Prólogo al lector

Al emprender la publicación de las notas que desde Nueva York nos ha enviado Mr. J. Jason Defman –advertía El Mercurio de Antofagasta en su folletín del 30 de junio de 1935–, deseamos dejar establecida la natural reserva con que hemos debido recibir las sensacionales revelaciones contenidas en ellas. Después de haberlas leído, no pretendemos encontrarnos más cerca que antes de la solución del profundo misterio que envuelve el drama iniciado en el aeródromo de Lo Espejo el 9 de marzo de 1914, día en que salió de él en un biplano Sánchez–Besa, para no volver jamás, el teniente Alejandro Bello. Pero tampoco nos sentimos autorizados para desestimar absolutamente, relegándolos sin más ni más al archivo de los papeles sin valor, estos apuntes, que entregamos al público mucho más como una curiosidad novelesca que en el carácter de una información subscrita por nuestra responsabilidad.

Según hemos visto leyendo la relación del señor Defman, el aviador perdido, en confidencias que dicho señor le atribuye, le asigna al sitio donde efectuó su aterrizaje el nombre indígena de PACHA PULAI, derivado del quechua: PACHA, mundo, y PULAI, mohoso, viejo. Y como toda narración, al ser publicada, algún título ha de tener, hemos escogido el nombre de aquella localidad para bautizar el conjunto de las notas de Mr. Defman. Con lo cual dejamos explicado el porqué del extraño título de esta historia.