Capítulo I
LA CULTURA
1. Cinco nociones
La palabra «cultura» tiene un origen lejano y una larga historia. Si nos remontamos
al origen etimológico, «cultura» proviene de la palabra latina colo (de colere) y significaba el cultivo de la tierra. Más adelante –y en un sentido metafórico–
pasó a significar el cultivo de la mente y del espíritu. Desde un principio, pues,
la palabra «cultura» estaba emparentada con la palabra «educación» y relacionada con
una concepción normativa e idealista de la condición humana que tuvo en el renacimiento
italiano uno de los mayores hitos históricos.
La cultura aparece en la sociedad actual como una realidad rica, compleja y contradictoria.
En su diccionario de términos, Keywords, de 1976, Raymond Williams considera la cultura como una palabra clave de las ciencias
sociales en la segunda mitad del siglo XX. Podemos hallar definiciones para todos los gustos.
Empezamos con la definición clásica formulada en 1871 por el antropólogo británico
E. Tylor el año 1871 en Primitive Culture: «La cultura o civilización, en sentido etnográfico amplio, es aquel complejo que
incluye el conocimiento, las ciencias, el arte, la moral y cualquier otro hábito o
capacidad adquiridos por el hombre en tanto que miembro de la sociedad». Se puede
empezar esta reflexión sobre la cultura a partir de la descripción de cinco nociones
muy próximas y que, de hecho, forman parte del mismo campo semántico: educación, civismo,
arte, religión e ideología.
1.1. La educación
Entre la «cultura» y la «educación» existen lazos muy estrechos. Los pensadores ilustrados
consideraban la cultura como un rasgo característico y distintivo de la especie humana
y, la educación, como un elemento esencial en el proceso de formación y aprendizaje
personal. Desde esta perspectiva, la cultura la conforman los conocimientos y las
pautas de conducta socialmente aprendidos (sobre todo en el ámbito familiar y en la
escuela) y que tienen una importancia primordial, ya que hacen posible la adaptación
de las personas a su medio, que es al mismo tiempo natural y artificial. La educación
es la suma de los saberes acumulados y de las habilidades aprendidas, transmitidas
por la humanidad a lo largo de la historia. Ninguna sociedad puede subsistir sin una
forma –más o menos rudimentaria– de educación, gracias a la cual se transmite a las
jóvenes generaciones los valores, los conocimientos y el sentido de una existencia
común.
1.2. El civismo
La palabra «cultura» se puede considerar como sinónima de «civismo». El civismo hace
referencia a la sociabilidad, la educación, la cordialidad, el buen gusto y las buenas
maneras. Se trata de un ideal y el comportamiento cívico es la base de la buena convivencia
que se considera propia de los «pueblos civilizados». Comportarse cívicamente exige
voluntad y esfuerzo, y los ciudadanos deben comprometerse a respetar unas reglas tácitas
de convivencia. El civismo se fundamenta generalmente en unas normas de comportamiento
no escritas y en buenas costumbres que, si no se renuevan continuamente, pueden ser
fácilmente ignoradas y caer en desuso en la vida cotidiana.
La familia, la escuela y los medios de comunicación tienen un papel fundamental a
la hora de transmitir las virtudes del civismo. Sin embargo, estas convenciones no
siempre son claras y es esencial establecer mecanismos de elaboración consensuada.
1.3. El arte
El término «cultura» hace referencia a la obra y a la práctica intelectual y, especialmente,
a la actividad artística. La concepción humanista tiende a identificar la cultura
con el arte; en otras palabras, con las obras, los textos y las prácticas que tienen
como función primordial la creación y la expresión de significados. Pensemos, por
ejemplo, en las creaciones artísticas en el campo de la poesía, el teatro, la novela,
el ballet, la ópera, las artes plásticas y el cine. Todo ello conecta con una noción
muy extendida (y de sentido común) que identifica arte y cultura.
Tradicionalmente, se ha considerado artística toda aquella obra humana que, más allá
de su utilidad práctica o su significación concreta, es valorada primordialmente por
su calidad y significación estética. No obstante, en la actualidad, la realidad del
arte no se agota en el valor estético. El arte también es un vehículo de expresión
y, en este sentido, está vinculado a la política, la filosofía o la religión.
1.4. La religión
«Cultura» y «religión» son términos afines. Es necesario señalar la importancia que
ha tenido (y tiene) la religiosidad en todas las sociedades. Los rituales y las ceremonias
religiosas son representaciones comunes que expresan realidades colectivas y que son
claves para el funcionamiento de toda sociedad. En todas las épocas de la historia,
el miedo a la incertidumbre, la imprevisibilidad y la falta de seguridad animan a
la creación de marcos sagrados de significado que intentan dotar de orden y sentido
el mundo. El ser humano busca respuestas ante el misterio de la vida y el carácter
inexorable de la muerte. Respuestas que no siempre la ciencia nos puede procurar (Griera
y Clot, 2015).
1.5. La ideología
Podemos hablar de «cultura» como sinónimo de ideología. Los seres humanos necesitamos
vivir en un mundo que sea más o menos inteligible y en el que encontremos sentido
a la existencia. Los seres humanos construimos una imagen o una noción coherente del
mundo social y cósmico del cual formamos parte. Necesitamos, en definitiva, disponer
de una especie de mapa significativo que nos permita situarnos en el mundo y comprendernos
a nosotros mismos.
La ideología se puede considerar como un sistema de representaciones –conceptos, imágenes
y mitos– que posee un rigor y una lógica propia, y que adopta un importante papel
histórico en el desarrollo de una sociedad concreta. El discurso ideológico a menudo
oculta o enmascara determinados intereses. Una ideología implica una determinada «concepción
del mundo». Así, las ideologías son sistemas de creencias, normas y valores sobre
el mundo. En este sentido, no es tan importante que estas creencias sean «verdaderas»,
como que sean plausibles.
2. Las múltiples caras de la cultura
Para empezar hemos propuesto cinco nociones próximas y afines al fenómeno de la cultura.
Se trata de una diversidad de términos que ponen de manifiesto la riqueza y la complejidad
extraordinaria que presenta la misma idea de cultura.
A continuación se apuntan los principales retos o escollos que comporta el estudio
de la cultura, que ponen de manifiesto su diversidad de acepciones y su complejidad.
No es fácil hablar de cultura, debido a que nos enfrentamos a problemas de polisemia
y de indeterminación semántica.
La palabra «cultura» es una palabra polisémica. Uno de los problemas que plantea su
estudio es la ambigüedad en el uso del concepto y la falta de rigor y precisión al
utilizarlo. Mientras que en el mundo de la literatura la ambigüedad y la polivalencia
pueden ser un valor preciado, en las ciencias sociales es imprescindible el uso de
un lenguaje preciso. A menudo la ambigüedad es fruto de la superposición o la confusión
provocada por el uso de las acepciones antropológicas (muy amplias) y las humanistas
(muy restrictivas) del término. También debemos ser cautos y evitar la confusión que
a menudo se produce entre una concepción normativa y una concepción descriptiva de
cultura.
Desde la perspectiva del sentido común, se hace una definición excesivamente laxa
e imprecisa que sostiene que «todo es cultura», cosa que comporta un grave riesgo
de banalización. La palabra «cultura» queda bien en todas partes y hace quedar bien,
lo que provoca un abuso del término: se habla, incluso, de «la cultura del agua»,
«la cultura de la paz» o de «la cultura de la paella».
Paradójicamente, sin embargo, la palabra cultura tiene unas connotaciones muy positivas.
Cuando se habla de cultura se tiende a hablar de Cultura, con mayúscula, cuando nos
referimos a la ópera, la pintura o la poesía, y se desestiman, en cambio, otra serie
de manifestaciones culturales que tienen una gran difusión y despiertan mucho interés
en nuestra sociedad. Existe una mitificación del hecho cultural que dificulta, obviamente,
su estudio. No es fácil tratar el arte y la cultura como objetos de estudio, puesto
que a menudo son tratados como una especie de objeto de culto (no podemos olvidar
que las palabras «culto» y «cultura» comparten la misma raíz etimológica).
También existe el peligro de caer en una actitud esnob. El esnobismo, que está muy
presente en nuestra vida cultural, conlleva una mirada altiva y distante que dificulta
o impide un acercamiento sociológico sereno y riguroso a la realidad cultural. No
debemos olvidar la importancia de los gustos y las preferencias culturales en los
mecanismos de distinción y reconocimiento social. Es preciso recordar que una de las
reglas de oro de la Sociología es que el juego de poner etiquetas nos dice siempre
mucho más del etiquetador que no del objeto etiquetado. Los gustos –también en el
campo de la ciencia– pueden ser un poderoso instrumento de distinción social o profesional.
Finalmente, hay un problema de complejidad vinculado al carácter relacional de la
cultura. Existe una gran diversidad de manifestaciones o de niveles culturales –como
son la alta cultura, la cultura popular o la cultura mediática– que están fuertemente
interrelacionados: la cultura popular, por ejemplo, siempre se define en relación
–o en contraposición– a otras categorías conceptuales como la alta cultura o la cultura
mediática. Parte de la dificultad de definir las diversas nociones de cultura proviene,
precisamente, de este hecho. Es por esto que Raymond Williams, a pesar de destacar
que la cultura es una palabra clave del siglo XX, considera que este término es uno de los más complicados y complejos de la lengua
inglesa.
No hay ninguna razón para pensar que las cosas sean diferentes en nuestra lengua.
Después de este capítulo introductorio se exponen lo que son –a mi parecer– las dos
principales aproximaciones al apasionante tema de la cultura: la concepción humanista y la concepción antropológica. Muy vinculada a la concepción antropológica se expone la noción de cultura como
estilo de vida. Posteriormente, se destacan las principales teorías sobre la cultura y, al mismo
tiempo, se profundiza en el conocimiento de los principales fenómenos culturales del
mundo actual: la cultura popular, la cultura mediática y la cultura digital. En definitiva, el principal objetivo de este texto es el de deshacer algunos malentendidos
e intentar aclarar el significado y el papel de la cultura en la sociedad contemporánea.