Por qué practicar una actividad deportiva

UN ANTÍDOTO CONTRA EL ENVEJECIMIENTO

El hecho de practicar un deporte tiene siempre repercusiones positivas en el bienestar general. Los efectos beneficiosos de un entrenamiento aeróbico y anaeróbico practicado con regularidad son evidentes, a todas las edades e independientemente de cuál sea la condición física y psíquica de la persona que lo practica. En los niños y adolescentes, el crecimiento es controlado por la hormona del crecimiento (GH), que utiliza las sustancias nutritivas proporcionadas por los alimentos para la formación de los huesos y de la masa muscular. Así, la actividad física estimula la producción de hormonas del crecimiento por parte de la hipófisis, y contribuye a un correcto desarrollo y al empleo adecuado de las reservas energéticas. El desarrollo de los músculos y del esqueleto están menos ligados a la hormona del crecimiento; sin embargo, el ejercicio físico, al hacer trabajar grupos musculares concretos y ciertas partes del esqueleto, permite modelarlos. En la edad adulta, en parte debido a un estilo de vida sedentario y a una alimentación a menudo desequilibrada (demasiado rica en grasas y en proteínas animales), se suele constatar, por un lado, una alteración de la estructura del organismo y, por otro, una modificación del metabolismo: efectivamente, los habitantes de los países industrializados, una vez superada la barrera de los treinta años, acusan una pérdida de masa muscular de unos 425 g por año, acompañada de un descenso del contenido mineral de los huesos del 1 %. Al mismo tiempo, se aprecia una acumulación progresiva de grasa (aproximadamente 450 g al año). Esto conlleva un aumento de la frecuencia de las enfermedades metabólicas (por ejemplo, la diabetes), cardiovasculares y osteoarticulares (osteoporosis, artritis, artrosis...). Paralelamente, a menudo estas se acompañan de un deterioro del estado psicológico y del humor. Se ha comprobado que practicar con regularidad una actividad deportiva (por lo menos tres veces por semana) ayuda a mantener el organismo de las personas adultas en un buen estado de salud, y a prevenir numerosas disfunciones. Un hombre o una mujer que practican habitualmente algún deporte, o que comienzan a hacerlo con regularidad, tendrán menos riesgos de envejecer prematuramente que una persona que lleve un estilo de vida totalmente sedentario.

Por lo que respecta a las personas mayores, el ejercicio regular retrasa la degradación de las capacidades físicas y mentales asociada al envejecimiento, y permite conservar una independencia funcional. El declive físico que conlleva el envejecimiento parece, en efecto, que está relacionado con una débil utilización de la musculatura, mientras que la disminución de las capacidades cognitivas podría tener relación con un ligero descenso de los niveles de oxígeno en la sangre que irriga el cerebro. Estas carencias se podrían paliar con el ejercicio físico.

LOS BENEFICIOS DEL AQUAGYM

Así como es indiscutible que, en general, el deporte es bueno para la salud, está igualmente probado que las actividades deportivas realizadas en el agua resultan mucho más eficaces aunque sean más «suaves»: el agua ejerce unas fuerzas aprovechables, por lo que, inmersos, las actividades deportivas resultan menos traumáticas para el cuerpo. En efecto, dentro del agua nos hallamos en un medio donde la gravedad es reducida (se considera un «medio microgravitatorio»), pues el efecto de la fuerza de la gravedad que determina nuestro peso está atenuado por la fuerza ejercida por el agua desde el fondo hasta la superficie. Cuando una persona realiza ejercicios en el agua, el movimiento se ve, por una parte, favorecido por el empuje hidrostático y, por otra, frenado por la resistencia hidrodinámica. En estas condiciones, los movimientos resultan más suaves y los riesgos de traumatismo son claramente menores, ya que la fuerza ejercida en las articulaciones es mínima. Las posiciones se adoptan con una mayor facilidad, y se mantienen con menor esfuerzo: digamos que, simplemente, resulta más fácil moverse. En la actualidad, se practican muy a menudo ejercicios en el agua, no solamente para conservar un buen estado físico a cualquier edad (incluyendo, en las mujeres, el periodo de embarazo), sino también como tratamiento para numerosas enfermedades: aplicados desde hace mucho tiempo en la rehabilitación de pacientes que padecen problemas osteoarticulares, los ejercicios en el agua se utilizan con frecuencia hoy como herramienta terapéutica y de rehabilitación para las cardiopatías y las bronconeumopatías. Hoy en día, la población de los países occidentales cada vez practica más deporte, y esta evolución se observa más en las mujeres que en los hombres. Las mujeres suelen practicar una actividad deportiva para controlar su peso y mejorar en líneas generales la estética de su cuerpo, pero también para darse un respiro y relacionarse. El deporte es, en definitiva, una especie de antídoto contra el estrés. Esta puede ser una de las razones por la que los deportes acuáticos (y en particular el aquagym, que se practica en grupo) suelen tener un éxito entre las mujeres que sobrepasa el del aeróbic, que siempre ha contado con un considerable número de adeptas. Además, hay que remarcar que el aquafitness presenta numerosos puntos en común con el aeróbic: no solamente son idénticos algunos ejercicios, sino que los dos deportes se practican en grupo y con música. La única diferencia —aunque grande, efectivamente— es el medio en el que se llevan a cabo. Contrariamente a lo que ocurre con los ejercicios de aeróbic, las actividades acuáticas resultan indicadas sobre todo para las personas que padecen sobrecarga ponderal, pues el agua les permite mantener durante el tiempo que dura el entrenamiento los grados de intensidad necesarios, favoreciendo así el adelgazamiento y la mejora de la tonicidad. Es difícil obtener estos resultados con un entrenamiento fuera del agua, debido a los problemas de desplazamiento y de termorregulación que suelen padecer estas personas y a que, teniendo en cuenta su peso, se arriesgarían a someter a sus miembros inferiores a un excesivo esfuerzo.

Finalmente, el ejercicio practicado en inmersión parcial puede tener repercusiones en el plano estético que pueden resultar igualmente interesantes para mujeres que no padezcan problemas de peso: la masa de agua que presiona la columna vertebral sumergida ejerce una presión en las venas que favorece la circulación de la sangre y de los líquidos intersticiales. Esto contribuye a reducir la retención de líquidos y, asimismo, puede prevenir y tratar las primeras manifestaciones de celulitis.

LOS BENEFICIOS

El aquagym y, en general, los ejercicios físicos efectuados en el agua son al mismo tiempo muy tonificantes y suaves, lo que hace que resulten adecuados para casi todos. Veamos con más detalle las ventajas de la gimnasia acuática:

 Las personas que padecen artritis pueden practicar aquagym (siempre que no estén en fase inflamatoria aguda): en efecto, la disminución de la fuerza de gravedad hace que los movimientos resulten menos dolorosos.

 La gimnasia acuática permite modificar fácilmente las posturas incorrectas.

 Debido a la resistencia que ofrece el agua, hay una atenuación de la fase de impacto en el suelo en cada uno de los movimientos. Por otra parte, esta resistencia constituye un excelente masaje de los vasos sanguíneos, ya que el efecto es parecido al que se obtiene cuando se ejerce una presión progresiva en las piernas.

 Durante la fase de elevación, los vasos sanguíneos se dilatan al disminuir la presión del agua, mientras que, en la fase de inmersión, los vasos se contraen. Así se lleva a cabo una «gimnasia vascular» muy útil para las personas que padecen trastornos linfáticos (edemas en las piernas) o mal retorno venoso (varices).

 Cuando, en inmersión, se trabaja enérgicamente con los brazos, se crean unos torbellinos continuos que masajean todo el cuerpo, mejorando así la circulación periférica.

 El movimiento en el agua activa el drenaje linfático: estimula los nódulos linfáticos, lo que permite mejorar bastante la circulación linfática y contribuye a drenar los líquidos que se acumulan en algunas partes del cuerpo cuando el refluido no es lo bastante importante.

EL PLACER DEL AGUA

El agua no es sólo un medio donde se puede practicar una actividad deportiva y nadar; es también un elemento en el cual tenemos que aprender a vivir plenamente. El hombre nace en el agua y se forma dentro de ella. El hecho de relacionarse con el elemento líquido es natural y espontáneo en los recién nacidos. Sin embargo, a menudo, cuando crecemos, nos olvidamos de lo unidos que hemos estado a este elemento, y desarrollamos miedos y resistencias a veces muy fuertes. El resultado es que, generalmente, debemos aprender de nuevo a abandonarnos al elemento líquido, superando por ejemplo la sensación de peso ejercida por el agua sobre el tórax cuando nos sumergimos.

La inmersión puede producir una sensación agradable y satisfactoria si se efectúa de forma adecuada: el hecho de ralentizar el acto respiratorio en su conjunto, siguiendo su propio ritmo y sin forzarlo, permitirá regular la duración de la inmersión.

El empuje del agua modifica a su alrededor, de forma parcial, las fuerzas gravitatorias a las que normalmente estamos habituados. Disfrutar del contacto del agua implica dejarse llevar por ella. Este será el primer paso hacia el descubrimiento de la estrecha relación que nos une con este elemento. Para ello, habrá que liberarse de los temores y no dejarse influir por una sensación de peligro ni por cualquier otro prejuicio. En los casos en los que no se haya tenido nunca la posibilidad de familiarizarse progresivamente con el agua, el contacto puede despertar traumas inconscientes, que a menudo tienen su origen en reacciones irracionales. Si consigue superar sus miedos y relajarse, descubrirá un medio familiar que le ofrecerá un contacto total, un envoltorio agradable. Si sabe abandonarse a la sensación maravillosa que produce el agua, relajando sus músculos y dejando volar su mente, mejorará su capacidad de desplazarse en el agua, su tonicidad muscular y su aptitud para evadirse.