
Desde tiempos muy remotos, las civilizaciones más evolucionadas han considerado siempre las estrellas como centros de energía, generadores de fuerza, símbolos de una potencia sobrehumana y, en este sentido, señales para los hombres de los caminos que han de seguir.
Hace ya unos cuatro mil años, cuando Occidente creaba poco a poco un sistema astrológico basado en el recorrido del sol por las distintas constelaciones, la antigua China elaboró, por su parte, sistemas de lectura de los astros basados en las fases de la luna.
Así fue cómo la sucesión de ciclos lunares se convirtió en objeto de una codificación y una clasificación que dio lugar a múltiples interpretaciones.
La astrología china que conocemos hoy en día desciende en línea directa de una decena de sistemas establecidos a lo largo de los cuatro milenios de su historia. Comparativamente, la astrología occidental será codificada por Ptolomeo[1], en el siglo ii de nuestra era.
En esos tiempos lejanos, los primeros astrólogos chinos observaban directamente el cielo y elaboraron, a partir de lo que fueron constatando, un sistema de análisis complejo. El conocimiento y el empleo de la astrología era entonces un arte reservado a los astrólogos del emperador, únicos habilitados de todo el Imperio para consultar las estrellas. Cualquiera que se arriesgara a esta práctica sin el consentimiento del emperador, se exponía a la pena capital.
Aunque la observación de las estrellas era considerada un asunto de estado, el deseo de la gente por conocer qué ocurriría al día siguiente no disminuía; por ello, se encontró una nueva expresión en la creación y el desarrollo de formas astrológicas «paralelas», que sorteaban la prohibición imperial debido a que se basaban en el estudio de ciclos y números, y no tenían que consultar directamente las estrellas.
La sustitución de los movimientos planetarios por ciclos numéricos regulares —simbolizando el recorrido de las diferentes estrellas en el cielo según su órbita, con variantes fácilmente calculables— no sólo evitaba problemas mayores con el poder, sino que permitía al pueblo chino, mayoritariamente campesino, utilizar de una forma bastante simplificada la astrología: ya no era necesario consultar las tablas de los planetas para poder elaborar un horóscopo.
La astrología china a la que nos referimos hoy se basa en un sistema cíclico, y no en el análisis del desplazamiento de los astros en el cielo. Curiosamente, los símbolos zoológicos (probablemente inspirados en la astrología turca) no aparecieron hasta los siglos vii-ix de nuestra era (es decir, cuando la práctica astrológica china ya contaba con tres milenios). Pero, para entender mejor el papel de la astrología y sus raíces, a principios del siglo xxi, es preciso remontarse un instante a los orígenes del pensamiento chino.
Impregnada por una profunda cultura milenaria, la antigua China, cuna de una civilización sin duda original por más de un motivo, es uno de los polos que despertarán, lenta pero inexorablemente, la conciencia respecto a los astros y el papel que estos desempeñan en la vida de los hombres.
Muy pronto, esta conciencia reflejó un marcado sentido de lo religioso, y privilegió en todo momento la armonía entre el cielo, la Tierra y el hombre en todos los campos, con el fin de promover un desarrollo natural muy equilibrado.
Este esquema de pensamiento descansa en un concepto simple: el hombre es parte del cosmos, uno de los elementos del universo al igual que muchos otros, y debe por tanto adaptarse al ritmo general de este gran conjunto universal.
Durante milenios, la Tierra es considerada como un disco plano cuyo centro se encuentra China.
El cielo engloba la Tierra, cuyo eje (alrededor del que gravitan las estrellas) toca la Estrella Polar. Es ahí, en esa estrella, donde reina el maestro del mundo: el «Hijo del Cielo».
Los primeros vestigios concretos de la práctica astrológica china se remontan al segundo milenio antes de nuestra era. Se trata de signos grabados en omoplatos de corderos, búfalos y cerdos, que expresan predicciones basadas en los ciclos de la naturaleza.
Estos elementos son muy importantes, ya que hacen referencia a los ciclos sexagesimales (que tienen como base el número sesenta), es decir, a una construcción de calendario típicamente china, basada en el cruce del elemento doce y el elemento cinco.
Se menciona también la astrología en muchos textos que pronto serán considerados clásicos, como el Yi jing (o Libro de los oráculos, 1100 a. de C.), el Libro de los ritos (almanaques), los Anales de primavera y otoño (relación de hechos históricos y comentarios astrológicos), el Shi Jing (repertorio de los nombres de las estrellas y las constelaciones), el Libro del príncipe de Huainan (siglo ii a. de C.) o el Registro histórico (crónica de las dinastías imperiales, con importantes capítulos sobre la adivinación, la astronomía y la elaboración de calendarios); todo esto señala la importancia de esta disciplina en la vida china.
La astrología tiene entonces como primera función el estudio de los presagios, y particularmente a través de dos tipos de observación:
— la primera atañe a la aparición inesperada de acontecimientos extraordinarios entre los fenómenos celestes directamente observables (se procede a un estudio físico del cielo, como en Occidente): luminosidad de los planetas, cometas, novas, eclipses..., es decir, coyunturas que siempre han sido consideradas como avisos divinos;
— la segunda se relaciona con las vueltas del Sol, de la Luna o de Júpiter, que acompasan con sus regulares movimientos el ritmo ordenado de la vida en la Tierra. De ese modo, «sólo cuando el cielo en su conjunto parecía ordenado podía entenderse que el régimen imperial estaba en armonía con la voluntad superior. Y si ese perfecto ordenamiento sufría una brusca variación, eso indicaba que los hombres habían cometido un error y que tenían que pagarlo padeciendo todo tipo de calamidades naturales, guerras o pestes.»[2].
De hecho, sólo se puede percibir verdaderamente la singularidad de la astrología china observando detenidamente las mayores diferencias que presenta con respecto a la concepción occidental del estudio de los astros.
Así, la primera diferencia entre los dos sistemas astrológicos reside en las coordenadas de referencia en las que se apoyan todos los análisis: en Occidente, los estudios se basan en la eclíptica (es decir, en el plano sobre el que el Sol parece girar alrededor de la Tierra, que está inclinado 23,5° con respecto al ecuador terrestre), mientras que en Oriente se localizan según el ecuador celeste (el «Sendero rojo»).
A eso cabe añadir también un simbolismo diferente para los cinco planetas mayores: por ejemplo, Venus, astro femenino de la belleza en Occidente, es masculino en Oriente y representa el planeta del metal y las armas; Júpiter, planeta de los dioses, de la autoridad y la oportunidad en Occidente, se vuelve feminista en Oriente, donde es la estrella de los años, el bosque, la primavera, el nacimiento y el crecimiento.
Otro parámetro esencial en China atañe a las referencias cardinales, que constituyen todavía datos indispensables e ineludibles; sin embargo, en Occidente los criterios de dirección ya no se tienen en cuenta desde las lejanas épocas etrusca y latina. Así, incluso hoy, según la astrología popular china, «las probabilidades de éxito o fracaso en los negocios, los estudios o el amor dependen estrechamente de la dirección, que tiene que ser estudiada y correctamente modificada para atraer los favores de la suerte: el este es siempre favorable, porque es la dirección de la fecundidad y el crecimiento, y es el lugar por donde sale el sol; pasa lo mismo con el sur, que también es favorable, aunque más árido; el oeste realiza, pero con un cierto retraso; por último, el norte presagia siempre dificultades y, salvo en algunos casos, resulta preferible evitarlo»[3].
El resultado de todo esto son interpretaciones astrológicas diferentes en Occidente y en China: estas útimas, por ejemplo, no se limitan a prever los hechos y las tendencias, sino que multiplican las prohibiciones y los consejos, establecidos también tras un conocimiento y una observación muy profundizados de las estaciones, las lunaciones, los puntos cardinales, y su influencia en la trayectoria de todos los individuos.
La noción del tiempo
El calendario chino ilustra perfectamente esta complejidad oriental que a veces desorienta a los occidentales. En efecto, mientras que Occidente sustituyó muy pronto los sistemas primitivos de medida del tiempo por un calendario basado en la evolución del Sol, la tradición china no sólo ha permanecido fiel al ciclo lunar (veintinueve días), sino que lo ha entremezclado con el ciclo solar (365 días y seis horas), el ciclo jupiterino (doce años) y el ciclo saturnal (veintinueve años). Así, nos enfrentamos no sólo a un ciclo, sino a una compleja imbricación de varios ciclos diferentes, algo semejante a lo que ocurría con el zodiaco de los mayas, que incluía también diferentes ciclos que encajaban como las ruedas dentadas de un engranaje[4].
La astrología china dispone así de varias unidades de medida para calcular el paso del tiempo y situar con precisión el mínimo acontecimiento.
El calendario chino comienza en el año 2637 a. de C., y es instaurado por el emperador Huang-Ti en el año sesenta de su reinado. El ciclo mayor cuenta entonces con sesenta años; más tarde se dividirá en cinco periodos de doce años cada uno, llamados «Grandes Años», que equivalen aproximadamente a un ciclo de Júpiter (es decir, al tiempo necesario para que el planeta dé la vuelta completa al zodiaco).
Los doce años del ciclo de Júpiter, numerados con unos caracteres llamados zhi (ramas), se convertirán en los doce años del zodiaco chino, a los que más tarde se atribuirá el nombre de animales emblemáticos.
Cada año del ciclo jupiterino se considera peculiar, hasta el punto que todas las personas nacidas en el transcurso de un mismo año chino tendrán algo en común, tanto en los rasgos de su carácter como en su comportamiento, sus tendencias afectivas o psicológicas, sus relaciones con los individuos o las situaciones vividas diariamente. Esa es la base de todo estudio en la astrología china.
El yin y el yang
Al igual que los egipcios, los chinos son grandes observadores. La alternancia de contrarios (día y noche) y también, en un sentido bastante más amplio, de todos los opuestos (vida/muerte, actividad/reposo, fuerza/debilidad, negro/blanco, etc.), los conduce a concebir un sistema donde alternan dos fuerzas mayores, que denominan yin y yang, en las que se basará desde entonces toda su filosofía.
El yang es solar, activo, masculino, dinámico y constructivo, dedicado al día; el yin es lunar, pasivo, femenino, destructor, y está dedicado a la noche. Estas dos fuerzas aparecieron durante el caos original, y desde entonces unen sus esfuerzos complementarios, ya que el equilibrio se alimenta, en todas las cosas y sucesivamente, de periodos de crecimiento y decrecimiento.
A lo largo de toda su vida, el hombre se alza entre la tierra y el cielo. Su función consiste en obrar para que la armonía universal perdure y se perpetúe infinitamente. Para ello, debe conocer muy bien todos los signos de la naturaleza, las relaciones entre el cielo y la Tierra…

El símbolo del Tao, que engloba el yin y el yang en equilibrio y en movimiento perpetuos
El ser yin es tranquilo, confiado, sociable, más bien optimista, activo y pragmático, eficaz, a veces inestable, preocupado por sí mismo; busca el éxito exterior.
El ser yang es inteligente, individualista, independiente (incluso solitario), a menudo animado por una búsqueda personal; defiende ideas de libertad, no reconoce la jerarquía, y busca un equilibrio y una paz interiores.
Los cinco elementos
La astrología china tiene también en cuenta de forma permanente cinco elementos mayores de la cosmogonía, es decir, inherentes no sólo a cada nacimiento, sino más generalmente al ordenamiento y al funcionamiento del conjunto del universo.
Estos cinco elementos, que se suceden siguiendo un orden idéntico, son: Madera, Fuego, Tierra, Metal y Agua.
Se representan siempre con los ideogramas siguientes:

La doctrina de Wuxing (es decir, de los cinco elementos), cuyo origen se sitúa entre los años 350 y 270 a. de C., explica la constitución del universo chino a partir de cinco fuerzas, que son idénticas manifestaciones de la energía cósmica. El sistema de interpretación que de aquí deriva se basa en asociaciones precisas:
• Madera: crecimiento, desarrollo, creación, afirmación de uno mismo y centralización en el ego. Se relaciona con la primavera y el despertar vegetal. Es un elemento asociado al este (despertar del Sol) y relacionado también con el color verde, el hígado y la vesícula biliar, el sabor acidulado y el planeta Júpiter.
• Fuego: calor, maduración, positivismo en todas las circunstancias, dinamismo y plenitud. Se asocia al verano y al sur (Sol en el cenit); está relacionado también con el color rojo (símbolo de la felicidad y del matrimonio en China), el corazón y el intestino delgado, el sabor amargo y el planeta Marte.
• Tierra: estabilidad, conservación y equilibrio. Se relaciona con el final del verano. Se asocia al centro (en términos de dirección), al color amarillo, al bazo y al estómago, al sabor dulce y al planeta Saturno.
• Metal: resistencia y duración. Se relaciona con los valores de la colectividad más que con los de la individualidad, y también con el otoño y el marchitamiento vegetal. Es un elemento asociado al oeste (ocaso solar), al color blanco (símbolo del luto en China), a los pulmones y al intestino grueso, al sabor picante y al planeta Venus.
• Agua: comunicación, nutrición y actividad oculta. Es un elemento relacionado con el invierno, la oscuridad y el misterio, que se asocia al norte (que no visita jamás el sol), al color negro (el de la noche), a los riñones y a la vejiga, al sabor salado y al planeta Mercurio.
Los cinco elementos están presentes en todos los seres de la naturaleza, por lo que son la expresión de las distintas corrientes, que se van alternando, en una interdependencia permanente que se asemeja a un sistema cíclico, unas veces creador y otras destructor, por turnos.
— ciclo creador: Madera, Fuego, Tierra, Metal y Agua;
— ciclo destructor: Madera, Tierra, Agua, Fuego y Metal, etcétera.
A continuación, vendrá un ciclo global durante el cual se sucederán creación y destrucción; cada elemento será engendrado por el anterior, e insuflará su propia energía al siguiente. Así, como muestra la tabla siguiente, el Agua domina el Fuego, el Fuego domina el Metal, el Metal domina la Madera, la Madera domina la Tierra, y la Tierra domina el Agua.
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Relación entre los cinco elementos según los ciclos |
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Elemento |
Nace de |
Engendra |
Está dominado por |
Domina |
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Madera |
Agua |
Fuego |
Metal |
Tierra |
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Fuego |
Madera |
Tierra |
Agua |
Metal |
|
Tierra |
Fuego |
Metal |
Madera |
Agua |
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Metal |
Tierra |
Agua |
Fuego |
Madera |
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Agua |
Metal |
Madera |
Tierra |
Fuego |
Como consecuencia, se pueden deducir las siguientes interacciones entre los elementos, que también pueden dar indicaciones precisas sobre las relaciones entre los signos escogidos.
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Relaciones y compatibilidades entre los cinco elementos |
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Elemento |
Desavenencia |
Neutralidad |
Acuerdo |
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grave |
parcial |
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Metal |
Fuego |
Tierra |
Metal |
Agua, Madera |
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Fuego |
Agua |
Tierra |
Fuego |
Madera, Metal |
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Agua |
Tierra |
Metal |
Agua |
Fuego, Madera |
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Tierra |
Madera |
Fuego |
Tierra |
Agua, Metal |
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Madera |
Metal |
Fuego |
Madera |
Tierra, Agua |
Cada elemento está relacionado no sólo con un día de la semana (lunes-Agua, martes-Fuego, miércoles-Agua, jueves-Madera, viernes-Metal, sábado-Tierra y domingo-Fuego), sino también con dos años chinos, de manera que el conjunto de los cinco elementos cubre un ciclo de diez años chinos, que se combina con el de doce años del zodiaco chino.
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Correspondencias y relaciones entre elementos |
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Madera |
Fuego |
Tierra |
Metal |
Agua |
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Este Júpiter Verde Cólera Viento |
Sur Marte Rojo Alegría Calor |
Centro Saturno Amarillo Deseo Trueno |
Oeste Venus Blanco Pena Frío |
Norte Mercurio Negro Temor Lluvia |
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Madera |
Disputas |
Disputas y reconciliaciones |
Acuerdo y prosperidad |
Separación e inestabilidad |
Voluntades opuestas |
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Fuego |
Confianza |
Peligro |
Felicidad |
Discordia |
Celos |
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Tierra |
Desavenencias y finanzas caóticas |
Dinamismo |
Armonía |
Riqueza y comodidad |
Difícil |
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Metal |
Peligro |
Peligro |
Obligaciones |
Luchas de influencia |
Prosperidad |
|
Agua |
Facilidad |
Nefasto |
Problemas de dinero |
Fasto |
Incertidumbre |
Se considera también en general que el elemento relacionado con un signo de nacimiento lo completará y precisará, del mismo modo que un ascendente afina una definición en el zodiaco occidental. Así, un Tigre de Madera será un poco diferente de un Tigre de Agua.
La cosmología china
Gracias al aprendizaje de los datos celestes y terrestres, a sus estrechos vínculos y a sus interacciones permanentes, el hombre puede cumplir su misión: situarse en armonía con el universo.
El Yi King (Libro de las transformaciones) anuncia muy claramente este principio inicial: «descubriendo las relaciones secretas entre las cosas, el sabio ayuda a la divinidad a gobernar el mundo».
Sobre esta base —fundamental para el pensamiento chino, y que muy pronto fue enriquecida por diversos añadidos babilónicos, persas e hindúes— se desarrolla con el transcurso del tiempo lo que es preciso considerar como una verdadera «doctrina cósmica de las correspondencias».
Los eruditos chinos elaboraron de esta manera una clasificación que pone en estrecha relación los cinco planetas[5], los cinco elementos de la doctrina del Wuxing, las cinco direcciones (el centro o el medio se añaden a los puntos cardinales que conoce Occidente), los cinco señores de esas direcciones (Dragón verde, Pájaro rojo, Maestro de la Tierra amarilla, Tigre blanco, Guerrero negro), los cinco sentidos corporales y, finalmente, los cinco órganos vitales (es decir, bazo, pulmones, corazón, hígado y riñones).
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Planetas |
Júpiter |
Marte |
Saturno |
Venus |
Mercurio |
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Elementos |
Madera |
Fuego |
Tierra |
Metal |
Agua |
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Direcciones |
Este |
Sur |
Medio |
Oeste |
Norte |
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Señores de las direcciones |
Dragón verde |
Pájaro rojo |
Maestro de la Tierra amarilla |
Tigre blanco |
Guerrero negro |
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Sentidos corporales |
Olfato |
Vista |
Tacto |
Gusto |
Oído |
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Órganos internos |
Bazo |
Pulmones |
Corazón |
Hígado |
Riñones |
La necesidad de clasificar estas «correspondencias cósmicas», a menudo por cuestiones muy prácticas como una mejor regulación de la agricultura, conduce a la elaboración de una cronología oficial y de los calendarios, determinando las fechas de los rituales, fiestas y otros sacrificios, precisando qué días serán fastos y qué días nefastos, etc. El célebre Libro de los anales recuerda el encargo de estos calendarios, en el año 2357 a. de C., por parte del emperador Yao a los astrónomos de su corte. Esos documentos se consideraban tan esenciales para el buen funcionamiento del Imperio chino que serían una prerrogativa imperial hasta principios del siglo xx (1912).
En la antigua China, el año estaba compuesto por doce meses lunares[6]. Cada lunación se dividía entonces en veintiocho sieou, o «palacio de la luna»; el nombre del día se asocia por tanto al emblema del sieou que le corresponde. El almanaque oficial proporciona los consejos necesarios en función del sieou en el que se encuentra la Luna, según sea esta favorable o no, propicie la suerte o comprometa la prudencia, esté especialmente recomendada para una ceremonia u otra, etc. Sucede lo mismo con todo tipo de oráculos, basados en la interpretación del sieou en función de las preguntas planteadas y del tema abordado (nacimiento, enfermedad, asuntos, boda, entierro, etc.).
El principio de la cronología china se fija en el año 2637 a. de C., bajo el reinado del mítico emperador Huang-Ti, que habría descubierto el ciclo jupiterino de 60 años utilizado para establecer los años y los ciclos.
Los cultos planetarios chinos
En esta época se practicaban muchos ritos dedicados a los astros. Existían varios cultos planetarios, pero los del Sol y la Luna eran los más importantes. Cada uno de ellos tenía sus templos, y las mayores fiestas eran orquestadas por el emperador en persona; este se rodeaba de astrólogos, que escrutaban y estudiaban el cielo permanentemente, interpretando los mínimos fenómenos como señales que indicaban la marcha que debería seguir para dirigir los asuntos de Estado, ya que era imperativo que el reino de los hombres armonizara en cualquier punto con el de los cielos, cumpliéndose así «el orden cósmico».
Las observaciones chinas
Las observaciones del cielo eran realizadas por especialistas con el estatus de funcionarios imperiales, que tenían a su disposición instrumentos astronómicos y tablas cifradas, probablemente de origen persa o babilónico[7].
Además de esta forma de observación celeste, China disponía de otro sistema de análisis astrológico, basado en la interpretación de trigramas[8] combinados entre sí. Este principio se interesaba por cuatro divinidades cósmicas, cada una de las cuales regía una división particular: el año, el mes, el día y la doble hora. Cada una de estas potencias divinas estaría representada por dos trigramas (lo que eleva su numero a un total de ocho).

Los ocho trigramas básicos
Agrupados de dos en dos, los ocho trigramas forman sesenta y cuatro hexagramas cuya interpretación es igual de compleja. El I Ching, que intenta explicar el sentido de la evolución universal, utiliza para este propósito figuras adivinatorias.

Los 64 hexagramas de I Ching dispuestos en círculo, con los mismos hexagramas dispuestos en cuadrado, en una representación tradicional
El horóscopo chino se compone de diez «ramas celestes» (manifestaciones yin y yang de los cinco elementos) y de doce «ramales terrestres».
Las diez ramas celestes son las siguientes:
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1. |
Madera yang |
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Jia |
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2. |
Madera yin |
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Yi |
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3. |
Fuego yang |
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Bing |
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4. |
Fuego yin |
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Ding |
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5. |
Tierra yang |
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Wu (Mou) |
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6. |
Tierra yin |
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Ji |
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7. |
Metal yang |
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Geng |
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8. |
Metal yin |
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Xin |
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9. |
Agua yang |
|
Ren |
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10. |
Agua yin |
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Gui |
El ciclo más comúnmente utilizado cuenta con doce años, doce meses y doce dobles horas, a las que se atribuyen nombres de animales; estos se dividen en dos categorías opuestas:
— los animales míticos (yang): Tigre, Caballo, Dragón, Serpiente, Cabra y Gallo;
— los animales domésticos (yin): Rata, Búfalo, Liebre, Mono, Perro y Cerdo.
La reunión de las diez ramas celestes y de los doce ramales terrestres en una misma figura ofrece una representación en forma de círculo, que incluye sesenta dobles signos, a partir de los que se cuentan los años, los meses, los días y las horas, siempre refiriéndose a «calendarios milenarios» oficiales.
De ese modo, todo chino dispone desde su nacimiento de ocho trigramas relativos a su fecha de nacimiento, una especie de sello que permitirá a lo largo de toda su existencia que un astrólogo pueda apreciar la naturaleza coyuntural de esta configuración astral en relación con las fechas o acontecimientos destacados.
Para ello, además del signo del día, el astrólogo utiliza un instrumento (generalmente en forma de disco) sobre el que están indicados, en círculos concéntricos, todo tipo de símbolos (estaciones, direcciones, meses, días, horas, etapas de la vida).