DE HEIDI A BOLA DE DRAGÓN, LA EXPLOSIÓN DE LA CULTURA POP JAPONESA
Cuando en la década de los setenta llegaron a España personajes de animación como
Heidi, la niña de las montañas suizas, o Maya, la abeja inquieta, casi nadie sabía
decir de dónde procedían pero se convirtieron en referentes culturales de toda una
generación, como lo habían hecho antes Pedro Picapiedra o, más adelante, Scooby-Doo.
Heidi y Maya habían salido de estudios de animación japoneses, a pesar de que sus
creadores no sospechaban que llegarían al público europeo. El poder de atracción de
la animación japonesa no ha parado de crecer desde entonces, en parte gracias a la
demanda de contenidos de las cadenas de televisión. Hoy en día el 60% del dibujos
animados que se emiten en el mundo se han producido en Japón.
La globalización, que ha hecho del mundo un lugar donde las distancias físicas y temporales
han quedado recortadas, se asocia muy a menudo a una homogeneización cultural. El
discurso dominante ha sido durante años el del temor por la americanización del mundo
por medio de un tipo de colonización cultural. Sin embargo, en el siglo xxi este proceso de homogeneización parece ir sustituyéndose por una hibridación cultural:
no solamente las expresiones artísticas fluyen de Estados Unidos hacia el “mundo”,
sino que los flujos culturales van en múltiples direcciones. Uno de ellos se origina
con fuerza en Japón.
La industria cultural nipona se ha fortalecido en las últimas décadas hasta el punto
de tener un poder de influencia considerable. Donde mejor se ve esta influencia es
en la aportación que ha hecho al lenguaje visual de prácticamente todo el mundo. Una
gota de sudor que resbala por la frente de un personaje o unos ojos grandes y redondos
que cambian de forma para expresar las emociones de los personajes son dos recursos
visuales con un significado entendido por varias generaciones y que se han incorporado
sigilosamente al metalenguaje de medio mundo.
Japón produce anualmente decenas de miles de horas de dibujos animados (anime), miles
de páginas de cómic (manga), bobinas y bobinas de películas de terror y de series
de televisión (j-horror y j-drama) y centenares de éxitos musicales (j-pop). La industria japonesa de contenidos de ocio y de entretenimiento ocupa desde hace
décadas un espacio predominante en los mercados de los países vecinos, y también en
los mercados de los países geográficamente más distantes. El público de Estados Unidos
y Europa hace un par de décadas que consume con admiración y devoción los productos
culturales japoneses.
Este libro permite acercarse a este fenómeno, al éxito del denominado Japan pop, desde sus orígenes hasta el presente. Explora el nacimiento de la cultura visual
japonesa contemporánea, explica cómo se expresa y, sobre todo, cómo su influencia
se irradia más allá de las fronteras de Japón. Analiza con detalle los dos fenómenos
culturales más importantes: el manga y el anime. Y también examina, aunque con menos
detenimiento, el j-horror, el j-drama y el j-pop. Finalmente, apunta las causas del éxito mundial de la cultura popular japonesa contemporánea.
Antes de entrar en materia, dos consideraciones formales. En el texto, los nombres
de los autores japoneses aparecen escritos tal como se haría en japonés: primero el
apellido y después el nombre. En cuanto a los títulos de cómics, películas y series,
se da siempre la versión catalana o castellana acompañada del original en japonés.
En los casos en los que no ha habido versión, el título aparece solo en japonés.