Cuando hablamos de «acciones» estamos hablando de «renta variable», dado que al adquirir una acción de Telefónica o Repsol nos convertimos en propietarios —en la parte proporcional que represente esa acción respecto al número total de acciones emitidas— de esas empresas y no sabemos qué «renta» futura obtendremos, ya que esta «variará», fundamentalmente, en función de la capacidad de generar beneficios de Telefónica o Repsol en el futuro.
Una acción no es más que un título de propiedad1 de una parte alícuota del capital social de una sociedad anónima. El propietario de una acción ordinaria tiene:
• Derechos políticos (derecho a la información, así como a la asistencia y voto en la Junta General de Accionistas).
• Derechos económicos (derecho a dividendos, a la suscripción preferente de nuevas acciones y a la cuota de liquidación en caso de quiebra).
Si las acciones cotizan en una bolsa de valores, tienen libertad de transmisibilidad, es decir, pueden ser vendidas y compradas libremente en el mercado bursátil. Existen algunas emisiones de acciones «especiales» que limitan algunos derechos o amplían otros, pero deben estar especificados y su valor no será el mismo que el de las acciones «ordinarias»; por ejemplo, «las acciones sin derecho a voto, pero con derecho preferente a dividendos».
Se debe tener en cuenta que a lo largo de la vida de una sociedad anónima, esta puede realizar diversas operaciones relacionadas con las acciones que representan su capital social, como:
• La emisión de acciones nuevas mediante ampliaciones de capital, con la consecuente aparición de un activo financiero nuevo: los derechos de suscripción preferentes (DSP).
• La eliminación de acciones mediante una reducción de capital.
• Una operación acordeón, reducción y posterior ampliación de capital. Una OPS (oferta pública de suscripción).
• Una OPV (una oferta pública de venta); una OPA (oferta pública de adquisición); una emisión de obligaciones obligatoriamente convertible, que no es más que una ampliación de capital encubierta, etc.
Todas estas operaciones deben comprenderse, así como entender qué significan y en qué repercuten a la empresa y al inversor.
En cualquier caso, invertir en acciones cotizadas en bolsa no es apostar a la ruleta. Muchas veces los inversores olvidan que están adquiriendo títulos de propiedad de empresas reales y que su inversión habrá sido buena (o mala) en función, básicamente, de si esa empresa es capaz (o no) de generar beneficios importantes en el futuro.
El gran riesgo de invertir en acciones es la incertidumbre sobre su rentabilidad futura, ya que no se conocen de antemano los beneficios que se obtendrán de esa inversión, los cuales provienen básicamente de dos conceptos:
• Dividendos (beneficios repartidos a los accionistas).
• Plusvalías2 (diferencia entre precio de adquisición y cotización actual).
Por ese motivo, el análisis de rentabilidad que se realiza a la hora de evaluar inversiones en renta variable se centra en determinar cómo evolucionarán esas dos variables en el futuro, ya sea mediante:
• Un análisis fundamental: se centra en el análisis de las variables «fundamentales» de la empresa y su entorno, con el fin de evaluar su capacidad de generar beneficios en el futuro, lo que repercutirá en buenos dividendos y una atractiva cotización bursátil. Las ratios bursátiles más utilizadas son: PER (relación precio-beneficio), Dividend YIELD (rentabilidad por dividendo) y P/VC (relación precio-valor contable) entre otras.
• Un análisis técnico: se centra en analizar la evolución de la cotización histórica, intentando prever la tendencia de la cotización en el futuro. Para los analistas técnicos, toda la información «fundamental» está ya representada en la cotización. Sus variables más analizadas son: resistencias (niveles de precios difíciles de superar), soportes (niveles de precios difíciles de rebajar), figuras de continuación o cambio de tendencia, osciladores (cálculos estadísticos basados en los datos históricos), etc.
Para analizar una emisión de renta variable —una «acción» o activo financiero que pueda dar lugar a una acción— se deben analizar, entre otros, cuatro aspectos fundamentales:
Es clave. El análisis de los estados financieros y las memorias de las entidades emisoras de acciones es muy importante para evaluar la «salud» de esa empresa. A su vez, la CNMV (Comisión Nacional del Mercado de Valores) o cualquier órgano similar del país en el que se invierta (SEC en EE. UU., FSA en el Reino Unido, etc.), que velan por el buen funcionamiento del mercado de valores, obligan a las empresas cotizadas a informar sobre cualquier «hecho relevante» que se produzca en cualquier momento, el cual pueda afectar a la valoración de la empresa y, por consiguiente, a la de sus acciones.3 Asimismo, el análisis del sector en el que opera la empresa, sus productos, sus competidores, etc., es imprescindible para evaluar su solvencia futura. Las empresas calificadoras o de rating ayudan a analizar esa solvencia de los emisores.
La «liquidez» es un factor muy importante en la toma de decisiones. Si las acciones no cotizan en ningún mercado secundario (bolsa de valores), entonces difícilmente serán líquidas, pero aún cotizando en una bolsa no necesariamente serán «líquidas», ya que no es lo mismo invertir en acciones denominadas «blue chips» (grandes empresas cotizadas representadas en los principales índices bursátiles y muy líquidas) que en las llamadas «small caps» (empresas de baja capitalización, es decir, empresas cotizadas pero de pequeño tamaño y con escasa liquidez). Tampoco es lo mismo invertir en acciones cotizadas en mercados bursátiles de países periféricos de escaso volumen que invertir en acciones cotizadas en los grandes mercados bursátiles del mundo que mueven grandes volúmenes de contratación.
Este es el gran problema de la inversión en renta variable, ya que, como su propio nombre indica, su rentabilidad es «variable» y no es conocida de antemano, puesto que la renta que obtendremos al realizar esta inversión (dividendos y plusvalías) «variará» según la empresa sea capaz de generar mayores o menores beneficios en el futuro. El análisis fundamental y el análisis técnico nos ayudarán a «intentar» despejar esa incógnita y a evaluar el precio de una acción en función de la estimación futura de su cotización, pero será solamente una estimación y no estará exenta de error (como decía Paul Valéry: «El futuro ya no es lo que era»).
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1. En el caso de las acciones cotizadas, al ser —en la mayoría de mercados organizados— anotaciones en cuenta sin soporte físico, no se utiliza el término «título», se usa el término «valor». Incluso en empresas no cotizadas en raras ocasiones se emiten títulos físicos. En cualquier caso en el texto se utilizarán ambos términos.
2. Se debe tener en cuenta que los «dividendos» actúan en contra de la «plusvalía», ya que cuando una empresa reparte dividendos su valor disminuye justamente en la cantidad del dividendo repartido.
3. Ver el apartado de «hechos relevantes» en la «web» de la CNMV (http://www.cnmv.es/Portal/HR/BusquedaHR.aspx?lang=es).