la gente que allí vive. Al regresar como adulto, alquila la vieja casa de la familia Abel y allí encuentra el diario manuscrito de Valba, una de las hermanas que vivieron allí. Así, se vuelve Valba el segundo narrador en los capítulos V-XXIX al narrar la triste historia de su familia.

Esta historia se desarrolla en un ámbito rural de posguerra donde la familia formada por el padre y sus siete hijos —Oswaldo, Augusto, Tito, Valbanera, Juan Nepomuceno, Octavio y Ovidia— intenta convivir con carácter diferente cada uno. Unos hermanos prefieren identificarse por apodos. Es el caso de Oswaldo por Aldo, Augusto por Gus, Valbanera por Valba, Juan Nepomuceno por Juan y Octavio por Tavi. Por lo que es de la última, Ovidia, se la identifican por “la Pequeña”. Su madre ha muerto y el padre intenta mantener la unidad familiar, usando por eso su tierra y su casa. Sin embargo, la vida en una zona rural pobre y monótona no es suficiente para los jóvenes que muestran diferentes capacidades y tienen sus propios intereses. Solo el hermano mayor, Aldo, se interesa por el trabajo de la tierra, perpetuando así la vida tradicional de sus padres.

Después de algunos inviernos grises y depresivos, los hijos dejan, uno tras otro, el huerto de su padre y trasladan a la ciudad. Allí intentan empezar una vida nueva y diferente, pero su destino los lleva de nuevo al pueblo de sus padres, donde dos hermanos, Aldo y Tito, tienen problemas tan graves entre sí hasta que el primero mate al segundo.