Antígona, figura de la que se ha dicho que encarna los conflictos más básicos y fundamentales de la existencia, continúa siendo una presencia «al acecho», susurrándonos que forma parte «del alfabeto de nuestra experiencia» (Steiner, 2000, págs. 110-111), en el que dar expresión al pensamiento y la vida.
Las innumerables interpretaciones y versiones, imágenes y voces del personaje trágico, de cuyo drama la actualidad ofrece nuevas acepciones, son una invitación a dirigir la mirada a esas obras que han tejido relaciones tan profundas con el texto de Sófocles, que van más allá de la fascinación, latente o explícita, para encontrar en él una fuente inagotable de referencias y un germen de creación.
En su reconocido ensayo, Antígonas. Una poética y una filosofía de la lectura, George Steiner se considera heredero de un problema pensado por Hegel: el tránsito de la poética de la tragedia a la filosofía de lo trágico, la difícil coexistencia y vinculación entre la experiencia de lo insoluble y la especulación, dimensiones de una tensión que habita, sin embargo, el centro de los escritos de algunos de nuestros contemporáneos (2000, pág. 118).
Si, como nos sugería Franco Rella, «la filosofía debe volver al lugar de donde partió» y «buscar sus palabras, sus formas y sus figuras en el contexto de otros lenguajes» para no correr el riesgo de perder su sentido (2004, págs. 130-131), Antígona, testigo cómplice de acontecimientos en los que cristaliza el pathos del mundo, adquiere una densidad solo en parte explorada.
Las páginas que componen este volumen han centrado su atención en quienes con su escritura han sostenido esta imagen simbólica y espectral, origen de una «estirpe», en expresión zambraniana, de cuya herencia siguen viviendo nuestras historias. Los textos que aquí presentamos no son sin embargo un elenco de las lecturas modernas y posmodernas que Antígona ha suscitado, sino, más bien, una tentativa de dar a conocer interpretaciones de Antígona, tal como específicamente indica la expresión inglesa: lecturas que tratan de arrancar el sentido a esta tragedia y, al mismo tiempo, ejecuciones de la obra que, a distintos niveles y escalas, dan por resultado una obra inédita, como es el caso de Kierkegaard, Zambrano o Espriu. To play Antígona es jugar Antígona, jouer, ponerla en juego, en funcionamiento, tanto en el discurso poético como en el especulativo o psicoanalítico. Hacerla entrar de nuevo en el juego es otorgarle una posición, encontrarle un lugar para que con su presencia ausente irradie alguna clave de comprensión. En esta figura se dan cita problemáticas tan decisivas como la del derecho al duelo, allí donde todavía hay muertos por enterrar; problemas como la imposible posibilidad de lo fraterno, allí donde ciertas posiciones políticas querrían actualizar el valor de la fraternidad; cuestiones como la difícil convivencia de la singularidad en lo colectivo; conflictos fundamentales de la existencia como la tarea de hacerse cargo de la herencia y el brete de la decisión. Todas estas temáticas comparecen en las interpretaciones de Antígona que aquí hemos querido recoger, de Hegel a Zizek, bajo el convencimiento de que algunos de los problemas cardinales de nuestra cultura, de nuestra contemporaneidad y nuestra existencia adquirirán sin duda espesor y sentido si dejamos entrar en el juego a esta Antígona que sigue llamando hoy a nuestra puerta.
Steiner, George (2000). Entretiens. París: Éd. du Félin.
Rella, Franco (2004). Dall’esilio. La creazione artistica come testimonianza. Milán: Feltrinelli.