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Los medicamentos homeopáticos están dinamizados en dosis infinitesimales, de manera que el sistema endocrino (que es el que regula los sistemas hormonales) es incapaz de detectarlos. Por eso la expansión del medicamento es muy rápida al no encontrar ningún impedimento hormonal a su paso. El único sistema capaz de reconocerlo es el sistema inmunológico, el cual reconoce la base impresa del medicamento relacionándolo con la enfermedad. Cuando esto ocurre, el sistema inmunológico obtiene del medicamento la información sintomática. Esta información es la que utiliza para encontrar los síntomas similares en el organismo. Lo más importante es que los medicamentos homeopáticos no se administren utilizando un solo síntoma, sino todos los que presenta el enfermo; cuantos más síntomas coincidan entre la materia médica del medicamento y la enfermedad, más facilidad tendrá nuestro sistema inmunológico para localizarlos y activar los sistemas necesarios para combatirlos de manera que se produzca una curación.

Es de suma importancia que los medicamentos homeopáticos tengan la mayor similitud con la enfermedad que queremos tratar, pues si no es así nuestro sistema inmunológico no los relacionará con ella y no actuará. Básicamente los medicamentos homeopáticos actúan restableciendo el equilibrio fisiológico normal para poder recobrar el estado de salud. Mediante esta acción, regulamos el sistema inmunológico y mejoramos el funcionamiento de los sistemas y órganos, fortaleciendo su estado.

El síntoma es la manera que tiene nuestro cuerpo de explicarnos qué es lo que le pasa. Debemos aprender a escucharlo y entenderlo; así, es mucho más fácil reconocer la enfermedad y regularla. Los síntomas irán cambiando, es la manera que tiene el cuerpo de expresar la evolución de la enfermedad. Por lo tanto, esta evolución sintomática puede necesitar una modificación de la medicación hasta que se restablezca totalmente la salud.

Una sustancia que en un individuo sano produce determinados síntomas puede también curar a otro que esté enfermo con dosis mínimas de esa misma sustancia. Esta afirmación puede producir diferentes reacciones en el campo de la medicina, unas buenas y otras no tanto, pero lo cierto es que la medicina alopática o convencional utiliza este principio para algunos de los tratamientos que administra, como puede ser el caso de las vacunas. Una cepa de un virus que enferma al organismo y puede ser grave, previene esa misma enfermedad si se aplica en dosis muy pequeñas. En consecuencia, estamos administrando al paciente un similar, que es el principio básico de la homeopatía. Las vacunas funcionan al imitar a los agentes que causan las enfermedades y estimulan el sistema inmune para que acumule defensas que actúen contra ellos. El sistema inmunológico protege el cuerpo contra los microorganismos que pueden provocar la enfermedad. Los patógenos están cubiertos por moléculas llamadas antígenos, los cuales pueden activar una respuesta inmunológica específica. La vacunación expone al cuerpo a antígenos que son similares a los que se encuentran en el microorganismo, preparando al sistema inmunológico para que responda con fuerza y rapidez al encontrarse con él.

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Los aspectos más controvertidos de la homeopatía son las altas diluciones cuando superan el número de Avogadro, una unidad básica de medición en química, cuyo valor se calcula con 6,0221367 × 1023, que es el número de moléculas que contienen 2,016 gramos de hidrógeno. Muchos de los medicamentos homeopáticos superan el número de Avogadro,1 por lo que la probabilidad de encontrar una molécula de la sustancia inicial es imperceptible; es decir, el hecho de que los medicamentos homeopáticos estén diluidos infinitesimalmente significa para la química clásica que no contienen principio activo, por lo que la química no puede explicar cómo o por qué actúa. Cuando lo analizamos desde el punto de vista de las leyes de la física y la física cuántica, es cuando podemos empezar a comprender su modo de acción.

Una forma de explicar cómo actúa la homeopatía es mediante la ley de Arndt-Schulz o regla de la biología del estímulo que dice que los estímulos de poca o mínima intensidad avivan las actividades biológicas; las de mediana intensidad las aceleran; las de fuerte intensidad las inhiben y las de fortísima intensidad las eliminan.

Por su parte, el doctor Gerard Van Swieten constató en un estudio con jugo de amapola a mediados del siglo XVIII que las dosis mínimas muy diluidas del jugo causaban estados y sensaciones animadas en pacientes; con dosis mayores causaban sueño y apatía; las dosis muy altas y concentradas provocaban derrames cerebrales. Esto demuestra que las dosis mínimas originan en el organismo el efecto contrario de las dosis elevadas. La homeopatía se rige por el mismo principio, utiliza el café en dosis infinitesimales para tratar el insomnio cuando en dosis altas lo provoca. También la ley de acción mínima de Maupertuis nos dice que la cantidad de acción necesaria para efectuar cualquier cambio en la naturaleza es la menor posible, la cantidad decisiva es siempre un mínimo.

Otra ley física con la que podemos entender mejor la homeopatía es mediante la dimensión fractal o geometría fractal, donde los objetos fractales se caracterizan porque cualquiera de sus partes es similar al todo, a esta propiedad se la denomina autosimilaridad. Esto lo entenderemos con más facilidad con el triángulo Sierpinski.

De una base de un triángulo se forman figuras de triángulos que contienen otros triángulos, que a su vez están formados por triángulos, formando una cadena enorme desde una base. La homeopatía funciona sobre esta base, de una cepa se produce una dilución y, de esta, otra dilución. De esta, otra. Así, de cada dilución se conserva el fractal de la anterior.

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Fractal. Triángulo de Sierpinski

Para que algo se considere fractal, tiene que presentar dos condiciones:

1.   Todas las partes del fractal son similares en el conjunto y cada una es similar a la anterior.

2.   Los fractales se conforman por puntos que no tienen continuidad en el espacio y, aunque se pueden ubicar en una, dos o tres dimensiones, no se puede catalogar la totalidad del conjunto como algo unidimensional, bidimensional o tridimensional. Para poder ubicar este nuevo concepto, los matemáticos y los físicos han designado una nueva dimensión: la dimensión fractal.

Se ha creado una nueva dimensión física. Con cada dilución se conserva parte del todo y, aunque, químicamente, una vez superado el número de Avogadro no existe ni una sola partícula, sí que físicamente se conservaría un fractal de lo que ha sido en inicio y que tiene que ser similar al inicial. En eso se basa el equilibrio en la cantidad mínima necesaria para mantener la estabilidad en las células, en el organismo y en la salud.

Otra manera de explicar cómo actúa la homeopatía es mediante el teorema de cuerdas de la física cuántica. Según esta teoría, todas las partículas están formadas por cuerdas vibrantes; cada partícula tiene una vibración determinada. Estas forman células que tienen vibraciones iguales, por lo que una célula hepática (perteneciente al hígado) tendrá la misma frecuencia que otra célula hepática, pero distinta a una célula renal (perteneciente al riñón). Cuando una célula pierde su frecuencia determinada, es cuando enferma afectando posteriormente al órgano que pertenece.

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Podríamos compararlo con una guitarra: cuando todas las cuerdas están debidamente afinadas, mediante su vibración, podemos percibir armonía entre ellas. Cuando alguna de sus cuerdas pierda su afinación de manera leve, si hacemos vibrar esa sola cuerda, no notaremos la diferencia, pero si hacemos vibrar todas las cuerdas, no se percibirá armonía entre ellas. La forma de solucionarlo es afinando esa cuerda que desentona. Cuando esto lo trasladamos al cuerpo humano, lo llamamos síntoma. La homeopatía se encarga, mediante el medicamento similar, de ajustar las cuerdas de las células para que se restablezca su frecuencia vibracional y el organismo recupere el equilibrio de la salud.

Entonces, ¿las sustancias con preparados realizados con diluciones homeopáticas deben considerarse remedios o medicamentos? Los conceptos en sí son parecidos, aunque la legislación actual los quiere diferenciar. La principal diferencia entre un remedio y un medicamento es que el remedio se puede vender en parafarmacias, centros dietéticos y tiendas en general y el medicamento, en cambio, es de venta exclusiva en farmacias. El remedio es la sustancia de origen animal, vegetal o mineral que se administra a los enfermos para producir un cambio contrario al desarrollo de la enfermedad, disminuyendo sus síntomas y aumentando el estado de salud. Por otra parte, el medicamento es un fármaco destinado al uso de personas o animales, dotado de propiedades que permiten prevenir, aliviar o mejorar el estado de salud de las personas enfermas o para modificar estados fisiológicos.

La legislación de sanidad aprobó en la década de 1990 los medicamentos homeopáticos, por lo que estos pasaron automáticamente a ser considerados medicamentos reconocidos. Hay controversia entre los profesionales de la salud: la mayoría coincide en que hay estudios que demuestran que los tratamientos homeopáticos tienen efectos positivos sobre el estado de salud de los pacientes, pero también hay quienes no están dispuestos a reconocer los beneficios de la homeopatía. Lo cierto es que cada vez hay más personas que son curadas mediante la homeopatía y cada vez hay más médicos que se diploman en Homeopatía, esto solo puede significar que, bien utilizada, da unos resultados excelentes, siguiendo una de las principales normas hipocráticas: una curación debe ser rápida, eficaz y no debe dañar.

 

1. Número de Avogrado: Es el número de entidades elementales (átomos, iones, moléculas) que existen en un mol de cualquier sustancia, teniendo en cuenta que un mol equivale al número de átomos que hay en 12 gramos de carbono-12 puro.