II

Salomón y la reina de Saba

Y el rey Salomón dio a la reina de Saba todo lo que ella quiso,
todo lo que pidió, …

Y ella se volvió, y se fue a su tierra con sus criados.

Libro de los Reyes,1,10:13

Los grandes pintores barrocos se esforzaron por ponerle rostro. Sin embargo, fue un director de cine del Hollywood dorado de los años 50 quien lo consiguió. Porque, gracias a King Vidor, el fascinante —por misterioso— personaje de la reina de Saba cobró las facciones de la actriz italiana Gina Lollobrigida. De hecho la película Salomón y la reina de Saba (1959) aún hizo más: sirvió para dar a conocer al gran público una historia de amor que hasta entonces había permanecido limitada a los conocedores de la Biblia, el Corán y la ancestral tradición etíope.

Más que la historia, la religión, el mito y la leyenda son quienes hablan de la existencia de la seductora Reina de Saba. Así, aparece en dos libros de la Biblia –Reyes y Crónicas-, en algunos pasajes del Corán y en el Kebra Nagast, el libro sagrado de la tradición etíope donde se le da el nombre de Makheda. Allí, como en el resto de fuentes, se la califica de mujer extremadamente inteligente, hábil política y dotada de firmes convicciones a las que solo fue infiel en una ocasión. Según la tradición había jurado mantenerse virgen pero traiciono su juramento cuando conoció a un hombre excepcional: el rey Salomón.

El rey justo y sabio

La existencia del rey Salomón está históricamente probada. Fue el segundo de los hijos que tuvieron el rey David y la hermosa Betsabé con quien el rey David se había casado después de enviar a su primer esposo, Urías, a una muerte segura en combate. Según la Biblia, el primogénito había fallecido como castigo al pecado de su padre y cuando el rey, supo del fallecimiento de su hijo, «consoló» a su esposa y engendraron a Salomón. A la muerte de David, el rey guerrero, Salomón reinó sobre un enorme imperio que se extendía desde la frontera con Egipto hasta el río Éufrates, en Mesopotamia. Culto e inteligente, se le atribuye la autoría de diversos libros de la Biblia (el Eclesiastés, los Proverbios y el Cantar de los Cantares) y fue el responsable de la edificación del primer gran templo de Jerusalén. Por su parte, el Corán le contempla como un importante profeta. Buscando siempre la expansión de su reino se sabe que mantuvo frecuentes contactos comerciales con otros territorios de su entorno y, posiblemente, entre ellos se hallaba Saba.

El reino de Saba

Según la Biblia, el reino de Saba estaba «al sur de Jerusalén», una afirmación ambigua que ha hecho ubicarlo en lugares tan diferentes como el Cuerno de África , Etiopía, o el actual Yemen. Esta última opción es la que parece tener mayor verosimilitud. Así lo certifica el hallazgo en Ma’rib, al sur del actual Yemen, del templo más antiguo de la península arábiga y en su entorno los restos de una ciudad, construida entre el siglo I a. C. y el siglo II a. C., ubicada en una estratégica posición que le permitía mantener un floreciente comercio tanto con Asia como con África, y que se ha identificado con el enigmático reino de Saba.

La afirmación se basa en que todas las opiniones coinciden en calificar a Saba como un reino extraordinariamente rico en materias primas y minería que mantuvo excelentes relaciones con sus vecinos gracias al intercambio comercial. Parece ser que era una sociedad matriarcal donde el poder se transmitía por línea femenina. Su población era mezcla de pueblos africanos (como los janjero de Kefa, Etiopía) y de Arabia. Algo que también serviría para vincular Saba a Etiopía. En este sentido se pronunció, a fines del siglo XX, una expedición arqueológica alemana organizada por la Universidad de Hamburgo, que afirmó haber hallado los restos del palacio de la legendaria Makheba en Axum (Etiopia). De ser así se hubiera desvelado, sin duda, uno de los grandes misterios de la antigüedad. Es más, según sus investigaciones en el palacio había un altar, donde probablemente reposó el Arca de la Alianza, un cofre de madera de acacia recubierto de oro, que Salomón habría regalado a la reina. De hecho, el jefe de la expedición el profesor Helmut Ziegert un veterano estudioso de la antigüedad remota etíope afirma que «el Arca de la Alianza y el judaísmo llegaron a Etiopía donde permanecieron hasta el siglo VI de nuestra era» Una versión de los hechos que encajaría con el relato del Kebra Nagast.

Al encuentro de Salomón

Siguiendo el relato del citado libro mítico de los etíopes, la reina de Saba viajó al encuentro de Salomón con fines comerciales. Así lo hace pensar el hecho de que lo hiciera cargada de presentes como oro, el marfil, las especies y acompañada por animales exóticos como pavos reales y monos ya que, por lo general, el intercambio de presentes entre dos monarcas precedía al establecimiento de relaciones comerciales o diplomáticas entre sus respectivos reinos. Por su parte, la Biblia insiste en que fue la fama de sabio del rey Salomón la que atrajo a la reina de Saba hasta Jerusalén ya que pretendía «probarle con preguntas difíciles» (Reyes 10:1). Pero, aun obviando todo propósito económico o político, el libro sagrado del cristianismo también asegura que el viaje lo hizo acompañada por un gran número de sirvientes y camellos cargados de perfumes, oro y piedras preciosas para obsequiar al rey.

Una vez en Jerusalén, parece ser que Salomón superó las expectativas de su ilustre visitante. Así, siempre según el libro de los Reyes (10:6-9), la reina quedó admirada por la sabiduría de Salomón y no se recató de manifestarlo diciéndole: «Verdad es lo que oí en mi tierra de tus cosas y de tu sabiduría: pero yo no lo creía, hasta que he venido, y mis ojos han visto que ni aún se me dijo la mitad; es mayor tu sabiduría y bien, que la fama que yo había oído. Bienaventurados tus hombres, dichosos estos tus siervos, que están continuamente delante de ti, y oyen tu sabiduría. Jehová tu Dios sea bendito, que se agradó de ti para ponerte en el trono de Israel; porque ha amado siempre a Israel, te ha puesto por rey, para que hagas derecho y justicia».

No es de extrañar pues lo que sucedió. Seducida por la aguda inteligencia de su anfitrión, la reina olvidó su juramento de morir virgen. Salomón, por su parte, obvió la existencia de sus 700 esposas y sus 300 concubinas para caer en brazos de la reina de Saba. El romance, sin embargo, fue breve pero lo suficientemente intenso como para que Makheda, aquí vuelve a tomar la palabra el Kebra Nagast, regresara a su reino portando en su vientre el fruto de sus amores con el monarca israelita.

A su llegada a Etiopia, dio a luz a Menelik I, el primer emperador de Etiopía, quien al cumplir la mayoría de edad viajó a Israel para conocer a su padre. A su regreso y siempre según el Kebra Nagast, le acompañaba un séquito de jóvenes judíos y portaba el Arca de la Alianza, una versión que no es del todo descabellada ya que egiptólogo Wallis Budge, confirmó que la fe judía fue introducida en Etiopía alrededor del año 950 a.C. por Menelik I y que se correspondería con los hallazgos arqueológicos de Helmut Ziegert

La versión del Corán, donde se da a la reina, el nombre de Bilqis tiene algunos matices diferentes. En ella, Salomón es quien reclamó a la reina tras ser informado por una abubilla de la existencia de una bella doncella que reinaba en un país lejano con prudencia y justicia. Bilqis o Makheda recibió la invitación con agrado ya que también habían llegado a sus oídos la fama de Salomón. Partió, pues, para Israel con una serie de acertijos y preguntas preparados por los hombres más sabios del reino de Saba a fin de probar a su anfitrión y, como en la Biblia, fueron tan atinadas sus respuestas que quedó asombrada del talento del rey.este, por su parte, desconfiaba de que la reina fuera doncella y urdió una hábil estratagema en la que, mediante un suelo de cristal, pudo ver la intimidad de la regia visitante y comprobar su virginidad antes de unirse en matrimonio con ella.

Un hermoso relato al igual que el de la Biblia o el del Kebra Nagast pero que, lamentablemente, a ojos de la historia palidece ante la evidencia de que el encuentro entre Salomón y la reina de Saba, ambos soberanos de dos reinos que se lucraban gracias al comercio de especies y materias preciosas, obedeció a razones comerciales y políticas, más que a una romántica historia de amor.