Puesto que muchas personas han contribuido a mi aprendizaje sobre la negociación a lo largo de los años, es muy difícil para mí determinar en estos momentos a quién debo cada una de mis ideas. De cualquier modo, quiero expresar mi agradecimiento a David Lax, Roger Fisher y al personal del Proyecto de Negociación de Harvard por ser tan generosos con sus ideas y su atención durante mi visita en 1988.
Tengo además una gran deuda con todos mis clientes y los participantes del seminario que me han ayudado a probar y perfeccionar las diversas técnicas de negociación.
Por otra parte, es preciso dar las gracias a todos aquellos que aceptaron revisar el manuscrito en sus distintas versiones. Lo haré por orden alfabético: Bruce Anderson, Rosamund Averton, Paul Baines, Mike Bayliss, Paul Bebbington, Jacob Bercovitch, Wendy Betteridge, Richard Braczek, Tom Broadmore, William Brown, Dave Butler, Rob Cameron, Murray Campbell, Kate Clark, Chris Collett, Linda Craig, Alastair Davis, Lee Davis, Colin Douglas, Jim Doyle, Dave Elliot, Glen Evans, Martyn Fisher, David Ford, Mark Ford, Rod Gillespie, Roy Glass, Mike Heenan, Bob Henare, Carrie Hoddinott, Gordon Holmes, Shelley Hood, John Howell, Alan Jones, Irene Joyce, Ian Kennedy, Roger Kerr, Kristine Kilkelly, Sally Kindcaid, Andy Kirkland, Alan Koziarski, Sheryl Kruger, Dick Lang, Tony Lawson, Gary Lloydd, Jim McClean, Mark McDonald, Alasdair Macleod, Doug Martin, Mike Menzies, Gerald Minee, Howard Moore, Craig Morris, Graham Nahkies, Richard Norman, Doug Pender, Karen Poutasi, Lyn Provost, Fiona Pyke, Claire Reiher, Johnathon Ross, Phil Ryan, Paul Steere, Carol Stigley, Andrew Strange, Mike Suggate, Doug Taylor, Peter Taylor, Bob Thompson, Alison Timms, Dame Cath Tizard, Susan Toder, Brian Trigger, Denis Urlich, Patti Vessell, Bob Vine, Jane Warren, David Wilkins, Bryce Wilkinson, Lee Wilkilson, Derek Williams, Sherwyn Williams, James Willis, Bill Wilson y John Young.
Gracias también a Janice Tomlin, la mejor secretaria imaginable, por su total compromiso, apoyo moral e infinita paciencia. Otras dos personas, Alyson Howell y Wanda Peck, también merecen un agradecimiento especial por su apoyo y alegría.
Por último, pero no menos importante, debo expresar mi gratitud a mi mujer, Mary Anne. Su amor y su apoyo nunca me han abandonado y sin ellos este libro no sería posible. Hasta ahora me ha respaldado durante once libros, y sólo por eso merece ya un agradecimiento especial.