El término aikido deriva de tres ideogramas japoneses: ai, que significa «armonía», ki, que quiere decir «energía vital», y do, que indica la «vía». Partiendo de la traducción de estos tres kanjis a nuestro idioma, inevitablemente imprecisa, primero intentaremos definir el significado de esta palabra.
La interpretación más fiel a la idea de su creador, el maestro Morihei Ueshiba, puede ser «la vía de la armonía entre las energías», es decir, el camino para alcanzar la armonía con uno mismo y con el universo. Es una disciplina que se orienta a la búsqueda de una armonía universal entre el cuerpo, el espíritu, la naturaleza y el cosmos.
Por tanto, debemos considerar el aikido como un ejercicio de búsqueda: más allá del puro y simple gesto, el aikido intenta proporcionar siempre una explicación, dar un significado a esta gestualidad.
El aikido, de origen japonés, nació y sentó sus bases a partir de las técnicas del aiki-jitsu del siglo IX, que tenían un objetivo totalmente práctico: dejar fuera de combate en el campo de batalla a los adversarios más prestigiosos de los samuráis.
En aquella época, los practicantes de aiki-jitsu también dominaban en el manejo de la espada, el bastón largo, el bastón corto y el puñal japonés.
Algunas de las técnicas realizadas sólo con las manos derivan de las de arma blanca del bu-jitsu original. Muchos de los budo japoneses actuales tienen su origen en estas técnicas medievales: el ju-jitsu se convierte en judo; el karate-jitsu, en karate-do.... y el aiki-jitsu, en aiki-budo y, posteriormente, en aikido.
El aiki-jitsu estaba reservado a una elite que a menudo se dedicaba a la práctica religiosa y a la introspección filosófica.
En los años veinte, el maestro Ueshiba, que ya había abierto un dojo (lugar en donde se practica), llamó a su arte aiki-budo.
La historia del aikido no puede separarse de la de su fundador, Morihei Ueshiba. Nacido el 14 de diciembre de 1883 en Tanabe, una ciudad japonesa próxima a Osaka, no destacaba por su fuerza ni por sus cualidades físicas, puesto que más bien tenía una salud delicada.
Se dedicó a la filosofía, y se interesó por las prácticas religiosas budistas y sintoístas. Pero, al mismo tiempo, su familia procuró fortalecer y mejorar su salud; por esta razón practicó natación y su padre lo inició en las artes marciales.
Ya mayor, trabajó su cuerpo como un atleta y en poco tiempo logró ser considerado un buen practicante de ju-jitsu. Perfeccionó la técnica a manos libres, pero fue su habilidad en el manejo de las armas lo que le valió la admiración de sus conciudadanos.
Durante lo que podemos llamar su «viaje» por las artes marciales, practicó, entre otras disciplinas, el antiguo ju-jitsu de la escuela de Kito y el ken-jitsu, el estudio de la espada, de la escuela de Yagyu. Se dedicó a la enseñanza de varios estilos de combate, con y sin armas.

Morihei Ueshiba
ENCUENTROS DETERMINANTES
Hacia el año 1915, Morihei Ueshiba conoció a Sokaku Takeda, maestro de la escuela de Daito, de quien fue alumno. Obtuvo la autorización para enseñar esta disciplina y llegó incluso a construir una casa para su maestro. De esta escuela provienen la mayor parte de las técnicas propias del aikido. Sin embargo, el dominio de muchas técnicas de combate no bastó a Morihei Ueshiba, que continuó dedicándose a la búsqueda espiritual para entender mejor el significado de estas artes. A este respecto, fue determinante el encuentro con Wanisaburo Deguchi, un monje pacifista que practicaba la religión Omoto. Cuando se abrió un dojo en Ayabe, en el templo del monje, el maestro Ueshiba acudió para enseñar el daito-ryu y al mismo tiempo asistir a las lecciones impartidas por Deguchi.
HUMANITARIO
En febrero de 1924, los maestros Deguchi y Ueshiba, acompañados de algunos seguidores, organizaron una expedición a Mongolia, con el fin utópico de crear un «reino de paz» en un territorio asolado por la guerra china-japonesa, en lo que hoy en día se consideraría una misión humanitaria.
La expedición fue un fracaso, pero sirvió para demostrar hasta qué punto el maestro Ueshiba estaba movido sinceramente por sentimientos humanitarios y pacifistas. Sin embargo, el destino no tuvo miramientos con él. Durante el servicio militar, participó en la guerra contra Rusia, y a lo largo de su vida tuvo mil trabajos, con patrones de todo tipo y por todo el territorio japonés. En más de una ocasión conoció el dolor por la pérdida de un ser querido. Concretamente, la muerte de su padre le causó un hondo dolor que lo convenció para seguir profundizando en sus estudios filosóficos.
Por otro lado, el fracaso de la expedición no careció de consecuencias: el grupo pacifista, cada vez más numeroso, sufrió la persecución de la policía, y algunos destacados miembros fueron ajusticiados. Los otros miembros del grupo, entre los que estaba el maestro Ueshiba, fueron encarcelados en condiciones de vida inhumanas. Los prisioneros japoneses acabaron por ser liberados y regresaron a su país en julio de 1925.
El maestro Ueshiba volvió a sumergirse en su trabajo de investigación y, finalmente, a partir del profundo conocimiento de las técnicas daito-ryu y de otras artes marciales que solía practicar y a las que había llamado aiki-jitsu, creó el aikido.
RECONOCIMIENTO
Durante los años que llegaron a continuación creció la notoriedad de Morihei Ueshiba. En 1927 se marchó de Ayabe y se afincó en Tokio. En la capital nipona abrió un dojo que atrajo a personalidades importantes, entre las cuales hubo algunas provenientes del judo y de otras escuelas de artes marciales. Allí acudieron también representantes de las instituciones políticas y militares, entre los que se contaban ilustres generales y almirantes. Todos ellos apreciaron la eficacia de las técnicas del maestro, con las que podía derrotarse a muchos adversarios. El número de alumnos creció hasta el punto de que los dojo ya no pudieron acoger a más. En 1931 nació el Kobukan, un dojo totalmente dedicado al aikido, en el que se acogían alumnos que querían seguir un aprendizaje particularmente complejo e intenso, todo ello con una disciplina férrea, lo cual no estaba dentro de las posibilidades de cualquiera.
En aquella época, la práctica se extendió desde el Kobukan a todo Japón, y se abrieron numerosos dojo en su territorio. Sin embargo, el desarrollo del aikido se frenó a partir de 1941.
Durante la guerra, el número de practicantes bajó debido a la movilización y, cuando finalizó el conflicto, los ocupantes, especialmente Estados Unidos, prohibieron las artes marciales en todo el país.
Poco antes de la declaración de guerra, Morihei Ueshiba se marchó de Tokio y dejó el Kobukan a su hijo Kishomaru. Se estableció en Iwama, a un centenar de kilómetros de Tokio, y se dedicó a practicar aikido y a meditar, en un dojo adyacente a un templo. Este lugar fue el que dio oficialmente el nombre de aikido al arte marcial moderno que conocemos.
A partir de 1948 el Kobukan, que estuvo cerrado durante el periodo en que las artes marciales estuvieron prohibidas, pasó a ser, gracias a una nueva autorización concedida al aikido del maestro Ueshiba por su espíritu pacifista, el Aikikai, una institución dirigida por el hijo del maestro.
La misión del Aikikai era y sigue siendo garantizar la difusión y la enseñanza de este arte marcial en todo el mundo, respetando la ética y la técnica del maestro Ueshiba.
Del Aikikai han salido todos los grandes maestros difusores del aikido en el mundo. Todos los países en donde se practica esta disciplina están ligados a esta institución, que representa un punto de referencia imprescindible.
El maestro, a pesar de haberse retirado a Iwama, continuó su trabajo y su entrenamiento. Se dedicó hasta el último de sus días, en abril de 1969, a perfeccionar el aikido. Sus apariciones en público, en ocasión de alguna manifestación de la disciplina, suscitaban mucha admiración por su técnica y su espiritualidad. Ueshiba recibió los honores nacionales más prestigiosos de Japón. Sus alumnos emigraron y difundieron el «verbo» del aikido en todo el mundo. Miles de practicantes de todos los continentes se iniciaron en esta disciplina.
El maestro Ueshiba murió el 26 de abril de 1969, en Ayabe, a la edad de ochenta y seis años. Su tumba se encuentra en Tanabe, lugar al que todavía hoy acuden a rendirle honores muchos practicantes de las artes marciales.
Cuando murió, su puesto fue ocupado por Kishomaru Ueshiba, el tercer hijo del maestro, que heredó el título de doshu.
Kishomaru Ueshiba nació en Ayabe el 27 de junio de 1921 y murió el 4 de enero de 1999. Actualmente el Aikikai Hombu Dojo está dirigido por su segundo hijo, Moriteru Ueshiba, que nació el 2 de abril de 1951 y obtuvo el título de doshu al morir su padre.
El aikido es un arte marcial difundido y reconocido en todo el mundo, y su organización a escala mundial tiene su sede en el Aikikai.