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Entender la emoción en las relaciones

¿Por qué a veces decimos las cosas más desagradables a la persona que más queremos? ¿Cómo es que llegar a acuerdos aparentemente simples termina en gritos recíprocos dentro de la pareja? ¿Cómo es que acabamos hablando con brusquedad y actuando de formas que juramos no volver a repetir jamás? ¿Qué es lo que hace que a personas que se quieren les entra en ocasiones la ansiedad cuando se acercan o porqué evitamos hablar de asuntos importantes? Y lo principal de todo, ¿cómo podemos aprender a detener los antiguos patrones de entrar en conflictos destructivos y aprender a hablar y a escuchar de una forma que conduzca a comprender, validar, negociar e intimar? Estas son las cuestiones que afronta este libro.

Todo el mundo sabe que, minutos u horas después de una desagradable pelea, lo que dijimos empeoró las cosas y obtuvimos menos de lo que pretendíamos. Sin embargo, de alguna forma lo dijimos o lo hicimos de todos modos y tal vez en esos momentos fue deliberado. Pero después, cuando se pasa la agitación, se instala la culpabilidad, el remordimiento, el arrepentimiento, el sufrimiento y la pena. Tal vez seamos capaces de disculparnos y dar la vuelta a la situación, pero es probable que la misma situación se repita una y otra vez. El conflicto destructivo en la parejas corroe la relación y hace infelices a ambos. La idea central de este libro consiste en que la emoción muy negativa que surge –emoción desregulada– es el problema fundamental de las parejas altamente conflictivas y que existen habilidades específicas que pueden aprender los miembros de la pareja para manejar sus emociones eficazmente, lo que a su vez redunda en que sea posible una comunicación eficaz (expresión precisa seguida de comprensión y validación). Con suficiente práctica, el conflicto puede transformarse en cercanía, y las parejas pueden lograr la amistad, la intimidad, la paz y el apoyo que nos aportan alegría y reduce nuestro sufrimiento.

Comprender las emociones y la intensidad emocional

Las emociones son mucho más complicadas de lo que la mayoría de la gente cree. Parte del problema surge de la forma en que hablamos de ellas. En primer lugar, hablamos de emociones como una cosa, un sustantivo, en lugar de considerarlas como algo que en realidad hacemos y que afecta a partes internas nuestras y también afecta a otros. Es más fácil conceptualizar el pensar como algo que hacemos. Así, cuando decimos que hemos tenido un pensamiento, reconocemos que fue justo un momento, una pequeña parte de un largo proceso. La emoción se puede conceptualizar del mismo modo. Por tanto, una emoción es solo un momento que pertenece a un largo proceso de emocionarse o sentir. Por desgracia, no tenemos una buena expresión para el proceso o para todo el sistema en el que tenemos emociones.

Cómo funcionan las emociones

Existen muchos componentes en nuestro sistema emocional. En todo momento se están produciendo estímulos a nuestro alrededor, visuales, auditivos… y otros aspectos del mundo físico y social. También se producen estímulos en nuestro interior, como recuerdos, imágenes, pensamientos o sensaciones. Todos estos hechos influyen directamente en nuestras emociones, incorporándose a nuestra atención y a nuestros sistemas de sensaciones y percepciones. Con los nuevos descubrimientos casi diarios de la neurociencia, es evidente que existen muchos procesos biológicos y bioquímicos en nuestro cerebro que influyen en el proceso de las emociones. Sin embargo, también afectan a todo el proceso el grado en que somos conscientes de nuestras emociones, cómo las etiquetamos (y si somos precisos o no al hacerlo), y también cómo las expresamos profundamente. Por último, cómo otras personas nos responden, especialmente las personas cercanas, conforman la dirección de nuestra emoción de forma muy significativa. Determinadas respuestas, como la comprensión y la validación de nuestra experiencia, alivian nuestros raídos bordes emocionales, pero otras, como criticar o invalidar nuestras experiencias, son como sal en una herida abierta en nuestro corazón.

Desregulación de la emoción y comportamiento fuera de control

La excitación emocional afecta directamente a otros sistemas, como el pensar y la acción física. Así, cuando regulamos o gestionamos nuestra emoción, también estamos regulando nuestra capacidad de pensar y de actuar de forma efectiva y nos hace avanzar en nuestras relaciones, en el trabajo y en otras actividades de la vida. Desde hace casi cien años se ha sabido que pequeñas o moderadas dosis de estrés y excitación mantienen a las personas alerta e interesadas, aumentando de hecho el autocontrol y mejorando los resultados en cualquier clase de tarea (Yerkes y Dodson 1908). También es verdad que sobrepasado un moderado punto de estrés y excitación, el autocontrol y el rendimiento comienzan a disminuir (Mandler 1993). Ante ciertos niveles suficientemente altos de excitación, empezamos a estrechar nuestro foco de atención o simplemente a escapar del estado aversivo de una emoción altamente negativa. Este proceso puede necesitar mucho tiempo para desarrollarse o puede surgir de forma instantánea.

Sea de un modo u otro, una vez que la orientación de nuestra atención está escapándose, podemos considerarnos fuera de control. Advierta que esta no es una etiqueta peyorativa. Por el contrario, estar fuera de control describe un estado natural en el que no estamos pensando ni actuando de un modo suficientemente claro; ya no estamos centrados en nuestras metas a largo plazo, sino que cada vez nos focalizamos más en el objetivo inmediato de reducir esta tensión o excitación negativa. El punto en el que reorientamos nuestra atención para escaparnos puede considerarse el punto en el que comienza la desregulación de la emoción; cuando nuestro sistema emocional se desregula, interfiere en nuestra capacidad cognitiva óptima y en otras funciones del autocontrol (Frunzzetti y otros 2003).

Así pues, estar desregulado no es lo mismo que estar enfadado o molesto. Se puede estar enfadado y seguir siendo perfectamente capaz de tomar decisiones eficaces, “morderse la lengua”, o de alguna manera “controlarse”: gestionar la acción de modo que ayude a lograr una mejor relación, una vida mejor, en lugar de limitarse a escapar de una situación desagradable, o incluso terrible, haciendo algo que hiera a la otra persona, provoque una escalada del conflicto o, en general, empeores las cosas a largo plazo.

En realidad, este tipo de comportamiento desregulado o fuera de control ocurre con bastante frecuencia, en una escala que va desde conductas muy destructivas fuera de control, como el uso de estupefacientes o la utilización de la agresión, a otros menos destructivos, como lanzar invectivas o evadirse de situaciones difíciles. Por ejemplo, cuando alguien está increpando a su pareja con críticas, se suscita que esta se agite. Es difícil en esos momentos recordar que quien se está quejando es alguien a quien queremos y que a su vez nos quiere. A veces quizá solo tome un segundo; en otras ocasiones puede que incluso tome conciencia de ello por adelantado, pero a la larga pierde su perspectiva equilibrada y responde algo desagradable o ruin. Aquí el asunto no consiste en que no sea razonable o justo responder con críticas a las críticas –podría ser equitativo–, sino en que empeora las cosas para ambos y para la relación. El bienestar individual y de pareja mejoraría si cada uno de sus miembros fuera capaz de responder de un modo diferente.

Llegados a este punto, puede que esté pensando: “¿Así que está diciendo que se supone que yo sea un felpudo y acepte ser maltratado?”. Esta es una buena pregunta y la respuesta es no, porque existe una tercera posibilidad o vía de en medio entre resignarse a ser maltratado, por una parte, y maltratarse mutuamente, por otra. La alternativa consiste en romper el ciclo, respondiendo de un modo que rebaje la escalada del conflicto sin reducir el propio respeto. Para lograrlo, debe primero entender cómo se ve inmerso en estas situaciones de alerta súbita que le conducen a crear interacciones negativas o a responder de malas maneras a su pareja cuando está actuando mal.

Vulnerabilidad a las experiencias emocionales negativas

Existen diferentes factores que hacen que usted sea vulnerable a la agitación emocional negativa y a la subsiguiente desregulación emocional. Entre ellos se encuentra lo sensible que usted sea a los acontecimientos de la relación y a lo que dice o hace su pareja (u otras personas); la reactividad o en qué grado reacciona cuando percibe acontecimientos estresantes o negativos; y el lapso de tiempo para volver lograr el equilibrio, o cuánto tiempo necesita para volver a su emocionalidad “normal” (Linehan 1993a; Fruzzetti e Iverson 2006; Fruzzetti, Shenk y Hoffman 2005).

Sensibilidad

Algunas personas son más sensibles emocionalmente que otras, lo mismo que algunas personas tienen más sensibilidad auditiva, gustativa, etc. Las personas con mayor sensibilidad emocional pueden a veces decir lo que están sintiendo las que tienen menos sensibilidad, antes de que estas lo sepan. Esto puede ser molesto en una conversación si no se maneja adecuadamente. Las personas con gran sensibilidad emocional parecen captar intuitivamente cómo se sienten los demás, cómo afrontan las situaciones, etc. A la inversa, a una persona con baja sensibilidad emocional puede que le sea muy difícil en ocasiones entender intuitivamente lo que el otro está sintiendo. Este tipo de personas puede necesitar muchas más explicaciones y demandas más directas y específicas para poder apoyar y responder emocionalmente. La baja sensibilidad emocional puede dejar a una pareja con un sentimiento de ser incomprendida o incluso llevarla a creer falsamente –aunque pueda entenderse por qué– que el otro no se preocupa de ella.

Para complicar las cosas, se puede ser sensible sobre algunas cuestiones o situaciones y no sobre otras. Estas diferencias en la sensibilidad general provienen de procesos normales de desarrollo, la forma en que nuestros padres manejaban las situaciones conflictivas durante nuestra infancia, así como el temperamento básico con el que se haya nacido. Pero en cualquier relación pueden desarrollarse diversos tipos de sensibilidad más específicos. Muchas parejas tienen puntos de fricción o cuestiones sobre los que ambos tienden a ser sensibles. De igual modo, uno de los miembros de la pareja puede tener una alta sensibilidad que aún le queda de una relación anterior o de hechos que ocurrieron en la pareja actual hace años. Entender las sensibilidades recíprocas puede ayudar a las parejas a aprender cómo comunicar más eficazmente; intentar aumentar o disminuir la propia sensibilidad puede también promover interacciones más efectivas. Los capítulos 2, 3 y 7 tratan este tema con mayor amplitud.

Reactividad

Con independencia de lo sensible que podamos ser, cuando advertimos algo emocionalmente relevante, nuestra reacción puede ser ligera o intensa. Las grandes reacciones suelen ser más ruidosas y expresadas con mayor inmediatez e intensidad, además de ser acompañadas por una mayor agitación emocional. De este modo, las reacciones de gran intensidad (alto grado de reactividad) pueden comunicar con mayor claridad lo que está sintiendo una persona, pero también pueden tener como consecuencia que se reaccione demasiado rápidamente, incomodidad o incluso desregulación antes de que se disponga de toda la información. Por supuesto, esto puede ser a veces contraproducente: si la reactividad ha sido menor, la respuesta podría haber sido totalmente diferente y más funcional. Por el contrario, las pequeñas reacciones –a menudo más tranquilas, lentas y expresadas con menos intensidad– dan tiempo para comprender toda la situación, pero quizá no comunican eficazmente lo importante que es la situación o cómo se está sintiendo alguien, lo cual fácilmente acaba en malentendidos. Aprender a regular la reactividad (expresión más rápida e intensa o expresión menos rápida y menos intensa) constituye una parte importante del aprendizaje en la gestión de nuestras emociones, que es el objetivo de este libro.

El lapso de tiempo para lograr el equilibrio

Todo el mundo tiene una especie de equilibrio emocional o nivel base de excitación. Por definición, el equilibrio emocional es un estado regulado en el que podemos pensar y actuar con claridad, deliberada y eficazmente. Cuando se eleva nuestro grado de excitación, necesitamos un determinado lapso de tiempo para volver a nuestro nivel base. A algunas personas les sucede muy rápidamente, quizá solo en unos segundos o varios minutos. A otras, puede llevarles muchos minutos o incluso horas. No solo es doloroso tener una intensa agitación emocional negativa por mucho tiempo, sino que además ello implica que, mientras tanto, estas personas son vulnerables a un aumento de reactividad y a desregularse, porque su grado de agitación ya es elevado. Comprender cuánto tiempo se necesita para volver al equilibrio emocional puede ayudar a las parejas a decidir si, cuándo y durante cuánto tiempo deberían hacer un alto cuando están discutiendo, en especial sobre cuestiones emocionales.

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Esquema 1

Uniendo todos estos factores, puede ver que una gran sensibilidad emocional, un elevado grado de reactividad y un lento retorno al equilibrio le hace vulnerable a disgustarse o desregularse en una gran variedad de situaciones, como se muestra en el esquema 1. Antes incluso de considerar las circunstancias concretas de una determinada situación o qué está haciendo su pareja, puede que ya esté usted encaminado a tener una reacción destructiva.

Cómo afecta a nuestra relación un alto grado de agitación emocional

Existen muchas formas en las que la agitación emocional negativa afecta a su relación, directa e indirectamente. Por ejemplo, puede llevarle a reaccionar desproporcionadamente en algunas situaciones y, tal vez incluso, a reaccionar pasivamente en otras. A su vez, esto hace que le sea más difícil a su pareja responder de forma comprensiva, apaciguadora o cariñosa: simplemente carece de información precisa en la que basar una respuesta. Por tanto, incluso aunque su pareja quisiera responder cariñosamente y careciera de su propia excitación emocional negativa (lo cual es improbable), la tarea se vuelve más difícil.

Un alto grado de agitación conduce a una expresión inexacta

Como se expuso anteriormente, cuando nuestro grado de excitación emocional es muy elevado, disminuye nuestra capacidad para adoptar una visión equilibrada o a largo plazo, y nuestra capacidad de pensar y razonar se encuentra igualmente desbordada. En consecuencia, decimos y hacemos cosas que reflejan este desbordamiento, nos ponemos a la defensiva o simplemente no describimos nuestros sinceros deseos y emociones que yacen bajo nuestra excitación negativa. El esquema 2 muestra cómo se despliega esta secuencia: alto grado de vulnerabilidad emocional significa que, antes de que ni siquiera suceda algo, en cuanto aparece la situación, su agitación se dispara, en primer lugar, porque es emocionalmente sensible, ya sean en general o en un determinado tipo de situaciones; en segundo lugar, porque es reactivo (una vez más, quizá lo sea en general o solo en este tipo de situaciones); y en tercer lugar, porque es lento en volver a recuperar el equilibrio emocional. Una vez que ha aumentado su grado de excitación, su capacidad de pensar disminuye y empieza usted a perder el equilibrio emocional necesario para comunicar eficazmente. Su intensa agitación también alimenta el pensamiento negativo y crítico y dice cosas que realmente no reflejan lo que realmente desea (cercanía, atención, comprensión); por el contrario, expresa algún comentario ácido o desagradable (comunicación equívoca). Por supuesto, todo ello crea sentimientos de dolor en su pareja y ulteriores malentendidos que incitan el conflicto.

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Esquema 2

Por ejemplo, tal vez quiera pasar más tiempo con su pareja y se frustra porque ese día él o ella llega tarde a casa. Pero solo percibe su propia alteración negativa; pone atención en esta y tiene el impulso de escapar de esa situación, bien retirándose o rechazando a su pareja emocionalmente. Se vuelve crítico y esto dispara aún más su emocionalidad. Entonces, en lugar de expresar su frustración con precisión y comunicar que anhela más cercanía y pasar más tiempo juntos (comunicación precisa), critica a su pareja por ser egoísta o se limita a fruncir el ceño y mostrar su frustración o incluso su desprecio.

La expresión inexacta también aumenta la agitación

Resulta que el modo en que pensamos sobre una situación y lo que nos contamos a nosotros mismos sobre esta puede aligerar nuestras emociones o actuar como catalizador de reacciones emocionales negativas aún más explosivas (Fruzzetti e Iverson 2006). En concreto, si somos capaces de describir la situación, lo que queremos y lo que está sucediendo, así como de legitimar el proceso emocional incluso aunque no nos guste, lo normal es que nuestra agitación emocional empiece a volver a un nivel menor de incomodidad y, finalmente, al grado de excitación normal (lo que puede significar que usted está contento o satisfecho). Por el contrario, si juzgamos la situación o a nuestra pareja como equivocada o negativa, vemos la situación como una catástrofe o nos volvemos negativos y dejamos caer nuestras expectativas, mantendremos nuestro alto grado de agitación emocional o lo aumentaremos de hecho, llegando posteriormente a una desregulación de nuestro modo de pensar y de actuar. El esquema 2 demuestra cómo nuestras apreciaciones, juicios y descripciones de nuestra experiencia pueden hacernos retroceder hasta aumentar nuestra agitación, lo mismo que nuestra excitación hace que nuestro pensamiento sea más crítico y negativo. La buena noticia consiste en que esta interacción nos ofrece dos posibilidades de practicar alternativas más efectivas.

Patrones de conflicto en las relaciones

Con el tiempo, todas las parejas desarrollan formas bastante consolidadas de interactuar, o patrones de comportamiento, en situaciones conflictivas. Estos patrones pueden variar según el tema o la situación, pero suelen ser muy repetitivos. Hay que repetir una vez más que “conflicto” aquí simplemente significa situaciones de aparente desacuerdo, situaciones en las que al menos a una de las partes no le gusta algo que la otra está haciendo o no haciendo, o situaciones en las que se desea una negociación o un acuerdo.

Patrón de compromiso constructivo

Por supuesto, este es el objetivo: los miembros de la pareja sacan a la luz cuestiones que les incomodan cuando son relevantes, y lo hacen de forma clara, descriptiva y no agresiva. El otro escucha, intenta comprender y comunica esta comprensión, incluso cuando no está de acuerdo. Esto permite que se resuelvan muchos problemas y facilita a ambos aprender paulatinamente cómo ser mejores compañeros mutuamente. Y es importante que cuando los problemas no pueden resolverse, bien porque no hay soluciones disponibles en ese momento o porque ambos continúan estando en desacuerdo, según el patrón constructivo pueden tolerar dicho desacuerdo, ponerlo de lado –al menos temporalmente– y disfrutar mutuamente de otras situaciones. De hecho, ser capaz de explorar el conflicto puede acercar a las parejas, aumentar la comprensión recíproca y suavizar las sacudidas de la relación. Es claro que ambos miembros de la pareja deben ser capaces de regular sus emociones y deben ser conscientes de sus deseos, preferencias, emociones, opiniones y de lo que les gusta y lo que no. Por el hecho de que sus emociones están reguladas, son capaces de expresar estas cosas con exactitud y de forma no agresiva, y también de escuchar y responder de una manera no agresiva, así como de escuchar y responder sin estar a la defensiva, con empatía y validación.

Patrón de evitación recíproca

En un patrón de evitación recíproca, ambos miembros de la pareja se desregulan entre sí. Ocurre cuando uno de ellos vive algo negativo y empieza a molestarse más allá de un cierto punto y el otro percibe ese aumento del nivel emocional y comienza igualmente a acelerarse emocionalmente. Entonces, conociendo cada uno el alto nivel de excitación emocional negativa del otro y el potencial de respuesta desregulada (ineficaz, de invalidación, enfado, etc.), evita totalmente hablar del asunto en cuestión. Naturalmente, los problemas que no pueden ser hablados no pueden ser resueltos. Y cuando ambos sienten alivio de no hablarse es fácil que empiece el patrón de evitación. La cercanía se desvanece, a pesar de que el conflicto en sí mismo (discutir, pelearse…) pueda ser infrecuente.

Patrón de implicación destructiva

En contraste con el patrón de evitación, aquí los miembros de la pareja acaban expresando mucha hostilidad, dejan de recordar o de expresar su amor recíproco y son incapaces de entender el punto de vista del otro, lo que se manifiesta naturalmente mediante expresiones ofuscadas por inexactas y a menudo hostiles. Al final de cada discusión, ambos se han comportado negativamente y lamentarán sus propias acciones, una vez que recuperan su equilibrio emocional. Y la mayoría de las parejas habrán aumentado su vulnerabilidad a la reactividad emocional en el siguiente conflicto, temiendo su propia respuesta y la del otro al conflicto.

Es importante advertir que la implicación destructiva no empieza necesariamente de esta manera. Se llama así, porque es el punto en el que acaba la conversación. De hecho, uno de los dos, o ambos, puede comenzar razonablemente en calma y emocionalmente regulado, con una clara consciencia de sus buenas intenciones, su compromiso y su amor mutuo. Pero sin la capacidad para permanecer regulado en una situación delicada, si el conflicto no puede resolverse fácilmente, uno de los miembros (y muy pronto el otro) empezará a sentirse crecientemente molesto y cruzará la línea de comportamiento ineficaz –disfuncional–, o dejará de describir con precisión lo que desea, dejará de escuchar con empatía, etc. A veces el deterioro de la relación será menor y a veces será mayor.

Patrón de implicación-distancia

Al contrario de otros patrones, en el patrón de implicación-distancia existe un desequilibrio entre los miembros de la pareja: uno se mueve en una dirección y el otro va en dirección opuesta. Es decir, una persona quiere hablar o tratar de una cuestión y estar juntos, pero el otro, al menos en ese momento, no quiere seguir hablando del tema y tal vez ni siquiera estar juntos y prefiere retirarse. Lo que hace de este patrón de comportamiento algo particularmente espinoso es que el que se involucra o el que se distancia puede empezar a hacerlo tanto de un modo constructivo y funcional como de un modo destructivo, aversivo o evitativo. Sin embargo, con independencia de la intención, este patrón acaba siendo un desastre (Fruzzetti y Jacobson 1990).

Por ejemplo, si Sally tuvo alguna dificultad en el trabajo, tal vez quiera hablar de ello con Ron. Podría decir: “¡Vaya día que he tenido!”. Pero en esos momentos, quizá Ron esté ocupado en cualquier otra cosa y por ello puede que no se dé cuenta de que Sally quiere realmente hablar y obtener un poco de apoyo emocional. Su respuesta de “hola, cariño… estoy intentando obtener conexión con internet para trabajar…, pero no está siendo fácil” es muy invalidadora para Sally que intensifica su agitación emocional. A medida que se intensifica su agitación, su foco de atención se desplaza de lo que realmente quiere (apoyo de su marido, ser escuchada y sentirse cerca de él) a su propia agitación, que ya era mayor de lo normal debido a los problemas que había tenido durante la jornada (vulnerabilidad emocional). En ese momento le dice a Ron: “No importa”, con un tono ligeramente desagradable. Ron, todavía un poco despreocupado, se toma el “no importa” en serio y se siente aliviado. Sally se irrita y cuando está irritada es difícil y a menudo desagradable hablar con ella. Así que él dice alegremente “de acuerdo” y vuelve a lo que estaba haciendo. Sally se va a otra habitación y comienza a “cocer” la agitación emocional negativa resultante de este “fallo” adicional de Ron por no haber estado receptivo. Empieza a sentirse desbordada de emociones (su emoción original, más sentirse herida, triste, avergonzada y enojada), reflexiones (“en realidad no le importo”) y juicios sobre Ron (“es tan egoísta”), o sobre sí misma (“es culpa mía; soy tonta de pensar que se interesaría”). Minutos después, ya desregulada, le grita a Ron: “No sé por qué me casé contigo” o “ni siquiera sé porque sigues casado conmigo”. Ron reacciona entonces a la defensiva (surge su propia agitación emocional), diciendo algo como: “¿Por qué debería hablar contigo? ¡Estás comportándote como una loca! Lo único que yo intentaba hace hacer es arreglar el maldito ordenador y reaccionas ¡como si hubiera cometido un asesinato o un crimen!”. Ambos se sienten mutuamente decepcionados y habrán aumentado su hipersensibilidad cuando se produzca la próxima situación conflictiva. Este patrón puede desarrollarse de múltiples formas, pero los patrones destructivos siempre tienen en su núcleo una escalada de emociones negativas.

Cómo afectan a las personas las interacciones negativas

Múltiples investigaciones han demostrado repetidamente que una relación cercana y sana es buena para todos (por ejemplo, Brown y Harris 1978). Igualmente, mantener una relación angustiosa o altamente conflictiva de pareja hace pagar su peaje al bienestar personal. Por ejemplo, es mucho más probable que las personas se depriman si están en una difícil relación de pareja que si están en una pareja feliz (Fruzzetti 1996). Del mismo modo, son manifiestamente más elevados los índices de abuso de drogas o medicinas, trastornos de ansiedad y problemas de salud entre las parejas angustiadas y altamente conflictivas (Whisman y Uebelacker 2003). Además, las relaciones muy conflictivas provocan efectos nocivos en los hijos expuestos continuamente a los conflictos parentales (por ejemplo, Cummings y Davies 1994; Gottman y Katz 1989). Es importante señalar que las investigaciones en este campo han demostrado que cuando las parejas resuelven sus dificultades y mejoran su relación, aumenta sustancialmente el bienestar individual de ambos miembros (por ejemplo, Jacobson y otros 1991 y 1993). Hay algo que parece salvar nuestra alma cuando somos capaces de expresarnos y ser comprendidos, cuando hay compañerismo y cercanía, y cuando somos capaces encontrar la paz con nuestra pareja.

Cómo utilizar este libro

Este libro trata de aprender a gestionar nuestras emociones eficazmente, para promover una mejor comunicación, favorecer el amor y la cercanía, y resolver problemas. Se basa conjuntamente en los principios de la terapia dialéctico-conductual, un tratamiento dirigido a los problemas graves y arraigados de desregulación emocional desarrollados por Marsha Linehan (1993a, 1993b: véase también Fruzzetti 2002), y los principios de interacción e intervención para parejas y familias desarrollados por muchos autores en el campo de la terapia de parejas, incluido este propio autor (por ejemplo, Fruzzetti 1997; Fruzzetti y Mosco 2006; Fruzzetti e Iverson 2004 y 2006; Fruzzetti y Fruzzetti 2003; Fruzzetti, Hoffman y Santisteban, de próxima aparición; Fruzzetti y Jacobson 1990; Hoffmann, Fruzzetti y Svenson 1999; Hoffman y otros 2005).

Este libro está dirigido a parejas con relaciones muy conflictivas o que tienen los suficientes conflictos como para estar preocupados, o para considerar tomar un rol activo en intentar mejorar la relación. Este libro puede también ser muy útil para parejas que no parecen tener muchos conflictos, pero que de hecho los evitan o evitan las situaciones conflictivas, porque normalmente siempre van a más. Sin embargo, es necesaria una advertencia: si el elevado grado de conflicto en su pareja incluye violencia o la agresión física o sexual, este libro no es para usted. Si usted ha sido agresivo o violento con su pareja, es importante que utilice todos los recursos disponibles para crear seguridad en su relación; por favor, busque un consejero profesional y/u otros recursos para ayudarle a lograr este tipo de autocontrol. Si usted ha sufrido una agresión física o sexual por parte de su pareja, no deje de pedir apoyo y buscar recursos para ayudarse a conseguir una relación más segura. Nadie merece ser física o sexualmente agredido. El número de teléfono nacional de la línea directa para la violencia doméstica en EEUU es 1-800-799-SAFE (7233) [en España, número gratuito 016]. También puede visitar la web de la institución para obtener más información y recursos [en EEUU] http://ndvh.org [en España, http://www.observatorioviolencia.org/ y http://www.guardiacivil.es/es/servicios/violenciadegeneroyabusoamenores/violenciagenero/index.html], o llamar al teléfono de urgencias [en España es el 112].

Las ideas y estrategias que ofrece este libro están diseñadas para ser útiles, pero implican también dar pasos y hablar de temas o situaciones que pueden ser provocadoras por las experiencias previas y las sensibilidades diferentes suya y de su pareja. Es fundamental que ambos miembros de la pareja tengan el autocontrol y el compromiso de autocontrolarse para tolerar esta angustia potencial, sin volverse agresivos ni violentos. Solo así pueden realmente ayudar los recursos contenidos en esta obra.

Lo ideal es que la leyeran juntos usted y su pareja, practicando las habilidades capítulo por capítulo. Sin embargo es evidente que usted y su relación podría beneficiarse de leer este libro y practicar por su cuenta la mayoría de los ejercicios. Cada capítulo proporciona una guía paso a paso para identificar los ámbitos en lo que se necesita trabajar, así como los puntos fuertes de la relación, y ofrece ejercicios prácticos; unos que puede practicar individualmente y otros que puede hacer con su pareja.

Los capítulos de este libro deberían leerse en orden, ya que su contenido y habilidades propuestas pretenden ser progresivos y acumulativos. En principio, aunque también podría avanzar saltándose capítulos, el dominio de las primeras habilidades le facilitará la adquisición de las siguientes, con probabilidades de obtener mejores resultados. Y lo más importante a tener en cuenta es que este libro pretende ser más una guía para practicar que una guía para entender. Los beneficios que acumule de este libro muy probablemente reflejarán en qué medida ha practicado sus diversos ejercicios y habilidades. Aunque no está mal leer de corrido, podría considerar el practicar lo que se propone en cada sección antes de pasar a la siguiente. Por ejemplo, podría pasar una semana o más en un capítulo antes de pasar al siguiente. En resumen, ¡práctica, práctica y práctica!