Presentación: «en el alcaná de Toledo
PRESENTACIÓN:
«EN EL ALCANÁ DE TOLEDO»
PASEABA UN día Cervantes por el alcaná de Toledo y allí, entre los restos de un trapero, encontró unos papeles en morisco en los que se contaba la historia de Cide Hamete Benengeli.
Estando yo un día en el Alcaná de Toledo, llegó un muchacho a vender unos cartapacios […] tomé un cartapacio de los que el muchacho vendía y vile con carácteres que conocí ser arábigos. Y puesto que aunque los conocía no los sabía leer, anduve mirando si parecía por allí algún morisco aljamiado que los leyese. Y no fue muy dificultoso hallar intérprete semejante, pues aunque le buscara de otra mejor y más antigua lengua, le hallara[1].
Si he traído a colación aquí esta historia cervantina, ha sido porque constituye una metáfora del universo que se abre ante cualquier lector capaz de adentrarse en los textos, cualesquiera que sean las lenguas por ellos utilizadas. Una metáfora que podríamos aplicar perfectamente a la actividad investigadora y publicista llevada a cabo por el profesor Armando Petrucci. Su producción bibliográfica, extensa e intensa al mismo tiempo, nos ayuda a viajar a través del proceloso mundo de la cultura escrita occidental. Su actividad investigadora semeja mucho a la del visitante del alcaná de Toledo. También él ha deambulado por los lugares donde ha estado presente o se ha conservado la memoria escrita y ha ido reconociendo todas sus materializaciones, de cualquier género que estas fueran. Tal vez a proceder de ese modo se ve abocado quien, como él, ha transcurrido una parte importante de su vida entre los anaqueles de las bibliotecas: la Corsiniana o la Biblioteca Apostólica Vaticana, entre otras muchas; en ellos ha localizado libros, transmisores de experiencias muy dispares, antagónicas en ocasiones, y cuyo depósito responde a lógicas diversas de sedimentación de la cultura escrita.
Petrucci nos ha enseñado a los paleógrafos a vagabundear con la intención de comprender el universo de los testimonios escritos producidos, utilizados y conservados por las sociedades que conforman el occidente latino. Nadie como él ha sabido introducirse en ese terreno con las competencias adecuadas y, nadie como él, ha obtenido provecho similar. Sus estudios se han convertido en un cuaderno de bitácora, proporcionando una guía para quienes se interesan por los testimonios escritos –independientemente de su naturaleza textual– con la intención de comprender el proceso comunicativo que les dio vida. Una forma de abordar el estudio que él mismo ha expuesto, recientemente, en su Prima lezione di Paleografia[2], publicada el año 2002 por la editorial Giuseppe Laterza como colofón a una trayectoria de estudio; constituye la puesta en marcha de un proyecto de comprensión global del patrimonio textual que nadie con anterioridad había sabido formular de manera tan brillante, tan rigurosa y tan asequible al mismo tiempo.
La colección de artículos aquí recogidos constituye una selección limitada de la amplia producción bibliográfica petrucciana[3]. Han quedado excluidas, en esta ocasión, las contribuciones del Petrucci paleógrafo, al que los paleógrafos debemos trabajos emblemáticos. Es mi intención recoger los más significativos en una próxima ocasión, ya que la actividad paleográfica, en su vertiente más erudita, nunca ha tenido la fortuna de ser traducida al español. Los estudios editados en esta ocasión se articulan entorno a cuatro apartados. Los dos centrales pretenden mostrar por una parte la relación mantenida por los autores con sus respectivos textos a través de la escritura entre la Antigüedad y los tiempos modernos. Con un gran rigor erudito se van desgranando las modalidades productivas de los textos en una larga duración. Palabras, textos e imágenes se transforman entre las manos del prof. Petrucci en los testimonios que permiten abordar, de manera rigurosa, el objeto de estudio propuesto. En este contexto se publican los estudios: «De la minuta al manuscrito de autor», «Los instrumentos del literato», «La escritura del texto», «De Francesco Barberino a Eugenio Montale», «El libro manuscrito» y «Las imágenes del texto».
Por otra parte, se recupera también un conjunto de estudios dedicados a reconstruir las transformaciones sufridas por los libros y por las bibliotecas entre la Antigüedad y el Renacimiento. Se editan, en esta ocasión: «Del libro unitario al libro misceláneo», «Del manuscrito antiguo al manuscrito moderno», «Virgilio en la cultura escrita romana», «A propósito de la datación del ‘Virgilio Augusteo’: observaciones y propuestas», «Escritura y libro en la Italia altomedieval», «Libro, escritura y escuela», «Libro y escritura en Francesco Petrarca», «Antiguamente modernos y modernamente antiguos», «En los origenes del libro moderno: libro de banco, libro de faltriquera, libros de mano», y «Biblioteca, libros y escrituras en el Nápoles aragonés». En ellos se valoran las transformaciones materiales y textuales producidas en los libros y se incorporan además algunos estudios relativos a las formas de organización de las bibliotecas, entendidas como los espacios destinados a conservar y garantizar la transmisión de una memoria escrita a las generaciones venideras. Y en este contexto un papel especial lo han desempeñado, siempre, los respectivos domini propietarios del patrimonio textual.
Dos aportaciones de carácter eminentemente metodológico completan la selección. «Una nueva historia del libro», que le da principio, se publicó como estudio introductorio de la traducción italiana de libro de Henri Jean Martin y Lucien Febvre, L’apparition du livre[4]. En esta ocasión Petrucci se sitúa frente a una tradición erudita, estéril, que encuentra justificación en sí misma, que descuida el entramado social en el que surge el libro, así como el proceso comunicativo del que siempre forma parte indisolublemente; sin olvidar la materialidad que lo hace circular y que lo transforma a su vez en una mercancía de cambio. Constituye ésta, una aportación que anuncia algunas de las propuestas de renovación de los estudios que ha realizado en el seno de las disciplinas eruditas y que ha contribuido a definir, de manera decisiva, el espacio de investigación que hoy encierra la Historia de la Cultura Escrita. La apuesta renovadora se transformó tempranamente en una especie de vademecum de todos cuantos se han interesado por la historia del libro y del resto de testimonios escritos. La aportación de Petrucci se ha configurado como una plataforma clave para hacer converger la tradición erudita de un paleógrafo romano, como él, con otros intereses de estudio presentes en la trayectoria intelectual de Henri Jean Martin y Roger Chartier, entre otros.
Como colofón se ha incorporado la conferencia: «Entre conservación y olvido: señales, formas y modalidades de la memoria escrita», pronunciada en el Istituto Storico Italiano per il Medioevo, de Roma, donde aborda la problemática relativa a la custodia de los testimonios de la cultura escrita. La pasión intelectual le ha llevado a valorar todo lo relativo a los espacios y modalidades de conservación, así como los respectivos propietarios, que han seleccionado el patrimonio recibido en herencia y que, al conservarlo, proyectan hacia el futuro.
Todo ello le ha servido al prof. Petrucci para comprender las prácticas sociales vinculadas con la cultura escrita. El pasado en las manos de Petrucci se ha transformado en un laboratorio de ensayo, en un lugar en el que experimentar soluciones y propuestas para el futuro. Y, de este modo, las escrituras y los libros han adquirido vida, no se presentan como elementos estáticos; bien al contrario, se trata de objetos animados que cuentan con actores que nos van descubriendo de qué modo fueron producidos, utilizados y conservados todos los testimonios evaluados. Nada que ver, por tanto, con la erudición paleográfica y diplomática que ha disfrutado y se deleita contemplando la estaticidad de los objetos inanimados que estudia, complaciéndose consigo misma.
Tal vez, el periplo de investigación llevada a cabo por el prof. Petrucci quedaría perfectamente resumido en los versos de Antonio Machado:
He andado muchos caminos,
he abierto muchas veredas;
he navegado en cien mares,
y atracado en cien riberas […][5]
En la preparación del presente libro he contado con la ayuda de Juan Beltrán Arias, en la fase de localización de la documentación entre los fondos bibliográficos de las bibliotecas de la Universidad de Valencia. Maria Edvige Malavolta y Antonio Ciaralli me facilitaron algunos textos ausentes en las bibliotecas de la Universidad de Valencia o entre las separatas y libros que Armando y Franca Petrucci me han proporcionado desde el año 1984, enviados como testimonios de amistad y recibidos como lecciones de un magisterio ejercido en la distancia.