INTRODUCCIÓN
En este séptimo volumen de colaboraciones de H. P. Lovecraft con otros autores, el plato fuerte es Más allá de los eones (1933), cuya coautora es Hazel Heald, como el siguiente de esta antología, y último con esta escritora, El horror en el cementerio (1933-1934). Como guía de referencia citaré el resto de los relatos anteriores con Heald: El hombre de piedra, 1932 (vol. 19, El lazo de Medusa, Colaboraciones 5, Biblioteca Lovecraft, Ed. Edaf), Horror en el museo (1932) y Muerte alada, 1932 (vol. 21, Horror en el museo, Colaboraciones 6, Ed. Edaf).
Más allá de los eones bebe directamente de las obras de Clark Ashton Smith cuando nos narra la aventura de T’yog, hace 175.000 años en el continente perdido de Mu, y su enfrentamiento con el dios Ghatanothoa. La historia, traducida desde el libro prohibido Cultos indescriptibles de Von Junzt, está guiada por el misterio en torno al descubrimiento de una momia prehistórica que nos conduce al golpe de efecto final del relato, tan característico en el autor. Esta narración, además, reformula algunos elementos de los mitos de Cthulhu desde la perspectiva de una mitología antigua e imaginaria.
El horror en el cementerio es un relato muy diferente, posee un aire localista y está más cercano a la parodia que al género del terror. Nos recuerda a En la cripta (1925) por lo macabro y grotesco de su ironía. Al hilo de este comentario, y para completar esta antología, hemos recopilado los cuentos tempranos de Lovecraft, propensos a la sátira macabra, aunque todavía poseen la inocencia de la niñez: La botellita de cristal, La cueva secreta, El misterio del cementerio, escritos entre 1898 y 1899, cuando el autor tenía entre 8 y 9 años, y El buque misterioso (1902), cuando iniciaba su adolescencia. No he querido desperdiciar la oportunidad, siguiendo con los comentarios de Lovecraft como humorista, de finalizar este libro con La dulce Ermengarde (1919-21), una broma sobre los usos bizarros de la sociedad de Nueva Inglaterra.
Como dato curioso, en los tres relatos tempranos del autor se hace alusión a un dinero encontrado como un tesoro, que en La cueva secreta es la cantidad de 10.000 dólares, dinero que ayudará a la familia del niño protagonista, el mismo importe que su padre, Winfield Scott Lovecraft, dejaría en herencia a su muerte ese mismo año de 1898.
ALBERTO SANTOS