Capítulo I
La psicología del testimonio y la memoria humana
Javier de la Fuente Arnanz
En este capítulo, vamos a intentar enmarcar la psicología del testimonio entre las
distintas áreas de conocimiento que deben manejar los psicólogos que se dedican a
elaborar informes forenses para aportarlos en el desarrollo de los procedimientos
judiciales. Asimismo, veremos que la psicología forense solo es uno de los distintos
campos donde la psicología y el derecho confluyen y colaboran.
Por otro lado, vamos a intentar desarrollar de manera muy elemental los conocimientos
psicológicos básicos sobre la memoria humana que permitan entender y sustentar los
desarrollados dentro del ámbito más específico de la psicología del testimonio.
1. Derecho, psicología y psicologías jurídicas
La psicología del testimonio (PT) es, como veremos, un ámbito de conocimiento psicológico
ciertamente amplio, porque ha ocupado el trabajo investigador sostenido de muchas
personas desde hace ya algunos decenios. Sin embargo, en el contexto general de las
relaciones entre la psicología y el derecho, no deja de ser un ámbito concreto que
necesitamos contextualizar y poner en una relación escalable con otras disciplinas
próximas. A esto vamos a dedicar estas primeras líneas del libro, para que los árboles
no nos impidan ver (y medir) el bosque complejo y variado que conforman hoy día los
campos de relación entre el derecho y la psicología.
Derecho y psicología son disciplinas que tienen mucho en común. Mucho más de lo que
habitualmente estamos acostumbrados a pensar y mucho más de lo que su corta historia
de colaboración efectiva parece señalar. A fin de cuentas, la psicología y el derecho
se ocupan de la conducta humana. La psicología es una disciplina que aborda la conducta
humana desde la vertiente científica de su conocimiento y explicación, y desde el
punto de vista técnico, en el desarrollo de instrumentos que ayudan a resolver problemas
concretos; problemas que, en muchos casos, tienen que ver con la evaluación, modificación
y control de la conducta humana.
Distinción entre orientación científica y orientación técnica
La distinción entre las orientaciones más científicas y las orientaciones más técnicas
de las disciplinas que son complejas es muy importante para entenderlas. La distinción
fundamental que caracteriza a unas y otras es su objetivo último. Por un lado, las
orientaciones de carácter científico tienden a buscar el conocimiento y elaborar la
explicación sobre su objeto de estudio. Las orientaciones más técnicas pretenden,
por su parte, la elaboración de instrumentos que ayuden a solucionar problemas concretos.
En cualquier disciplina, las relaciones entre desarrollos científicos y elaboraciones
técnicas son continuas, muy estrechas y muy complejas, pero conviene tener en mente
la distinción por su utilidad conceptual.
El derecho, por su parte y principalmente, se dedica a la elaboración de la norma
legal y a los mecanismos y procedimientos para su cumplimiento, como fuente de regulación
y control de la conducta humana en un entorno social complejo.
Este aspecto resultaría, fundamentalmente, de carácter técnico, aunque también existirían
ámbitos del derecho claramente científicos cuando se abordan la explicación, justificación,
consecuencias y demás aspectos relacionados más con la ontología de la norma que con
su formulación y aplicación. Disciplinas como la teoría, filosofía, sociología, psicología,
historia del derecho, el derecho comparado, etc. se incluirían dentro de estas disciplinas
de carácter más científico.
El derecho como disciplina tiene una historia mucho más larga que la psicología como
ciencia. Esta surge formalmente a finales del siglo xix, mientras que los orígenes del derecho debemos buscarlos en las antiguas civilizaciones
y encontramos ya en la antigüedad clásica desarrollos jurídicos muy sofisticados.
Es quizá esta desigualdad en la tradición entre las dos disciplinas una de las causas
por las que el derecho no ha atendido hasta hace relativamente poco tiempo a lo que
la psicología le podía proporcionar.
Algunos autores (Clemente, 1995) han señalado la tendencia del derecho y sus agentes
a pensar habitualmente que se bastaban a sí mismos, desatendiendo lo que desde disciplinas
próximas se les podía ofrecer. Afortunadamente, poco a poco, en los últimos decenios,
el panorama de las relaciones entre psicología y derecho ha ido cambiando y han ido
surgiendo ámbitos de colaboración muy importante que configuran lo que hoy día conocemos
como psicología jurídica (PJ).
El derecho y la psicología tienen mucho en común pues las dos disciplinas se ocupan
de la conducta humana, pero hasta hace relativamente poco tiempo no han iniciado una
colaboración efectiva. Esta se materializa en distintos ámbitos que englobamos en
el concepto de psicología jurídica.
Hay que subrayar que lo que subyace al concepto de PJ, más que un campo de investigación
y actuación homogéneo, es un conjunto diverso de ámbitos en los que generalmente la
psicología aporta sus conocimientos y técnicas para la mejor ejecución de las funciones
que los distintos órganos, entidades e instituciones relacionadas con el complejo
mundo jurídico tienen asignadas.
Estas distintas áreas de trabajo, que configuran lo que con más propiedad debería
llamarse psicologías jurídicas, se han clasificado de distintas maneras en función, por un lado, del ámbito jurídico
del que se trate (policial, judicial de uno u otro tipo, penitenciario, etc.) y, por
otro, de la propia función que los psicólogos lleven a cabo (evaluación, asesoramiento,
intervención). Teniendo en cuenta uno y otro criterio, podemos señalar los siguientes
ámbitos de la PJ o, mejor dicho, las siguientes PJ que explicaremos muy brevemente:
-
Psicología policial. Incluye fundamentalmente las funciones que los psicólogos desarrollan dentro de
los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. Fundamentalmente, se trata de tareas
de formación, selección de personal, organización y comunicación.
-
Psicología penitenciaria. Incluye fundamentalmente lo que los psicólogos hacen dentro de las instituciones
penitenciarias. Labores de organización del centro, tratamientos individuales y grupales
con objetivos rehabilitadores y resocializadores, y también el desarrollo de estudios
para concesión de permisos de distinta índole (aunque esta función pueda clasificarse
también de forense cuando se hace a instancia de un juzgado de vigilancia penitenciaria).
-
Victimología. Se ocupa fundamentalmente de la atención a las víctimas de delitos y del desarrollo
de programas de reparación dirigidos a los delincuentes.
-
Criminología. En este ámbito, los psicólogos contribuyen con sus conocimientos y técnicas a la
investigación y explicación del fenómeno delictivo y sus agentes por un lado, así
como a su prevención y control tanto en adultos como en menores.
-
Mediación. La labor mediadora del psicólogo se dirige de manera fundamental a la intervención,
con el objetivo de la resolución de conflictos. Aunque potencialmente la labor mediadora
puede ejercerse en distintos ámbitos (laboral, consumo, contratos, penal), los conflictos
familiares son el campo habitual de trabajo. La labor mediadora ejercida por el profesional
de la psicología pasa por posibilitar la comunicación entre las partes y fomentar
el cambio perceptivo que ayude en la consecución del acuerdo (Bernal, 2002).
-
Psicología judicial. El concepto de psicología judicial es demasiado amplio y, probablemente por este
motivo, quizá confuso en ocasiones. En el mismo se incluyen, por un lado, el estudio
científico de los agentes implicados en los procesos judiciales, especialmente el
estudio de los procesos de razonamiento y decisión de jueces y jurados (podéis ver
Sobral y Arce, 1990). Por otro lado, un ámbito tan importante y amplio como es el
de la psicología forense.
Por su peso, en el panorama de las PJ proponemos reservar el término de psicología
judicial a los estudios relacionados con los actores del proceso judicial y abordar
como un campo independiente el de la psicología forense (PF). Por su relevancia objetiva,
y porque es el marco más próximo de la psicología del testimonio (PT), vamos a explicarlo con algo más de detalle en el próximo apartado. La figura 1 sintetiza los distintos ámbitos de la psicología jurídica.
Figura 1. Las psicologías jurídicas

La psicología jurídica es un conglomerado de disciplinas y ámbitos de aplicación,
por lo que cabe más hablar de psicologías jurídicas.
2. Psicología forense y psicología del testimonio
La PF es un ámbito de actuación del psicólogo muy amplio. Dentro de este se halla
uno más concreto que es la PT, que es el que nos ocupa. Para enmarcar la PT en su
contexto concreto, vamos a hacer un repaso somero, pero bastante completo, de los
trabajos que ocupan a los psicólogos forenses. La PF ha sido definida de varias maneras
en función de los distintos matices que se han pretendido enfatizar. Puede hacerse
un repaso de estas definiciones en Urra (2002). Vamos a intentar nosotros una definición
de la PF que pretendemos exhaustiva de las múltiples actividades que se desarrollan
en torno al concepto.
La PF engloba toda una serie de actividades que llevan a cabo psicólogos especializados
para dar la mejor respuesta posible desde su disciplina a muchos de los interrogantes
conceptuales y efectuar tareas técnicas que los distintos actores implicados en un
proceso judicial, o acto de naturaleza jurídica, les pueden demandar y que son relevantes
para el cumplimiento de su función.
Hecha la definición, deberíamos señalar algunos matices. En primer lugar, que entre
las actividades que los psicólogos forenses llevan a cabo predominan de manera fundamental
las tareas de evaluación, de personas y situaciones, y la elaboración del informe
de los resultados de estas evaluaciones que se materializa en el informe pericial.
Las tareas de intervención para cambiar el estado de las personas y situaciones son
mucho menos frecuentes.
En segundo lugar, cabe decir que la mayor parte de intervenciones de los psicólogos
forenses las hacen a instancia de jueces y tribunales de justicia de distinta índole.
También es posible que el informe pericial se haga a iniciativa de las partes implicadas
en el proceso, o interesadas en algún acto jurídico, aunque es habitualmente el juez
quien admite y da valor jurídico a la intervención pericial psicológica.
Hay que señalar, por último, que la labor psicológica forense se puede ejercer en
distintos ámbitos jurídicos, y tanto desde una posición dentro de la Administración,
como desde la actividad profesional privada.
A partir de lo que hemos señalado, vamos a hacer un repaso bastante extenso del tipo
de actuaciones de los psicólogos forenses para que podamos entender dónde se sitúa
la PT. Para esto, estableceremos dos campos amplios que son los que delimitan el derecho civil y el derecho penal.
Diferencia entre derecho civil y derecho penal
Sin la pretensión de ser muy rigurosos, podemos diferenciar una y otra rama del derecho
porque en el último el Estado está siempre presente como parte ejerciendo su poder,
mientras que en el segundo las partes son personas físicas o jurídicas que se presentan
en el proceso judicial en plano de igualdad (Latorre, 2002).
2.1. La PF en el derecho civil
Dentro de las distintas funciones que cumple la PF en el ámbito del derecho civil,
hay que destacar, por su frecuencia y relevancia, el trabajo de los psicólogos en
los juzgados de familia elaborando informes psicológicos de los menores, adultos, así como de las relaciones
familiares y circunstancias implicadas en los procesos de separación o divorcio, con
el objetivo de asesorar a los jueces sobre la atribución de la guarda y custodia de
los menores, y el establecimiento de los regímenes de visitas. De hecho, este es el
ámbito en el que la PF se institucionaliza primero en nuestro país y ya en los años
ochenta y noventa del siglo xx se crean equipos técnicos en los juzgados de familia (Martín Corral, 2002).
Un ámbito importante de actuación de la PF es el del derecho laboral. Aquí es el psicólogo forense quien se encarga de la valoración de secuelas psicológicas
de accidentes laborales. En ocasiones, también tiene como función la detección de
casos de simulación de síntomas psicopatológicos.
Otras causas de tipo civil en las que intervienen los psicólogos forenses evaluando
e informando a los jueces sobre las capacidades cognitivas y volitivas de las personas
serían:
-
Procesos de incapacitación por trastornos psicopatológicos.
-
Evaluación de la capacidad para hacer testamento o firmar contratos.
-
Procesos de cambios de sexo.
-
Reclamaciones mercantiles en casos de suplantación de marcas.
-
Casos de nulidad en matrimonios canónicos.
-
Causas relacionadas con contratos de seguros.
2.2. La PF en el derecho penal
En cuanto a las funciones de la PF relacionadas con el derecho penal, podemos empezar
por distinguir, por una parte, las relacionadas con la justicia de menores. Aquí los psicólogos forenses se encargarían de la elaboración de informes técnicos
sobre la situación psicológica y social del menor que ha delinquido, así como de las
posibilidades y vías de reeducación, medidas cautelares, etc.
Por otro lado, encontramos las relacionadas con el derecho penal en adultos. La PF asesoraría a los distintos órganos judiciales evaluando distintos aspectos
de naturaleza psicológica tanto de acusados como de víctimas y testigos.
Respecto a los acusados, uno de los temas más antiguos de valoración psicológica ha sido el de la imputabilidad
o, de manera más amplia, la atribución de la responsabilidad criminal. Todos sabemos
que distintos estados físicos y psicológicos, circunstanciales o permanentes, pueden
mermar las capacidades cognitivas y volitivas de las personas y, en consecuencia,
su capacidad y responsabilidad al obrar. Determinar el grado en que una afectación
psicológica puede condicionar la plena responsabilidad de la personas en sus actos
ha sido uno de los problemas clásicos que se ha planteado a la judicatura y sobre
el que esta ha interrogado a la medicina desde siempre y, a la psicología, más recientemente.
Además de este tema de intervención, de manera más reciente y vinculada a la psicología
penitenciaria –es decir, a personas ya condenadas por delitos–, los psicólogos ejercen
su labor forense elaborando estudios y emitiendo informes sobre la peligrosidad potencial
y riesgo de reincidencia de personas internadas en centros penitenciarios. Estos informes
son relevantes para los juzgados de vigilancia penitenciaria.
Otro tema de intervención forense dentro del ámbito penal es el trabajo de estudio
e informe para contribuir a los procesos de selección de las personas que integran
los jurados que intervienen en la fase de vista oral de los procesos judiciales.
Por último, en el ámbito del derecho penal, la psicología forense desarrolla importantes
funciones en relación con víctimas y testigos. Cabe señalar la doble condición de la persona que sufre el accidente o acto delictivo
y, en multitud de casos, aunque no en todos, ha sido testigo también del suceso. En
cuanto a las víctimas, el trabajo forense suele estar relacionado con la valoración
del estado psicológico de la víctima previo al suceso objeto del proceso judicial
y, muy importante, con la valoración de las secuelas psicológicas que el accidente
o delito ha producido en la víctima.
Por otro lado, y aquí nos encontramos ya con el objeto concreto de todos los contenidos
que vendrán a continuación:
Respecto al testigo, o testigo/víctima, el psicólogo forense puede encargarse de la
obtención del testimonio, así como de la evaluación técnica de su exactitud probable
y, en consecuencia, de la credibilidad atribuible.
Como vemos, la obtención y evaluación del testimonio es una más dentro de la variada
gama de funciones que aborda la PF. Sin embargo, hay distintas razones que justifican
la atención que se le dedica dentro del marco de la PF y los esfuerzos por ampliar
los conocimientos dentro de este ámbito. En primer lugar, el estudio y evaluación
del testimonio son importantes por las devastadoras consecuencias que tienen para
las personas lo errores judiciales que se derivan de errores en el testimonio. Pensemos
en las personas que han sido acusadas y condenadas por delitos que no cometieron.
Recomendamos vivamente la lectura de la siguiente obra:
E. Loftus, y K. Ketcham (2010). Juicio a la memoria. Testigos presenciales y falsos culpables. Barcelona: Alba Editorial. La edición original es de 1991.
En este libro, verdaderamente impactante, las autoras repasan una serie de casos de
personas acusadas de delitos que no cometieron debido a problemas relacionados con
el testimonio de testigos presenciales. También se relata la intervención forense
en la defensa de estas personas a lo largo del proceso judicial.
Por otro lado, la psicología científica ha invertido en los últimos decenios un gran
esfuerzo investigador que ha derivado en la obtención de conocimiento y el desarrollo
de técnicas sofisticadas y útiles para la obtención y evaluación del testimonio. Estas
aportaciones de la PT, siendo todavía bastante desconocidas por muchos agentes dentro
del mundo jurídico, poco a poco van demostrando su utilidad y van siendo aplicadas
en el desarrollo de los procesos judiciales.
Por último, cabe señalar la buena respuesta que la PF en particular y los conocimientos
sobre PT han dado al fenómeno, relativamente reciente, de la presencia de los niños
como víctimas y testigos en procesos por delitos de malos tratos y abusos sexuales.
En este tipo de delitos, es muy frecuente que no existan otras evidencias objetivas
al margen de la que constituye el propio testimonio del menor. En consecuencia, la
obtención de un testimonio lo más preciso posible y la evaluación de su credibilidad
devienen factores clave para los jueces que deben emitir sentencias en este tipo de
casos. La figura 2 sintetiza las funciones de la psicología forense.
Figura 2. Psicología forense

La PF cumple distintas funciones, entre las que se encuentran las relacionadas con
la PT.
Tenemos que remarcar la amplia formación en distintos ámbitos de la psicología que
han de poseer los psicólogos forenses debido a la pluralidad de aspectos sobre los
que se les puede pedir informe pericial. Por un lado, tienen que poseer conocimientos
profundos sobre psicología clínica y psicopatología. También deben estar sólidamente
formados en campos como la psicología social, la psicología evolutiva y la psicología
de los procesos básicos (atención, percepción, memoria, lenguaje y razonamiento),
con especial énfasis, cuando se trata de peritar sobre aspectos del testimonio, en
los conocimientos sobre la memoria humana.
3. El origen y la evolución de la psicología del testimonio
No vamos a extendernos demasiado en detallar los estudios pioneros sobre la PT. Solo
queremos dejar algunas pinceladas que orienten al lector sobre el origen y la evolución
de este campo de investigación y aplicación de la psicología. Descripciones más completas
y detalladas pueden encontrarse en Manzanero (2008) y Brainerd y Reyna (2005).
El problema de la obtención y valoración del testimonio surge con el derecho mismo.
No es extraño, por tanto, que encontremos antecedentes sobre aspectos psicológicos
relacionados con los testigos y sus testimonios en las fuentes clásicas del derecho
(podéis ver Manzanero, 2008, citando a Foucault, 1983). En la edad media, El Libro de las Leyes, más conocido como Código de las siete Partidas, promulgado por el rey Alfonso X, dedica el título XVI de la tercera partida a los
testigos y su papel dentro del proceso judicial; en la Ley 8 de dicho título señala:
“Otrosí decimos que no puede atestiguar hombre que haya perdido el seso, en cuanto
le durare la locura [...].”
Ya en el siglo xviii, Cesare Bonnesano, marqués de Beccaria, publica la obra De los delitos y las penas en la que a lo largo de un capítulo dedicado a los testigos desarrolla distintas
consideraciones de carácter psicológico acerca del hecho testifical y sus actores
(Manzanero, 2008).
Sin embargo, no podemos hablar con propiedad de PT hasta que a finales del siglo xix se constituye y comienza su desarrollo la psicología como disciplina científica.
Es en este momento cuando comienzan a producirse las primeras investigaciones con carácter científico, que tienen como objeto de estudio aspectos concretos relacionados con el testigo
y su testimonio y, de manera paralela, algunas intervenciones de carácter pericial
de algunos psicólogos en varios procesos por accidentes y delitos sobre aspectos relacionados
con la percepción y la memoria de los testigos.
Entre los primeros, podemos señalar las investigaciones pioneras de Cattell (1893)
en Estados Unidos y Gross (1897) en Austria. Ya en el siglo xx, y hasta los años cuarenta, la PT experimenta un desarrollo notable. Los trabajos
y publicaciones sobre PT del francés A. Binet, de Münsterberg y Stern en Alemania,
y de Lombroso en Italia, durante los primeros años del siglo xx, son bien conocidos. La PT continua desarrollándose durante los años veinte, treinta
y cuarenta tanto en Europa (España incluída) como en Estados Unidos, y son numerosos
los trabajos científicos que se publican sobre aspectos relacionados con la exactitud del testimonio, la sugestibilidad de los testigos, la detección de la mentira, los procedimientos de toma de declaración, etc. Aparecen las primeras revistas científicas especializadas en PT y la mayoría
de los manuales sobre psicología experimental incluyen algún apartado sobre el tema.
Por otro lado, se tiene constancia de la participación de psicólogos como testigos
expertos y peritos forenses en distintos procesos judiciales que resolvieron sobre
casos en los que el testimonio planteaba cuestiones problemáticas (para una descripción
más detallada, podéis ver Manzanero, 2008).
A partir de los años cuarenta, la PT comienza a decaer en su atención para la investigación
psicológica (al igual que otros temas psicológicos interesantes y de relevancia social).
De este modo, el tema de la exactitud del testimonio desaparece prácticamente del
ámbito académico y profesional, aunque acontecimientos derivados de la Segunda Guerra
Mundial, como los Juicios de Núremberg o la Guerra Fría, sostienen cierto interés
sobre algunos temas como la detección de la mentira y la identificación de personas
(Herrero y Manzanero, 2006). La causa fundamental de este decaimiento de la PT es
el auge del conductismo en la psicología, que delimita sus campos de interés en torno
al tema del aprendizaje.
Sin embargo, el verdadero desarrollo de la PT se produce a partir de mediados de la
década de los setenta. A partir de estos años, y con el cambio de paradigma en la
psicología, donde se impone una visión cognitiva y de procesamiento de información,
resurge el interés sobre los temas anteriormente trabajados dentro de la PT y sobre
otros nuevos relacionados, y se produce una verdadera explosión de trabajos experimentales
con consecuencias tanto teóricas como aplicadas. Comienzan a desarrollarse congresos
y reuniones científicas especializadas. Surgen, durante los años ochenta y noventa,
en Europa y Estados Unidos, asociaciones académicas y profesionales tanto nacionales
como internacionales.
Finalmente, en los últimos años, los ámbitos jurídicos cada vez prestan más atención
a la labor forense de los psicólogos en el ámbito del testimonio y comienza a ser
habitual la labor pericial sobre el testimonio de los psicólogos en los procesos judiciales.
La relevancia social, unida a la alarma, que delitos como los malos tratos y los abusos sexuales a menores han alcanzado en las últimas dos décadas, han institucionalizado la participación
del psicólogos forenses en procesos judiciales de este tipo. Estos contribuyen de
manera inestimable a resolver los problemas relacionados con el testimonio que un
fenómeno nuevo, como es la participación como testigos-víctimas de los niños en procesos
judiciales, ha planteado.
4. La memoria humana y el testimonio (conocimiento profano frente a científico)
Los testigos, a lo largo de un proceso judicial, pueden hacer dos tareas fundamentales.
Por un lado, a requerimiento de algunos de los agentes judiciales (jueces, policías
y abogados, principalmente), recuerdan los acontecimientos sucedidos y que de alguna
manera percibieron, y los explican, mejor o peor, construyendo un relato. Por otra
parte, sobre todo en procesos penales, se les impone a veces la tarea de reconocer
e identificar a personas que pudieron ser agentes o partícipes de los sucesos objeto
de valoración judicial.
Las dos tareas, aunque distintas, son tareas de memoria en las que el testigo debe intentar acceder al recuerdo de una secuencia de hechos
y a la imagen física de determinadas personas. En este sentido, no son tareas muy
distintas de las que hacemos habitualmente cuando, por ejemplo, relatamos el argumento
de una película que hemos visto a un amigo, o cuando vemos a una persona cuya cara
nos suena e intentamos reconocerla e identificarla de manera inequívoca relacionándola
con algún espacio y tiempo determinados. En esencia, los procesos implicados en estas
tareas son los mismos que los que efectúan los testigos, aunque no podemos olvidar
que muy frecuentemente los testigos lo son de sucesos que generaron un nivel de ansiedad
considerable cuando se vivieron y el factor ansiedad, como veremos, no es desdeñable
como elemento condicionante del testimonio.
La memoria es uno de los proceso básicos de la cognición humana (y de cualquier organismo)
que ha ocupado la investigación psicológica desde el mismo surgimiento de la psicología
como ciencia, como podemos ver en el trabajo pionero de H. Hebbinghaus.
Si queréis saber mucho más sobre la memoria humana de lo que aquí tenemos espacio
de explicar, deberíais acudir a la lectura de la primera parte del libro de Manzanero
(2008) o, si queréis profundizar aún más, a un manual de psicología de la memoria
como el de Baddeley, Eysenck y Anderson (2010). Estas lecturas son inexcusables para
alguien que quiera entender de manera rigurosa los temas relacionados con el testimonio
y su evaluación.
Sin embargo, los intentos de explicación de la memoria humana son muy anteriores al
surgimiento de la psicología científica a finales del siglo xix. Basta con que repaséis un poco la filosofía de vuestros estudios de secundaria para
que os deis cuenta de que ya los antiguos filósofos griegos (por ejemplo, Platón o
Aristóteles) hicieron sus planteamientos sobre el cómo y el porqué del funcionamiento
de la memoria en las personas que, después, tuvieron influencia y continuidad en tradiciones
filosóficas tan importantes como la racionalista (Descartes, Kant) o la empirista-asociacionista
(Locke, Hume, etc.).
No solo la tradición filosófica está llena de ideas y explicaciones sobre la memoria
humana; todas las personas, a lo largo de todos los tiempos, de manera independiente de la cantidad y el tipo
de formación recibida, de su cultura, ocupación, etc., han tenido y tienen sus propias
ideas acerca del funcionamiento de la propia memoria y la de los demás. Estas explicaciones,
que denominaremos de la psicología popular (en ocasiones se han denominado de la psicología ingenua o del sentido común), son
las que se han manejado dentro del ámbito jurídico desde siempre a la hora de evaluar
el testimonio. La mayoría de los jueces, policías, abogados, miembros de jurados y,
en general, todas las personas que desde su papel en proceso judicial se ven en la
tesitura de evaluar el testimonio de los testigos, acuden a su “personal teoría psicológica
de la memoria” para valorar distintos aspectos del testimonio (por ejemplo, la exactitud
probable del testigo, la posibilidad de que un testigo mienta, la seguridad que el
testigo muestra en su testimonio, la sugestibilidad de un niño como testigo, etc.).
En muchos casos, este conocimiento ha sido y es suficiente para hacer una valoración
del testimonio adecuada y otorgarle el pertinente valor probatorio dentro del proceso
del que se trate.
Sin embargo, en no pocas ocasiones, la PT científica ha puesto de manifiesto, por
un lado, que sus explicaciones son más complejas y, en consecuencia, más completas a la hora de valorar algunos fenómenos relacionados con el testimonio. Por otro lado,
la PT ha demostrado que algunas de las ideas de la psicología popular acerca de la
memoria humana son claramente equivocadas y, por tanto, conducen a errores en la evaluación de testimonio por parte de quien
las aplica.
Dicho de otro modo, evaluar el testimonio simplemente a partir de un conocimiento
no especializado y acientífico acerca de la memoria de los testigos conduce en muchos
casos a interpretaciones simplistas, a la aplicación de prejuicios que se han demostrado
falsos y, a la postre, a la comisión de errores de graves consecuencias.
En el presente apartado, y a lo largo de todo el libro, vamos a intentar que desarrolléis
conocimientos clave que os permitan, aunque no tengáis una formación psicológica formal,
tener una interpretación más adecuada de los fenómenos relacionados con el testimonio
y, sobre todo, evitar interpretaciones erróneas y prejuicios derivados de la psicología
popular.
4.1. Memoria frente a memorias: estructuras y procesos de memoria
Cuando las personas piensan y hablan sobre la memoria haciendo uso de su conocimiento
psicológico de sentido común, suelen hablar de la memoria en singular, como si de
una facultad unitaria y global se tratase. En consecuencia, se suelen emplear expresiones
como “alguien, por ejemplo un testigo, tiene buena o mala memoria”, “mi memoria ya
no es lo que era”, “le falló la memoria”, etc.
Sin embargo, desde la psicología científica, lo que denominamos memoria se explica
como un conjunto complejo de sistemas o estructuras relacionadas, cuyo sustrato neurológico está más o menos identificado, y cuyos parámetros
de funcionamiento (tipo, cantidad de información que manejan y tiempo que mantienen
la información) suelen estar medidos. La información que entra del exterior a través
de los sentidos y la información que almacenamos de manera estable en nuestra memoria
fluye entre estos sistemas y se desarrolla toda una variedad de procesos que generalmente
son de tres tipos: codificación, almacenamiento y recuperación de información. Por tanto, debemos considerar a partir de ahora lo siguiente:
Si hay algo que la psicología científica ha demostrado de manera inequívoca es que
la memoria de una persona no es una cosa, no es una facultad, sino muchas. Hoy día,
la psicología científica explica la memoria como un conjunto de sistemas que desarrollan
una gran variedad de procesos cognitivos.
Otro aspecto importante que hay que tener en cuenta cuando queremos entender en profundidad
la memoria es su función: ¿para qué nos sirve? En general, resulta sensato pensar que la memoria es un componente
determinante de la cognición humana que nos ayuda a adaptarnos al entorno y sobrevivir. Para poder adaptarnos debemos registrar, mantener y usar
mucha información que tiene que ver con los cambios que se han producido en el medio,
tanto externo a nosotros como interno, y con las respuestas que se demostraron efectivas
en el pasado para poder dar respuestas bien adaptadas a las condiciones que pueden
presentarse en cada momento.
El medio, es decir, todo lo que nos rodea, es un conjunto extraordinariamente complejo,
la variedad de estímulos que recibimos es enorme, la cantidad de información que continuamente
extraemos y procesamos del medio a través de los sentidos, también. Las condiciones
del entorno son extremadamente cambiantes y difícilmente predecibles en ocasiones.
Si además tenemos en cuenta que los sistemas de memoria interactúan con otros componentes
de la cognición humana como los sistemas y procesos perceptivos, los mecanismos de
la atención, los procesos relacionados con la producción y comprensión del lenguaje,
los procesos de razonamiento y pensamiento, así como los moduladores emocionales,
podremos empezar a intuir que lo que hasta ahora hemos denominado “la memoria” no
puede ser algo simple.
La figura 3 sintetiza este conjunto de sistemas, tal y como los entendemos hoy día, y los procesos
a través de los que interactúan para desarrollar las funciones cognitivas en las que
la memoria participa que, sin ponernos demasiado rigurosos, podríamos decir que son
todas.
Figura 3. Esquema general de los sistemas y procesos de la memoria

Es importante tener este esquema presente para seguir la explicación que viene a continuación.
Vamos a intentar dar una explicación de las características y del funcionamiento coordinado
de los sistemas de la memoria que intervienen en el procesamiento de cualquier información
haciendo un repaso al esquema de la figura 3. No pretendemos una explicación muy rigurosa, sino que nos sirva en este momento
para tener una idea intuitiva de cómo la maquinaria compleja de la memoria actúa y
contribuye al funcionamiento cognitivo en cualquier situación. Por lo tanto, no mencionaremos
las estructuras y procesos nerviosos, ni tampoco seremos exhaustivos en cuanto a todos
los sistemas identificados, sino que solo referiremos los más relevantes.
La información que el entorno proporciona entra en nuestro sistema cognitivo a través
de los órganos de los sentidos. Cuando desarrollamos cualquier actividad, nuestra
vista, oído, etc. continuamente nos proporcionan ingentes cantidades de información
sobre las variaciones que se están produciendo en el entorno. Los procesos perceptivos
se encargan de traducir las variaciones energéticas que se están produciendo fuera
de nuestro organismo en representaciones mentales que nuestro sistema cognitivo sea
capaz de manejar. A esto se le denomina un proceso de codificación de información (los procesos de codificación los identificaremos con flechas de color
negro en la figura 3).
Característica de los procesos de codificación
Los procesos de codificación se caracterizan porque la información pasa de un lugar a otro y sufre algún tipo
de transformación. Por ejemplo, los órganos de los sentidos captan variaciones energéticas
en el medio externo y nuestro sistema representa de alguna manera en nuestro cerebro
estas variaciones. Esto es un proceso de codificación.
En las últimas fases de los procesos perceptivos comienzan a intervenir los sistemas
más elementales de memoria, los que hemos englobado bajo el concepto de memoria sensorial, relacionados con cada modalidad sensorial (vista y oído fundamentalmente), que cumplen
el papel de generar una representación literal y completa, aunque de muy breve duración,
de todos los estímulos entrantes, de tal manera que cuando los estímulos son muy breves
nos permiten desarrollar de manera más eficiente ciertos procesos de selección de
los aspectos más relevantes de los estímulos.
No vamos a extendernos en la explicación de estos procesos; basta con que, haciendo
introspección, pensemos que cuando estamos mirando cualquier escena, de la vida real
o de una película, no somos capaces de atender a la totalidad de estímulos que se
nos presentan y, por tanto, continuamente debemos seleccionar aquella información
que tiene más probabilidad de ser relevante para lo que estemos haciendo en cada momento.
El resto de la información no atendida se pierde, se olvida (flecha roja en el esquema
de la figura 3).
Por ejemplo, vemos una película en la que el protagonista viaja en coche entre el
tráfico de una gran ciudad. Procesamos el tipo, color y ciertos rasgos del coche del
protagonista, quizá también del coche que sospechamos que le sigue, pero multitud
de detalles de la escena son descartados porque nuestro sistema cognitivo los considera
irrelevantes para el curso del procesamiento y no cuenta con recursos para manejar
toda la información presente en cada momento. De igual manera, el testigo presencial
de algún accidente o delito codifica solo parte del total de información presente
en la escena.
La información seleccionada es codificada en la memoria de trabajo (MT). La MT es el verdadero “motor” de nuestra memoria y de la cognición en general.
En la misma, se manejan los contenidos seleccionados continuamente de la información
que entra, como hemos descrito, del exterior del organismo. También en la MT se activan
y reciben, es decir, se recuperan, contenidos de la memoria a largo plazo (MLP) (aquellos que tenemos representados de manera estable) y que son relevantes
para interpretar lo que está entrando y para hacer lo que estemos haciendo en función
de los objetivos de cada momento.
Por ejemplo, siguiendo con nuestra película, cuando el protagonista y el conductor
del coche que le seguía detienen el vehículo y salen del mismo, comenzamos a seleccionar
y analizar estímulos en función de contenidos de la MLP que hemos activado y manejamos
entonces en nuestra MT. Esta información seguramente tendrá que ver con elementos
de la historia que han aparecido mucho antes y que conservamos en nuestra MLP, conocimientos
de carácter general como los motivos, buenos o malos, por los que una persona puede
seguir a otra, y elementos contextuales tan distintos que pueden llegar a incluir
hasta la música que el director ha asociado a la escena y que también nos proporciona
pistas para su interpretación.
Procesos de recuperación de información
Hablamos de procesos de recuperación de información de la MLP para referirnos al proceso por el que determinados mecanismos de búsqueda
de información se articulan en la MT para activar la información relevante para lo
que se está haciendo en cada momento. Estos procesos de recuperación pueden ser llevados
a cabo de manera voluntaria o involuntaria, es decir, de manera controlada y consciente,
o de manera no consciente por parte del sujeto. También pueden plantearse distintas
tareas de recuperación de información al sujeto. No son lo mismo las tareas de reconocimiento,
en las cuales la información que hay que recuperar se le presenta al sujeto dentro
de un conjunto de información entre la que debe discriminarse, que las tareas de recuerdo,
en las que el sujeto debe generar a partir de un indicio la información que hay que
recuperar.
Sin embargo, un aspecto muy relevante de la MT es que se trata de un sistema de recursos limitados. Dicho de otra manera, la cantidad de información y de procesos con esta información
que pueden hacerse en un momento determinado es bastante limitada y los recursos que
dedicamos a una tarea no podemos dedicarlos a otra. El grado de interferencia entre
dos tareas (el nivel de dificultad para ejecutarse simultáneamente) dependerá, entre
otras cosas, del grado de automatismo con el que seamos capaces de ejecutarlas. La
tareas que llevamos a cabo de manera más automática son aquellas que hemos practicado
mucho, las que hemos “sobreaprendido”.
Sentimos a menudo estas limitaciones de la MT cuando en un entorno complejo, con muchos
estímulos, nos damos cuenta de que no podemos atender a todo. Por ejemplo, cuando
estamos aprendiendo a conducir y todas las acciones que tenemos que hacer de manera
simultánea y coordinada nos desbordan. O cuando oímos hablar en un idioma que no es
el nuestro pero sobre el que tenemos cierto conocimiento, nos damos cuenta de que
perdemos la comprensión cuando el que habla lo hace más rápido, o cuando se entrecruzan
distintas conversaciones. Cuando hemos automatizado la tarea de conducir podemos hacerla
consumiendo pocos recursos de la MT mientras atendemos –es decir, dedicamos recursos
sobrantes– a la radio, fumamos o mantenemos una conversación con nuestros compañeros
de viaje.
La MT es un sistema muy complejo y determinante para el desarrollo de los procesos
cognitivos (por este motivo, hemos dicho que constituye el motor del sistema). Es
un sistema que está compuesto por otros subsistemas cuyas funciones fundamentales
son dos: el almacenamiento temporal de la información (exterior e interior) por un lado y, por otro, la ejecución de
los procesos de transformación, manipulación o recombinación de la información, es
decir, de procesamiento, que sean necesarios para la ejecución de las tareas que estemos llevando a cabo
en cada momento. Además, un aspecto muy relevante de la MT es que, para hacer estos
dos tipos de tareas (almacén temporal y procesamiento), los recursos con los que cuenta
son fijos y limitados y, en consecuencia, en cada momento tienen que ser distribuidos
entre las tareas que se efectúan de manera simultánea.
Entre los sistemas que componen la MT encontramos sistemas especializados en el manejo
y mantenimiento temporal de la información verbal, otros especializados en la información
visual y espacial, y otros que retienen de manera momentánea y utilizan información
sobre episodios vividos anteriormente y mantenida en la MLP (todos estos subsistemas
no los hemos incluido en la figura 3). Asimismo, la MT cuenta con un mecanismo, el ejecutivo central (EC) (el único que hemos representado en la figura 3), cuyas funciones tienen que ver con la atención, que regula y coordina los flujos de información, y distribuye unos recursos (capacidad
de almacenamiento temporal y de procesamiento) entre los distintos sistemas que intervienen
en las diferentes tareas que habitualmente ejecutamos de manera simultánea.
Continuando con nuestro ejemplo cinematográfico, el EC se encargaría de ir modificando
los elementos sobre los que se selecciona información. Por ejemplo, de manera súbita,
por la parte inferior de la pantalla aparece una mujer corriendo e, inmediatamente,
el EC dirige el foco atencional sobre ella y desatiende de manera momentánea otros
elementos en los cuales estaba centrado hasta este momento el procesamiento de la
escena. Al mismo tiempo, el EC se encarga de valorar si esta información aporta elementos
determinantes para la interpretación de la historia, conectando los nuevos datos con
otros previos, o es un elemento irrelevante que podemos desechar para volver a procesar
otros elementos de la escena que habían sido desatendidos. Pensemos que, además de
estar viendo la película, simultáneamente podemos estar comiendo palomitas o bebiendo
un refresco, con lo que nuestro sistema cognitivo tiene que repartir sus recursos
de almacenamiento y procesamiento dando prioridad a unas funciones sobre otras en
función de unas condiciones continuamente cambiantes.
Del total de información que es procesada por la MT, la mayor parte solo es relevante
mientras es necesaria para las tareas de procesamiento que se están desarrollando
en cada momento. Cuando ya no es necesaria, la información que ha sido manipulada
temporalmente por la MT se desecha. Por supuesto, si es información que procedía de
nuestra MLP seguirá representada allí, pero si era información procedente del exterior
que se evalúa como no importante para ulteriores procesos, se perderá, se olvidará.
Por ejemplo, es probable que detalles de la vestimenta de la mujer que corría en nuestra
película, cuando se ha evaluado que el personaje no es relevante en la historia, se
olviden rápidamente dado que no se ha codificado la información para que tenga una
representación estable en la MLP.
Puede ocurrir también que una información que está en nuestra MLP (y que puede ser
relevante para lo que la MT está haciendo en un momento dado) no sea recuperada en
el momento preciso por la MT (esta situación se ha intentado representar en el esquema
de la figura 3 en la flecha bidireccional roja con una X, etiquetada también como olvido, que se
sitúa entre la MT y la MLP).
Este olvido es de naturaleza y consecuencias distintas a los anteriormente mencionados.
Cuando la información se pierde de la memoria sensorial o de la MT, es irrecuperable.
En este caso, habitualmente podemos hablar más de fallo en la recuperación, pues en muchos casos la información no accesible en un momento lo es en otro posterior.
Muchas situaciones nos ejemplifican esta circunstancia en la que información que no
podemos recordar cuando lo intentamos, incluso información que creemos absolutamente
olvidada, en otro momento y situación aparece como por arte de magia. Probablemente,
las circunstancias de la situación, que proporcionan claves de recuperación, o los
mecanismos de recuperación elaborados por la MT fueron más adecuados en un momento
que en otro.
También debemos decir, respecto a la MT, que cuando el sistema cognitivo produce una
respuesta observable, ya sea verbal o motriz, esta se elabora en la MT. Este proceso
es el que denominamos en el esquema como salida de información (flecha azul en el
esquema de la figura 3).
Si nuestro compañero de butaca nos pregunta sobre algún aspecto de la película que
estamos viendo o vimos, la respuesta es elaborada en la MT a partir de la entrada
sensorial que supone la pregunta escuchada y de la información mantenida tanto en
la MT como en la MLP. De igual manera, el testigo elabora sus respuestas en la MT.
Por último, vamos a explicar de la manera más sintética posible el papel que cumple
la MLP en la cognición y los distintos subsistemas que la componen. La MLP es nuestro gran
almacén de información sobre el mundo y sobre nosotros en el mundo. Normalmente, no
somos conscientes de la ingente cantidad de información que se representa en la MLP
de una persona adulta y, sobre todo, no somos conscientes de la extraordinaria (casi
mágica) capacidad que tenemos de acceder y seleccionar de nuestra MLP la información
adecuada y relevante para interpretar la realidad en cada momento y proporcionar una
respuesta adaptada.
Para que os deis cuenta de esto, pensad simplemente en la extraordinaria dificultad
que debe plantearse, en términos cognitivos, cuando para leer, como lo estáis haciendo
en este momento, necesitáis acceder a velocidad de vértigo al significado oportuno
de cada una de las palabras que aparecen en el texto (dentro de un mar de palabras
y significados representados en vuestra MLP) y al mismo tiempo recuperar y manejar
adecuadamente las reglas gramaticales del idioma que permiten asignar a cada vocablo
su función concreta dentro de las frases. Al mismo tiempo, si estáis entendiendo lo
que leéis, estaréis construyendo significados nuevos, asociando la nueva información
a la que ya estaba en vuestra MLP y trasladando estos a la MLP.
El gran almacén de información que constituye la MLP lo podemos dividir en dos grandes
subsistemas que se distinguen por el tipo de información que se representa en los
mismos: lo que denominamos memoria declarativa (MD), a su vez compuesta por la memoria
semántica y la memoria episódica, y lo que denominamos memoria no declarativa (MnoD).
La MD es más fácil de entender: está constituida por aquella información que podemos expresar verbalmente con facilidad y sobre la cual tenemos cierto acceso consciente.
Si nos preguntan cuál es la capital de Etiopía, un contenido de la MD, inmediatamente
tenemos conciencia bastante aproximada sobre si esta información está, o no, en nuestra
MLP y, en el caso de que esté, podremos probablemente formularla de manera verbal.
Lo mismo ocurriría si nos preguntasen por lo que comimos el sábado pasado o qué es
una silla.
Sobre la MD, suele establecerse una distinción entre dos tipos de información que
determinarían dos sistemas muy relacionados pero distintos: la memoria semántica (MS)
y la memoria episódica (ME).
Los contenidos de la MS se identifican con lo que denominamos habitualmente conocimiento, es decir, información general, no relacionada con parámetros espaciotemporales concretos.
Datos concretos, como que Adís Abeba es la capital de Etiopía, saber situar este país
en el mapa, los conceptos que nos permiten categorizar el mundo (lo que nos permite saber que un objeto es
una silla cuando lo vemos), el significado de las palabras (muy relacionado con los
conceptos) y nuestros esquemas de conocimiento (conjuntos de conceptos relacionados) que nos permiten interpretar
situaciones complejas son todos componentes de la MS.
La ME, por otro lado, está constituida por todos los episodios concretos de los que guardamos algún recuerdo. Por ejemplo, recordar que el día de nuestro
cumpleaños estuvimos cenando por la noche en un restaurante determinado con nuestros
amigos y las cosas que en este episodio ocurrieron pertenecería a los contenidos de
la ME. Por supuesto, el recuerdo que un testigo tiene de un suceso que ha visto es
un contenido de la ME. Los contenidos de la ME suelen tener alguna etiqueta espaciotemporal
más o menos precisa, mientras que los contenidos de la MS suelen estar descontextualizados
en el espacio y el tiempo (no podemos saber cuándo el conocimiento que nos permite
identificar un objeto como una silla se formó en nuestra memoria).
Obviamente, MS y ME son dos sistemas muy relacionados, pues la MS nos permite interpretar los episodios que vivimos. Por ejemplo, nuestro
conocimiento de una situación social estereotipada como la de “restaurante” nos permite
adecuar nuestra conducta a esa situación. Es decir, continuamente interpretamos la
realidad que vivimos a partir de nuestros conceptos y esquemas de conocimiento. Esto,
como veremos luego, tiene importantes consecuencias para el testimonio.
De manera recíproca, nuestro conocimiento semántico se ha formado en muchas ocasiones
a partir de la repetición de episodios parecidos. El esquema de conocimiento de la
situación de restaurante se formó a partir de la repetición de episodios concretos
de los que extrajimos los elementos comunes y repetidos. Conforme los episodios parecidos
se repiten, vamos elaborando esquemas más sólidos de conocimiento pero, por el contrario,
el recuerdo de los episodios concretos a partir de los cuales se conformó el esquema
se dificulta. Esta circunstancia también tiene interesantes consecuencias sobre el
testimonio. Por ejemplo, no es lo mismo el recuerdo de un episodio de abuso sexual
que puede tener un niño que ha sido víctima de un abuso puntual, que el recuerdo de
episodios concretos que suele tener el niño que ha sufrido un abuso continuado durante
años.
El otro gran subsistema de la MLP es la MnoD. Se define por lo contrario que hemos
afirmado de la MD, es decir, la MnoD estaría constituida por contenidos de los que
no tenemos mucha conciencia y, a la vez, tampoco tenemos fácil expresión verbal.
Estos contenidos estamos menos acostumbrados a identificarlos como contenidos de la
memoria y se referirían a aspectos tales como nuestras habilidades motrices (sabemos ir en bicicleta, pero no podemos describir verbalmente qué hacemos exactamente
para mantener el equilibrio) y muchas habilidades cognitivas (manejamos las reglas gramaticales de nuestro idioma para comprender lo que oímos
o leemos, pero no somos conscientes de cuáles y cómo).
También podíamos incluir aquí elementos de información que entran en nuestra MLP sin
que nuestra MT tenga mucho control y consciencia de los mismos. Se trata del fenómeno de la percepción subliminal, en el que una información
presentada a un sujeto en determinadas condiciones, y de la que este no ha sido consciente,
provoca cambios conductuales que demuestran que la información se ha integrado en
la MLP (en la figura 3, se ha pretendido representar estos procesos de codificación mediante la flecha discontinua
que va de la memoria sensorial a la MLP). La MnoD se ha denominado muy frecuentemente
también como memoria procesal.
Cuando vivimos cualquier situación o episodio, junto con la información a la que prestamos
cierto nivel de atención consciente, mediante el ejecutivo central de la MT, ingresamos
en la MLP cierta información sobre la que no tenemos conciencia ni control. Este fenómeno
ha sido demostrado por distintas investigaciones, sobre las que no nos vamos a detener
en este momento, y también tiene importantes consecuencias sobre el testimonio, como
veremos cuando analicemos el efecto del contexto en la recuperación de información.
Esta complejidad de sistemas y procesos de memoria determina que el rendimiento en
las distintas tareas cognitivas que ejecutamos sea muy diverso, de tal modo que, en
una misma persona, determinadas tareas de memoria se lleven a cabo habitualmente bien
y otras, mal. Por ejemplo, un testigo puede ser bastante hábil para el reconocimiento
e identificación de personas y, sin embargo, ser muy mediocre en cuanto a la riqueza
de detalles de determinado objeto, o el orden en el recuerdo de la secuencia de acciones
que constituye su relato de algo vivido en el pasado. Por otro lado, los mecanismos
de la memoria son tan complejos que interactúan con multitud de factores intrínsecos
y extrínsecos a la cognición de la persona, lo que determina que el testimonio esté
condicionado o modulado por multitud de variables y factores que las condiciones concretas
del testigo y de la situación presentan. Todo esto intentaremos irlo desgranando en
los próximos apartados.
4.2. La memoria es esquemática y reconstructiva
En este apartado, vamos a intentar cambiar otra idea de la psicología popular que
hace que no se interpreten de manera adecuada los relatos que nos proporcionan los
testigos. Vamos a formular primero e inmediatamente la cuestión básica que hay que
tratar en este apartado, y luego nos dedicaremos a justificarla y hacerla comprensible.
La memoria no es un almacén que retiene la información de manera muy similar a como
fue codificada y donde el olvido se produce por la pérdida de elementos o partes de
esta información con el paso del tiempo (como la psicología popular la ha entendido).
Más bien, como la psicología científica ha demostrado, en la memoria se producen continuamente
toda una serie de procesos de carácter constructivo y reconstructivo que hacen que
la información que mantenemos en nuestra memoria esté en continuo proceso de transformación.
Los seres humanos, a lo largo de la historia, para entender y hablar de la memoria
humana han recurrido a utilizar distintas metáforas o analogías. Continuamente, solemos entender y explicar aquello que no entendemos muy bien en
términos de alguna otra cosa mejor comprendida o sobre la que tenemos una mayor familiaridad.
La propia memoria no ha sido una excepción y, al menos desde que tenemos noticia,
las personas han intentado comprenderla y explicarla recurriendo habitualmente a los
elementos o herramientas de “memoria externa” de los que han dispuesto en cada momento
(Draaisma, 1998). Por supuesto, uno de los primeros soportes de memoria externa de
los que dispuso el ser humano fue la escritura, que permitió recopilar y guardar en
el tiempo información que hasta el momento dependía de la transmisión oral y la memoria
de las personas.
Más allá de la escritura, pero en relación con la misma, las antiguas tablillas de
cera, los libros y las bibliotecas han sido elementos a los que se ha recurrido para
usarlos como metáforas de la memoria humana y que han destacado determinados aspectos
particulares de cada uno de estos objetos en cada momento.
Análogo objetivo y análogo fuente
Observad que, cuando pensamos y argumentamos de manera analógica o metafórica, usamos
para entender y explicar el análogo objetivo (lo que pretendemos entender o explicar)
el denominado análogo fuente, el objeto mejor conocido con el que percibimos cierta
similitud. A partir de este momento, destacamos aquellos aspectos (no todos) que nos
interesan del análogo fuente para trasladarlos al objetivo y descartamos aquellos
aspectos que no consideramos pertinentes. Por ejemplo, cuando metafóricamente decimos
“sus dientes eran perlas”, trasladamos cualidades del análogo fuente perlas (por ejemplo,
su blancura, su perfección, su dureza) al análogo objetivo dientes y no otras.
De manera más reciente, el avance tecnológico de la humanidad ha traído otros soportes
de memoria externa como han sido la fotografía, el registro del sonido, el registro
de la imagen en movimiento y en los últimos decenios el ordenador e Internet como
elementos en los que el ser humano ha podido verter con facilidad toda la información
y el conocimiento sobre los más distintos ámbitos, de tal manera que lo ha hecho accesible
y manejable a un número cada vez mayor de personas.
Todos estos dispositivos son elementos de memoria externa que nos permiten registrar,
almacenar y recuperar información en elementos ajenos a nosotros mismos, de tal manera
que nos han liberado en muchos casos de las limitaciones que nuestra propia memoria
natural tenía para multitud de tareas. Al mismo tiempo, estos dispositivos de memoria
nos han servido de metáforas de nuestra propia memoria, de tal modo que los seres humanos nos hemos acostumbrado a pensar y entender, explicarnos
y explicar, hablar y argumentar sobre la memoria humana en términos de los elementos
técnicos de memoria externa que han ido surgiendo y con los que nos hemos ido familiarizando
en cada momento.
Sin embargo, las metáforas y analogías llegan donde llegan y, así como nos permiten
en ocasiones ir más allá en la compresión de determinadas cosas, otras veces limitan
nuestro pensamiento y dificultan que podamos atender a otros aspectos. Este ha sido
el caso de la memoria humana, que habitualmente fue entendida en términos de todos
los sistemas externos de registro de información que hemos mencionado anteriormente.
En los libros, fotografías, vídeos, archivos sonoros o en los soportes digitales que
manejan básicamente estos formatos la información se registra y suele mantenerse tal
cual, a menos que el soporte sufra algún tipo de deterioro por el que parte, o toda,
la información registrada se haga inaccesible y se pierda. Con mayor o menor fidelidad,
en función del desarrollo tecnológico, esperamos de estos soportes una correspondencia
muy próxima entre la información registrada y la recuperada.
No esperamos que si grabamos una canción el sistema nos reproduzca otra. No entenderíamos
que si tomamos una fotografía de nuestro perro saltando feliz por el campo, en la
fotografía aparezca nuestro perro en la playa. Nos inquietaría bastante que al grabar
en vídeo el gol que marcó determinado jugador de cabeza en la final de la copa, al
final veamos al reproducirlo un gol de falta anotado por otro jugador en una competición
distinta. Lo normal es que el sonido de una grabación se deteriore y sea peor si el
tiempo hace que el soporte o el elemento reproductor se deterioren. La fotografía
y el vídeo también pueden sufrir decrementos de calidad similares que hagan que fragmentos
pierdan nitidez o incluso sean irreconocibles.
El uso de estos medios de soporte externo como metáforas de la memoria humana ha determinado
que se utilizase una concepción muy errónea sobre la memoria de los testigos. Esta
concepción ha atribuido una exactitud muy superior a los testigos en determinados
aspectos del testimonio de la que estos podían buenamente ofrecer, y no se han entendido
los errores que con facilidad pueden cometerse cuando una persona recuerda un episodio
vivido. Se ha venido considerando que, cuando un testigo no tenía motivos para mentir,
sus testimonios eran básicamente exactos, al margen de aquellos aspectos que, debido
al natural paso del tiempo, hubiesen sido olvidados.
Observad que estos fenómenos de la memoria humana extraños, o no tanto, estas transmutaciones
y transustanciaciones que no podríamos comprender en los registros de memoria externa
al uso, no son nada raros en la memoria humana. Muchas veces la experiencia nos pone
de manifiesto que aquello que creíamos recordar con fidelidad era completamente equivocado.
Pensábamos que tal canción era de determinado cantante y resulta que era de otro.
Recordamos a nuestro perro en el campo y resulta que aquellas vacaciones al final
se quedó con el vecino. El recuerdo del gol que marcó fulano de cabeza en la final
de copa de hace dos años resulta que, en realidad, fue de mengano y con el pie, y
así de manera sucesiva. Definitivamente, nuestra memoria no es una cámara de vídeo.
Nuestra memoria es constructiva, en el momento de la codificación de una experiencia, y reconstructiva durante el periodo de almacenamiento y cuando, en un momento posterior, recuperamos
lo que queda de aquella representación que construimos.
Vamos a intentar explicar con un poco de detalle estos conceptos porque ayudan a desembarazarse
de nuestra concepción de la memoria como cámara de vídeo y a elaborar una explicación
de la memoria más acorde con lo que la experiencia empírica nos ha demostrado.
4.2.1. Lo que ocurre durante la codificación
Dijimos antes que la MS nos permite interpretar los episodios que vivimos a partir
de nuestros conceptos y esquemas de conocimiento. Cuando recibimos del exterior determinados
estímulos, estos activan normalmente en la MLP los conceptos y esquemas apropiados
que, manejados en nuestra MT por el ejecutivo central, sirven para dar sentido a la
realidad y reaccionar ante la misma.
Cuando recibimos y codificamos una experiencia, la aplicación de conceptos y esquemas
(estructuras de conocimiento de la MS) determina una serie de procesos transformadores
que hacen que la experiencia codificada no sea algo objetivo, sino la experiencia
tamizada por la estructura particular de la MS de una persona concreta. Por este motivo,
la misma experiencia no es codificada de la misma manera por dos personas distintas.
Estos procesos que se producen durante la codificación debido a la participación de
los esquemas de conocimiento de las personas son los siguientes (Alba y Hasher, 1983):
-
Cuando procesamos determinado episodio, solo los elementos relevantes para los esquemas
activados en este momento son seleccionados para codificarse e integrarse en la representación
de este episodio. Esto se produce, entre otras cosas, porque, como mencionamos, nuestra
MT es un sistema de recursos limitados en los que no podemos procesar en un momento
determinado todos los estímulos presentes.
Este proceso de selección determina que en muchas ocasiones no recordemos detalles
de elementos que no consideramos relevantes en su momento. Solemos decir, sencillamente,
que no nos fijamos. Tampoco solemos dedicar demasiados recursos de procesamiento a
los elementos que son absolutamente prototípicos en una situación, porque estos ya
nos los puede proporcionar el esquema cuando recuperemos la experiencia. También puede
ocurrir que malinterpretemos una situación al no activar los esquemas más adecuados
y, en consecuencia, su recuerdo sea extraordinariamente sesgado. Incluso puede ocurrir
que no dispongamos de esquema de conocimiento adecuado para interpretar una situación
con lo que la codificación de la experiencia será, forzosamente, muy pobre.
Los procesos selectivos hacen que nuestro recuerdo sea forzosamente incompleto, dado
que muchos elementos de una situación no los recordamos porque simplemente no los
codificamos, y sesgado por los esquemas activados en el momento de la codificación.
-
La información del episodio vivido, que ya ha sufrido una drástica reducción por los
procesos selectivos, se reduce aún más por procesos de carácter abstractivo.
En general, los procesos de abstracción tienen que ver con el hecho de que se tiende
a codificar los aspectos semánticos –es decir, el significado– de la información entrante
y tienden a perderse aspectos concretos del formato y los aspectos más sensoriales
de la información que recibimos.
Cuando leemos o escuchamos información de tipo lingüístico, solemos abstraer los significados
y perdemos, olvidamos, fácilmente las palabras concretas, las frases precisas que
leímos o escuchamos. Por supuesto, hay ocasiones en las que por uno u otro motivo
podemos recordar la palabra exacta o la frase concreta, pero esto no suele ser lo
habitual.
Solemos recordar las cosas pero con “nuestras propias palabras” más que la información
exacta que escuchamos o leímos. También es fácil que, en lo que respecta a determinadas
informaciones de cosas que hemos visto u oído, al final no recordemos el canal exacto
por el que la información nos llegó. Recordamos la información central de una noticia,
pero ya no sabemos si la oímos en la radio o la vimos en televisión. Volveremos a
este tema cuando hablemos del control de la fuente de una información.
En general, los procesos de abstracción determinan que codifiquemos mejor el sentido
general de la información que procesamos y mucho peor los aspectos más sensoriales
de la literalidad de esta información.
-
Los procesos anteriores son en gran medida los responsables de que la información
codificada se reduzca y simplifique respecto a la información total recibida. Sin
embargo, los procesos de interpretación son los que determinan los procesos de distorsión
que frecuentemente observamos en el funcionamiento de la memoria humana.
Muchas veces, la información que realmente recibimos es incompleta y nuestros esquemas
se encargan de rellenar los “huecos” que la información entrante nos deja con lo que
denominamos “valores por defecto”. Dicho de otro modo: nuestra memoria tiene un funcionamiento
que, en gran medida, es inferencial y predictivo.
Por ejemplo, si vemos simplemente la cabeza de una persona subida en un taxi, nuestros
esquemas codificarán que esta persona está vestida porque lo normal es que las personas
estemos vestidas cuando vamos en taxi. Además, a partir de la información que esta
cara nos suministra, inferiremos cuál es el tipo de ropa que esta persona es más probable
que vista. Si lo que vemos en la ventanilla del taxi es un rostro femenino, nos sorprendería
bastante ver descender del automóvil a esta persona vestida con traje de torero.
En ocasiones, también, nuestros esquemas transforman, cambian, sustituyen elementos
de la realidad entrante para hacerlos más coherentes con nuestros esquemas de conocimiento.
Por ejemplo, algunas investigaciones (Schweller, Brewer y Dahl, 1976) demostraron
que es muy probable que si las personas escuchan:
“El ama de casa habló con el tendero sobre el aumento de los precios de la carne.”
Las personas acaben recordando:
“El ama de casa se quejó al tendero del aumento de los precios de la carne.”
Estos procesos de carácter interpretativo son determinantes para entender cómo nuestros
estereotipos, es decir, nuestros esquemas bien consolidados, distorsionan de manera
dramática en muchas ocasiones nuestra percepción de la realidad. Baste, en un ámbito
anecdótico, contrastar la interpretación que suelen hacer los seguidores de dos equipos
de fútbol rivales de una posible jugada de penalti.
Los procesos de interpretación, así como los de selección y abstracción, sirven a
lo que en ocasiones se ha denominado economía cognitiva. Es decir, nos ahorran invertir
muchos recursos de procesamiento del ejecutivo central para interpretar la realidad
y dirigir nuestra adaptación. Son útiles para manejar la gran mayoría de las situaciones
más o menos rutinarias con las que nos enfrentamos cotidianamente, pero también conducen,
en ocasiones, a gruesos errores y prejuicios que, en el caso del testimonio, son de
especial relevancia.
-
Los procesos de integración también son responsables de algunas de las distorsiones
en el recuerdo de las personas. En ocasiones, están muy vinculados a los procesos
de interpretación.
En este caso, la integración se refiere a que cuando nuestros esquemas generan inferencias
a partir de valores por defecto en la interpretación de una situación, estas inferencias
posteriormente se integran con la información procedente del exterior y forman una
representación única, integrada, en la que el origen de la información se hace indistinguible.
Al final, por ejemplo, no podemos determinar de manera inequívoca si vimos realmente
la ropa que llevaba la persona del taxi, o inferimos que llevaba determinada ropa.
También tendemos a integrar información relacionada con un mismo tema o episodio que
recibimos en momentos temporales distintos, de tal modo que al final conformamos una
representación global en la que se hace muy difícil determinar en qué momento recibimos
las distintas informaciones.
Cuando luego mencionemos el efecto de la información engañosa y los procesos de discriminación
de la fuente de una información, estaremos ejemplificando estos procesos de integración.
4.2.2. Lo que ocurre durante el almacenamiento y la recuperación
Además de estos procesos que transforman la información en el momento de la codificación,
la representación de un episodio no es algo estático en la memoria de las personas.
Continuamente, mediante procesos más o menos conscientes, las personas reconstruimos
nuestra representación en memoria de los episodios que hemos vivido. Durante el periodo
más o menos extenso de almacenamiento de la información, las representaciones de estos
episodios están en continua interacción, de manera consciente o inconsciente, con
la nueva información que recibimos y con la propia transformación de nuestros esquemas
de conocimiento que van evolucionando con el tiempo.
Por último, en el momento en que la tarea presente plantea la necesidad de recuperar
determinada información y se elaboran en el ejecutivo central de la MT los procesos
necesarios para su recuperación de la MLP, vuelven a producirse algunos de los procesos
que tuvieron lugar durante la codificación. Por este motivo, decimos que la memoria
es reconstructiva. En primer lugar, en el momento de la recuperación, suelen volver
a producirse procesos de selección pues, del total de información almacenada, en un proceso concreto de recuperación,
solo suele accederse a una parte del total. Es decir, no solemos recordar, en un momento
determinado, toda la información representada sobre un episodio, sino solo una parte.
Diferencia entre accesibilidad y disponibilidad
Tulving demostró, por medio de algunas de sus investigaciones, cómo cuando se pedía
a los sujetos recordar en repetidas ocasiones determinada información que habían aprendido
previamente, sucedía que recordaban algunas cosas siempre, pero otras las recordaban
en algunos ensayos y no en otros. Explicó este fenómeno recurriendo a los conceptos
de accesibilidad y disponibilidad. Del total de información disponible que nuestra memoria conserva de determinado
episodio, en cada intento de recuperación solo una parte de esta información sería
accesible variando la información accesible y la proporción de esta respecto a la
disponible en cada momento de recuperación, en función de determinados factores. Uno
de estos factores, quizá el más importante, serían las claves de información útiles
y presentes en cada intento de recuperación. Esta distinción es muy importante para
entender determinados fenómenos del testimonio, porque lo habitual en el mismo es
que el testigo se enfrente a la tarea de múltiples intentos de recuperación.
Otro fenómeno que nos ilustra la diferencia entre accesibilidad y disponibilidad es
el de la hipermnesia (Erdelyi y Kleinbard, 1978). Este hace referencia al hecho empíricamente
contrastado de que los intentos repetidos de recuperación suelen aumentar la cantidad
de información recordada, aunque la persona tenga la sensación en cada ensayo de no
poder recordar más.
Otro de los procesos, determinante a la hora de entender cómo se distorsiona el recuerdo
y que vuelve a producirse en el momento de la recuperación de la información, es el
de interpretación. Si en la codificación vimos cómo los procesos de interpretación
nos proporcionan valores por defecto para rellenar los elementos que la información
entrante no proporciona, en el momento de la recuperación vuelven a producirse fenómenos
interpretativos de la misma naturaleza para rellenar, en este caso, los huecos que
los elementos olvidados han producido. Ante determinados elementos que no recordamos,
nuestros esquemas nos suministran el “valor más probable” que tendemos a incluir en
nuestro recuerdo como si fuesen elementos conservados de la representación inicial.
En un determinado episodio que hemos vivido, vimos a una persona cuya raza ya no recordamos.
Sin embargo, sabiendo que era nativo del continente africano, inferimos que debía
ser de raza negra y así lo incluimos en nuestro recuerdo sin distinguir (aquí también
juegan su papel los procesos de integración) si es una inferencia de nuestra memoria
o se trata del recuerdo genuino de algo que realmente percibimos.
Para acabar este apartado, y resumiendo lo que puede concluirse de lo que hemos venido
exponiendo, debería quedar claro que el olvido de la información relativa a un episodio
que hemos vivido se parece más a un proceso complejo de selección, transformación,
recombinación y fusión de los elementos de la experiencia en interacción con nuestros
esquemas de conocimiento y menos a la simple pérdida u olvido de elementos como hasta
el momento la psicología popular ha venido considerando.
Nuestra memoria se parece más a una olla al fuego en la que los distintos elementos
introducidos en distintos momentos van cambiando con la cocción y la interacción entre
sí, y se parece poco a una cámara de vídeo que registra con fidelidad la imagen y
el sonido de las experiencias vividas. Por este motivo, en ocasiones nos asombra comprobar
cómo aquello que creíamos recordar de manera nítida se parece muy poco a lo que realmente
ocurrió. En ocasiones, y generalmente de manera azarosa, nos damos de narices con
un registro fiel y objetivo de lo que sucedió (una carta, un grabación de vídeo, o
simplemente volver al lugar donde se produjo el episodio recordado) y no entendemos
cómo nuestro recuerdo ha podido transformarse de esta manera.
5. Bibliografía del capítulo
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