2

¿QUÉ PUEDES PERDER?

 

Mírate: tú eres maravilloso. Eres maravillosa.

Me vas a decir que no. Pero yo te digo: mírate bien. Mírate con cariño, mírate con amor. Puedes mirarte con los ojos cerrados. Eso da igual. Puedes mirarte con gafas o con lentillas. Eso no cambia nada.

Ahora me vas a decir: no soy maravilloso, no soy maravillosa. Me odio, soy infeliz, no puedo más, me siento desgraciado.

Así te sentías de pequeño: no querías el cacao, querías otro caramelo, querías ver una película y tus padres no te dejaban. Una compañera o compañero de colegio te dijo algo que te dolió. ¿Qué era? ¿Lo puedes recordar?

Pero me dirás que ahora sufres igual…, ah. Y yo te digo: ¿Quieres seguir sufriendo?

Ven: siéntate aquí conmigo, siéntate aquí contigo. No con el que sufre, ni con la que sufre. Tan sólo tú y yo, vamos a dejar al que sufre un rato a un lado.

¿Quieres probar?

Mira, ¿qué puedes perder? ¿Te da miedo perder tu pena y tu sufrimiento? ¿Te asusta perder tu miedo y tus lágrimas?

Ven tan sólo si quieres. Yo estoy aquí siempre. Dentro de ti. No me voy a ir a ninguna parte porque yo soy tú y tú eres yo.

Aquí estoy. Tan tranquilo. Esperando que tú me llames, si quieres.

Yo no tengo ninguna prisa. Mira, te voy a tranquilizar por si te asusta perder tu miedo y tus lágrimas. Puede que los pierdas ahora, si me haces caso, pero no te preocupes porque volverán.

Volverán porque yo los puse en el mundo. ¿Adónde se van a ir? Sólo que no los puse en el mundo para que fueran tú, para que tú te agarraras a ellos como si no existiera la pureza y la felicidad. Son parte de ti: el miedo te enseña a ser valiente, las lágrimas te limpian la mirada.

¿Estás ahora más tranquilo? Nadie te va a quitar tu dolor, al que tanto cariño le tienes. Tan sólo quiero decirte que tú no eres tu dolor, ni tus preocupaciones, ni tus penas.

Tú dirás que te pasan a ti, y que eso es más que suficiente. Pero entonces yo te digo que sí, que te pasan como pasa el agua. Al igual que yo no puse el agua para que te ahogaras, sino para que te refrescaras, te limpiaras, nadaras, te diera la vida.

Ven aquí conmigo, siéntate y no pienses lo que te digo. No lo pienses, tan sólo siéntelo. Siente con la mente, y piensa con el corazón. Eso es lo que te digo.

Pero sólo me vas a escuchar si te sientas y te sientes aquí conmigo y contigo y cierras los ojos y me comienzas, y te comienzas a ver.

¿Sí?