La primera cuestión que debe tratarse en este capítulo concierne al significado de la palabra leer.
Leer no significa reconocer signos gráficos y transformarlos en acústicos con mayor o menor dificultad, sino comprender el contenido que transmite un mensaje escrito. Una lectura lenta y mecánica, realizada con poca concentración y cuyo resultado final es el recuerdo limitado de parte del contenido, no es una buena lectura.
Saber leer implica la comprensión global y total del texto leído, o lo que es lo mismo, saber captar cuáles son las ideas principales que constituyen la base del escrito.
Si comparamos un texto con la bóveda de una edificación románica apreciaremos que esta se sustenta sobre los muros, los cuales constituyen el punto de apoyo del edificio. En un texto esa función la realizan las ideas principales.
También observaremos que esos muros están reforzados por contrafuertes. En el texto esa función la realizarían las ideas secundarias o de apoyo. De este modo, una lectura comprensiva significará localizar y captar tanto esas ideas principales como las secundarias que le sirven de apoyo para descubrir así las relaciones que mantienen unas con otras.
De todo lo dicho hasta ahora podemos deducir que un texto no es un caos sino una jerarquización de ideas. Así pues nuestro primer objetivo será buscar las ideas principales o soportes temáticos del texto.
Antes de empezar a trabajar con un texto debemos de tener en cuenta que la primera lectura constituye una aproximación al tema central y que cuantas más lecturas se hagan, el grado de familiarización con el contenido aumentará de manera progresiva.
Utilicemos un símil cinematográfico: la primera vez que contemplamos una película, lo que realmente nos interesa es seguir y comprender el argumento; ese es el punto en el que se centra nuestra atención, si bien a la vez nos vamos fijando en otros detalles que tengan que ver con la acción general.
La segunda vez que la vemos, descubrimos una serie de pormenores y elementos secundarios que nos habían pasado desapercibidos, lo cual es lógico si tenemos en cuenta que ya conocemos el tema central, con lo que podemos prestar mayor atención a elementos como el vestuario, los decorados, la música o los semblantes y expresiones, por ejemplo. De esta forma nuestro análisis se va haciendo cada vez más profundo.
Este ejemplo sirve para argumentar las distintas lecturas que debemos realizar a un texto.
La primera lectura que hagamos del texto debe ser una lectura de reconocimiento, y el objetivo principal pasará por captar el contenido general. Se leerá el texto en su totalidad, sin entretenernos en frases o palabras que en principio puedan parecernos complicadas ya que lo importante es familiarizarse con el asunto o tema.
La segunda lectura nos permitirá empezar a buscar las distintas ideas principales que deberemos retener; será pues una lectura de rastreo, en la que nuestra guía será:
— la estructura externa del texto, es decir, la disposición atendiendo a los párrafos;
— la estructura interna, o sea, las distintas fases en que se divide la idea general del texto.
Esta segunda lectura será más lenta y reflexiva. La realizaremos bolígrafo en mano, subrayando las ideas centrales, intentando comprender su nexo lógico de unión así como las ideas complementarias de apoyo.
Si analizamos la arquitectura interna de un libro nos daremos cuenta que sigue la siguiente disposición:
libro → capítulo → división del capítulo en apartados → párrafo
Cada uno de estos apartados contendrá un número indeterminado de ideas principales que serán más o menos específicas y nuestro cometido será descubrirlas.
La unidad de trabajo y el punto de partida será el párrafo, puesto que un conjunto de párrafos conforma el capítulo y a su vez el conjunto de capítulos constituye el libro.
En cada párrafo (dependiendo de la extensión) podemos encontrar una o varias ideas principales. A menudo esta idea principal se encuentra situada al principio, y el resto del párrafo es una explicación o ampliación matizada de dicha idea principal.
Veamos un ejemplo:
Todo Estado es evidentemente una asociación: y toda asociación no se forma más que en vista de algún bien, puesto que los hombres, cualesquiera que sean, nunca hacen nada que no les parezca que esté bien. En realidad, cada asociación se dirige a un bien en particular; pero el más importante de los bienes debe ser el objeto de la más importante de las asociaciones, la cual comprende a las demás. A esta se la llama precisamente Estado o asociación política.
El Estado es un hecho de la naturaleza, porque por naturaleza el hombre es un ser sociable, y el que permanezca salvaje de su grado, y no por efecto de la casualidad, es un ser degenerado o un ser superior a la especie humana. Si el hombre fuese salvaje por naturaleza, no viviría más que en guerra, puesto que sería incapaz de toda unión, como las aves de rapiña.
Si el hombre es más sociable que las abejas y los demás animales que viven agrupados, es, como ya he dicho, porque la naturaleza no hace nada en vano; por eso tan sólo al hombre le ha otorgado la palabra.
Lo cual prueba la necesidad natural del Estado y su superioridad sobre el individuo. El ser que se basta a sí mismo en estado de aislamiento, o el que vive fuera de toda sociedad porque carece de necesidades y no le hace falta ser miembro de un Estado, es un bruto o un Dios. La naturaleza empuja, mediante el instinto, a todos los hombres a la asociación política.
Aristóteles
«Sobre la sociabilidad natural del hombre»
(Política, libro I, capítulo I)
Si observamos el primer párrafo, veremos que la idea principal se encuentra al principio del mismo, siendo el resto de ideas una mera explicación de lo ya dicho.
Obsérvese el subrayado de los hombres que complementa la idea principal:
Todo Estado es evidentemente una asociación: y toda asociación no se forma más que en vista de algún bien, puesto que los hombres, cualesquiera que sean, nunca hacen nada que no les parezca que esté bien. En realidad, cada asociación se dirige a un bien en particular; pero el más importante de los bienes debe ser el objeto de la más importante de las asociaciones, la cual comprende a las demás. A esta se la llama precisamente Estado o asociación política.
Si nos fijamos en el segundo párrafo, apreciaremos una estructura calcada de la anterior. También aquí la idea principal se encuentra en el encabezamiento:
El Estado es un hecho de la naturaleza, porque por naturaleza el hombre es un ser sociable, y el que permanezca salvaje de su grado, y no por efecto de la casualidad, es un ser degenerado o un ser superior a la especie humana. Si el hombre fuese salvaje por naturaleza, no viviría más que en guerra, puesto que sería incapaz de toda unión, como las aves de rapiña.
Sin embargo el tercer párrafo introduce una novedad consistente en situar la idea principal al final:
Si el hombre es más sociable que las abejas y los demás animales que viven agrupados, es, como ya he dicho, porque la naturaleza no hace nada en vano; por eso tan sólo al hombre le ha otorgado la palabra.
De nuevo el cuarto párrafo coloca la idea fundamental al final, siendo el resto una preparación a esa idea:
Lo cual prueba la necesidad natural del Estado y su superioridad sobre el individuo. El ser que se basta a sí mismo en estado de aislamiento, o el que vive fuera de toda sociedad porque carece de necesidades y no le hace falta ser miembro de un Estado, es un bruto o un Dios. La naturaleza empuja, mediante el instinto, a todos los hombres a la asociación política.
Así pues, podemos afirmar que no siempre la idea principal se encuentra en el mismo lugar, ya que su aparición depende del esquema que haya establecido el autor previamente para el escrito.
A continuación, veremos de una manera un poco más detallada las diferentes maneras de presentar las ideas.
Estructura analítica o deductiva
La idea principal o tesis se encuentra al principio del escrito y el resto de ideas son consecuencias, ejemplos o explicaciones que complementan dicha idea. Responde al siguiente esquema:

Estructura sintética o inductiva
La idea esencial se encuentra al final del escrito, cerrándolo. Las ideas que le preceden constituyen una preparación a esa conclusión final. Puede darse el caso de que se trate de causas que desemboquen en una consecuencia final.
Responde al siguiente esquema:

Estructura circular o de encuadre
La idea principal se desarrolla al inicio del texto y se complementa al final con una reafirmación o conclusión que procede de ella y amplía su significado. Responde al siguiente esquema:

Estructura semejante o paralela
Es aquella en que el autor expone una tesis o idea y la enfrenta a otra que también enuncia, pasando después a analizar o contrastar los pros y los contras de cada una de ellas.
Esta estructura admite una variación que consiste en anunciar la tesis y analizar sus características e implicaciones para abordar a continuación la siguiente tesis y proceder de la misma manera. Al final se llega a una conclusión comparativa.
Responde al siguiente esquema:

Estructura interrogativa
Se parte de una pregunta inicial que hace el autor y que trata de responder a lo largo del escrito. Habrá que tener en cuenta esa pregunta y también las distintas respuestas que vaya dando porque constituirán una respuesta unitaria.
Responde al siguiente esquema:

Otro sistema de trabajo recomendable para dar con la idea principal de un párrafo consistiría en cuestionarse cuál es el concepto clave expuesto en el mismo (una palabra) y subrayarlo, preguntándose a continuación qué es lo que nos dice el autor con respecto a ese concepto o lo que es lo mismo: cómo lo define o caracteriza.
Veamos un ejemplo:
Si en los comienzos de la república cristiana la religión se hubiera mantenido fiel a los principios de su fundador, los Estados y repúblicas de la Cristiandad estarían mucho más unidos y serían más dichosos de lo que son. Y no hay mayor indicio de su decadencia que el hecho de que sean los pueblos más cercanos a la Iglesia de Roma, cabeza de nuestra religión, los menos piadosos. De modo que si comparáramos los principios que regían en su creación con el uso tan diferente que se hace hoy de ellos, sin duda alguna veríamos próxima la hora de su ruina o su desgracia.
Nicolás Maquiavelo
El Príncipe
El concepto central o tema desarrollado en el párrafo es, sin duda alguna, la religión cristiana. Ahora bien, no debe confundirse el tema con la tesis o idea principal.
Pensemos en qué es lo que nos dice Maquiavelo sobre la religión y subrayémoslo en el texto:
Si en los comienzos de la república cristiana la religión se hubiera mantenido fiel a los principios de su fundador, los Estados y repúblicas de la Cristiandad estarían más unidos y serían más dichosos de lo que son.
Como se puede apreciar, siempre hablamos de subrayar ideas, no palabras. La explicación es sencilla. La técnica del subrayado tiene como finalidad realzar lo importante de un texto. Si sólo destacamos palabras, será difícil encontrar a través de ellas el sentido total del escrito.
Por otra parte, si debemos resumir, esquematizar o aprender, apreciaremos que el subrayado de palabras resulta incompleto porque obliga a releer el texto para ligar entre sí esas palabras.
Ahora que ya sabemos dónde se encuentran las ideas principales, debemos aprender a subrayarlas.
La primera conclusión extraída de lo dicho hasta ahora, es que la comprensión de la estructura y organización de cualquier texto pasa por localizar las distintas ideas principales. El paso siguiente será el subrayado de esas ideas atendiendo a distintos códigos que veremos a continuación.
Subrayar significa, tal y como lo recoge exactamente el diccionario de María Moliner, «trazar una raya horizontal debajo de alguna cosa escrita para llamar la atención sobre ella o darle algún sentido particular».
En un sentido más amplio, subrayar implica destacar determinadas palabras o ideas de un texto durante el proceso de lectura mediante el uso de determinadas señales, atendiendo a la distinta importancia que tienen.
El objetivo será comprender y clasificar mejor los distintos conceptos expresados, preparándolos para ser asimilados con una mayor facilidad.
Así pues, el subrayado es una técnica auxiliar de lectura y de estudio que nos servirá no sólo para comprender y retener las ideas leídas, sino también para facilitar al máximo la eficacia del estudio, permitiendo no sólo un ahorro de tiempo ante los libros y apuntes, sino también una mayor asimilación y fijación de los distintos contenidos.
El subrayado debe ser ante todo una técnica de trabajo absolutamente personal. Nadie puede hacerla por nosotros, porque si no pierde todo su valor. Teniendo en cuenta que el subrayado es una forma de comprensión lectora o un paso previo para la elaboración de esquemas o resúmenes, es lógico deducir que se trata de un ejercicio personal. Dicha tarea personalizada, al igual que luego veremos con la toma de apuntes, requiere una estrategia propia, es decir un sistema de codificación, el nuestro, que nos sea cómodo, útil y que nos facilite la labor.
Si nos acostumbramos a utilizar siempre los mismos símbolos, respetando, naturalmente, los significados que les hayamos dado desde un principio, el subrayado constituirá una tarea fácil y práctica que nos ayudará a crear un automatismo de trabajo y de síntesis que facilitará muchísimo nuestra labor.
Las distintas clases de subrayado
El subrayado con líneas
En el subrayado lineal podemos utilizar dos estrategias:
— Destacar las ideas principales con una línea recta, las secundarias con una ondulada y las terciarias o de apoyo (sólo si nos parecen importantes) con una discontinua.
— Utilizar distintos colores para cada una de las ideas. Para las principales, el color que utilicemos con normalidad a la hora de escribir, como el negro o el azul. Para las secundarias el rojo y finalmente el verde o un lápiz para las ideas terciarias.
Volvemos a insistir en que dicha codificación es una cuestión personal, lo que significa adecuar estos procedimientos a nuestra elección. Hay quien prefiere destacar las ideas principales con un doble subrayado o en rojo, o con un rotulador fluorescente. Los rotuladores fluorescentes, con su gama de colores, permiten una lectura de las ideas marcadas muy rápida y efectiva.
El subrayado organizativo o estructural
Consiste en realizar breves anotaciones en el margen izquierdo del texto a la altura de cada uno de los párrafos o apartados de la estructura, en los que destacaremos de manera breve y con pocas palabras, el contenido global del mismo. Este sistema incluye la posibilidad de numerar cada una de dichas anotaciones con el objetivo de ordenar y conectar mejor los entresijos textuales.
El subrayado analítico o personal
Aprovecharemos el margen derecho para realizar comentarios personales que tengan que ver con las ideas importantes del texto. Esta posibilidad incluye desde realzar ideas y explicar por qué creemos que son importantes, hasta la posibilidad de relacionar dichas ideas con otras afines. A la hora de estudiar nuestros apuntes, este sistema acompañado de una serie de signos nos servirá para:
√ Insistir sobre las ideas importantes
* Destacar conceptos
!! Mostrar incredulidad o sorpresa
?? Expresar duda sobre un contenido o comprobar un dato dudoso
Eventualmente también podemos encuadrar un párrafo o un grupo de ideas para destacarlo del resto. El encuadre lo podemos realizar mediante líneas rectas u onduladas según la importancia que tengan.
Veamos un ejemplo:
Recuerde que
• No debe iniciarse nunca el subrayado de ideas en la primera lectura, porque se desconoce de manera global el texto y se puede caer en el error de considerar importante lo que sólo es accesorio. Debe hacerse siempre una segunda lectura.
• Hay que esforzarse por destacar lo esencial de lo accesorio, ejercitando de esta manera el sentido práctico de la lectura.
• El subrayado le hará ahorrar tiempo a la hora de comprender un texto, permitiendo a la vez una visión sintética de conjunto.
• Se pueden revisar los apuntes de una manera más sencilla y práctica a la vez, concentrándose tan sólo en lo esencial.
• Hay que habituarse a subrayar ideas, no palabras.
• En caso de simultanear las distintas clases de subrayado, hay que empezar por el lineal, después el estructural y por último en una tercera lectura, el crítico o personalizado.