Presentación

 

 

 

Tras el éxito de Steelheart, llegamos con este título al segundo libro de la serie de los Reckoners, una obra que cada vez me parece más importante en la siempre destacable y espectacularmente abundante producción de uno de los mejores escritores de los últimos años. Me refiero a Brandon Sanderson, casi con toda seguridad el más prolífico de los nuevos autores de la mejor fantasía emparentada, en cierto modo, con la ciencia ficción. Sanderson es un autor siempre capaz de mantener un elevado grado de novedad e inventiva, un enfoque inédito en la manera de tratar los temas fantásticos y, lo más importante, una importantísima calidad media, como lo demuestran sus obras más conocidas: Elantris, la (primera) trilogía de los Mistborn (Nacidos de la bruma), o esa otra maravilla que es El aliento de los dioses (Warbreaker), o la potente y personalísima serie iniciada con El camino de los reyes.

Como les decía en mi introducción a Steelheart, una de las más genuinas satisfacciones de un editor es, simplemente, «encontrar» a un autor nuevo y prometedor. En los largos años dirigiendo esta colección he «encontrado» autores nuevos de todo tipo y condición que han sido conocidos en España gracias a NOVA. 

Mi más reciente descubrimiento fue este sorprendente Brandon Sanderson, un autor joven que, ya desde sus primeras obras, ha renovado la fantasía, durante tanto tiempo encerrada en el clásico «cliché a la Tolkien», hoy algo agotado por exceso de repeticiones. Ahora puedo constatar que la sorpresa que me proporcionó este autor con su primera novela, Elantris (2005), se ha confirmado, y esa es solo una muestra de las muchas satisfacciones que nos va a deparar a todos. 

No he sido el único maravillado por la habilidad narrativa y el universo fabulador de Brandon Sanderson. Cuando Robert Jordan falleció, en septiembre de 2007, no resultó extraño que se decidiera que sería precisamente el joven (y todavía «novato») Sanderson quien se encargara de terminar la novela entonces en proceso de redacción (A Memory of Light), que iba a ser el volumen final de la famosa serie La rueda del tiempo, que Robert Jordan no alcanzó a concluir. En manos del laborioso y prolífico Sanderson, esa novela final que su autor dejó bastante encarrilada al menos en sus notas, se ha convertido en tres volúmenes que Sanderson ya ha escrito y publicado: The Gathering Storm (2009), Towers of Midnight (2010 ) y la esperada A Memory of Light (2013), que finaliza el encargo. Y eso sin olvidar la escritura de sus propias obras (¿hasta qué punto esta trilogía final de La rueda del tiempo, con su dilatada extensión, no es una obra más de Brandon Sanderson?). 

Porque en esos mismos cuatro años, Sanderson ha iniciado tres trilogías más: la segunda de Mistborn (ya iniciada en NOVA con Aleación de ley, en 2012), la de los Rithmatistas (ya iniciada su publicación en España, como siempre en NOVA) y la de los Reckoners que hoy nos ocupa. Y eso sin olvidar algunas novelas cortas como esa fabulosa The Emperor Soul (2012) ambientada en el mundo de Elantris que le valió el Premio Hugo de novela corta en 2013. Asimismo, nos ha ofrecido los dos primeros volúmenes (ambos ya aparecidos en castellano) de la que parece llamada a ser su magna obra (con permiso de Elantris, Mistborn o El aliento de los dioses...) que es La guerra de las tormentas. Los primeros títulos de esta, El camino de los reyes (2012) y Palabras radiantes (2014), ya se han publicado en NOVA, aunque inició su andadura narrativa (en la mente y los borradores de Sanderson) hace ya más de diez años y parece llamada a constar de unos diez volúmenes. Ahí es nada. 

Calidad y cantidad se aúnan de manera casi inevitable en la obra de Brandon Sanderson, que escribe con la frescura, inventiva y calidad necesarias para ser ya un autor de referencia en el mundo de la fantasía. Sanderson parece no saber todavía que está llamado a ser importante y tal vez por eso mantiene su empuje y maneja su habilidad y su descaro narrativo como el joven que se quiere comer el mundo. Que no decaiga. 

En mi presentación de Elantris, la primera novela publicada de Brandon Sanderson, ya les contaba la sorpresa que la irrupción de este joven autor ha causado en todo el mundo. Ahora también puedo dar testimonio de cómo el éxito internacional de Elantris se ha repetido en España. 

Brandon Sanderson creció en Lincoln (Nebraska, EE. UU.) y ahora vive en Provo (Utah, EE. UU.) con su esposa Emily. Obtuvo la licenciatura en lengua y literatura inglesas por la Brigham Young University y durante dos años impartió clases en estas áreas. Antes había estudiado bioquímica y, siendo creyente de la Iglesia de los Santos de los Últimos Días (LDS: Lost Days Saints, los conocidos «mormones»), estuvo los preceptivos años como «misionero», en su caso en Corea (fue a su regreso a Estados Unidos cuando se especializó en lengua y literatura inglesas). En 2006 se casó con Emily Bushman (compañera de estudios y en la actualidad su business manager), con la que tiene ya tres hijos. Hoy, además de escribir (muy prolíficamente) enseña escritura creativa en la Brigham Young University. 

Es autor de numerosas novelas, pero la primera en ver la luz fue la sexta, escrita en 2000, Elantris (publicada en su original inglés en mayo de 2005), recibida por público y crítica como una interesantísima renovación en el tan trillado género de la fantasía. Se trata de una novela tan sorprendente como amena que ofrece de todo para todos: misterio, magia, romance, enfrentamientos políticos, conflictos religiosos, luchas por la igualdad y una escritura penetrante con personajes consistentes y maravillosos. 

Elantris, que parece una novela de fantasía épica, no es solo eso. Faren Miller, de Locus, lo detectó claramente destacando en ella un tono no-conformista no excesivamente habitual en la fantasía. No en vano, Sanderson dice haber empezado a leer fantasía cuando, a los catorce años, cayó en sus manos una novela sumamente inteligente e irónica como es Vencer al dragón (1985, NOVA fantasía número 7), de Barbara Hambly. Faren Miller destaca claramente en Elantris esa posible orientación al recalcar el tono del Prólogo, tan clásico en la descripción de una fantástica capital de seres inmortales como había sido la ciudad de Elantris, para finalizar introduciendo, ya en el mismo Prólogo, un dato sorprendente y casi subversivo: «La eternidad terminó hace diez años.»

Coincido con Brandon en la apreciación de Vencer al dragón y valoro muchísimo su primera novela publicada, Elantris, que sigo considerando una de las mejores de las últimas décadas en ese complejo universo de una nueva fantasía sujeta, en cierta forma, a algunas «reglas de uso» que la acotan un poco y acaban resultando muy adecuadas. 

Les remito a mi presentación de Steelheart, el primer volumen de esta trilogía, para destacar el enfoque «distinto» y casi me atrevería a decir que «realista» que Brandon Sanderson da a la fantasía. Allí incluí un texto del estudiante Sanderson en un trabajo académico sobre la fantasía que ya les había extractado en la presentación de Elantris. Un texto en el que el entonces joven autor ya desarrollaba su tesis en favor del cambio en la narrativa fantástica y la superación del enfoque «a la Tolkien», que etiquetaba como el «síndrome de Campbell». A esa introducción les remito. 

Tuve la oportunidad de hablar largo y tendido con Brandon (y con su esposa Emily) cuando vino a Barcelona, en noviembre de 2006, como conferenciante invitado en la ceremonia de entrega del Premio UPC de Ciencia Ficción. Puedo asegurar que ideas no le faltan a Brandon Sanderson y que su capacidad de reflexión sobre la narrativa fantástica, unida a su habilidad extraordinaria como narrador y su interés por temas «adultos» (política, estrategia, religión y un interesante etcétera), nos ha de deparar muchas más sorpresas. 

En ese par de días hablé con Brandon sobre su manera de enfocar la magia en sus novelas de fantasía. Allí, al hablar, por ejemplo, de los alománticos de la serie Mistborn, me detalló su idea de que podía haber seres capaces de ejecutar actos de magia pero que no por ello dejaban de vivir en nuestro universo regido, por ejemplo, por las leyes de la física newtoniana. Si mágicamente se produce un efecto, hay que esperar un contra-efecto inevitable en un universo en el que rige la tercera ley de Newton: a toda acción corresponde una reacción. 

Ese punto de vista lo ha detallado y precisado aun más con el tiempo. En su página web habla de ello. (Dicha página, http://www.brandonsanderson.com/, resulta de gran interés y les invito a visitarla.) 

En particular, como profesor ahora de escritura creativa, Sanderson ha profundizado en su propio arte y en las reglas que lo rigen. Él mismo nos lo cuenta en esa página web cuando establece dos grandes principios que, además de estar presentes en su obra, es capaz de rastrear en la de otros grandes autores de fantasía, entre ellos George R.R. Martin o el británico Joe Abercrombie (The First Law). 

Los dos principios de Sanderson son sencillos pero tiene un gran efecto. 

Primer Principio: La magia ha de tener un coste.

Segundo Principio: El beneficio y el coste han de ser iguales.

Fácilmente se percibe que esos principios formulan la idea de que, en nuestro universo, a toda acción corresponde una reacción de la que hablé con él a propósito de Mistborn hace ya unos años. 

Los poderes mágicos, como todo tipo de poderes, necesitan de una especie de regulación para «humanizar» a quien los posee y utiliza. Y de ahí la gran riqueza humana de los personajes de Sanderson: disponen del favor de la magia, pero eso siempre tiene un coste. Está ya en El señor de los anillos (ese anillo que te hace invisible pero deja rastros en tu psique), y viene a ser el principio de realidad de la economía trasladado al mundo de la magia... 

Sanderson se distingue también por los distintos sistemas de magia que inventa para cada una de sus series, cada uno de los cuales, sin perder su poder, no deja de estar encauzado y ser visto, en cierta forma, de manera «racional». Es lo que ocurre, por ejemplo, con los alománticos de la serie Mistborn, los alientos (breath) que acumulan los personajes de El aliento de los dioses y tantos otros. En la serie de los Reckoners la magia reside en los poderes de los Épicos y su contrapartida se halla en el punto débil que tienen todos y cada uno de estos. Magia con reglas para obligar al autor a ser serio y disciplinado cual corresponde y el lector merece. 

La trilogía que se empezó con Steelheart lleva por nombre genérico los Reckoners. La serie estará formada por Steelheart (2013), Firefight (2014) y Calamity (prevista en Estados Unidos para 2016), además de un relato ya publicado, Mitosis (2013), que se situaría entre los libros primero y segundo de la trilogía (con un final y un desarrollo complementario al de la primera novela). 

Por cierto, en esta edición, gracias a la habilidad de la editora Marta Rossich a la hora de negociar, el lector podrá leer, por primera vez recogido en libro, el mencionado relato Mitosis (2013). Se publicará al final del libro (así lo ha pedido Sanderson), pero les recomiendo leerlo antes de Firefight. Quien avisa no es traidor... 

Aunque hay otras acepciones, un reckoner vendría a ser alguién ocupado en vengar los errores o malas acciones del pasado y, también, en el ámbito religioso, una venganza relacionada con el Juicio Final, algo así como el vengador del Juicio Final. 

Viene ello a cuento, ya que, en el universo de esa serie, de manera inesperada, incomprendida y trágica se ha producido una Calamidad (Calamity) que ha creado, más bien de forma azarosa, una serie de superhéroes en todo el planeta. A esos superhéroes se les llama Épicos (epics) e infortunadamente, o tal vez muy humanamente, no resultan ser buenas personas. 

En el esquema habitual del mundo de los superhéroes de los cómics, ya es conocida la famosa frase «un gran poder conlleva una gran responsabilidad» (por ejemplo, tío Ben se la dice a Spiderman antes de morir). Pero, por desgracia, no ocurre así con los Épicos. Tal vez respondiendo a su humano origen, son egoístas y procuran para sí mismos, convirtiéndose en dictadores de la humanidad. Son, en general, los «malos» de esta serie. 

Evidentemente, la humanidad no quiere aceptar esa esclavitud sobrevenida y se resiste. Los resistentes son los Reckoners, a los que el protagonista, David, se une en el primer volumen de la serie. A los ocho años, David presenció la muerte de su padre a manos de Steelheart, el Épico que rige en lo que antes había sido Chicago. Y en ese lance vio sangrar a Steelheart. Sabe que el este no es invencible y desea encontrar a los Reckoners para enfrentarse a él y vencerlo, y así vengar a su padre. Todo ello ocurre en Steelheart, cuyo agitado final incluye muchos descubrimientos bastante inesperados que no voy a comentar por aquello de evitar recaer en spoilers (un defecto del que debo acusarme más de una vez...). Lo más destacable en esta nueva serie es que Sanderson invierte los papeles y deja a los humanos protagonistas el papel de opositores a los poderes (casi mágicos) de los Épicos. 

El ritmo narrativo es tan trepidante como deslumbrante. Como no podía ser menos, el primer volumen de la serie, Steelheart, ya ha sido adquirido para su versión cinematográfica en lo que puede ser una producción espectacular cuyo ritmo ya está completamente prefigurado en el texto escrito por Sanderson, capaz, como ya he dicho varias veces, de múltiples registros. 

Alguien ha querido considerar que la serie Reckoners solo está dirigida a un público adolescente, que está compuesta por «novelas juveniles» al uso. He de disentir claramente y con determinación de esa caracterización. Me temo que ya no soy eso que se llama un «joven» o «adolescente», y esta serie me interesa. David, el protagonista, es, sí, un adolescente que, además de luchar, aprende cuál es su lugar en la vida. Se trata de una serie que respeta al lector mucho más que esas sagas creadas ad hoc para uso y consumo de adolescentes, como Crepúsculo (2005), Los juegos del hambre (2008) o Divergente (2011), todas ellas con protagonistas femeninas y en las que se suceden aventuras (sin cortapisas ni controles excesivos) ya sea en mundos fantásticos poblados de vampiros y licántropos o, más recientemente, en distopías contra las que luchar. 

En los Reckoners hay, sí, una revuelta de un joven como David que quiere vengar a su padre asesinado por Steelheart, pero hay mucho más. Los Reckoners son adultos, con un papel más parecido al de la resistencia humana a todo tipo de dictaduras, y David, manteniendo su papel protagonista, se suma a ese grupo de esforzados paladines de la humanidad que pretenden enfrentarse a los efectos de esa terrible Calamidad (Calamity) que se ha cernido sobre el género humano. 

No voy a contar nada más de Firefight, pero sí quiero recordar que «solucionado» el problema de Chicago Nova (dominio de Steelheart) en el primer volumen de la serie, ahora la aventura se desplaza mayormente a la cambiada Nueva York, que recibe el nombre de Babilonia Restaurada (Babylon Restored). Ahí siguen las aventuras de David y los Reckoners y, cada vez más, nos acercamos a la explicación final del porqué y el significado de esa terrible Calamidad que ha sacado de los Épicos que han adquirido poderes todo aquello que de peor tiene el ser humano: egoísmo, prepotencia, violencia y un largo etcétera que todos conocemos. 

Una reflexión más. El recurso a los superhéroes es algo muy habitual en nuestra cultura occidental tan dominada por EE. UU. Siempre canto a la individualidad, el papel del superhéroe ha sido el súmmum de la cultura estadounidense. Pese a vivir en una de las sociedades más dotadas de recursos del planeta, los héroes de las aventuras actúan casi siempre solos y sin recurrir a ninguno de los sistemas de ayuda (policía, bomberos, médicos, etc.) que una sociedad avanzada ha de proporcionar a sus ciudadanos. En el caso de los Reckoners se trata de humanos «normales» enfrentados a la utopía negativa constituida por esos poderes (¿mágicos?) tan mal utilizados por los Épicos y, como suele ser habitual en él, Brandon Sanderson hace alarde de su gran capacidad de inventiva e imaginación: los poderes de los Épicos en esta serie resultan sumamente novedosos y ampliamente variados. Sanderson se nos muestra de nuevo como un creador infatigable que no deja de razonar sobre el misterioso origen de esos poderes (Calamity) y la amplia variedad de los mismos. 

Como siempre en este autor, los Épicos tienen poderes pero son vulnerables. La magia tiene un coste. Es algo imprescindible para la existencia de una narración. Si nos fijamos en un superhéroe todopoderoso como Superman, resulta evidente que, si lo puede todo, no hay trama posible. Aun aceptando que algunas de las tramas de los cómics de los superhéroes estadounidenses son muy infantiles, la necesidad de que el superhéroe tenga problemas es imprescindible para que exista una narración. De ahí la kryptonita de Superman, su enfrentamiento con otros kryptonianos en la segunda de las películas de la primera serie protagonizada por Christopher Reeves, o incluso el enfrentamiento con su otro yo materializado en la tercera de esas películas. Si no hay un opositor del mismo nivel no existe aventura. 

Además de los cómics de superhéroes en sí mismos, hay otras visiones a destacar. De los imprescindibles Watchmen (1986 y 1987) de Alan Moore a estos Épicos de Sanderson hay un largo camino con diversos tratamientos sobre los superhéroes pero, al menos que yo conozca, ninguno como el que aborda Sanderson: los superhéroes, dotados de poderes variadísimos y en realidad mágicos, son en realidad supervillanos. Ahí es nada. 

La nueva trilogía de los Reckoners está llamada a ser una serie de superhéroes, o, mejor, de supervillanos, con aventuras de todo tipo en las que estos se enfrentan con simples humanos que, aparentemente, solo cuentan con la ayuda de su inteligencia y, sobre todo, su voluntad y determinación. Se trata de una aventura épica, humana como pocas, a la que Sanderson proporciona un ritmo en verdad trepidante y en la que imagina para los Épicos una brillante variedad de poderes sin cuento (ese es el sistema de magia de Reckoners: los superpoderes de los Épicos). No es poca cosa. 

En resumen, una nueva serie de un autor excepcional y sumamente prolífico (sin bajar el alto nivel de calidad al que nos tiene acostumbrados), una rara avis de la fantasía moderna, a la que aporta un enfoque propio y sumamente poderoso y sugerente. Y esta vez en un mundo de superhéroes con toda la imaginación, la aventura, la magia y los entrañables personajes a que nos tiene acostumbrados. 

Que ustedes la disfruten. 

 

Miquel Barceló