Capítulo II
¿QUÉ SON LOS SISTEMAS DE INFORMACIÓN GEOGRÁFICA (SIG)?
Antes de profundizar en el rol que los datos geográficos, mapas y sistemas de información
geográfica (SIG) pueden desempeñar en las bibliotecas, introduciremos algunos conceptos
previos para el lector que desconoce en absoluto o tiene un conocimiento superficial
de los SIG. A lo largo de este capítulo, nos centramos en la naturaleza de los datos
geográficos y su importancia contextual para entender mejor el entorno, la manipulación
de los datos mediante herramientas informáticas como los SIG, y la generación de mapas
en sí, vistos como el resultado final de la manipulación, el análisis y la combinación
de datos geográficos.
1. De Eratóstenes a Tomlinson
Podríamos pensar que la relación entre bibliotecas y datos geográficos, junto con
los SIG, es un hecho bastante reciente y que todavía no está claramente definido.
Sin embargo, en las décadas de 1980 y 1990, algunas universidades académicas americanas
comenzaron a prestar atención a los datos geográficos y a la novedad que por aquel
entonces representaban los primeros SIG. Dichas bibliotecas se preguntaron de qué
forma los datos geográficos y herramientas SIG podrían ser útiles en sus tareas y
actividades. Haciendo un breve recorrido histórico, veremos que la relación entre
datos geográficos y bibliotecas no es una invención del siglo xx, sino que se remonta a la antigüedad, y que las bibliotecas universitarias, pioneras
por su acercamiento a la disciplina SIG en la década de 1990, no hicieron más que
afianzar una vieja relación.
En la antigua Grecia, Eratóstenes fue el primero en medir con precisión el tamaño
de la Tierra. Dados los escasos medios e instrumentos de medición de la época, este
hecho fue un gran logro, y por ello Eratóstenes pasó a la historia como el primer
cartógrafo. Esta anécdota sería irrelevante en este libro si no fuera porque Eratóstenes
fue también el bibliotecario a cargo de la biblioteca de Alejandría.
Durante la época de los grandes descubrimientos, los mapas fueron uno de los instrumentos
predilectos de los primeros exploradores y navegantes en busca del mundo desconocido.
A medida que se descubrían nuevas tierras y mares, los cartógrafos confeccionaban
minuciosamente las cartas marinas y mapas cartográficos de un mundo apenas descubierto.
Uno de los cartógrafos más famosos de este periodo fue el flamenco Mercator, que dio
con una forma innovadora de proyección para la creación de mapas que facilitaba enormemente
la navegación. Pero Mercator también aportó otra innovación significativa desde la
perspectiva de la biblioteca: el atlas, como una colección sistemática y «curada»
de mapas, tal y como lo conocemos actualmente. La cartografía y las bibliotecas se
cruzan otra vez.
En la actualidad, la sección de cartografía de las bibliotecas, o cartoteca, es un
servicio bastante común. Un mapa cartográfico, como un libro, es un recurso documental
con gran valor histórico para entender el conocimiento y el contexto de una época
pasada. Con el paso del tiempo, estos mapas históricos y atlas se han convertido en
joyas apreciadas sobre todo por coleccionistas privados y bibliotecas. Ken Jennings
(2013), relata su perplejidad y asombro durante su visita a la sección de geografía
y cartografía de la Biblioteca del Congreso, que reúne una de las mayores colecciones
de mapas cartográficos del mundo con más de cinco millones de ejemplares, entre ellos
verdaderos tesoros históricos de la cartografía. Las bibliotecas, desde la antigüedad,
han sido las encargadas de mantener estos documentos históricos a buen recaudo.
Involuntariamente, el cólera propició un salto cualitativo en la concepción y el valor
de los mapas. A mediados del siglo xix, Londres sufrió un brote de cólera que mató a cientos de personas. Las autoridades
londinenses estaban desconcertadas y no sabían cómo atajar la epidemia, puesto que
desconocían su origen. La solución al enigma vino de la mano del doctor John Snow,
un médico londinense, que tuvo la genial idea de plasmar todos los surtidores de agua,
junto con los casos de defunciones por cólera (donde se había encontrado a la persona
fallecida) en un mapa de Londres. El mapa por sí solo reflejó claramente que la mayoría
de los fallecidos se aglutinaban alrededor de un único surtidor de agua que resultó
ser la causa y el origen de la fatal epidemia. Las autoridades lo tapiaron y el problema
cesó.
El famoso mapa del doctor Snow es un ejemplo de cómo los mapas se convirtieron en
un elemento vital para el análisis de entornos complejos. Mientras que para los antiguos
navegantes y exploradores, el mapa era el lenguaje con el que se describía la geografía,
el ejemplo del mapa del cólera supone un uso nuevo, totalmente distinto al uso primario
de servir a la exploración de la geografía. Los mapas podían utilizarse también como
herramientas de análisis para la resolución de problemas complejos que a priori parecían
no tener relación alguna con la geografía. El mapa del cólera no se pensó como una
guía para turistas en Londres (aunque algunos turistas freak modernos sí lo utilizan como tal), sino como una herramienta que permitía iluminar
un problema social y de salud pública con los focos de la geografía.
Los SIG modernos, programas informáticos basados en ordenadores e información digital,
son la herramienta idónea para descubrir y crear usos novedosos de los mapas que ayuden
en el análisis y la resolución de problemas dispares. Aunque se conoce a Roger Tomlinson
como el «padre moderno de los SIG», como hemos visto, no fue el primero en darse cuenta
del potencial de los datos geográficos y de los mapas para proyectar una dimensión
geográfica a la resolución de problemas. Sin embargo, su contribución fue realmente
importante, ya que dirigió, planificó y desarrolló el primer SIG informatizado a finales
de la década de 1960 para la gestión del uso del suelo para el gobierno canadiense.
La breve e incompleta descripción histórica apenas realizada quiere poner de relieve
la increíble capacidad de los datos geográficos para generar sinergias con otras disciplinas
y su potencial aplicación en muchas situaciones distintas, entre ellas las tareas
y rutinas bibliotecarias. De una u otra forma, bien porque un bibliotecario contribuyó
a la ciencia de la cartografía, o bien porque las bibliotecas se han convertido en
los guardianes de millones de mapas cartográficos, cartografía y bibliotecas se entrelazan
a lo largo de la historia.
Es un hecho que los datos geográficos se han convertido en algo ubicuo, común en el
día a día de muchas personas, que los utilizan para viajar, para moverse y desplazarse
por una ciudad, para entablar nuevas amistades, para disfrutar y entender la naturaleza,
para relacionarse o para encontrar la mejor biblioteca de la ciudad. Tal como apunta
Harm de Blij (2012), los datos geográficos importan, influyen y muchas veces son determinantes
para muchas instituciones, entre ellas las bibliotecas. Hace 25 años, las bibliotecas
académicas americanas fueron precursoras en darse cuenta de que los datos geográficos
y los SIG van mucho más allá de los atlas y de las colecciones cartográficas.
2. Importancia de los datos geográficos
Los mapas cuentan historias y una historia necesita datos. Que el origen de un mapa
empieza necesariamente con los datos lo sabían muy bien los antiguos cartógrafos,
ya que dependían de las noticias de los nuevos descubrimientos, que traían de vuelta
los navegantes y exploradores, para la creación y actualización de los mapas cartográficos.
Si imaginamos la creación de un mapa como una cadena de ensamblaje, los datos geográficos
son la entrada que el cartógrafo, con su conocimiento y herramientas de cálculo y
diseño, ensamblaba en un producto final: el mapa.
Figura 2. Cadena de ensamblaje para la elaboración de mapas en la antigüedad.

La esencia de la cadena de ensamblaje se ha mantenido prácticamente igual hasta la
actualidad. Todavía se necesitan datos para que alguien o algo los manipule y los
convierta en mapas. Pero existen muchas diferencias entre los mapas antiguos y los
actuales debido principalmente a los avances tecnológicos que han ido modificando
cada uno de los tres pasos de la cadena de ensamblaje. En esta sección nos centramos
en el primer paso de la cadena: la naturaleza de los datos geográficos y los cambios
que estos han experimentado hasta nuestros días.
No cabe duda de que una de las mayores diferencias en cuanto a obtención de datos
radica en la escasez de fuentes de datos que existía en el pasado (los exploradores)
comparada con la abundancia y variedad actual (sensores, teléfonos móviles, internet,
etc.). Disponemos de múltiples fuentes, ya sea de organizaciones tradicionalmente
generadoras de datos –gobiernos, universidades, empresas que prestan servicios basados
en la localización–, o de la multitud de sensores existentes. Los satélites geoestacionarios
que captan imágenes de la superficie terrestre; los dispositivos fijos desplegados
en cada rincón de nuestras ciudades que miden el nivel de ruido, la contaminación
del aire, las vibraciones de puentes y edificios, o vigilan el tráfico; y los dispositivos
móviles tan comunes hoy en día, son algunos ejemplos de dispositivos que incorporan
sensores. Es más, los sensores que vienen ya preinstalados en los teléfonos móviles
inteligentes, como el GPS, son capaces de captar con exactitud dónde nos encontramos
en cada momento y de añadir de forma automática información sobre la ubicación de
cada imagen, vídeo o mensaje que generamos con los móviles. De esta forma, cada usuario
se convierte también en una potencial fuente de datos geográficos.
La colección de más de cinco millones de mapas de la Biblioteca del Congreso, que
cubre varios siglos de historia, se queda en una cifra escandalosamente ridícula comparada
con los datos geográficos que se generan en la actualidad en un único
día[]. Aunque las cifras que barajan los expertos puede que sean algo exageradas y difíciles
de corroborar, a nadie se le escapa que las nuevas tecnologías han acelerado vertiginosamente
tanto el ritmo de creación de datos geográficos, como su variedad.
Hemos visto que los datos geográficos aparecen por doquier, y se dice que esta tendencia
irá en aumento en los próximos años. Pero, ¿somos capaces de reconocerlos? ¿Qué características
hacen a los datos geográficos especiales con respecto a otros tipos de datos? ¿Cómo
puedo saber si necesito o no datos geográficos? A menudo, hasta en la conversión más
trivial, hacemos uso del contexto geográfico de los datos. Por ejemplo, estamos acostumbrados
a ver en los medios de comunicación datos censales, series de datos económicos y estadísticas
de empleo. Estos datos estadísticos contienen mayoritariamente números, cifras y porcentajes,
a la vez que están íntimamente ligados a una ciudad, barrio, o unidad censal. De hecho,
si en una charla con un amigo decimos que la tasa de paro es del 10 % y nada más,
nuestro amigo nos preguntará inmediatamente a qué país, provincia o ciudad nos estamos
refiriendo. El «dónde» es crucial para entender el contexto del dato que nos han facilitado,
en este caso: la tasa de paro. Por lo tanto, podríamos decir que cualquier tipo de
dato cobra mayor sentido cuando se contextualiza, analiza y visualiza, tomando en
cuenta la dimensión geográfica.
Entonces, ¿el contexto geográfico es siempre necesario? No siempre, por supuesto.
Las notas del colegio de vuestros hijos son datos y no precisan de un contexto geográfico
para saber si han aprobado o suspendido alguna asignatura. Pero si vamos más allá
de la lectura numérica de las notas y queremos comprender por qué el rendimiento académico
de dos colegios en la misma ciudad difiere tanto, entonces el contexto económico,
social, y geográfico es vital. La clave aquí reside en saber identificar cuándo el
contexto geográfico es relevante al afrontar un determinado problema o situación,
y cuándo no.
Afortunadamente, muchísimos tipos de datos (biológicos, medioambientales, sociales,
urbanos, culturales, etc.) son, por definición, espaciales, es decir, ocurren o suceden
en algún lugar. A partir de los datos espaciales se pueden obtener, de forma directa
o indirecta, las coordenadas geográficas asociadas que nos permiten representar los
datos visualmente en un mapa. Los datos de las cuencas hidrográficas de España son
un ejemplo de datos espaciales con una referencia geográfica directa. Aparte del nombre
que identifica la cuenca, y otros datos como la extensión en kilómetros cuadrados
o el caudal en litros totales, su perímetro o cobertura geográfica es una característica
fundamental para delimitar la influencia territorial de una cuenca. Esta característica
geográfica se suele representar como un conjunto de líneas, cada una definida mediante
un par de coordenadas geográficas (latitud, longitud) de inicio y fin, que forman
un polígono que delimita el perímetro de la cuenca. Por lo tanto, cuando las características
geográficas (un polígono que representa el perímetro) de un objeto (en este ejemplo,
la cuenca) se codifican directamente como un atributo más, este objeto se puede representar
y manipular fácilmente sobre un mapa.
Pero no todos los datos espaciales contienen referencias geográficas directas (puntos
o coordenadas geográficas). A decir verdad, es más habitual encontrarnos con datos
espaciales con referencias geográficas indirectas, es decir, sabemos que el contexto
geográfico es importante para dar sentido a los datos pero, tal y como se nos facilita
el contexto geográfico, resulta un tanto complicado representar los datos directamente
sobre un mapa. Por ejemplo, el listado de todas las bibliotecas españolas disponibles
en la web del Directorio de bibliotecas
españolas[] contiene datos espaciales con referencias geográficas indirectas. Cada registro identifica
una biblioteca mediante campos como: calle, número, distrito, ciudad y provincia.
Existe una referencia espacial clara en forma de texto (ciudad, calle, etc.), pero
aún no somos capaces de mostrar cada biblioteca en un mapa porque desconocemos su
posición exacta (latitud, longitud).
Para determinar la posición exacta de una biblioteca, un parque o un edificio necesitamos
llevar a cabo una tarea adicional, llamada georreferenciación o geocodificación, que
transforma la descripción textual de un lugar (referencias indirectas) en sus coordenadas
geográficas asociadas (referencias directas), tal como se muestra en la figura 4. La georreferenciación es una tarea tan común y necesaria para manipular datos geográficos
que muchas herramientas SIG la incorporaron desde las primeras versiones. Además,
existen multitud de servicios web disponibles en internet que facilitan esta tarea,
como, por ejemplo,
Geonames[].
Figura 4. Mapa de la distribución espacial de las bibliotecas públicas de Estados Unidos donde
cada punto representa la localización de una biblioteca tras la realización de un
proceso de georreferenciación

Fuente: http://gothos.info/2013/03/the-ge
En otros casos, los datos dan menos pistas geográficas porque no vienen expresados
a nivel de punto, sino que están agregados a nivel de área. Por ejemplo, los datos
demográficos sobre defunciones, nacimientos, número de inmigrantes o intención de
voto, suelen agregarse por código postal, distrito o provincia. Aun así, es posible
obtener la representación directa geográfica de los datos, pero no en forma de un
punto concreto (figura 4), sino como un área (polígono) que define la extensión geográfica del código postal,
distrito o municipio.
Tradicionalmente, el sector público venía siendo el único proveedor de datos geográficos.
Diferentes estudios estimaban que alrededor del 80 % de los datos públicos (entendidos
estos como datos proporcionados por los gobiernos y las administraciones públicas)
son espaciales y tienen una referencia geográfica directa o indirecta. Sin embargo,
la aparición de nuevos servicios web geográficos, como Google Maps y Google Earth,
en 2004 y 2005, respectivamente, junto con el rápido despliegue de dispositivos móviles
inteligentes con sensores de GPS o de geoposicionamiento, han facilitado una explosión
de datos geográficos desde otros sectores. Un usuario básico puede jugar con estos
servicios y dispositivos móviles sin saber ni siquiera que está utilizando datos geográficos
y, sobre todo, sin saber que también está creándolos.
El hecho de disponer de más cantidad y variedad de datos geográficos no se debe únicamente
a la tecnología, sino, a nuestro parecer, a un cambio hacia una cultura de registrar
y anotar todo lo que ocurre bajo el sol, también conocido como «datificación». Llevar
un registro de nuestros viajes, o ubicar los mejores restaurantes de nuestra ciudad,
nuestras fotos, las rutas en bicicleta, a pie, o en coche, se ha convertido en algo
cotidiano. Cada uno de nosotros produce datos geográficos de forma continua, cada
día, cada hora, cada minuto. Si sumáramos todos ellos, imaginad la enorme cantidad
de datos geográficos que generan en un solo día los miles de millones de usuarios
del
planeta[].
La cultura de cuantificar y datificar, aupada por la tecnología, está adentrándonos,
casi sin darnos cuenta, en el mundo de los datos geográficos. Algunas características
de este cambio cultural ponen de relieve la importancia actual de los datos geográficos:
-
La generación de datos geográficos se produce de forma exponencial. No cabe duda de que el uso extendido de dispositivos móviles, sistemas de geolocalización
como el GPS, y otras tecnologías y aplicaciones geográficas, han favorecido enormemente
la capacidad del ciudadano de a pie de crear sus propios datos geográficos. Situando
sobre un mapa los elementos que ve a su alrededor, o descubriendo otros al hacer uso
de aplicaciones geográficas como Google Maps, cualquier individuo puede producir datos
con una componente geográfica.
-
La democratización de la generación y uso de datos geográficos dota al ciudadano de
enorme poder para describir, compartir, protestar, denunciar, señalar, y explicar el mundo que observa. Del mismo modo, cabe esperar que la demanda ciudadana por acceder
a datos de carácter geográfico cobre más protagonismo durante los próximos años.
-
Una sociedad ávida de disponer y compartir datos va a mostrar más interés por acceder
a datos geográficos, y exigirá un acceso transparente a datos interoperables y de calidad. Los usuarios van a necesitar herramientas cada vez más sofisticadas para tratar
estos datos, y van a ser capaces de obtener nuevos productos cada vez más interesantes
al cruzar diferentes tipos de datos.
-
Una sociedad que quiere saber lo que está pasando en su entorno pone un énfasis en el dónde estoy ahora y qué sucede cerca de mí. Servicios que se nutren de datos geográficos para buscar restaurantes, farmacias,
bares, y negocios que están cerca de nuestra posición actual, o servicios que nos
ayudan a desplazarnos por una ciudad utilizando la red de transporte público son ya
habituales, por no decir esenciales, en nuestra vida cotidiana.
En la actualidad, el simple hecho de almacenar y preservar la avalancha de datos geográficos
que se produce cada día es una tarea desbordante e inasumible para una única institución
como la biblioteca, como veremos más adelante. El papel de la biblioteca en relación
con los datos geográficos digitales ya no reside en custodiarlos y hacerlos accesibles,
como ocurría en el pasado con las colecciones de mapas cartográficos. Los datos geográficos
generados hoy en día deben ser adecuadamente manipulados, para poder así ofrecer todo
el potencial que atesoran. La ubicuidad de este tipo de datos (prácticamente están
por todas partes), y su poder de contextualización en cuanto a que permiten conocer
y entender mejor un lugar, su relación con el entorno, y a los ciudadanos que los
usan y crean, hacen necesario el establecimiento de estrategias adecuadas para su
gestión y puesta a disposición.
3. Manipulación de los datos geográficos
Si los datos geográficos son vitales en la cadena de ensamblaje, no menos importantes
son las herramientas para analizarlos, combinarlos y transformarlos en mapas. Los
SIG han sustituido al tedioso trabajo manual de los cartógrafos y se han convertido
en herramientas especializadas e imprescindibles para la manipulación, el análisis
y la visualización de datos geográficos. De este modo, los SIG son el elemento disruptivo
y de cambio en el siguiente paso de la cadena de ensamblaje: la manipulación y la
gestión de datos geográficos.
Con los SIG el conocimiento necesario para manipular datos y crear mapas ya no es
exclusivo de un puñado de expertos con conocimientos especializados, sino que la creación
de mapas está al alcance de todos.
Esta afirmación no es trivial porque, tan solo unos años atrás, a finales del siglo
pasado, solo unos pocos especialistas eran, a la vez, usuarios y productores de mapas.
La idea de considerar al cartógrafo/geógrafo como única figura autorizada en la confección
y elaboración de mapas se ha mantenido inalterable por mucho tiempo. Sin embargo,
en la actualidad, la situación ha dado completamente la vuelta y, como hemos visto,
estamos en el extremo opuesto. Con la ayuda inestimable de los SIG como aplicaciones
de escritorio o en web y un poco de curiosidad, crear un mapa es cuestión de minutos
y unos pocos clics. Si bien hemos de admitir que no en todos los casos el resultado
es satisfactorio o de utilidad; al contrario, un mapa, como elemento de visualización
y transmisión de información, puede ofrecer concepciones falsas si no se tienen en
cuenta mínimos conceptos de geografía y sentido común en su
elaboración[].
Figura 5. Cadena de ensamblaje para la elaboración de mapas en la actualidad.

La ciencia de los SIG es, por definición, multidisciplinar y resulta muy difícil delimitar
los bordes que la separan de otras disciplinas científicas. En un reciente
artículo[] que profundiza en el origen multidisciplinar de los SIG, los autores analizan publicaciones
científicas en donde se utilizan términos relacionados con aquellos. Artículos de
campos tan diversos como la informática, la geografía, las ciencias de la información,
la psicología o la salud, tratan de temáticas relacionadas de una u otra forma con
los SIG, dando pie a la tesis de que la disciplina científica de los SIG es una mezcla
heterogénea de ciencias, ciencias sociales y humanidades. Del estudio anterior, cabe
destacar que el 18 % de las publicaciones científicas sobre SIG proviene de las ciencias
de la información, cosa que ya no debería sorprendernos dadas las estrechas conexiones
históricas entre ambas disciplinas vistas al inicio de este capítulo. Incluso algunos
autores consideran el origen de los SIG como la intersección de la geografía, la informática
y las ciencias de la información.
Debido a este carácter multidisciplinar, los SIG se han convertido en herramientas
transversales para infinidad de aplicaciones y disciplinas. Dependiendo de la disciplina
que haga uso de los datos geográficos, estos se pueden manipular de forma distinta
o pueden ser analizados a través de diferentes técnicas. Si bien, con independencia
de las peculiaridades de cada disciplina, existe un principio básico que define la
propia forma de operar de los SIG: las capas.
En lugar de ver conjuntos de datos geográficos como datos independientes entre sí,
los SIG modelan los datos en forma de capas temáticas. La figura 6 muestra diversas capas que se asocian a diferentes grupos de datos geográficos de
entrada o datasets. Así, tenemos, por ejemplo, una capa que agrupa los datos de transporte, otra que
agrupa los ríos, otra con los datos del callejero, etc. Aunque el concepto de capa
en sí no deja de ser una manera de simplificar y modelar la complejidad del mundo
real en un sistema informático como los SIG, el beneficio de estos radica en que permiten
relacionar, enlazar y vincular datos de diferentes capas por el simple criterio de
su relación espacial, es decir, su pertenencia a un mismo lugar. Por consiguiente,
la posibilidad de realizar análisis sobre varias capas a la vez y de naturaleza distinta
(social, económico, cultural, o demográfico) es el verdadero potencial de los SIG.
La visualización de los datos geográficos tal cual está bien y es útil en ciertos
casos, como en el del mapa de la distribución geográfica de las bibliotecas públicas
americanas de la figura 4, pero los SIG ofrecen mucho más que la mera inspección visual de capas. La ciencia
de los SIG ha aportado multitud de técnicas para explotar, comparar y analizar espacialmente
las capas de datos geográficos para extraer nuevo conocimiento. Algunas de las técnicas
de análisis más conocidas son las siguientes:
-
Análisis por superposición. Se trata de una de las técnicas de análisis espacial más sencillas e intuitivas
de los SIG. Como los datos geográficos vienen agrupados espacialmente en forma de
capas, esta técnica consiste, simplemente, en superponer varias capas una encima de
otra para obtener una visión conjunta sobre un mismo territorio. El análisis por superposición
define, básicamente, la esencia de los
SIG[] (figura 1), donde lo importante es sacar a la luz las relaciones, difícilmente apreciables
de otro modo, que existen entre distintas capas asociadas a un determinado lugar.
Por ejemplo, el
autor[] de la figura 4 emplea diversas técnicas de análisis espacial en su estudio, entre ellas el análisis
por superposición, para combinar la capa de distribución geográfica de bibliotecas
con la capa de datos demográficos para estudiar variaciones y patrones en cuanto al
acceso a bibliotecas por estado y grupo socioeconómico.
-
Análisis por área de influencia o buffer. Un buffer identifica un área de interés alrededor de una posición concreta basándose en criterios
de distancia o tiempo. El análisis de buffer basado en la distancia se utiliza en muchas situaciones cotidianas sin que ni siquiera
sepamos que se trata de una técnica de análisis espacial. Por ejemplo, cuando buscamos
las farmacias, los bares, las tiendas o las bibliotecas más cercanas a nuestra posición
actual mediante el teléfono móvil, utilizamos la técnica de buffer para trazar un círculo imaginario de radio determinado (por ejemplo, 1 km) tomando
como centro nuestra posición actual. De esta forma, se identifican los puntos de interés
(farmacias, bibliotecas) que quedan dentro de ese círculo o área de influencia. El
análisis de buffer puede utilizarse también haciendo uso del factor coste o tiempo. Por ejemplo, para
determinar hasta dónde podemos llegar conduciendo en coche durante 20 minutos desde
una posición concreta. En este caso, el área de influencia no es un círculo perfecto
como en el caso del buffer basado en la distancia, sino un área irregular que viene definida por las características
del trazado de las calles por las que podemos circular (sentido de la circulación,
velocidad máxima, etc.).
-
Análisis de superficie. Otra técnica bastante común, y que cada vez más aparece en medios de comunicación
y televisión, es el análisis de superficie. En este caso, el análisis de superficie
interpola observaciones individuales discretas para obtener una tendencia global continua.
Un ejemplo típico donde se utiliza el análisis de superficie es en los mapas de temperatura.
Las estaciones meteorológicas repartidas por todo el territorio nacional no cubren
todos los lugares posibles y, por lo tanto, existen muchos lugares donde no es posible
medir la temperatura exacta. El análisis de superficie solventa este problema al estimar
valores de temperatura en aquellas zonas de las que no existen datos (por la imposibilidad
de situar una estación meteorológica en todas ellas), a partir de las mediciones de
temperatura de las estaciones más cercanas. El resultado son llamativos mapas con
degradación de color, comunes en el espacio del tiempo de la televisión, donde las
zonas con colores azulados representan temperaturas más frías y las zonas marcadas
con colores rojizos son las más templadas.
-
Análisis por agrupamientos o clústeres. Un clúster es un patrón especial que parece ser distinto en términos de variación
geográfica. Los clústeres ayudan a identificar y detectar algo inusual, que se aleja
de lo esperado y de la normalidad. El mapa del doctor John Snow (figura 1) es el ejemplo por excelencia de análisis por agrupamientos o clústeres. Muchos casos
de cólera se aglutinaban cerca de un mismo surtidor de agua, lo cual era algo inusual
con respecto al número de casos de cólera encontrados alrededor de otros surtidores.
Es decir, la normalidad en el número de casos cercanos a los surtidores se alteraba
o variaba drásticamente para el único surtidor de agua infectado, ya que era mucho
mayor que en el resto de surtidores.
4. Mapas a un clic
Gracias a los SIG y a las tecnologías y las aplicaciones geográficas, los usos de
los mapas se han diversificado. La mayor variabilidad de datos geográficos empleados,
unido a la facilidad de análisis y de combinación de estos, lleva a nuevas e interesantes
historias que podemos contar con mapas. Por ejemplo, la prensa escrita, impresa u
online, está utilizando mapas como complemento o ilustración del contenido de un artículo
o noticia. El mapa que acompaña a una noticia no sustituye al texto escrito, sino
que da al lector una visión única y un enfoque nuevo, que en muchas ocasiones incide
sobre aspectos que van más allá de la propia noticia e invita a la reflexión. Los
SIG han permitido la democratización en la creación de mapas. Sin estas herramientas,
la variedad y omnipresencia de todo tipo de mapas que tenemos actualmente sería simplemente
impensable[].
No pretendemos mencionar todas las herramientas SIG, ya que la variedad, la complejidad
y el alcance de cada una de ellas son muy diversos. Baste decir que, como ocurre con
otros software, hay herramientas de escritorio, web o en la nube, y también comerciales
o de código
abierto[], si bien conviene mencionar aquellas de uso más extendido. Algunas más veteranas
son potentes entornos SIG, tradicionalmente dirigidas a sectores y usuarios especializados
(profesionales, científicos, etc.), como, por ejemplo, la familia de herramientas
comerciales ArcGIS de
ESRI[]. Como contrapunto libre y de acceso abierto podemos mencionar QGIS o
GRASS[].
La democratización en el uso de los SIG vino con la aparición de las primeras API
o librerías programables para la web. El término «librerías», en informática, hace
referencia a la agrupación de unas cuantas funciones y métodos en un único fichero
que un programador puede reutilizar en sintonía para el desarrollo de sus propias
aplicaciones. A esta categoría pertenecen las API para la creación de mapas en la
web como Google Maps, OpenLayers y
Leaflet[]. Los valores que aportan estas API son, fundamentalmente, simplicidad y abstracción.
Cuando un programador utiliza alguna de ellas no tiene que preocuparse de sus detalles
internos, sino de saber utilizarla y explotarla adecuadamente para la creación de
nuevas aplicaciones y servicios.
La consecuencia lógica del uso de las API de mapas por parte de la comunidad de programadores
ha sido la creación de una nueva categoría de servicios y aplicaciones aptos para
todos los públicos. La característica fundamental de estos nuevos servicios estriba
en su facilidad de uso: cualquiera que sepa manejarse con un dispositivo móvil o un
navegador sabe utilizarlas. No se requiere conocer conceptos de programación ni de
código, tal como sucede con las API, sino que son aplicaciones y servicios que cada
vez se aproximan más a las necesidades reales de un usuario estándar, cualquiera que
sea su experiencia previa en SIG y datos geográficos. Estas nuevas aplicaciones permiten
reducir la cadena de ensamblaje en la creación de mapas a un par de clics. Algunos
ejemplos son ArcGIS
Online[], la versión sencilla e intuitiva en la nube de la familia de las herramientas ESRI,
OpenStreetMap[], un repositorio de datos geográficos de cobertura mundial con datos generados por
los propios ciudadanos, y un sinfín de aplicaciones para automatizar la creación de
mapas como, por ejemplo, Click2Map, ZeeMaps o
Tripline[].
Un uso interno de tecnologías SIG y de datos geográficos para la toma de decisiones
operativas en bibliotecas y unidades de información puede ser el primer paso para
entrar en contacto con este tipo de datos y herramientas. Disponer de este conocimiento
básico es el primer paso que puede poner a las bibliotecas en disposición de ofrecer
servicios geográficos especializados y de valor a las comunidades a las que dan servicio.
Tal como citamos anteriormente, los datos geográficos importan, influyen y pueden
ser muchas veces decisivos para las bibliotecas. Veamos, en el siguiente capítulo,
cómo.