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Escucha y comprende el lenguaje de tu cuerpo

1ª competencia emocional

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Introducción

En una ocasión una mujer pidió nuestra opinión respecto a si sería para ella oportuno separarse o continuar viviendo con su marido. Entre otras muchas cosas, nos comentó que hacía mucho tiempo la estaba maltratando, llegando incluso a la violencia física. Pero tenía muchas dudas, ya que pensaba que, a pesar de todo, lo quería mucho.

La miré fijamente a los ojos y le pregunté con voz firme: «¿Cómo es posible querer a una persona que te está maltratando?». En aquel mismo momento con sus palabras me contestó: «Yo lo quiero mucho». Pero a la vez que su voz me transmitía el anterior mensaje, el puño de su mano derecha daba golpes sobre la izquierda entreabierta. Es decir, con su mente racional se sentía obligada a querer a su marido por el contrato de por vida que había firmado, pero con los golpes su cuerpo nos informaba de la enorme cantidad e intensidad de rabia retenida dentro de ella durante muchos años.

El lenguaje de nuestro cuerpo es silencioso, no utiliza palabras para comunicarnos cómo se siente. Es el lenguaje no verbal de los gestos, movimientos corporales, tonos de voz, mirada, expresiones faciales. Así nos dice nuestro organismo cómo se está sintiendo.

En un relato anterior definíamos la inteligencia emocional como «la capacidad de elegir la emoción más adecuada en cada situación de la vida, dentro de las posibles». Ahora a través de los seis bloques siguientes, vamos a hablar de las competencias emocionales que debemos tener bien desarrolladas para poder utilizar esta capacidad de elección.

En este relato vamos a presentar la primera y fundamental competencia emocional:

Primera competencia emocional

«Ser capaces de darnos cuenta de los cambios que experimenta nuestro organismo cuando está en presencia de una determinada emoción. Ser capaces de identificar la emoción que estamos sintiendo y de ponerle nombre a cada una de ellas».

Los analfabetos emocionales no han desarrollado esta capacidad. Existen personas que cuando se les pregunta: «¿Qué emoción estás sintiendo?». Suelen responder: «Me duele mucho la cabeza» o, como mucho, «me siento muy mal» o «muy bien», pero nada más.

Si las emociones son la fuerza interior, la energía nos empuja a tomar decisiones, a hacer cosas, a ser conscientes de la emoción que acompaña a cada decisión; nos podemos dar cuenta de qué emociones nos mueven a tomar cada decisión. No es igual tomar una decisión empujados por el miedo, la rabia o el asco que por la curiosidad o la seguridad.

Las páginas de este bloque te pueden ayudar a potenciar y desarrollar tu conciencia emocional.

1. Relato: Un paseo de Buda con su discípulo

Cuenta una fábula que una tarde otoñal Buda sale de su casa junto a su discípulo, ambos dispuestos a atravesar unos cuantos valles y montañas, por caminos polvorientos y pedregosos. La fatiga y el cansancio van cogiendo forma en el rostro plagado de arrugas del ya viejo Buda. Extenuado, agotado de tanto caminar y caminar, Buda se sienta a la vera del camino y dice a su discípulo:

«No puedo más, estoy sediento y hambriento, ya soy muy mayor. Retrocede en el camino y encuentra de nuevo el río que antes hemos tenido que atravesar, ¿te acuerdas? Cuando llegues a él, llena este cuenco que ahora te doy de agua cristalina y tráemela lo antes posible».

El discípulo, a la velocidad del rayo, responde: «Sí, maestro, cuenta con ello», emprendiendo así el camino de retorno. Después de volver a atravesar algunos valles y montañas, vislumbra el cauce del río, acelera el paso y se aproxima a él. Cuando está en la misma orilla y se dispone a coger agua cristalina para su maestro, unos campesinos que guían carros de caballos atraviesan el río y el lodo que dormitaba en el fondo de las aguas enturbia toda la corriente.

Cuando se dispone a llenar el cuenco con el agua cristalina de aquel río de abundantes aguas, se da cuenta, de que el agua está muy turbia. El discípulo se pone triste, lloroso, y piensa que no puede satisfacer a su maestro. Sin esperar más, reemprende el camino para encontrarse con Buda.

Cuando llega donde está sentado y maltrecho Buda, descorazonado, se acerca a él y le dice: «Maestro, lo siento muchísimo, el cuenco viene vacío, el agua no era cristalina como tú la querías y por eso estoy triste y abatido. Lo siento mucho». Buda sacando fuerzas de donde estaban agotadas, levanta la mirada y dice a su discípulo: «¿Y vuelves con el cuenco vacío, sin agua cristalina? ¿Por qué no te has sentado a la orilla del río y has esperado a que los lodos volviesen a dormitar en el fondo del río, ya que con el paso de las carretas sus lodos enturbiaron toda la corriente?». Con voz firme y tajante da una nueva orden a su discípulo: «Retrocede y vuelve a andar el camino y cuando llegues al río, si las aguas están de nuevo turbias, espera, siéntate en la orilla y da tiempo para que las aguas recuperen su tez cristalina. Entonces y solo entonces podrás llenar el cuenco y traerme el agua cristalina que tanto necesito. Entonces y no antes, llena el cuenco y me lo traes».

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¿Sueles ser consciente de cuándo el río que pasa y atraviesa tu mente, lleva aguas turbias y revueltas, repletas de pensamientos negativos, emociones tóxicas, creencias irracionales, hábitos negativos?

¿Eres consciente de que todo eso que enturbia tu río interior es temporal y pasajero? Hasta que los lodos vuelven a dormitar en el fondo y dentro de la corriente de tu río, el agua cristalina repleta de sentimientos y emociones bellas y nobles, de pensamientos positivos, de creencias firmes y sanas, de hábitos de vida saludables, van a correr por la abundante corriente de tu río interior.

¿Has desarrollado (o tal vez sea bueno que desarrolles) el hábito, cuando notes que las aguas de tu río interior estén revueltas, de sentarte a la orilla y esperar a que los lodos vuelvan a dormitar en el fondo? Es entonces cuando puedes tomar buenas decisiones, expresar y compartir lo que sientes y piensas, resolver problemas o enfrentarte, desde la calma, a situaciones difíciles y complejas.

Solo tienes que sentarte en la orilla, cortar la respiración el tiempo que puedas hasta que recuperes la calma, y cuando tu mente y tu cuerpo estén de nuevo en armonía, llenar tu cuenco de agua cristalina. Si tienes sed, bébela; y si otros son los que la tienen, ofrécesela para que la beban.

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2. Vivir en la escasez: La historia del ranchero de Texas

Según un mito que pasan de generación en generación por los hogares de Texas, vivió un ranchero muy pobre, apenas sin medios para poder subsistir en su rancho que, aunque era muy extenso, servía para poco, debido a la falta de agua y de recursos. Así había llegado a sus 80 años de edad. Un día aparecieron unos señores que, para su sorpresa, le ofrecieron una suma muy importante de dinero por su propiedad. Habían descubierto que en esos terrenos yacía la bolsa de petróleo más grande de EEUU. A la vez le regalaron un carro americano y dos caballos que él les pidió como intercambio. El ranchero, cuentan los habitantes de un cercano poblado, todas las mañanas amarraba su gran carro a sus dos caballos, para que tirasen de él y aparecía por la calles, para impresionar con su fortuna a sus vecinos. Él no sabía conducir y, a su edad, nunca aprendió.

¿Existía el petróleo desde siempre en la finca?

¿Este ranchero siempre había sido rico, pero desconocía la riqueza que poseía?

¿Eres consciente del petróleo que tal vez yazca dormido dentro de ti o aún llevas una vida llena de limitaciones y escasez?

¿Puedes hacer algo para explorar y sacar a la superficie el potencial que duerme dentro de ti y que aún no has explorado?

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3. Recuerdos de la infancia: Una tarde de circo

Recuerdo que, cuando era muy niño, mi padre, ese gran maestro que fue para mí, me llevó a ver el circo. Me impresionaron muchas cosas, pero sobre todo cómo unos elefantes, animales tan grandes y poderosos, obedecían ciegamente a lo que su domador les decía. Le pregunté por qué se comportaban así y mi padre, que nunca me engañaba, me dio la siguiente explicación:

«Mira, hijo mío, cuando esos elefantes eran todavía muy pequeños, recién nacidos, les pusieron una cadena en una de sus patas, y siempre la llevaron puesta, toda la vida. Al principio estaba atada a una estaca, de tal forma que no podían hacer lo que querían. Después la cadena que cada uno lleva deja de estar sujeta a ninguna parte, pero el elefante continúa pensando que está amarrado como cuando era pequeño y cree que no le queda más remedio, es decir, cree que no puede hacer otra cosa distinta de lo que su domador le dice que tiene que hacer».

Mi padre añadió a esta explicación otra que caló muy dentro de mí: «Como sabes, yo siempre te digo la verdad de las cosas. Pero imagínate que todos los días cuando te levantas y desayunamos juntos», cosa que nos encantaba tanto a mi padre como a mí, «te digo que eres poco inteligente, una mala persona y que la vida es muy dura y difícil. Si esto ocurriera y yo ahora te preguntase sobre cómo eres tú, ¿qué me dirías? ¿Que eres un niño inteligente, que eres una buena persona y que la vida es estupenda?». Mi padre no necesitó mi respuesta, se dio perfecta cuenta de que su mensaje había calado. Lo que tal vez nunca supo fue la poderosa fuerza que aquellas palabras han tenido en situaciones complejas de mi vida, para fortalecer mi autoestima personal, para continuar pensando que, a pesar de observar muchos días un panorama social corrupto, negativo y absurdo, la vida continúa mereciendo la pena y yo cuento con suficientes recursos para poder afrontar con éxito cualquier situación, por compleja que sea.

¿Alguna vez te ha pasado, suponer que las cosas van a ir a mucho peor, lo ves todo negro, se cierra el futuro y te sientes en un pozo sin salida? ¿Sabes que el mayor grado de sufrimiento que alcanzan muchas personas es por pensar en cosas que creen que les pueden llegar a pasar y nunca les llegan a suceder?

¿Cuántas cosas en tu vida has dejado de hacer porque pensabas que no eras capaz y ni siquiera lo intentaste? Y mientras tú o yo estamos pensando eso, una persona con grandes incapacidades está tocando con los dedos de sus pies, porque no tiene manos, una bella y armoniosa sinfonía.

¿De alguna manera te pasó a ti algo parecido al elefante del circo, te fueron informando de a quién te parecías, cómo tenías que ser, qué no tenías que hacer? ¿Te lo has llegado a creer y ahora llevas una vida que no te gusta y te dedicas cada día de tu vida a invertir tu tiempo en cosas de muy poco valor y a la vez piensas que las cosas que tú deseas, o lo que quieres ser o hacer, no están a tu alcance?

Si esto te pasa, te animo a que rompas esas barreras interiores que te amarran a la estaca que llevas arrastrando toda la vida. Recupera la libertad y deja de hacer caso a los domadores que a lo largo de tu vida te obligaron a obedecer ciegamente sus órdenes. No permitas que nadie te limite o te diga qué y cómo tienes que vivir. Reinventa tu vida cada día. Empieza a hacer las cosas que nunca te has atrevido a hacer. No continúes haciendo caso del refrán: «Vale más lo malo conocido, que lo bueno por conocer». Sal del mundo conocido, arriésgate a lo desconocido, porque en ese mundo de lo que desconoces y a lo que nunca te has arriesgado, es donde están tus sueños, tus ilusiones, tus mejores deseos, tu felicidad verdadera. En el mundo que conocemos podemos llegar a sentirnos acomodados, pero muy poco cómodos. La comodidad está mucho más allá, arriésgate a encontrarla.

Una de las fuentes más importantes de donde se alimentan nuestras limitaciones interiores son nuestras propias «creencias limitadoras». Te animo a que cojas un papel y escribas cada una de las creencias que, precisamente por creer en ellas ciegamente, no te han permitido lanzarte a ser una persona distinta a la que crees que eres.

Ahora te animo a que en otro papel vuelvas a escribir las creencias limitadoras que acabas de identificar, pero por cada una tienes a continuación que escribir una «creencia de permiso», es decir, una creencia que no te limite sino al contrario, que te ayude a romper la creencia limitadora. Por ejemplo, si como creencia limitadora has puesto «creo que soy una persona muy tímida como mi padre», canjéala por una creencia de permiso: «Estoy dispuesto a afrontar mis miedos al ridículo y a arriesgarme a ser y comportarme como una persona abierta y segura de mí misma».

Romper las barreras interiores te va a requerir valentía y mucha práctica. Imagínate que eres un caballo que tiene que aprender a superar los distintos obstáculos que le han puesto en la pista.

Date tiempo, persiste una y otra vez, no te des nunca por vencido y convierte cada obstáculo en un reto, en un pequeño triunfo, en un aprendizaje.

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4. Los diálogos internos: Con ellos alimentamos nuestra mente

Podríamos decir que el cerebro y la mente humana son la gran fábrica productora de pensamientos y emociones que tiene cada persona. Dicha fábrica trabaja a tres turnos, nunca está parada.

La calidad de vida de cada uno de nosotros dependerá de la calidad de los productos que genera de manera continua. Los pensamientos y emociones que producimos nos sirven para comunicarnos con los demás seres humanos por medio del lenguaje. Pero a la vez es importante que seamos muy conscientes de que tanto los pensamientos como las emociones las utilizamos también para comunicarnos con nosotros mismos.

Todos mantenemos diálogos internos, conversaciones silenciosas. En ellas invertimos mucho tiempo y mucha energía.

En una ocasión una mujer que estaba sufriendo una fuerte y larga depresión me decía: «Quiero que usted me ayude a no tener los pensamientos y las emociones que continuamente estoy sintiendo. Son muy negativos, me atormentan y me hacen sufrir, estoy metida en un hoyo sin salida. Me siento indefensa ante ellos, tienen más fuerza que yo. Están presentes en todas partes, no sé qué puedo hacer para liberarme de ellos».

Los diálogos internos, cuando son negativos, se convierten en una fuente de alimentación tóxica insoportable. Agrandan los problemas, hacen que estemos dando vueltas y vueltas a lo mismo día y noche. Lo vemos cada vez más negro.

Cuando son nocivos, nos alejan de la realidad, la tergiversan, amplían la parte negativa. Son la mayor fuente de preocupaciones.

¡Cuántas personas se pasan la vida pensando en cosas terribles que les pueden llegar a ocurrir, bien a ellos o a sus seres queridos y nunca llegan a ocurrir! Son muchas las personas que sufren por problemas no reales sino imaginarios y que alimentan y agrandan con sus diálogos internos.

Estos diálogos negativos generan una fuente de retroalimentación: Los pensamientos negativos crean emociones negativas y estas vuelven a generar otros pensamientos negativos. Con ello entramos en una espiral de continua preocupación.

Suelen ser inconscientes, ajenos a nuestra voluntad, como si saliesen de nuestro subconsciente y nada pudiéramos hacer para evitarlos.

Es importante hacerles frente, liberarnos de ellos. Y en el mismo momento que tomemos conciencia de que los estamos generando, con coraje y firmeza, rechazarlos. Di mentalmente: «¡Fuera!» Y a continuación intercámbialos por otros positivos.

Reconvierte tu lenguaje interior y ve poco a poco incorporando un nuevo hábito de diálogos positivos.

Anímate a ti mismo. Reconócete las cosas positivas, piensa en la parte optimista de la vida, es decir, siempre que te sorprendas dialogando contigo mismo negativamente, cambia el rumbo de ese mismo diálogo a un tono amable y positivo.

Los seres humanos tenemos que aprender a ser nuestro mejor amigo, nuestro mejor consejero, nuestro mejor vecino. Y ya que estamos siempre dialogando con nosotros mismos, procurar que dichos diálogos se conviertan en una fuente de automotivación y de ayuda y dejen de ser algo destructivo.

¿Cuánto tiempo sueles pasar dialogando contigo mismo?

Tus diálogos internos, cuando son negativos, ¿qué tipo de emociones tóxicas suelen generarte con más frecuencia?

¿Qué puedes hacer, a partir de ahora, cuando te sorprendas dialogando negativamente contigo mismo?

Reconducirlo y que produzca un diálogo positivo y enriquecedor para ti.

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5. Tus creencias irracionales: Las barreras mentales que nos imponemos

Una creencia es aquello que ciegamente damos por hecho que existe o que es verdad, que es real y que necesariamente tenemos que tener en cuenta y hacerle caso. Por ejemplo, que las cosas hay que hacerlas siempre de manera perfecta. Que cometer errores es malo e inútil. O que tenemos que complacer a todas las personas o siempre decir e ir con la verdad por delante.

Las creencias nos aportan seguridad y nos dan confianza ante la constante incertidumbre y riesgos que nos depara la vida. Son necesarias, es donde los seres humanos nos apoyamos para hacer frente a las adversidades que nos pueden y nos van a ocurrir. Las creencias pueden ser racionales o irracionales.

Las racionales se fundamentan en hechos y principios lógicos, donde nuestra mente se fundamenta. Son como los cimientos que aportan seguridad a lo que pensamos y sentimos. Que existimos, que somos materia que tiene la capacidad de reflexionar sobre la propia materia, que somos seres sociales que necesitamos a los demás para sobrevivir y muchísimas cosas más. Que los errores pueden ser una fuente inagotable de conocimiento y de experiencia. Que no tenemos por qué complacer a todas las personas. Que no siempre conviene decir la verdad.

Estas creencias fundamentan nuestra vida en la verdad, en la lógica. Nos ayudan a comprender que todo es relativo y que cada persona crea su propia realidad, su propio mundo. Que cada ser humano es un ser único e irrepetible, limitado y finito.

Las irracionales son falsas creencias que hemos ido incorporando a nuestra vida de manera inconsciente, muchas por tradición o por una interpretación falsa o errónea de cosas que nos han contado u ocurrido. Sus fundamentos suelen tener alguna pequeña parte de razón, pero una gran parte de mentira. Por esta razón, este tipo de creencia no nos aporta seguridad, sino que crea emociones de miedo, de incertidumbre, de angustia, ya que, por ser falsas, se alejan de la realidad y nunca se pueden cumplir o llevar a cabo. Generan en las personas altos niveles de frustración. Pero de la misma forma, la falsa creencia nos ofrece la clave para que no nos afecte todo lo negativo que nos aporta.

Voy a contarte, amigo lector, una leyenda que durante muchas generaciones ha rondado por los hogares de un pequeño y bellísimo pueblo de la alta montaña leonesa llamado Canseco, lugar donde uno de los autores de esta obra nació y permaneció durante su primera infancia. Su abuela Rosa, en las largas nevadas y frías noches de invierno, al calor de la cocina de leña, le contaba esta leyenda, además de muchas otras.

A la entrada del pueblo hay un desfiladero de rocas calizas por el que pasa solo el río y un estrecho camino de caballos.

Los mayores de esta población contaban que a mitad de este desfiladero, a la mano derecha del río, había una fuente llamada la fuente de las Ánimas Benditas. En frente de ella, un precioso puente romano y al otro lado, a mano izquierda la cueva de las Brujas Chanas.

Cuentan que antes, cuando todavía no había carretera sino un camino más bien estrecho, cuando los habitantes salían del pueblo o los arrieros asturianos pasaban por el desfiladero para ir a tierras de Castilla a intercambiar madreñas (zuecos asturianos para aislarse del frío y de la humedad del clima) y castañas por harina y posiblemente vino y legumbres, con bastante frecuencia eran asaltados por bandoleros que les quitaban todo lo que portaban en sus burros, machos o caballos.

Como es natural, cualquier viajero tenía que pasar mucho miedo cuando atravesaba este precioso desfiladero.

Entonces apareció la falsa creencia, que en aquel tiempo donde no había ningún tipo de seguridad aportaba confianza a los viandantes. La leyenda cuenta que en aquella cueva vivían tres brujas, llamadas las Chanas y que se alimentaban comiendo la carne de los viandantes que mataban al pasar por el desfiladero. Pero a estas tres brujas lo que más les gustaba era la rica miel que cosechan los habitantes de Canseco. En uno de sus aquelarres las tres brujas que habitaban la cueva decidieron lo siguiente: En lugar de continuar matando y comiendo personas, decidieron chantajear a los posibles viajeros y para ello empezaron a correr la voz, de casa en casa, de que el pasajero que dejase al lado de la fuente de las Ánimas Benditas un buen cuenco de miel, no lo matarían, ni se lo comerían, ni quitarían ninguna de las pertenencias que llevasen. Las brujas pusieron de disculpa que la miel era para liberar las ánimas de personas muertas, del tiempo que tenían que pasar en el purgatorio.

Mi abuela me contaba que algunas noches de luna llena se oía decir a una de las brujas, juntamente con el ruido que el agua de un riachuelo vierte del fondo de la cueva: «Machaca ajos, Marusiña [nombre de una de las brujas] que esta noche tenemos carne fresca [iban a matar a algún viajero]”.

¿Qué tipo de creencias irracionales están profundamente arraigadas en tu vida, que hacen que vivas sintiéndote víctima de tus miedos? ¿Podrías hacer algo por canjearlas por otras creencias más racionales?

Todos tenemos brujas que las noches de luna llena nos hablan al oído y nos dicen cosas malas que nos van o nos pueden ocurrir, pero también contamos con la fuente de las Ánimas, de las cosas que tenemos que hacer para liberarnos de que algo malo nos pase. ¿Cuáles suelen ser tus Chanas y tu fuente de las Ánimas Benditas?

¿Tu vida se basa en creencias racionales que te aportan conciencia y seguridad, o en creencias irracionales que hacen que vivas de manera continua en un estado de alerta emocional y con las emociones de supervivencia alteradas?

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6. Relato: La historia de la tigresa que creía que era una oveja (Relato hindú)

En un lugar de la India una tigresa estaba atacando un rebaño de ovejas cuando se puso de parto y dio a luz un hermoso cachorrito. Poco después murió.

El cachorrito fue adoptado por el rebaño y creció feliz, creyendo que era una oveja más del mismo. Así comía hierba, balaba y retozaba tiernamente en los campos. Vivía apaciblemente con su familia adoptiva desconociendo su verdadera naturaleza, hasta que un día el rebaño fue atacado de nuevo por un tigre que se sorprendió de encontrarlo allí y le preguntó:

—¿Cómo es posible que actúes como un oveja? ¡Tú eres un tigre!

El tigre-oveja simplemente baló asustado por encontrarse con un animal tan fiero.

Así que el tigre decidió llevarlo a un lago cercano para que su reflejo le convenciera de que no era una oveja, sino un tigre.

El tigre-oveja vio su reflejo en el agua, tan parecido al del tigre… pero nada cambió. Seguía convencido de que era una oveja, y muy asustado por estar alejado de su antiguo rebaño y en presencia de un animal tan libre, independiente e instintivo.

El tigre se fue a cazar y al llegar la noche volvió a darle un trozo de carne de su presa a su nuevo compañero, pero este no quiso comer, horrorizado por el ofrecimiento.

Entonces el tigre lanzó un increíble rugido que se oyó en todo el valle y ordenó al tigre-oveja que comiera.

Este, asustado, baló levemente y le dio un bocado a la carne. Entonces su cuerpo reaccionó y sintió su naturaleza real.

Y así fue cómo descubrió su instinto perdido por la educación e identificación dentro del rebaño que le había acogido al nacer.

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¿Te sientes tigre o más bien también te han hecho creer que eres una oveja y te comportas como tal?

¿Qué cualidad del tigre, qué potencial interior, tienes dormido dentro de ti y todavía no has desarrollado?

¿Cuánto se diferencia «tu Yo real» (tigre-oveja) aprendido en función de las circunstancias que te han tocado vivir, de tu «Yo ideal» (el auténtico tigre que duerme dentro de ti)?

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7. Aprende a utilizar tu rejilla emocional: Abre tu consciencia al universo emocional

Vamos a utilizar una pequeña rejilla, como la que aparece en la gráfica adjunta, que nos puede ayudar a darnos cuenta de lo que nuestro cuerpo está sintiendo y por tanto, ayudarnos a desarrollar nuestra conciencia emocional.

Dicha rejilla consta de dos variables. Una variable vertical que llamamos «Energía». Y otra variable horizontal que llamamos «Emoción».

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La variable energía se refiere a que las emociones que sentimos y que equivalen a aquello que nos mueve desde nuestro interior nos invitan a dar pasos hacia la acción. Dicha fuerza o energía puede ser más o menos intensa, en una escala del 1 al 10, cada emoción se posiciona, según el grado con el que sintamos, en un punto de esta.

Esta variable nos facilita el poder ser conscientes de la intensidad con la que estamos sintiendo cualquier tipo de emoción, sea la que sea. Ello es importante, porque si la intensidad es muy alta, es posible que la emoción tenga más fuerza que la capacidad o recursos que poseemos para gestionarla, nos pueda sobrepasar y causar graves daños, bien a mí o a los demás. Por ejemplo, un ataque de rabia, el resentimiento que voy almacenando hacia cualquier persona, el grado de miedo que me puede paralizar o el grado de tristeza que me puede conducir a una fuerte depresión. Por tanto, cuando sientas cualquier tipo de emoción dale una puntuación, dentro de la escala, en función del grado de intensidad con la que la estés sintiendo. De acuerdo con ello, colocaremos la emoción en el cuadrante de abajo o de arriba de la rejilla.

A la variable horizontal le llamamos emoción. Es decir, ahora tenemos que tratar de ponerle un nombre al conjunto de cambios corporales que estamos sintiendo. Y para ello, lo primero que tenemos que observar es si la emoción que sentimos es agradable o desagradable, de esta forma la situaremos en uno de los cuadrantes de la izquierda o de la derecha. Como se puede observar la rejilla emocional se compone de cuatro:

Cuadrante superior derecho: En el cual situamos cualquiera de las emociones que sentimos que tengan una energía alta, entre las puntuaciones 5 y 10 y a la vez sea una emoción que genera sensaciones agradables.

Cuadrante inferior derecho: En él posicionamos las emociones de bajo grado de intensidad del 1 al 5; la emoción genera sensaciones agradables.

Cuadrante superior izquierdo: En él situamos las emociones de alta intensidad, entre el 5 y el 10; la sensación que produce es desagradable.

Cuadrante inferior izquierdo: Situamos emociones de intensidad baja, entre el 1 y el 5; la emoción genera sensaciones desagradables.

A modo de ejemplo, hemos nombrado varias emociones que podemos sentir en cada uno de estos cuadrantes y que nos ayudan a identificar lo que nosotros estamos sintiendo.

Si utilizamos esta rejilla, nos puede ayudar a darnos cuenta rápidamente de qué emoción sentimos en cada situación que nos toque vivir cada día. Es muy importante saber que no es ni bueno ni malo estar en alguno de esos cuadrantes y que lo importante es saber lo que podemos hacer cuando nos hemos identificado en uno de ellos y qué hacemos con eso que sentimos y qué beneficio o daño nos aporta en la vida.

Ninguna emoción que sintamos es negativa en sí. Cualquier emoción nos puede dañar en función del uso que hagamos de ella. Por ello es tan importante aprender a gestionarlas bien.

Una emoción agradable, nos informa del grado de bienestar que nuestro organismo siente y nos invita a mantenerlo o poder provocarlo cuando lo consideremos oportuno.

Una desagradable nos informa del grado de malestar al que nuestro organismo se enfrenta; dicha información nos va a ser muy útil para hacer cosas que nos permitan, lo antes posible, retomar el equilibrio y el bienestar perdido. Aunque muchas veces, si no sabemos gestionarlas bien, en lugar de hacer cosas que nos facilitan retomar el equilibrio, nos alejan más de él. Es cuando la emoción se convierte en tóxica. Dichas emociones las guardamos en la memoria emocional, fuera del control de nuestra voluntad, y reiterativamente aparecen y desaparecen de nuestras vidas, alejándonos cada vez más de la felicidad y del bienestar.

Por tanto, tenemos que aprender a no rechazar las emociones que sintamos, sean agradables o desagradables. Lo que tenemos que aprender es que, sea la emoción que sea, debemos lograr que nos aporte bienestar y beneficio tanto para nosotros como para las personas de nuestro entorno.

El odio, el rencor o el resentimiento, mal gestionados, se convierten en venganza y en una fuente inagotable de sufrimiento. Pero a su vez, bien gestionados, se pueden convertir en acciones sociales grandiosas y altruistas, como ayudar a muchas personas a que no les ocurra lo mismo que a mí.

Las emociones tienen dos caras: La positiva, que es cuando las gestionamos inteligentemente. Ello hace que las emociones sean mis mejores amigas, mis aliadas y me permiten ser cada día más feliz y sentirme dichoso.

La negativa es cuando las gestionamos mal. Y convertimos la emoción en nuestra peor enemiga, en una auténtica tirana que lo único que nos genera es dolor y sufrimiento. Dejamos de visitar el país de la alegría y de la calma y penetramos en los sombríos y fríos pasajes de la depresión. Nos complica la vida y vemos todos los días, cuando nos levantamos, el cielo gris, el sol se esconde y no vuelve a salir.

¿Qué provecho puedo sacar al uso de esta rejilla, de cada uno de sus cuatro cuadrantes?

Cuadrante energía alta, emoción agradable: Me dice que estoy haciendo cosas que me hacen sentir bien. Ello es importante. Saber qué cosas me permiten disfrutar, en qué invierto mi tiempo, estar a gusto. Yo puedo provocar esas situaciones para que esto me ocurra con la mayor frecuencia posible, tanto en mi trabajo como en mi vida personal.

Cuadrante de emoción agradable, energía baja: Me informa de qué cosas, aunque no sean importantes, me relajan, me ayudan a descansar y a recuperar fuerzas. Conviene que las practique a nivel de hobbies, de tiempos de descanso y de relaciones interpersonales.

Cuadrante de energía alta, emociones desagradables: Me informa de las cosas que me generan estrés, ansiedad, malestar y con las que tengo que tener cuidado. Invertir en ello el menor tiempo posible y si no queda más remedio, ser consciente de ello para que me haga el menor daño.

Cuadrante de energía baja, emoción desagradable: En lo posible debemos permanecer poco tiempo, pero cuando tengas que estar en él, ser consciente de ello.

¿Podrás durante una semana llevar en tu bolsillo esta rejilla y utilizarla al levantarte de la cama y enfrentarte al nuevo día, en el momento de empezar a trabajar, al salir de trabajo y dirigirte a tu casa y a la hora de ir a dormir?

¿Podrías, en función de lo que hayas observado la anterior semana, empezar a realizar cambios en tu vida, que te permitan estar cada día más satisfecho de cómo estás gestionando tus emociones?

¿Podrías, sin necesidad de llevar la rejilla en tu bolsillo, interiorizarla, de tal forma que mentalmente empezases a utilizarla inconscientemente, como un nuevo hábito en tu vida diaria?

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8. Potencia tu control interno: Toma las riendas de tu vida

La vida humana es un corto viaje que un día empieza, si tenemos suerte, con un hola y termina otro buen día, también si hemos tenido suerte, con un adiós.

Entre ese primer saludo y el último adiós han ocurrido muchas, muchas cosas. Como en el teatro, en la vida humana, existen distintas clases de obras: algunas convierten tu vida en una comedia romántica, en un drama o una tragedia, con resultado no siempre feliz, como ocurría en casi todos los cuentos que nos contaban cuando éramos niños. Si comparásemos la vida con un coche, existen dueños de ese vehículo que son ellos los que lo conducen, van al volante, saben y son conscientes de dónde están en cada instante, en cada momento y también a dónde se dirigen y a dónde desean llegar. Asumen la responsabilidad del viaje de su vida. Cuando surgen contrariedades y hay que cambiar una rueda o meter el coche en un taller lo hacen y vuelven a retomarlo. Son ellos mismos y se sienten los principales protagonistas de su corto viaje terráqueo. Lo viven con intensidad, con pasión, lo disfrutan y lo saborean. Ante cualquier adversidad no se achican, la afrontan con valentía y la convierten en un reto de tal manera que cuando lo superan, esto les hace sentirse fortalecidos. Son conductores optimistas, afectivos, amables, agradecidos y satisfechos.

Da gusto acompañarlos y montar en su coche, ir en el asiento de al lado disfrutando de su compañía y del paisaje. Estaríamos dispuestos a pasar a su lado una buena parte del viaje. Se sienten dueños y señores de sus vidas. Son conscientes de que existe la buena o mala suerte, la ley de la gravedad, que hay tormentas en la vida que vienen sin pedirlas. Pero en todo momento saben cómo reaccionar, cómo dar la mejor respuesta a cada situación real o posible. No tienen tiempo para lamentarse, estar quejándose continuamente, criticando todo y a todos. Destierran de su corazón los rencores, los odios, las envidias y resentimientos, la ofensa y la agresión.

Cultivan en sus corazones emociones elevadas como la gratitud, generosidad, amabilidad, ternura, dulzura, compasión y serenidad. Son personas honestas, coherentes y solidarias. Las encuentras en todos los países desarrollados o no desarrollados, en cualquier carretera o camino vecinal, en entornos altamente culturales y en barrios pobres y repletos de analfabetismo, en el norte y en el sur. Se sienten ciudadanos no solo terráqueos, sino también cósmicos. Consideran que la vida es un regalo y lo saben apreciar.

Pero por otro lado, también nos encontramos con personas que no han aprendido a conducir el coche de su vida o consideran que es mejor ir en el asiento de al lado y dejar que otros sean los conductores. Son personas que se pasan la vida quejándose y criticando todo; están convencidos de que todo o todos menos ellos tienen que cambiar para que el viaje de su vida sea placentero y grato. Los demás, incluyendo las circunstancias, son la causa de todo lo que a ellos les pasa; son los demás los que tienen que llevarles en sus coches y cuando no van en la dirección o a la velocidad que ellos desean, se dedican a criticar, agredir, protestar, exigir derechos adquiridos, culpar y hasta castigar con dureza.

Su corazón está lleno de emociones negativas y tóxicas, de experiencias dolorosas que, aunque hayan pasado muchos años, continúan viviéndolas con tanta intensidad en el presente como cuando se produjeron. No aprenden del pasado y sus recuerdos son una fuente de sufrimiento, de amargura. El futuro lo viven como una amenaza y una fuente de miedos y preocupaciones. Se sienten tristes e inseguros. Vivir junto a ellos es complejo, difícil. Piensan que la vida es cruel y dura y que ellos son presas de la mala suerte.

No tienen ningún control de sus vidas. Su vida es como un pequeño barco que navega por alta mar a capricho de los vientos, de las fuertes olas y de las tormentas. Piensan que el destino es el único responsable.

¿Cómo te ves en tu vida actual, en el volante de tu coche, dirigiendo tu vida a donde deseas ir? o por el contrario ¿te ves como ese velero perdido por no se sabe qué mares a merced de los vientos y tempestades?

Si continuas en tu viaje por la vida haciendo lo mismo que has hecho hasta ahora, ¿qué te espera en el tiempo que te queda por vivir hasta que llegue el último adiós?

¿Tienes que cambiar de rumbo, ir por otras carreteras? o ¿tal vez, meter tu coche en el taller para repararlo?

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