La importancia de Gabriela Mistral hoy
Además de Chile, en Latinoamérica no existe otro país que goce con el privilegio de tener dos Premios Nobel de Literatura. Este galardón que inmoviliza el nombre del escritor homenajeado para siempre es quizás lo más alto a lo que se puede llegar en el podio de las letras mundiales. Y es ahí donde se encuentran Gabriela Mistral y Pablo Neruda.
Gabriela Mistral, seudónimo de Lucila Godoy Alcayaga (1889 – 1957), fue galardonada con el Nobel de Literatura en 1945, siendo no solo la primera mujer, sino el primer latinoamericano en recibirlo. Obtuvo el reconocimiento varios años antes que el Premio Nacional de Literatura (1951), es decir tenía el más alto respeto y admiración internacional, mientras en Chile se le ponía en duda su pensión por la labor consular que durante tantos años cumplió lejos de la larga y estrecha tierra que la viera nacer.
Así el pago de Chile se venía a demostrar en su mayor esplendor alejando –y alejándose al mismo tiempo– de la intelectual más significativa que hubiese producido la nación y el continente hasta el momento.
A 70 años del Nobel para Mistral, la impresión que queda es que aun existe una distancia entre los chilenos y nuestra insigne poeta, aun falta apropiarnos de ella, conocerla a fondo y entenderla como uno de los pilares fundamentales de nuestra cultura. Aparte del conocido poema “Piececitos” (Piececitos de niño, / azulosos de frío, / ¡cómo os ven y no os cubren, / Dios Mío! ...) que mayormente ha sido leído como un poema de carácter pueril, a pesar de su fuerte discurso crítico ante la pobreza infantil, el resto de la obra de Mistral aun permanece distante de los escasos lectores nacionales. Tildada despectivamente de maestra rural (lo cual para ella era un gran honor, sin embargo es muy estrecho en relación al amplio espectro de lo que era), chismoseada por su aspecto tosco y duro, nadie habla de sus tiernos ojos verdes, o su cálida voz, ni de su mano firme y acogedora, esos son rasgos que han quedado en el olvido. Para qué insistir apropósito de su poesía y prosa.
Dotada de una temprana inteligencia, a pesar de crecer rodeada de un ambiente poco propicio para el desarrollo intelectual o poético, Gabriela Mistral pasó su infancia en el Valle del río Elqui, una de las localidades más pobres del norte del país. Pero en el interior de la pequeña Lucila se desarrollaba una de las mentes más brillantes que han existido entre el Océano Pacífico y la Cordillera de los Andes. Con un padre prematuramente ausente, expulsada de la escuela, y desde muy temprano dedicada al autodidactismo, Gabriela Mistral ocupó al lenguaje para desenvolver sus avanzadas ideas. Tanto desde la prosa como con la poesía Mistral marcó nuevos paradigmas sobre la labor del intelectual y del poeta con la realidad que lo rodea.
Desde muy temprano, ya a sus 17 años, Gabriela Mistral apelaba al contexto más crítico de nuestro país, velando por los derechos de la mujer, de los niños, de los campesinos, etc. Pero sobre todo a la falta de cariño entre los propios chilenos. Su inquietud inicial, que se puede ver en algunos de sus artículos publicados en “La voz del Elqui” o del periódico “El Coquimbo”, se extendería e intensificaría durante toda su vida y obra. Si en su prosa podemos encontrar a una intelectual que se refiere a los más diversos temas con gran ímpetu y una vasta cultura, es probablemente en su poesía donde se encuentre la mayor sensibilidad y potencia de su pluma. Totalmente abastecida por la naturaleza de Chile y del continente americano, con unos escasos 4 poemarios publicados en vida y 3 más de manera póstuma, su obra poética es en todo caso enorme, llegando a alcanzar más de 600 poemas. Intentar hacer una síntesis analítica sobre toda la obra poética parece una tarea que tardaría más que un mero prólogo, de todas formas hay varios rasgos que son una tendencia en su vida y que como consecuencia se ven reflejados en su poesía y que aquí intento someramente mencionar.
El primer libro publicado por Mistral es Desolación (1922) un poemario que tiene como centro al amor y al dolor, y es más, quizás son estos dos los que marcarían la pauta más certera de todo lo que vendría en adelante, dando pie a la teoría de Jaime Concha sobre que Mistral pensó toda su obra como un todo, donde son los mismos hilos de los que se desprende toda su poesía. Así el suicidio de su primer amor Romelio Ureta, que sirviera de inspiración para los “Sonetos de la Muerte” (1914), es el principio de una larga lista de pérdidas de grandes amores; humanos, divinos, íntimos, históricos y ficticios.
El suicida de 1909 está detrás del “Dolor” de Desolación, como una “partida que origina la crisis de Tala; “Luto” de Lagar es un hondo proceso de duelo por el precoz suicida de 1943, su sobrino Juan Miguel… Todas estas vicisitudes del dolor personal se abrirán, sin embargo, en el alma de la Mistral, cavando un surco mucho más abarcador. En efecto, nunca se ha subrayado de manera suficiente el que sus tres libros principales representen una larga travesía por los dolores del siglo. (Concha, 64)
Cuando Jaime Concha se refiere a los dolores del Siglo, hace alusión ya no solo al dolor personal por las pérdidas íntimas de la madre o de Yin-Yin, sobrino e hijo adoptivo de Gabriela Mistral, sino que a las dos Guerras Mundiales y a la Guerra Civil Española. Mistral vivió las tres temporalmente, y frente a las tres tuvo una posición crítica. No obstante es en su poesía donde se puede leer claramente el dolor que le causaron, debido al infinito poder empático con la humanidad que siempre la caracterizó. Así, además del dolor, aparecen la Guerra y el Luto, como dos piedras angulares que se suman a su obra poética. De ahí que ambos sean una sección en “Lagar” (1954), y hayan tantos poemas dedicados a los temas bélicos y la heroicidad de las resistencias a las tiranías fascistas y nazis. Será esta empatía la que haga que Mistral reconozca que ya no podrá cambiar su forma de escribir poesía, o incluso sentir de otra forma que no sea la de la tristeza y el dolor, una emoción que ya venía abrazando desde el comienzo de su obra, pero que en Lagar ya es un hecho absoluto, dice en el poema Luto:
“(…) Sobre hombros, sobre espaldas,
echó hojazones y ramas,
y en tres días estuve cubierta,
rica de él como de mi sangre.
¿Dónde me palpan ahora?
¿Qué brazo daré que no sea de luto? (…)”. (Mistral, 406)
De esta manera, hoy que tan en boga está en nuestro país la necesidad de recuperar la memoria histórica, la poesía de Mistral nos ayuda a recorrer la primera mitad del Siglo XX mostrándonos las atrocidades cometidas y apelando a que no vuelvan a ocurrir, esperanzada en pequeñas luces de humanidad para que otra fortuna nos depare el futuro.
Y a propósito de Chile hoy, recuperar a Mistral es también recuperar nuestra memoria cultural, nuestra identidad más íntima. A lo largo de toda su obra se puede apreciar el profundo amor que sentía hacia su Patria, quizás el libro que mejor lo plasma es el póstumo Poema de Chile (1967 1º edición – 2013 última edición extendida), que en palabras de Jaime Concha vendría a ser quizás un equivalente al Martín Fierro de Argentina, es decir un poema épico, fundacional y reflejo directo de toda una identidad latente, que sin embargo incluso hoy está lejos de ser reconocido como merece. El viaje de una mujer fantasma, un niño atacameño y un huemul, por todo Chile desde el desierto norteño hasta los hielos patagónicos, esquivando los poblados y la historia bélica (exceptuando el genocidio indígena), pero recorriendo esplendorosamente la naturaleza enorme y bella que se extiende por la larguísima geografía chilena. Trazos de una realidad autóctona que permanece en el tiempo, el viaje es un aprendizaje vigente hoy y siempre. Junto a los personajes es posible una unión quizás de todos nosotros, independiente de nuestra temporalidad o momento histórico.
Queda finalmente hablar del legado inédito, hallazgo ocurrido en 2007, donde se develó que gran parte de la obra de Mistral estaba aun oculta en miles de manuscritos, y que la misión de recuperarla estaba inacabada. Así apareció Almácigo (2008) y seguirán apareciendo aun más. Muchos mistralianos hemos trabajado arduamente para cumplir con la tarea pendiente que nos dejó Mistral, y consumar la labor inconclusa que es una deuda con ella y con todo el país.
De la misma forma el libro que aquí se reedita, viene a cumplir con la fundamental tarea de acercarnos hoy al universo poético de Gabriela Mistral, sin duda la lectura sensible de Jaime Concha sobre el vasto océano de poemas de la Nobel, sumado a su cabal conocimiento biográfico, es la mejor aproximación con la que podríamos contar. A pesar de que parte de la faena sigue irresuelta, esta publicación viene a dar un paso de gigante con Mistral y todo el que se quiera aproximar a ella.
Diego del Pozo
Bibliografía
Concha, Jaime. Gabriela Mistral. Ediciones Universidad Alberto Hurtado. Santiago, 2015.
Mistral, Gabriela. Gabriela Mistral en verso y prosa. Real Academia Española. Perú, 2010.