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¿Por qué hay «tiempos difíciles»?

«Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar; tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de endechar, y tiempo de bailar; tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar; tiempo de buscar, y tiempo de perder; tiempo de guardar, y tiempo de desechar; tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar; tiempo de amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra, y tiempo de paz

 

ECLESIASTÉS 3:1-8

«Lo que le da su valor a una taza de barro es el espacio vacío que hay entre sus paredes.»

LAO-T

¿Por qué se nos presentan situaciones adversas?

Cabría preguntarse en primer lugar: ¿cuáles son los problemas esenciales del hombre? Entendemos aquí por problema aquella realidad que momentáneamente no podemos asimilar ni eliminar.

Todas las antropologías (Benzo, 1963) están de acuerdo en la concepción del hombre como un ser que ha de hacerse. Se entiende al hombre como una tensión hacia lo que aún no es en su búsqueda radical. Esta búsqueda no la lleva a cabo en solitario monólogo, sino en diálogo con el mundo. Y he aquí algo misterioso: el mundo se le resiste. A veces se rinde fácilmente, entregándole sin más lo que buscaba; entonces la persona sigue su camino sin detenerse. Pero más frecuentemente ocurre lo contrario: aquí surge el problema. Vemos, pues, que la causa primera del problema no es tanto la falta de generosidad del mundo –si bien es cierto que a veces no ayuda– como nuestra inagotable ansia de plenitud.

Nuestros problemas derivan, pues, de nuestra misma existencia. Y es precisamente buscando solución a sus problemas como el ser humano ha evolucionado. A veces retrocedemos, porque hemos puesto en práctica soluciones equivocadas, pero así nos forjamos las personas y la humanidad entera: en este constante prueba-error.

Se nos presentan situaciones adversas debido al hecho de que:

•   En primer lugar, somos seres temporales: presenciamos la constante aniquilación del presente; el pasado está pasado para siempre, y el futuro es incierto.

•   En segundo lugar, somos libres, y toda elección significa renuncia.

•   En tercer lugar, hemos de afrontar la inevitable resistencia del medio a nuestras aspiraciones.

•   En cuarto lugar, tenemos tendencia a aspirar a más de lo que el medio puede ofrecernos.

Si algún día no tenemos asuntos difíciles que resolver, es que hemos renunciado a vivir como seres humanos.

En nuestro mundo actual, esta realidad individual puede manifestarse a lo largo de la vida de una persona de la forma en que se explica en el resto de este capítulo.

Las estaciones de la vida

En 1977, Daniel Levinson construyó un modelo para explicar las estaciones de la vida del hombre occidental. Su desarrollo teórico consiste en identificar unas etapas universales, o fases, que se extienden desde la infancia de una persona hasta su madurez. A diferencia de los psicólogos clásicos (Freud y Piaget), Levinson asume que el desarrollo del individuo prosigue hasta mucho más allá de la adolescencia.

La estructura de la vida de cada persona se desarrolla a través de estadios evolutivos a medida que la persona se hace mayor. Se proponen dos conceptos clave en el desarrollo de la persona: los períodos de estabilidad y los períodos de transición. Los períodos de estabilidad son aquellos en los que la persona toma las decisiones cruciales de su vida, construye una estructura vital alrededor de estas elecciones, y se pone y persigue objetivos dentro de esta estructura. Los períodos de transición coinciden con el final de un período de estabilidad y el principio de una nueva etapa. El paso de una etapa a otra significa un avance muy importante que a veces requiere un período de transición de varios años.

El modelo consta de cinco etapas principales:

1.   La preadolescencia (de recién nacido a los 22 años de edad). Se caracteriza por una gran crisis de identidad o confusión de rol. En esta fase se busca –y finalmente se obtiene– la independencia (familiar, económica...).

2.   La edad adulta temprana (de los 17 a los 45 años de edad). En esta etapa soñamos en nuestros futuros éxitos en una profesión, una vida familiar y un determinado estatus social. Se suele buscar una figura de referencia (mentor, profesor, etc.).

A medida que se avanza en esta edad, esta etapa se escinde en dos partes:

a) Una en la que se experimenta una gran necesidad de establecer un rol claro y sólido en la sociedad, tanto a nivel personal como profesional.

b) Otra, de mayor conciencia de los fallos y limitaciones de la vida, que brinda la oportunidad de crear las bases para una estructura vital nueva y más satisfactoria.

3.   La edad adulta media (de 40 a 65 años). En este estadio la persona se siente constreñida por las figuras autoritarias presentes en su mundo. El individuo quiere más independencia, autoridad y fidelidad a su propia voz interior. Sin embargo, con «mayor autoridad» sobre su vida percibe una mayor carga y responsabilidad. Esta es también una época de conflicto, en la que la persona lucha con la noción de convertirse en un adulto consolidado, dejando atrás los errores del pasado. En esta época puede que se lleve a cabo una importante ruptura, término que utilizamos para describir un cambio radical de la estructura vital. Este conflicto es el principio de un gran período evolutivo de la vida llamado la «transición de la mediana edad». Este período suele darse entre los 40 y los 45 años de edad, en el que el hombre adulto atraviesa un punto crucial de su evolución. A través de un profundo proceso de reflexión y de escucha de lo que le dice su alma, el hombre se cuestiona sus logros y sus estructuras vitales del pasado, y reconsidera sus objetivos.

4.   La edad adulta posterior (de 60 a 85 años). Para algunos, la transición de la «mediana edad» es favorable, pero para otros no. Sin embargo, Levinson enfatiza que el desarrollo de las estructuras vitales es un proceso continuo, y que esta no es la última oportunidad de crecimiento y cambio; hay otros períodos de transición a medida que uno se hace mayor. En la medida en que la vida sigue, ningún período marca el fin de nuevas oportunidades o posibilidades de un mayor desarrollo.

En esta etapa a veces se dan brotes importantes de creatividad en algunas personas.

5.   Más allá de los 85 años. Las personas que aún disfrutan de buena salud, en esta época de su vida pueden hacer todavía interesantes aportaciones de tipo intelectual, afectivo, artístico, espiritual...

Uno de los aspectos relevantes de la teoría de Levinson es que está basada en el estudio de la vida de los hombres. Esto afecta a la aplicación del modelo a la mujer. En parte es sorprendente que, aunque la teoría se desarrolla en 1978, no tiene a la mujer suficientemente en cuenta. Por supuesto que para ella lo que hace que el modelo sea menos aplicable son las diferencias relacionadas con sus objetivos en la profesión y en la familia. Hay que tener en cuenta que las personas investigadas crecieron en torno a las décadas de 1950 y 1960, en las que se daban grandes diferencias de género en cuanto a educación, objetivos, valores, etc.

Las ocho etapas del desarrollo de la personalidad según Erik Erikson

Puede ser interesante mencionar que, por su parte, Erikson (1902-1989) explicó el desarrollo del individuo en etapas por las que pasa todo ser humano. Cada etapa está asociada a una crisis, una virtud y un ritual. Cada crisis es un conflicto que surge de la contraposición entre el estadio fisiológico en el que uno se encuentra y los requerimientos de la sociedad. Si el conflicto se resuelve adecuadamente, la parte positiva se realiza y se agrega al desarrollo de la persona. A través de un proceso continuo de ritualización, la persona adquiere paulatinamente las particulares maneras de hacer de la sociedad en la que se desenvuelve.

Aunque Erikson marca ocho etapas de desarrollo, habla de un continuo evolutivo a través del que va emergiendo la realidad psicosocial del individuo:

1.   Primera etapa. Infancia: confianza (esperanza) frente a desconfianza.

2.   Segunda etapa. Primera infancia: autonomía (valor, autocontrol y fuerza de voluntad) frente a vergüenza y duda.

3.   Tercera etapa. Edad de juegos: iniciativa (determinación) frente a culpa.

4.   Cuarta etapa. Edad escolar: laboriosidad (competencia y método) frente a inferioridad.

5.   Quinta etapa. Adolescencia: identidad (amor y devoción) frente a confusión de papeles.

6.   Sexta etapa. Estado adulto temprano: intimidad (amor y afiliación) frente a aislamiento.

7.   Séptima etapa. Estado adulto medio: generatividad (afecto y producción) frente a estancamiento.

8.   Octava etapa. Estado adulto tardío: integridad del yo (sabiduría) frente a desesperación.

La solución a las crisis psicosociales de cada etapa varía según la persona y sus circunstancias culturales o sociales, y prepara al individuo para enfrentar la crisis siguiente. Además, Erikson mantiene que la confrontación de estas crisis robustece el yo, estructura la personalidad y amplía y facilita su relación con otros seres humanos. El individuo se encuentra en constante interacción con su entorno, y ello implica para él un continuo reto de adaptación para poder alcanzar su propia realización.

Por todas estas etapas pasamos nosotros –en síntesis– a lo largo de nuestra vida personal y profesional. Pero, ¿qué ocurre «además» en nuestro entorno, a nivel coyuntural, social y personal?

Los ciclos económicos

Una recesión es uno o más años sucesivos de crecimiento negativo del producto interior bruto (PIB = valor monetario total de la producción corriente de bienes y servicios de un país durante un período –de un trimestre o un año–). Las recesiones generan quiebras, paro, inactividad, morosidad, etc. Lo opuesto a una recesión es un período de expansión económica, en el que durante un año o más el crecimiento del PIB es positivo. En las economías de mercado los ciclos económicos estarán siempre presentes hasta que se invente otra cosa, digan lo que digan ciertas voces –a veces supuestamente muy autorizadas– cuando parece que estamos en una fase expansiva sin fin. La recesión llega más tarde o más temprano.

Arthur Burns hizo notar que durante más de cien años –escribía esto en el año 2002– los ciclos económicos no han cesado. Han persistido a través de grandes cambios sociales; han resistido grandes transformaciones en la industria, la agricultura, la banca, las relaciones industriales y la política; han confundido a casi todos los que se dedican al difícil oficio de las predicciones; han traicionado repetidas profecías de «una nueva era de prosperidad», y han sobrevivido a las recurrentes visiones de una «depresión crónica». Estas mismas observaciones podrían hacerse hoy día.

Las causas precisas de una recesión son objeto de un acalorado debate entre los académicos y los que implementan políticas económicas, aunque la mayoría están de acuerdo en que las recesiones son el resultado de la combinación de fuerzas recurrentes internas del sistema y shocks externos. Existe, por ejemplo, un amplio consenso sobre el hecho de que factores puramente externos tales como el precio del petróleo, el clima o una guerra podrían causar una recesión temporal o bien un crecimiento económico.

Los economistas clásicos mantienen que cuando los tipos de interés son demasiado bajos, para la gente no tiene atractivo depositar su dinero en un banco. En vez de eso se dedican a otras transacciones, y si no hay ahorros los bancos no pueden prestar dinero, y si no hay ni ahorros ni préstamos los negocios se detienen. Por su parte, los economistas de la escuela austríaca sostienen que es un exceso de dinero en el mercado lo que causa las recesiones modernas. Esta escuela percibe las recesiones como fuerzas positivas, que limpian de manera natural la economía de las malas inversiones que se hacen durante la fase expansiva del ciclo económico. Los monetaristas creen que la causa de la mayoría de las recesiones es la mala gestión de la masa monetaria por parte de los bancos centrales, gestión por otra parte cada vez más difícil en un mundo más y más complejo y globalizado.

En su interesante libro Euforia y Pánico, Oriol Amat (2008) contabiliza más de 50 caídas importantes en los mercados –o cracks– entre el año 1557 y el año 2007. La mayoría han tenido lugar en países del primer mundo, y las más recientes a nivel global. Los mercados más afectados pueden ser desde el de los tulipanes (Holanda 1636) hasta los cracks más recientes, en los que los mercados más castigados son los de las acciones, inmuebles, banca, materias primas, etc. Estos cracks –producto de los excesos del pasado que generan «burbujas» especulativas– son, con todo, suficientemente significativos como para obligar a entrar al conjunto de la economía en una etapa de ajustes, recesión y, por tanto, baja actividad económica. Los cracks aparecen en cuanto «pincha» la burbuja.

Hasta tanto no se reorganice el tan cacareado «sistema», seguiremos en un continuo sin fin de cracks-ajustes-estabilidad-excesos-burbujas-cracks-ajustes-estabilidad-excesos-burbujas... Y «reorganizar el sistema» es mucho más fácil de decir que de hacer, pues lo que ocurre en la economía es el resultado de las actuaciones de cada unas de las personas que componen la población. ¿Quién puede prever o poner coto a esto de manera efectiva? De todos los que «saben», nadie dice –algunos lo dicen bajito– que la tarea es demasiado compleja, pero lo es. Hoy por hoy, rebasa en mucho la capacidad de gestión de los entes rectores.

El ciclo de Kondratieff

Nicolai Kondratieff observó que, desde sus inicios, la economía de Estados Unidos había experimentado de manera sucesiva tres ciclos de una duración de entre 50 y 54 años, aproximadamente. De hecho, no es el único economista que realiza esta observación, aunque utiliza la fluctuación de los precios al mayor como punto central de su teoría.

Esta idea se basa en la observación de que cada ciclo de precios al mayor tiene tres fases: a una subida (de precios y de tipos de interés) que dura aproximadamente 20 años le sigue una transición o zona intermedia de precios estables de entre 7 y 10 años, y finalmente una caída de precios (y de tipos de interés) que dura otra vez unos 20 años.... Y en el punto álgido del auge o la caída, se produce una guerra.

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Figura 1. Los ciclos de Kondratieff
(Fuente: Clive Maund, 2004.)

Kondratieff estaba convencido de que sus estudios de la vida económica, social y cultural probaban la existencia de un orden económico a largo plazo, cuyo conocimiento se podía utilizar para anticipar futuros acontecimientos económicos. Este ciclo de catástrofe y renovación había sido ya observado por los mayas de la América Central, e independientemente por los antiguos israelitas.

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Figura 2. Fases del ciclo de Kondratieff. Un resumen de lo ocurrido.
(Fuente: Adaptado de David Chapman, 2002.)

La actual atención al ciclo de Kondratieff empieza cuando la economía global se remonta a partir de la depresión de la década de 1930, y como hemos visto 80 años después, la economía del mundo no es inmune a la deflación. Se nos ha asegurado muchas veces que un escenario depresivo a nivel mundial sería muy improbable, dado el gran conocimiento existente en la gestión de las masas monetarias, adquirido justamente en la crisis del 29, y en las de 1944-45. Pero ya se ve que Kondratieff no andaba tan desencaminado... (ver figuras 1 y 2).

El auge y caída de las civilizaciones

El historiador británico Arnold J. Toynbee (1889-1975), especialista en filosofía de la historia, estableció una teoría sobre el origen y desarrollo de las civilizaciones basada en la observación de que los acontecimientos se suceden de manera cíclica. Según Toynbee, las civilizaciones no son sino el resultado de la manera como respondemos las colectividades humanas a las constantes adversidades que nos sobrevienen, ya sea en el orden natural o social. De acuerdo con esta teoría, una civilización crece y se hace fuerte y poderosa cuando su respuesta a un reto particular no sólo tiene éxito, sino que estimula la confrontación exitosa de una nueva serie de retos. Por otro lado, una civilización cae cuando no afronta adecuadamente los desafíos que se le presentan. En esta investigación se da gran importancia a la religión como medio para elaborar respuestas frente a los retos, desafíos y adversidades que tiene que afrontar un grupo humano.

En su obra más reconocida, Un Estudio de la Historia, Toynbee describe y aplica su concepto, y considera que la historia de la humanidad ha pasado por 29 civilizaciones de las cuales 21 se han desarrollado completamente, y 9 no han progresado. Hoy, 14 civilizaciones ya han desaparecido (egipcia, andina, sínica, babilónica, iránica, micénica, sumeria, maya, yucateca, mexicana, hitita, siríaca, árabe y helénica), y cinco aún están vigentes (occidental, ortodoxa, hindú, islámica y extremo oriental). Toynbee –que se declara no determinista– nos hace ver, no obstante, como todas las civilizaciones pasan por un período de creación, otro de desarrollo, y finalmente les llega la decadencia.

Por su parte, Spengler (1880-1936), filósofo y matemático alemán, es más tajante. Alega que el desarrollo de las civilizaciones sigue un modelo cíclico reconocible según tres tipos de sociedad que se suceden en el tiempo hasta llegar a una cuarta final de decadencia: la clásica, la mágica (propia del mundo islámico), la occidental, y la de decadencia. Cada una de estas sociedades tendría un nacimiento, una madurez y una vejez que finalmente podría llevarla a desaparecer.

Spengler basa su idea en los estudios naturalistas de Goethe. A partir de ellos concibe un orden natural propio de cualquier sistema, orden que se presenta invariablemente a lo largo de su manifestación y desarrollo. Como este orden es propio de todos los niveles de la realidad, lo cumplen desde las plantas hasta las civilizaciones, pasando por el mismo cosmos. Como conclusión, Spengler sostiene que la vida humana y la historia de la humanidad son una lucha constante entre lo fijo y lo móvil, entre estados y procesos.

Lo dicho: las crisis están aquí para quedarse.

Resumen del capítulo

Si de algo podemos estar seguros, es de que tarde o temprano tendremos que afrontar la adversidad. Nos llegarán «tiempos difíciles». Esto se debe a diversos factores:

image   La condición del ser humano: un ser temporal, libre y ambicioso, puesto en un medio poco proclive a satisfacer todas sus exigencias.

image   A nivel personal-profesional, el hombre se ve abocado a vivir unas etapas que indefectiblemente caducan, y en las que tiene que afrontar decisiones críticas para tener «éxito» en la siguiente etapa: preadolescencia, edad adulta y madurez (a grandes rasgos), si bien cada etapa es susceptible de verse fraccionada en otras más, según el caso.

image   Su personalidad pasa por ocho fases críticas en el proceso de resolución de su estado psicofisiológico actual con respecto a lo que el medio social le exige en cada momento cronológico de su vida.

image   Se desenvuelve en un medio económico en el que se suceden alternativamente ciclos expansivos y recesivos, como resultado incontrolable de las actuaciones de cada uno de los ciudadanos de nuestro planeta.

image   Su medio social está en constante evolución, debido a su propia manera de afrontar los desafíos a los que se ve sometido como miembro del grupo social al que pertenece. Ello configura unos grandes ciclos de prosperidad y decadencia de las civilizaciones, que tienen gran impacto en la vida de la sociedad y del individuo.

 

Juzguemos ahora si es posible, o no, convertir las crisis en oportunidades.