Capítulo I
¿QUÉ ES EL ECOTURISMO?
El turismo vive una etapa de cambios intensos. La publicación Turismo: Panorama 2020 de la Organización Mundial del Turismo (OMT) afirma que durante el periodo 1995-2020
hay una serie de factores que determinan la actividad turística internacional y que
se pueden englobar en cambios económicos, tecnológicos, políticos y demográficos.
Pero también es evidente que el turista, el consumidor y la demanda en general han
sufrido cambios (culturales, de actitud, motivacionales). Según la guía que la OMT
publica para los administradores locales, hay que estar al día respecto a las tendencias
principales del turismo en el ámbito internacional con el objetivo de planificar un
desarrollo turístico que satisfaga las expectativas de los usuarios y consiga la sostenibilidad
del sector. Algunos de los cambios más destacados de la demanda se mencionan a continuación.
Ha crecido el número de turistas que quieren participar en actividades recreativas,
deportivas y de aventura y conocer la historia, la naturaleza y la vida silvestre
de las zonas que visitan. Hoy los turistas son más activos física e intelectualmente
que antes, tienen acceso a información de calidad y quieren conocer el destino y los
servicios de los que pueden disfrutar.
Aumenta también el número de turistas que buscan nuevos destinos y nuevos productos
turísticos. Stanley Plog denomina «alocéntrico» a este tipo de turista que busca áreas
no turísticas y nuevas experiencias. De este hecho se derivan muchas oportunidades
para nuevas zonas turísticas y una mejora de los destinos actuales. Se habla de personalización
de los viajes, y lo cierto es que los turistas de hoy quieren participar en el diseño
de su itinerario.
Los turistas son cada vez más experimentados, más maduros como consumidores y, por
lo tanto, más exigentes y esperan atracciones, servicios e instalaciones de buena
calidad y una relación calidad-precio satisfactoria.
Son más numerosos los turistas con sensibilidad ambiental y social que buscan destinos
bien planificados y menos contaminados. A pesar de que persisten las motivaciones
básicas de sol y playa, es cada vez más importante la necesidad de diversificar la
oferta. Esto da pie a la aparición de nuevos productos turísticos.
El turista es cada vez más activo y quiere participar activamente en sus vacaciones.
Esto no significa que el turista que decide estar diez días tomando el sol no sea
activo o no esté informado: hay turistas para todo. Aquí el concepto de activo hace
referencia a la oferta de actividades deportivas y recreativas.
Estas nuevas inquietudes se han incrementado mucho en los últimos tiempos. El deseo
de apreciar la naturaleza y luchar por su conservación y la búsqueda de experiencias
enriquecedoras, junto con la popularidad de las actividades al aire libre y la conciencia
ecológica, han hecho surgir una nueva clase de viajeros que buscan alejarse de planes
preelaborados y rutinarios, que se quieren introducir en un mundo de atracciones más
naturales y a quienes no les importa adentrarse en lo desconocido para vivir la experiencia
de disfrutar de parajes naturales prácticamente vírgenes.
Estos hechos han supuesto que aparezcan en el mercado nuevas modalidades de turismo
que se encuentran bajo el paraguas de lo que se denomina «turismo alternativo».
El turismo está en expansión continua. Desde la perspectiva de la demanda, esto se
traduce en un incremento incesante del número de turistas y de los ingresos por turismo,
pero también en un aumento de la oferta, la aparición de nuevos destinos y una gama
de turismos «alternativos».
1. La aparición del turismo alternativo
El turismo alternativo es, según Nieva, la antítesis del turismo masivo que se ha
desarrollado desde los años sesenta. Con este concepto se pretende aportar al turismo
una serie de principios que impliquen más armonía entre el sistema turístico y el
entorno. Otros aspectos que caracterizan este turismo son conservar y respetar la
naturaleza y la cultura de las regiones visitadas; hacer participar a las comunidades
locales en los beneficios que genera el turismo; apoyar al pequeño empresario responsable;
ofrecer unas normas de alta calidad y ajustarse a ellas, y favorecer experiencias
significativas y de aprendizaje para el turista mediante productos diferenciados e
innovadores. Todo esto bajo criterios de sostenibilidad.
1.1. El final del modelo masivo
Durante los años setenta, con la crisis petrolera y fiscal internacional, el modelo
de desarrollo económico se puso en entredicho en todas partes. Se discutieron temas
como el papel del Estado y el mercado, el diseño de la política económica, la pobreza
y la marginación, y en materia ambiental hubo polémicas en torno a los desequilibrios
en los ecosistemas mundiales.
En general, en los países de América Latina, la industrialización por sustitución
de importaciones, que consistía en cerrar las fronteras a las importaciones y apoyar
la producción propia de los bienes que las sustituían, se encontraba en sus últimas
fases ante la llegada de una propuesta económica neoliberal, de acuerdo con las recomendaciones
de organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional, la CEPAL (Comisión
Económica para América Latina) y el Banco Mundial.
A la vez que se propugnaba que las posibilidades de desarrollo de los países más atrasados
eran la exportación de productos nacionales elaborados, las inversiones extranjeras
y el ahorro interno, en 1988 la Organización de las Naciones Unidas, mediante la llamada
Comisión Brundtland, convocaba a países de todo el mundo para discutir sobre los enormes
desequilibrios ambientales y sociales del mundo.
El informe Brundtland y más tarde la Cumbre de Río de Janeiro de 1992 reafirmaron
las preocupaciones que giraban en torno a las posibilidades de un modelo de desarrollo
más respetuoso con la naturaleza, socialmente equitativo y económicamente beneficioso
para todos. Esta línea de discusión tomaba cuerpo en una propuesta de desarrollo que
incluía todas y cada una de las esferas sociales en la toma de decisiones. La distribución
de la riqueza, el futuro equitativo, el papel del Estado y la empresa, la relevancia
de la participación y el consenso de los diferentes actores sociales eran temas importantes.
Era esencial replantear nuevas posibilidades de desarrollo dentro de marcos sostenibles.
El modelo fordista o masivo de turismo se erosionaba progresivamente. Los recursos
naturales sufrían enormes desequilibrios ecológicos y de contaminación. En términos
sociales, los servicios públicos urbanos eran insuficientes debido al aumento constante
de la población flotante en los centros turísticos; la capacidad de carga tanto ambiental
como demográfica había llegado a sus límites. Por ejemplo, en el caso de España, los
centros turísticos de playa, como los de las Islas Canarias y el Mediterráneo, sufrían
las secuelas del modelo turístico fordista llevado hasta las últimas consecuencias.
1.2. Hacia un turismo participativo
Las pautas de viaje y las expectativas de los «nuevos» viajeros cambian. El turismo
alternativo se empieza a practicar en los países de economías desarrolladas, como
Francia, Inglaterra, Portugal y España. La explicación de la incorporación de una
nueva modalidad de viajar encuentra su respuesta más inmediata en el sujeto, es decir,
en el turista.
El turismo alternativo se introdujo como una práctica que se codeaba con el modelo
convencional. En España, el agotamiento de los modelos turísticos clásicos hizo pensar
en una alternativa para diversificar la oferta turística. Agotamiento no implica considerar
decadentes los productos turísticos tradicionales, sino «que todo esto se plantea
sin renunciar, de ninguna manera, al producto estrella del modelo turístico (español):
el sol y la playa» (Vera y Monforte).
El estudio del turismo alternativo se acentúa durante los años setenta con el boom marcado por propuestas que se inscriben dentro de un marco sostenible. Sergio Molina,
Rodríguez y Cuamea, en el libro titulado Turismo alternativo, intentan abordar los problemas a los que se enfrenta el turismo alternativo por
su falta de apoyos teóricos legítimos. De hecho, en su propuesta se decantan por repensar
el nuevo tiempo libre.
Algunas de las características generales que definen el turismo alternativo son las
siguientes: turismo a escala local; un turismo que busque divertirse con actividades
sencillas en lugares sencillos, pero de calidad; bajos costes ambientales, sociales
y económicos; un turismo más respetuoso con la cultura y el medio ambiente, y una
oferta del producto turístico diversificada y especializada, por el que se crean vetas
de mercado específicas.
El turismo alternativo es aquel en el que el individuo y el espacio se incluyen mutuamente.
Mientras que el turismo de masas basa su valor en términos cuantitativos, el turismo
alternativo basa su valor, precisamente, en la calidad, en términos de disfrute del
tiempo libre, de promoción de actividades recreativas únicas, participativas. La diferencia
es que el turismo de masas promueve servicios, mientras que el turismo alternativo
promueve experiencias conscientes.
El turismo alternativo es de hecho una modalidad de turismo participativo. Este tipo
de turismo promueve la libertad de elección de los individuos, una actitud de responsabilidad
dirigida a las comunidades anfitrionas y un tipo de aprendizaje elegido, único. Visto
desde los microsistemas, el turismo alternativo promueve el contacto «cara a cara»
entre las comunidades receptoras y los visitantes.
La cultura, por lo tanto, desarrolla un papel relevante en los intercambios: el visitante
pasa de ser un simple espectador pasivo a incorporarse como un actor social activo.
2. El surgimiento del nuevo turista
Jiménez señala que el concepto de «nuevo turista» se aplica a aquellos viajeros independientes
y experimentados con valores diferentes de los que tienen los viajeros tradicionales
del modelo de masas. Se ha caracterizado el nuevo turista por medio de estos seis
rasgos fundamentales: son más experimentados, han cambiado algunos de sus valores,
han cambiado sus estilos de vida, son producto de los cambios demográficos, son más
flexibles y tienen una manera de pensar más independiente.
Gracias al paso de un modelo industrial a un modelo postindustrial, el sentido de
los viajes ha cambiado de significado y han surgido propuestas encaminadas al disfrute
de un ocio más creativo. El mercado del turismo se empieza a diversificar, se compite
no solo por el uso de los servicios, sino por un producto auténtico.
Un nuevo modelo turístico se empezaba a gestar paralelamente al modelo convencional
o de masas, que, además, no compite por los espacios tipificados, sino por experiencias
irrepetibles. Los servicios de hospedaje y alimentación no son la clave para la venta
de los productos turísticos, tal como sucede en el modelo de masas, sino solo un valor
añadido.
Hay que destacar que gran parte de los cambios en las preferencias turísticas están
vinculados a los cambios sociales: después de la etapa de apogeo industrial y de múltiples
ganancias en el terreno laboral de los países desarrollados, llegan una serie de modificaciones
en los patrones sociales de practicar el ocio.
Desde un enfoque individual, el modelo alternativo coincide con la llegada de la posmodernidad,
caracterizada «por la ruptura de los vínculos que unen la libertad personal y la eficacia
colectiva». El sociólogo Alain Touraine sostiene que se han fracturado las relaciones
que unían las esferas pública y privada en las ciudades, que originariamente eran
los lugares de producción y de socialización de las sociedades industrializadas.
La noción de posmodernidad ayuda a entender la crisis de un modelo turístico de masas
sustentado en términos de racionalidad económica. En los ámbitos racionalizados, el
trabajo, el acceso a la tecnología y la competitividad no pueden ocultar la multitud
de vidas fracturadas, de yoes multiplicados. Es decir, cuanto más numerosa es la participación
en la vida pública del mundo global, mayor es la necesidad de encontrar en la vida
privada sentidos y significados para no sentirse llevado por la necesidad imperiosa
de consumir o hacer actividades impersonales. Por estos motivos, el ocio se convierte
en la vía más inmediata de expresión del ser. Y una de estas vías liberadoras son
las prácticas asociadas al turismo.
El turismo alternativo llega no solo como una práctica de consumo, sino como una vía
de realización del ser individual. Promueve y otorga capacidades de elección y de
placer auténtico del ocio individual, como aspiración.
2.1. Cuatro modalidades de turismo alternativo
Las modalidades asociadas a la categoría de turismo alternativo son el ecoturismo,
el turismo cultural, el turismo de aventura y el turismo rural. Algunas de las características
que comparten estas modalidades son el bajo impacto social, cultural y ambiental;
el escaso número de visitantes que manejan; el hecho de ser modelos altamente respetuosos
con el entorno socioambiental, y su inclusión en las prácticas de turismo sostenible.
Los productos turísticos son únicos e irrepetibles, dado que al aprovechar los recursos
culturales y ambientales las diferencias se convierten en ventajas comparativas.
Precisamente los segmentos de mercado que tendrán más fuerza en todo el mundo serán
sobre todo el ecoturismo asociado a viajes responsables con el entorno natural y el
turismo cultural, en los que el pequeño proveedor especializado deberá ser sumamente
creativo para atraer y ofrecer servicios únicos. El ecoturismo va unido a actividades
como la observación de aves, la observación de la naturaleza o el excursionismo.
Otro de los segmentos de mercado importante y relativamente más nuevo es el turismo
de aventura, asociado a la visita de destinos «inexplotables» por el ser humano, como
es la expedición a cumbres o a las profundidades del mar. Por ejemplo, en 1996 más
de dos millones de pasajeros viajaron en submarinos de turismo, con una renta generada
aproximada de noventa millones de libras en Inglaterra. Según explica la OMT, dentro
de este segmento, aunque parezca irreal, también se incluyen los viajes a la Luna,
al espacio y a los confines de la tierra. En 1997, diez mil turistas visitaron la
península Antártica.
Por lo tanto, el factor aventura será uno de los motivos clave en los consumidores
potenciales a la hora de elegir o no un lugar donde gastar tiempo y dinero. Según
la OMT, el turismo denominado de aventura se explica porque, «[en la] medida en que
se explora el mundo y van quedando menos destinos nuevos por descubrir, se observa
una tendencia a viajar a grandes altitudes, bajo el agua, a los confines de la tierra,
incluso fuera del planeta».
Aunque la OMT no menciona otros segmentos de mercado del turismo alternativo que son
importantes y que están en constante crecimiento, como el cinegético –que incluye
viajes a ranchos o granjas para practicar la caza controlada– o el turismo rural –cuyo
nacimiento se vincula estrechamente al agroturismo que se realiza en fincas agrícolas,
el etnoturismo o las rutas gastronómicas–, los dos representan modalidades importantes
del turismo alternativo.
En el caso de Francia, por ejemplo, los ingresos provenientes del turismo rural representan
el 10% del consumo turístico interior, equivalente a un 25% de la frecuentación turística
anual. El turismo rural permite a los visitantes un contacto más personalizado con
el entorno y sus habitantes, así como también, dentro de lo posible, la participación
en las tareas, costumbres y maneras de vivir de los habitantes de las localidades.
3. Una definición difícil
Todos estos nuevos conceptos y tipos de turismo están interrelacionados, son complementarios
y combinables en la práctica. Son conceptos que aportan un cambio respecto a las nociones
tradicionales, unas pautas de desarrollo, una filosofía, y que no tienen unas definiciones
concretas y aceptadas por toda la comunidad científica, lo que provoca a veces errores
y confusiones cuando se utilizan los diferentes conceptos indistintamente. Nuestra
propuesta de definición es la que se muestra en la figura siguiente.

Turismo alternativo y otros nuevos conceptos turísticos. Elaboración propia.
Otra propuesta sería la de Torres, que distingue cuatro maneras diferentes de intervenir
en el medio ambiente de la oferta turística.
Primero, como motivación exclusiva, hecho que ha dado como resultado el ecoturismo.
En este caso, el turista se integra en un entorno natural de valor singular sin introducir
casi ningún impacto.
Segundo, cuando el factor medioambiental es el objetivo principal, pero no único de
la visita. Sería la mayoría de los casos del denominado turismo rural, incluyendo,
en este caso, la vertiente antropológica.
Tercero, cuando el aspecto medioambiental tiene carácter complementario. Aquí la naturaleza
se convierte en un espectáculo para el turista: delfinarios, parques ornitológicos
y acuarios entrarían en esta categoría.
Cuarto, cuando el medio ambiente entra a formar parte de alguna manera de los productos
y servicios turísticos, como por ejemplo hoteles con energías alternativas, restaurantes
con productos ecológicos, transportes no contaminantes.
El ecoturismo aparece así relacionado con otros conceptos, como por ejemplo turismo
de aventura, turismo étnico, turismo antropológico, jungle tourism, ecotravel, turismo científico, biotourism, ecotripping, ecoaventuras. Hay muchos que piensan que cualquiera de estos términos significa
lo mismo que ecoturismo. Esta situación implica que autores como Gurría piensen lo
siguiente: «El ecoturismo es un neologismo de uso generalizado actualmente, de fácil
manejo, de carácter adictivo y cargado de emotividad. Tanto es así que cualquier turismo
que tenga algo de verde es considerado y se vende como “ecoturismo”. De una manera
más amplia se podría hablar de un turismo responsable que, en su dimensión comercial
y de mercado, se identifica más fácilmente como ecoturismo».
Esta falta de consenso y la poca definición de los conceptos básicos implican que,
por ejemplo, en la promoción de Guatemala, en el apartado de los diferentes productos
turísticos que ofrece el país, y más concretamente en cuanto al ecoturismo, se hable
de lo siguiente: «Viajar con un bote hinchable por ríos turbulentos es una manera
de convivir con la naturaleza, sin echarla a perder, y al mismo tiempo disfrutar de
emociones que hacen fluir la adrenalina».
En este caso, se hace referencia al turismo de aventura más que al ecoturismo. En
Estados Unidos el segmento del turismo especializado que genera la mayor parte del
flujo de visitantes en las áreas silvestres se conoce con el nombre de adventure travel.
3.1. Prioritario para Naciones Unidas
El turismo ecológico o ecoturismo se incluyó en 1978 como uno de los programas prioritarios
del Programa de las Naciones Unidas para el Medio ambiente (PNUMA) en América Latina,
por el que se pretendía conseguir un desarrollo de las sociedades rurales.
Hasta hace muy pocos años, los turistas que visitaban áreas protegidas, sobre todo
los parques nacionales, eran habitantes del propio país. Pero el turismo internacional
es ahora también un factor importante en determinados países como el sur y sudeste
de África, Costa Rica, India, Nepal, Indonesia, Australia, Estados Unidos, Brasil
y Malasia. Entre los destinos de aparición más reciente se encuentran la cuenca caribeña,
donde destacan México, Guatemala, Cuba, Nicaragua, Panamá y algunas islas caribeñas.
Estos países, y muchos otros en vías de desarrollo, según Roberto Boullon, «tienen
productos turísticos que ya no existen ni podrán existir en los países ricos. Allí,
en tierras lejanas, tienen un potencial natural incalculable, y muchos no han sido
desarrollados o explorados, pero hay que coordinar este uso con la conservación y
la rentabilidad».
El ecoturismo es una modalidad relativamente nueva de turismo «organizado», que ha
despertado un gran interés y que se está perfilando como un buen negocio para los
países en vías de desarrollo. Este interés por el ecoturismo se debe principalmente
al hecho de que el turismo es una industria con un considerable índice de crecimiento
a escala mundial, dado que se encuentra entre los primeros lugares como generador
de divisas.
El descubrimiento, en Costa Rica
Uno de los primeros que utilizó el concepto fue Bary Roberts, gerente y propietario
de la empresa Tikal Tours Operator, una de las agencias de viajes más antiguas de
Costa Rica (hace treinta años que existe). El doctor Rolando Mendoza y él, a mediados
de años ochenta, iniciaron el uso y la promoción de este concepto, e incluso lo patentaron.
Sin embargo, este es un tema controvertido, como la propia noción, porque ya otros
autores reclaman su paternidad. De hecho, según el experto australiano en ecoturismo
Wearing y Neil, fue Héctor Ceballos quien empezó a utilizar la expresión turismo ecológico, ya en 1981, para designar las modalidades de turismo orientadas a la ecología. Esta
expresión se recortó y apareció el concepto de ecoturismo en 1983, que fue difundido
por el propio Ceballos en diferentes debates internacionales.
3.2. Tres propuestas básicas
Pasemos a ver ahora cuáles son las tres definiciones esenciales del ecoturismo. La
Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) define el ecoturismo
como aquella modalidad turística ambientalmente responsable que consiste en viajar
o visitar áreas naturales sin casi molestar, con el fin de disfrutar, apreciar y estudiar
los atractivos naturales (paisaje, flora y fauna silvestres) de estas áreas, y también
cualquier manifestación cultural del presente y del pasado que se pueda encontrar
en ellas, mediante un proceso que promueva su conservación. El ecoturismo debe tener
bajo impacto ambiental y cultural y favorecer una participación socialmente activa
y económicamente beneficiosa para las poblaciones locales.
Según Gerard Budowski, presidente de la Sociedad Mundial de Ecoturismo, el ecoturismo
es «viajar de manera responsable a las áreas naturales, conservar el medio ambiente
y mejorar el bienestar de las comunidades locales».
Y para Wearing y Neil, el ecoturismo se puede describir como un «turismo medido que
produce un impacto mínimo en el entorno, e interpretativo, por el hecho de que persigue
objetivos relacionados con la conservación, la comprensión del entorno y las culturas
que se visitan. Es un campo especializado del turismo que representa viajar a zonas
vírgenes o a territorios donde la presencia de seres humanos es escasa, donde el ecoturista
expresa una motivación explícita de quererse educar y concienciar desde el punto de
vista medioambiental, social y cultural mediante la visita y la experiencia vivida
en una zona natural en estado puro».
Por lo tanto, como conclusión, se puede definir el ecoturismo como un segmento de
la actividad turística que utiliza de manera sostenible el patrimonio natural y cultural,
incentiva la conservación y busca la formación de una conciencia ambiental, a la vez
que promueve la participación, la implicación y el bienestar de las poblaciones autóctonas
locales.
El ecoturismo se basa en una relación estrecha con la naturaleza. De hecho, el término
ecoturismo combina la palabra griega oikos, la ‘casa’ en el sentido de hábitat o medio, y turismo. Es decir, nos habla de un
turismo que tiene una responsabilidad con el medio ambiente, con el que debe lograr
una simbiosis en el momento en el que la conservación y el turismo se organizan conjuntamente
para beneficio mutuo. Esto implica que los recursos naturales se conserven, o incluso
se mejoren, con el aprovechamiento turístico del medio por parte de un número creciente
de personas.
3.3. El aprovechamiento de los parques naturales
La mayor parte del ecoturismo se practica a escala mundial en aquellas áreas que por
su biodiversidad y servicios ambientales se encuentran bajo alguna categoría de protección
y ofrecen como atractivo el disfrute de ecosistemas naturales y elementos biofísicos.
Se ha observado que se prefiere desarrollar esta actividad en áreas naturales protegidas
debido a la seguridad que esto representa a largo plazo respecto al mantenimiento
de los intereses turísticos naturales sobre los que se mantiene la actividad turística.
La categoría de protección en la que mayoritariamente se desarrolla esta actividad
son los parques nacionales, a pesar de que últimamente también tiene lugar en otras
categorías, como, por ejemplo, las reservas de la biosfera. Los esfuerzos se concentran
cada vez más en promover la rentabilidad económica de las áreas protegidas, parques
o reservas y en la necesaria creación de políticas económicas de ámbito nacional que
promuevan la conservación de áreas silvestres como un importante recurso económico.
La necesidad de justificar la existencia económica de muchas de las áreas protegidas
y la búsqueda de fórmulas para autofinanciarlas se pueden solucionar con el ecoturismo,
dado que es una fuente nueva e importante de ingresos para los parques, hasta el punto
de que el turismo las puede convertir en autosuficientes, a pesar de que esto requiere
cobrar entradas de admisión y disponer de unos servicios adecuados.
En muchos países, el ecoturismo sirve como justificación económica para establecer
nuevas áreas naturales protegidas y diversificar la industria turística. El área protegida
se beneficia de las inversiones para una mejor gestión y protección y, a la vez, proporciona
ingresos a la población local.
Los arrecifes, áreas privilegiadas
Un campo privilegiado para el desarrollo del ecoturismo son las áreas naturales protegidas
de arrecifes. Como ejemplo, hay que destacar el caso de la isla de Cozumel (México),
donde según estimaciones del Instituto Nacional de Ecología, cerca del 70% de los
visitantes de la isla tienen como principal motivación practicar el submarinismo en
el parque marino.
El impacto y la presión del hombre sobre el medio hacen disminuir cada vez más el
número de áreas no antropizadas y provocan la destrucción de los bosques y las selvas.
Si continúa esta tendencia, las áreas sin ocupar que cuenten con características excepcionales
tendrán cada año más demanda.
El ecoturismo se perfila como una excelente alternativa de aprovechamiento porque
no ve el recurso como un fin sino como un medio para poder desarrollar la actividad.
El ecoturista debe saber que cuanto mejor se conserven las áreas naturales, más posibilidades
tendrá de enriquecerse culturalmente.
3.4. Las cualidades de un producto inteligente
Veamos las principales características que hacen que esta modalidad sea un turismo
especializado, diferente, comprometido y, como afirma Sergio Molina, «un producto
inteligente de nueva generación».
Es imprescindible adaptar este tipo de turismo a las condiciones de la región. Hay
que incorporar gradualmente a las comunidades locales en los beneficios y en la toma
de decisiones, permitir un crecimiento gradual de la actividad y favorecer la reducción
de los impactos negativos. Por otro lado, se debe dar trabajo a la población local
en las empresas turísticas y utilizar productos y servicios locales tradicionales
de la zona. Es decir, ha de ser un turismo accesible a toda la población.
El ecoturismo debe satisfacer las necesidades del turista, pero también ha de asegurar
que los recursos locales no se destruyen por su culpa. Este tipo de turismo puede
adoptar una línea ecológica y sociocultural en el manejo de los recursos naturales.
Por la gran cantidad de servicios personales que implica, por su carácter minucioso
y detallado y por su escala humana, el turismo ecológico tiene un potencial considerable
para generar puestos de trabajo permanentes y bien remunerados. Las necesidades de
inversión relativamente pequeñas lo hacen más rentable y permiten distribuir mejor
las actividades y los beneficios en un amplio territorio.
Ofrece estándares de confort diferentes. No hacen falta construcciones de alojamiento
grandes y sofisticadas, pero sí que deben ser confortables y limpias. Es un turismo
que no requiere una infraestructura masiva, ni muchos gastos en recursos, agua y energía
o una dotación de servicios altamente especializados.
En la literatura ecoturística se dice que este tipo de turismo se caracteriza por
pernoctas a cielo abierto o en cabañas primitivas, alimentación simple, observación
de la vida silvestre, contemplación y meditación, fotografía y otras actividades similares.
A pesar de que es una idea bastante romántica, esto no significa que el ecoturismo
sea un turismo pobre, que solo lo practiquen excursionistas que se alojan en tiendas
de campaña. En todo el mundo hay ahora una efervescencia de ecoturistas que quieren
viajar a lugares lejanos del planeta, con la ilusión de tener la experiencia de entrar
en contacto con una naturaleza todavía sin perturbar. Muchos de estos ecoturistas
internacionales tienen un nivel económico y cultural alto y piden infraestructuras
y servicios de calidad.
Para desarrollar el ecoturismo hay que aprovechar los atractivos de manera sostenible,
hacer uso de fuentes alternativas de energía, proteger el patrimonio cultural y hacer
participar a las comunidades locales en la toma de decisiones y los beneficios que
se derivan de los proyectos ecoturísticos. También hay que planear y ejecutar acciones
y técnicas que amortigüen las alteraciones provocadas por la actividad turística.
Otra característica es el reducido número de integrantes en cada visita, por lo que
es necesaria una organización y un diseño adecuados de las ofertas para evitar grupos
masivos de turistas, dado que los recursos de base son áreas naturales frágiles.
Una de las premisas importantes que se debe destacar es el elemento educativo del
ecoturismo. Hay que crear conciencia entre los turistas, operadores turísticos, guías
y la población en general sobre la importancia y la necesidad de la conservación de
la naturaleza. La conducta y el respeto durante la visita son de gran relevancia.
Esta nueva modalidad de turismo necesita una promoción especializada y una información
de calidad, con el objetivo de facilitar al turista experiencias y actividades del
mismo nivel.
Según las directrices publicadas por la OMT y el PNUMA, cuando se habla de ecoturismo
se alude a un fenómeno que engloba toda una serie de opciones, que van desde un enfoque
científico hasta la visita de recreo a una zona natural como actividad de fin de semana
o como parte de un viaje más largo. Por este motivo, en el documento se utilizan indistintamente
los conceptos turismo natural y ecoturismo.
3.5. Modalidades y protagonistas
Dentro del ecoturismo se distinguen varias modalidades, según la motivación, la manera
de llevarlo a cabo y el uso que se hace de la naturaleza. Por lo tanto, en realidad
alcanza una gran variedad de actividades.
Las actividades ecoturísticas deben ser consideradas sostenibles y, por lo tanto,
tendrían que desarrollarse a pequeña escala, habría que tomar conciencia de sus impactos,
amortiguar sus efectos negativos y, a la vez, incrementar la conciencia ambiental
de los distintos grupos de acción implicados.
Es también una actividad principalmente de empresas privadas, pero puede ser promovida
por los gobiernos con el fin de obtener recursos económicos a partir de la riqueza
natural del país.
Entre los actores que intervienen en el ecoturismo, hay que hablar en primer lugar
del turista. Este contrata los servicios de los operadores turísticos e interactúa
con la población local, tanto si es mediante el operador como directamente por medio
de la convivencia. El turista origina los flujos monetarios que ponen en movimiento
la circulación de bienes y servicios y también las actividades de conservación, gracias
al pago de cuotas de entrada a las áreas protegidas o por medio de donativos.
En segundo lugar, hay que hablar del operador turístico, que actúa como intermediario
entre el consumidor y el destino turístico y que coordina los elementos necesarios
para hacer posible la experiencia turística. El operador pone en contacto la población
local con el turista en el momento en el que lo transporta a su lugar de destino.
Por lo tanto, tiene un papel importante en el tipo de relación que se establece entre
la comunidad receptora y el turista. Además, la información inicial que recibe el
visitante sobre la población del lugar al que se dirige proviene generalmente del
operador.
La dimensión social del ecoturismo bien gestionado es especialmente interesante porque
debe incidir en un sector de la población normalmente marginado o alejado de los centros
turísticos tradicionales. La población local es la que constituye el apoyo del proceso
en su conjunto porque recibe al turista en su casa o en su propiedad. Asimismo, proporciona
bienes y servicios al turista por medio del operador o directamente, y es el agente
básico de la conservación, dado que sin el apoyo de sus acciones sería difícil conseguirlo.
El ecoturismo es inconcebible sin la participación de la comunidad receptora.
El aspecto más delicado y que tiene una solución más difícil es la falta de iniciativa
del sector rural, tradicionalmente más conservador y muy poco inclinado a arriesgarse,
actitud que implica que en la mayoría de los casos los emprendedores sean gente de
fuera.
Otro de los actores es el Gobierno, que toma el liderazgo para lograr los beneficios
del ecoturismo. Se encarga de regular, facilitar y promover la actividad, asegurar
que los recursos sobre los que descansan los procesos de interacción de los actores
sean utilizados con criterios ecológicos, y orientar los procesos de crecimiento económico
local con el fin de lograr la viabilidad ambiental y social a medio y largo plazo.
Estos objetivos se consiguen mediante el manejo de las áreas naturales protegidas,
proporcionando información al turista, abriendo puertas a la participación local y
atendiendo a los operadores ecoturísticos para fomentar el desarrollo de sus actividades.
El último protagonista son las áreas naturales (protegidas o no), que constituyen
el recurso básico donde coinciden los actores y donde el producto turístico se consolida.
Una característica importante del ecoturismo es su componente normativo. Solo con
el establecimiento y el cumplimiento de líneas de actuación estrictas se podrá garantizar
que el ecoturismo no se convierta en una modalidad turística nociva para el patrimonio
natural o cultural.
El ecoturismo se debe enmarcar dentro de unos criterios de responsabilidad y de búsqueda
de la calidad y tiene que ser compatible con la sostenibilidad. Para los consultores
Báez y Acuña, debe cumplir los criterios siguientes: «Tiene que ser responsable, veraz,
educativo, interactivo y equitativo».
El representante regional de la UICN en América Central, Virgilio Cozzi, destaca la
necesidad de proteger el capital natural de una región y articularlo con el turismo
porque «es un producto difícil de encontrar, hecho que implica que sea muy fácil de
vender y, por lo tanto, muy difícil de controlar, y que puede llegar a ser masivo,
lo que puede dificultar la capacidad de mantener un equilibrio natural y cultural».
Se debe dejar bien claro que el ecoturismo es más que una palabra comercial, es una
alternativa y una nueva experiencia de viaje, un reto para establecer actitudes y
pensamientos de los que emerjan compromisos para promover el establecimiento de negocios
a partir de la protección del medio ambiente; un sector donde la participación, la
responsabilidad y la ética comercial buscan un beneficio común. Sobre la importancia
de la conservación del medio, Carlos Constanse, empresario de Mundo Maya, afirma que
«para conservar el negocio, el negocio es conservar».
4. La alarma del deterioro
El origen del concepto ecoturismo tiene su raíz en la preocupación por el deterioro
del medio ambiente, que afecta a la vida de nuestro planeta y del propio Homo sapiens sapiens, que no tiene la seguridad de la supervivencia de su descendencia.
Las señales del deterioro ambiental, como la pérdida de biodiversidad, el calentamiento
global del planeta, la reducción de la capa de ozono, la reducción de la pesca y las
maderas preciosas, la muerte de plantas y animales por la contaminación del agua,
el suelo y el aire, obligaron a revisar y transformar el modelo de «conquista de la
naturaleza».
En este ambiente de preocupación por transformar los modelos de producción y explotación
de los recursos naturales, conquistados a partir de la revolución tecnológica de la
Segunda Guerra Mundial, surge el concepto de ecoturismo.
Este nuevo estilo dio origen a otro tipo de visitante, a otro tipo de empresa y a
la creación de un segmento especializado. Surgen organismos dedicados a impulsar un
turismo responsable con la naturaleza, entre los que se encuentra por ejemplo la World
Ecotourism Society, que, de acuerdo con los principios de la Unión Internacional para
la Conservación de la Naturaleza (UICN), incorpora el concepto de ecoturismo y lo
define de la manera siguiente: «Modalidad turística responsable con el medio ambiente
que consiste en viajar o visitar áreas naturales relativamente poco alteradas con
objeto de disfrutar de, apreciar y estudiar sus atractivos naturales (paisaje, flora
y fauna silvestres), por medio de un proceso que promueva su conservación. Tiene bajo
impacto ambiental y cultural y favorece una participación activa y beneficiosa en
el ámbito socioeconómico de las poblaciones locales».
El ejemplo de la crisis turística en México
En México, la crisis del modelo turístico tradicional llega en los años ochenta. Los
destinos planificados como Cancún empiezan a sufrir los problemas derivados del crecimiento
acelerado y a veces explosivo, cuyas consecuencias parecerían lógicas, a pesar de
que muy perniciosas para su evolución armónica, incluida la saturación y la depredación
ecológica. Además, otros destinos como Puerto Vallarta, Ixtapa y Cabo San Lucas presentan
los mismos patrones de deterioro producto del crecimiento acelerado, que repercuten
en detrimento de las condiciones de vida de las comunidades y la escasez de productos
en el mercado local. Algunos de los principales problemas a los que se enfrenta la
actividad turística durante los años ochenta son el desmesurado interés de los empresarios
para obtener ganancias rápidas, aunque sea sacrificando la calidad de la oferta; la
falta de originalidad en los destinos, y la concentración de la oferta y la publicidad
en las vacaciones largas, que no se adecúan a los hábitos del consumidor.
5. Cómo cuidar la naturaleza
El número de turistas, su frecuencia, su densidad, su estacionalidad y sus actividades
–que dependen a su vez de su capacidad económica, edad, cultura y preferencias– son
determinantes para garantizar las condiciones ambientales y la atracción de todos
los centros turísticos y para impedir que los ecosistemas se alteren más allá de la
capacidad para mantenerse, dado que hay un punto (el límite de cambio aceptable) hasta
donde las especies pueden tolerar los cambios que generan los desarrollos turísticos.
Por todo esto, es imprescindible que tanto los promotores como los operadores y los
gobiernos establezcan y vigilen estos puntos para evitar que las transformaciones
ambientales vinculadas al turismo superen el límite de cambio, más allá del cual los
ecosistemas pierden la posibilidad de regenerarse.
5.1. El uso de los recursos naturales
Los recursos naturales –definidos como todo componente de la naturaleza que es utilizado
para la supervivencia del hombre– son elementos bióticos y abióticos disponibles para
el uso humano. Algunos autores diferencian entre recursos naturales renovables, recursos
naturales no renovables, aquellos de existencia limitada (minas) y recursos potenciales,
los que hasta hoy no parece que tengan uso directo para la sociedad.
Los bienes que aprovechamos de la naturaleza son aquellos que de manera directa podemos
palpar, aquellos que incluso tienen un valor monetario. Aun así, los bienes naturales
que no tienen un uso directo y que no son transferibles ni tienen valor económico,
como es el caso del clima.
Actualmente los recursos turísticos están definidos como elementos de nuestro entorno
natural o artificial que por sí solos se convierten en centro de atracción para los
visitantes. Es un recurso definido como atractivo focal, primario o central, al que
se suelen incorporar atractivos secundarios, que aumentan el valor turístico del lugar.
En este sentido, hoy una concepción amplia de los recursos naturales, considerando
su uso para la actividad turística, debe incluir valores como la belleza escénica,
fenómenos naturales, especies raras, elementos que suelen tener un aprovechamiento
indirecto.
La conciencia ambiental que implica un cambio hacia una actitud responsable en el
uso, manejo y control de los recursos naturales depende del nivel cultural de la población.
La sociedad consumista debe pasar de la sensibilización a la acción y, posteriormente,
a la exigencia social para impulsar una actitud responsable por el ambiente. La industria
transformadora e intermediaria debería enfrentarse a la demanda social en cuanto al
derroche y a la contaminación de recursos naturales y esta, a su vez, tendría que
ejercer presión sobre los sistemas de producción.
La conciencia ambiental como estatus social ha generado un incremento del valor de
los bienes o servicios que demuestran una responsabilidad ambiental. En este escenario
crecen tanto las organizaciones de consumidores como los proveedores de servicios
especializados, una segmentación del mercado que también queda reflejada en el campo
del turismo. Por lo tanto, no es extraño que surja el ecoturismo como segmento especializado
orientado a satisfacer las demandas de los turistas ni que ambos mercados, el ecoturismo
y el ambientalista, constituyan una alternativa posible para el desarrollo sostenible.