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Aflojo los cordones de la bolsita y la abro. Dos guijarros de jardín caen en mi mano. Deslizo el dedo por ellos, uno es gris con vetas negras y el otro de color marfil. Palpo un bulto dentro de la bolsa de terciopelo y saco la nota plegada en forma de acordeón, como las del interior de las galletas de la suerte de los restaurantes chinos.

Una piedra significa el peso de la ira.

La otra simboliza el peso del remordimiento.

Te puedes liberar de ambos si eliges

desprenderte de su carga.

¿Estará ella esperando aún mi piedra? ¿Habrá recibido de vuelta las otras treinta y cuatro que envió? Me invade un sentimiento de culpa.

Despliego la hoja color crema y releo la carta.

Querida Hannah:

Me llamo Fiona Knowles. Espero sinceramente que no tengas idea de quién soy. Si aún te acuerdas de mí, se debe a que la herida que te infligí aún no ha cicatrizado.

Las dos estudiamos secundaria juntas en el Colegio Bloomfield Hills. Tú eras una alumna nueva y yo te elegí como mi víctima. Además de atormentarte, hice que las otras chicas se pusieran en contra tuya. Y en una ocasión estuve a punto de que te suspendieran por mi culpa. Le dije a la señora Maples que te había visto coger las respuestas del examen de historia de su escritorio, cuando en realidad había sido yo la que lo había hecho.

Por más que te diga que me siento muy avergonzada por lo que te hice, la culpa me sigue carcomiendo por dentro. En la adultez he intentado racionalizar lo cruel que fui de niña. La envidia era la primera razón de ello y la inseguridad la segunda. Pero lo cierto es que era una bravucona. No tengo excusa. Lo siento muchísimo y me duele en el alma.

Me alegré enormemente al enterarme de que ahora eres una mujer muy exitosa que presentas tu programa de entrevistas en Nueva Orleans. A lo mejor ya hace mucho que has olvidado lo que ocurrió en el Colegio Bloomfield Hills y la persona horrible que fui. Pero mis actos me acosan a diario.

En la actualidad soy abogada durante el día y poeta por la noche. De vez en cuando soy lo bastante afortunada como para que me publiquen un artículo. No me he casado ni tengo hijos. A veces pienso que la soledad es mi castigo.

Te pido que me mandes una piedra de vuelta si aceptas mis disculpas, liberándonos a ambas de la carga de tu ira y la de mi remordimiento. Te ruego que ofrezcas la otra piedra con una más a alguien a quien hayas herido, pidiéndole de corazón que te perdone. Cuando esa persona te la devuelva, como espero que tú hagas devolviéndome la mía, habrás completado la Cadena del Perdón. Arroja la piedra a un lago o a un arroyo, o bien entiérrala en el jardín de tu casa o deposítala en un parterre con flores o en cualquier otra parte que simbolice que por fin te has liberado de tu sentimiento de culpa.

Atentamente,

Fiona Knowles

Dejo la carta en el escritorio. Incluso ahora, dos años más tarde de ir a parar a mi buzón, se me altera la respiración al leerla. ¡Cuántos daños colaterales sufrí por los actos de esa chica! Por culpa de Fiona Knowles mi familia se deshizo. Sí, si no hubiera sido por Fiona, mis padres nunca se habrían divorciado.

Me froto las sienes. Debo ser práctica y no dejarme llevar por las emociones. Ahora todo el mundo habla de Fiona Knowles y yo fui una de sus víctimas. ¡Menuda historia tengo ante mí! Exactamente la clase de idea que impresionará a Peters y a los otros de la WCHI. Les puedo proponer que Fiona salga en su programa y las dos podríamos contar nuestra historia de culpabilidad, remordimientos y perdón.

El único problema es que no la he perdonado. Ni pretendía hacerlo. Me muerdo el labio. ¿Tendré que perdonarla ahora? ¿O puedo evitarlo haciéndome la despistada? Después de todo, la WCHI solo me pide que le dé una idea. El programa nunca se llegará a grabar. Pero no. Por si acaso, será mejor que la perdone.

Mientras saco una hoja del escritorio, oigo que llaman a la puerta.

—Te quedan diez minutos para salir ante las cámaras —dice Stuart.

—Ahora voy.

Agarro mi estilográfica de la suerte, un regalo de Michael cuando mi programa quedó en segundo lugar en los Premios de Radio y Televisión de Luisiana, y garabateo mi respuesta.

Querida Fiona:

En la carta encontrarás tu piedrecilla, lo que significa que ambas nos hemos liberado de nuestras cargas, tú del sentimiento de culpa y yo de la ira.

Cordialmente,

Hannah Farr

Sí, aunque la haya escrito con desgana, es lo mejor que puedo hacer. Meto la carta y una de las piedras en el sobre y lo cierro. De camino a casa lo echaré en el buzón. Ahora puedo decir de verdad que le he devuelto la piedra.