
Porque Séneca nos proporciona motivos de reflexión sobre nosotros mismos con tal lucidez que parece ser un contemporáneo nuestro. Medita sobre los diversos temas que aquí proponemos con rigor y sinceridad y expone en su crudeza lo que él pensaba de la vida humana y lo que la rodea. Es decir, hablaba de las preocupaciones y problemas de los seres humanos y eso, en sus aspectos esenciales, no cambiará mientras existamos.
Los cuidados de los romanos de su tiempo, si hablamos de las inquietudes propiamente humanas, eran los mismos que las nuestras, sus temores se asemejaban a los que ahora padecemos, sus ilusiones y metas se formulaban en su base de idéntica manera: la vida, la muerte, la amistad, Dios, tener o no lo preciso para vivir, la felicidad…
Además, Séneca sigue la escuela filosófica del estoicismo, que resulta especialmente interesante en sus apreciaciones sobre la vida. Él es estoico de una manera un tanto personal, lo que le permite añadir sus propias opiniones y las de otros autores de otras escuelas, como Epicuro. En las primeras cartas a Lucilio cita en muchas ocasiones pensamientos de Epicuro, tan alejado del ideal estoico. Ciertamente, alimenta una consideración ecléctica de la filosofía, que le llevaba a saborear lo bueno, viniera de donde viniera.
Séneca tiene una visión romana de la filosofía. Es decir, le interesa lo más práctico que esta puede aportar como guía de la vida y preparación para la muerte. El principal objetivo de Séneca consiste en alcanzar la virtud, la excelencia, de manera que mediante la razón se llegue al control de la vida y se la guíe de acuerdo al destino al que no podemos escapar. Ninguna de las ramas de la filosofía puede igualar a la ética-política en importancia, de ahí que le interese más persuadir y convencer de obrar y pensar de acuerdo a la razón y para conseguir la ataraxia, que hablar del conocimiento o de metafísica sin más.
Para Séneca, la fortuna, los bienes, las riquezas y cuanto parece que es objeto del deseo de los seres humanos, además de transitorio y fugaz, llega a entorpecer conseguir los objetivos últimos de un sabio. Y el sabio no es aquel que sabe teoría, sino aquel que sabe cómo vivir y enfrentarse al destino. Sabio es el hombre capaz de dirigir su vida mediante la razón, consciente de que libra batalla contra un enemigo invencible.
Su pensamiento moral se centra en destacar la ventaja de la vida que elige la virtud frente al vicio y en poner de relieve lo fugaz y veleidosa que resultan la fortuna y la suerte. Intenta destacar que todos los bienes y males de este mundo son transitorios y que ahí radica la autosuficiencia del verdadero sabio, quien, para conseguirla, debe liberarse de sus emociones, pasiones y prejuicios.
Ahora lo llamamos coach. Séneca tuvo como máxima responsabilidad ser coach del emperador Nerón. Y no parece que fuera tarea fácil. Incluso, como de hecho sucedió, se jugó la vida, porque ser coach de un emperador significaba estar bajo su poder de vida y muerte. Consiguió que los años en los que tuvo influencia directa sobre Nerón, este se comportara de forma hasta cierto punto razonable, al menos por permitirle llevar el gobierno.
Si un coach tiene que orientar, pero no dirigir; aportar ideas, más que soluciones; sugerir rumbos, más que trazarlos, Séneca llevó a cabo esa tarea de manera encomiable, muy especialmente en las cartas que dirige a Lucilio, las cuales recomiendo encarecidamente leer. En ellas se encuentra un programa vital de un auténtico maestro en la dirección de las personas hacia su máxima excelencia como tales.
¿Se busca el triunfo? Habrá que meditar sobre qué es triunfar. ¿Intentamos conseguir la felicidad? Quizá convenga detenerse en considerar en qué consiste la felicidad, antes que aventurarnos en algo que nos lleve a otra parte o dando un rodeo por donde podríamos haber ido más directamente. ¿Buscamos fortuna? Habrá que pensar si estamos dispuestos a soportarla. ¿Es nuestro objetivo la amistad? Aclara lo que es un amigo antes de aceptarlo como tal.