Capítulo I
ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LA TELEVISIÓN
Redactar noticias para la televisión no es lo mismo que redactar para la prensa escrita.
La televisión es un medio oral, y, por lo tanto, los textos con los que el periodista
llena su información deben aprovechar las características de la lengua oral que durante
siglos y siglos se han demostrado eficaces para la comunicación. El lenguaje televisivo
exige abandonar hábitos propios del periodismo escrito. Por ejemplo, el estilo de
una nota de prensa no es en absoluto adecuado para la televisión.
El lenguaje televisivo obliga a concentrar las ideas en pocas palabras, a eliminar
cualquier hecho que sea superfluo, a hacer frases sencillas y en voz activa, a ordenar
bien el relato, a evitar los incisos y los hipérbatos, y a estar atentos a las metáforas.
Nada de todo esto es gratuito.
Lo que se dice en un noticiario de televisión debe situarse en dos contextos diferentes;
por decirlo de alguna manera: el contexto del plató y el contexto de las imágenes
filmadas y editadas, con el sonido correspondiente. Los textos periodísticos, por
lo tanto, deberán tener presente esta distinción. Del mismo modo que no hablamos igual,
por ejemplo, de un accidente de tráfico cuando lo presenciamos al lado de nuestro
interlocutor que cuando debemos describírselo a alguien que no lo ha presenciado.
En cualquier caso, el medio requiere brevedad, y esto solo se consigue con una redacción
que destaque por la concisión, que informe con las palabras imprescindibles.
Es bien sabido que es imposible separar información y opinión; que la objetividad
es una falacia. Pero también sabemos que los telespectadores de un informativo televisivo
esperan verosimilitud y credibilidad, lo que solo es posible con claridad expositiva.
La coherencia es una de las principales exigencias de cualquier texto que aspire a
ser bien comprendido, pero en periodismo un texto que no sea coherente es, digámoslo
claramente, imperdonable. El primer deber de los periodistas es elaborar noticias
que se entiendan.
La consideración al telespectador es lo que mueve a las televisiones a seguir unos
principios deontológicos que incluyen el respeto a la libertad de expresión, a los
principios de igualdad, pluralismo y diversidad, etc. Y esto no es ninguna entelequia;
debe reflejarse en todos los textos emitidos.